lunes, 28 de septiembre de 2015

Una modesta utopía

Queridos lectores,

Desde "Autonomía y bienvivir" me han hecho llegar este texto, que considero un contrapunto interesante al post anterior.

Salu2,
AMT



Una modesta Utopía



Dice Cornelius Castoriadis que todas las sociedades crean sus instituciones, aunque la mayoría disimulen esta creación detrás de un velo religioso o sobrenatural, y les dan sentido. El sentido, según nuestra Real Academia de la Lengua es la razón de ser o finalidad. El sentido es, según este razonamiento, subjetivo y fundamentalmente social; así, se puede pensar que el sentido de las catedrales es ayudar a la gente a alcanzar la vida eterna o, contrariamente, ayudar a un cierto grupo a mantener privilegios sociales. Lo mismo puede decirse de la administración de justicia, las prisiones, el sistema educativo, etc. Este imaginario colectivo es el principal mecanismo del orden social, incluso por encima de la coacción y la ley. Castoriadis lo expresó de forma muy clara:

En la cima del monopolio de la violencia legítima, encontramos el  monopolio de la palabra legítima; y éste está, a su vez, ordenado por el monopolio de la significación válida. El Amo de la significación sienta cátedra por encima del Amo de la violencia. Sólo mediante el fracaso que supone el derrumbe del edificio de significaciones instituidas puede empezar a hacerse oír la voz de las armas. Y para que la violencia pueda intervenir es necesario que la palabra -el imperativo del poder existente- asiente su poder en los "grupos de hombres armados". La cuarta compañía del regimiento Pavlovsky, la guardia de corps de Su Majestad, y el regimiento Semenovsky, son los más sólidos sostenes del trono del Zar-hasta las jornadas del 26 y 27 de febrero de 1917, cuando confraternizan con las masas y voltean las armas contra sus propios oficiales-. El ejército más poderoso del mundo no puede proteger nunca "si no" es fiel -y el fundamento último de su fidelidad es su creencia imaginaria en la legitimidad imaginaria-.

Lo que nos muestra el imaginario de nuestra sociedad es que percibimos que es rígida, inmutable, inalterable. En la actualidad son comunes las distopías, narrativas que nos muestran un futuro indeseable, pero que muchos entienden será el producto ineludible de nuestra resistencia o incapacidad de enderezar el rumbo. Las distopías nos interpelan de forma puramente negativa, nos invitan a cambiar pero no en una dirección determinada. No apelan al deseo sino al miedo, y al no recrear una idea de hacia dónde queremos ir, pueden resultar paralizantes.

La parálisis es sin duda el efecto buscado por lo que Zygmun Bauman denomina el folklore intelectualoide de los profetas del fin de la historia. Según esta visión, promovida por los neoconservadores norteamericanos, la caída de la URSS habría sido el último de los grandes acontecimientos históricos, la razón humana ha resultado ser mucho más limitada de lo que habíamos imaginado, y nuestras instituciones son las mejores que podemos darnos. Las luces de la ilustración conducen hasta un centro comercial. Mejor no soñar, parece decirnos Francis Fukuyama, nos podemos hacer daño. Es evidente el enfoque de esta visión hacia la clausura del sentido, la reducción del imaginario a la lucha entre dos opciones únicas y excluyentes, capitalismo contra socialismo, la lucha del siglo XX. La cuestión de la propiedad, una de tantas reformas que se pueden discutir, se presenta como la única que es capaz de lograr un cambio significativo.

Pocos reivindican hoy la bondad de la utopía, con la reciente excepción de la socióloga española Olivia Muñoz-Rojas. Para Olivia, la utopía permite contrastar las propuestas del presente con una imagen a más largo plazo, y en consecuencia tomar decisiones más congruentes con ese destino utópico. La prueba de la bondad del pensamiento utópico sería su innegable éxito: “La historia demuestra que los sueños de hoy pueden ser las realidades de mañana”, afirma la socióloga española.

Si aceptamos que es necesario o conveniente un cambio, resulta innegable la utilidad de imaginar, de forma realista, el mejor destino al que deberíamos aspirar, de forma que ese imaginario colectivo sea tanto parte del mapa que nos guía hacia nuestro destino, como la zanahoria que nos invita a iniciar la marcha.

El adjetivo “realista” es aquí sin duda determinante. Tal y como explica Olivia Muñoz-Rojas, las utopías son sobre todo realistas, en el sentido que debemos pensar, como siempre lo ha hecho el pensamiento utópico, una sociedad buena, incluso perfecta, “partiendo de las realidades psicológicas, sociales y tecnológicas existentes”. Lewis Mumford lo expresó de forma similar en su Historia de las Utopías, al referirse a las potencialidades que toda comunidad posee, además de sus instituciones vigentes. El término potencialidad apunta hacia posibilidades no realizadas, que se truncarán o darán lugar a futuros desarrollos, pero que al menos pueden ser una consecuencia lógica de las instituciones, hábitos e imaginario existente. Por lo tanto una utopía debe ser al tiempo realista y muy positiva, tener un objetivo exigente quizás nos ayude a conseguir al menos algo de lo imaginado, y eso es mejor que nada.

Mumford también destacó una virtud esencial de las utopías: se centraban en la totalidad o en gran parte de las actividades comunitarias, sin cerrarse en el estrecho marco de la política y la economía. En palabras del propio Mumford:

De haber sido de alguna utilidad, nuestro viaje por las utopías debería habernos enseñado lo patética que es la idea de que la clave de una sociedad buena se halla sencillamente en la propiedad y el control de la estructura industrial de la comunidad. [...] Si bien muchas de estas propuestas sostenían que la maquinaria industrial, bajo el socialismo, el corporativismo o el cooperativismo, debía servir al bienestar común, lo que les faltaba era una idea compartida de lo que es dicho bienestar común.

Sin embargo, los críticos con la iglesia del crecimiento económico ilimitado habrán mostrado cierto escepticismo inicial con la sola mención del término utopía ¿De cuanta energía dispondremos en esa sociedad utópica del futuro? El debate sobre la cuestión, en foros y blogs de internet, libros y artículos académicos, es inabarcable, y seguramente se podrían llenar ya varias bibliotecas enteras solamente con lo que se ha escrito desde 1998, el año en el que Colin Campbell y Jean Laherrere publicaron “El fin del petróleo barato”. Sin salir del ámbito de los peakoilers, o de forma más general, los críticos con el crecimiento económico, tenemos visiones más optimistas, como la de Antonio García-Olivares, que (eso sí, a duras penas y con muchísimo esfuerzo) cree posible mantener un nivel energético similar al actual mediante energías renovables, o visiones más pesimistas, como la de Gail Tverberg, que predicen un brusco descenso energético en un plazo muy breve. Otros, como los economistas, creen posible un crecimiento continuo a medio plazo de la energía final disponible para fines sociales. Lo que deberían exigir los ciudadanos de una democracia vigorosa y saludable es un debate público honesto y transparente en torno a la cuestión, dada su vital importancia; sin embargo, no es a nuestro juicio lo que se está produciendo.

En cualquier caso, es posible abstraernos hasta cierto punto de este debate. Podemos imaginar una sociedad buena, deseable, atractiva, y que al mismo tiempo nos ayude a transitar el camino hacia la sostenibilidad. Al fin y al cabo, las medidas que hay que tomar para adaptarse a un descenso energético del 40% son las mismas (relocalizar la producción, reducir el flujo de bienes de consumo maximizando el capital y el bienestar, reordenar la distribución de renta y trabajo, etc) que hay que tomar para adaptarse a uno de mayor envergadura, lo único que varía es el grado. Comenzar a caminar por la senda adecuada nos colocará en mejor situación que una sociedad que no haya recorrido ese camino. Si aceptamos estas premisas, debemos reconocer que una utopía nos será útil; si no estás de acuerdo en ellas, es posible que no te merezca la pena leer el resto del artículo.

Pero antes de describir nuestro ideal de vida buena en común conviene realizar una precisión más, en relación con los riesgos y problemas de estos imaginarios, que también señaló Lewis Mumford en su Historia de las Utopías. El problema de toda utopía es que inevitablemente deja fuera los deseos, anhelos y utopías de muchas personas. Hablamos, claro, sólo de la vida en común, pero incluso dentro de este límite existirán múltiples visiones minoritarias. Por eso, y aunque nuestro ideal particular deja más espacio para la libertad individual que la sociedad actual, queremos considerar nuestra utopía más un espacio de confluencia, un espacio abierto donde debatir y deliberar sobre distintos ideales utópicos, antes que un camino cerrado y definido, con un punto de partida y destino. Es por esa razón que añadimos el adjetivo modesta a nuestra Utopía.


Un ideal abierto de vida buena, en algún momento del futuro

La sociedad del mañana se diferenciará de la actual en sus valores predominantes. Habrá un desplazamiento desde el tener actual hacía el ser y el hacer. En una sociedad más basada en el uso que en la posesión, y con mayor tiempo de trabajo dedicado a uno mismo y a su entorno, la mayor fuente de placer y orgullo será lo que uno hace, y no lo que posee. La fabricación propia de diversos bienes, su personalización o reciclaje, actividades artísticas individuales o colectivas, la participación en la asamblea, en otros foros de debate público y en la gestión de los bienes comunes, será lo que más se valore en uno mismo y en los demás.

Se reconocerá que el dinero no es un valor en sí mismo sino que debe ser una mera herramienta al servicio del bien social, y por tanto siempre será necesaria una deliberación pública previa que determine cuál es ese bien social. Es decir, los propios valores compartidos deben nacer de una compleja actividad humana, del ser y del hacer colectivos, en lugar de someternos a un único valor cuantificable y predeterminado como el incremento de la riqueza.

En el futuro la vida será bastante más austera. La cantidad de bienes disponibles para el consumo discrecional, no relacionado con las necesidades básicas para el sostenimiento de la vida (alimento, refugio, cuidados), será mucho menor, y la renta disponible para adquirirlos irá en proporción. La adaptación a esto no será especialmente traumática, de hecho, mirando hacia atrás, se percibirán los tiempos pasados de forma negativa, por el derroche absurdo de recursos. Para paliar los efectos de un menor consumo se priorizará el acceso a los bienes, en lugar de la posesión. Se pensará en poder desplazarse y no en tener un coche, en lavar la ropa y no en tener una lavadora, etc.

La vida útil de los objetos será mucho mayor, se diseñarán para durar, y serán sencillos de reparar. No habrá modas, ni obsolescencia programada, de tipo técnico o cultural, y sin embargo, la variedad en los atuendos y en los objetos personales será mayor que nunca, merced al florecimiento de la personalización. Será común añadir uno mismo o con la ayuda de artesanos semi-profesionales de la familia o la vecindad, pequeños y grandes detalles a la ropa, calzado, mobiliario, decoración, etc. Se le dará una gran importancia al "hazlo tú mismo", que será fuente de orgullo, y pieza esencial de la identidad personal.

La publicidad prácticamente habrá desaparecido. Los bienes de producción industrial, mucho más escasos, que se continúen comercializando, lo harán en función de características como la durabilidad, consumo de recursos en su fabricación, posibilidad de reciclaje, en definitiva, en función de su ciclo de vida. El precio del producto vendrá determinado en gran parte por su impacto en el medioambiente, dado que el sistema de precios intentará corregir todas las externalidades. Así, a un producto que dure dos años se le impondrá un impuesto dos veces mayor que a uno que dure cuatro, porque consume el doble de recursos, aunque situaciones de ese estilo ya no existirán, habrá poca variedad de un mismo producto, y las calidades y precios variarán poco.

Para adquirir y utilizar los grandes bienes (herramientas, furgonetas, máquinas) existirán cooperativas de consumo. Cada ciudad tendrá su forma de organización particular, algunas por amistad, aunque finalmente se generalizará más la organización geográfica, por barrios, por manzanas, calles. Generalmente se cobrará un precio por el uso de un bien, y mensualmente se distribuirán los ingresos entre los cooperativistas. No todo el mundo pertenecerá a una cooperativa, algunos serán simples usuarios, pagando cada vez que hagan uso. Aunque se viajará mucho menos, una persona que se desplace, para cambiar de residencia, o por un trabajo eventual, tendrá desde el primer momento la posibilidad de usar todos estos bienes de alguna cooperativa, pagando el precio correspondiente. No habrá igualdad de rentas, por el distinto gusto por el trabajo de cada cual, y sus distintas habilidades, así que algunos decidirán no ahorrar lo necesario para entrar, y otros no querrán, pero será habitual que un hombre o mujer ahorre durante su juventud, y posteriormente, en algunos casos incluso con la ayuda de un pequeño crédito, compre una participación en una cooperativa de consumo. Aunque variará según las ciudades, generalmente la entrada en las cooperativas de consumo, así como el pago por el uso de los bienes (se sea miembro o no) se hará en moneda nacional, para el resto de la vida económica se utilizará la moneda local, de carácter oxidativo.

El desarrollo colectivo de la cultura libre, una forma de creación y difusión cultural voluntaria, participativa y compartida al margen del mercado, permitirá una gran independencia respecto a la industria cultural, (que será muy minoritaria).

La vida laboral de una persona corriente, se desarrollará alrededor de cuatro espacios diferenciados. Un primer espacio de trabajo autónomo para el autoconsumo, un segundo espacio de trabajo comunitario, un tercer espacio público y un cuarto privado. Lo normal será pasar de uno a otro a lo largo de la vida, manteniendo siempre cierta actividad en los espacios autónomo y comunitario, en función de la intensidad dedicada a los otros dos.

El trabajo autónomo para el autoconsumo consistirá en la producción propia de alimentos en el huerto casero, el cuidado de los hijos y los mayores, la reparación de objetos y herramientas, el intercambio de servicios con los vecinos, la personalización de objetos y la reutilización de chatarra, cambiando incluso la función del objeto.

El espacio comunitario consistirá en el trabajo en el huerto-jardín, o en otro tipo de huertos comunitarios, en la cooperativa de producción de energía y en las cooperativas de manufacturas. Estas últimas producirán ciertos bienes, de pequeña complejidad, con tecnologías no sometidas a economías de escala, y con maquinaria cuya propiedad se compartirá entre los socios cooperativistas. También se dedicarán a la reparación y reutilización de objetos y equipamiento, lo cual vendrá facilitado por el diseño de los productos, que se construirán dentro de lo posible con elementos comunes e intercambiables. Se mantendrá una infraestructura informática a través de la cual se compartirá información tecnológica, diseños libres, instrucciones para la fabricación, cultivo, reparación, etc.

El trabajo público será organizado generalmente por la ciudad, por asociaciones de ciudades, o por el estado nacional. Consistirá como ahora en obras de infraestructura común, y de mejora del capital natural. Aunque irá perdiendo importancia, se mantendrá como empleo de último recurso, al que poder recurrir en caso de necesidad de mejorar la renta.

Por último, estarán las fábricas y explotaciones agrícolas. Utilizando tecnologías que dan lugar a economías de escala serán muy eficientes, empleando a muy poco personal para su nivel de producción. Serán pocas, pero de un alto nivel tecnológico y eficientes energéticamente.

Lo habitual para una persona será comenzar en las fábricas o en el trabajo público, y ahorrar para adquirir su vivienda y entrar en las cooperativas de consumo y producción. El trabajo será una actividad flexible dentro de la vida, con épocas dedicadas al estudio, al descanso, y otras al trabajo más intenso. Se cuidará mucho evitar el miedo a la desposesión, garantizando a todos el acceso al trabajo, gracias al trabajo público. Veamos con más detalle cómo se organizarán cada una de estas esferas.

La esfera de trabajo autónomo será potenciada gracias a las monedas locales, la moneda de la ciudad, de carácter oxidativo. Será fácil intercambiar un corte de pelo por un arreglo en la ropa, unas clases particulares o una reparación de las instalaciones caseras. El dinero no acumulable, que perderá su valor de forma regular, incentivará los intercambios. Las personas no se especializarán de forma tan marcada como en la actualidad, sino que tendrán despiertas un mayor cúmulo de habilidades. Seremos más generalistas y menos especialistas, en cierto grado.

Gran parte de lo que he llamado trabajo autónomo será lo que hoy llamamos actividades voluntarias. No existirá el concepto de ocio como disfrute pasivo, sino como un espacio que hay que construir, en parte de forma individual, pintando un cuadro, por poner un ejemplo, y en parte de forma colectiva, por ejemplo participando en una obra de teatro. La diferencia fundamental con la sociedad actual es que se habrá producido una desmercantilización profunda de esta esfera tan importante para la reproducción social, incluso aunque se pueda intercambiar parte de ella con la comunidad (tú cuidas de mi padre, yo doy clases a tu hijo, por ejemplo), será siempre dentro de relaciones personales, de cercanía.

El trabajo comunitario se organizará de forma democrática. Periódicamente se adjudicarán a las familias ciertas parcelas dentro del huerto-jardín, o cierto volumen de encargos a satisfacer por las cooperativas de manufacturas. La entrada en la cooperativa será similar a la entrada en las cooperativas de consumo. También se fomentará la entrada en cooperativas de producción de energía, con elementos integrados en los propios edificios, o bien en las proximidades.

También el trabajo público se gestionará de la misma forma, aunque a un nivel superior, con participación de toda la ciudad, ya sean los trabajos a realizar promovidos por la propia ciudad o por la nación. En este último caso, la ciudad se encargará de la dotación del personal necesario, dependiendo la dirección de los trabajos del nivel superior. Se dará prioridad en el acceso a este trabajo a las personas con mayor dificultad a la hora de alcanzar una renta digna.

No habrá una única forma de organizar la producción en las fábricas o explotaciones agrícolas. En cuanto a la propiedad, en algunos países se habrá decidido que éstas sean de titularidad pública, en otros serán cooperativas, con una participación fuerte del sector público, y en otros serán enteramente privadas. Lo que tendrán en común todos ellos, independientemente de la propiedad, es que tendrán muy en cuenta a todas las partes interesadas: trabajadores, consumidores, gobierno, según un modelo similar a la Economía del Bien Común.

La fabricación distribuida y a demanda de todo lo básico, con medios a disposición de las comunidades y de las cooperativas de consumo, facilitará la independencia respecto a la gran industria y su necesidad de renovar continuamente la rentabilidad. En este contexto no acumulativo será más interesante producir sólo lo necesario y minimizar así el flujo de recursos materiales y energéticos. El desarrollo de los diseños libres compartidos para la fabricación a pequeña escala favorecerá esta autonomía económica esencial.

La producción de energía se adaptará a las necesidades locales. Así, las fábricas de mayor consumo se instalarán en lugares donde haya disponibilidad energética. La interconexión entre redes eléctricas locales existirá, pero será reducida, para minimizar costes de gestión. La disponibilidad “a demanda” de energía será reducida, y el consumo tendrá que adaptarse a la producción, es decir, en las horas de menor producción la disponibilidad energética será limitada. Se favorecerá la independencia colectiva respecto a la disponibilidad energética, mediante las cooperativas de producción de energías renovables: solar, eólica, biomasa, etc.

El sistema monetario de mayor implantación romperá el vínculo entre la inversión y el intercambio. En la base, a nivel municipal, existirán monedas locales, cuyo sentido será favorecer la producción y el intercambio de los productos de la ciudad o la región. Para ello se aprovechará el carácter local de la moneda: al no poder intercambiarse la moneda fuera del ámbito de proximidad se favorecerán los intercambios de servicios semi-profesionales entre vecinos, así como de bienes producidos localmente, como alimentos, artesanía, muebles, etc. Su carácter local y en algunos casos oxidativo, favorecerá que no se acumule, sin por ello provocar un exceso de consumo, dado que no será canjeable por bienes intensivos en capital natural. La gestión de la moneda será delegada en uno o varios vecinos, que rendirán cuentas ante la asamblea, pudiendo ser revocados.

Paralelamente, se utilizará una moneda “dura”, para los intercambios entre ciudades, o a nivel internacional. Será una moneda emitida de forma pública, libre de interés, que se inyectará (cuando sea necesario) en la economía pagando salarios para obras públicas, o mediante otro tipo de gasto de los gobiernos centrales. La emisión y retirada de dinero, será potestad de la nación, y estará prohibida la emisión de dinero privado mediante crédito. El circulante, por lo tanto, será independiente del crédito, y por tanto independiente de la creación de más activos monetizables en el futuro. El poder monetario, encargado del control de la moneda, rendirá cuentas ante la ciudadanía, y su mandato será revocable.

Habrá una conciencia social de que la técnica no es la solución a todos los problemas, y de que tiene tanto consecuencias positivas como negativas. No se buscará la mejora técnica por sí misma, sino condicionada a su finalidad (el para qué). La investigación y el desarrollo técnico se enfocarán principalmente hacia tecnologías que no den lugar a economías de escala y que se puedan usar de forma distribuida.

En cuanto al urbanismo, se aprovechará el diseño de las ciudades ya existentes, pero poco a poco se irá modificando, en la búsqueda de un patrón, ideal, que si bien no se podrá ver en estado puro en ningún sitio, sí podemos abstraer juntando algunos elementos que se repetirán de forma periódica en diferentes ciudades.

Los pueblos y ciudades serán compactos, con escasa dispersión de la población. La ciudad se organizará en barriadas de unas 250 familias. Cada barriada dispondrá de forma típica de algunos elementos comunes. En su centro habrá una plaza, que se utilizará para el mercadillo de fin de semana, así como para las asambleas. Las ciudades de tamaño medio o grande incluirán elementos de recreo en su interior o en su periferia, normalmente un huerto-jardín, espacio innovador que intentará unificar la producción agrícola con el espacio para la contemplación, y el contacto con la naturaleza dentro de la ciudad. Incluirá especies frutales que también proporcionen abundante sombra, como el nogal o el castaño, junto con huertos, fuentes, senderos y bancos. Otro espacio característico será el taller polifuncional, que integrará salas para dar charlas, cursillos, etc, junto con talleres donde se llevará a cabo la producción comunitaria.

En las propias viviendas se dispondrá de balcones y jardineras donde se cultivarán alimentos y los edificios también integrarán instalaciones de producción de energía como paneles fotovoltaicos, y en donde sea apropiado cubiertas verdes.

La relación entre las barriadas y el centro de la ciudad será radial. En el centro de las poblaciones que incluyan varias barriadas habrá un jardín o zona verde, con un teatro, que se utilizará tanto para la representación de espectáculos como para las grandes asambleas. Alrededor de este jardín se ubicará el ayuntamiento y una zona de tiendas similares a las que existen en la actualidad. En ciudades pequeñas habrá una sola tienda, que será el centro de distribución de la producción externa a la ciudad, fundamentalmente de los centros fabriles.

El nuevo paradigma científico asumirá la interrelación de todo lo que existe como punto de partida, (un punto de vista demasiado descuidado en la época de la extralimitación). En consecuencia tendrán una mayor relevancia los enfoques interdisciplinares, y ganarán presencia las investigaciones que pongan en relación los diversos saberes y sus interacciones, al modo en que la dinámica de sistemas relaciona sus fenómenos de estudio.

Se dará mayor importancia a la incertidumbre conocida sobre cualquier variable en todos los campos del saber. Así por ejemplo, en caso de duda, el principio de precaución en la innovación y en el uso de nuevos materiales y compuestos químicos prevalecerá sobre los beneficios potenciales.

La orientación de la investigación quedará subordinada a los objetivos y medios decididos políticamente entre todos, y por tanto tendrá una mayor relevancia lo que se suele englobar en las llamadas humanidades, el conocimiento que nos permite reflexionar y dialogar en el ámbito de los valores.

El conocimiento privativo como estímulo a la innovación, (patentes, copyright, etc), estará muy limitado. El reconocimiento a los nuevos descubrimientos podrá ser público, incluyendo premios y honores democráticamente decididos, o mediante donativos voluntarios, pero no estará centrado en rentabilizar la privacidad de los diseños y de las creaciones, que siempre beben del acervo cultural común. De este modo se multiplicarán las posibilidades de un aprovechamiento masivo de las aportaciones y de un desarrollo ulterior por parte de otros creadores.

La educación dejará de ser nacional para ser local/global, es decir, se incidirá mucho en las particularidades locales en cuanto a recursos, geografía, clima, cultura, etc, y por otro lado en conocimientos universales como las ciencias naturales y matemáticas. También se favorecerá la educación en valores, valores que favorecerán el desarrollo de individuos y comunidades autónomas. El compartir, la frugalidad, el cuidado amoroso de lo que se tiene o usa frente al usar y tirar, el respeto al prójimo y sus diferencias, la libertad entendida como responsabilidad o no dominación, el autocontrol de los deseos y pasiones para que esta libertad sea real o la resolución no violenta de conflictos, entre otras. Esto no se quedará en teorías sino que se favorecerá el que niños y adolescentes realicen visitas a centros de discapacitados, hospitales, residencias o pisos donde vivan ancianos necesitados de ayuda, entre otros. Colaborarán y ayudarán a individuos y colectivos más necesitados de apoyo, comprensión y cariño.

En la educación se hará mucho hincapié en el conocimiento de las necesidades humanas, según lo estudian psicólogos como Abraham Maslow, o economistas como Manfred Max-Neef.

Se realizará una educación cívica, democrática o paidea. Para que esta educación democrática sea posible la formación reglada necesitará de una serie de cambios que la alejen en parte de lo que es hoy. Aunque el aprendizaje memorístico tendrá que tener un papel, deberá fomentarse en la escuela el amor al conocimiento, y para esto debe favorecerse el desarrollo del pensamiento creativo, libre y crítico. Para impulsar esto habrá que favorecer la lectura, los trabajos individuales y en equipo sobre temáticas que interesen a los niños y los adolescentes y jóvenes, desde temas que toquen problemáticas sociales, a morales, familiares, de amistad, amorosas, filosóficas, espirituales y también de la muerte, que no deberá ocultarse. Por otro lado las escuelas deberán ser el centro de la vida de los barrios, serán abiertas a las diversas actividades del vecindario, actividades culturales, deportivas e incluso laborales. De esta manera la implicación en la educación de la ciudadanía será más extensa. El concepto de educación será más amplio que ahora. No se limitará a la educación reglada, sino que impulsará la educación libre y popular, favoreciendo la creación de ateneos, centros culturales, grupos de debates, estudio y reflexión. Con esto podrá aprenderse a cualquier edad.

Se enseñará a los ciudadanos a respetar las leyes y el funcionamiento de los mecanismos diseñados por el pueblo para revocarlas o modificarlas de forma ágil y democrática (en caso de que las leyes vigentes se tornasen inservibles por cualquier motivo), y a sancionar a quién no las respete, llegando en casos extremos a activar protocolos para reducir a individuos que por cualquier circunstancia desarrollen comportamientos gravemente anti-sociales.

En cuanto a la metodología educativa, tendrá mayor importancia la autoorientación, aunque se vele por los conocimientos básicos mencionados, y la autoorganización, que no implica abandono a su suerte al estudiante puesto que habrá que cuidar el entorno de aprendizaje, el acceso a los materiales y la respuesta a las dudas y a las necesidades personalizadas. Con ello se cultivará la iniciativa, la capacidad de observación, el sentido crítico y la expresión genuina.

Habrá sistemas sanitarios a nivel regional, que integren atención primaria local, con un centro más especializado en la capital de la región. El conocimiento distribuido y abierto reducirá los costes de los tratamientos, compensando en parte la menor disponibilidad de energía. La sociedad será mucho más saludable, y la esperanza de vida se mantendrá o incluso mejorará, a pesar de que el sistema de salud disminuirá, porque prevalecerá el enfoque hacia la prevención, la salud integral y la plenitud frente al modelo de la actual sanidad, meramente defensiva, limitada a la cura y la medicación, y confiada a la industria farmacéutica.

El corazón del gobierno y de la vida democrática será la ciudad. Los barrios y las ciudades serán los encargados de gestionar el trabajo comunitario y el trabajo público, así como las obras de infraestructura y mejora necesarias, a veces en colaboración con otras ciudades. La gestión se realizará por asambleas directas, a veces con elección de representantes para funciones limitadas, y siempre revocables.

Una de las funciones de la asamblea general de la ciudad será gestionar o designar a los gestores de la moneda local. Su carácter oxidativo favorecerá la no-acumulación de bienes y servicios, y la circulación a través del conjunto de la comunidad.

Sin embargo, continuará existiendo un gobierno central, con algunas funciones reducidas, pero importantes. Entre ellas estarán los impuestos al consumo, que se fijarán en función del uso de capital natural de cada producto, ya sea producido en la comunidad, en las fábricas, o sea importado. En algunos casos, se fijarán límites máximos de consumo, asignándose un permiso a cada usuario, que podrá transferirlo si no precisa hacer uso del recurso físico, favoreciendo la austeridad en un recurso más escaso, a cambio de una compensación en forma de renta para gastar en un recurso menos limitado.

La función de monitorizar el estado del planeta Tierra, sus ecosistemas y sus recursos, la llevará a cabo una organización científica independiente de los gobiernos. La formarán activistas y científicos por todo el globo, que formarán una red donde se llevará a cabo un intenso debate. Los gobiernos, por su bien, respetarán el consenso que emane de esta red, dado que el incumplimiento les acarreará tanto sanciones externas, en la forma de restricciones a las importaciones y exportaciones, como internas, por el posible revocatorio de sus ciudadanos.

Existirá también una asamblea de naciones, similar a la actual, que reforzará el equilibrio natural entre ellas y permitirá dirimir cuestiones difíciles como las cuotas pesqueras, ejerciendo también de mediadora y pacificadora en conflictos entre comunidades para intentar reducir las guerras y evitar matanzas o genocidios, con la consiguiente huida de cientos de miles de personas, como podemos observar actualmente. Sin embargo, no será el factor determinante, ya que la paradoja de Jevons no tiene sentido fuera de un marco de crecimiento. En un mundo que mantendrá cierta interdependencia no tendrá sentido gastar lo que otro ahorra, cuando ello te puede acarrear perder el acceso a otros recursos o que tus productos carezcan de mercado. Las sociedades intentarán desarrollar al máximo los recursos locales, y maximizar la eficiencia en el uso de los recursos naturales, ya que eso es lo que les permitirá el acceso a los recursos que no poseen en su territorio.

El gobierno también se ocupará de planificar, y ejecutar junto a ciudades cercanas, la mejora y desarrollo de infraestructuras como vías de comunicación interregional, centrales de energía, centros de almacenamiento de datos, etc, que se mantendrán en menor número que los actuales, siendo su aplicación mucho más eficiente.

Otra de las funciones del gobierno serán las relaciones internacionales, que en general consistirán en transferencias de tecnología y capital, desde los países desarrollados hacia los menos desarrollados, en pago a la deuda ecológica contraída. Se formarán fondos de dinero, que se prestarán a muy bajo interés o interés cero, a cambio de ser empleado en proyectos de desarrollo con un limitado impacto ambiental.


Haciendo camino al andar

Estas y otras no mencionadas pueden ser esas pinceladas de ese cuadro sobre una utopía futura para el bienvivir. Al observar un cuadro impresionista, la distancia lejana nos permite verlo con cierta perfección, belleza e integridad, sin embargo al acercarnos hacia él nos sorprendemos de la incalculable cantidad de puntos y trazos que lo componen. Es una inmensa complejidad de elementos los que apoyan esa imagen, más bien nítida, que anteriormente habíamos apreciado a la distancia.

En este punto, nosotros y cualquier lector se preguntará cómo llegar hasta esa utopía. Aunque describir el ¿cómo? no es el objetivo de este artículo, bien merece al menos unos breves párrafos, que asienten algunas ideas clave. Galeano tenía claro cómo hacerlo, caminando. Tenemos diversos caminos y sendas con sus consecuentes bifurcaciones y retrocesos que nos llevan hasta allí pero todos ellos requieren de acción, de un pequeño paso aquí y otro allí. Sin la acción y participación de cada uno, como si fuéramos los pequeños puntos que componen esa obra de arte impresionista, será difícil componer esa utopía. Einstein quizás dijo esta misma idea con otras palabras: “El mundo no será destruido por los que hacen el mal, sino por aquellos que los miran sin hacer nada para impedirlo”. Ponernos de acuerdo en hacia dónde queremos ir es el paso fundamental, el cómo, los medios, pese a su importancia, no deja de ser secundario, siempre podemos actuar por ensayo y error, lo importante es comenzar a caminar. En este punto conviene recordar que la sociedad actual no surgió del diseño maestro de Adam Smith o Jeremy Bentham, ni de un orden espontaneo, sino de un proceso de reforma paulatino en respuesta a problemas concretos, sin un objetivo predeterminado.

Quizás no sepamos los caminos exactos que nos llevan hasta la utopía, sin embargo estamos seguros de los que nos llevan a la distopía, lo cual ya es ahorrarnos quizás la mitad de las energías. En cuanto a los caminos que sí llevan hacia la utopía, probablemente con ciertas bifurcaciones e incluso algún retroceso, podemos seguir e involucrarnos implícita o explícitamente en algunos de ellos tanto a nivel local como a nivel global. Aunque no están todos, nosotros planteamos algunas de ellas en nuestra página web y en nuestro Programa para una Gran Transformación. En ambos casos se trata de una visión política, o de arriba hacia abajo. En nuestro blog también hemos escrito sobre otros enfoques, de abajo hacia arriba, a nivel individual y colectivo. Otras medidas pueden ser sugeridas por vosotros mismos. En el fondo muchas de las soluciones ya han sido planteadas, lo que es necesario es visibilizarlas y descartar aquellas que no sirven. En última instancia, es la conexión de todas esas alternativas lo que produce la emergencia y la sinergia del cuadro de nuestra utopía.


 

 

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Tus vecinos no se conformarán con un YA OS LO DIJE



Queridos lectores,

Con su característico estilo iconoclasta, Javier Pérez nos ofrece hoy su visión, nada agradable, de cómo se puede desarrollar el colapso y de cómo no sirve de nada caer en la autocomplacencia del que al final tuvo razón.

Les dejo con Javier. 

Salu2,
AMT

Tus vecinos no se conformarán con un YA OS LO DIJE



No hace mucho publiqué una novela sobre los años treinta, titulada “Violín negro en orquesta roja”. El argumento gira en torno a la gran Purga de Stalin de 1937 y en cómo esta se originó en el temor de Stalin de que su propio ejército estuviese organizando un golpe de Estado contra él. Esos eran los hechos, aderezados de espionaje, enfrentamiento político y novela negra, pero la idea central era analizar el miedo como agente. Algo muy actual, me temo.
El miedo es una especie de tigre desbocado, muy difícil de cabalgar. Cuando el miedo se desata, ni siquiera el que lo desencadena puede sentirse libre de su zarpazo, porque el que hace temer, teme a su vez, originando una espiral difícil de detener.
Y hoy, vivimos en el miedo. Quizás no sea todavía un miedo con todas las letras, claro y nítido como la hoja del cuchillo con que te amenazan en una calle oscura, pero hay miedo. Hay miedo a seguir en la pobreza después de encontrar un trabajo. Hay miedo a que el esfuerzo no se vea recompensado de ninguna manera. Hay miedo a que el futuro sea cada vez más gris, o más frío, o menos tranquilo.
Algunos nos esforzamos en tratar de identificar los orígenes del problema y, con más o menos acierto, nos juntamos en sitios como este para debatir si es la energía, o la deuda, o la superpoblación, o la  gestión del agua lo que está tras esa sensación de desasosiego. La mayoría, sin embargo, quizás con mayor pragmatismo, no se preocupa de aquello que considera fuera de su control y sostiene una sana higiene psicológica negando cualquier problema o achacando la situación a un ciclo más de los de toda la vida.
Y así, por mucho que nos esforcemos en hablar de energías renovables, comunidades de base, permacultura y agricultura sostenible, todas esas alternativas al sistema siguen y seguirán siendo minoritarias, probablemente hasta dos minutos antes del colapso, o más probablemente, hasta diez días después.
La cuestión es que todos los que se burlan del peak oil, de la escasez de recursos y de los problemas del agua seguirán ahí cuando llegue el momento de la caída. El problema es que todos los tecnooptimismas, los cornucopianos, los que creen que ya se inventará algo o que hay recursos para todos por tiempo ilimitado, también seguirán ahí. Su error no los va a disolver. Su irresponsabilidad no los va a multiplicar por cero: seguirán ahí, manteniendo su mayoría.
Y cuando llegue el gran batacazo no se van a conformar con un “ya te lo dije”. Los que se rieron de los que les explicaban la situación real, los que se burlaron de todas las advertencias no se van a encoger de hombros y limitarse a desaparecer: van a extender el miedo, buscar un culpable y reaccionar por encima, muy por encima, de lo necesario y lo razonable. ¿Y sabéis por qué? Porque no tendrán ni idea de lo que ha sucedido, no estarán preparados para asumir lo que se les viene sobre sus cabezas y no estarán en modo alguno dispuestos a reconocer que se han equivocado. Como mucho, dirán que un grupo malvado lo planeó todo en una oscura sala gótica, porque es mejor pensar que hay alguien a los mandos que sospechar que el avión va sin piloto.
Y aunque estuviesen dispuestos a asumir su error, ¿de qué serviría? Creo que lo que mejor ilustra el núcleo del asunto es lo que me respondió un amigo al que traté de hablarle de la situación energética: “Mientras quede algo, hay que disfrutar de ello, y cuando no quede nada, habrá que pelear por sobrevivir, como los demás, como los que prefirieron ahora renunciar a las últimas migas”. Y en su visión simple y cortoplacista, tenía razón.
Ser consciente de lo que sucede no te va a librar de las puñaladas el día que todo se vaya al carajo. Conocer  la agricultura ecológica no te va a librar de los saqueadores cuando llegue el hambre. Tu vecino, el que ahora se descojona de ti a mandíbula batiente cuando le dices que las cosas van muy mal, no se va a conformar con un “ya te lo dije” y se presentará a tu puerta, armado, con otros energúmenos como él, para llevarse lo que pueda quedar en tu casa.  Y ese día, lo mismo que te sucede hoy, no te servirán de nada tus razones. Lo único que te librará ese día es haberte hecho amigo de otros energúmenos, también armados, que hablen su mismo idioma y los pongan en fuga a tiros o cañonazos.
Cuando haya cinco patatas y treinta bocas, el primero que sobrará será el que tenga la feliz idea de decir “aquí no sobra nadie”.  Cuando se enfrenten las culturas para imponer un modo de vida, el primero que sobrará será el que diga que todas las culturas se equivalen. Cuando llegue la hora de la desconfianza y el sacrificio, y se necesiten comunidades locales fuertes, el primero que sobrará será el cosmopolita, porque las comunidades locales fuertes, con lazos sociales sólidos,  esas que tanto alabamos y proponemos como solución, no son ni abiertas ni cosmopolitas. Cuando llegue la hora de recordar cómo se suma y cómo se resta, los que ahora pasan de todo y se burlan del problema seguirán siendo mil contra uno, seguirán mirando a su alrededor en busca de su propio beneficio, como ahora, y seguirán sin aceptar que puede haber más razones que las suyas.
El día del gran debate, cuando llegue la realidad a arbitrar quién estaba en lo cierto, te pasará como hoy: igual que se burlan de tus razones porque estás en minoría se burlarán de tus derechos si no puedes defenderlos de una manera efectiva. Será como en mi novela: el miedo se impondrá a cualquier consideración, y unos por supervivencia y otros por placer, impondrán la ley del “me da igual lo que dijiste. Hoy han cambiado las reglas”. Y será de nuevo la gran purga.
La de los inocentes, los ingenuos, y los comeflores.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Análisis del documento de bases sobre la transición energética catalán

El consejero Puig presentó las líneas maestras del documento el pasado 8 de Abril (http://www.naciodigital.cat/ecodiari/noticia/9582/obre/proc/al/pacte/nacional/transicio/energetica)


Queridos lectores,

Hace unos días se hizo público el denominado "Documento de bases para constituir un Pacto Nacional para la transición energética". Un título tan largo y tan alambicado, con ese lenguaje lleno de palabras y vacío de contenidos tan habitual en el medio político, no presagiaba precisamente que el tema a abordar se tratase con la concreción y profundidad requerida. En todo caso, es una excelente noticia que se aborde públicamente la necesidad de acometer una transición energética, y es aún más positivo que este documento se haya abierto a debate público (se podían enviar comentarios hasta el día de hoy).

No es un documento muy largo: 27 páginas con márgenes generosos y a doble espacio. Después de habérmelo leído me han surgido muchas objeciones sobre el contenido del documento. Soy consciente de que mi opinión es completamente minoritaria y muy alejada de los comentarios y puntualizaciones técnicas que habrán recibido. Además, yo incido en mucho aspectos que de manera implícita no se quieren abordar, puesto que ponen en cuestión las bases mismas de nuestro sistema económico y productivo y que usualmente se considera que exceden el marco de la discusión técnica en energía. Por el contrario, a mi esos aspectos me parecen centrales a la discusión, pero dado el nivel de concienciación de la sociedad en el momento actual sobre los límites del crecimiento (lo cual se refleja en el tono del documento) y la sordina que hay sobre inviabilidad factual del capitalismo me ha parecido que enviar mis reflexiones a los promotores de ese documento iba a ser frustrante para todas las partes e inútil en la práctica. Por tanto, me he limitado a exponer aquí mi crítica, en la esperanza de que algún día se abra el debate necesario. Pero vayamos ya, sin más dilación, al análisis del documento de bases para un pacto nacional para la transición energética.


Ya en la introducción podemos leer: "Hace falta considerar la importancia de la energía no sólo en lo que respecta al desarrollo del sistema económico catalán (es indispensable para el crecimiento económico, la competitividad, el empleo...)". Todas esas ideas son esencialmente erróneas en un mundo que ha chocado ya contra los límites del crecimiento. En primer lugar, porque no es posible ya un crecimiento económico sostenido  y, por el contrario, tendríamos que estar pensando en cómo organizar el decrecimiento que se nos viene encima para que no sea caótico (en forma de oleadas recesivas y creciente exclusión social, eventualmente revueltas y guerras). Si queremos la energía para crecer, asumimos con ello que la disponibilidad de energía será creciente, como así ha sido durante los últimos 150 años, y eso prefigura todo el escenario de futuro que se pretende construir: ya que no discutimos que el suministro de energía sea creciente (aún cuando la evidencia física nos indica que será justo al contrario), estamos asumiendo que las fuentes de energía  que se van a plantear en este pacto
(como se ve más tarde, las renovables y preferentemente autóctonas) darán ese suministro creciente, lo cual es enormemente cuestionable. Pero la cosa va más lejos: se habla de competitividad. La competitividad es un concepto que tiene interés en un mundo globalizado, en el que todos los agentes económicos globales compiten los unos con los otros, en una batalla continua con vencedores y vencidos. ¿Qué pasa, sin embargo, si la globalización ya no es sostenible? ¿Si los productos chinos dejarán de ser competitivos porque la falta de trabajo aquí engendra una disminución de la renta disponible por la clase media y una retracción del consumo, simplemente porque si los productos no se producen aquí no se pagan salarios aquí y no hay renta para consumir? ¿Y qué pasa si el transporte de largas distancias pasa a ser un negocio de alto riesgo, dada la previsible volatilidad de precios del petróleo? Por último, se da por sentado que es el crecimiento de la disponibilidad de energía el que crea empleo, cuando bien podría ser exactamente al revés: ciertos trabajos sencillos, ahora realizados por máquinas alimentadas por energías cada vez menos asequibles, podrían ser hechos por empleados humanos. Claro está que eso no resulta del agrado de los grandes capitales, pues implica una disminución de su tasa de beneficio, pero es que de todos modos su tasa de beneficio disminuirá después de que hayamos llegado a los límites del crecimiento.

Siguiendo en la introducción, nos encontramos con una frase
que merece un análisis con cierta profundidad: "En el marco de las políticas dirigidas al desarrollo sostenible de Cataluña, que tienen como objetivo último conseguir un modelo de sociedad futura donde el crecimiento económico, la cohesión social y la protección del medio ambiente se traten como tres aspectos de un único reto estratégico, la energía se vuelve un elemento protagonista, ya que es la principal responsable de muchos de los impactos ambientales asociados al desarrollo humano, permite la posibilidad de generar riqueza y es fundamental para el desarrollo social de nuestro país".


De entrada, es conocido y notorio que pensar que un desarrollo sostenible es compatible con el crecimiento económico es una contradicción en términos, por más que desde hace unas cuatro décadas se haya hablado mucho de la desmaterialización de la economía que tendría que permitir desligar el crecimiento económico del incremento del consumo de energía y de otros materiales. La realidad es que para que el PIB (indicador preferido para medir el crecimiento económico) crezca el consumo de energía ha crecido siempre y en todos los países, y sólo se observa disminución del consumo de energía en caso de crisis económicas severas. Desde hace algo más de una década se ha instalado en Occidente la idea de que el objetivo es mejorar la intensidad energética, medida como energía consumida por cada dólar de PIB producido. Que en la actualidad en algunos países más avanzados la intensidad energética sea menor de lo que ha sido en el pasado no excluye el hecho de que ésta siga siendo positiva, es decir, que para que el PIB crezca se sigue necesitando consumir más energía. De hecho, el propio concepto de intensidad energética es un indicador macroeconómico muy del gusto de las aproximaciones neoliberales a la economía, que pretenden camuflar realidades más sencillas y menos halagüeñas con indicadores alambicados que deliberadamente se focalizan en aspectos parciales y dejan otros aspectos cruciales en la penumbra. En el caso de la intensidad energética, muchos estudios muestran que la mejora observada en economías desarrolladas obedece a la externalización a terceros países de aquellas actividades económicas (típicamente, industrias de transformación) que son más intensivas en consumo de energía y con menos valor añadido (el paradigma de esta externalización es China); también se ha demostrado que si se considera el conjunto de la actividad global (única cosa con sentido en una economía globalizada) la intensidad energética ha empeorado, en vez de mejorar, debido a los altos costes energéticos del transporte sobre grandes distancias, posibilitado gracias al petróleo barato que ha caracterizado las últimas décadas y cuyo fin justamente marcará el declive de este modelo y la inadecuación de estas ideas a los retos que se nos plantean en el futuro cercano. Que ya en las primeras líneas de la introducción de este denominado documento de bases se insista tanto en la quimera del crecimiento económico, ignorando la evidencia cada vez más palmaria de su imposibilidad no futura sino presente, e ignorando también todo el dolor y sufrimiento que está causando que los gobiernes se centren en este propósito imposible mientras desatienden a su población, pone en evidencia que el objetivo de este documento está completamente sesgado y, por desgracia, condenado a la futilidad y el fracaso, puesto que se han fijado erróneamente los objetivos.

Por contra, es completamente cierto que los tres aspectos mencionados (crecimiento económico, cohesión social y protección del medio ambiente) son tres caras de un mismo problema, aquí calificado de reto estratégico; la incidencia en la "creación de riqueza" deja claro cuál es el objetivo irrenunciable del documento y por qué todo lo que se va a proponer a continuación está condenado al fracaso. No se para a considerar si el objetivo que se traza es alcanzable; simplemente, se asume que lo es y toda la discusión posterior va dirigida a explicar cómo se tiene que alcanzar ese objetivo, independientemente de si es físicamente posible o no, como si las imposibilidades de hoy necesariamente vayan a desaparecer mañana.

En lo que sigue queda claro que el foco de este documento de bases son las emisiones de CO2. Está claro que los poderes políticos, los sociales y una buena parte de los económicos han interiorizado ya que hay un serio problema con el cambio climático, aunque no tanto que hay también otros muchos problemas ambientales muy serios. Sin embargo, en la hoja de ruta no hay nada parecido al inevitable descenso energético, como queda claro en la siguiente frase: "La energía incide, por tanto, en los tres pilares básicos en los que se basa el desarrollo sostenible: la economía, la dimensión social y el medio ambiente". La expresión "desarrollo sostenible" (en ocasiones asociada a "crecimiento económico") se encuentra repetidas veces en el documento.

Más adelante, aún en la introducción, deja claro que es necesario un pacto nacional (en este contexto quiere decir "a nivel de Cataluña") de los agentes políticos y sociales catalanes para poder emprender una acción coherente a largo plazo en este tema tan sensible de la energía. Cosa que, efectivamente, es necesaria, pero además de depender una clara voluntad política tendrá que depender de los hechos.

Después de la introducción, hay una sección de antecedentes, donde se relatan las mociones y resoluciones aprobadas por el Parlamento de Cataluña. Cabe destacar la moción 63/X donde se estable que el objetivo es que el modelo energético catalán se base en las energía renovables, el autoabastecimiento, el ahorro, la eficiencia y la contención, y en un modelo de producción descentralizado. Todo lo cual está muy bien, pero al parecer los promotores de esta moción no son conscientes de que todo eso es incompatible con el crecimiento energético: un sistema 100% renovable tiene, eventualmente, que ser estacionario y el ahorro y la eficiencia no conducen a nada en un sistema productivista por culpa de la paradoja de Jevons, y para que sean útiles se tiene que cambiar el sistema productivo. En la misma moción 63/x nos encontramos con que se insta al Govern a promover un cambio del marco regulador para garantizar el control democrático de la energía y que el acceso a la energía sea un derecho fundamental. Cosa difícil sin nacionalizar la producción, con múltiples implicaciones sobre nuestro sistema denominado de libre mercado. La respuesta a ésta y otros mociones ha sido, justamente, que el Govern le ha solicitado al Departamento de Empresa y Empleo la elaboración de este documento de bases.

Yendo ya al meollo, el documento detalla una serie de fases para el proceso de transición. La primera fase, o fase de gestión de la transición, se caracteriza por la creación de los órganos de gestión; la segunda fase, o fase de despliegue del nuevo sistema energético catalán, tiene en realidad más de político que de práctico, básicamente generando nuevos documentos sobre gobernanza, gestión, supervisión, etc. El presente documento de bases se centra básicamente en cómo se tiene que abordar la segunda; lo poco que habla de la primera es básicamente para garantizar la continuidad de las grandes infraestructuras energéticas (distribución de hidrocarburos y electricidad), basándose en las empresas privadas que actualmente las gestionan. Esencialmente, no se contempla la necesidad de adaptarse a un escenario en el cual el suministro de hidrocarburos pueda no estar garantizado, o en el que la producción y la distribución de electricidad se pudiera resentir por la falta de mantenimiento y en general por falta del soporte que dan actualmente los combustibles fósiles. Éste es un fallo transversal a todo el documento: no contempla que estamos en un escenario de inminente declive de la producción de petróleo, con efectos en la disponibilidad del resto de materias primas, y por tanto no considera que éste sea un riesgo estratégico al cual sea necesario adaptarse; y mucho menos contempla un escenario de inminente y rápido colapso deflacionista como el que agudamente describe Gail Tverberg. Dado que no se contemplan estas cuestiones ni siquiera como escenarios, a pesar de que la probabilidad de que sobrevengan no es nada despreciable, la utilidad de todo el documento queda en compromiso. Dejando de lado estas graves consideraciones, analicemos con más detalle cuáles son los puntos clave de cómo se quiere conseguir el nuevo sistema energético catalán.

Se identifica en primer lugar correctamente que los principales retos a superar en el futuro son el impacto en el medio ambiente del actual sistema energético y su alta dependencia de los combustibles fósiles. Sin embargo, se pierde de perspectiva que en el primero hay muchos impactos que sufre Cataluña sin originarse en ella (por ejemplo pero no exclusivamente la emisión de CO2 y su impacto en el cambio climático); y en cuanto al segundo, la única variable que consideran es el escenario de altos precios del petróleo, cuando el problema más bien puede ser su disponibilidad o, como dice Gail Tverberg, su asequibilidad (en suma, que poco importa que el precio se mantenga relativamente bajo si la renta disponible de las clases medias disminuye). Después de destacar los dos primeros retos señala otros aspectos importantes:

- La seguridad del suministro energético: Pero, de nuevo, sólo desde la perspectiva económica y siempre pensando en mantener y mejorar la competitividad.

- El acceso a la energía como un derecho fundamental de las personas: Siempre he tenido dificultad con este concepto, porque si bien es obviamente deseable que todas las personas dispongan de una cierta cantidad de energía para mejorar sus condiciones de vida, no hay ninguna ley de la Física que garantice que un número arbitrario de personas vaya a tener acceso a una cantidad convencionalmente considerada adecuada de energía de alta calidad y asequible. A mi me parecería más razonable un planteamiento de acceso justo e igualitario a la energía disponible, más que considerar la energía como un derecho convencionalmente regulado, al margen de si es físicamente posible disponer de las cantidades deseadas de la energía. ¿Y si no es posible? ¿No sería más apropiado discutir cómo abordar una situación, cada vez más probable, en la que no hay suficiente energía para mantener unos modos de consumo como los actuales y en los que lo importante es garantizar una gestión justa de lo que realmente estará disponible?

- El cambio climático, ahora diferenciado del resto de los impactos ambientales: Simplemente se comenta que lo que denominan "ciclo energético" (no sé definido cómo) es el responsable de la mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Después hay una serie de frases genéricas, en las que se mezclan expresiones como "desarrollo económico" con "desarrollo sostenible" (aunque no está claro si son mutuamente compatibles). Justo después se enumeran cuáles son los ejes que debe tener la nueva política energética catalana, que son seis: derecho de acceso a la energía; garantía de suministro; maximización de las renovables autóctonas; ahorro y eficiencia; I+D+i; y competencias plenas catalanas (matizadas con un "dentro del marco de la Unión Europea"). Cada eje es desarrollado en las siguientes páginas; resumo aquí mi valoración de los mismos.



Eje 1: Derecho de acceso a la energía: Que consta de las siguientes estrategias:


  • Garantía del acceso a la energía: particularmente en el caso de las personas en situación de pobreza energética, y a tal fin el Parlamento de Cataluña legislará y regulará convenientemente. Como ya hemos comentado más arriba, esta aproximación al acceso a la energía es individualista y básicamente se centra en un pensamiento BAU, al margen de la realidad física y histórica a la que nos vemos confrontados. También, persiste en un visión del problema de pobreza energética como si fuera un problema diferenciado del de la pobreza. 
  • Garantía de la defensa de los derechos de los consumidores: Un tanto absurda, a mi entender: como si no existiese ya una reglamentación coherente y garantista, y no fuese tantas veces atropellada por las grandes compañías. El problema no es regular más, sino asegurarse por vía ejecutiva del cumplimiento de lo ya regulado. 
  • Participación de la sociedad en la definición de un nuevo modelo energético: Suena muy bonito, pero en la práctica la sociedad no dispone de una información certera sobre la cuestión energética (como se ilustra tantas veces en este blog), y frecuentemente es víctima de campañas de propaganda de grandes intereses económicos. Sería preferible, a mi entender, hacer una valoración técnica objetiva de la situación, que plantease escenarios realistas, y que después se discutiesen a nivel de la ciudadanía, explicando correctamente qué implica cada escenario. En particular, explicar que el mantenimiento del BAU no es posible, y que intentar mantenerlo puedo llevarnos al colapso, y que no hay ninguna Ítaca renovable esperándonos no entran de ninguna de las consideraciones aceptables hoy en día, ni siquiera como posibilidad para el debate, con lo que resulta complicado que la participación de la sociedad, encorsetada a dos o tres modelos posibles y todos ellos insostenibles, produzca algo que tenga algún sentido real.

Eje 2: Garantía de suministro energético: De nuevo, organizado en diversas estrategias:


  • Potenciar la diversificación del suministro energético exterior: Sólo dos puntos aquí. El primero es la integración de las redes eléctrica y gasística a una escala más europea. Por el planteamiento, queda claro que se piensa más en términos de una regulación vía mercado, lo cual seguramente asumen que proporcionará un precio más competitivo y una, por tanto, mejora de la competitividad catalana. Por el contrario, la integración de la red eléctrica a una escala mayor puede generar más inestabilidad a mayor escala, especialmente en una época en el que el mantenimiento de las infraestructuras se va descuidando por falta de recursos y en la que la generación eléctrica ella misma puede ser menor, pero de nuevo el escenario de declive energético no tiene ningún papel en el documento, a pesar de la acumulación de evidencia en ese sentido. La integración de la red gasística implica aún más incógnitas, teniendo en cuenta que los principales suministradores de gas natural a Europa y a Cataluña son, respectivamente, Rusia y Argelia, y ambos han superado su respectivo pico de producción de gas natural. Seguramente los promotores de este documento están pensando en el suculento negocio que le podría dejar a la compañía autóctona Gas Natural si pudiera re-exportar el gas argelino a una Europa con problemas de suministro de gas debido a los problemas geopolíticos con Rusia (nadie reconoce el problema meramente físico del descenso de producción de los campos gasísticos rusos, que las raras veces que se habla de él se considera como un problema económico, como si el aumento de la inversión lo fuera a resolver). La cortedad de miras de esta planteamiento es llamativo, pues el suministro de gas argelino también está amenazado, con un descenso ya continuado de las exportaciones, que combinado con el declive de producción y exportaciones del petróleo argelino están llevando al país a una situación explosiva. Sería mucho más sensato plantearse qué va a ser de la red gasística en los próximos años, con un suministro exterior decreciente (que para nada puede ser compensado con el transporte de proveedores más distantes con buques metaneros, pues hasta la impresionante capacidad de regasificación de los puertos españoles  es insignificante comparada con el volumen transportado por gasoducto) y qué va a ser de la red eléctrica con menos subsidio fósil para mantenimiento, menos materiales y menos gas natural para alimentar las centrales de ciclo combinado y las industrias de transformación. El segundo punto de esta estrategia está todavía más fuera de foco: diversificación de los proveedores, en el que correctamente se insiste en la necesidad de hacerlo con el gas natural, sin tener en cuenta que las limitaciones que impone el transporte en buques metaneros deja pocas opciones. La realidad el que el suministro exterior, y destacadamente el petrolífero, está tan diversificado como se puede. Como punto positivo, al menos no se apuesta por la burbuja del shale gas. 
  • Potenciación de la diversificación de la oferta energética interior: Insistiendo en la diversificación de fuentes energética y particularmente de energía eléctrica, como si no estuvieran ya muy diversificados, y como si la falta de implementación a mayor escala de otras fuentes fuera exclusivamente el resultado de decisiones espurias (que por supuesto que han existido, pero que no explican todo el problema).
  • Disminuir la dependencia energética exterior: Punto redundante con el anterior, con una loa hacia las renovables autóctonas (cuyo potencial real asumen suficiente), el ahorro y la eficiencia (como sabemos, completamente inútiles en un sistema productivista) y medidas de gestión de la demanda (de nuevo, obsesión por los mecanismo de mercado). 
  • Garantizar la calidad y fiabilidad de los suministros energéticos: Cuestión que, de acuerdo con este documento, depende de regular y establecer una normativa adecuada. Dejando de lado la falta de concreción de los puntos destacados, que suenan a palabrería hueca, nos encontramos de  nuevo con la total ausencia de conciencia sobre los condicionamientos físicos y económicos, que tienen y tendrán un peso más importante en este punto, y en particular el riesgo de disminución e incluso interrupción de los suministros energéticos.

Eje 3: Maximización de las fuentes renovables, fundamentalmente las autóctonas: Aquí no hay estrategias destacadas, sólo una relación de aspectos que deben ser tenidos en cuenta:

  • Transformar el modelo energético catalán a un 100% renovable a largo plazo. Es obvio que tal cosa va a pasar, a medida que las energías no renovables nos abandonen; lo que no está tan claro es cuál es la cantidad total de energía que se va a producir, y quizá más que el porcentaje ésta debería ser la cuestión a discutir. Por supuesto que se da por hecho que los niveles de consumo, o al menos los de producción de bienes y servicios, serán comparables a los actuales, aunque en el fondo aún se va más lejos: se está asumiendo que el modelo económico continuará su trayectoria de los últimos 150 años, de modo que no habrá que hacer cambios estructurales en él. En suma, elícitamente se asume que vamos a seguir creciendo. Nuestro propio estudio sobre las limitaciones materiales de un sistema 100% renovable a escala global indicaban la necesidad de llegar a un estado económico estacionario después de varias décadas de economía de guerra, pero lo que transpira este documento es que se puede mantener un mismo ritmo de crecimiento, simplemente porque haya la voluntad de cambiar combustibles fósiles por renovables. Nada más lejos de la realidad y más engañoso, lo cual va a crear un gran sentimiento de desengaño cuando un gobierno, convencido por este tipo de discursos, intente implementar este plan imposible. 
  • Fomentar un plan de producción energético renovable local, atendiendo a las especificidades de cada ubicación, planificación territorial, plan ambiental, etc. Rizando aún más el rizo, se asume que cada comarca será capaz de producir su propia energía consumida. De nuevo, en el largo plazo será de esa manera pero obviamente con unos niveles de consumo muy inferiores, lo cual implica una adaptación estructural enorme pero que, como siempre, a nadie se le plantea que haya que discutir. 
  • Definir un marco técnico y regulatorio para la producción eléctrica renovable, basado en el autoconsumo y demás. Aquí se deja ver que el foco es el consumo de energía eléctrica (que no es más del 20% de todo el consumo de energía, en realidad) y desde una perspectiva doméstica (nada que ver con los grandes consumidores industriales de energía). Incluso en una escala doméstica, resulta difícil de creer que en bloque de pisos pueda producir una fracción importante de la electricidad que actualmente se consume en ellos. Aunque el objetivo es bueno e interesante por sí, queda muy corto delante de los problemas reales que hemos de afrontar. 
  •  Impulsar el desarrollo de redes eléctricas para un mejor aprovechamiento renovable: Un aspecto siempre ignorado en estas discusiones es cómo va a afectar a todos los planes de implantación renovable la escasez de materias primas que acompañará a la de combustibles fósiles. Por ejemplo el cobre, necesario para las redes de baja tensión y para los bobinados de los aerogeneradores, cuyo pico productivo se estima para algún momento de las próxima década, está mostrando actualmente muchos signos de haber entrado en la espiral deflacionaria que comenta Gail, y es posible que la producción no se recupere nunca, y en todo caso está claro que el cobre es cada vez más caro de extraer. Otras materias indispensables, como el aluminio y el acero (necesario para las redes de media y alta tensión) requieren de grandes cantidades de energía fósil para su producción, transporte e instalación, y aunque no están tan próximos a sus picos físicos de producción pueden llegar a picos económicos de producción. Y eso sin mencionar materiales más sofisticados y raros, cuyos costes energéticos en la minería y refino son muy elevados y probablemente no se van a poder mantener. De nuevo, da la impresión de qe los redactores del documento se piensan que la voluntad del cambio es superior a las limitaciones físicas y económicas.

El resto de puntos detalla las diferentes tecnologías de producción renovable que se pueden implementar, en todo caso ignorando sus limitaciones (o directamente su inexistencia comercial a día de hoy, como es el caso de los biocombustibles de segunda generación). En suma, el documento parece proponer alguna cosa pero en realidad no responde a la pregunta acuciante del cómo se van a hacer tales cosas si resulta que todos los sistemas propuestos son muy limitados.


Eje 4: Conseguir el máximo nivel de ahorro y eficiencia energética. De nuevo el eje se organiza de acuerdo con una serie de puntos (destacaré más abajo solamente algunos de ellos, que me parecen más significativos). Como comentario general queda claro que se ignora la existencia de la paradoja de Jevons que aqueja a todo sistema productivista, y que si no se renuncia al crecimiento cualquier ahorro actual simplemente retrasa ligeramente los problemas, hasta el momento en que el crecimiento del consumo energético compensa toda posible ganancia por medio del ahorro.

Uno de los puntos propuestos es crear una Agencia Catalana de la Energía, basada en el actual ICAEN, que será la responsable de implementar las medidas propuestas. De nuevo, exceso de fe en el normativismo. Hay también una alusión a los sistemas inteligentes de gestión (residuo de las redes inteligentes de las que tanto se hablaba hace unos años).

Se comenta también la necesidad de "acelerar los cambios tecnológicos" en las empresas, dejando clara una vez más su inconmovible fe en la tecnología como el elemento salvador que nos va a solucionar nuestros problemas (como ya he comentado muchas veces, confiar el futuro a la llegada de un milagro tecnológico -que podrá llegar o no- es un modelo de gestión pésimo y abocado al desastre).

En otro punto se insiste en la necesidad de mejorar los edificios para que sean más eficientes. Esto es de por si muy deseable, pero en el caso de la remodelación del parque existente se requiere de costosas inversiones, y por más que se intente convencer a pequeños comercios y particulares de que al final el ahorro producido paga la inversión (lo cual, además, no siempre es cierto) lo que es innegable es que los costes suponen una gran barrera de entrada y que por eso tales medidas no se acometen.

En cuanto al transporte, algunas medidas tienen mucho sentido (modificar el urbanismo para que sea más compacto y disminuya desplazamientos, fomentar el transporte no motorizado y colectivo) y otras no tanto (impulso del coche eléctrico).

Este eje acaba con un brindis al Sol, como es la introducción del concepto de economía circular. Al igual que con el 100% renovable, la llegada de un sistema de economía circular es inevitable, pero de nuevo el gran problema es que tal economía es completamente incompatible con los principios económicos de nuestro sistema actual. Si de verdad se quiere apostar por la economía circular, se tendría que discutir seriamente sobre los cambios profundos que implica sobre nuestro sistema económico, financiero y productivo, pues de otro modo se queda en palabras huecas.


Eje 5: I+D+i como vector de eficiencia y de creación de actividades empresariales: El título ya es un batiburrillo, mencionando tres cosas bien diversas y diferenciadas, y no siempre compatibles. Una vez más, la discusión se estructura en una serie de puntos. No merece entrar en su detalle: todos consisten en "impulsar la investigación en..." y se dan una serie de áreas de trabajo, ninguna de las cuales representan una propuesta novedosa sino, más bien, la repetición de objetivos ya fijados hace décadas. Tanta insistencia en el fomento de la investigación da a entender que no se ha hecho ya antes, cuando en realidad en todos los temas destacados hay y ha habido durante muchos años un trabajo de investigación muy intenso a nivel internacional (en el ámbito de la investigación no hace falta tener resultados 100% catalanes; un estudio alemán o argentino vale igual). De nuevo nos encontramos con el voluntarismo: como muchas veces pasa en las discusiones sobre la energía renovable, mucha gente parece creer que ahora que tenemos la voluntad de implantar este tipo de sistemas de generación de energía se van a producir unos avances en investigación del campo porque vamos a investigar más y mejor que lo que nunca antes se hizo. No se les pasa por la cabeza que en realidad se ha invertido mucho en estas líneas y que de hecho ya se han hecho muchos avances (los actuales sistemas), pero que las limitaciones físicas del mundo imponen un rendimiento decreciente a la investigación en el área y que no por mucho investigar vamos a alterar las leyes de la termodinámica. Todo este eje es un compendio de tópicos y lugares comunes sin demasiado sentido a estas alturas. ¿Hay que invertir en I+D? Seguro que sí, por supuesto que sí; pero no tiene sentido creer que porque invirtamos en I+D obtendremos milagros simplemente porque nos resultaría muy conveniente que sucedan.


Eje 6: Ejercicio de las competencias plenas en materia de energía: en este eje se enuncian muy someramente una serie de cuestiones legales, sin mayor trascendencia o interés para la discusión técnica o de bases.

Después de la descripción de los ejes, la parte final del documento es una lista de acuerdos y resoluciones del Parlamento de Cataluña, también sin demasiado interés, y por último la lista de miembros del comité coordinador (imagino que de este documento), todos con un perfil político, que me hace pensar que probablemente pocos de ellos tienen una formación técnica apropiada para dar una orientación más atinada a algunas de las complejidades del problema energético, y en particular que el problema de la crisis energética y del modelo productivo no se resuelve de manera normativa, como si las leyes de los hombres pudieran modificar las leyes de la Física.


En resumen: estamos delante de un documento que tiene una visión muy cerrada de un problema que es mucho más grave y mucho más profundo de lo que la visión estándar, posibilista y mercantilista de este documento puede abarcar.  Este sesgo es todavía más incomprensible teniendo en cuenta que numerosos documentos oficiales catalanes recogen la necesidad de adaptarse al peak oil (comenzando por un documento marco fundamental, el vigente Plan sobre la Energía y el Cambio Climático en Cataluña) y la cantidad de documentación que a este respecto ha elaborado el ICAEN. Es por ello chocante la infundada visión tecnooptimista que destila el documento.

Desde mi punto de vista, lo peor de todo es que vocacionalmente éste es el documento de bases para la discusión sobre la transición energética en Cataluña, pero que concebido así es simplemente un trágala. Encorsetando la discusión a unos temas que son de segundo o tercer nivel comparado con los problemas mucho más graves que definen la situación energética actual (cambio de modelo económico, necesidad urgente de adaptarse al peak everything, graves problemas de suministro en un horizonte nada lejano, etc) hace cualquier discusión sobre este documento simplemente improductiva, y por ese motivo no les he enviado ninguna sugerencia. ¿Qué sentido tiene enviar comentarios críticos si el punto de partida es tan radicalmente diferente? Por las razones expuestas más arriba,
con el actual planteamiento el fracaso de este pacto nacional para la transición energética en Cataluña está garantizado en cuanto se materialicen las amenazas que suponen la llegada del peak oil y el cenit de resto de materias primas.

Salu2,
AMT