domingo, 26 de julio de 2020

Hoja de ruta (y VI): Navegando en aguas turbulentas



(Anteriormente en esta misma serie: Hoja de ruta (V): La caída de los Estados).

Queridos lectores:

En la segunda entrega de esta serie discutía sobre cómo percibir los signos que individualmente nos deben hacer reconocer en qué momento debemos dar ese giro copernicano a nuestras vidas y abandonar la vida pasada para que una vida futura sea posible. En esta última entrega de la "Hoja de ruta" discutiré sobre una cuestión complementaria de la anterior: reconocer qué signos debemos ignorar. Si entonces hablaba de decisiones individuales, en esta entrega hablaré de inteligencia colectiva (o de su ausencia) y sobre cómo debemos hacerle frente.

Uno de los problemas obvios que tenemos por delante como sociedad es que no estamos preparados ni material ni psicológicamente para hacer frente al proceso de transformación que inevitablemente nos va a sobrevenir, transformación que muchos identifican con un colapso más o menos completo de la sociedad. Los primeros posts de esta serie hablaban de las razones de este colapso (El Cisne Negro), de cómo reconocer nuestro colapso personal para poder empezar a cambiar (Poniéndose en marcha) y de qué podemos hacer cada uno de nosotros individualmente (Qué puedo hacer yo) y colectivamente (La forja de la comunidad). El quinto post explicaba por qué no cabía esperar ninguna reacción útil de los Estados (La caída de los Estados), porque en esencia los Estados como tales también van a colapsar y porque su manera de funcionar y sus políticas solo pueden llevarles a colapsar. Pero ese colapso no va a ser sin ruido, sino que la caída de tan pesadas maquinarias de poder va a levantar una intensa polvareda, y esa polvareda es lo que nos va a dificultar la visión, y a ratos la respiración, durante los próximos años. De hecho, solo han caído los primeros cascotes pero la visión ya comienza a hacerse borrosa, lo que añade a la dificultad psicológica de aprehender y aceptar el colapso la dificultad de encontrar el camino correcto.

Los primeros signos del colapso del Estado se observan en el incumplimiento de sus compromisos. Los Estados modernos tienen su razón de ser en el contrato implícito con sus ciudadanos de ofrecerles una serie de servicios y de atender sus necesidades. Lo que lleva pasando desde hace bastantes años es que los Estados cada vez se alejan más de ese ideal de servicio al ciudadano (ciudadano que, en los países democráticos, es quien se supone que ostenta la legitimidad, y no el Estado en sí, el cual se supone que es su servidor). Con excusas cada vez más bobas los poderes públicos dan palos de ciego y emprenden políticas cada vez más erróneas, presos como están en una maraña de intereses de grandes corporaciones y de una desinformación de alta calidad diseñada específicamente para confundirles. ¿Cómo se explica, por ejemplo, que la gran mayoría de los expertos en la "Transición ecológica" con los que cuentan los ministerios del ramo no sean biólogos, físicos, matemáticos o ingenieros, sino economistas? Los Gobiernos creen realmente que su sesgada visión de la realidad es la realidad misma, son ciegos y ni siquiera saben que no ven.

A partir de aquí, confundiendo lo que se debe hacer con lo que aquéllos con acceso privilegido a las esferas de poder les dicen que se debe hacer, los Estados se lanzan a una espiral de incumplimiento de deberes. Se empieza por congelar o reducir las prestaciones sociales, luego las pensiones,  luego las becas, más tarde la inversión en investigación, después la cobertura por desempleo, luego se reduce la asistencia sanitaria y luego todo en general. Lo que se paga con los impuestos de todos sirve cada vez menos a los intereses de todos. Aquellos que creen que pagan demasiado (y en especial las empresas) se frotan las manos y promueven más desinformación con la esperanza de pagar aún menos impuestos, sin comprender que el continuo adelgazamiento del Estado lo aboca a su disfuncionalidad y, peor aún, a la pérdida de legitimidad a los ojos de los ciudadanos.

Es en esos momentos más críticos cuando más desinformación se emite, cuando se segrega la que sin duda es la substancia más tóxica que ha inventado el ser humano: la propaganda. Y es que, a diferencia de otros venenos, la propaganda tiene la capacidad de alterar las mentes de las personas afectadas hasta el punto de que olvidan cuáles son sus intereses de grupo y adoptan intereses espurios que en realidad van en su perjuicio. Se comienzan a crear facciones, en función de cuál sea el veneno que predomine en cada grupo. Un buen ejemplo de este alistamiento por facciones lo podemos ver en la actual crisis de la CoVid-19. Está un primer grupo que cree que la epidemia de la CoVid es una excusa para reducir las libertades individuales e imponernos antidemocráticas medidas colectivistas y uniformizadoras, y que por tanto consideran su deber resistirse a estas medidas como los auténticos luchadores por la libertad que son. Tenemos luego un segundo grupo, que cree que cree que el virus de la CoVid fue creado en un laboratorio chino o americano y que es un mecanismo de las farmacéuticas para ganar dinero o de los Gobiernos para eliminar población sobrante, y que por tanto dedican su tiempo a recopilar pruebas e intentar exponer esta conspiranoia. Y por último (aunque hay otros grupúsculos menores) tendríamos un tercer grupo que cree que en realidad el virus de la CoVid no existe y que se están difundiendo noticias falsas sobre enfermos y hospitalizaciones para cualquiera de los fines anteriores, y que por tanto van por todos lados sin mascarillas ni nada. El caso es que, aunque la mayoría de la población no se alinea con esas tres facciones, el hecho de que existan y de que una parte de la discusión partidista coquetee con ellas (y por eso a veces los dirigentes de los partidos políticos dicen cosas poco claras), tal ceremonia de confusión y de teorías de las conspiración hace que no se haga una pedagogía básica sobre medidas sencillas que evitarían la propagación de la enfermedad. Estamos solo a 14 días de librarnos (prácticamente) del dichoso virus, si simplemente usáramos correctamente las mascarillas y nos laváramos las manos durante ese período de tiempo; pero en la práctica igual parece que estuviéramos a 14 años de conseguirlo, porque no somos capaces de seguir todos a la vez unas normas tan sencillas durante dos puñeteras semanas. Con toda la intoxicación del debate público, alimentada por los intereses espurios de algunos y por la desconfianza de una población azotada durante años de recortes y desprecios, hemos llegado a un punto en que la gente no sabe cómo funciona una mascarilla (y suerte que estamos hablando de un simple trozo de tela: si nuestra supervivencia estuviera en juego y dependiera de algo un poco más complicado estaríamos perdidos). En vez de hacer campañas de concienciación, explicando que la mascarilla tiene que cubrir boca y nariz en todo momento, que el objetivo primario es no infectar a los demás y que por tanto se trata de una cuestión de respeto, que la clave son los espacios públicos donde haya poca separación y los pobremente ventilados, etc, etc, lo que hay es un corifeo gallináceo que apunta en todas las direcciones, cuanto más ridículas mejor.

Por cierto, aviso a mis paisanos que no estaba hablando de España. Y es que aunque en nuestro país también se ven estas cosas, en realidad están extendidas por todo el mundo: vayan al país que quieran y encontraran las mismas idioteces. Lo cual demuestra que hay una crisis de confianza global, y que, sometidos al estrés de una crisis de gran alcance como la que ha planteado la CoVid, el sistema revienta de similar manera en la mayoría de los países.

No todo el mundo es igual de susceptible al veneno de la propaganda, y eso también afecta a los servidores públicos: algunos serán más propensos a dejarse llevar por la marea de infundios y falsedades, y otros no tanto. Ese efecto desigual de la propaganda sobre las personas que accionan los resortes del Estado alimenta un creciente conflicto entre los poderes del Estado: jueces que anulan decisiones gubernamentales, policías que deciden a su arbitrio si aplican ciertas normas o no, administraciones locales que desoyen las nacionales y viceversa. Al estallido de las contradicciones internas características del desmoronamiento de los Estados, se le une esta espesa neblina de confusión que todavía genera más choques y conflictos, y que acelerará la desligitimación del poder estatal; al mismo tiempo, la misma propaganda hará difícil que se asiente un nuevo poder legítimo, puesto que el mismo lastre de desconfianza y mentiras le arrastrará, al menos al comienzo y hasta que la situación se asiente.

Tampoco cabe esperar nada bueno desde los medios de comunicación. No están pensados para esto y solo generarán ruido, amplificando toda la basura y tonterías que haya a su alrededor. Tendrán que confiar no en lo que le digan, sino en aquello que vean en su entorno cercano. Tendrán que evaluar por Vds. mismos todo, qué es lo que funciona y qué es lo que no, sin dar nada por sentado, y sobre todo, sin hacer caso a la propaganda que algunas veces interesadamente insistirá en que lo que Vds. están haciendo no puede funcionar, a pesar de que la experiencia propia les esté diciendo que sí.

Ésta es la última dificultad, la última prueba que tenemos que superar para llegar desde donde estamos hasta donde queremos ir. No escuchen el ensordecedor ruido, no se dejen engañar por los cantos de sirena, no se dejen arrastrar por las pláticas demagógicas. Tienen que tener criterio propio, tienen que ser capaces de decidir por sí mismos qué es lo que quieren hacer y ver por dónde tienen que seguir, y sobre todo establecer lazos con la gente más próxima que también quiere trabajar en construir ese futuro.

Con este post cierro la serie. Ahora ya tienen todas las recomendaciones que yo les podría dar. Ahora ya tienen una indicación de cómo hacerse su hoja de ruta, aunque cada persona deberá elaborar la suya propia. Mucha suerte en el camino.

Salu2.
AMT

(Volver al inicio de esta serie: Hoja de ruta (I): El Cisne Negro).

viernes, 17 de julio de 2020

Impacto del coronavirus en el consumo energético

Queridos lectores:

JotaEleEne nos ofrecre un nuevo análisis sobre la evolución del consumo de energía en España, centrado en los últimos meses. Aunque no se puede decir que las cifras sean inesperadas, sí que son bastante impactantes por su magnitud. Con el análisis de JotaEleEne se pone nombres y apellidos a lo que está pasando en este país y nos ofrece una idea bastante más clara de hacia dónde estamos yendo.

Les dejo con JotaEleEne.

Salu2.
AMT


Impacto del coronavirus en el consumo energético

Con datos de España vamos a tratar de reflejar cómo ha influido esta pandemia mundial sobre el consumo energético español. En principio la situación de confinamiento de la población ha influido mucho en el consumo energético, como veremos a continuación. 

Es de esperar que después del confinamiento se vaya recuperando el consumo poco a poco, aunque muy probablemente ciertas actividades queden muy afectadas por el cambio de costumbres sociales que nos obliga a mantener esta pandemia. También probablemente la economía va a quedar afectada, lo cual se reflejará en más paro y probablemente menos consumo de energía. Pero esto ahora no lo podemos reflejar, habrá que mostrarlo según vaya saliendo.

Los datos de ahora son muy limitados, solo reflejan cantidades totales; habrá que esperar unos dos años para obtener los más interesantes datos anuales, que reflejan la energía por combustibles y por sectores de consumo. Mientras tanto, con los datos que se tiene se puede intentar hacer algunas estimaciones. 

El objetivo es actualizar las gráficas cuando haya cambios significativos. Las nuevas gráficas y datos nuevos los iré reflejando en el foro The Oil Crash.

También es mi intención, cuando los datos salgan por sectores, hacer otro trabajo en este blog reflejando la situación de forma más global. Aunque es un tiempo estimado para hacer esto es muy largo, más de dos años, y desde luego hasta entonces pueden pasar muchas cosas.


Figura 1: Consumo de GLP en toneladas. Datos de CORES

Con datos del 2018: Porcentaje de consumo en energía final: 1,8 %

Sectores de consumo más importantes:

  • Sector residencial: 69%
  • Comercial y servicios públicos: 15%
  • Industria: 8%
  • Transportes: 5%


Con respecto a los dos años anteriores baja un poco en el mes correspondiente. El GLP es consumido sobre todo en uso residencial. Posiblemente  la caída será debida al sector de servicios públicos que ha parado en gran medida, al consumo en industria y casi totalmente en transportes. Se supone  que habrá subido algo en uso residencial debido al confinamiento de la gente en sus casas. La bajada en el mes de mayo parece confirmar que se está gastando sobre todo en uso residencial y sobre todo como calefacción, ya que la media de temperatura máxima subió cuatro grados de abril a mayo. 


Figura 2: Consumo de gasolinas en toneladas. Datos de CORES

Con datos del 2018: Porcentaje de consumo en energía final: 5,9 %

Sectores de consumo más importantes:

  • Transporte: 99%


Con respecto a los dos años anteriores la caída es espectacular en el mes de abril, baja un 77% desde el promedio de la gráfica. Y esto es debido a que el 99% del consumo de gasolina pertenece al transporte y más concretamente a coches particulares que debido al confinamiento han quedado aparcados. En mayo experimenta una subida coincidiendo con la desescalada.


Figura 3: Consumo de queroseno en toneladas. Datos de CORES

Con datos del 2018: Porcentaje de consumo en energía final: 8,1 %

Sectores de consumo más importantes:

  • Sector transporte: 100%


Con respecto a los dos años anteriores la caída también es espectacular, baja un 93% desde el promedio de la gráfica. Y esto es debido a que prácticamente el 100% del consumo de queroseno pertenece al transporte, y más concretamente al transporte aéreo ya que debido también al confinamiento los vuelos han bajado estrepitosamente. Los meses máximos en consumo julio y agosto representan la fuerte influencia del turismo en el consumo de este combustible, en especial el turismo internacional, ya que el 68 % del consumo de este combustible pertenece a los vuelos internacionales.


Figura 4: Consumo de gasóleos en toneladas. Datos de CORES


Con datos del 2018: Porcentaje de consumo en energía final: 32,7 %

Sectores de consumo más importantes:

  • Transporte: 79 %
  • Sector residencial: 6 %
  • Agricultura: 6 %
  • Industria: 4 %

Con respecto a los dos años anteriores se ve una muy fuerte bajada del consumo, un 37% desde el promedio de la gráfica,  debido también a que el consumo de gasóleos corresponde principalmente al sector del transporte, en especial el transporte por carretera, que domina con un 97 % del consumo. Y el transporte en especial el del coche privado, que es también afectado por el confinamiento igual que la gasolina. La bajada del consumo es menor que en  otros combustibles que también dependen del transporte debido a que se ha mantenido activo bastante transporte de mercancías que dependen prácticamente en su totalidad de este combustible. Posiblemente también haya aumentado algo el consumo en uso residencial debido al confinamiento, aunque de forma poco significativa, ya que el sector residencial supone solo el 6% de este combustible. De igual forma como con las gasolinas se ve una ligera recuperación en mayo.


Figura 5: Consumo de fuelóleos en toneladas. Datos de CORES

Con datos del 2018: Porcentaje de consumo en energía final: 1 %

Sectores de consumo más importantes:

  • Sector transporte: 57 %
  • Industria: 40 %

Con respecto a los dos años anteriores sufre también una fuerte caída. Si tenemos en cuenta que a partir de octubre empezó a bajar el consumo como se ve en la gráfica, no parece que el consumo de este combustible haya sido muy afectado por el confinamiento.


Figura 6: Consumo de otros productos petrolíferos  en toneladas. Datos de CORES

En el 2018 el consumo de otros productos petrolíferos supuso el 1,5 % del consumo de energía final. No hay mucha diferencia con el consumo de años y meses anteriores. Todo el consumo de este producto corresponde a la industria.

Figura 7: Consumo de gas natural en GWh. Datos de CORES

Con datos del 2018: Porcentaje de consumo en energía final: 16,4 %

Sectores de consumo más importantes:

  • Industria: 58 %
  • Comercial y servicios públicos: 20 %
  • Sector residencial: 19 %

En esta gráfica no está incluido el gas usado en generación eléctrica, solamente el gas natural usado como energía final. No hay mucha diferencia con el consumo de años y meses anteriores. El mayor consumo en los meses del invierno representa el gasto en calefacción del sector residencial y comercial + servicios públicos; por eso no habrá caido tanto el consumo residencial, al estar la gente más tiempo confinada se habrá tirado más de la calefacción, compensando en parte el posible menor gasto de energía de la industria y de los servicios públicos.


Figura 8: Consumo de energía eléctrica  en GWh. Datos de REE

Con datos del 2018: Porcentaje de consumo en energía final: 23,6 %

Sectores de consumo más importantes:

  • Industria: 33 %
  • Sector residencial: 31 %
  • Comercial y servicios públicos: 31 %       

No hay mucha diferencia con el consumo de años y meses anteriores. Posiblemente también el consumo disminuido en sectores de industria y comercio + servicios haya sido compensado  en parte por el mayor aumento en sector residencial debido al confinamiento.

Quedan solamente dos energías por reflejar, de las cuales no tengo datos. El carbón, que con un 1,8 % de consumo prácticamente no tiene interés. Y las renovables no eléctricas, que con un 7,2 % son algo más significativas. Dentro de las renovables y siguiendo las pautas anteriores habrá crecido un poco en uso residencial, que representa casi la mitad de este consumo; y habrá bajado en uso industrial y uso comercial + servicios públicos. En general no creo que haya variado mucho.

La bajada en tonelaje entre abril del 2018 y abril del 2020 es de un 43%. La bajada de energía del gas de esos mismos meses es de un 18%. Y la bajada de energía eléctrica de esos meses es de un 20%. Si tomamos todo como energía,  da una bajada de energía total aproximada de un 27%, un poco más quizás teniendo en cuenta las renovables no eléctricas.


Conclusiones

Una bajada de un 27% es una cantidad considerable, pero todavía muy lejos de un consumo sostenible de energía. ya que en el 2018 la participación renovable de la energía primaria fue de un 14%. Si tenemos en cuenta el posible aumento de gasto energético residencial, prácticamente la mayor parte de la energía recortada habría sido casi todo en el transporte, y más concretamente por la inmovilización del coche particular.

Esta experiencia en materia de energía si algo hay que aprender es que el coche como transporte individual no ha sido indispensable. Probablemente bastante se podría sustituir por transporte público, vehículos compartidos y teletrabajo. Con el beneficio adicional de la bastante menos contaminación que hemos disfrutado en entornos urbanos.

La pandemia no ha afectado mucho en el gasto energético, al menos en países desarrollados. Habrá que ver como irá afectando a nivel económico y como se irá reflejando en la energía.

Saludos

miércoles, 8 de julio de 2020

Año novedoso para Latinoamérica: la producción cae por debajo del consumo

Queridos lectores:

Una vez más, Demián Morassi nos ofrece un ensayo sobre la evolución de la producción y consumo de energía en Latinoamérica. Un imprescindible análisis esperado cada año y cada vez más importante, pues proporciona importantes pistas sobre la creciente inestabilidad en la región y por qué ésta no tiene visos de mejorar en un futuro próximo.

Pero mejor les dejo con Demián, quien se lo explicará mejor.

Salu2.
AMT


Año novedoso para Latinoamérica: la producción cae por debajo del consumo

Yermán Rojas (microfibra y acuarela sobre papel)

Latinoamérica y el Caribe durante 2019 terminaron con varios episodios que fácilmente podemos denominar caóticos: medidas políticas drásticas, movilizaciones multitudinarias, crisis políticas por doquier, oficialismos que pierden las elecciones, enfrentamientos con detenciones, heridos y muertos y hasta un golpe de Estado.

De fondo están los problemas económicos y políticos particulares de cada país pero también problemas que afectan a la región en general. Uno de los problemas, para nosotros central, es el declive energético. Para entender este declive es siempre interesante revisar los datos aportados por el BP Statistical Review of World Energy.

La matriz energética

La región tiene una matriz energética muy dependiente del petróleo (44,5%); en segundo lugar depende del gas y, como tercera fuente, de la energía hidroeléctrica (que es la principal fuente de generación eléctrica).

La organización productiva alrededor del petróleo tiene sus lógicas geológicas, geográficas y también históricas. Si nos detenemos a observar cómo fue evolucionando la producción y el consumo de petróleo en los últimos años, entenderemos que el declive poco tiene que ver con causas económicas, con problemas en la demanda o con cambio de hábitos. Se trata de una causa eminentemente geológica.


Los países exportadores casi no han notado este problema hasta 2015 ya que desde el pico en 2006 el precio del crudo no ha dejado de aumentar, lo que permitió compensar los dólares perdidos por la caída en la cantidad, por los dólares ganados por el aumento del precio. Desde el desmoronamiento en el precio comenzaron a verse los problemas. Un punto nodal tiene que ver con el abastecimiento al mercado interno, no sólo para los países productores. Para ello las medidas han sido grabar con más impuestos ("gasolinazo" en México en 2017), aumentar el precio directamente (por esta medida tuvo que dimitir el primer ministro de Haití en 2018) o quitar subsidios ("paquetazo" en Ecuador en 2019, medida que se retrotrajo tras las protestas). Con la aparición de la pandemia se desplomó el consumo y atado a ello se ralentizaría la producción, más allá de que la nueva normalidad en el mundo del petróleo lleva varios años.

Las necesidades con respecto al gas son dispares en la región pero es claro que esta fuente de energía pasó a cubrir diversos usos a medida que aumentaba su producción relativa y mejoraba la infraestructura de distribución. Hoy es fundamental en muchos hogares para la calefacción, cocina y calentamiento del agua pero también y sobre todo para la generación eléctrica. Dos pequeñas economías son altamente dependientes de la producción de este hidrocarburo y su declive puede cambiar sus futuros por completo: hablamos de Bolivia y de Trinidad y Tobago. Por su parte, es interesante el caso de Argentina que tiene al gas como principal insumo energético, y con el objetivo de desarrollar la extracción de gas por fracking en Vaca Muerta, movió los hilos para que algunas empresas abandonen la extracción petrolera para concentrarse en esta región, a cambio de mejores subsidios y leyes más flexibles.


Pero tanto el gas como el carbón llegaron a su cenit productivo en el año 2014. Esta casualidad geológica nos lleva a un efecto ya menos azaroso que es la caída del consumo de estos recursos (en el mismo año 2018).


Como podemos ver, hay un país ultradependiente de su producción que es Colombia. Si bien no ha experimentado una gran caída, su economía está y estará atada en gran medida a las exportaciones de esta fuente de energía ya en declive. Nos llama la atención un aumento del 55% del consumo de carbón en “otros”; en el detalle del informe aparece la región del Caribe como la responsable aunque no pudimos averiguar a qué país/es hace referencia.

Las energías no hidrocarburíferas.

Mientras todas las energías derivadas de los hidrocarburos tocaron su techo y también lo ha hecho la energía hidroeléctrica, comienzan a desplegarse a gran velocidad las energías alternativas (eólica, solar, geotérmica y biomasa). 

Para el uso de estas energías se han desarrollado novedosas tecnologías que impulsan a (y dependen de) la electrificación del sistema tecnológico industrial. A los países que no cuentan con hidrocarburos les ha ofrecido una salida estratégica a la dependencia histórica y un objetivo de desarrollo para competir tecnológicamente en el futuro. Uruguay ya es el cuarto país del mundo con mayor generación eléctrica a partir del combo eólico-solar (30%). Sin embargo lo que observamos es que el costo de esta infraestructura es alto y los beneficios energéticos escasos en el corto plazo y aún no sabemos en el largo, cuentan con subsidios y con la propaganda de ser "verdes" o "renovables" cuando en la realidad son otro artificio del sistema industrial para su mantenimiento en el tiempo. Aún no hay un claro ejemplo de que estas tecnologías se utilicen para disminuir la extracción y consumo de las otras fuentes de energía que están afectando el sistema climático, lo que sí podemos observar es un aumento en la extracción de minerales claves para esas industrias: litio, cobalto, grafito y tierras raras. Sólo entre Chile y Argentina cuentan con el (curioso) 66,6% de las reservas mundiales y Chile por sí solo con el 55,5%, aunque entre las dos naciones producen por ahora el 29,8% del total global. En cuanto al cobalto, el único país que figura en la lista es Cuba, que posee el 7,4% de las reservas globales pero, por suerte para su ecosistema insular, sólo produce el 4,8% del total. Brasil y México son los únicos países que figuran en la lista de producción de grafito (8,3% el primero y 0,4% el segundo) y Brasil posee el 22,8% de las reservas globales. Este mismo país posee el 17,7% de las tierras raras aunque su producción no llega al 0,5% del total global.

El consumo total de energía

Al comenzar este tan peculiar año, ya el pico de consumo energético parecía confirmarse en 2017 pero también se puede leer como una meseta de siete años comenzando en 2013.

Si tenemos en cuenta que el consumo energético es un pilar fundamental para entender el bienestar económico, podríamos decir que, a pesar de la caída en la producción, la región pudo mantener un nivel de consumo parejo y por tanto no queda claro por qué fue tan caótico el 2019. Lo mismo puede verse en los gráficos sobre el PBI de la región, se han mantenido parejos desde 2014 (e incluso con un leve aumento hacia 2018). ¿Qué ha sucedido? Si bien parte de la economía latinoamericana, y sobre todo del Caribe, está muy atada a la economía estadounidense, que venía creciendo a buen ritmo, el gran motor para mantener el PBI y el consumo energético amesetado ha sido un enorme endeudamiento. La deuda externa de la región se duplicó entre 2009 y 2018. Esos dólares que dejaron de entrar por las exportaciones de hidrocarburos comenzaron a entrar por créditos que luego deberían pagarse. Así, en 2019, se encuentran los gobiernos teniendo que dedicar un buen porcentaje del PBI en pagar los intereses de esas deudas en lugar de volcarlos en mejoras para la sociedad como sucedía hasta hace unos pocos años. Ahora el sector trabajador y el medioambiente serán los encargados de pagar el costo de haberse endeudado sin haber podido desarrollar grandes cambios estructurales. Con este descontento popular de trasfondo es fácil entender que una medida aislada pueda ser la gota que rebalse el vaso del malestar, y se transforme en protestas masivas que no parecen tener solución para los gobiernos, de manera tal que, uno a uno, irán cayendo, y sus reemplazantes correrán más o menos la misma suerte.

De hecho, si tenemos en cuenta el crecimiento poblacional, a pesar de esa meseta que mencionamos, vienen cayendo sin prisa y sin pausa tanto el PBI como el consumo energético per cápita. 

El lado positivo

Entendemos que el problema climático es un problema macro que arrastrará consigo a todas las otras crisis. No está de más recordar que para disminuir los efectos del cambio climático la única solución demostrada es detener, antes que nada, las emisiones de gases de efecto invernadero y, al mismo tiempo, comenzar a restaurar los ecosistemas vivos (sean bosques nativos, arrecifes de coral o demás ecosistemas frágiles). Observamos que a pesar del conocimiento público de éste problema, ningún gobierno ha decidido tomar medidas efectivas para encarar el decrecimiento, ni siquiera en un plan de largo plazo. Por tanto, la única esperanza no ingenua es que a gran velocidad se detenga la producción de hidrocarburos y su consumo por el propio declive natural de los yacimientos. En Latinoamérica y Caribe esto está sucediendo (en 2019 las emisiones de CO2 cayeron un 1,15%) pero al no ser de conocimiento público, ni estar ampliamente difundido, nuestros gobiernos lo presentan como si el declive fuese un paréntesis temporal que en cualquier momento comienza a reactivase. Cada año que intentemos mantener el mismo nivel de consumo se transformará en un ejercicio más costoso para la sociedad en su conjunto: ya la producción propia no puede sostener esa demanda estancada.

La epidemia de covid-19 ha logrado ser un modo de detener el consumo energético (sobre todo el más innecesario) pero el costo en precarización de la vida y el costo en vidas en la región ha sido catastrófico, ya no por culpa de la geología sino por otra actitud, semejante en magnitud al problema energético, es decir, hacer políticas sin tomar en cuenta los datos básicos para mitigar los efectos del problema.

El conocimiento del declive energético debería ser la piedra angular para una política económica de plazos más largos, centrada en las necesidades humanas y ambientales, fundamentales para mantener una vida digna, menos dependiente de los vaivenes globales y con un tejido social más fuerte. Esperamos que este trabajo sea un aporte en ese sentido.