martes, 24 de junio de 2025

Crónicas de la caída: Junio de 2025


Queridos lectores:

No me esperaba yo que tan pronto tuviera que escribir un nuevo post de esta serie dedicada a los eventos abruptos que van a marcar esta fase del descenso energético y material de nuestra sociedad, pero está visto que desde que Donald Trump accedió a la presidencia de los EE.UU., este tipo de turbulencias se van a dar con mayor frecuencia. Conste que yo opino que el Sr. Trump es más bien el síntoma, y no la enfermedad, pero está claro que esta etapa va a ir bastante ligada a su presencia.

Diversas noticias han marcado la actualidad mundial durante las últimas semanas, pero particularmente lo ha hecho la escalada militar impulsada por el estado de Israel. Mientras prosigue su campaña de exterminio de la población palestina (con la aquiescencia y beneplácito de los gobiernos occidentales, aunque no necesariamente de las poblaciones de esos países), Israel ha subida su apuesta con una agresión directa a Irán con un bombardeo inicial de misiles, a la cual Irán ha respondido con sus propias armas a la que luego Israel ha replicado y luego Irán y así sucesivamente. Las cosas no parecían irle demasiado bien ni a uno ni a otro (al final, en estos juegos de guerra hipertecnificados actuales los daños son bien reales, comenzando por los que sufre la población), cuando, de repente y a instancias de Israel, EE.UU. ha decidido hacer acto de aparición, bombardeando las instalaciones de enriquecimiento de uranio de Irán, como muestra de que no van a permitir que ese país consiga la bomba atómica (que es la excusa habitual para hostigar a Irán, a pesar del hecho cierto de que en todas estas décadas nunca ha fabricado una bomba y que al parecer el propio ayatolah Jamenei considera inmoral ese tipo de bombas).

No voy a entrar en el análisis geostratégico del juego de ataques y réplicas, porque no es mi fuerte, pero parece bastante claro que hay un interés por todas las partes en mantener una cierta tensión pero sin llegar a una escalada hasta las últimas consecuencias. Israel no ha atacado todas las refinerías de Irán (un blanco fácil y que causaría un auténtico caos económico y logístico), solo y marginalmente una planta de gas, mientras que Irán no ha destruido las pocas plantas eléctricas de Israel (también un blanco fácil con enorme impacto social y económico). Por su parte, EE.UU. ha atacado Irán pero lo ha hecho de manera contenida, en instalaciones que habían sido previamente evacuadas y aparentemente con menos fuerza de la que se pretende hacer creer. Como réplica, Irán ha lanzado varios misiles lentos (recordemos que tiene supersónicos) contra una base americana en Catar, los cuales fueron completamente interceptados.

En resumidas cuentas, da la impresión de que nadie quiere llegar demasiado lejos en este macabro juego de golpes y contragolpes, y eso los mercados parecen descontarlo, ya que por ejemplo el precio del petróleo no ha subido mucho, y hoy mismo por ejemplo ha pegado un bajonazo muy importante.

Se tiene que decir que la actual situación es conveniente para tanto los EE.UU. como para Irán y otros países, en su mayoría aliados de los EE.UU. Una situación de tensión e inestabilidad favorece un precio del petróleo más elevado, y eso ahora mismo es algo completamente necesario para los EE.UU. Se estima que con los precios de 60$ por barril en los que estábamos estancados en las últimas semanas, uno de cada tres pozos de fracking había cerrado. Para mantener viva y en forma esta industria vital para los EE.UU., se necesitan precios de 80$ por barril o más. También necesita precios en ese rango Arabia Saudita, si quiere enjugar sus déficits públicos, y algo parecido le pasa a Irán. La guerra arancelaria que desató Trump (y que en su momento debió parecerle buena idea) ya ha originando una cierta recesión económica y con ella una caída de precio del petróleo; ahora, estos intercambios bélicos permiten compensar en parte ese efecto. Por cierto que esta dinámica de shocks de destrucción de demanda y amenaza de destrucción de oferta se conjugan bien, aunque sea algo peculiar, con un fenómeno que conocemos bien: la espiral

Desgraciadamente, se está jugando con fuego y en algún momento alguien puede cometer un error y rebasar alguna línea que no se debe de rebasar. Al final, hay seres humanos tomando las decisiones finales, y el problema con los seres humanos es que frecuentemente tienen reacciones emocionales y no perfectamente frías y racionales.

Lo peor que podría pasar para la economía mundial es que Irán decidiese el cierre total del estrecho de Ormuz, por donde pasa el 20% de todo el petróleo que se produce en el mundo, pero que también representa el 40% de todas las exportaciones de petróleo. Eso, para regiones que son grandes importadoras como Europa o China hace que Ormuz sea algo crítico.

Cerrar completamente Ormuz (por ejemplo, sembrándolo de minas, que costaría muchos meses barrer) es lo más próximo que tiene Irán a un ataque con armas nucleares. De manera prácticamente instantánea pondría la economía mundial de rodillas, con un precio del barril que podría llegar a superar los 150$. Sin embargo, uno de los grandes perjudicados sería China, aliado de Irán, mientras que a EE.UU. solo le afectaría marginalmente. Por eso, el cierre total de Ormuz es una solución extrema para Irán, a la que solo recurrirá si se enfrenta a un peligro existencial.

Una situación diferente se plantearía si se diera un cierre selectivo de Ormuz. De esa manera, Irán podría dejar pasar solamente aquellos petroleros con dirección a la India o a China, mientras que retendría o ralentizaría el resto. Irán podría hacer esto usando patrulleras, siempre y cuando no apareciera una potencia extranjera con sus buques de guerra. Si Irán consiguiera implementar ese tipo de cierre, el principal problema sería para Europa. Obviamente, Europa maniobraría para conseguir el petróleo por otros modos (recordemos que es algo habitual que la carga de un petrolero cambie varias veces de manos y hasta de destino en los meses que dura su travesía) y esto empujaría el precio al alza, pero no sería igual que con un cierre total porque Europa no podría encontrar reemplazo para todo y el precio moderaría su subida. Al final, Europa tendría que enfrentarse con un problema diferente al de la carestía y con el que conviven centenares de millones de personas cada día: la escasez. Para agravar la situación, de manera paradójica se podría dar que algunos países aprovecharan los precios altos no para aumentar la producción de petróleo sino para disminuirla. Tal podría ser por ejemplo la situación de Nigeria (uno de los principales proveedores de España), que ahora mismo sufre escasez de combustibles en su territorio porque prefiere destinar el petróleo a la exportación; si el precio sube mucho, podría reducir sus exportaciones para garantizar la paz social en su casa. 

Estos serían escenarios catastróficos para una Europa actualmente desorientada, que se está centrando sus esfuerzos económicos en una medida tan absurda como destinar el 5% del PIB a la compra de armamento para prepararse para una fantasmagórica guerra con Rusia, cuando en realidad sus problemas son otros. 

Para Europa, el cierre de Ormuz, incluso selectivo, aceleraría la caída económica del Viejo Continente. Hay tiempo aún para reaccionar, para tomar medidas que avancen en la transformación industrial y energética que necesitamos, pero ese tiempo se nos agota rápidamente. 

Y al mismo tiempo, nos preparamos para lo que parece que va a ser un verano con temperaturas sin precedentes. Tengan cuidado ahí fuera.

Salu2.

AMT 

P. Data: Otro día hablaremos de los informes que han salido recientemente sobre el apagón eléctrico en España del día 28 de abril de 2025, que también tienen mucha tela que cortar...

miércoles, 4 de junio de 2025

El próximo apagón

 


Queridos lectores:

Estaba a punto de levantarme esta madrugada, hacia las 5 de la mañana, cuando de repente se fue la luz. Nos dimos cuenta inmediatamente porque tenemos un dispositivo que pita en cuanto falta el fluido eléctrico. Me levanté para ver si era cosa nuestra, pero en seguida vi que no había luz en la calle. No habían pasado dos minutos que la luz volvió, un par de segundos, para después marcharse de nuevo. Al cabo de cinco minutos, otra vez lo mismo. Al final, al cabo de 45 minutos volvió definitivamente - bueno, definitivamente hasta el siguiente apagón.

Desde hace unos cinco años, quizá un poco más, esto viene siendo moneda común en mi barrio. Un par de veces al año se va la luz, generalmente durante alrededor de una hora, a veces dos. De hecho, el día del apagón del 28 de abril, mi barrio fue el último en recuperar la luz: mientras en buena parte de la ciudad ya había corriente a las 2 de la tarde (estamos muy cerca de Francia y eso favoreció la pronta recuperación), en mi barrio la electricidad no volvió hasta las 2 de la mañana. Yo siempre he atribuido esta inestabilidad a un defecto de la red de baja tensión de la ciudad, posiblemente no lo suficientemente mantenida. Pero a raíz de las informaciones que estos días siguen trascendiendo sobre el apagón del 28 de abril, he comenzado a pensar que quizá no sea la instalación de baja tensión la que falla, sino que simplemente no tolera la baja calidad de la señal que llega de la red de alta tensión. Quizá, después de todo, simplemente sucede que los transformadores de mi barrio cumplen con las especificaciones técnicas y no toleran desviaciones demasiado grandes respecto a los valores nominales de tensión.

Porque en las discusiones, e intercambio de acusaciones, entre los diferentes actores del esperpento que fue el apagón del pasado abril, hay varios detalles que han emergido con fuerza y con claridad. Uno de ellos es que la red eléctrica española es habitualmente inestable, con episodios repetidos de subidas de tensión y de variación de la frecuencia. Ya analizamos en este blog cuál fue la causa última del apagón: la incapacidad de la red para absorber las inestabilidades, fuera cual fuera su origen, debido a la falta de sistemas de estabilización que deberían haber acompañado la instalación de parques fotovoltaicos y eólicos. Éste es un problema muy generalizado en toda Europa, fruto de una normativa muy permisiva europea durante muchos años, más interesada en el fomento de una implementación rápida y agresiva de estas nuevas tecnologías que de mantener unos márgenes de seguridad para operar la red de alta tensión. De hecho, el 8 de enero de 2021 Europa entera estuvo a punto de sufrir un apagón, precisamente por esta incapacidad intrínseca de los sistemas actuales para amortiguar estos problemas. En el incidente del 28 de abril de 2025, España estuvo a punto de arrastrar a toda Europa: solo la desconexión automática del enlace con Francia fue capaz de evitar el desastre, y aún así la frecuencia en Europa quedó perturbada durante más de 30 minutos.

Fuente: EPRI webinar sobre el apagón, ver https://www.youtube.com/watch?v=LNStOXAsiDo


También durante estos días se ha insistido en que en ningún momento faltó inercia en sistema (capacidad de los sistemas de generación para amortiguar fluctuaciones en la potencia entregada a la red, cuestión que el maestro Beamspot ha analizado recientemente en su Substack), y se dice que el sistema español se mantuvo todo el tiempo en un factor de inercia por encima de los 2 segundos, tal y como manda la normativa europea. Dejando al margen la cuestión de si esos 2 segundos son inercia suficiente, lo cierto es que resulta difícil de creer que tal fuera la inercia, toda vez que en el momento del incidente más del 60% de la generación eléctrica era fotovoltaica y eólica; de hecho, un análisis reciente de la Universidad de Oviedo indica que desde las 9 de la mañana, cuando irrumpe la generación de energía fotovoltaica, el factor de inercia cae drásticamente y se mantiene en unos mucho más creíbles 1,3 segundos - hasta el apagón, claro, cuando cae aún más, y luego la recuperación de la red se hizo con sistemas inerciales, por eso va subiendo el factor de inercia. 

Lo que es innegable es que desde el día del apagón se está asegurando que a todas horas haya un porcentaje de generación eléctrica, de entre un 10 y un 30%, a través de plantas de gas de ciclo combinado, las cuales, junto con las hidroeléctricas, son las que proporcionan más flexibilidad, rapidez de respuesta, buena inercia y tienen también capacidad de absorber potencia reactiva. A pesar de que desde los canales oficiales de Red Eléctrica Española se ha insistido en que no se conocen las causas del incidente, simplemente esta manera de actuar, garantizando un cierto porcentaje de electricidad de plantas de ciclo combinado que entra en la generación por restricciones técnicas (más posiblemente lo que se encuentre a mano por si hay una emergencia, en reserva de capacidad), demuestra que saben perfectamente que la operación con tanta renovable descontrolada, podríamos decir que mal instalada, es peligrosa.

Quisiera recordar aquí, una vez más, que no se puede caer en el simplismo de decir que "las renovables son el problema". No es verdad. La tecnología renovable tiene sin duda sus limitaciones y problemas, pero lo que ha pasado aquí es que se ha permitido a las compañías eléctricas su conexión a la red de alta tensión nacional sin acompañarlas de sistemas de estabilización, algunos de los cuales ya los tienen las centrales convencionales (por ejemplo, volantes de inercia). Por decirlo de manera poco sutil, es como si se les hubiera permitido a las eléctricas conectar las placas, a una red tan compleja y de operativa tan complicada como es la red de alta tensión, como el que las conecta a su instalación doméstica. No es un problema de la tecnología: es un problema de cutrez. Y de excesivas prisas, porque al final es la normativa europea, acríticamente traspuesta en la normativa nacional, la que ha permitido este desatino. También por eso, las eléctricas se escudan en que ellas cumplen la norma para argumentar que no les corresponde a ellas pagar los costes de instalar todos esos sistemas de estabilización que ahora faltan.

Pero de alguna manera u otra, esto se tiene que arreglar. Muchas instalaciones fotovoltaicas tienen suscritos PPAs (Power purchase agreements, acuerdos de provisión de potencia), generalmente directamente con grandes consumidores o distribuidoras. Acuerdos privados cuyas cláusulas no conocemos, pero que aparte de fijar un precio convenido para esa electricidad (conveniente para el productor, que evita los vaivenes de la subasta mayorista cuando el precio se desploma; conveniente para el consumidor, que evita los vaivenes de la subasta mayorista cuando el precio se dispara), fijan también una cantidad de energía a ser suministrada. Y si no se cumplen esos compromisos de entrega de energía, se prevén indemnizaciones muy onerosas. Pero no conocemos cuál es el volumen de energía renovable que se tiene que entregar en virtud de esos PPAs. Nadie ha planificado esto, ha sido "el mercado" el que se ha encargado de decidir cuánto se tenía que producir de este modo. Y por tanto nadie se ha preocupado en saber si la cantidad de energía a producir no era excesiva porque haría que no se pudiera garantizar la estabilidad de la red.

Así que estos días estamos viendo cómo, progresivamente, se está disminuyendo la cantidad de electricidad producida mediante la quema de gas, mientras que al tiempo se aumenta la de origen renovable, y poco a poco nos vamos acercando a los porcentajes de generación del día del apagón. No verdaderamente: la generación mediante centrales de ciclo combinado se mantiene aún en el 10%, mientras que en el momento del incidente era de solo el 3,5%. Sin embargo, tengo bastante claro que hay una gran presión económica para incrementar la producción renovable, para garantizar que no se incumplen los compromisos de los PPA's. Los cuales no sabemos a ciencia cierta cuáles son.

Estoy seguro que desde REE se está vigilando con mayor cuidado toda la operación de la red, y que no se correrán riesgos innecesarios, aprendida ya la lección. Pero también estoy seguro de que la presión para forzar la generación renovable continuará, en función de esos compromisos adquiridos sin ningún tipo de planificación, lógica o supervisión. Simplemente, porque como siempre se asumió que los mecanismos de mercado eran los mejores para garantizar la gestión de un bien hoy en día tan básico como es la electricidad.

Aquí está el principal apagón en esta sociedad. Con tal de proteger los intereses de mercado de ciertas empresas, se permite todo tipo de barbaridades y desarreglos, sin que sea posible tener una información detallada de qué estamos hablando aquí, y no digamos ya tener mecanismos de control y supervisión para garantizar el bien común.

Es esta ceguera, es esta incomprensible dejación de todo en manos del lucro incontrolado, lo que puede llevar a todo tipo de fallos en nuestra sociedad, desde apagones eléctricos perfectamente evitables y absurdos, hasta la escasez de materias primas, medicamentos, chips y hasta alimentos.

Y aparentemente así seguiremos, hasta el siguiente fallo, hasta el próximo apagón, el cual nos cogerá con la misma expresión de incredulidad y estupefacción, simplemente porque no hemos entendido que la primacía del bien común, como cualquier derecho en democracia, no es una concesión, sino una conquista, y que como tal se debe defender. 

Salu2.

AMT