lunes, 30 de septiembre de 2019

Reseña de "Dirección estratégica para el siglo XXI: La gestión ante los límites del crecimiento", de José Anastasio Urra Urbieta


Hace unos meses, Tasio Urra me envió una copia de su manual para la dirección de empresas con la intención, primero, de compartir conmigo su contenido (para su valoración crítica) y, segundo, para que le hiciera una reseña en el blog. Los meses han pasado y mi carga de trabajo no ha disminuido, lo que ha hecho más dificultoso leer y analizar un libro de texto tan profundo y tan minucioso como el que hoy nos ocupa.

Pues "Dirección estratégica para el siglo XXI: La gestión ante los límites del crecimiento" es eso: principalmente, un libro de texto, dirigido a su enseñanza en las Facultades de Economía. Tasio Urra es profesor de Economía en la Universitat de València y su obra es, hasta donde yo sé, la primera que intenta armonizar una asignatura primordial en el programa lectivo de las mencionadas facultades (la dirección estratégica y el análisis de riesgos) con el que posiblemente es hoy por hoy el mayor riesgo al que van a tener que hacer frente las empresas en las próximos décadas: el choque contra los límites del crecimiento.

Este libro no trata de aleccionar sobre la gravedad del problema de la crisis de sostenibilidad de nuestra sociedad (el cual es sobradamente conocido por su autor) sino que, simplemente, acepta ese hecho - hasta ahora ninguneado en los textos más clásicos - y lo integra como un factor más en la gestión empresarial. Y aquí radica unos de los grandes méritos de este libro: es una mirada desapasionada al problema de los límites del crecimiento, en la que lo que se intenta extraer de éste todas las consecuencias lógicas que se derivan para la gestión empresarial. No se espere el lector, por tanto, un texto que adoctrine sobre la maldad intrínseca del capitalismo o que concluya sobre lo físicamente (y casi diríamos moralmente) erróneo de emprender. Al contrario, este manual nos dice cómo tenemos que integrar el hecho y de qué manera, integrándolo, podemos conseguir que nuestra empresa funcione. Funcione, lógicamente, de una manera muy diferente a cómo lo hacen las empresas de hoy en día, pero en todo caso proveyendo una estrategia racional para su gestión y su continuidad. En ese sentido, este libro de texto es valiosísimo, porque normaliza ese hecho, el de los límites del crecimiento. No es ya un tabú casi pecaminoso, que es como se suele tratar por los economistas neoliberales. No, los límites del crecimiento son un simple hecho más, como lo son las necesidades de capital o el correcto análisis del mercado hacia el que nos dirigimos.

Dado que nos encontramos con un manual dirigido a la enseñanza universitaria, el primer capítulo del mismo es una extensa introducción y discusión de los conceptos básicos de estrategia empresarial: por qué es importante, cuál ha sido su evolución histórica, de qué aspectos se ocupan. Todo presentado de una manera convencional, citando textos clásicos reconocidos. Esta parte, de enfoque más clásico, tiene sin embargo una amplitud de miras a la que no llegan los textos de hace 20 o 30 años, con una mayor y mejor discusión sobre las teorías morales (sobre la función de la empresa y su responsabilidad social) y cognitivas (sobre los sesgos y principios heurísticos en la toma de decisiones; particularmente interesantes son las discusiones sobre el optimismo infundado y el riesgo que conllevan). Incluso sin integrar la cuestión de los límites del crecimiento, el manual es un texto concienzudo y moderno. 

Después de este primer capítulo introductorio de conceptos, el manual pasa a un segundo de definición de los modelos de análisis, utilizando herramientas de análisis y gestión de riesgos y particularmente el modelo PESTEL (iniciales de Política, Económica, Social, Tecnológica, Ecológica y Legal, que son las seis dimensiones que se pretenden abordar). En este capítulo se empiezan a introducir índices numéricos, discutidos en la literatura, para poder cuantificar y hacer comparables - aunque siempre sea de manera aproximada y convencional - estos riesgos. Desde mi perspectiva de científico, en esta parte hay aún demasiados aspectos discursivos y convencionales y aún pocos aspectos cuantitativos y canónicos, pero se tiene que reconocer que el trabajo de compilar el conocimiento del campo es meritorio, lo que, de nuevo, hace de este manual un gran libro de texto.

A partir de estas herramientas, en el tercer capítulo se introduce el diseño de estrategias, mientras que el cuarto se dirige a la implementación práctica de dichas estrategias. Al margen de algunas discusiones interesantes (como por ejemplo cuando se habla de la resonancia de ciertas variables cuando se acerca una crisis, un descripción muy acertada de lo que es una no-linealidad), se trata de dos capítulos de estructura más clásica y más práctica.

Con esos primeros cuatro capítulos se cierra la primera parte del libro, y se pasa a  la segunda parte, dedicada a la aplicación de estos conocimientos generales a "un mundo en transición". Comenzando por el quinto capítulo del manual, se hace un análisis estratégico de la globalización usando el modelo PESTEL. Es aquí cuando, hablando de energía, comenzamos a ver citados muchos de los autores muy conocidos en este blog: Hall, Campbell, Laherrère, Capellán, García-Olivares, Hamilton, Prieto... Hasta se menciona a este blog. Sigue una extensa discusión sobre clima, con extensas citas al IPCC; después, se habla de la situación ecológica y por último de la tecnológica - y curiosamente, en vez del triunfalismo habitual de tecnoquimeras como la robotización y la singularidad, se muestra la gráfica de Huebner que indica que hace tiempo que superamos el cenit de la innovación.

Con estos mimbres, el sexto capítulo tiene el significativo título de "La necesidad de un nuevo paradigma económico y empresarial". Este capítulo, apoyándose en datos claros e incontestables, es una concatenación de puñetazos a los paradigmas que aún hoy dominan la visión en las grandes empresas, desde la mala definición de contornos adecuados para las teorías económicas vigentes hasta la falta de validación empírica de muchos postulados que, en realidad, cuando se examinan los datos crudos se ve que son radicalmente falsos. 

Entramos por fin en la tercera y última parte del libro: "Dirección estratégica para el siglo XXI". El capítulo 7 introduce la economía ecológica y el 8, la economía del bien común, siendo mucho más detallada la discusión de la segunda ya que en cierto modo el autor la considera como una implementación práctica de la primera. El capítulo 9 discute los valores de la Economía Ecológica y la Economía del Bien Común en la práctica, con ejemplos como el de La Fageda o el Celler La Muntanya - y yo aquí añadiría algunos ejemplos cercanos a mi, aquí en el Ampurdán. El manual se cierra con unas conclusiones que merece la pena que las lean Vds. mismos, y  unos anexos útiles con los criterios de balance a aplicar en casos prácticos.

La lectura de este manual es, para personas como yo, muy alentadora, porque lo que Tasio Urra ha demostrado es que se puede enseñar en nuestras facultades economía con sentido común. Ojalá que las personas que hoy en día están en los consejos de ministros o en los de administración se hubieran podido formar con este manual.
 

martes, 17 de septiembre de 2019

Aceleración



Queridos lectores:

El pasado sábado 14 de septiembre de 2019, al menos 10 drones atacaron las instalaciones petrolíferas de Arabia Saudita en Abquaiq y Khurais, afectando gravemente refinerías, depósitos de almacenamiento y sistema de distribución en esos lugares. Como consecuencia de esos ataques, la producción de petróleo saudí se ha reducido a menos de la mitad, o lo que es lo mismo en más de 5 millones de barriles diarios (Mb/d). Dado que la producción total de todos los líquidos del petróleo es de unos 95 Mb/d, eso supone retirar del mercado mundial algo más del 5% del petróleo que se consume hoy en día. Las milicias hutíes que combaten a Arabia Saudita en Yemen han reivindicado el ataque, aunque los EE.UU. se han apresurado a señalar con el dedo a Irán como probable financiador y cerebro de la operación. Ésta es, más o menos, la descripción oficial de lo que ha pasado.

Existen muchas dudas sobre el verdadero origen y naturaleza de los ataques. Las instalaciones petrolíferas de Arabia Saudita llevan ya tiempo siendo objetivo de ataques por parte de grupos radicales que buscan desestabilizar a la monarquía saudí atacando al corazón de su economía, y por ese motivo estas instalaciones están dotadas de numerosos sistemas de vigilancia, control y defensa, que en el caso particular de los drones incluye inhibidores de frecuencia y sistemas antiaéreos. Hasta la fecha se habían producido más de media docena de ataques con drones de origen yemení que habían sido completamente inefectivos gracias, justamente, a esos sistemas de defensa. Resulta por tanto sorprendente la eficacia, simultaneidad y número de estos ataques, que han dejado a Arabia Saudita de rodillas. Yo no quiero entretenerme a discutir aquí otras hipótesis alternativas sobre lo que realmente ha pasado, pero sí que querría apuntar diversos datos para su consideración. Por una parte, Yemen es hoy en día un país devastado por una terrible guerra civil, guerra que agrava la participación de una coalición extranjera con Arabia Saudita a la cabeza y que pretende un objetivo nada claro. Eso hace muy difícil que los hutíes puedan disponer de algo tan sofisticado como unos drones militares tan precisos. Mantener la premisa de que han sido los hutíes lleva al corolario de que necesariamente han sido ayudados desde el exterior, al menos financieramente; el problema es que no hay sospechosos razonables. Para los iraníes, embarcarse en una campaña de destrucción de las instalaciones petrolíferas de su gran rival en la región es prácticamente suicida, ya que ellos también tienen muchas instalaciones igualmente vulnerables; además, Arabia Saudita permanece bastante tibia frente a las acusaciones a Irán, lo cual indica que el reino de Saud no ve probable que los iraníes estén detrás (y el propio presidente Trump ya ha dejado claro que no piensa atacar Irán, aunque lo vigilarán de cerca). Hay quien ha indicado que el ataque podría ser un atentado de falsa bandera de los EE.UU. para catapultar el precio del petróleo y así favorecer la industria del fracking estadounidense. Sin embargo, es dudoso que tal maniobra fuera beneficiosa para el gigante americano: como comenta Matthieu Auzzaneau en su último artículo, la producción de petróleo de los EE.UU. probablemente ya ha tocado techo y la previsible escalada de precio del petróleo poco va a ayudar a resolver ese problema. Además, una subida del precio del petróleo muy brusca probablemente generará una recesión económica global, que tampoco beneficia a los EE.UU. Por acabar, Arabia Saudita es un aliado estratégico de los EE.UU. en la región y no parece sensato poner en peligro esa relación especial, cuando sería mucho más conveniente ejecutar ataques de ese estilo en el lado iraní para conseguir el mismo efecto de subida de precios. Además, significativamente Arabia Saudita tampoco ha señalado con el dedo a los EE.UU.. Existe una tercera posibilidad bastante más agobiante, y es que en realidad este ataque haya sido un sabotaje de una facción de los propios saudíes, que buscan desbancar del poder al actual príncipe y sus previsibles herederos. Si fuera un conflicto interno saudí (en el que posiblemente ni hubiera habido drones, lo que explicaría la precisión y simultaneidad), todo el mundo tendría interés en crear cortinas de humo mientras la situación se aclara internamente. Sea como sea, éste es terreno abonado para la especulación y sin demasiado interés para las cosas que prefiero discutir.

Dentro de la confusión en parte deliberada, aún no sabemos cuánto tiempo llevarán las reparaciones de las instalaciones afectadas. Algunos analistas apuntan a que harán falta muchas semanas, lo que puede acabarse traduciendo en unos cuantos meses, y eso suponiendo que se pueda mantener un clima de estabilidad adecuado. La cuestión de la estabilidad social del reino no es menor porque Arabia Saudita no puede permitirse perder tantos ingresos de manera prolongada. Comentábamos ya hace unos años que para mantener su balanza fiscal equilibrada Arabia Saudí necesita que el precio del barril de petróleo se mantenga consistentemente por encima de los 100 dólares. Pero desde 2014 el precio medio es aproximadamente la mitad, lo cual ha hecho que Arabia Saudita haya conocido sus primeros déficit fiscales en décadas, que vinieron acompañados con ciertos recortes sociales que hicieron crecer el malestar. Pero una reducción de la producción de petróleo a la mitad, sobre todo si es prolongada, puede ser catastrófica para Arabia Saudita, un país con muchas desigualdades. Si la situación se prolonga demasiado, el riesgo de que haya una revolución aumentará.  Si se produce un segundo ataque tan exitoso como éste, la revolución será prácticamente inevitable. Así que una pieza clave de la siguiente fase del declive energético pende, literalmente, de un fino hilo.

Se debe tener en cuenta, además, que Arabia Saudita está probablemente llegando ya, si no estaba allí aún, a su máximo de producción de petróleo. Hace años comentábamos que Arabia Saudita no sacaba al mercado el petróleo de su campo de Manifa, a pesar de que se podían extraer hasta 1 Mb/d de él, debido a que ese petróleo estaba excesivamente contaminado por vanadio. Se esperaba entonces que las nuevas refinerías, que tendrían que estar listas a finales de la década de los 20, podrían procesar este crudo. Pero la situación de la producción saudí no pudo esperar tanto tiempo, y ya en 2014 el campo de Manifa se puso en producción. ¿Cómo se resolvió el problema de su baja calidad? Simplemente, mezclándolo con el resto de crudos saudíes, rebajando la calidad global de su petróleo pero manteniéndolo en unos niveles que eran aceptables para las refinerías. Pero después de Manifa ya no quedan ni se esperan nuevos grandes yacimientos. Los ataques del pasado sábado van a servir, entre otras cosas, para cubrir con una sábana el elefante de que uno de los mayores productores de petróleo del mundo ha pasado ya su peak oil. Cuando pasen los años y la producción de Arabia Saudita nunca se recupere del todo se alegará que todo es culpa de aquellas instalaciones destruidas y con eso podremos ocultar la realidad quizá diez años más y ganar otra década de excusas.

Mirando ahora el panorama global, un descenso del 5% de la producción mundial de petróleo hará que la crisis (cada vez más reconocida) que se avecina sea extremadamente aguda. Cuando se produjo la crisis de 2008 la caída del consumo de petróleo fruto del parón económico fue solo del 2%, así que pueden imaginarse qué efecto sobre la actividad puede tener un caída del crudo disponible de más del doble.





Hace ya algunos años, David King y James Murray publicaron un artículo en Nature en el cual analizaron, entre otras cosas, cuál era la elasticidad de la producción del petróleo, es decir, la capacidad de la producción de petróleo de responder a los incrementos de demanda.





El artículo fue publicado en 2012, con lo que obviamente no se tiene en cuenta la capacidad del fracking de mejorar un poco esa elasticidad. De acuerdo con la estimación de King y Murray, la elasticidad de la producción de petróleo se encuentra en torno a los 25 $/barril por cada Mb/d adicional que se quiera producir. Por tanto, una caída de la producción de 5 Mb/d tiene el potencial de hacer subir el precio 125 $ más de lo que estaba hace unos días, es decir, hasta los 185$. Aceptando que el fracking haya conseguido reducir la elasticidad quizá a solo 20 $/barril por cada Mb/d, estaríamos igualmente ante una subida potencial del precio del petróleo de unos 100$ $/barril, hasta los 160 $/barril. Es decir, la situación actual, de prolongarse, tiene el potencial de llevar el precio del barril por encima de los máximos absolutos de 2008, justo cuando se desencadenó la Gran Recesión. De momento, tanto Arabia Saudita como EE.UU. van a movilizar sus reservas de petróleo almacenadas, pero eso solo puede conceder un balón oxígeno momentáneo, de un par de meses. Si la reparación de las instalaciones saudíes se prolonga más de ese período (lo que es probable) la subida del precio inmediato (no las especulaciones a futuro, que es lo que se está viendo ahora mismo) será inevitable y muy fuerte.

La coincidencia temporal entre esta caída súbita de la producción y la recesión ya inminente va a agravar esta última. Si no hay una forma rápida de reparar las refinerías y depósitos saudíes, la subida de precio del petróleo durante las próximas semanas va a acelerar nuestra caída en la recesión. Justamente porque la recesión está ya a las puertas resulta improbable que la subida de precio del petróleo llegue a su máximo potencial (los 185 $ por barril que comentábamos antes) porque la demanda va a caer fruto de la recesión y el precio no podrá llegar tan alto; pero a diferencia de 2008 el precio del petróleo no va a caer hasta los 40$ por barril en el momento de más intensa recesión económica, sino que se va a mantener alrededor de los 100$, en el umbral del dolor para la economía mundial. Cómo se va a conjugar con la crisis saudí y con la siguiente ronda de recesión, y los posibles conflictos dentro de los países y entre ellos, es algo que iremos descubriendo en los próximos meses.

Salu2.
AMT

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Entendiendo el Cambio Climático

 
Queridos lectores:

Hace poco participé en la grabación de un programa de una televisión española (de momento no les puedo decir más sobre el programa en cuestión, salvo que se emite este domingo). En un momento dado, el conductor del programa me preguntó sobre qué pensaba sobre un manifiesto difundido hace unos meses, en el que un grupo de científicos italianos vertían vitriólicas críticas contra lo que consideran "la estafa del cambio climático" y que denuncian que éste no es real porque no se han tenido en cuenta diversos factores (ciclos del Sol, erupciones volcánicas, etc). Yo le respondí que dentro de la comunidad científica que se dedica a estudiar el Cambio Climático hay prácticamente consenso (97%) en que el Cambio Climático es real, antropogénico (causado por el hombre con las emisiones de gases de efecto invernadero) y acelerado; y que toda esta gente que "denuncia" que no se ha tenido en cuenta tal o cual factor miente, porque todos esos factores sí que se consideran en los modelos numéricos que se usan para predecir el clima del futuro. Precisamente la presencia de esos factores, que a veces suman y a veces restan, es lo que explica que la temperatura y el resto de variables climáticas que se examinan no sigan un camino simple, sino punteado con numerosas oscilaciones. Vemos un ejemplo: aumento de la temperatura media de la Tierra durante las 17 últimas décadas, tomando como referencia el año 1970:



Un simple vistazo a la gráfica nos muestra que de 1920 a 1970 probablemente la temperatura de la Tierra comenzó a subir gradualmente, y que a partir de 1970 claramente hemos entrado en una fase de aumento de la temperatura bastante acelerado y consistente. Y sin embargo verán que sobre la tendencia general a aumentar hay superpuesta una oscilación bastante importante, con una amplitud variable pero que puede llegar a ser de 0,4 ºC o más. Fruto de la fase ascendente de una de esas oscilaciones un poco más fuerte, en 2016 la temperatura media del planeta subió mucho con respecto a su valor en los años anteriores; lógicamente, durante 2017 y 2018, entrando ya en la fase descendente de la oscilación, la temperatura media volvió a su línea de referencia, que continua siendo una línea ascendente. Y sin embargo no hace mucho me encontré con el argumento de que en realidad vamos a una glaciación porque en los dos últimos años hemos bajado más de 0,4ºC. Cualquiera que mire esta gráfica se da cuenta inmediata de la tergiversación y la manipulación absoluta de la verdad del que eso afirme. Pero ahí están, una pequeña legión de negacionistas que intentan "demostrar" que "la ciencia oficial" está engañando a la ciudadanía por oscuros y perversos motivos. La realidad es que cualquiera que tenga experiencia directa de campo habrá podido comprobar cualquiera de los numerosos indicadores que nos muestran que el clima está cambiando y que lo está haciendo rápidamente.

Al finalizar la grabación, el conductor del programa se disculpó por haberme planteado esa pregunta tan inoportuna. Yo le dije que, al contrario, me parecía una pregunta pertinente y necesaria, puesto que algunas personas tienen la falsa impresión de que la ciencia del Cambio Climático no se está ejecutando con el rigor debido, como si los que son los verdaderos especialistas no hubieran caído en la cuenta de esos factores "que lo cambian todo". Lo cual es bastante poco verosímil, si se paran a pensarlo, teniendo en cuenta que son los mismos "factores no contabilizados" que llevan alegando desde hace 20 años: ¿alguien se cree que a estas alturas no habría habido ya algún equipo científico que hubiera incorporado esos factores para ver si, efectivamente, contradicen lo que los modelos y la propia experiencia de campo nos indican? Incluso aceptando que la mayoría de la comunidad científica son corruptos o imbéciles, ¿no piensan que alguna petrolera no habría financiado ya un estudio de esas características para contrarrestar la mala propaganda del Cambio Climático? Lógicamente, no pueden financiar tal estudio porque todos esos factores que nos dicen que "no se han tenido en cuenta" (desde la variabilidad de la actividad solar hasta los ciclos naturales del planeta) en realidad sí que se incluyen en los modelos estándar que se usan hoy en día en la predicción climática.

Una de las cosas más curiosas que he observado durante los últimos años, en cuestión de realmente muy poco tiempo, 5 años a todo estirar, es que a estas alturas en ningún foro medianamente serio - en Europa, cabe añadir; luego hablaremos de otras regiones - nadie discute la existencia de un Cambio Climático causado por las emisiones de gases de efecto invernadero, ni siquiera las empresas a las que más se señala como responsables de la crisis climática actual. De hecho, en ese debate televisivo en el que participaba nadie cuestionaba la veracidad del Cambio Climático, y eso que había un representante de una petrolera. Parece que ya no es el momento de intentar sembrar la duda sobre lo que parece obvio e inevitable. En lo único que sí que hubo cierta discusión y confrontación en ese debate fue en las medidas a adoptar y el calendario para su adopción; ahí sí que claramente se vio que la posición de la industria es en favor de una transición lenta y moderada, mientras que el mundo científico y el activismo son perfectamente conscientes de que hay que apostar por cambios rápidos y radicales. Viendo como ha ido todo, me da la impresión de que el mundo empresarial europeo quizá no ha llegado aún a aceptar esos cambios rápidos y radicales, pero ya llegará. Pensando en esa evolución paulatina de las posturas oficiales, me acordé de los cambios que ha hecho la propia Comisión Europea: hace 20 años hablaba de "prevención del Cambio Climático"; hace 10 años, la idea clave era la "mitigación"; y ya hace unos 5 años que la posición dominante, sin descartar la mitigación, es la "adaptación". Viendo esta evolución, esa aceptación tácita de que cada vez hay menos en nuestro mano para luchar contra este problema, cabría preguntarse si el concepto definitorio de dentro de 5 años no será "sálvese quién pueda".

Al otro lado del Atlántico y en algunos rincones de Centroeuropa nos encontramos otro tipo de líderes que hacen de la negación del Cambio Climático uno de los puntos importantes de su agenda. Y aunque resulte paradójico, esos tipos probablemente están entendiendo lo que significa el Cambio Climático mucho mejor que muchas otras personas que dicen tener "conciencia ecológica". Porque esas personas que se creen que están "salvando el planeta" porque conducen un coche híbrido o eléctrico, instalan paneles solares en su casa o separan sus residuos y los reciclan, al no seguir el ciclo de vida de los materiales que consumen y de los residuos que generan no se dan cuenta de que a lo mejor sus elecciones de consumo tienen un impacto mayor que otras opciones consideradas más convencionales y "sucias", y en todo caso muchísimo mayores de lo que deberían ser si queremos evitar destruir nuestro hábitat. Por el contrario, Donald Trump, Jair Bolsonaro y todos los incendiarios de esta orilla del Atlántico comprenden perfectamente que el Cambio Climático implica la necesidad de un cambio radical, comenzando por una disminución enorme del consumo: es por eso que furibundamente lo niegan, porque si lo aceptasen saben perfectamente que los cambios a hacer no son meramente cosméticos y destinados a aliviar la propia conciencia.

Pero incluso estos adalides de la Reacción tienen sus días contados, o al menos están condenados a modificar su posición con respecto al Cambio Climático. El propio Trump, persona con mucho olfato político, está empezando a suavizar sus diatribas en esta cuestión (a su estilo: un día da la de cal y otro la de arena). Se comienza a detectar el surgimiento de una nueva Reacción (término que prefiero al simplista y no verdaderamente definitorio de "extrema derecha") en el que sus líderes aceptan la realidad del Cambio Climático y comienzan a configurar su programa de Reacción siguiendo una línea hace tiempo anticipada y temida: el ecofascismo.

Sea como sea, y viendo el ritmo de evolución de los acontecimientos tanto climáticos como políticos, es bastante probable que en uno o dos lustros ya ninguna personalidad pública defienda el negacionismo climático. En Europa Occidental su retroceso es más evidente, pero también llegará a los EE.UU. y al resto de los países. Yo vislumbro un futuro nada lejano en el que los trolls que se dedican a dar la murga con el manido argumentario negacionista comenzarán a desaparecer como por ensalmo, como si nunca hubieran existido. Los verdaderamente profesionales, los mercenarios de la mentira y la duda, ésos desaparecerán de la noche al día sin dejar ni rastro, fieles a sus contratos. A los trolls que ejercen de tales por convicciones ideológicas les costará un poco más, pero al final seguirán la enseña de su amo y plegarán velas con él, buscando nuevos frentes donde mejor servirle. Al final quedarán solamente, dispersas, las clases bajas del energumenismo climático, el lumpentrolletariado, ciudadanos de a pie que se han abonado a la supuesta teoría de la conspiración, que han caído en el pozo de la radicalización del que siempre es difícil salir. Esos últimos trolls que languidecerán en foros donde nadie les hará caso, luchando por una causa justa que nadie comprende, tontos útiles de los que los poderes políticos y económicos se han aprovechado durante estos años y que entonces quedarán en tierra de nadie.

Incluso entre la gente que me es afín hay quien tiene una posición beligerante con respecto al drama del Cambio Climático. Hace unos días se revitalizó una discusión recurrente en ciertas partes de la esfera peakoiler: la crítica a los escenarios de mayores emisiones contemplados por el informe del IPCC (el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, por sus sus siglas en inglés) porque, simplemente, no hay suficientes combustibles fósiles para producir tanto CO2 como se considera en tales escenarios. La amarga crítica de estos picoleros nace, probablemente, del desdén que les causa ver cómo el Cambio Climático es ahora un tema de consenso transversal en Europa (y, como digo, pronto en todo el mundo), conocido y aceptado desde el ciudadano común hasta las altas esferas políticas y empresariales; mientras que la escasez de recursos  en general y el peak oil en particular sigue siendo, a pesar de su gravedad concomitante con la del Cambio Climático, un tema mayormente desconocido, cuando no ninguneado. Para mi es una discusión sinsentido: los diversos escenarios del IPCC se plantean para estudiar cómo son de sensibles los modelos climáticos a los diferentes valores de la variable de referencia (concentración de gases de efecto invernadero), y no tanto como trayectorias realistas. Por supuesto que no hay suficientes combustibles fósiles para producir tanto CO2 como se asume en el escenario 8.5, pero tampoco existen sistemas de captura y secuestro de CO2 a la escala que los contemplan todos los escenarios del IPCC (al menos un 40% de CO2 capturado); y tampoco contemplan esos modelos el efecto de la liberación rápida del metano contenido en los clatratos marinos y en el permafrost. Todo eso da igual: los modelos del IPCC sirven para ajustar la sensibilidad a ese parámetro y para darnos un cono de incertidumbre, un idea del rango de valores por donde se va a mover la evolución futura del clima de nuestro planeta. No se trata de hacer una predicción realista de dónde vamos a estar dentro de 30 o 50 años, sino estimar correctamente las tendencias a corto plazo e ir corrigiendo y mejorando los modelos.

Últimamente, todo en mi actividad profesional gira en torno al Cambio Climático. Escribo esto en el tren de regreso para mi casa, después de haber estado en una reunión en la sede de la Agencia Espacial Europea (ESA) en Roma. La reunión, o más bien pequeño congreso, iba sobre el uso de métodos de inteligencia artificial para mejorar nuestra predicción climática, dentro de la de la Iniciativa contra el Cambio Climático (CCI), un programa científico y técnico de la ESA en el que yo participo a través de un proyecto con diversas entidades europeas, en nuestro caso estudiando la salinidad superficial del océano y sus cambios. Hay mucho interés y mucha necesidad, es un sector estratégico para los intereses de Europa. Reuniones, proyectos, decisiones... Estando allí me comentaron que la líder de nuestro proyecto CCI ha decidido que a partir de ahora se desplazará a las reuniones en tren, siempre que sea posible. Pensaba en eso mientras las turbulencias que generaba el frente que ha barrido Barcelona las pasadas horas nos iba zarandeando salvajamente en el avión en el que volvía. Odio volar y me encantan los trenes, sobre todo los convencionales, como los que cojo cada día para ir a trabajar en Barcelona. Pero viajar lento es un lujo que no está al alcance de todo el mundo; es un lujo no por el precio, y desde luego no por el impacto ambiental (muchísimo menor al del avión), sino por el tiempo, esa materia prima que nos falta con desesperación. Pero, pensaba, dentro de poco, viajar (es igual si lento o rápido) será simplemente un lujo.

Todo en mi día a día se refiere al Cambio Climático.

Hablando de evidencias del Cambio Climático: en la reunión tuve la ocasión de presentar algunos resultados preliminares del trabajo de mi grupo en el Océano Glacial Ártico. Tenemos vigente un contrato con la ESA para producir datos de salinidad superficial del océano en la región, un contrato que está llevando, con gran éxito, mi compañero Justino Martínez. Yo presentaba, entre otros, sus resultados.

Se acordarán quizás de un post que escribí en 2012, "Las Guerras del Hambre". Allí enseñaba unos mapas bastante preocupantes de la superficie de Groenlandia que se había vuelto líquida durante ciertos días de julio.



Entre el 8 y el 12 de julio de 2012, casi el 100% de la superficie de Groenlandia se volvió agua. Un evento que podríamos calificar de extraordinario, de no ser porque volvió a suceder en 2016 y ha vuelto a suceder este año 2019. La mayoría de ese agua se volvió a congelar en el sitio, pero una cantidad desconocida se filtró por las grietas de la cubierta helada de Groenlandia y seguramente acabó en el mar. Toda ese agua fría y dulce puede causar grandes disrupciones en la circulación oceánica con consecuencias de largo alcance no solo para el clima del Ártico, sino de todo el Hemisferio Norte, pero hasta ahora no habíamos sido capaces de observarla.

La imagen inferior, generada por Justino Martínez, muestra las anomalías (diferencia con el valor típico de la zona) de salinidad observadas entre los días 11 y 19 de julio de 2012; están expresadas en gramos de sal por cada kilo de agua marina. Las zonas marcadas en blanco corresponden con la presencia de hielo marino. La gran mancha azul que va desde Groenlandia hasta Islandia es sin duda debida a la descarga de agua dulce proveniente del deshielo superficial en Groenlandia. Es la primera observación de este fenómeno, y sorprende tanto su extensión como su intensidad. Seguramente Groenlandia está descargando más agua dulce de lo que pensábamos. Y éste es solo uno más de los signos de esta catástrofe global; cuanto más investigamos, más problemas descubrimos.




Mucha suerte, Justino. Mis pensamientos están contigo.

Salu2.
AMT