domingo, 28 de noviembre de 2010
¿Reconoceremos el Oil Crash?
Queridos lectores,
El otro día mi suegro me pidió que le ayudase a cortar leña. Como es una tarea un tanto pesada, le dije que por supuesto que le ayudaría. Total, que bajamos a donde guarda la leña y por el camino me dio un mazo de 5 kilos, mientras me iba explicando lo complicado que es acertarle a una cuña y que tenía que tener cuidado de no golpearme un pie, de que no me saltasen astillas y mil otras desgracias sin cuento. En fin, me sonó al típico regodeo con el que los del campo nos toman el pelo a los de ciudad (a pesar de que ya hace bastantes años que le ayudo con pequeñas tareas en la masía en la que viven). Estaba yo dispuesto a una sesión intensa de ejercicio cuando, al llegar abajo, me enseña una máquina que se acaba de comprar para cortar la leña, una maravilla que es capaz de partir cualquier tronco por grueso o correoso que parezca; con un pistón hidráulico, y funcionando con una potencia eléctrica doméstica (menor que 4Kw) es capaz de ejercer una presión equivalente a aplicar un peso de 10 toneladas, ahí es nada; total, que en dos minutos de reloj cortamos suficiente leña para quemar en la chimenea durante un par de días. En fin, la broma de mi suegro fue simplemente para mostrarme cómo los adelantos de la sociedad moderna hacían la vida más ligera, pero a mí me suscitó otras reflexiones.
La máquina de mi suegro permite amplificar de una manera prodigiosa el resultado o output del trabajo hecho con igual cantidad de mano de obra; no sólo eso, sino que al reducir la penosidad y riesgo de la tarea (para poner en marcha el pistón se han de accionar dos palancas con las dos manos, evitando así que por las prisas uno se atrape una mano) se aumenta de manera enorme la productividad. La anécdota revela hasta que punto la energía es ese fluido invisible que consigue una enorme amplificación del resultado de aplicar mano de obra, y que está en la base del enorme éxito material de la sociedad industrial. Estamos tan acostumbrados a que accionando un botón o una palanca se levanten pesos del orden de toneladas, o que accionando unos mandos transportemos mercancías o incluso a nosotros mismos por distancias que a pie nos llevarían muchas jornadas en el plazo de unas pocas horas, que creemos normales estos prodigios y no nos cuestionamos la dificultad técnica y la exigencia energética que implican. Por ese mismo motivo, porque la energía es invisible, se plantea el problema de que su creciente carestía no resulte evidente a una sociedad acostumbrada a ignorarla, y que el diagnóstico de los problemas sea equivocado.
Ya hemos explicado aquí que la simple escasez de petróleo explica por qué esta crisis no acabará nunca, no puede acabar. Sin embargo, discutiendo el otro día en la tertulia de Catalunya Ràdio me di cuenta de que es muy difícil explicar por qué es tan urgente abordar el problema de la energía en un momento en que toda la atención está centrada en la crisis económica, y que a la gente le resulta inverosímil que esta crisis sea, en buena medida, el resultado de la escasez de petróleo, que en el caso de la OCDE es algo tan real como que en cinco años ha perdido el 15% de su consumo de petróleo. A pesar de mi insistencia en los datos y en los informes, todo el mundo percibe la crisis energética como algo futuro, incluso aunque sea inminente, sin plantearse nunca que quizá es algo presente. Esta disonancia se explica en que la percepción natural de una crisis energética sea algo al estilo de los shocks de los años 70: una falta repentina de una porción significativa del suministro, precios rápidamente crecientes, falta de combustible en muchas gasolineras, colas, escasez, racionamiento... La gente cree que cuando la crisis se manifieste uno verá, como mínimo, precios del petróleo por las nubes de manera permanente. Sin embargo, esa idea choca con la manera en que la crisis energética se manifestó en 2008: una subida de precios que tenía casi cuatro años de recorrido, con un pico súbito en julio de 2008 de casi 150$ por barril, para después en seis meses llegar a los casi 36$ (y después subiendo progresivamente hasta los más de 80$ actuales). Tan inusual comportamiento ha hecho pensar a muchos que en 2008 lo que hubo fue un episodio de especulación, aunque la escasez de reservas en los petroleros confirma que lo que pasó fue un genuino exceso de demanda con una oferta que ya no podía crecer. Como ya hemos discutido tantas veces, la razón del descenso de precio fue la destrucción de una parte de la demanda, que ya no pudo seguir los precios: negocios que quiebran, ahorros que se evaporan, hipotecas que se dejan de pagar, caída del consumo, paro, recesión... y consecuentemente menos consumo energético, caída de la demanda y de los precios. En suma, lo que se aprecia como un posible episodio especulativo fue en realidad el azote de la crisis energética desencadenando una crisis económica, amplificada por el apalancamiento y la deuda de nuestra sociedad.
Uno de los peligros más graves que corremos es que sigamos sin reconocer que la crisis energética nos pone ya una losa sobre la cabeza que nos impide crecer. Porque eso implica que movimientos repetidos como el de 2008, que responden a la lógica de un techo, el de los recursos naturales, que cada vez será más bajo y se desploma sobre nuestras cabezas, serán interpretados como resultados de mala gestión del Gobierno de turno, de la implementación de políticas equivocadas y demás lugares comunes. Lo cual es cierto, pero las alternativas seguirán buscando lo mismo: el Bussines as Usual o la búsqueda del crecimiento infinito, sólo que por otros medios. Y mientras los gobernantes crean que la señal que nos enviará la crisis energética cuando se manifieste sean precios imposibles pero persistentes en el tiempo, persistirán en el error de mantener políticas orientadas al crecimiento ya imposible, con lo que conseguiremos perder el necesario tiempo para la adaptación y acelerar la bajada de ese techo que cada vez nos oprimirá más. Para cuando la crisis energética se manifieste de la forma esperada, las carencias serán ya tan profundas que estaremos en la fase de declive rápido y entonces será demasiado tarde para hacer nada.
Por todo ello es fundamental hacer comprender que, en realidad, la crisis energética está ya en marcha, que está indisolublemente unida a la crisis económica, y, peor aún, que las medidas que ahora se están proponiendo para compensar las deudas y retomar cuanto antes "la senda del crecimiento" están sellando nuestra perdición... Transmitir este mensaje, complicado y contradictorio con la percepción mainstream, es ahora un objetivo fundamental.
¿Reconoceremos el Oil Crash? Lo cierto es que ya está aquí, y aún no lo hemos reconocido...
Salu2,
AMT
jueves, 25 de noviembre de 2010
Preparando la transición: industria
Queridos lectores,
Recientemente una lectora ha pedido que explique un poco qué pueden hacer las empresas para adaptarse a la llegada del Peak Oil. Aunque es éste un tema más bien para un especialista en análisis y gestión de riesgos, creo que tiene cierta lógica que yo dé aquí mi propio punto de vista, siempre teniendo en cuenta que mi aportación sobre el particular se limitará a hacer algunas observaciones de carácter general y de sentido común. En la charla del Oil Crash siempre digo que la sociedad continuará necesitando producción industrial, cosa que es particularmente cierta si tenemos en cuenta que el esfuerzo de mantener cierta infraestructura vital (red eléctrica, vía del tren, algunas carreteras, puertos, etc) operativa requerirá de conocimiento y capacidad industrial. Sin embargo, toda esta industria tendrá que ser redimensionada debido a un consumo mucho menor y a la necesidad de usar en preferencia recursos locales. Por otro lado, habrá sitio para las empresas de menor peso industrial, pero su tamaño se verá aún más reducido.
Si Vd., lector, trabaja o es propietario de una pequeña o mediana empresa (las grandes empresas ya tendrán sus gabinetes de estudios para intentar advinar qué deben hacer), y quiere saber cómo capear este temporal, he aquí una relación de puntos clave que posiblemente debería de abordar.
- Comprensión del problema: Estamos hablando de una escasez creciente no sólo del petróleo, sino de todos los recursos no renovables (La Gran Escasez). El petróleo es sólo el mascarón de proa de un galeón de problemas que se nos viene encima. Se ha de pensar, por tanto, que durante la próxima década o dos décadas cosas que ahora son fáciles de conseguir y abundantes se volverán terriblemente escasas. Faltará, sobre todo, energía, tanto para mover máquinas, camiones y coches como energía eléctrica; pero además faltarán metales, fertilizantes, plásticos, reactivos químicos... La lista es bastante larga. Algunos de estos materiales se podrán reciclar de los desechos actuales (véase post "Las minas del futuro"); otros no y tendrán que ser sustituidos. Teniendo todo esto en cuenta se han de valorar los diferentes impactos en la actividad de la empresa. Esencialmente, diseño la discusión de los impactos como una serie de preguntas que cada uno debe de responder en función de su caso concreto.
- Impacto sobre el mercado de la empresa: En una situación general de caída de la actividad económica, ¿cuántos clientes podremos mantener? ¿qué líneas de producción o servicios dejarán de existir, al desaparecer la demanda? ¿qué nuevas líneas deberíamos empezar a incorporar ahora, aún cuando todavía no sean rentables pero que en el futuro lo serán? ¿cuál es el volumen de producción/servicios adecuado, teniendo en cuenta que nuestro mercado se volverá posiblemente más local? ¿Qué plan de adaptación tendremos que poner en marcha para irnos adecuando progresivamente, a medida que la crisis se desarrolle, al tamaño final de nuestro mercado?
- Impacto sobre los suministros: Cualquier empresa, incluso una de servicios, necesita tener garantía de acceder a ciertos suministros, ya sean físicos o servicios (electricidad, telefonía, etc). ¿Qué fiabilidad tienen esos suministros? ¿Se basan en un proveedor local que será lo suficientemente resistente a la crisis general? Si usamos materias primas, ¿son éstas locales? ¿Pueden ser sustituidas por materias locales o recicladas? ¿Implica el uso de nuevas materias un cambio en los diseños? ¿Se puede hacer un plan de transición para ir desplegando los nuevos diseños, seguramente menos eficientes y por tanto menos atractivos? En el caso de la energía, ¿podemos reducir el consumo energético? ¿Cuál es la cantidad mínima de energía para mantener una actividad viable? ¿Debemos mantener una reserva estratégica de combustible para mitigar el impacto de interrupciones temporales de suministro/subidas repentinas de precio? ¿Podemos producir nuestra energía/combustibles localmente (quizá interese invertir en empresas locales)? Respecto a las redes (red eléctrica, de telefonía fija y móvil, carreteras, ferrocarril, vía marítima, etc): ¿qué estabilidad tendrán? ¿Podemos participar en su gestión, de cara a intentar favorecer su resistencia? ¿Pueden ser gestionadas localmente, si la gestión de gran escala colapsa? ¿Hay suficiente personal especializado en nuestra proximidad como para asumir esas tareas?
- Impacto sobre la financiación: El acceso a la financiación ajena será cada vez más difícil, de tanto más que el agravamiento de las condiciones económicas generales hará a los bancos más reacios a asumir nuevos riesgos. ¿Cuáles son nuestras necesidades de financiación? ¿Podemos reducirlas? ¿Tenemos un plan para hacer frente a la morosidad/impagos de nuestros clientes? ¿Podemos compartimentar la actividad de la empresa, de modo que si una unidad entra en riesgo no provoque el hundimiento de toda la empresa? Los problemas de financiación obligarán a hacer un cambio radical del modelo de negocio de muchas empresas; ¿podremos financiar el cambio de modelo? ¿tendríamos que aumentar ahora las provisiones para sufragar los cambios necesarios?
- Impacto sobre la cuenta de resultados: Mientras dure el proceso de adaptación (que puede durar más de una década) la cuenta de resultados de la empresa no será especialmente brillante, incluso tendrá números rojos durante varios ejercicios. ¿Aceptarán los propietarios/accionistas esta situación? ¿Cuál es la máxima carga negativa que se puede asumir? Puede resultar que, al final, en la nueva situación, nuestra empresa no sea viable en absoluto. ¿Qué criterios deberíamos fijar para determinar que conviene liquidar la empresa, teniendo en cuenta que el esfuerzo de adaptación implicará, incluso en aquellas empresas que acaben siendo viables, un período de varios años muy negativos? Quizá resulte más conveniente mantener la empresa convencional A y al tiempo constituir una empresa filial B que se encargue de las actividades ahora no rentables pero que son las que tendrán futuro, siendo al inicio la empresa B reducida en dimensiones y mantenida por la empresa A, y a medida que las cosas vayan evolucionando ir reduciendo la empresa A y aumentando la B.
- Impacto de las futuras políticas sobre la actividad de la empresa: Es imposible predecir cómo se va a afrontar desde instancias públicas un problema de esta gravedad, y es previsible que las políticas den bandazos a medida que se compruebe que las diversas recetas tradicionales que se irán ensayando no surten efecto. Resulta, por tanto, conveniente estar al tanto de las discusiones políticas para anticipar problemas, y oponerse a aquellas que sean claramente lesivas e intentar influir, al menos en el ámbito local, para evitar la adopción de medidas especialmente destructivas. En ese sentido, tener proyectos piloto que demuestren su viabilidad, que generen empleo y actividad económica será muy útil para convencer a los gestores políticos de no perjudicar a un sector que está demostrando capacidad de adaptación.
Esto es sólo una descripción sumaria de algunos puntos que se deberán abordar, planteados por un no especialista. Un punto que no he abordado (porque estoy seguro de que no se tendrá en cuenta en un primer momento) es el del impacto ecológico; sin embargo, éste es fundamental, y con el tiempo se verá que es necesario minimizarlo, sobre todo si la actividad se vuelve local y este impacto se hace más directamente visible al cliente (una de los efectos de la globalización es que hace "invisibles", por distantes, estos impactos). En todo caso, estoy seguro de que otros lectores, a través de sus comentarios, enriquecerán toda la discusión sobre el futuro de las empresas, así que le aconsejo a quien esté interesado en este tema que se lea también los comentarios que siguen a este post. Quizá a alguien le sirva este material para comenzar a orientarse y buscar su propio camino.
Salu2,
AMT
sábado, 20 de noviembre de 2010
Tres visiones, una realidad
Queridos lectores,
Esta semana he asistido a tres charlas, en tres días consecutivos (de miércoles a viernes), todas ellas relacionadas con el problema de la energía. En estas tres charlas tres especialistas (más o menos: yo era uno de ellos) expresaban sus puntos de vista sobre la situación actual, sobre qué hacía falta cambiar y cómo se podían solucionar los graves problemas que se avecinan. Las discrepancias en todos esos puntos (situación actual, qué cambiar y cómo) son muy grandes; en lo que curiosamente ha habido consenso es en la gravedad de las consecuencias si no se impulsa este cambio (aunque las consecuencias en sí podrían variar de uno a otro conferenciante). Me ha parecido curioso este contraste, y antes de pasar a otros temas (y en espera de incluir algunos posts invitados en los próximos días: fíjense a partir de ahora quién firma los posts) he creído que merecía la pena resumir las tres charlas con los tres puntos de vista; esto quizá nos permitirá tener una perspectiva más amplia de cómo se aborda el problema desde la ciencia.
La primera de las charlas fue la que impartí yo en el colegio de mi hija, el miércoles. La charla en cuestión, según lo anunciado, versaba sobre sostenibilidad, aunque era el Oil Crash en sus dos terceras partes (pueden encontrar aquí el PowerPoint de la charla). Lo tardío de la hora, la coincidencia con un evento mucho más importante (el partido de fútbol amistoso entre España y Portugal) y, por qué no decirlo, que a la gente se le da un ardite los temas que suenen a medioambientales hizo que la asistencia fuera reducida (9 personas) aunque de calidad (mis suegros, mi cuñada, algunos representantes de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos y posiblemente alguna madre más concienciada). La charla, creo yo, fue bastante bien, bastante fluida a pesar que se alargó más de los 45 minutos previstos hasta casi 70 minutos; prueba de que suscitó interés es que la conversación posterior se prolongó durante otra hora. El contenido de la charla fue bastante duro, describiendo algunos de los (mortales) desequilibrios que la actividad humana ha creado en el planeta, después explicando el núcleo central de The Oil Crash, y para rematar unas conclusiones llamando a la concienciación y a la actuación desde una base local, aunque sin propuestas concretas (la charla era ya bastante larga y pretendía ser solamente una introducción al problema). La acumulación de informes de este año, rematada por el histórico reconocimiento por parte de la Agencia Internacional de la Energía de que el Peak Oil de la producción crudo es ya pasado, da un tono bastante ominoso a la presentación, que mi propia perspectiva de la misma contribuye a ensombrecer aún más. En suma, mi presentación es una llamada a la actuación que pinta un panorama sombrío pero que no descarta la esperanza: yo creo firmemente en que aún tenemos posibilidades, y lo creo porque no confío en una solución tecno-mágica. Como veremos después, aquellos que sólo confían en el desarrollo tecnológico hacen más fácil despeñarse por el abismo de la desesperación.
La segunda charla de esta semana fue la noche del jueves y corrió a cargo del profesor de investigación del CSIC Rafael Moliner, del Instituto de Carboquímica de Zaragoza y Coordinador del Área de Ciencia y Tecnología Química del CSIC. Estamos hablando, por tanto, de una eminencia española en el campo de los combustibles y una referencia internacional. Su charla fue presentada en Figueres (yo vivo por aquí) y organizada por el Museu de la Tècnica de l'Empordà, dentro de un envidiable ciclo de conferencias de muy alto nivel. No tengo acceso a la presentación, así que se tendrán que contentar con mi resumen. El profesor Moliner expuso, en primer lugar, que el problema de la sociedad actual es sin duda la energía, aunque desdeñó que hubiera un problema con los combustibles fósiles (sus palabras literales fueron: "algunos dicen que se acabarán en las próximas décadas, pero yo no creo que se agoten hasta el siglo que viene"; curiosamente, sí que incidió en que habrá problemas con la escasez de materiales para finales del presente siglo). Sin embargo, transmitió una idea clave: el cambio climático es real, y debemos de esforzarnos en combatirlo antes de que sus consecuencias sean más desastrosas. Después, hizo un enfoque de las posibles soluciones coherente con su trayectoria profesional: primero sacó unas gráficas del último WEO de la Agencia Internacional de la Energía en el que se mostraba que aún por 2050 los combustibles fósiles aportarían más del 60% de la energía primaria (el consumo total de la cual sería aún mayor que el actual), y pasó a enumerar sus propuestas: captura y almacenamiento de carbono (CCS por sus siglas en inglés) para poder quemar de manera limpia carbón, del cual, según él, nos queda para siglos; despliegue a gran escala de renovables (eólica y fotovoltaica según él) que serían apoyados por redes eléctricas inteligentes para paliar su intermitencia, coches eléctricos para apuntalar la parte de almacenamiento de esta red eléctrica, un poco de hidrógeno para algunas aplicaciones y otro poco de biocombustibles de segunda generación. Dejando a un lado el marco tecno-optimista de sus propuestas, el profesor Moliner hizo una presentación objetiva de las virtudes y defectos de las diferentes tecnologías y no ocultó los problemas actuales; no sólo eso, sino que con una honestidad que le honra hizo unas previsiones de mejora de las tecnologías bastante realista, llegando afirmar, por ejemplo, que las baterías de litio como mucho triplicarían su capacidad de carga actual, lo cual da modestas autonomías a los coches eléctricos y que, por supuesto, eso sería con conducción económica y sin usar el aire acondicionado. Por acabar, abogó por un incremento de la eficiencia y por el ahorro energético, para ayudar a este despliegue. La propuesta del profesor Moliner coincide exactamente con la que se está haciendo desde diversos organismos referentes en política energética en varios países, y puede así considerarse como una propuesta oficialista o sustentada por los Gobiernos. Yo encuentro varios puntos débiles en ella que la hacen no realista, pero por mor de la imparcialidad prefiero diferir la exposición de mi opinión a ulteriores comentarios o quizá en otros posts. En el turno de preguntas, los asistentes (aparentemente, había una buena representación de la clase empresarial de Figueres y la comarca del Alt Empordà) hicieron varias preguntas incisivas, interesantes. La primera es la cuestión de los camiones (ítem más sería maquinaria pesada, etc). El profesor Moliner dejó claro que si es difícil hacer un coche eléctrico es impensable hacer camiones; éstos, en última instancia, deberán nutrirse con biocombustibles o eventualmente hidrógeno. Otra pregunta que surgió fue la de la seguridad de los almacenes de CO2, y ahí el profesor fue honesto como buen científico y dijo que evidentemente no se podía asegurar que no se produzcan escapes, aunque experiencias similares se han realizado en el pasado sin fugas apreciables. Yo tuve la suerte o el acierto de hacer la última pregunta de la noche. Tras agradecerle su presentación por lo instructiva que había sido (que lo fue de verdad), le pregunté si había previsto un plan B por si las cosas no salían como esperado, concretamente teniendo en cuenta 1) el reconocimiento de la AIE de la llegada del Peak Oil del petróleo crudo y 2) el artículo de Nature que justo había salido ese mismo día, de Richard Heinberg y David Fridley, en el cual se avisa que el pico del carbón (Peak coal) será hacia 2025 y que incluso el pico de la energía del carbón sería el 2011. Él me contestó que las reservas de petróleo son inmensas, teniendo en cuenta los petróleos pesados de Venezuela y las arenas (él dijo por error "pizarras") asfálticas del Canadá, y que una vez le preguntó a un amigo suyo especialista en la cuestión sobre hasta cuándo habría petróleo, y la respuesta de su amigo fue "depende del precio", puesto que si el precio es suficientemente alto se pueden movilizar más recursos y convertirlos en reservas. Para rematar, me dijo que últimamente se habían comenzado a explotar comercialmente los hidratos de metano del fondo del mar, o sea que todos tranquilos. Me hubiera gustado contestarle y repreguntar, pero el ambiente no era propicio a ello y hubiera sido considerado como una descortesía entrar en una polémica con un conferenciante tan distinguido en semejante foro - no académico- así que di por buena su respuesta. De haber podido replicar, le hubiera dicho que el problema no son las reservas sino la producción -se suele decir: "de qué sirve tener un millón de euros en el banco si sólo te dejan sacar 100 euros al año; igualmente te morirás de hambre"- , que su amigo va equivocado porque la sociedad para ser funcional no puede tolerar un precio demasiado alto, y que lo de los hidratos de metano me parecía directamente una burla porque 1) es gas y no petróleo y 2) justamente trabajo en un instituto científico donde una parte de la investigación se centra en intentar explotar de manera comercial los hidratos, cosa que se intenta desde hace años sin éxito. Lo mejor del todo es que, ciertamente, no me dio ningún "Plan B". Es igual, en todo caso, porque su respuesta es la falacia habitual de la industria y me sonó a discurso aprendido; su sonrisa significativa al oír la expresión "Peak Oil" me hizo intuir que sabe más que lo que dice, así como el inicio de su respuesta "Veo que está Vd. muy bien informado...". Tengo mi impresión personal de qué es lo que significa su conferencia y qué es lo que se pretende hacer, pero como he dicho prefiero diferir esa discusión a otro momento.
La tercera de las charlas fue el viernes por la mañana, dentro del marco de los seminarios semanales de mi centro (si en algún momento la presentación está accesible en el área de recursos del OCO la enlazaré aquí). La impartió Antonio García-Olivares, investigador de mi departamento con el que recientemente hemos acabado de escribir un artículo sobre una alternativa al mix energético actual basado en energías renovables y usando tecnología ya probada y que no requiere materiales raros. Lo de "hemos acabado de escribir un artículo" es un eufemismo en mi caso, porque aunque he revisado el texto tres veces y he hecho alguna aportación menor, sobre todo en la revisión del estado actual de las fuentes de energía, el peso del trabajo lo ha llevado Antonio García-Olivares, con una contribución más apreciable que la mía de otros dos investigadores de mi centro, Quim Ballabrera y Emilio García Ladona. Antonio ha hecho una revisión exhaustiva, muy a fondo, y un muy buen trabajo calculando las necesidades energéticas de aquí a 2050, buscando cuáles eran las mejores opciones en cuanto a ubicaciones para la producción de energía renovable y haciendo una estimación de las necesidades de materiales, todos ellos comunes, requeridos (cuando salga publicado el artículo haré una reseña en este blog; esencialmente la propuesta se basa en eólica y concentradores solares, sabiamente distribuidos por el globo). Y la conclusión es que tal solución es técnicamente posible, incluso teniendo en cuenta las necesidades de electrificación de la sociedad (que, como ya hemos discutido, no son triviales). Después de haber repasado el artículo tantas veces, y a pesar de mis objeciones a algunos aspectos técnicos de la solución propuesta, yo estaba convencido de que lo que se proponía tenía sentido y que era, en ese sentido, una propuesta técnicamente impecable (de hecho, un par de personas de mi centro que aún se están recuperando de la presentación que hicimos el año pasado me preguntaron si ésta iba a ser tan terrible y yo les dije que no, que justamente ésta era optimista). Y, sin embargo, al acabar Antonio de exponer tuve un sentimiento agridulce. Porque su propuesta, al fin y al cabo, era técnicamente factible, pero tiene dos obstáculos principales que hacen albergar serias dudas sobre su viabilidad real. El primero, porque se necesitaría para implementarla el 69% de todas las reservas restantes de cobre, lo cual es mucho y sólo podrá ser accesible con una economía de guerra. El segundo, que es aún peor, que implica un grado de cooperación entre países, entre el Norte y el Sur, sin precedentes, y es difícil creer que la especie humana se vuelva tan racional, de repente, por más que un científico estudie el problema y se lo resuelva. Una estudiante de doctorado a la que tenemos bastante amargadita con el tema del Oil Crash, al acabar Antonio la presentación, hizo un resoplido y puso una cara como un cromo. Y es que, como yo le dije a Antonio en la primera intervención del turno de preguntas, a mí su charla me parecía más demoledora que la que dimos Jordi Solé y yo, porque en la nuestra sólo planteábamos el problema; en la suya, al intentar resolverlo racionalmente, demostraba que no tenía solución. Sin duda, como dijo un investigador más veterano, porque el problema está mal planteado.
Son tres perspectivas sobre el mismo problema, de un problema del que cada vez se hablará más. Saque el lector su conclusión de cuál de las tres, y de tantas otras que vendrán, le convence más.
Salu2,
AMT
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Charla sobre sostenibilidad
Esta semana he estado muy ocupado con asuntos familiares y además preparando una nueva presentación, sobre sostenibilidad (aunque 2/3 de la misma sean la charla del Oil Crash). La presentación será esta noche, en un lugar de máxima importancia para mi: el colegio de mi hija. La semana es importante también porque el viernes Antonio García Olivares hace la presentación en sociedad de nuestro artículo sobre un mix alternativo basado en energías renovables y con materiales asequibles.
En los próximos días espero poder retomar la actividad en el blog.
Salu2,
AMT
jueves, 11 de noviembre de 2010
La Agencia Internacional de la Energía reconoce la llegada del Peak Oil
Queridos lectores,
Anteayer 9 de Noviembre de 2010 la Agencia Internacional de la Energía (AIE) publicó su informe anual, el World Energy Outlook (WEO) 2010. El WEO 2010 consta de tres volúmenes de más de 250 páginas cada uno; yo me iré leyendo con calma los trozos que más me interesan y posiblemente comente sobre ellos en fecha posterior, pero de momento quiero hacer una valoración rápida basándome en el resumen ejecutivo (hay una versión en español gratuita) y una ojeada rápida al WEO en sí (que es de pago pero yo tengo una copia)
La gráfica que encabeza este post, así como otras que mostraré más tarde, está extraída de un documento que resume las gráficas claves del WEO y es, posiblemente, no sólo la más significativa del WEO sino que representa un cambio de paradigma fundamental en la Agencia. Esta gráfica representa la predicción de producción mundial de crudo en uno de los tres escenarios que contempla (el denominado New Policies), que de alguna manera es el que la AIE contempla como más probable. Según este escenario más verosímil, la AIE reconoce que el petróleo crudo probablemente llegó a su máxima producción en el año 2006. Aún es demasiado pronto para que la AIE trague el sapo de que la producción petrolífera va a declinar de manera fuerte durante los próximos años, y así considera que la producción de petróleo crudo (el que se extrae del subsuelo) no declinará, o lo hará muy levemente, durante los próximos 25 años. La AIE reconoce que los pozos actualmente en funcionamiento (franja azul oscuro en ese gráfico) van a declinar de manera rápida durante los próximos 25 años, pasando de una producción media anual actual de 70 millones de barriles diarios (Mb/d) a menos de 20 Mb/d (una caída de en torno al 5% anual), pero este declive se compensará gracias a todo el petróleo que va a salir de los pozos actualmente en desarrollo (franja de color añil) y de los pozos aún por descubrir (franja de color azul celeste). De manera casi perfecta estas dos franjas consiguen el milagro de mantener la producción de petróleo crudo estable, obteniendo casi ridículamente una línea horizontal. Hablando ya de todos los líquidos que se consideran petróleo (un artificio contable que inventó la AIE en 2005 para ocultar que el rey oro negro está desnudo), la producción total (todos los líquidos) de petróleo llega incluso a subir ligeramente de aquí a 2035, gracias a la subida de la producción de los líquidos del gas natural y de los petróleos no convencionales, y así pasaríamos de los 85 Mb/d de petróleo de todas fuentes de hoy en día 96 Mb/d en 2035. Una vez más, la AIE revisa a la baja sus propias previsiones de crecimiento de producción; lejos quedan los 120 Mb/d en 2030 del WEO 2007; y hasta los 103 Mb/d en 2030 del WEO 2009, el anterior, soy hoy ya un sueño inalcanzable.
Para mí, como seguramente para otros analistas, este reconocimiento supone un primer paso para reconocer la cruda realidad. Con bastante probabilidad, el año que viene la AIE hará una proyección de producción de petróleo crudo ligeramente a la baja, achacada a la falta de inversión suficiente, previsión que posiblemente irá empeorando en los años sucesivos hasta que, finalmente, aflore el Peak Oil de todos los líquidos. En todo caso el mensaje de ese año tiene ya una tonalidad gris oscuro, preludio del negro, y para endulzarlo un poco la AIE ha echado mano de un argumento que es caro a la industria, que quiere negar a toda costa que llegue un Peak Oil por falta de capacidad física, geológica y/o económica: lo que sucede en realidad es que ha habido un pico de demanda. Es decir, que no se va a producir más petróleo simplemente porque no se demanda más, y que de hecho cada vez se demandará menos, sobre todo por la OCDE, porque ya estamos haciendo nuestra transición, voluntaria y ordenada, a un mundo post-fósil. A los lectores de este blog tal argumento les parecerá una aberración, pero dentro del campo de los optimistas este argumento es fundamental a medida que los datos van mostrando que la producción ya no aumenta y que el consumo de la OCDE disminuye rápidamente. Más sobre esto un poco más tarde.
De las pocas cosa que he tenido tiempo de revisar del WEO es cómo ha evolucionado la inversión en el segmento upstream (desarrollo de pozos ya descubiertos pero no explotados -la franja añil- y exploración en búsqueda de nuevos pozos - la franja celeste-). De 2008 a 2009 la inversión había caído un 19% según el WEO 2009; en el WEO 2010 (página 135 y siguientes) se dice que la caída en 2009 fue en realidad del 15% y que este año la inversión ha subido un 9% -lo cual la deja por debajo de los niveles de 2008- aunque la frase es un tanto ambivalente y se traduce por "[la inversión en upstream] está presupuestada con una subida de alrededor del 9% respecto a 2010". Veremos al final en qué queda ese "presupuesto". Una cosa curiosa de esta sección es que dice que, aunque la inversión en upstream subió de 2000 a 2008, si uno tiene en cuenta la subida de costes (debido al encarecimiento de materiales como el acero, y al mayor coste de explorar entornos más difíciles y profundos) la subida fue considerablemente menor. De hecho tras ese ajuste el crecimiento de 2010 respecto a 2009 es mínimo (ver gráfico adjunto, extraído de la página 140 del WEO 2010):
Otra cuestión que se plantea, aparte de cómo hacer crecer la producción de yacimientos cada vez más difíciles con igual o menos dinero, es de dónde va a salir ese petróleo. La gráfica que siga está sacada de nuevo de las gráficas clave; es un gráfico de barras que muestra los países que más incrementarán su producción durante los próximos 25 años.
Varias cosas resultan muy chocantes de este gráfico. La primera de todas ellas, que según parece sabemos que una parte sustancial del petróleo crudo de los próximos años saldrá de yacimientos por descubrir, como hemos dicho, y que curiosamente aunque no los hayamos descubierto sabemos en qué países estarán y, encima, qué volumen tendrán. Eso es como aquél que pierde las llaves y las busca debajo de la farola aunque las perdió en la otra esquina porque aquí hay luz. Después, resulta del todo inverosímil que Arabia Saudita pueda incrementar su producción en más de un 50%, cuando el debate es, desde hace cierto tiempo, si está llegando ya a su Peak Oil. En Iraq se es más realista: recientemente la AIE anunció que no se podría llegar a los 12 Mb/d prometidos y que si conseguimos 6 nos podremos dar por muy satisfechos; dados los problemas de inestabilidad en ese país, incluso ese objetivo es poco realista. En cuanto a Brasil, se asume que los pozos de aguas profundas se explotarán sin retrasos y que al final tendrán todas las reservas pronosticadas, a pesar de que según parece la producción de pozos de aguas profundas tiende a decaer más rápido y dar lugar a menos reservas finales de lo que uno piensa en un principio. Por último destacar la presencia entre los países que más contribuyen a enjugar el déficit de producción Kazajstán, simpático país que también está ayudando a remontar la producción de uranio y al cual quizá le dediquemos un post algún día; y de Venezuela, que a pesar de haber pasado su Peak Oil en 2000 va a aumentar su producción gracias a los prácticamente inexplotables petróleos pesados de la Franja del Orinoco.
En la AIE tampoco están en las nubes, y son conscientes de que a nadie se le escapa que una subida tan modesta de producción de petróleo de todo tipo combinada con la presión creciente del consumo de China, India, Rusia, Brasil, etc implica que igualmente el consumo de la OCDE seguirá bajando como viene pasando durante los últimos cinco años. Para que eso no se traduzca inevitablemente en una crisis económica, los gurús de la AIE tienen un plan que dan por sentado será el que sigan los países de la OCDE: mejorarán la eficiencia (y que Jevons se quede en la sala de espera) y además incrementarán de manera espectacular su producción de energía renovable, como muestra este gráfico del resumen ejecutivo:
En el gráfico se desglosa cómo variará la utilización de los diferentes tipos de energía en varios grandes territorios del mundo (OCDE, China, Resto). En el caso de la OCDE, el uso del petróleo y del carbón disminuirá, en tanto que las otras fuentes aumentarán, y de manera espectacular en el caso de las otras renovables (i.e., no hidroeléctrica). En China, por supuesto, todo aumenta. Es interesante comparar este gráfico con uno similar del WEO 2009:
Como se puede ver, hace un año se daba unas variaciones un poco más discretas. Bien es cierto que el horizonte temporal de ambos escenarios no es idéntico (hasta 2030 en el WEO 2009, hasta 2035 en el WEO 2010), pero es difícil de creer que los señores de la AIE piensen que todo varía más suave hasta 2030 como en el WEO 2009 y después a lo bestia en los 5 años que van de 2030 a 2035; este gráfico refleja, simplemente, cómo la AIE va cambiando drásticamente de año en año, una vez más, sus previsiones para intentar adaptarse a la realidad, al tiempo de que mantiene la ficción de que no pasará nada grave. Es su deseo de que no habrá una grave crisis en la OCDE lo que les lleva a afirmar en 2010 que la producción de energía renovable no hidroeléctrica en la OCDE hacia 2035 será de 600 Megatoneladas de petróleo equivalente (Mtpe) al año, cuando sólo un año antes decía que hacia 2030 sería de unas 150 Mtpe. Además, milagrosamente la subida de las renovables y de las otras fuentes compensa exactamente la pérdida de petróleo y carbón, lo cual hace pensar en un gráfico "cocinado" para que todo cuadre, y la alusión a la eficiencia es necesaria para explicar por qué en una situación de estancamiento energético la economía no se va al garete. Por terminar, decir que esos 600 millones de toneladas de petróleo equivalente representan una potencia media anual de casi 800 Gw, lo cual es poco comparado con el consumo de energía en el planeta Tierra: la producción mundial sólo de energía eléctrica representa una potencia media anual de unos 2 Tw, en tanto que la energía primaria consumida se sitúa cerca de las 11.000 millones de toneladas de petróleo equivalente cada año, una potencia media anual de 11.5 Tw. El incremento propuesto de renovables representa, por tanto, el 7% del total de consumo.
Por resumir un poco el post, la AIE está pidiendo, por tanto, un objetivo de expansión de las renovables muy ambicioso pero no directamente imposible, y para ello necesita que el declive del petróleo no sea tan salvaje que lo que es posible no sea insuficiente.
Conclusión: se inventan un plateau o meseta con un petróleo desconocido pero que saben en qué países se encuentra, y para que no cunda el pánico decimos que lo que ha pasado es que es la demanda que baja, que no la oferta. Un delirio. Sin embargo, los lectores del diario El País ya habrán visto cómo comienza la pedagogía con una noticia de título deliberadamente equívoco: "Las subvenciones al carbón y al petróleo en el mundo son cinco veces mayores que las de las renovables" (también producen, en el caso del petróleo y de España, 12 veces más energía, pero eso no interesa resaltarlo allí). En esa noticia, el Sr. Fatih Birol nos comunica que la producción de crudo llegó a su máximo en 2006 como dijimos, y envía un aviso a navegantes: la OCDE tendrá que electrificar su sistema de transporte, sea esto posible o no (al menos con vehículos privados). Manténganse a la escucha, porque parece que la cosa se está complicando.
Salu2,
AMT
lunes, 8 de noviembre de 2010
El tecnooptimista dentro de cada uno
Queridos lectores,
Estos días en Palma de Mallorca han sido muy, muy intensos: aparte de las muchas horas que me he tirado en la Universitat de les Illes Balears (más concretamente, en la sede del Instituto de Física Interdisciplinar y de los Sistemas Complejos), mi agenda fuera de la Universidad ha tenido también muchas horas, pero no me quejo en absoluto: aparte de las dos conferencias, la oportunidad se presentó de ser entrevistado primero por una televisión local y después por una radio local (experiencia que marcó a fuego a los entrevistadores, como comprobé al ver como iban cambiando sus caras mientras yo iba respondiendo a sus preguntas, y en los comentarios de después off the record). El último día estuve tomando algo con un grupo de doctorandos muy sensiblizados socialmente y receptivos a este tipo de problemas, y estuvimos discutiendo la cuestión del Oil Crash desde una perspectiva más extensa y ampliando algunos conceptos. Y algo que pude comprobar, una vez más, es que incluso entre aquellos que apuestan decididamente por un cambio de la sociedad y que se dan cuenta del problema que representa la depleción de los recursos naturales (entre otras amenazas y desequilibrios de nuestra sociedad) tienden a dar soluciones mas tecnológicas que lógicas. Como yo les decía, el virus industrial está muy enraizado en todos nosotros, incluso en los que nadan contracorriente del mainstream, y perdemos mucho tiempo haciendo discusiones de corte académico sobre cómo solucionar aspectos parciales del desaguisado mediante la implementación de tecnologías ad hoc, en vez de ir primero a las cuestiones más básicas y, sólo después, sólo cuando se haya superado la primera bofetada de la transición a un mundo post-fósil, empezar a plantearnos cómo podemos montar una estructura más o menos tecnificada que sea sostenible y resiliente.
Tengo oído que de mi charla en el IFISC gustó la primera parte, pero no la segunda, que fue considerada demasiado ideológica ya que analizo (con un nivel de detalle demasiado somero, en realidad) algunas adaptaciones clave que será preciso hacer en esta sociedad. Ciertamente, la primera parte está basada en datos, en tanto que la segunda está basada más en el sentido común y tiene un componente subjetivo; no obstante lo cual, las propuestas que yo hago son lógicas, no ideológicas. La única manera de pensar que todo aquello de lo que se habla allí (necesidad de fortalecer la comunidad, disminuir el consumo, fomentar la producción agrícola, cambiar los diseños para favorecer la sostenibilidad...) no es algo estrictamente necesario es si uno decide creer que podremos mantener una estructura industrial funcional con un 10 o 15% de toda la energía que consumimos hoy en día, que sería lo que en el mejor de los casos, sobre el papel, podríamos preservar usando energías renovables. Sin embargo, este tipo de análisis suele no tener en cuenta que en la realidad las cosas son mucho más complejas y más duras. La primera cosa que se suele desdeñar es que las energías renovables típicamente nos suministran energía eléctrica, y ésta no es fácilmente intercambiable ni útil para todos los usos; impepinablemente en algunos casos se tendrá que transformar a otro tipo de energía (por ejemplo, a biofuel para operar maquinaria pesada, que requiere cierta autonomía y una densidad energética mayor de la que puede dar una batería eléctrica) y esta transformación, en virtud del Segundo Principio de la Termodinámica, implica una pérdida de la energía inicialmente disponible. No sabemos exactamente en cuántas pérdidas incurriremos con estas transformaciones necesarias, pero lo que es seguro es que serán significativas y que eso va a complicar aún más nuestra transición. Pero está también el segundo aspecto que la eficiencia de nuestra sociedad industrial hace invisible a la mayoría de la gente, y es la necesidad de tener suficiente base industrial para garantizar la instalación y el mantenimiento de nuestros medios de producción renovables, siendo este segundo aspecto el más crítico en el medio y largo plazo. Damos por sentado que habrá fábricas que fabricarán tubos de acero o aluminio para nuestras conducciones, varas de acero corrugado y cemento para nuestro hormigón armado, factorías donde se mecanizarán las planchas y piezas que necesitaremos, etc. Sin embargo, estas fábricas están dimensionadas al volumen de consumo de la actual sociedad, y a medida que la economía de la misma colapse estas fábricas perderán personal y capacidad, hasta cerrar. Eventualmente, el conocimiento y los medios de producción se perderán, y sin ellos intentar hacer un despliegue a gran escala como el que se pretende con energías renovables es completamente utópico. Es por ello que si el plan fuera realmente éste (si es que hay algún plan) lo natural es que la mayoría de los recursos públicos se destinasen a preservar esa base industrial mínima, incluso aunque ahora mismo fuera deficitaria.
La tarea particular de mantener la base industrial es algo que está completamente fuera del alcance de lo que cada uno de nosotros con nuestras acciones individuales podemos conseguir, y es algo por tanto que no podemos ni debemos considerar. No estoy diciendo que la sociedad post-fósil sea completamente desindustrializada, pero como de lo que se trata ahora es de sobrevivir a la transición, nuestros esfuerzos deben dirigirse a garantizar que en caso de un fallo sistémico de toda la base industrial nosotros podremos continuar adelante. Evidentemente la sociedad industrial nos ha dado muchas ventajas; yo suelo destacar los antibióticos, que por sí solos explican una parte sustancial no sólo de la disminución de la mortalidad sino también de la morbilidad. Cuando hace poco discutíamos que en términos absolutos no habrá ganadores con el Oil Crash, uno de los comentarios señalaba que seguramente vivía mejor un señor feudal que un banquero de Wall Street. Teniendo en cuenta que la esperanza de vida de un señor feudal era de unos cuarenta o cincuenta años, y que posiblemente una parte de su vida la pasaría atormentada por sarpullidos, eccemas, infecciones mal curadas, heridas deformantes, frío y sabañones, comida que no siempre estaba en condiciones óptimas, cocinas con mala combustión que acorta la vida de los que las usan (como señala en el apartado de "Pobreza energética" el último WEO de la Agencia Internacional de la Energía), etc estoy convencido de que cualquier señor feudal se cambiaría con gusto por un gris chupatintas de un oscuro negociado ministerial, con su casa climatizada, su luz nocturna y su nevera y botiquín. Y es que en nuestra visión romántica de cómo fueron las sociedades pasadas tendemos a desdeñar el peso de la enfermedad y la aflicción en las vidas de esa gente, como sin embargo está continuamente referido en las diversas obras literarias de esas épocas (¿nunca se han preguntado cómo tantas veces los protagonistas o secundarios cogían esas extrañas y violentas fiebres?). Cualquier médico de la audiencia, sobre todo aquellos que han trabajado en países en vías de desarrollo, podrán certificar que la condición humana es mísera, sometida al imperio de la enfermedad y los gérmenes, y sólo con los avances en higiene, desinfección, los antibióticos y las vacunas se ha podido contener tanto sufrimiento (al fin y al cabo, uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis es la peste, enfermedad que hoy en día se cura completamente con antibióticos).
Y no obstante todo esto, una y otra vez las conversaciones sobre cómo será la sociedad post-fósil giran en torno a qué energías pueden ir sustituyendo a otras. Todos vemos que esta sociedad es injusta y consumista, pero en el fondo de nuestro corazoncito queremos seguir teniendo algunos de sus conforts: electricidad, agua cuya potabilidad esté garantizada, internet y un ordenador para conectarnos, una amplia red de transporte público, medicamentos,... Cosas con las que ni por asomo contaron nuestros bisabuelos pero que cuando pensamos en ellas hoy en día nos parecen necesidades básicas, irrenunciables. Bien, quizá son bienes más que deseables (sobre todo el agua potable), pero el hecho de que los querramos o incluso que los necesitemos no garantiza en absoluto que los vayamos a tener. Así pues, lector, tiene dos opciones claramente diferenciadas. O bien se va preparando para un futuro de grandes carencias o bien se moviliza para forzar el establecimiento de un plan que garantice ese mínimo industrial y para todo el mundo que en las sociedades occidentales creemos indispensable. Si quiere mi consejo, yo seguiría las dos opciones la vez. La segunda por ser la deseable, y la primera por si las moscas.
Salu2,
AMT