martes, 30 de junio de 2015

Causas y consecuencias de la salida de Grecia de la zona euro: la perspectiva energética.

Imagen de http://openeurope.org.uk/blog/revisiting-the-grexit-question-part-1/

Queridos lectores,

Como sin duda sabrán, Grecia ha originado una crisis sin precedentes en la Unión Europea. Los diarios, según su orientación, hacen un diagnóstico más tremendista o más contemporizador de la actual crisis europea, según quieran destacar las terribles consecuencias que tienen las políticas del gobierno griego (frecuentemente tildadas de "populistas" por esos medios) o la necesidad de llegar a un acuerdo (en estos medios, calificado de "inevitable") que acabará por devolver las aguas a su cauce. En esta breve nota pretendo hacer un somero repaso de la situación actual y de su posible evolución futura, centrándome particularmente en cómo, de entre muchos otros factores, la crisis energética está interactuando e interactuará con la crisis griega, que en el fondo es una crisis europea.

Situación actual:
A pesar del mucho ruido mediático y las interpretaciones sesgadas que se dan (usando términos deliberadamente acuñados para favorecer la confusión, como "rescate" o "mantener los bancos a flote"), la posición del gobierno griega no es tan infantil o infundada como se pretende hacer creer.

Al comienzo de esta crisis que no acabará nunca, allá por el año 2007, la ratio de endeudamiento de Grecia superaba el 100% de su PIB. A pesar de los muchos recortes del Estado e incluso de varias quitas y reestructuraciones en los años subsiguientes, la proporción de la deuda al PIB no ha hecho más que crecer hasta llegar a más del 170% en la actualidad. 


Imagen de http://www.tradingeconomics.com/greece/government-debt-to-gdp


Tal crecimiento relativo de la deuda obedece, en parte, a la considerable  caída del PIB de Grecia fruto de la crisis económica (ver gráfico debajo de estas líneas) y en parte al absurdo lógico de financiar deuda con más deuda (cosa, por cierto, que es hoy en día práctica habitual en las economías occidentales, no sólo de España pero también en Francia, Alemania, Reino Unido o Estados Unidos). Analicemos estos dos factores con un poco más de detalle.





La caída del PIB, es decir, el descenso del valor monetario de la actividad económica griega, tiene mucho que ver con el parón del consumo en ese país, el cual se retroalimenta de la crisis económica en sí, pero también del descenso de gasto del Estado, fruto de los recortes y de la disminución de las rentas de pensionistas y funcionarios. Y es que los recortes no conllevan sólo una disminución del gasto público sino también una disminución de la actividad económica, lo cual puede tener un efecto multiplicador según las circunstancias del país y llevar a una disminución más drástica de lo esperado de los ingresos públicos y por tanto a que el déficit público no descienda tanto como se deseaba. Los economistas de la escuela keynesiana conocen este efecto muy bien y por eso propugnan que el Estado debe seguir una política de gasto e inversión pública anticíclica, retrayéndose en los momentos de más actividad económica y fomentándose en los momentos de crisis (como ya se sabe, la respuesta keynesiana a las crisis económicas es eficaz en las crisis de demanda, pero no lo es en absoluto en las crisis de oferta, como en parte lo es ésta por la progresiva carestía de petróleo y la deficiente sustitutibilidad que ha tenido por parte de los hidrocarburos líquidos no convencionales). Como tantas veces señala Gail Tverberg, pagar las deudas con una economía en contracción es mucho más difícil, y por desgracia la economía está condenada a contraerse por la falta creciente de energía asequible: con una capacidad económica cada vez más mermada, incluso cuando el monto absoluto de la deuda no aumente, el peso de la deuda sobre la actividad económica es cada vez mayor y eso hace que cada vez se tengan que destinar una mayor proporción de recursos solamente para servir la deuda.

Pero es que encima el monto absoluto de la deuda crece imparable, exponencialmente, debido a la práctica de financiar deuda vencida con más deuda. Cuando la troika (FMI, BCE y UE) ofrece su "rescate" a Grecia no le está ofreciendo dinero gratis; lo que le ofrece es un crédito, con su fecha de vencimiento y sus intereses asociados. Es decir, no sólo tendrán que devolver ese por mal nombre "rescate", sino que encima tendrán que devolver más dinero que el que se les prestó. Dado que el uso real de ese dinero no es aumentar la capacidad productiva de Grecia (cosa difícil en un sistema económico que está chocando contra los límites materiales del planeta), sino básicamente poner parches y salvar los muebles hasta el siguiente vencimiento de deuda, la deuda no disminuye sino que sólo aumenta, y a qué ritmo: a modo de ejemplo, con un 7% anual de intereses (nada muy lejano al interés medio de la deuda griega, que llegó a financiar algunos tramos al 15%) solamente la refinanciación de la deuda haría aumentar ésta un 70% en los ocho años transcurridos desde el comienzo de la crisis.


No voy a entrar a discutir la aberración del sistema financiero de la zona euro, que sólo permite a los gobiernos financiarse desde la banca privada, o el hecho de que se haya mantenido un sistema de deuda soberana a pesar de tener una moneda única. Lo que sí que está claro es que el estado griego entró en una espiral, acelerada e imparable, de endeudamiento simplemente insostenible por la manera en que se ha concebido y ejecutado, y aquellos que dicen ayudarle en realidad están deliberadamente contribuyendo a agravar el problema. La continua exigencia de más y más recortes, a veces no directamente relacionados con el gasto público pero con los derechos individuales (por ejemplo, cuando se reducen las indemnizaciones por despido o se hace éste más fácil y menos objetivo), corresponde a una estrategia de extorsión social que sólo sirve al interés de los grandes capitales, para los cuales la troika actúa como representante de facto.

Causas:


La estrategia de endeudarse crecientemente sólo puede funcionar si el PIB es creciente y a un ritmo mayor, y ésta es la hipótesis que sustentan los economistas de guardia para aceptar acríticamente las recetas de la troika. Pero si, como dice Gail Tverberg, la demanda de energía no puede crecer más porque sus costes no son tolerables para la economía, la consecuencia es que estamos llegando a un momento histórico: el final del crecimiento. La visión de la economía clásica es prácticamente la de la magia o la religión, puesto que según ella los sentimientos mueven la economía: "el miedo de los mercados", "la aversión al riesgo", "la euforia alcista"... Sin embargo, en el mundo real es la energía la que mueve las máquinas que, en suma, mueven la economía, y lo que está pasando es que nuestras máquinas se están parando porque falta energía asequible. Conviene recalcar aquí qué significa eso de "energía asequible", puesto que éste es uno de los puntos de confusión interesada que suelen usar los "expertos" en energía cuando dicen que hay muchos recursos y mucha energía disponible. Es cierto que se puede conseguir mucha energía, pero sólo si se destinan cada vez más recursos y más máquinas a su extracción, dejando cada vez menos máquinas para mover la economía; se podría decir, parafraseando el viejo slogan: "¡Es la TRE, estúpido". Dado que es obviamente inútil a la economía sacar toda esa energía extra si el propio tejido económico no la va a aprovechar y sólo va a servir para alimentar los costes de la industria extractiva, lo que sucede es que aparentemente la demanda de energía baja. No es que no se quiera más energía (la vieja falacia del pico de demanda); es que no se quiere energía inasequible, sino energía asequible, barata, que mueva nuestras máquinas.


Grecia es un país geopolíticamente pequeño por razones histórica, y la Unión Monetaria Europea no le ha hecho ningún bien, puesto que no es un país principalmente exportador sino de servicios, sobre todo turísticos (no tan diferente en eso de España). Con una gran dependencia energética en el petróleo, al igual que Italia, Portugal y España, sobre todo porque es petróleo lo que se usa en el transporte y estos países tienen una gran dependencia en el transporte por su industria turística, es lógico que todos ellos lo pasen peor que otros cuando el petróleo se esté volviendo cada vez más inasequible. Por tanto, en esta situación de energía crecientemente inasequible es lógico que Grecia, país de pequeño tamaño, sea del primer lastre a ser soltado. Y tras años de recortes y estrecheces los griegos han elegido un Gobierno que les prometió que no les ningunearía. No deja de ser extremadamente preocupante el hecho de que al anunciar el Gobierno griego que consultaría a su población sobre si aceptan o no el pacto que les ofrecía la troika (más recortes a cambio no de más dinero sino de un nuevo préstamo), la troika diga que Grecia se cierra al diálogo; parecería que esa buena gente tenga miedo a la democracia.

Consecuencias:


Si el domingo triunfa el rechazo a las medidas de la troika, Grecia se verá más pronto que tarde obligada a abandonar el euro (de otro modo, la desconfianza a los impagos de Grecia se trasladará a toda la Unión Europea en su conjunto) e incluso la Unión Europea (esto último, como represalia). Si Grecia abandona el euro, en algún momento convertirá sus depósitos en euros en depósitos en dracmas, y al mismo tiempo devaluará el dracma, fundamentalmente para que la deuda nominada hoy en día en euros disminuya (la clave es renominarla en dracmas justo antes de devaluar). Lógicamente no sólo la deuda disminuirá: una parte sustancial de los ahorros de los griegos se esfumará. Se podría decir que de alguna manera se estaría produciendo una expropiación de los depósitos para pagar la deuda; también se podría decir que se está produciendo una redistribución de la riqueza, asignándole más deuda al que más tiene. Como todas las medidas tomadas a escala masiva, tendrá sus ventajas y su buena colección de inconvenientes, pero desgraciadamente, con las cartas que se están jugando este devenir de acontecimientos parece casi inevitable (de no mediar un golpe de Estado, como el que propició la UE en Grecia hace casi cuatro años). Ésa es la razón por la que el Gobierno griego ha decretado un corralito esta semana (los griegos sólo pueden sacar 60 euros al día del banco), para evitar que los capitales huyan del país mientras se decide si Grecia cumple o no con sus obligaciones financieras. Si triunfa el "no", el corralito se extenderá durante más tiempo, hasta que Grecia vuelva al dracma y se produzca la devaluación que mencionábamos antes.

¿Y qué pasará después de eso? De entrada, poca gente querrá prestar dinero a Grecia por no ser un país fiable, o al menos eso es lo que dicen nuestros economistas ortodoxos. La Historia nos enseña, sin embargo, que no mucho después de la suspensión de pagos de un país vuelven los prestatarios a dejar dinero, quizá no en tan grandes cantidades y sin duda con un mayor interés, pero no es cierto que no se preste dinero. En el momento actual, además, al capitalismo global no le quedan grandes oportunidades de inversión, y si Grecia devalúa su moneda su PIB sufrirá un súbito bajón (quizá del 50%), y a partir de ahí sus posibilidades de crecer a buen ritmo serán considerables, pues habrá quedado por debajo de su verdadero potencial económico. ¿Cuántos fondos se resistirían a invertir, a corto plazo eso sí, en un país que te ofrece un potencial de crecimiento del 5 o del 10% anual, en el actual contexto de casi estancamiento de la economía mundial? Pero no debemos olvidar, además, que hay otros países con intereses no directamente financieros que están deseando prestar dinero a Grecia, incluso una parte a fondo perdido: Rusia, China, Irán... Estos países aspiran a ampliar su zona de influencia, y darle una dentellada a la coraza de la Unión Europea sería de su máximo interés (el caso de Rusia es conocido desde hace meses). Grecia no se va a quedar sola y abandonada a su suerte, sino que se buscará otros aliados.

Desde el punto de vista del aprovisionamiento energético, en estos últimos años el sancionado Irán suministraba petróleo a una Grecia apurada por sus deudas, y en un futuro próximo el comercio griego con Irán será probablemente más fluido, sin tener que soportar la reprimenda europea por hacer tratos con el apestado. Ciertamente Irán ya ha superado su peak oil, pero en el corto plazo este tipo de tratos va a funcionar, e incluso Rusia venderá petróleo con descuento a su nuevo socio griego si así se desarrollan los acontecimientos. Con todo, el modelo griego basado en el turismo tendrá que evolucionar rápidamente, puesto que es una industria intensiva en el uso del petróleo y el petróleo asequible, como hemos comentado, ya escasea. ¿Hacia qué tenderá la economía griega? Ahora mismo es difícil de saber, pero lo que sí que parece claro es que al país heleno no le faltarán puntales donde apoyarse si decide irse de la UE.

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Es difícil predecir si el referendum del domingo resultará en un "sí" a aceptar el trato que ofrece la troika, lo que llevaría a más medidas de austeridad y a tensar más la cuerda del pueblo griego, o en un "no" a más imposiciones externas, lo que llevaría eventualmente a la salida de Grecia del euro. En todo caso, la salida de Grecia del euro parece algo inevitable, que tendrá que sobrevenir más pronto o más tarde, y con ella se desencadenarán muchos de los efectos señalados más arriba. Parece claro, por tanto, que la Unión Europea se acerca a su fin, puesto que la desconfianza al impago de la deuda soberana se extenderá a otros países de manera inmediata, incluida España. Y la posibilidad de que en un momento determinado España adopte las mismas medidas que Grecia no es ni mucho menos remota.


Salu2,
AMT

martes, 23 de junio de 2015

El Oil Crash a escala humana (Corolario)


Queridos lectores,

Parroquiano ha querido ofrecernos esta última entrega de su serie "El Oil Crash a escala humana", a modo de corolario. Espero que les resulte interesante y útil.

Salu2,

AMT 


Crash Oil Escala Humana V. (Corolario).


“El ser humano está dotado de libre albedrío, y puede elegir entre el bien y el mal. Si sólo puede actuar bien o sólo puede actuar mal, no será más que una naranja mecánica.”
Anthony Burgess

“Siempre se ha creído que existe algo que se llama destino, pero siempre se ha creído también que hay otra cosa que se llama albedrío. Lo que califica al hombre es el equilibrio de esa contradicción.” 
Gilbert Keith Chesterton

    Lo primero será solicitar las disculpas por no utilizar la forma gramatical correcta, oil crash,  pero crash oil es casi una cábala. Disculpas también por la faltas en la redacción de la serie “El Crash  oil a escala humana” I.II.III.IV, publicada anteriormente en este Blog, y del cual este post pretender ser su necesario epilogo.  Ahora, entrando en vereda, voy a intentar resumir las entradas anteriores, por medio del siguiente axioma de estructura compleja:
  1. A nivel individual y desde una perspectiva puramente material de la existencia, la energía en su estado puro es la que nos permite básicamente calentarnos y alimentarnos. Todas las actividades posteriores (sexo, trabajo, ocio) pasan porque las dos necesidades anteriores (considerando que calentarnos incluye 2 de las 3 necesidades básicas, techo y abrigo)  estén un punto de satisfacción adecuado. (Así, volviendo al punto de inicio de esta serie de entregas, podríamos concluir que el seno materno es, para los bebes, lo que para los adultos es un millón de dólares,  energía infinita y tibia, recogida con el mínimo esfuerzo de succión… vaya mi reconocimiento entonces a todas las madres del mundo.)

  1. Que, todas las demás expresiones materiales de esas fuentes de energía primaria (pan, techo y abrigo…comida y fuego)  así como su respectivo desarrollo histórico, hasta su actual representación monetaria, no son sino reflejos de esas dos o tres necesidades básicas. Luego pregunto ¿que nos atrae de un auto veloz? Guau, porque es veloz… ¿pero por qué nos atrae? Claro está que, desde el inicio de los tiempos, hemos apreciado la velocidad; hoy el auto más veloz como ayer el caballo, el carruaje o el camello más veloz. ¿Pero por qué hoy un vehículo que  se mueve a 300 km/h es más apreciado que uno que corra a 200 km/h? Déjenme aventurar una respuesta. La velocidad antaño significaba vida, tanto porque podías atrapar tu presa con menos chance a que la misma se escapara, como porque te permitía, a ti mismo, escapar del peligro que asechaba. Así velocidad y agilidad eran por un lado acceso directo y seguro a energía y, por otro, capacidad de ponerse a salvo de los peligros; el mantenimiento, en cualquier caso, de la vida. Así, el BMW que corre a 300km/h es, quizá, sencillamente, la deformación evolutiva, histórica y técnica de esa verdad marcada a fuego en nuestros genes, el más rápido sobrevive. En el mismo sentido, talvez, en el fondo de nuestra actual necesidad BAU, de vivir en una casa de 300 metros cuadrados construidos, con 6 habitaciones y tres baños, 1000 metros de patio y una piscina, solo se encuentre  la imagen una cueva bien defendida y protegida contra las inclemencias del tiempo y las fieras… el más fuerte, el más protegido, también sobrevive.
      
  1. Porque el peak oil es cierto, lo que sucede actualmente es que la energía real escasea y su representación monetaria lo acusa a través de la dificultad cotidiana de personas y comunidades para: a) acceder al dinero (energía presente) y b) acceder al  crédito (energía del futuro traída al presente). Ese fenómeno es real, pero sus efectos, aunque extendidos por el globo, son aun (y quien sabe por cuánto tiempo) efectos atomizados. Estamos, por decirlo de alguna manera, en ese periodo febril pasando de 38º a 39º, pasando del simple malestar al decaimiento; el síntoma aun no es perceptible, ni reconocible, como el preludio de una enfermedad mayor; las molestias se circunscriben, todavía, a lo individual, lo comunal, acaso lo nacional; pero dichas “molestias” no son apreciables como una situación estructural global o con fenómenos de masas o hitos históricos. Recién, estos últimos 15 años, se pueden observar cierto procesos sociales, espacialmente lejanos, que si se pueden asociar, y se asocian coloquialmente, si bien no la falta, si a la presencia de hidrocarburos, como son los conflictos de Medio Oriente.
    
  1. Que, a nivel BAU individual, para lidiar con la falta de energía o el decrecimiento energético como un fenómeno real, solo tenemos como alternativa , tanto para adquirir energía o para retener la que tenemos, a) trabajar más b) embaucar o c) delinquir. En este punto decir que falta nombrar la mendicidad y su contrapunto metafísico, el golpe de suerte, para que las vías de recolección energética (y su equivalente monetario) estén completas.

  1. Que, las decisiones que cada ser humano tome en su fuero interno, sobre cómo afrontar la escasez de energía o de su correlativo pecuniario (dinero) -cuya brecha debiera ser cada vez más profunda- replicadas a distintos niveles comunitarios o societarios BAU (local, provincial , nacional , continental o mundial), solo puede entregar dos resultados posibles  a) Ser cocinados a fuego lento, hasta que se acabe el agua y se funda el caldero: esto es, que la precariedad sea llevada hasta el límite terminando en una única y uniforme masa de excluidos y/o esclavos, dominados por una elite (La Gran Exclusion) o b) que salte la tapa y reviente el caldero, el desorden y el caos total...(La Gran Barricada).
(Antes de continuar señalar que particularmente el punto 5. recién esbozado será, tiempo mediante, objeto de su propia serie.)
Luego, y a riesgo de repetirme, señalaba lo siguiente: la energía mengua y ese fenómeno es particularmente acusado por a) dificultad presente para acceder al dinero (energía presente) y b) dificultad presente para acceder al crédito (energía futura). Detengámonos en estos puntos.

  1. Dificultad para acceder al dinero y su correlativo de energía presente: Esto definitivamente tiene que ver, desde la dimensión social,  con la precarización de facto del trabajo y con el aumento de precios de bienes de primera necesidad. Así el ajuste energético que estamos viviendo, entre la realidad de la disposición de energía y el dinero que la representa, está dada, en los hechos, por dichos factores…se cobra menos en la chamba y se paga más en el almacén de la esquina. Hoy, en medio de la recesión que asoma a nuestros países, donde bajan de precio vehículos, plasmas 40 pulgadas y viajes, se está pagando más por los productos que resuelven nuestro viejo problema… comida, calor y abrigo. Así, la conjunción de filos, por abajo cobrando menos y por arriba pagando más, funciona con la eficiencia de una tijera y la rigurosidad de una máquina trilladora; luego,  si te quedas donde estas, tarde o temprano, serás cercenado y saldrás expulsado del sistema. Pero aquí quiero plantear un supuesto distinto al que cotidianamente trabajamos en las tesis pikoleras, esto es: damos por hecho que el sistema BAU está empeñado en perpetuarse, que el único camino de sustento de las actuales elites, pasa por mantener la estructura de este sistema, que la gente necesite otro automóvil, otro refrigerador, otro Iphone… ¿No nos hemos puesto a  pensar que, tal vez, el BAU necesite deshacerse de fábricas, de autos, de televisores, de Smartphones? ¿Deshacerse de millones de obreros que también consumen? Puestos ya en un mundo de energía decreciente, no solo el individuo occidental BAU debe quedar a la vera del camino, también el coreano, el taiwanés, el bengalí y el malayo.  La creación de la gran masa de excluidos, a un ritmo constante y creciente, es y debe ser una tarea de orden mundial. Largo se lo fiamos a nuestros gobernantes si creemos que el globo aerostático de este sistema BAU solo gana altura a punta de inyección de propano, lo mismo se consigue si se suelta todo el lastre (y, en el ejemplo anterior, ¿cuál creen ustedes que es la decisión energéticamente correcta?). Por último, al cobrar menos y pagar más, ya enunciado, sumémosle la denegación de la población al acceso de las reservas energéticas estatales (dicho sin ambages: menos salud, menos educación, menos prestaciones sociales). Y tenemos nuestro ahorro energético perfecto.

  1. Dificultad presente para acceder al crédito (energía futura): Aquí el BAU está prisionero de su propia trampa: la deuda, energía futura traída al presente funciona solo, y solo si, se mantiene la ficción siguiente: que la deuda debe ser pagada. Lo contrario, el regalo, la cesión, la donación, es la antítesis de la deuda y de la hipótesis que plantea, esto es que todo tiene un precio y un valor. Para prestarte algo debo fingir que ese algo tiene un valor y que tú lo repondrás o lo pagaras. Lo contrario, el que yo te preste todo el dinero del mundo y que tú lo recibas “como si no tuviera valor alguno” es la lanza en el costado del sistema BAU. Tan fatal como la falta de energía es la idea de “falta de valor de la energía”.  El problema aquí, en esta economía fiat, es que cada persona que pudo participar del juego de fingir que lo que tú me prestas tiene un valor y por tanto debo pagarlo, parece que llego a su fin.  Dicho de otro modo todo el que se pudo endeudar (personas, comunidades, países) ya se endeudó, y para que el juego continúe, o la ficción permanezca, se debe devolver lo prestado o al menos hacer el amago de devolverlo. Así las cosas, como alguien dijo, ya hemos traído toda la energía del futuro que podremos pagar en esta vida, hipotecas a 40 años, dos autos, casa en la playa  y créditos de consumo por 50 veces lo que ganamos… cada deudor es un moribundo energético, un zombie energético
Por último, señalábamos que los individuos que se encontraran en un escenario personal de escasez energética  solo tenían 3 alternativas BAU para enfrentarlo.
  1. Trabajar cada día más: Hipótesis de la Reina Roja, esto es cada día tendrás que trabajar más para mantenerte apenas en el lugar energético en que te encuentras. No volveremos sobre el punto, toda vez que este enunciado ya lo desarrollamos, anteriormente, con algo más de extensión. Decir, sin embargo, que lo significativo de este concepto es que el desgaste energético corre por cuenta del propio individuo más que del sistema; porque ¿qué significa trabajar más? hacer más, hacerlo más rápido, y durante más tiempo, en español castizo decía mi abuela, saldrás antes de casa y volverás más tarde a ella. Pero atención, la elección de esta alternativa nos coloca, a nosotros, la sociedad civil,  en el papel de lubricante de dos realidades que se friccionan; por un lado la realidad BAU de energía siempre creciente y por otro la realidad material de energía menguante. Mientras seamos nosotros quienes nos fundamos, ambos mundos podrán coexistir y así lo hacen. Lo anterior, el fundirnos, no es ni siquiera metafórico, el origen de la palabra stress, por ejemplo, proviene etimológicamente del participio latino (strictus) del verbo stringere que significa provocar "tensión”, término energético por excelencia; ni qué decir del reconocimiento de lo que refiero en el nuevo y extendido síndrome del burnout…literalmente el sistema reconoce que nos estamos fundiendo, como la grasa que sirve para asentar dos piezas que no terminan de encajar. Sí, somos la gruesa capa de lubricante, entre los puntos de contacto del sistema, de dos sistemas; el que hemos construido o imaginado por un lado y el que  la realidad por otro, entre el BAU y el peak oil. Somos las moléculas de aceite que nos evaporamos, una por una, para que los fierros del sistema no se descuadren. Somos, desde la perspectiva anterior, simples disipadores de energía.
  1. Embaucar: lo que en su matiz más sana conocemos como chapucerías. Esto es el ahorro energético por dos vías a) haciendo las cosas a medias b) haciéndolas mal. Y detenidos aquí, la chapucería, energéticamente, es el ahorro de energía por traspaso del desgaste energético, que tú habías asumido y que legítimamente el otro consideraba de tu cargo, por ser la contraprestación al precio o pago que él te realizó. Ese  desgaste se radica, en beneficio del chapucero, en un tercero y más probablemente en unas de las partes de la relación, que tendrá que doblar su participación energética para conseguir el mismo fin (o sea, deberá contratar otro maestro y comprar nuevos materiales para terminar el trabajo).  

  1. Delinquir: que, sociológicamente, nos lleva de vuelta y sin escala a la ley del más fuerte. Pero de esta alternativa, ¿saben cuál es el verdadero  problema? Que materialmente, y dejando de lado cualquier remilgo moral, nos guste o no, esta es la alternativa de provisión energética más eficiente. ¿Qué más eficiente que otro cace la presa y seamos nosotros quienes la comamos?.. ¿qué más eficiente que eso? …nada. Asaltar el camión del dinero y llevarse 500.000 euros en efectivo es infinitamente más eficiente, energéticamente hablando, que trabajar 10 años. Y hoy muchos, por arriba en el poder y por abajo en las barriadas están echando, sin haber oído hablar jamás del peak oil, esas cuentas. Y cuando  tienes 10 empresas y quieres hacerte de una más, puede que la delincuencia sea un asunto moral y ético, pero cuando se trata de una necesidad insatisfecha y la forma más rápida y eficiente de cubrirla, entonces la delincuencia no es un asunto moral, es un asunto de método practico, y si de buscar la forma más práctica y eficiente de hacerse de energía (y particularmente de su correlato pecuniario, el dinero) se trata, lamento decirles que  a la delincuencia, por lo que es en esencia (línea directa entre método y resultado) no la supera nada que no sea ganarse la lotería.
Alguna vez escuche decir que lo irónico de la existencia de 20 millones de leyes en el mundo era que se trataba de hacer cumplir 10 mandamientos. Ahora, con esa misma ironía, podría señalar que esos 10 mandamientos y esas 20 millones de leyes complementarias, han tenido casi como único objetivo prohibirle al hombre utilizar las dos formas más eficientes de acopio energético… mentir y robar.      
Entonces, dije en su oportunidad que una de las preguntas que quedó sin contestar fue: ¿podemos elegir? ¿Puede elegir el fontanero dejar bien el arreglo de la red de agua de mis casa o chapucear? ¿Puede elegir el delincuente dejar el revólver y ponerse a trabajar? Claramente la respuesta,  a un nivel filosófico, psicológico y/o sociológico es, sencillamente, incontestable…to be or not to be… esa es la pregunta que nos hemos hecho desde el principio de los tiempos y que nos haremos, en ronda, mientras se queme el ultimo barril de crudo. Pero si nos circunscribimos a lo energético quizá, y solo quizá, la respuesta sea algo más sencilla y predecible. Preguntémonos: cuándo desarrollamos un trabajo ¿conscientemente elegimos la forma más difícil de hacerlo? Cuándo volvemos a casa ¿elegimos el camino más largo? En el ámbito de las decisiones en general que hace el hombre común y corriente ¿elige las más complicada o la más simple?... ¿elegimos la que estimamos nos va ahorrar trabajo y/o preocupación, o elegimos la que sabemos más compleja? Y aunque las respuestas aun puedan dejar lugar a algunas dudas, estas, como otras tantas cosas, son más aparentes que reales, como a continuación veremos.
Energéticamente, el común de los mortales nos movemos en  razón de un supuesto simple, minimizar el gasto y maximizar el ahorro…nadie elige pagar 200 por algo que te cobran a 100. No existe (sino en un ámbito filosófico muy restringido) lo que Schopenhauer llamó libertad de indiferencia, esto es “quiero porque puedo”, el acto inmotivado. No, detrás de cada uno de nuestros actos, desde los consientes hasta los más automáticos, está el motivo, el argumento; que, desde el tema de esta entrada y este blog, no sería sino la racionalización de la mejor elección… y la mejor elección será, siempre, la que te pide menos y te ofrece más. Así, muy probablemente, nuestros actos conscientes e inconscientes de distribución energética (física, intelectual, monetaria, incluso emocional) quizá estén más regidos por los principios de la termodinámica -o la ley de gravedad si se quiere- que por la voluntad ( y sí , esta afirmación tiene tanto más de licencia poética que de verdad científica).Pero, en efecto, si de acuerdo a la mecánica clásica la trasferencia de energía se produce solo a través del trabajo (fuerza capaz de alterar el movimiento de un cuerpo), si la primera ley de la termodinámica afirma que un aumento en algunas de las formas de energía debe estar acompañado por una disminución en alguna otra forma de la misma y que la segunda ley de la termodinámica enuncia la entropía y los procesos irreversibles y su naturaleza unidireccional…entonces, la mal llamada voluntad, o libre albedrío, solo sea la forma que tenemos los seres humanos de encontrar y más bien aceptar nuestro propio estado de equilibrio energético.  Así hay dos razones, estimo, por las cuales lo expuesto anteriormente (esto es que la voluntad no es sino la representación racional posterior, de decisiones tomadas a un nivel más básico o esencial, y que dicen relación con la natural elección de la alternativa de menor desgaste energético) parece no reconocible en el panorama actual del desarrollo humano. A saber:
  1. Que, efectivamente, el hombre como individuo y alguna rara vez como especie, en un espacio y tiempo determinado, es capaz de suspender (que no de eliminar) la aplicación de las leyes y principios físicos y mecánicos, universales, que nos gobiernan; ej: lanzo una moneda al aire y rompo la ley de gravedad (por un instante); también puedo pasar por alto todos los limones de la mata, al alcance de la mano, y subirme a la rama más alta, a tratar de alcanzar el limón más lejano. Esa capacidad de la voluntad, de suspender el natural y gravitacional flujo de energía, propio y del medio, es engañosa; no es ni puede ser permanente, si así fuera estaríamos en condiciones de señalar que las leyes físicas y químicas no nos gobiernan y ello, claramente, no es así. Paradigma de esa ilusión siempre perdida, buscada y nunca recobrada es el superhéroe por antonomasia, Superman, quien, con fuerza y energía infinita, rompe con todas las leyes mecánicas, la ley de gravedad le da por los cojones porque puede volar, y qué decir de los principios de la termodinámica, nada, él genera energía (fuerza, trabajo) sin sufrir ningún desgaste. Así su archienemigo es nada menos que Lex (ley) Luthor… en efecto Superman no lucha contra el mal, su auténtica lucha es en contra de las leyes que regulan y gobiernan la Tierra. Pero para nosotros, pobres mortales, romper con las leyes físicas y de la termodinámica, es sencillamente una ilusión. La libertad de indiferencia, esto es el gasto energético inmotivado, es hermana  de la demencia y la sinrazón…¿quién tomaría como opción, porque sí, lanzar una piedra de un kilo al aire tantas veces como se lo permitan sus fuerzas? ¿Quién podría hacerlo, obviando voluntariamente el hambre el sueño y la fatiga, hasta la muerte?... solo un loco, todos los demás actuaremos según un motivo y en ese motivo, o razón, está antes que todo mantener nuestro soporte vital, comer, calentarnos y dormir… ¿qué otra cosa es el buen vivir sino el punto de eficiencia de flujos energéticos entre nosotros y el medio que nos rodea?
 
  1. Pero la  ilusión anterior, esto es que el hombre es capaz de romper con las leyes físicas y químicas (que son leyes de flujo y agrupamiento energético) por pura voluntad, cuando a lo sumo puede suspenderlas, en un espacio determinado y en un tiempo dado (como dejamos de respirar un minuto o de comer un día);  además ha sido reforzada y enfermizamente estimulada, en esta era de los hidrocarburos, por otra ilusión, cual es el hacernos creer que energéticamente todas las decisiones tienen el mismo valor, porque la opción entre una y otra, por simple abundancia, son equivalentes. En efecto, si nuestra billetera esta llena, si el estanque del automóvil está lleno, si en la casa ya está encendida la chimenea y hay comida esperándonos en el refrigerador, podemos tomar el camino más largo para llegar a casa. Pero esa es solo una ilusión de la voluntad satisfecha.  Déjenme volver al ejemplo anterior del árbol de limones : Día domingo, he comido unas ricas pastas y media botella de vino, mi señora se fue pasar la tarde con su padres y yo caminando por el huerto me detengo ante el limonero y con cierta satisfacción lo observo y veo ese limón amarillo y jugoso  en la parte más alta de la copa; como no tengo nada más que hacer , en la siguientes seis horas, arrimo escaleras y  comienzo a subir y logro mi tarea, tomar el limón más lejano obviando todos lo demás … pero ¿ porque pude tomar esa decisión, aparente triunfo de la voluntad? Bueno, básicamente, porque todas las decisiones eran equivalentes: tenía tiempo, tenía fuerzas, y nadie me apremiaba; el esfuerzo físico seria recompensado, a nivel intelectual, con la satisfacción de la meta cumplida. Pero  imaginemos estos otros escenarios: Si diez personas se dirigen al limonero, donde solo hay nueve limones, ¿cuál de ellas dejaría pasar un limón cercano para tomar el limón más alto? ¿y cuál de ellas elegiría el camino más lejano para llegar al árbol? ¿y si el limón fuera necesario para aliviar la gripe de mi hijo? El Dr. Jekyll elige a condición que todas las alternativas sean equivalentes, cuando ello no es así quien elige (casi) siempre es Míster Hyde.   …quien sabe, quizá la verdadera figura de la tentación del fruto prohibido, que tomó Eva, no era la serpiente, tanto como que, él mismo, estaba al alcance de su mano, ¿si Eva -o Adán- hubiesen tenido que equilibrarse en la rama más delgada y alta del Árbol del Bien y el Mal, para alcanzar el fruto prohibido, ¿lo hubiese intentado siquiera?
Decir, entonces, que nuestra voluntad es real y existe, y la libertad que acompaña su ejercicio también. Pero el que sean real y existan no quiere decir que prevalezcan, al menos no siempre y en cualquier circunstancia.  Hoy mismo, en las masas, esa aparente voluntad alza la corona de laurel de los triunfadores, se enseñorea sobre dominios que solo ha conquistado gracias la abundancia, en la certeza de la equivalencia, de que lo que pondré será tanto, o menos, de lo que recibiré. Lamentablemente donde hay escasez solo hay necesidad y eficiencia. Así las cosas, las masas, esto es la conjunción infinita y replicada de hombres comunes con decisiones comunes, han actuado siempre en razón de un mínimo común denominador (MCD), y energéticamente hablando ese MCD corresponde a la siguiente ley termodinámica del actuar humano: entre todas las múltiples posibilidades de elección que otorga cualquier circunstancia en cualquier tiempo y en cualquier lugar, cada hombre común y corriente elegirá siempre la que le haga trabajar (sufrir) menos y/o disfrutar más. Para lo anterior tenemos a nuestro infatigable gen TREV  (Tasa de retorno energético vital), que en todo momento esta echando cuentas sobre lo que vale esa amistad, esa hora de más en el trabajo, quedarte callado o contestarle al jefe, un cumplido, un insulto, darle el asiento a la anciana o hacerte el weon, mentirle a tu señora y arrancarte una hora al telmo con tu secretaria, no ir al trabajo el día de mañana. Y si bien, cuando existe exuberancia energética, podemos darnos el lujo de no escucharlo, es él quien saca la cuenta sobre la conveniencia, incluso, del siguiente latido.
Y cuando encontramos a hombres excepcionales capaces de doblegar las leyes termodinámicas del actuar humano, les damos el nombre de santos y los elevamos a altares de mármol, y les damos el nombre de héroes y los subimos a pedestales de piedra. Pero, las masas, que no los individuos, históricamente vamos a donde más calienta el sol

Edgardo F. (Parroquiano)
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P.S: A quienes crean ver un mensaje desesperanzador en esta serie y, particularmente, en esta entrada, decirles que este no es el final del camino, es solo el reconocimiento del lugar donde nos encontramos…el comienzo.

jueves, 18 de junio de 2015

La TRE de la guerra



Queridos lectores,

Dada la situación de descenso energético a la que inevitablemente nos vemos abocados como sociedad, un aspecto antipático aunque necesario de analizar es el de la rentabilidad, no ya económica sino energética, de la guerra. Pues ciertamente la guerra es una manera de obtener recursos y en particular los energéticos, que son los que en última instancia mueven toda la economía. Es importante analizar lo que representa la guerra desde este punto de vista, además, porque sin un cambio de rumbo decidido de la política internacional (poco probable ahora mismo) el futuro nos depara una retahíla de guerras que se irán encadenando sin solución de continuidad, y sin que nuestros más avezados expertos comprendan cuál es el hilo conductor de todas ellas (justo al contrario: en este momento hay una auténtica ofensiva mediática para negar que se esté llegando al peak oil, justo este año que parece que se dará el peak oil en volumen - en energía fue en 2010). 

Delante de la multitud de conflictos armados que surgirán del colapso de los países productores de petróleo (hoy Egipto, Libia, Siria o Yemen, mañana Nigeria, Venezuela o Argelia), y dando por hecho la tergiversación mediática que habrá sobre todas estas guerras hasta que el estallido de algún gran productor (e.g., revueltas en Arabia Saudita en la próxima década) nos ponga a los orgullosos países occidentales de rodillas, creo que es importante analizar qué significan las guerras como instrumento para garantizar que los recursos continúen llegando a las naciones más ricas, y en última instancia analizar su Tasa de Retorno Energético (TRE), entendida en este contexto como la ganancia de energía que consigue un país que va a la guerra comparada con la energía que consume en esa misma guerra. Y es que, de manera análoga a lo que sucede con las fuentes de energía, hay ciertos modos de guerra, los más sencillos, que tienen altas TRE, mientras que en escenarios geopolíticos más maduros la TRE de las guerras es cada vez más baja hasta llegar al punto en el que la guerra no es una fuente sino un sumidero de recursos. 

Desde un punto de vista ético hablar del rendimiento o beneficio de la guerra parece de un cinismo insoportable, pues por encima de todo la guerra es muerte, heridos, destrucción, epidemias, hambre, familias deshechas, ilusiones perdidas, caos, pérdida de civilización... No hay nada heroico en la guerra por más que la propaganda la glorifique, y pensar en la guerra en términos del propio beneficio es deplorable. Y sin embargo, las guerras se hacen siempre para ganar algo, y la mayoría de las veces (si no son todas) el beneficio pretendido es bastante tangible y material, incluso prosaico. Por otro lado, discutir sobre el beneficio material de la guerra puede ser útil si se puede mostrar que tal beneficio material no se realizará, porque no es alcanzable o porque simplemente no existe. De hecho, a medida que nuestra civilización vaya consumando su previsible tránsito de descenso energético, las sucesivas guerras serán cada vez menos interesantes desde el punto de vista del benefico. Incluso, pasado un cierto punto (el de los rendimientos decrecientes) ir a la guerra acelerará nuestro camino hacia el colapso, en vez de retardarlo. La Historia muestra y demuestra, sin embargo, que reconocer que se está en un punto de retorno negativo (en cualquier actividad, no solamente en la guerra) es muy difícil y generalmente se continúa haciendo lo mismo que se hacía, "siempre hemos hecho esto", por inercia, hasta que esa misma inercia es la que precipita nuestra caída. ¿Cuántos imperios agresivamente expansionistas en la Historia colapsaron aún más rápido de lo que fue su expansión, justamente porque las nuevas guerras acabaron suponiendo una carga mayor que los beneficios que reportaban? El fenómeno se repite una y otra vez en la Historia, desde los mayas hasta los hunos, desde Alejandro Magno hasta Aníbal, desde el Imperio Romano hasta el Imperio Otomano, desde el Imperio Austro-Húngaro hasta el Tercer Reich. Comprender y explicar por qué la guerra es materialmente onerosa puede ser útil para hacer reflexionar a aquéllos a los cuales los argumentos éticos no les hacen mella pero sí son sensibles a las variaciones de su cartera.

Distinguiré tres tipos de guerra, según su rentabilidad energética: las guerras de saqueo, las de dominio y las de hegemonía. No es una clasificación muy exhaustiva ni posiblemente la única posible, pero personalmente me cuadra bastante con los grandes trazos de las guerras.

Guerras de saqueo: Es el tipo más sencillo y básico de acción bélica, y también el que tiene la TRE más elevada. El atacante asalta un determinado territorio con la intención más o menos declarada de pillar todo lo que pueda. No se trata de mantener una posición, sino de coger el botín y salir corriendo. Este tipo de conflictos suelen tener tamaños limitados, no siendo propio de estados-nación sino de bandas mercenarias, piratas y similares. Ejemplos históricos de este tipo de guerras serían, a pequeña escala, las que emprendieron los vikingos sobre toda la costa norte de Europa o la de los piratas en los siete mares, pero naciones mayores lo han mantenido como modo de financiación; por ejemplo, la España de los siglos XVI y XVII financiaba sus tercios, prácticamente mercenarios, con el pillaje y saqueo de las poblaciones conquistadas (en ciertas partes de Europa son muy recordados algunos "sacos" históricos). 

El coste de este tipo guerra es muy limitado: un hombre, un arma y un saco donde meter todo lo que se pueda pillar; por el contrario, el rendimiento es muy elevado, sobre todo en regiones donde hace tiempo que no se ha experimentado pillaje. Podemos hacer una estimación de la rentabilidad del saqueo en función del tiempo de recurrencia: cuanto más tiempo pase entre saco y saco, mayor fue el rendimiento del saco anterior. La TRE es seguramente alta, aunque la cantidad total de energía conseguida relativamente pequeña (y por tanto satisface a una población pequeña de saqueadores). Las poblaciones de saqueadores no pueden crecer de manera ilimitada, ya que hay varios factores que limitan su expansión: la disponibilidad de objetivos lo suficientemente ricos como para garantizar la supervivencia del grupo como tal hasta el siguiente saco, la necesidad de dejar pasar cierto tiempo antes de volver a saquear un mismo lugar para que se puedan reparar los daños y vuelva a generar suficiente riqueza digna de ser saqueada, la dificultad creciente de saquear si la presencia de los saqueadores es muy notoria ya que las ciudades refuerzan sus defensas, etc. Las poblaciones saqueadoras pueden funcionar a diversas escalas: si el negocio prospera, más saqueadores se unen y se pueden abordar objetivos más peligrosos pero de mayor recompensa; si las circunstancias empeoran, el grupo saqueador puede ser diezmado pero la parte sobreviviente podrá subsistir de saquear poblaciones más pequeñas e indefensas. Esencialmente, los grupos saqueadores desempeñan el papel de depredador en los modelos depredador-presa, con poblaciones mucho menores que la de las presas y gobernados por la dinámica de estas últimas, incluyendo la lucha entre depredadores como mecanismo de ajuste de su población si las presas comienzan a escasear. 

Este modelo de guerra guarda cierta analogía con las sociedades de cazadores-recolectores (con la diferencia de que éstas no se dedicaban a matar a nadie), puesto que se especializan en tomar sus recursos del medio sin alterarlo, dejándolo evolucionar libremente. Pero al contrario que los cazadores-recolectores, es muy difícil que los saqueadores lleguen a un equilibrio con su ecosistema, y los más probable es que al final los saqueados se organicen y acaben destruyéndolos, persiguiéndoles hasta sus propias casas si es preciso.

Guerras de conquista: Este tipo de guerra es el preferido por los estados-nación. El objetivo de la guerra de conquista es mantener permanentemente el control de un territorio y por ende de sus recursos. No basta, pues, con entrar en un territorio: hay que ocuparlo. Implica, por tanto, desplazar un contingente militar bien entrenado y mantenerlo indefinidamente en un territorio para garantizar el flujo de recursos. Antiguamente, los Estados ocupantes se mantenían físicamente al mando de los países ocupados; hoy en día, aprovechándose de que todo el mundo está organizado en Estados-nación, los Estados ocupantes colocan una administración local favorable a sus intereses y recurren al propio ejército local como garante de la paz y el orden en favor de sus intereses; lo único que desplaza el ocupante sobre el terreno, en el largo plazo, son las empresas dedicadas a la explotación de los recursos de la nación subyugada. Gracias a este subterfugio de externalizar la ocupación con "subcontratas locales" se ha conseguido disminuir mucho los costes de este tipo de guerra, que en el pasado fue muy onerosa (en el pasado más de un imperio sucumbió por los altos costes de una sola campaña militar fallida). Por ese motivo, las guerras de ocupación del pasado tenían TREs más bien bajas y sólo se ocupaban países ricos en los recursos codiciados (un buen ejemplo de esto fue el reparto de África en la Conferencia de Berlín de 1884). El actual sistema de externalización redujo los costes para el país ocupante a los de la primera campaña destinada a aniquilar la resistencia local e instalar el Gobierno amigo, lo cual es mucho más barato que incurrir en unos costes constantes a lo largo de años, incluyendo el de una opinión pública que generalmente acaba siendo contraria, sobre todo cuando se organiza una resistencia en el país ocupado que conlleva bajas humanas en el ocupante que se van acumulando (y eso sin contar con quintas y levas forzosas). 

La externalización ha funcionado muy bien durante todo el siglo XX, permitiendo disimular la razón de nuestra riqueza; cuando decimos que la TRE del petróleo es de 20 no solemos tener en cuenta de que este alto valor energético para nosotros es fruto de que en origen seguramente es incluso mayor (30 o más) pero que allí no se explota sino que se nos exporta por un precio monetario que no se corresponde con la ganancia energética que nos reporta. Sin embargo, con la caída natural, por razones físicas y geológicas, de la TRE de los yacimientos de materias primas energéticas, las compañías occidentales se ven en situación comprometida: para mantener el alto rendimiento energético de sus fuentes para Occidente tienen que reducir el beneficio neto a la población local. Surgen así atropellos ambientales y de derechos como los del delta del Níger o de las arenas bituminosas del Canadá, llegando incluso a guerras con algunos productores importantes con tal de garantizar que el flujo de petróleo barato siga llegando. El problema es que la guerra es un mal método para lidiar con la geología. Un ejemplo paradigmático lo tenemos en Libia; fíjense en cómo ha evolucionado la producción de petróleo en ese país durante los últimos años:

 
Imagen de Peak Oil Barrel: http://peakoilbarrel.com/opec-tight-oil-and-russia/


Se puede dar muchas interpretaciones a lo que ha pasado en Libia, pero la gráfica de arriba nos muestra algunos datos curiosos. Por ejemplo, que aparentemente llegó a su peak oil en Enero de 2009 y que en los años posteriores, a pesar de los altos precios del petróleo y de sus esfuerzos, Libia no pudo recuperar los casi 1,8 millones de barriles diarios de entonces. En Enero de 2011 comienza la ofensiva que prácticamente para la producción del país y, una vez "liberado", se retoman unos niveles ligeramente inferiores a los de 2011 durante poco más de un año, para después caer y vivir continuos altibajos. La situación de Libia es tan inestable que las diversas facciones luchan entre sí, deteriorando el flujo de su principal fuente de ingresos, y sin un ejército ocupante poderoso que imponga su ley la situación no se va a estabilizar. Pero los países occidentales se han especializado en ejércitos de acción rápida y fulminante, que causa un gran daño inicial con poco riesgo para las propias tropas, y no en ocupaciones a largo plazo. Por eso las ocupaciones a largo plazo, como la de Afganistán, son tan calamitosas: porque necesitan un enfoque militar diferente que implica un coste más alto que, simplemente, no se quiere ni puede pagar. Por tanto, la TRE de las modernas guerras de conquista está bajando en perfecto paralelo con la TRE de las fuentes energéticas que se pretenden controlar. Por esa razón, embarcarse en guerras en países que ya han pasado su peak oil local no sólo es éticamente deleznable; es que es económica y energéticamente ruinoso. Por eso invadir Irán no sólo es un error por ser un país densamente poblado, con una orografía que dificulta las acciones militares sobre el terreno y una población y un ejército fuertemente concienciados; es que además el premio por el que se lucha es un petróleo de cada vez peor calidad, más pesado, de menor TRE y encima la producción de petróleo en Irán está en declive.


Imagen de Peak Oil Barrel: http://peakoilbarrel.com/opec-tight-oil-and-russia/


Semejantes razonamientos se podrían aplicar, por ejemplo, a Venezuela, y a otros países que también están en el punto de mira de algunas grandes potencias.

Las guerras de conquista tienen ciertas analogías con las sociedades agrícolas: se pretende ganar el control permanente de un recurso, incluso modificando el entorno para mejorar el rendimiento. El problema de las guerras de conquista actuales es que los recursos codiciados no son renovables y por tanto el rendimiento está obligado a caer, hasta hacer este tipo de guerras un sumidero, antes que una fuente, de recursos.

Guerras de hegemonía: Este tipo de guerra es el propio de un imperio o, en terminología más moderna, una superpotencia. El objetivo de la guerra de hegemonía es mantener el status quo de la metrópoli. Estas guerras no tienen por objetivo generalmente ganar el control de un recurso, sino mantener un control que ya se tiene, y a veces ni siquiera es sobre el país que posee el recurso sino sobre uno de los países satélite, también controlados, que dan soporte logístico a las operaciones. Este tipo de guerra, siempre, es un sumidero de recursos. Ejemplos éste es el tipo de guerra que ha vivido Afganistán, tanto con la Unión Soviética primero como con los EE.UU. después. También aquí la tendencia es a la externalización: son las guerras de prestado o proxy wars, guerras ejecutadas por peones apoyados por las superpotencias que se disputan la hegemonía del territorio. Ejemplo de este tipo sería, por ejemplo, la guerra civil que se está disputando en Ucrania, con el trasfondo del control del flujo del gas natural ruso a Europa.

Las guerras por la hegemonía, como decimos, tienen por definición TRE por debajo de 1 (es decir, que se gana menos que lo que se consume), cuando no directamente igual a 0 (no se gana nada), porque el objetivo muchas veces no es tanto no ganar como no perder. A medida que una superpotencia es más global y controla más territorios tiene que disputar, directa e indirectamente, cada vez más guerras para mantener lo que ya tiene. Esencialmente son guerras completamente territoriales, típicas de macho alfa, que sólo tienen sentido cuando otros territorios están aportando los recursos necesarios para mantenerlas. También, por su baja a nula TRE, son el principal sumidero de recursos de muchos imperios; como también suelen ser recurrentes en las fases decadentes de los imperios, suelen ser la causa de su perdición.

Aunque estas guerras son propias de imperios, a medida que éstos se descomponen surgen países que se disputan el espacio entonces vacante, incluso aspirando a ser un imperio en lugar el imperio. Pero como para entonces son muchos los países los que se disputan ese lugar, a escala cada vez más regional, estas guerras son cada vez más complicadas y en realidad nunca se pueden ganar de manera definitiva; simplemente, sirven para disipar recursos más rápidamente, en un proceso fractal que recuerda a la disipación de energía en un fluido turbulento. Un político con visión estratégica podría comprender, según la fase de declive en la que se encuentre su país, qué guerras no le interesa librar y cuáles son vitales para retener la parte salvable hasta ese momento de su poder. Sin embargo, ese tipo de líder suele ser escaso, con lo cual algunos pocos países pueden conseguir medrar a costa de los demás, simplemente manteniéndose al margen y sin llamar la atención ni despertar la codicia de los nuevos litigantes.

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Como ven, ningún tipo de guerra sale a cuenta en el largo plazo, y en realidad la más rentable es la más banal, el saqueo. Si nuestra sociedad tienen que confiar en la guerra como manera de mantener su supervivencia (aunque cínicamente nos negaremos a aceptar que es por eso que se libran estas, nuestras, guerras), entonces seguramente no merece la pena que nuestro modelo social sobreviva. Piense en esto, querido lector, cuando los tambores de la guerra empiecen a sonar, alegres, cerca de su casa.

Salu2,
AMT