viernes, 30 de julio de 2021

Max Weber y el pico del petróleo

 Queridos lectores:

A raíz de mi último post, un lector me contactó para ofrecerme su reflexión sobre la interacción social y las posibilidades de comunicación. Él mismo tiene un blog (Reflexiones librepensantes) donde escribe bajo el nombre de Rubén Tala, y allí publicó el siguiente post (vean la fuente original), que reproduzco aquí a petición mía y con su permiso.

Les dejo con Rubén.

Salu2.

AMT


Max Weber y el pico del petróleo

Max Weber, uno de los "padres fundadores" de la sociología

El último post de Antonio Turiel en su blog me estimuló a unas reflexiones. Es un recorrido personal sobre las consecuencias negativas que tiene alertar públicamente sobre el pico del petróleo, tarea a la que él se viene dedicando hace más de 10 años.

Leyéndolo, me acordé de los tipos ideales de acción social en Weber. Son 4: acción racional con arreglo a fines, acción racional con arreglo a valores, acción emotiva, y acción tradicional.

Un tipo ideal es una herramienta teórica creada para el análisis. La acción social real no se ajusta a ningún tipo ideal, pero el tipo ideal sirve para encontrar patrones, y si por ejemplo una acción social coincide un 80% con la acción racional con arreglo a fines vamos a encontrar que ese tipo ideal es útil para el análisis y quizás también para diseñar una respuesta a esa acción.

Me identifico con Turiel en esta necesidad moral de alertar a quien quiera oír sobre el grave futuro que se nos viene, a pesar de las consecuencias negativas que me pueda traer. A pesar de que, como razona correctamente Turiel, estaremos del lado de los "perdedores" hagamos lo que hagamos. Esto sucede porque hacemos lo que hacemos no (sólo) para conseguir ciertos fines, sino para ser coherentes con ciertos valores. Estamos hermanadas en la racionalidad con arreglo a valores.

Ahora, esto no nos hace únicas ni especiales.

Tres tipos (ideales) de negacionismo

Aplicando los tipos ideales weberianos de acción social (también existen tipos ideales de dominación), encuentro los suficientes paralelismos entre reacciones negacionistas que recuerdo o puedo concebir tres de los cuatro tipos ideales. De manera que habría tres tipos de negacionismo:

  1. El negacionismo emotivo, que viene de reacciones puramente emocionales ante la perspectiva del colapso/decrecimiento.
  2. El negacionismo racional con arreglo a fines, cuando se tienen beneficios concretos por ejercer la actividad negacionista ($$$, estima de pares o superiores, seguridad).
  3. El negacionismo racional con arreglo a valores. Por ejemplo, la gente que tiene muy incorporados a los valores de este sistema (competencia, crecimiento), y gente con valores alternativos a los del capitalismo neoliberal (desde fascistas hasta marxistas, pasando por reformistas) con apego a ideas transformativas de la sociedad que presuponen la continuidad del actual productivismo.

Siendo un poco racional con arreglo a fines, ¿para qué nos puede servir esto? Para disminuir nuestra frustración (que es como una mochila), para aumentar nuestra lucidez sobre los motivos de la gente, para expandir la empatía, para discernir mejor y reaccionar de la manera más eficiente ante cada tipo de negacionista.

Yo mismo no lo tengo 100% resuelto, y de hecho lo estoy pensando a medida que lo escribo, pero tengo la sensación de que nos puede ser útil, y por lo tanto lo quiero compartir.

Tengo la intuición de que, para cuestiones sociales y por lo tanto complejas, una perspectiva integral (e integradora) siempre va a ser más útil y más apegada a la realidad que una perspectiva reduccionista.

Algunas conjeturas que derivo

Ante este nuevo conocimiento, si lo adoptamos, veo dos maneras de aplicarlo. Una hacia adentro y otra hacia afuera.

Hacia adentro

Comprendamos que no toda la gente negacionista es irracional ni cínica. Del otro lado también hay argumentos racionales y también hay valores. En nuestro lado también hay un componente emocional que necesitamos reconocer, como acto de sinceridad y para no caer en el racionalismo.

La racionalidad con arreglo a valores tiene la ventaja de ser "incorruptible" pero también la desventaja de tratar injustamente a argumentos verdaderos que cuestionen nuestros valores y de no considerar lo suficiente los resultados deseados de nuestro accionar. Chequeemos nuestros sesgos. Necesitamos afectos aliados que no estén en el tema pero tengan la habilidad de conservarnos honestos. Si somos como Mulder, necesitamos una Scully.

Hacia afuera

Podemos diseñar una respuesta adecuada para cada tipo de negacionismo. Como primera medida, todos requieren que ampliemos nuestra empatía.
  • En el caso del negacionismo emocional, se requiere una actitud compasiva más que argumentos fríos sobre los hechos. Nosotras mismas hemos hecho ese duelo por nuestra civilización y las expectativas dentro de ella (algo hablé sobre este tema), pasa que ahora estamos en la etapa de la aceptación y hemos hecho las paces con la realidad. ¿Cómo ayudamos a transitar el duelo a quienes están en las etapas anteriores como la negación, la ira, la negociación?
  • El negacionismo racional con arreglo a valores, en cambio, sí requiere argumentos fríos sobre los hechos. Si en la oposición se encuentra gente esencialmente sincera pero equivocada, los hechos encontrarán su camino a sus cabezas, y nuestro rol es acercárselos y ser pacientes con sus tiempos (y con sus ocasionales estupideces, que seguramente habremos hecho también).
  • El negacionismo racional con arreglo a fines. A menos que haya un fin para este negacionismo que esté relacionado al bien común y yo no esté viendo, aquí sí estamos hablando de gente mentirosa y con motivaciones espurias. No veo otra salida que desenmascararla (necesitamos pruebas). Sobre todo para beneficio de los anteriores.

Y de vuelta hacia adentro

Dicho todo esto, recordemos la distancia entre los tipos ideales y la realidad y recordemos que la sociología puede clasificar cómo actúa la gente y explicar por qué lo hace, pero eso no clasifica ni explica a la gente en sí (somos seres bio-psico-sociales, no solo sociales).

Seguro que si aplicamos algo de "auto-socioanálisis", veremos que a pesar de considerarnos personas racionales, estamos actuando de manera emocional o tradicional en otros aspectos de nuestras vidas.

domingo, 25 de julio de 2021

De fanáticos y perdedores


Queridos lectores:

En los 11 años que llevo haciendo divulgación sobre el problema del peak oil me he encontrado en numerosas ocasiones con ataques, más que críticas, dirigidas contra las personas que hablamos de este tema y de la crisis energética en general. La naturaleza de estos ataques, siempre descarnados y frecuentemente groseros y maleducados, ha ido evolucionando con el paso de los años, y siempre han ido dirigidos a evidenciar las razones ocultas e inconfesables que según nuestros detractores nos mueven a los peakoilers a hablar de estos temas. Como podrán comprobar si leen los comentarios del blog de hace unos años,  a mi en particular me han acusado de estar a sueldo de las petroleras, del lobby del carbón, del lobby nuclear y, posteriormente, del lobby renovable. Hace diez años me decían que era un imbécil porque en modo alguno iba a escasear el petróleo; hoy en día, me dicen que soy un imbécil por decir que no se puede sustituir plenamente toda la energía fósil por renovable, y que aún la que se sustituya va a ser con muchas dificultades. Como ven, lo único que ha permanecido inmutable es que soy un imbécil, aunque al final se esté cumpliendo que nos vamos a ver obligados a dejar el petróleo (los más ingenuos pensarán que lo dejamos "porque queremos", "por nuestro compromiso con el planeta" y esas cosas, y no porque su producción decae ya inexorablemente).

Pero, volviendo a la naturaleza de los ataques que sufrimos quienes decimos que el decrecimiento energético y material  es inevitable, y como quiera que aparentemente ya no queda ningún lobby más al que pudiera gustarle lo que decimos, algo que me estoy encontrando ahora y que es relativamente nuevo es el calificativo de "fanático".

Este giro de guión, este paso de ser acusado de estar vendido a algún interés económico a ser tildado de poco menos de adorador del demonio y seguidor de un culto milenarista, es en realidad muy revelador sobre el punto al que ha llegado nuestra sociedad y la dificultad de digerir noticias que no le gustan.

Desde una visión salvajemente capitalista, todas las relaciones en la sociedad, las humanas incluidas, están mediadas por la consecución del propio interés. Por tanto, cuando un colectivo de personas, mayoritariamente con perfiles profesionales del ámbito de la ciencia y la ingeniería, comienzan a decir algo que descuadra con los intereses identificados como mayoritarios, se asume que lo hacen por una razón económica, que están a sueldo de alguien, que trabajan para una industria. En definitiva, que dicen lo que dicen porque esperan conseguir un beneficio económico con ello. Esto permite rápidamente apartar ciertas ideas nocivas para el interés de uno, porque "no son independientes", "están condicionadas por tal o cual lobby". A decir verdad, este tipo de situaciones pasa tan frecuentemente que desdeñar ciertas ideas porque parecen interesadas es una reacción bastante lógica.

El problema comienza cuando se evidencia que el discurso que contraria no puede comportar ningún beneficio económico. En suma, lo que contamos los peakoilers es que nos estamos quedando sin petróleo desde 2018 (sin diésel desde antes, desde 2015) y que ninguna fuente podrá substituir de manera plena al petróleo. Que estamos abocados al descenso energético y a la escasez de todo tipo de materiales (como la que ya está empezando). Que se necesita planificar correctamente la transición, la cual tendrá que ser más rápida de lo previsto. Y que el modelo de transición que se plantea hoy en día, basado en el uso masivo de combustibles fósiles, dependiente de multitud de materiales y orientado a la producción de electricidad, simplemente no es viable ni ahora ni en el largo plazo.

Sobre todo la gente que está muy metida en el tema de la transición energética actual ve estas objeciones como un "no a todo" (sin darse cuenta de que lo es "a todo lo que se plantea", no a todo lo que se podría plantear). Resulta tentador desdeñar estas críticas atribuyéndolas a un interés económico espurio, como siempre se había hecho, pero teniendo en cuenta la barbaridad que decimos los peakoilers eso tampoco cuadra. Así que hay que buscar otro motivación, una razón que permita descalificarnos e ignorar nuestras objeciones. Podría intentar alegarse ignorancia, pero eso es difícil si la gente que decimos esto tenemos un perfil técnico. Por tanto, es así como llegamos a lo de "fanáticos".

Yo encuentro curioso que personas con responsabilidad política o provenientes también del mundo académico se queden conformes con esa explicación. Ven científicos, ingenieros, profesores, técnicos, etc que les están diciendo que esta transición no es posible y la explicación a tales críticas es que toda esa gente, tan formada, con tanto conocimiento, simplemente son unos fanáticos. Por supuesto, en seguida en el barco del fanatismo se meten otras cargas por la cara y según convenga: apocalípticos morbosos (deseáis el fin del mundo), románticos de los viejos tiempos (idealizáis épocas pasadas), fascistas encubiertos (defendéis una imposición dictatorial), ecolojetas reaccionarios (estáis en contra del progreso con vuestra locura por la Pacha Mama), etc, etc.

Todo en vez de mirar la verdad a la cara. Todo en vez de intentar entender por qué gente tan formada se mete en este agujero. Todo en vez de mirar la motivación real.

La motivación real de los peakoilers es que somos unos perdedores.

Lo sabemos desde el día mismo que empezamos a hacer divulgación. Yo lo sé desde el mismo momento que creé el blog. Sabía a lo que venía: yo he venido aquí a perder.

Pase lo que pase, los peakoilers perderemos.

Nosotros, simplemente, hemos visto un riesgo muy grande al cual la sociedad, estúpidamente, sin ningún argumento racional, ha decidido no mirar, porque no le gusta lo que ve. Dado que entendemos muy bien la situación, sabemos que no se está tomando ninguna decisión racional para encarar esto. Toda la respuesta es emocional. Todo la euforia "de progreso" es infundada. La hemos analizado una y otra vez. Sabemos que no tiene sentido. Sabemos que está abocada al fracaso. Sabemos que podría causar el colapso de la civilización.

Y, delante de eso, tomamos una decisión. La de intentar alertar, la de intentar hacer pedagogía. Con la intención de evitar los peores escenarios. Con la intención de que se pueda corregir el rumbo, al menos parcialmente. Con la intención de minimizar los daños.

Y sabiendo que, pase lo que pase, vamos a perder.

Porque si al final conseguimos que se tomen medidas correctoras, y lo peor no pasa; o si estábamos completamente equivocados, y lo peor se sortea sin mayor sobresalto, quedaremos como los imbéciles que somos. Perderemos.

Y si no se toman medidas correctoras y al final sobreviene lo peor, a despecho de cuanto esfuerzo hagamos, también perderemos porque todos, como sociedad, perderemos, y tus vecinos no se conformarán con un "ya os lo dije".

No hay nada bueno a sacar de ser un peakoiler. Hagas lo que hagas tú, personalmente, ya has perdido. Incluso si no haces nada ya has perdido, porque vivirás sabiendo que toda la miseria que viene se podía haber evitado. Más de una vez he visto comparar la epifanía que sobreviene cuando uno comprende qué es el peak oil con tomar la pastilla roja de la película Matrix. Yo siempre digo que hay una diferencia importante: esta pastilla, en vez de darte superpoderes, te da subpoderes. Eres más débil que antes. Eres, ya para siempre, un perdedor.

Es por eso que nuestros detractadores no nos comprenden. Porque elegimos perder a nivel personal, con la esperanza de intentar salvar algo a nivel colectivo, a nivel local, quizá solamente a nivel familiar. Sacrificamos nuestra vida, nuestra carrera y nuestro buen nombre intentando salvar algo que vale más: las vidas de otras personas.

Por eso no nos entienden. Porque, contra la lógica del beneficio directo que impulsa el discurso hegemónico de esta sociedad, elegimos la pérdida propia en beneficio de un bien mayor. Porque elegimos perder para ganar algo más valioso que nosotros mismos. Por eso nos consideran fanáticos, pero en realidad somos perdedores por amor al prójimo. 

Salu2.

AMT 

domingo, 18 de julio de 2021

Las ilusiones renovables

 

Queridos lectores:

Al hilo de recientes discusiones en las redes sociales, me he dado cuenta de que un argumento que se está usando para justificar el insostenible y procolapsante modelo de transición renovable que se está proponiendo desde las instancias públicas es la gran cantidad de estudios aparecidos en revistas científicas que "demuestran" (así me dicen) que el 100% renovable es posible. Me han llegado a citar que se han compilado 180 artículos científicos que muestran tal tipo de transición renovable, como si el masivo número fuera prueba de autoridad suficiente y no cupiera discutir más. Dado que, contrariamente a lo que suelen pensar mis contertulios en las redes sociales, algo sé de este tema porque mi escasa producción científica en este campo es precisamente sobre el diseño de sistemas 100% renovables, he creído conveniente escribir este post para sintetizar mejor por qué ése no es un argumento válido, y menos aún para justificar las políticas públicas que se están emprendiendo. Discutiré la cuestión primero desde la perspectiva general, y luego aludiré a mi experiencia personal en el campo, puesto que a veces las cosas se entienden mejor por la virtud del ejemplo (y espero que así también entiendan que mi posición no viene de un agorerismo fanático apriorístico, sino de una contemplación de y reflexión sobre la naturaleza de las cosas).

Comencemos por algo muy básico: la ciencia no funciona por un sistema democrático. La verdad de un aserto no se valida por el hecho de que haya muchos estudios, aunque sean 180, que parecen respaldarlo. Por supuesto que la gran cantidad de estudios avalan que probablemente se puede hacer, pero hay que estudiar y analizar los susodichos 180 estudios para ver cuáles son las condiciones de aplicación. Porque ésta es la primera cosa que los profanos al ejercicio de la ciencia no entienden: ningún estudio es completamente comprehensivo porque tal cosa es imposible, dada la complejidad y multitud de factores que intervienen en el mundo real. Cada estudio se apoya en un conjunto de hipótesis limitantes bien definidas, y ningún estudio sobre una cuestión de mediana complejidad pretende dar la solución última y final a esa cuestión, sino tan solo entender una parte del problema. Para hacer las cosas más complicadas, cada estudio establece unas hipótesis explícitas, pero al tiempo, inevitablemente, parte de unas hipótesis implícitas que no siempre son evidentes. Por ejemplo, y como cuestionaba yo a unos de mis contertulios, ninguno de los citados estudios considera ni integra el problema de la escasez de materiales y energía, o el rendimiento energético de las instalaciones; y todos ellos asumen que habrá una base industrial funcional como la actual que, de manera continua, va a permitir sin mayores sobresaltos construir todos esos sistemas.

La segunda cuestión a considerar es que lo que están proponiendo esos 180 artículos son cosas muy dispares y en ocasiones contradictorias. Cuando uno entra en los detalles de lo que dicen los artículos, algunos asumen una cantidad de energía en los vientos que es hasta 10 veces superior a la que suponen otros estudios; en algunos casos, las curvas de producción solar son bastante más grandes que en otros, que los últimos resuelven asumiendo que habrá un aumento desmesurado de la eficiencia. La manera de hacer el aprovechamiento energético también varía salvajemente de un estudio a otro, en algunos casos apoyándose en el coche eléctrico, en otros en los motores basados en hidrógeno y en algunos otros en biocombustibles. No es por tanto de extrañar que, al margen de esa cifra relativa de producción renovable, 100%, que se dice poder alcanzar, las cantidades absolutas de energía que creen poder producir unos y otros estudios difieren a veces hasta en dos órdenes de magnitud. Tal disparidad de criterios debería hacer sospechar al lector de que la madurez técnica de estos estudios es todavía limitada, que las incertidumbres sobre el potencial renovable son bastante amplias y que aunque uno encuentre 180 estudios en los que se consigue el 100% renovable, debería haber una cantidad significativa de otros estudios que se queden sensiblemente por debajo del 100%. Pero ahí interviene otro factor: cuando un grupo de investigación hace un estudio y no consigue llegar al anhelado 100%, simplemente no lo publica, dado que el objetivo está claramente marcado y si uno no lo consigue se considera que no es interesante. De ese modo, se tiene un sesgo de confirmación en la producción científica, porque de todo el amplio abanico de resultados se publican solo aquéllos que llegan a la marca del 100%.

Hay, por último, una tercera cuestión, que es de nuevo un sesgo de confirmación, que funciona como un sesgo de elección. Quien me cita esos 180 artículos que muestran, a su entender, la factibilidad del 100% renovable, está ignorando la vastísima literatura científica sobre los límites que la escasez de materiales y de petróleo imponen a la transición renovable. Esos artículos están ahí, publicados en las mismas revistas que los otros, solo hay que buscar "renewable" y "scarcity" o "resource scarcity". Seguramente no son tantos, porque no es una temática muy popular (y ahí hay un tercer sesgo: muchas veces hay que pelearse con los revisores para que te lo publiquen, porque no les gustan las conclusiones pero no porque sean lógica o científicamente erróneas) pero cada vez son más, porque es una temática emergente. En todo caso, nadie que se plantee un análisis sobre la viabilidad de una transición 100% renovable puede decidir ignorar esos estudios que hablan de dificultades, dificultades que precisamente los otros estudios no consideran. No es ni medianamente serio, a día de hoy, que se plantee una discusión sobre la transición renovable sin haber leído nada de Carlos de Castro, Ínigo Capellán o Alicia Valero, por poner ejemplos de tres autores patrios; pero es que hay muchos más en la escena internacional (y para desmayo de los gestores que lo apuestan todo al 100% renovable eléctrico, cada día hay más).

Plantear un modelo de transición al 100% renovable es algo extremadamente complejo, y que requiere un grupo de trabajo multidisciplinar y un estudio durante mucho tiempo, complementado tanto como se pueda con experiencia de campo. Es presuntuoso y arrogante creer que uno solo puede acometer una tarea de tal envergadura, con tantos vericuetos y complejidades tan pronto como uno empieza a entrar en los detalles de los usos energéticos en cada industria y en cada sector. Demasiadas veces me he encontrado con algún ingeniero con muchas primaveras ya en sus cabellos que pretender planificar la transición a golpe de hoja Excel. Ojalá fuera tan sencillo.

Justamente, mi propia escasa experiencia en estas lides me ha demostrado cómo de difícil y complejo es hacer un diseño de transición al 100% renovable que pueda ser medianamente creíble. Comentaré aquí solamente sobre tres artículos en cuya elaboración yo participé y que por tanto conozco mejor, aunque mi grupo publicó unos cuantos más.

En el año 2012 publicamos un estudio sobre cómo implementar un modelo 100% renovable (García-Olivares A., Ballabrera J., García-Ladona E. & Turiel A., 2012. A global renewable mix with proven technologies and common materials. Energy Policy 41, 561–574; también escribimos un post sobre el artículo). El objetivo de este estudio era determinar si era posible hacer una transición hacia el 100% renovable sin tener que asumir, como hacían muchos otros estudios, que aparecerían nuevas tecnologías disruptivas que permitirían mejorar de manera inverosímil la eficiencia. Además, buscamos que no se tuviera que utilizar materiales escasos, justamente para no tener que preocuparnos de los límites materiales. Por último, los sistemas a implementar deberían tener una TRE adecuada. La conclusión de nuestro estudio es que, efectivamente, se podría hacer tal sistema. Eso sí, se requeriría 1)  una cooperación internacional sin precedentes; 2) el práctico agotamiento de las reservas conocidas de cobre; y 3) el establecimiento de una economía de guerra durante 30 años. Como bonus, además, una vez culminada la transición la economía debería ser estacionaria para siempre jamás. Entre las limitaciones de este estudio se encuentran que utilizamos un enfoque bottom-up (en vez del top-down, que Carlos de Castro y sus colaboradores demostraron que era el correcto), por lo que nuestra estimación del potencial renovable está sobreestimada; y que no integrábamos el impacto del inminente descenso de la producción de petróleo en nuestros planes de transición.

En 2018 publicamos otro estudio que abordaba parcialmente el último de esos problemas (Solé J., García-Olivares A., Turiel A. & Ballabrera-Poy J., 2018. Renewable transitions and the net energy from oil liquids: A scenarios study. Renewable Energy 116, 258-271; y su post asociado). Tomando como referencia varios escenarios de declive de la producción de petróleo a partir de los informes de la AIE - retrospectivamente, la mayoría de estos escenarios resultan ser demasiado optimistas -, analizamos a qué ritmo se debería producir la sustitución renovable para compensar su caída. En los casos más extremos, los ritmos llegaban al 8% de crecimiento anual (y eso que descartamos incluir en el artículo algunos escenarios donde se llegaba al 20% anual para evitar el rechazo de los revisores). Por último, el artículo discute cómo debería ser el sistema de sustitución al 100% renovable, dando algunas directrices de cómo debería implementarse teniendo en cuenta estos problemas.

En aquel momento, sin embargo, ya teníamos claro que el problema era demasiado complejo, con demasiadas variables interactuando entre ellas. En la época en la que enviamos el artículo ya estábamos comenzando el proyecto MEDEAS, un proyecto financiado por la Comisión Europea que coordinó mi compañero Jordi Solé, cuyo objetivo era la elaboración de un modelo que permitiese testear los problemas de los escenarios de transición que se quieran proponer. Usando MEDEAS uno puede detectar si, para hacer un determinado modelo de transición, uno va a agotar algunas materias primas, va quedarse corto de petróleo o si va a disparar la concentración de CO2 o el paro. Así son los modelos de dinámica de sistemas, indispensables para poder capturar una parte aún pequeña pero significativa de la complejidad del mundo. Fruto de esos cuatro años de trabajo intensos, aparte del Libro Blanco, sacamos un artículo (J. Solé, R. Samsó, E. García-Ladona, A. García-Olivares, J. Ballabrera-Poy, T. Madurell, A. Turiel, O. Osychenko, D. Álvarez, U. Bardi, M. Baumann, K. Buchmann, Í. Capellán-Pérez, M. Cerny, Ó. Carpintero, De Blas, C. De Castro, J-D. De Lathouwer, C. Duce, L. Eggler, J.M. Enríquez, S. Falsini, K. Feng, N. Ferreras, F. Frechoso, K. Hubacek, A. Jones, R. Kaclíková, C. Kershner, C. Kimmich , L.F. Lobejón, P.L. Lomas, G. Martelloni, M. Mediavilla, L.J. Miguel, D. Natalini, J. Nieto, A. Nikolaev, G. Parrado, S. Papagianni, I. Perissi, C. Ploiner, L. Radulov, P. Rodrigo, L. Sun, M. Theofilidi, 2020. Modelling the Renewable Transition: scenarios and pathways for a decarbonised future using pymedeas, a new open-source energy systems model. Renewable and Sustainable Energy Reviews 132, 110105). Se habrán fijado en lo larga de la lista de autores: es lo que tiene ponerse en serio en una modelización de la transición, que se requieren equipos amplios y multidisciplinares. El artículo es una presentación de la herramienta pymedeas, el programa en Python de software libre (sí, se lo pueden descargar si quieren) que contiene el modelo MEDEAS. Como he dicho, este modelo sirve para comprobar si determinados escenarios de transición son o no transitables, y dónde se producen los mayores problemas, dando pistas sobre cómo resolverlos. Como ejemplo de aplicación, se muestran varias ejecuciones del modelo MEDEAS pero de manera restringida (desactivando algunos módulos de retroalimentación). Uno de los escenarios es el de Transición Renovable Rápida, y arroja información interesante: 1) la temperatura del planeta supera durante algunos años la marca de los 1,5 ºC que se ha fijado por el IPCC, por culpa del gran consumo fósiles requerido para el despliegue masivo renovable, y ello obliga a que el esfuerzo final se centre en la captura de carbono; y 2) el consumo de algunos materiales se dispara hasta tres veces sus reservas conocidas (el módulo de materiales se desconecta parcialmente para esta simulación).

El proyecto MEDEAS no representa ni mucho menos el final del camino, puesto que es necesario incrementar la granulosidad de la simulación y mejorar las funciones de producción y retroalimentación para describir mejor y con más detalle los escenarios. Éste es el trabajo que se está llevando a cabo con un nuevo proyecto europeo, LOCOMOTION, coordinado desde la Universidad de Valladolid. 

Y a medida que conocemos mejor la situación y mejoramos nuestro entendimiento de las retroalimentaciones entre las diferentes variables, queda cada vez más claro que a la transición renovable se llega por un camino cada vez más estrecho el cual podría cerrarse abruptamente si tomamos malas decisiones.

Por eso, queridos lectores, las cosas no son tan sencillas como contar cuántos artículos parecen decir una tal cosa. Hay que leer, hay que entender y, sobre todo, hay que reflexionar. Nos lo jugamos todo en esta apuesta y no nos podemos permitir el lujo de fallar.

Salu2.

AMT

viernes, 16 de julio de 2021

Energía en Latinoamérica: Bajando un escalón

Queridos lectores:

Como cada año,  Demián Morassi nos ofrece su análisis de cómo evoluciona la producción y demanda de energía en Latinoamérica. Pasado ya el pico, uno puede comprender algunos cambios que se están dando en la región simplemente viendo la evolución del sistema energético. Importante y preocupante.

Les dejo con Demián.

 

Salu2.

AMT 

 

 

Energía en Latinoamérica: bajando un escalón



Como cada año desde que comenzamos con estos reportes hay algún detalle que nos interesa llamar la atención. El año del inicio de la pandemia evidentemente fue un corte en el consumo energético global, en Latinoamérica y Caribe podríamos verlo como un paso definitivo hacia un escalón más bajo, tanto en el consumo como en la producción. Recordemos que la producción de energía está a la baja desde hace seis años, al pasar el pico del gas y el carbón, ambos en 2014. El aporte de las nuevas "renovables" (eólica, solar y geotermia) está en expansión pero no alcanza a compensar la menor producción de las fuentes fósiles y ni siquiera la caída de la producción de la principal renovable que es la energía hidroeléctrica.

La información con la que acá trabajamos está desglosada del BP Statistical Review of World Energy (1) que tiene la particularidad de separar Norteamérica por un lado y el resto por otro, por lo tanto hay que ir sumando los datos de México para incluirlos en cada gráfico. México justamente es quien en el último lustro está definiendo que la región venga en declive productivo. Brasil venía siendo el motor que compensaba la caída productiva del resto de países importantes (Argentina, Venezuela y Colombia) pero a nivel de consumo no ha visto casi cambios desde 2013, esto indica que ni la industria ni la población se han visto beneficiadas con ese mayor aumento en la producción.

En 2020 no ha habido caídas espectaculares como en otras regiones pero lo que se nota claramente es el bajón de los pocos recursos que se exportan, el más notorio es el carbón, tanto el colombiano que es el principal productor como el mexicano que cayó por debajo de la mitad del 2019 y, siguiendo con su colapso, la producción venezolana de petróleo ya pasó a ser la quinta a nivel regional (luego de Brasil, México, Colombia y Argentina) y mientras el bloqueo continúe no se percibe un cambio en las posibilidades de algún resurgimiento.

Por supuesto que estos datos que generan gran incertidumbre para el sistema socioeconómico que habitamos es siempre buena noticia para el ambiente. Las emisiones de CO2 han caído a un nivel inesperado sólo un año antes pero no muy diferente a la caída que tuvo durante el año posterior a la crisis del 2008.

Vamos con los gráficos que es la única manera de captar el panorama histórico con sus particularidades.

Petróleo sin turismo y sin compradores

La producción de petróleo viene en caída exacerbada por las dificultades políticas de Venezuela más aún que por las dificultades geológicas, sin embargo es bueno recordar dos cosas del caso venezolano, el pico de producción fue uno de los primeros de la OPEP, en 1998, su caída de veintitrés años sólo tenía algo de optimismo con la posibilidad de sacar petróleo ultrapesado de la reserva más importante del mundo que está en la cuenca del Orinoco. Pero las dificultades de extraer este petróleo mezclado con arena necesita demasiadas condiciones favorables que son todo lo contrario al contexto político que se fue dando luego de la muerte de Chávez, al mismo tiempo que el valor no se recompone a niveles que permiten desarrollar esta costosa industria de los bituminosos. La cuestión del bloqueo es central, de hecho los datos oficiales muy probablemente sean inexactos, algunas empresas han sido denunciadas por vender petróleo venezolano etiquetado como malayo, los niveles fueron bajos en 2020 pero para mayo de 2021 se calculaba en 324 mil barriles diarios.

En México, el cierre definitivo de Cantarell no encontró sucesor de peso, sigue habiendo expectativas tanto en el Golfo con mediante el fracking pero la realidad es que mientras se desarrollan esos costos emprendimientos la caída de los pozos principales sigue a un ritmo invariable, cada cinco años desde 2005 viene perdiendo medio millón de barriles diarios (de 3,8 mb/d en 2004 pasó a 1,9 mb/d en 2020).

Con este panorama alentador desde el punto de vista de la descarbonización global, es importante entender que el petróleo sigue siendo la fuente energética más importante del mix del continente, con más del 45%... La caída en la producción de petróleo arrastra hacia abajo a todo el sistema productivo de la región, con sus implicancias económicas que repercuten en la población. 

El frenazo en el turismo o en los traslados laborales puede ser una muestra de lo que se espera en esta (ya no tan) nueva normalidad de declive energético permanente.

En la gráfica pueden advertir como los niveles de consumo de países como México o Venezuela fueron más bajos que en cualquier momento de los últimos veinticinco años.

El gas se está gastando

Cuando hablamos de gas hay dos pequeñas economías que se ponen a la altura de los grandes: Bolivia y Trinidad y Tobago. 

Bolivia pasó de ser el país con más crecimiento económico sostenido a toparse con un golpe de estado justo antes del frenazo de la pandemia. Una población que venía ganando en confort gracias a que gran parte de la producción energética se había reconducido hacia sus habitantes, se encuentra rápidamente con un gobierno ilegítimo y con objetivos opuestos a los intereses mayoritarios. El experimento no duró mucho y cayó por su propio peso, pero lo que nos interesa es rastrear las causas materiales de la debacle de Evo Morales en el referéndum (que fue la excusa final para el golpe). Aquí podemos observar que la producción gasífera boliviana ya había tocado techo en 2014 con una caída ya evidente desde 2018. El combo de menor producción y precios bajos de su recurso estrella hacía imposible mantener la estrategia de desarrollo de la primer década de gobierno. Las dificultades para el nuevo gobierno democrático seguirán más allá del apoyo popular.

Trinidad y Tobago, por su parte, llegó a su pico en 2010 y mantuvo una producción declinante y muy atada a los vaivenes del precio de exportación del gas. La pandemia dejó al descubierto lo vulnerable de la economía del archipiélago. En 2020 su producción cayó un cuarto de lo que se producía diez años antes (de 40 a 30 millones de m3) cuando en 2019 se producían cerca de 35 millones de m3.

Sin embargo el amperaje de la región lo siguen moviendo los grandes, Venezuela y México registraron las caídas más notorias mientras que Argentina trata de mantenerse estable con Vaca Muerta pero su logros siguen siendo ínfimo a escala regional y su producción nunca volvió a los niveles que tuvo entre 2004 y 2008.

La caída en el consumo que llama más la atención, como en casi todas las gráficas sigue siendo la venezolana. Su producción gasífera estaba destinada casi de lleno a las necesidades de la industria del petróleo y, al caer la producción del líquido negro, el consumo de gas cae con él de la mano. Las caídas en el consumo fueron parejas en el resto de países pero es especialmente notoria en Brasil que es dependiente de Bolivia para cubrir un tercio de la demanda interna.

 

¿Cerrando la era del carbón? 

Latinoamérica se caracteriza por su escasa producción y consumo de esta fuente que supo disputarle hasta hace no demasiado la primacía al petróleo como fuente principal de energía a nivel global. 

En la producción se destaca el frenazo dado en México y Colombia. En México descendió más del 50%, sin embargo el gobierno de López Obrador busca reactivar esta industria languideciente que viene en caída desde 2011. En Colombia, que es el principal productor, la situación es distinta, la caída se retrotrae a niveles de hace dos décadas pero puede volver a reactivarse. Colombia produce el carbón más preciado a nivel global por ser de los más "limpios", sin embargo la demanda de carbón de los mayores importadores cayó estrepitosamente en 2020 (21% en Norteamérica, 16% en Europa y 6% en la India) y también los precios hacen poco atractivo salir a vender un mineral que puede quedarse esperando bajo tierra.

 

La demanda interna de carbón sigue pareja en la región, declinando levemente a medida que se buscan alternativas "renovables", sin embargo en 2020 la demanda interna de México mostró los efectos del frenazo industrial interno y de su vecino del norte. En menor medida se sintió en Brasil, Chile o el Caribe que son los grandes consumidores del mineral negro.


Renovando la visión de las renovables

Así como México mostró una caída en la producción y consumo de carbón, fue el país con el mayor aumento en la generación y consumo proveniente de la renovable más importante, la energía hidroeléctrica (un 13,4%), algo similar se vio en los países de Centroamérica y el Caribe, mientras que en Sudamérica cayó un 6%, pero como Brasil por sí sólo consume 2/3 de toda la energía hidroeléctrica de la región, podemos entender el descenso en el gráfico que arrastra al combo de renovables hacia abajo. Las demás fuentes siguen experimentando un crecimiento mientras que para la energía nuclear sigue habiendo proyectos pero con alto rechazo de las poblaciones sobre todo cuando se anuncia el lugar dónde se ubicarían. En Energía solar se destaca el aumento de generación en Argentina y México con un 60% más que el año anterior, sacándole ahora México gran diferencia a Brasil como líder en la producción de energía fotovoltaica, aunque en relación a su consumo, Chile es el que sigue estando al frente. En generación eólica también es Argentina el país que más creció en 2020 con un 89% de aumento aunque su producción es escasa en relación a Brasil o Uruguay.

Sin embargo vemos que casi toda la demanda de electricidad se sigue saciando con termoeléctricas a gas en México y Argentina e hidroeléctricas en la mayoría del resto de países. Las nuevas fuentes dependientes de desarrollos tecnológicos más complejos están abriendo una abanico de debates, por un lado permiten la descentralización de la generación eléctrica pero, por otro lado, traen mayor dependencia de empresas extranjeras que la generación de hidroeléctricas o los recursos fósiles de los cuales se tienen mayor control estatal.


Energía como base de la economía y de la situación política

La caída en la producción energética en nuestra región trajo consigo problemas económicos para casi todos los países. La región ya no es una exportadora neta de energía sino que gracias a experimentar un gran crecimiento a lo largo del siglo los niveles de consumo se dispararon y esa línea amarilla del gráfico supero a una producción que aún previo a la pandemia se encontraba niveles altos en términos históricos. Ahora, esa caída en la producción lleva inevitablemente una imposibilidad de disponer de energía propia para todo el sistema, lo que vuelve más frágil a cada uno de sus sistemas políticos que aún son parte de un modelo económico que sólo se sostiene con el crecimiento perpetuo. Los gobiernos ya no pueden endeudarse y dar por sentado que el siguiente ciclo les será suficientemente favorable para desarrollar sus industrias y pagar las deudas. El resultado, por ahora es que las poblaciones buscan salidas por el voto favoreciendo a los partidos opositores o bien estallan en grandes movilizaciones.


Estos dos últimos gráficos sirven para entender cómo viene cada país (o subregión) en lo que es el espejo de sus capacidades productivas. Sin embargo el efecto pandemia cuyo fin es incierto no sólo no se puede tratar como un paréntesis sino que más bien debe mirarse como una renovación en el pensamiento político y económico, desglobalizarse, repensar los traslados personales de larga distancia, renovar el uso de internet para las necesidades laborales urbanas y repensar el rol primordial de la salud pública y la producción de alimentos. 

Un interesante trabajo reciente puede dar cuenta de nuevos debates en torno a la "pobreza energética", el segundo número de la revista Energía y equidad, titulada "Energía ¿para quiénes?" nos muestra un panorama en el cual aparecen los hogares de bajos recursos que dependen de carbón vegetal y deshechos (más del 40% de hogares en Honduras, Nicaragua, Haití y Guatemala) o leña húmeda muy contaminante (el caso del sur de Chile), cortes eléctricos como problema habitual en muchas ciudades del Caribe mientras que en Centroamérica países como Guatemala o Nicaragua aún tienen un 15% de la población sin acceso a electricidad y algo parecido puede verse en los asentamientos rurales de Perú o Bolivia. 


Por último destacamos cada año el declive en las emisiones del principal gas de efecto invernadero, si bien la gráfica no tiene en cuenta los incendios forestales y otros emisiones relacionadas con la agricultura, es importante ser conscientes de cómo van de la mano el consumo energético fósil con el dióxido de carbono emitido por el sistema. La pandemia permitió a los sectores más pudientes a tener un panorama de cómo es vivir una vida energéticamente más austera pero también la caída inevitable de emisiones puede hacer que nuestros gobiernos se desentiendan de proyectos estratégicos que vayan en ese sentido y sigan buscando producir todo el carbón, gas y petróleo que tengan a mano ya que sus números son suficientes para hacer buena letra ante los pactos climáticos.


Referencias

1. Statistical Review of World Energy 2021: https://www.bp.com/en/global/corporate/energy-economics/statistical-review-of-world-energy.html

2. Revista Energía y Equidad N°2: Energía ¿para quiénes?  (2021) VV.AA. http://www.energiayequidad.com/PDF/1.Revistas/E_y_E_2021-N2_Energias_para_quienes.pdf