lunes, 21 de enero de 2013

Cómo podría ocurrir Parte 4: Cruzando la línea

Queridos lectores,

He aquí la cuarta parte del relato de John Michael Greer. Pueden encontrar el artículo original aquí, y una traducción al catalán aquí.

Salu2,
AMT


Cómo podría ocurrir
Parte IV: Cruzando la línea


El post de esta semana es la cuarta de las cinco partes de un relato de ficción que bosqueja un posible escenario de la derrota imperial y posterior colapso de Estados Unidos. Una vez finalizada la guerra, hay que pagar el precio correspondiente, y eso será lo que motivará que un Estados Unidos ya fracturado se precipite hacia una crisis que pocos ciudadanos podrían haber imaginado un tiempo atrás.

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Las campanas de las iglesias repicaron toda la noche; completos desconocidos se abrazaban y se besaban o hincaban las rodillas en el suelo para rezar juntos, en función de sus inclinaciones; el boom de natalidad registrado nueve meses más tarde reveló la cantidad de estadounidenses que habían celebrado el descubrimiento de que la vida continuaría. En todo el planeta, los equipos y tripulaciones de los silos de misiles, las bases de bombarderos estratégicos y los submarinos suspiraron aliviados al comunicárseles que el estado de máxima alerta había finalizado. En Estados Unidos, los escasos efectivos de los cuerpos de seguridad y de la Guardia Nacional que todavía defendían barricadas en autopistas o edificios gubernamentales abandonaron sus puestos y se unieron a la alegre multitud. La amenaza de una guerra nuclear había pasado.
Pese a todo, mientras la fría y gris mañana se cernía sobre Washington, Jameson Weed evaluó los restos de su mandato presidencial y, abatido, dejó caer la cabeza sobre las palmas de las manos. Un equipo de negociadores saldría en breve hacia Ginebra, al encuentro de sus homólogos chinos y tanzanos para alcanzar un acuerdo de paz. No importaba lo aplicados e inflexibles que se mostraran allí los diplomáticos estadounidenses; el presidente sabía que aquel tratado significaría una amarga derrota para Estados Unidos, y su sólido conocimiento de la política nacional le indicaba exactamente quién iba a ser culpado de ello.
El tratado, como se comprobó después, fue sorprendentemente indulgente. Ninguno de los contendientes debía admitir ofensa alguna o pagar indemnizaciones; Estados Unidos solo tenía que aceptar el nuevo statu quo en África oriental y ceder sus derechos sobre Diego García —de todas maneras, propiedad del Reino Unido— a la República Popular China. Dado que Estados Unidos no tenía forma alguna de plantear exigencias, quedó claro que no había margen para sutilezas. El tratado se firmó a comienzos de octubre y lo ratificó un sombrío Congreso tres días después.
Sin embargo, antes de que eso ocurriera, dos nuevos acontecimientos ahondaron la crisis que atravesaba el país. El primero se produjo a raíz de la decisión de una cadena de televisión de revelar la historia del desastre naval. En parte se debió a una decisión política —la cadena tenía vínculos estrechos con el más firme candidato presidencial del otro partido— y en parte a una decisión puramente comercial del mundo mediático, pero en cualquier caso fue un duro golpe para la moral nacional. La cadena encontró supervivientes de las tripulaciones que habían sido evacuadas a Europa antes de la caída de Mombasa y emitió el testimonio de analistas que llevaban décadas alertando a la marina de la obsolescencia de los portaaviones en la era de los misiles de crucero. Por supuesto, el resto del mundo mediático se unió enseguida al frenesí informativo.
El segundo evento fue todavía más demoledor. Conforme el mundo empezaba a hacerse a la idea de que Estados Unidos ya no era la nación más poderosa del planeta, el sector financiero empezó a vender activos valorados en dólares. La venta empezó por los productos especulativos de más alto riesgo, pero se extendió rápidamente al resto de los valores, hundiendo la cotización del dólar. Los intentos desesperados de los bancos centrales por frenar el colapso de nada sirvieron ante una espiral de pánico a medida que los inversores estadounidenses y de todo el mundo se apresuraban a deshacerse de sus dólares a cualquier precio. Mientras la moneda nacional se hundía respecto a otras divisas, el precio de la gasolina se disparaba hasta los 12 dólares el galón y continuaba su ascenso a la vez que muchos artículos de importación desaparecían de los estantes por su coste prohibitivo.
Entonces, justo una semana antes de la firma del tratado de paz, uno de los mayores bancos de inversión del país se declaró en quiebra. Antes del estallido de la guerra, sus operadores bursátiles habían hecho uso de sus conocimientos sobre la política norteamericana para iniciar una actividad febril en el mercado de derivados financieros, comprando activos que debían revalorizarse una vez que el cambio de régimen en Tanzania tuviera lugar. La posibilidad de una derrota de Estados Unidos nunca se les pasó por la cabeza, y el riesgo imprevisto los dejó irremisiblemente en números rojos. Los banqueros pidieron entonces auxilio a Washington, solo para darse cuenta de que imprimir miles de millones para un rescate bancario cuando el valor del dólar estaba en caída libre no era la mejor opción. El siguiente viernes, después del cierre de los mercados, un ejecutivo de Goldman Sachs anunciaba con aspecto macilento que su firma estaba en quiebra y que iba a echar el cierre. En las seis semanas siguientes, los índices bursátiles norteamericanos acumularon pérdidas medias equivalentes a un tercio de su valor, volatilizándose así decenas de billones de dólares en títulos y, con ellos, ocho compañías financieras consideradas “demasiado grandes para caer”.
Sin embargo, mucho antes de que este proceso concluyera, el país ya tenía un nuevo presidente. Dos días después de la firma del armisticio, al mismo tiempo que aviones repletos de prisioneros de guerra norteamericanos despegaban de Nairobi rumbo a casa, Jameson Weed compareció por última vez tras el atril presidencial para anunciar su dimisión. Su discurso final fue sencillo y solemne: asumió por entero la responsabilidad de los errores cometidos durante su mandato, expresó su total confianza en su vicepresidente y sucesor y, expresó su deseo de que Dios bendijera a la nación. Tras la comparecencia, el ex-presidente Weed se retiró a sus aposentos, sacó un revólver del cajón de su escritorio y se descerrajó un tiro en la sien.

* * *

El nuevo presidente, Leonard Gurney, probablemente no era el mejor candidato para la difícil tarea que tenía de repente por delante. Lo deseable hubiera sido un comunicador talentoso con dotes para detectar y moldear el pulso de la opinión pública, pero Gurney carecía por completo de tales aptitudes. Vástago de una rica familia y encumbrado con el objetivo de conciliar las distintas facciones de su partido, Gurney apenas comprendía los entresijos de la política práctica ni tampoco la grave situación en que la guerra de África oriental y las consecuencias posteriores habían sumido al pueblo norteamericano. Sus prioridades eran restablecer la autoridad del poder ejecutivo y financiar la reconstrucción de un aparato militar que permitiera a Estados Unidos recuperar el liderazgo que China le había arrebatado y, con ello, su papel de amo y señor del mundo.
Era un programa irremisiblemente desvinculado de la realidad de los tiempos que corrían. Multitudes enfervorizadas dieron la bienvenida en Beijing a un nuevo orden internacional en el que Estados Unidos ya no constituía la única superpotencia mundial, y en el que incluso cabía la posibilidad de que pronto dejara de serlo. Como consecuencia de la guerra en África oriental, un creciente número de antiguos aliados de Estados Unidos invitaron a las tropas norteamericanas estacionadas en su territorio a abandonar el país al tiempo que se ofrecían a los chinos. En realidad, entre la caída de los ingresos fiscales, el hundimiento del dólar y la tendencia a la baja del mercado de letras del Tesoro —los T-bills—, Estados Unidos no podía mantener por más tiempo las bases que tenía a lo largo y ancho del mundo, ni tampoco los grupos de portaaviones que un día fueran la piedra angular de su poder militar, pero que ahora resultaban tan obsoletos como un buque de guerra de vapor. Gurney y sus asesores, incapaces de comprenderlo, solicitaban dinero a los ciudadanos de una nación al borde de la bancarrota para financiar proyectos militares grandiosos que pudieran reavivar el poderío estadounidense, mientras China desguazaba su único portaaviones y lo reemplazaba por una flota de barcos pequeños y veloces de bajo presupuesto, una decisión que sería adoptada por otras potencias emergentes como India y Brasil.
Peor aún, los esfuerzos del gabinete de Gurney coincidieron en el tiempo con un momento en que los problemas económicos ocupaban un lugar cada vez más central en la vida de los ciudadanos. El colapso del dólar y el acusado descenso de las importaciones paralizaron la economía de ambas costas y, a pesar de que los estados del Medio Oeste agrícola estaban experimentando un modesto boom y florecían industrias manufactureras que antaño no habían sido competitivas en el mercado interior, este leve repunte de la actividad económica no era capaz de compensar el empobrecimiento de decenas de millones de norteamericanos cuyo sustento dependía de una manera u otra de un sistema financiero en pleno declive. Desde jubilados con ingresos fijos hasta familias acomodadas con patrimonios heredados —todos aquellos cuya riqueza se basara en activos fiduciarios— se encontraron de pronto sumidos en la pobreza.
Si bien antes de la guerra ya había campamentos de gente sin techo en los suburbios de las mayores ciudades norteamericanas, su número —y el de sus habitantes— se disparó cuando el otoño dio paso al invierno. Relatos sobre muertes por hipotermia y desnutrición comenzaron a aparecer en los medios. El colapso de la economía, añadido a la derrota en la guerra, a la matanza de Trenton y a la completa desconexión entre las acciones de la administración y la realidad de la posguerra, sumió al país en una crisis de legitimidad, una crisis de la que Gurney y sus asesores no parecían percatarse en absoluto. Discurso presidencial tras discurso presidencial insistiendo en que la solución a la crisis económica vendría de la creación de puestos de trabajo relacionados con la defensa y la recuperación del poder estadounidense en el mundo, no hacían otra cosa que generar resentimiento y, peor aún, desafección.
A falta de un liderazgo sólido en la Casa Blanca, la presión sobre el Congreso para que este hiciera algo —o al menos lo aparentase— por solucionar el rápido aumento de la pobreza resultaba cada vez más difícil de obviar. La falta de entendimiento entre ambos partidos, instigada por unos electores que premiaban las posturas más intransigentes, proseguía, y a pesar de que los discursos continuaban subiendo de tono con el agravamiento de la crisis, había pocas soluciones de calado que fueran aceptables para ambas partes. Mientras que un partido insistía en incrementar el gasto público y el otro lo hacía en bajar los impuestos, el hundimiento del mercado de letras del Tesoro dejaba claro que los días del crédito fácil y el consumo no podrían volver sin convertir el hundimiento del dólar en una espiral de la muerte.
Fue así, fruto de la desesperación que suscitaba esta situación de punto muerto, que se aprobó la Ley por la Nueva Prosperidad Americana (LNPA), redactada por una comisión formada por miembros de ambos partidos. Aunque era más gruesa que el listín telefónico de Los Ángeles y estaba repleta de dádivas y prebendas a una plétora de intereses creados y “causas solidarias” para mayor lucimiento de las estrellas mediáticas, la nueva ley también propugnaba la creación de un amplio programa de asistencia social, cuyo coste sería sufragado prácticamente en su totalidad por los estados.
Los unfunded mandates (programas federales impuestos a los estados sin que Washington aportara fondos para su implantación) eran la manzana de la discordia desde hacía décadas. La LNPA no era especialmente gravosa en comparación con otros programas anteriores, pero fue promulgada cuando numerosos estados había suspendido el pago de su deuda y algunos se encontraban en dificultades incluso para pagar las nóminas. Los gobiernos estatales presionaron en vano para impedir la aprobación de la LNPA; la ley fue aprobada por la Cámara de Representantes en enero, ratificada en el Senado a comienzos de marzo y firmada por el presidente unos días después. La semana siguiente, la asamblea legislativa de Arkansas adoptaba por unanimidad el acuerdo de convocar una convención constitucional con el objetivo de aprobar una enmienda que ilegalizara todos los programas federales que no contaran con financiación.

* * *

La reacción inicial del establishment de Washington y de los medios de comunicación ante el proyecto de ley aprobado por Arkansas fue mofarse de él. La Constitución estadounidense concedía a las asambleas estatales la facultad de convocar una convención constitucional si dos tercios de los diputados respaldaban la propuesta, e incluso permitía aprobar la enmienda si tres cuartas partes de los estados le daban el visto bueno, pero nunca se había hecho uso de esta potestad; había pasado más de un siglo desde el último intento. La burla más común al respecto en los debates televisivos especulaba sobre la posibilidad de volver a redactar la Constitución en el dialecto de Arkansas.
A la semana siguiente, Montana y New Hampshire aprobaron resoluciones idénticas, así que las chanzas cesaron al instante. Expertos de toda índole hacían declaraciones tratando de explicar que la reforma de la Constitución era en cualquier caso una potestad del Congreso. Los datos que reflejaban algunas encuestas manipuladas insistían en que la mayoría de los norteamericanos se oponían a la convención, pero las asambleas estatales hicieron caso omiso de ellos: tenían sus propios medios para evaluar el sentir de la opinión pública, y lo que detectaron fue que los ciudadanos ansiaban que la Constitución fuera enmendada. Además, ya no se trataba solo de la imposición de programas federales sin fondos, sino que en el último año había arraigado entre los ciudadanos la percepción de que el sistema estaba corrompido de arriba abajo y de que necesitaba algo más que un cambio cosmético.
Cuatro estados más apoyaron la convocatoria de una convención constitucional una semana después, y otros cinco lo hicieron la siguiente. En ese punto, los gobiernos estatales, viendo que la posibilidad de forzar un cambio de calado estaba en sus manos, dieron rienda suelta a sus anhelos. Pasadas otras dos semanas, solo faltaban unos pocos votos más para alcanzar el mágico número de treinta y cuatro estados favorables a la convención.
En ese momento el Congreso entró en pánico, abrogó la LNPA y empezó a redactar una enmienda propia que limitaría, pero no prohibiría, los programas federales desprovistos de fondos. Sin embargo, fue un gesto que se quedó muy corto y que llegaba tarde: la idea de que la Constitución necesitaba una revisión a fondo cobraba cada vez más fuerza; los políticos de todos los estados apoyaban una reforma u otra, y a la agitación se unieron incluso algunos miembros de la Cámara de Representantes capaces de notar en qué dirección soplaba el viento político. El presidente Gurney criticó repetidamente la celebración de una convención constitucional en sus discursos semanales colgados en la página web de la Casa Blanca, pero tenían escasos lectores.
El 24 de abril, Oregón se convirtió en el trigésimo cuarto estado en apoyar la convocatoria de la convención, y otros cinco estados se unirían a él a lo largo del mes siguiente, impidiendo así cualquier argucia legal en su contra. El gobierno federal intentó que la convención se celebrara en Filadelfia, pero no lo logró; los delegados se reunirían en Saint Louis, en el estado de Missouri, a principios de septiembre. El Congreso ejerció su derecho a decretar que cualquier nueva enmienda debía ser ratificada mediante referéndums en tres cuartas partes de los estados, en lugar de ser aprobada por tres cuartas partes de las asambleas estatales, con la esperanza de que eso dificultara que los gobiernos estatales se hicieran con el poder. Meses más tarde se demostraría el garrafal error de cálculo que esta medida suponía.
Los mítines, discursos y manifestaciones marcaron unos comicios que, estado a estado, condujeron a la elección de los 250 delegados llamados a reinventar la Constitución. Más de doscientos libros abogando por una u otra reforma vieron la luz durante aquellos meses de frenesí, y ciudadanos de todo el espectro político, incluidos los identificados con las más disparatadas fantasías progresistas y liberales, depositaron esperanzas extraordinarias y a la vez incompatibles en la convención. Años más tarde, los mentideros alimentaron el rumor de que habían sido los grandes partidos nacionales los que habían fomentado esa proliferación de puntos de vista extremistas y facilitado la elección de delegados radicales, con la esperanza de conseguir así bloquear la convención. De ser ello cierto, constituyó un error de cálculo aún mayor.

* * *

La convención constitucional [repárese en la similitud con la Convención de Filadelfia de 1787; n. de los t.] inició sus sesiones el 5 de septiembre, en medio de un gran despliegue de los medios de comunicación internacionales. Al principio todo fue como la seda; la enmienda destinada a prohibir los programas federales sin fondos, así como otras medidas contra los abusos del poder federal contra los estados, fueron discutidas y aprobadas sin dificultad. Los líderes de las facciones más moderadas trataron entonces de que se pusiera punto final a la convención y de que se decretara que era el momento de volver a casa.
La moción fue rechazada por una mayoría aplastante. La mayor parte de los delegados que se habían desplazado a Saint Louis, así como la mayoría de sus electores, querían más, mucho más. Así, conforme la convención proseguía, las dificultades empezaron a aflorar, constatándose así que las aspiraciones de la gente diferían tanto que encontrar puntos en común era imposible. Los estados republicanos querían reforzar el derecho a tener armas, mientras que los estados demócratas lo querían erradicar. Algunos querían salvaguardar a toda costa el derecho a decidir sobre el aborto, mientras que otros exigían una enmienda que garantizase los derechos del feto. Prácticamente cualquier cisma social que existiera en el seno de la sociedad estadounidense salió a relucir en los debates. Otras propuestas polémicas, como imponer férreos límites al poder del presidente para impulsar acciones de guerra sin el visto bueno del Congreso, limitar estrictamente la potestad de este último para aprobar leyes sin el consentimiento de los estados y sus ciudadanos, así como muchas otras iniciativas, vinieron a añadirse a las discrepancias ya existentes y encendieron aún más los debates.
Se daba la circunstancia de que los delegados de la convención se sentaban por estados, en orden alfabético. Así, una de las delegadas por Utah se sentaba junto a otro que lo era por Vermont. Al final de la tarde del 18 de septiembre, tras un día de debates encarnizados, la delegada por Utah se recostó en la silla y dijo con hastío:
Tengo una idea. ¿Por qué no disolvemos la Unión para que cada uno pueda tener lo que quiere?
Podría aceptarlo —soltó el delegado por Vermont.
Ella se quedó pensativa por un momento.
Estoy empezando a pensar que bastantes de nosotros podríamos hacerlo.
Ambos trabajaron en los detalles de esa idea en la vacía sala de reuniones, acompañados de comida tailandesa para llevar. Ambos eran licenciados en derecho y tenían un ejemplar de la Constitución con todas las enmiendas que habían sido distribuidas entre los delegados, de modo que no les llevó demasiado tiempo redactar lo que terminaría siendo la 28.ª enmienda:

Art. 1: La Unión queda disuelta, y los estados tendrán la libertad de decretar las medidas que crean convenientes para garantizar su bienestar.

Art. 2: Todos los bienes del antiguo gobierno federal en cada uno de los estados, en el momento en que esta enmienda sea ratificada, pasarán a ser propiedad de dicho estado.

Art. 3: Todos los bienes del antiguo gobierno federal fuera del territorio de la Unión serán repartidos con arreglo a acuerdos entre los estados.

A la mañana siguiente, ambos delegados presentaron la enmienda ante el comité pertinente. La respuesta fue un largo silencio lleno de estupefacción. La enmienda cumplía todos los requisitos formales y sería debatida al día siguiente. Mucho antes de que eso sucediera, todos los allí presentes, desde los delegados hasta el personal de cocina del centro de convenciones, tuvieron la sensación de que algo extraordinario había ocurrido. Se había cruzado una línea y ya no había marcha atrás.

26 comentarios:

  1. 85; 66; 34...

    Esta es la secuencia numérica de los comentarios al "relato de John Michael Greer".

    ¿Habrá alguna correspondencia directa entre el interés que despierta y el número de comentarios?

    :-)

    Saludos

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    1. Se comenta menos (por la moderación, supongo) pero el nivel de visitas es el de siempre.

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  2. Si, lo creo, pero... También se visita los sitios a ver si hubo cambios, ¿no?

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    1. Posiblemente, pero como el objetivo es la difusión, tampoco me parecería grave que cayese el número de visitas simplemente porque la gente quiera ver nuevos comentarios. Por otro lado los comentarios aparecer aparecen (salvo las paridas de los trolls de turno), aunque sea con retraso.

      Salu2.

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  3. Yo lo leeré hasta el final pero ciertamente estoy perdiendo interés.

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  4. más negacionismo en los mass-mierda: http://www.guardian.co.uk/environment/2013/jan/16/peak-oil-theories-groundless-bp

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  5. Si EE.UU se disgregara ¿Quién pagará la enorme deuda de su gobierno? No creo que esa deuda se distribuya entre los estados. "El que apuesta al dólar pierde", jaja.

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  6. La verdad es que esta secuencia de historias me está resultando poco creible y no demasiado relevante.

    El análisis que se hace en términos de dos naciones luchando por recursos, y la posible fragmentación de USA en estados me parece demasiado "clásico", como si todavía estuvieramos en el siglo XX.

    Creo que no se está teniendo suficiente en cuenta que las élites USAnas tienen muchos intereses en China y que si China consigue recursos más baratos, esas élites también salen ganando. No digo que la tendencia nacionalista de USA y China no sea fortísima, tal vez la mas importante, pero hay algo nuevo y es que ya no está tan claro que las naciones y los estados individuales sigan siendo tan útiles a las élites como lo eran en el pasado.

    Puede parecer que le doy demasiada importancia a las élites, pero lo que veo es una población completamente aborregada, domesticada y muy fácil de manejar, tanto aquí como en USA. Incluso mas en USA que aquí, que ya es decir.

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  7. España se hunde pero los que viajan en 1ª clase tienen bote salvavidas con champán (o cava, que eso de hacer boicot a productos es demagogia para la plebe, no para la raza elegida) y putas abordo:

    Bárcenas y otro extesorero del PP tienen un imperio agrícola en Argentina

    Probablemente piensan que lo de "jugar" a los huertos urbanos es para la plebe. Lo que tengo dicho: o se mete caña o los muertos se contarán por miles y todos en la clase media y baja.

    Anonimo1646 dixit.

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  8. Sinceramemte, estos ultimos post no me atraen demasiado, mas que nada porque despues de ver al mister grer mas bien me a parecido un desequilibrado. Aunque la historia que cuenta tampoco la vea tan fuera de lo que pueda pasar.
    Realmente, el.problema no es tanto la falta de recursos....sino como NOS LOS VAN A GESTIONAR.
    Buen ejemplo el de barcenas, viva los politicos!!!

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    1. CÓMO LOS VAMOS A GESTIONAR.

      Porque todos tenemos 86.400 segundos CADA DÍA.

      Y ¿qué hacemos con ellos?

      ¿Cuánto tiempo pasamos sin respirar?
      ¿Cuánto azúcar tomamos para adormecernos?
      ¿Cuánto tiempo haciendo cosas que no queremos hacer "por compromiso"?

      ¿Gestionan los políticos peor los recursos de lo que nosotros gestionamos nuestras vidas?

      ¿Cuántos "sobres" nos pasan por hacer lo que prefeririamos no hacer?

      Aprovecho para apreciar y reconocer el valor de la perseverancia, determinación y confianza del autor de este blog. Tiene mérito no dejarse arrastrar por las opiniones ajenas, por eso valoro que mantenga estos posts pese a las opiniones en contra, incluyendo la mía.

      Saludos, y que ustedes respiren.

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    2. La posible escasez de comida, que tanto nos preocupa a los lectores de este blog, no es lo más importante:

      Antes que de comida, el cuerpo necesita de agua para subsistir (un organismo morirá antes por falta de agua que por falta de alimento). Así pues, el agua de beber será siempre más importante que el alimento.

      Pero es que, yendo aún más lejos, un mamífero morirá antes por falta de oxígeno que por falta de agua. Es decir, el respirar será siempre más importante que el agua.

      Tengo la intuición de que habría que escuchar más a Carlos P. Ruiz.
      Puede ser que ande un par de pasos por delante de algunos de nosotros...

      ¡Salud y suerte!

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  9. Me parece curioso que el autor imagine la desintegración de los USA cuándo a cosa se empieza a poner seria. Visto desde Cataluña la cosa coge una dimensión conocida. Cuando la identificación con el estado central no es fuerte (nacionalismos periféricos) aparece la identidad real y la gente se anima a abandonar el barco patrio.
    Para el caso que nos ocupa parece que una progresiva simplificación de las estructuras del estado hacia el tamaño municipal o comarcal parece previsible y deseable en caso de colapso.

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  10. Hola a todos, lo cierto, es que el relato siendo un poquillo flojo en algunos aspectos(Como si un abogado hubiese escrito un relato de guerra, casi..), no está mal. Ya estoy esperando que salga la ultima entrega cuanto entes, me da una pereza muy grande leerlo en ingles, aunque seguro que gana mucho.

    Hasta pronto.

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  11. Estimados todos
    Sin desechar ningún escenario y sin contar con mi bola de cristal que se rompió en la mudanza desde España en el 2004 y dedicando el dinero a compra otras prioridades como tractores, incubadoras, aperos de todo tipo y más cosas y no a substituir a la dichosa bola de cristal y además contando con infinidad de blogs que nos desvelan e l futuro , creo poder afirmar que hay otros posibles escenarios junto con los de J. M. Greer.
    Veo mucho más plausible este otro , coloco enlace .
    http://www.naturalnews.com/038739_cities_country_living_conservatism.html
    Los problemas de los EEUU son más de tipo económico o de fractura social que de separatismos , agitar la bandera de Dixie en un concierto o en el party barbacoa no es ser separatista , todos los Norteamericanos aman a su país , pero es un país inmenso( cuatro husos horarios) y hay muchos hábitos locales , yo siempre viví en el norte , al lado de Canadá y viajé mucho por los USA, son muy diferente s Alabama de Ohio o Georgia de las Dakotas , pero yo no he visto jamás, repito jamás, el odio que muchos Catalanes y algunos Vascos profesan a todo lo Español , eso es impensable y sería una aberración mal vista , muy mal vista , la gente afirma su identidad de ser del Solid South o valga decir de California pero son todos y se reconocen todos como Norteamericanos, ciudadanos de los EEUU,unidos por la cultura y la lengua Inglesa, muchos , yo entre ellos deseamos ir a una unión confederal y no federal , pero eso es otra asunto más relacionado con la constitución y la política que con la identidad, lo que es cierto es que cada vez más Norteamericanos no se sienten unidos con su gobierno y sus actitudes , con el poder de las corporaciones económicas y con la industria de la mentira y la desinformación , mass media , Hollywood y los propios organismos del gobierno entre ellos ..
    Antes se romperán España o Bélgica que los EEUU, , La URSS, Checoeslovaquia o Yugoslavia ya pasaron a la historia .
    Greer no se ha lucido en estas entregas , ya dije que es un incongruente , critica a los preppers un poquito, pero se va a vivir en los Appalachian ( Maryland) donde hay mucha agua, leña , la tierra es fértil, el paisaje muy hermoso , buena gente y el clima no es muy extremo.
    No se quemen la sangre con guerras terribles por llegar , estamos en otra guerra … la del decrecimiento por narices por mucho que lo quieran maquillar, recuerden… aunque la mona se vista de seda…mona se queda, toca preparase, esa es la guerra y el desafío que tenemos ,
    Saludos

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  12. Buenas noches a todos.
    Soy asiduo lector del blog en inglés de este autor y es un poco triste para mí que se hayan ido a traducir precisamente los artículos que menos interés tienen para los lectores de lengua española (o catalana).
    Con la claridad de pensamiento de este hombre, los consejos que da para adaptarse al mundo que se nos viene encima y el claro análisis que hace de la realidad y de lo que puede esperarse de los políticos o de los científicos, se elige para darlo a conocer en español este cuento de política ficción que no nos aporta demasiado.
    La única lección que podemos entresacar es que no sólo USA, sino también otros países acabarán divididos durante esta crisis, o mejor dicho cambio de civilización que estamos recién empezando. Estoy pensando por supuesto en España, pero quizá también Reino Unido, Italia y en América quizá Canadá, Bolivia, México o Argentina acaben fragmentados. El tiempo lo dirá.
    Por cierto, que John Michel Greer dice en su blog que este proceso de cambio de civilización será lento (según él no veremos su fin en la vida de los que ahora estamos vivos), doloroso y en él no se nos ahorrará ningún padecimiento.
    En la misma línea, para los que vivimos en España les recomiendo el libro "España: destino tercer mundo" de Ramón Muñoz que ha salido hace poco.
    Y para rematar con algo de energía les recomiendo la lectura del artículo "Las piezas ausentes del proyecto ITER" en el número de enero de 2012 de la revista Investigación y Ciencia (hay un resumen en su página web). El artículo va sobre energía de fusión nuclear y lo que razonablemente podemos esperar de ella: nada antes de 2060 ó 2070 y a partir de entonces muy poquito.
    Un saludo a todos.

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    1. En mi opinión los que ahora estamos vivos no veremos la implementación completa de la nueva civilización sino el período en el cual aún se estarán sintiendo los efectos del destrozo ocasionado por el peak everything. Hasta que se minore la población en el grado adecuado a la energía disponible no comenzará la creación de la nueva civilización como tal sino que se estará en el largo final de la actual.

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    2. Tiene que ser interesante el libro de Ramón Muñoz "España: destino tercer mundo", en youtube podemos encontrar varias entrevistas del autor del libro:
      http://www.youtube.com/watch?v=KuM27ubeJA8
      http://www.youtube.com/watch?v=BN-5xgmvaBI

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  13. Yo insisto en que ya no se puede quitar de la ecuación al cambio climático. No me parece creíble un escenario futuro que no sea fuertemente modificado por el clima. Me parece que las luchas van a ser para alimentar a la población, en vez de un duelo estratégico-militar por los últimos recursos petroleros.

    Como muestra un botón:El temporal de frío y nieve podría volver a hundir a Reino Unido en una recesión

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  14. Al hilo de lo que comenta Adrián, el último post de D. Armando (arriba a la derecha) es también muy esclarecedor sobre el cambio climático y sus actuales consecuencias en Australia.

    Échenle un vistazo, merece la pena.
    Un cordial saludo.

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  15. Yep! se me pasó:
    ¡Enhorabuena Antonio por los 2 millones de visitas!

    ¡Que no decaiga!
    ¡Salud y suerte!

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  16. Juliano: No era mi intención generar aquí una confrontación entre nacionalismos, aquí leemos la realidad de otra manera. Solo pretendía apuntar que, ya que parecen más resilientes comunidades pequeñas y localizadas en caso de colapso energético, el tema de la identidad con el territorio más próximo (municipio o comarca natural) puede no ser baladí en un futuro. No es una cuestión de odios, yo como tantos tengo la mitad de la familia en Aragón.

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  17. Estimados todos.
    Volver a decir que J. M. Greer tiene artículos infinitamente más interesantes y apropiados que el que estamos comentando. Lean a J m. Greer, lo merece. No se descorazonen por este pastiche .
    Muy bueno el post de Armando Gascón donde toca a fondo el tema de Australia, http://www.armandobronca.com/3-sigma-y-cambio-climatico_14927/
    Yo había colocado un comentario sobre Australia en un post anterior de T. O . C en el cual daba una visión negativa de Australia como país ideal para radicarse , en un escenario prepper o survivalista entiéndase , es un país muy erosionado y con bajísima productividad, lo he visitado y atravesado en todo terreno desde Brisbane hasta Perth y desde allí hasta Port Darwin , es un país fascinante desde todo punto de vista pero es un inmenso desierto en su mayor parte , la sensación de grandeza ,de estar perdido en medio de la nada , de belleza desolada es sobrecogedora .
    Visité una estancia Australiana de 23 000 HA que criaban ganado vacuno de raza Japonesa para exportar a ese país (raza wagyu) lo que en los restaurantes finos llaman Kobe beef, tenían 3500 reses en 23000 HA y además tenía n que suplementar el ganado con alimentos de afuera de la estancia , reparen que en 412 HA en Uruguay tengo 612 novillos de engorde y 250 ovejas más 6 caballos , practico la semi estabulación como esos Australianos , yo suplemento el ganado con ración producida en mi propio establecimiento con rendimientos para el sorgo de entre 5 000 y 8 000 kg por HA dependiendo del año y de su climatología , es decir como mínimo quintuplico los rendimientos de esos Australianos , además de eso tenían 14 peones( aborígenes o mestizos) más sus familias a los que hay que pagar y alimentar, el núcleo habitado más cercano estaba a a casi 250 Km en una ruta sin asfaltar de tierra compactada , yo me manejo con dos peones y tengo a 17 km Colón Entre Ríos , República Argentina o Paysandú R.O. U a 35 km por ruta asfaltada .
    Más madera. Criar un borrego pesado de raza Hampshire Down ( cara mora) me lleva al animal en 18 a 20 meses a 75 a 90 kg de animal en vivo , con un rendimiento del 54% carneado , animales semi estabulados, triplico el rendimiento de los Aussies y empato con los de NZ, es decir los primeros del mundo , por delante de Holandeses , Franceses , ingleses o Dinamarqueses con costos operativos menores .
    Es importante recalcar esos aspectos porque sé que hay muchos madurando ideas , decir que en Uruguay el clima depende de la Oscilación Sur ( como en Australia ) es decir afectados por los fenómenos Niño o Niña , con picos muy notables , el año 2007 llovieron en mi campo 800 mm, por año el año 2012 casi 2000 mm.
    Hay que prepararse para lo peor esperando lo mejor, ser cautos y precavidos, es muy importante en todo emprendimiento ruralista , muy importante.
    Creo que vamos a mundos más locales y de proximidad.
    Saludos.

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    Respuestas
    1. pablo de argentina23 de enero de 2013, 22:34

      Buenas
      de www.metsul:
      Calor extremo provocou nova onda de incêndios na Austrália

      Ondas de calor fortes a extremas não são incomuns na Austrália. O país tem um histórico de valores de temperatura perto de 50ºC, especialmente nas áreas desérticas, onde o ar muito seco proporciona o aquecimento acentuado. Desta vez, contudo, o calor extremo foi muito prolongado e atingiu marcas extremas sem precedentes no período de mais de um século de observação em várias estações.

      Saludos

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  18. Tarde o temprano los grandes estados colapsarán, cómo lo hagan dependerá de cada país. Si no hay energía para dar de comer a los dinosaurios tendrán que reconvertirse en lagartijas.

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