domingo, 15 de diciembre de 2013
Mi colapso y yo: pisando el freno
"Hola. En primer lugar quiero agradecerte tu exposición, que ha sido muy clara y fácil de seguir, aunque terrible. Yo hace tiempo que leo tu blog...".
"Lo siento", dije yo, y toda la sala rió con gana, liberando la tensión de una charla que, como siempre, había sido dura, sobre todo para los no conocedores.
Hace ya algún tiempo que uso esta misma broma cuando algún lector de mi blog se me identifica como tal en las múltiples charlas que realizo por toda la geografía española. De hecho, ya hace algún tiempo que uso esa misma broma en todas mis charlas, porque siempre viene algún lector frecuente u ocasional a oírme. A oírme repetir cosas que en realidad ya conoce más o menos bien, aunque es verdad que en la sección de preguntas siempre surgen cuestiones nuevas que merece la pena discutir, especialmente aquellas que nunca han sido abordadas en este blog. Pero en realidad yo no tengo demasiado interés en repetir mi mensaje, con más datos y matices pero en el fondo repetido, a personas que ya lo conocen. A mi me preocupa sobre todo repetirme; me interesa integrar datos nuevos, mostrar gráficas contundentes, tendencias emergentes. Sin embargo, tenía la impresión de que durante este último año el contenido de mis charlas ha evolucionado menos que otros años. Atribuía esta lentitud en la evolución de las charlas a que tengo menos tiempo para preparar contenido nuevo y a que, además, si uno quiere ser sintético se ha de concentrar en cuestiones clave y éstas ya están bastante definidas, por lo que evolucionan lentamente. Pero en realidad al repasar las charlas me di cuenta de que en realidad he variado mucho el contenido a lo largo del año: es solamente que estoy dando charlas más frecuentemente, y de una a la siguiente las variaciones son pequeñas, aunque en el conjunto éste esté siendo uno de los años más dinámicos.
El problema es quizá que estoy dando demasiadas charlas. Repasando mi carpeta de correo electrónico donde tengo clasificadas todas las peticiones de charla de este año y los subsecuentes intercambios de correo con los organizadores puedo contar 70. De esas 70 charlas solicitadas habré delegado en mis compañeros del OCO unas 25, se habrán quedado en una mera expresión de interés sin concretarse unas 8, y en 4 de ellas yo al final no participé por problemas de agenda de último minuto que me obligaron a cancelar, para mi vergüenza y pesar. Aún así, habré participado en 33 actos de índole diversa, mayoritariamente charlas impartidas por mi. Nada menos que 33 conferencias en todo 2013, incluyendo las dos que tengo que impartir esta semana.
Estoy dando demasiadas charlas, sobre todo si entre la gente que viene a verme hay una proporción de gente que ya me conoce por el trabajo de este blog. Algunas personas, es muy humano, quieren conocerme en persona, quieren ver a la persona de carne y hueso que está detrás de estas líneas, aquél que les ha mostrado la luz o la oscuridad que preside una parte ya no despreciable de sus vidas. Se le da demasiada importancia al mensajero y quizá no la suficiente al mensaje.
Está, además, el contraproducente efecto de predicar al coro. Uno habla a personas que ya piensan como uno y le da la impresión de que "el mensaje está llegando", de que se está favoreciendo el cambio de la sociedad, cuando en realidad uno nada dentro de lo que el otro día, en el mismo acto que participé yo, Jorge Riechmman calificaba de "burbuja cognitiva". En realidad, de toda la gente que estaba en aquella sala la persona a la que más me interesaba llegar era a la azafata que pasaba el micrófono a los asistentes durante el turno de preguntas, puesto que probablemente ella no tenía conocimiento previo de aquello de lo que yo había ido a hablar allí, y era también quien podría sacar más provecho de todo ello.
No es desdeñable, tampoco, el esfuerzo físico y personal que comporta participar en estas charlas. Cuando doy charlas lejos de mi casa me tengo que quedar a dormir en algún hotel, a veces empalmando una intensa jornada laboral "convencional" previa con el viaje y después la conferencia, y después yéndome temprano al día siguiente para enlazar, recién llegado del tren o del avión, con otra jornada laboral.
Afloran también múltiples cuestiones morales relacionadas. Por ejemplo una banal: con frecuencia los organizadores de la conferencia me alojan en un hotel de cuatro estrellas. Quieren, por supuesto, agasajarme para agradecerme haber hecho el favor de ir allí a hablarles a ellos, que en realidad ya saben qué diré en un 90%. Sin embargo, es poco coherente hablar del fin de la civilización industrial y la necesidad de adoptar modos de vida más modestos y más acordes con la capacidad de nuestro planeta, y luego alojarse en un hotel de cuatro estrellas. En la misma línea, es poco coherente ir arriba y abajo de España, tomando AVEs y aviones para ir rápido de un lado para otro, gastando energía fósil y energía humana, y perdiendo tiempo de estar con quien más deseo estar en toda momento, con mi familia. Y máxime cuando muchos de estos desplazamientos son para ir a predicar al coro.
Todos necesitamos un plan de descenso y ser coherentes con él, y eso implica replantearnos cómo vamos a hacer la difusión y la divulgación de las cuestiones críticas para nuestra sociedad. Este blog, que mi esfuerzo me cuesta mantener, parece que al final se ha convertido en una buena plataforma para ese fin, o al menos una plataforma mínimamente significativa, como veo cuando se le cita en discusiones de otros foros de internet, o cuando me encuentro con muchos seguidores en las charlas. Mi repetida presencia en las charlas no es en realidad necesaria cuando ya se conoce qué voy a contar, y es en cierto modo contraproducente por incoherente. Yo también tengo que hacer mi descenso energético. Y me va a costar hacerlo: mi trabajo convencional, en un momento crítico para mi organización y para mi grupo, me implica tener que viajar con mucha más asiduidad de lo que lo solía hacer; y así tendrá que ser mientras continúe haciendo la tarea por la cual me pagan y mientras tenga la responsabilidad que he contraído con mi equipo, con mis compañeros. Razón de más para no introducir más viajes si no son realmente justificados.
Todos tenemos que empezar a adoptar, de manera realista, ahora sí, un cambio de hábitos para consumir menos, para conseguir nuestros fines movilizando menos recursos. Y yo soy un recurso que no es preciso llevar de procesión por media España para redimir a los bautómatas irredentos, a los feligreses de la Santa Iglesia del Crecimiento Infinito. Porque como ya tantas veces se ha dicho, lo importante es el mensaje, no la persona.
Cumpliré con mis compromisos ya adquiridos para el año que viene (ya son 8), pero a partir de ahora de manera selectiva aceptaré solamente algunas charlas, sobre todo en el ámbito territorial de Cataluña y bastantes menos fuera de este lugar que más pronto que tarde acabará siendo un nuevo Estado de Europa (será una experiencia un tanto triste tener que presentar el pasaporte para poder volver a mi ciudad natal, pero también es un proceso natural). En cuanto a la divulgación, sigue y seguirá adelante pero adaptándose a una nueva realidad, la de la economización de los recursos.
Dejen preguntarse qué es lo que yo puedo hacer por Vds. y empiecen a plantearse que pueden hacer Vds. por Vds. mismos. Porque Vds. pueden, no me necesitan para nada: toda la fuerza que precisan reside en sus propios corazones. Simplemente miren ahí.
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