miércoles, 27 de marzo de 2019
Coches tengas y los pagues
Queridos lectores:
Hace unos días, causó cierta sensación en la red el podcast de un programa de Catalunya Ràdio, en el que Josep Lluís Merlos, un periodista especialista en el mundo del motor, afirmaba con cierta rotundidad que a partir de 2020 ya no podremos comprar coches nuevos porque serán demasiado caros. La cual cosa es bastante impactante, teniendo en cuenta la importancia que tiene el coche privado en el día a día de tanta gente y que estamos hablando del año que viene.
La primera cosa que cabe destacar es que el Sr. Merlos no es ningún indocumentado. Es un periodista con trayectoria y respetado en el ámbito del periodismo del automóvil. Si el Sr. Merlos dice lo que dice, comprometiendo su buen nombre y credibilidad, algún motivo debe tener.
Yendo a los argumentos que indica el Sr. Merlos, el periodista apunta a una normativa europea que entra en vigor el año 2020, según la cual las compañías automovilísticas tendrán que pagar onerosa multas si los coches que fabrican son demasiado contaminantes. Más concretamente, si la media de emisiones de los coches que vendan supera los 95 gramos de CO2 (gCO2) por kilómetro recorrido, tendrán que pagar 95 euros por coche vendido y por gramo que supere la media ese valor umbral de 95 gCO2/km. En el programa se comentan que las multas podrían ascender a miles de millones de euros, y que eso hará que las automovilísticas quieran vender menos coches de los más contaminantes, y que pongan en el mercado otros vehículos, de menores emisiones pero también más caros. La consecuencia final sería que el precio de los coches va a subir, y que subirá hasta el punto que sea impagable para el consumidor de a pie.
Se podría decir que cuando el río suena, agua lleva. Algo de razón tiene el Sr. Merlos en lo que dice, y seguramente la tendencia al encarecimiento de los coches nuevos sea algo inevitable, pero existen muchísimos detalles que matizan el cuadro general y que apuntan a que esta tendencia podría ser bastante más paulatina.
En la página web de la Comisión Europea podemos encontrar un resumen de las medidas ejecutivas respecto a los coches hasta 2020 (más tarde me referiré a la normativa a partir de 2020). Leyendo la normativa, vemos que la situación es algo más compleja.
En primer lugar, los objetivos de emisión dependen de la masa del vehículo. Vehículos más pesados tienen permiso para tener emisiones más elevadas. Eso es significativo y relevante sobre todo en el tramo de coches de alta gama: un SUV o una pick up tendrían, en principio, derecho a emitir más CO2/Km que un vehículo más utilitario. Esto es interesante, porque una estrategia de las automovilísticas para escapar de las limitaciones es centrarse en el sector de los vehículos de más alta gama e ir progresivamente abandonando los de más baja gama. Lo cual confirmaría la tendencia que explica Josep Lluís Merlos.
En otro apartado, la CE garantiza una exenciones en las multas de hasta 7 gCO2/km si la compañía está equipando sus vehículos con tecnologías innovadoras para la reducción de emisiones. La interpretación de qué es una de esas eco-innovaciones (término que ellos usan) y cuánto se debe invertir en ellas queda en gran medida al arbitrio de la Comisión, con lo que en la práctica podrán favorecer a quienes ellos quieran (lo que presumiblemente beneficiará a las grandes compañías europeas). En la misma dirección, si la compañía produce vehículos con emisiones muy bajas (50 gCO2/km), cada uno de esos vehículos fabricados permitirá descontar completamente las emisiones de una cierta cantidad de otros vehículos, cantidad que decrece con el tiempo (va de 3 a 1). De nuevo, este tipo de supercréditos (así los llaman) favorecen a las grandes compañías.
Bien es cierto que hay ciertas otras medidas que están pensadas para ayudar a los fabricantes más modestos, pero solamente benefician a compañías muy pequeñas, que obviamente ocupan un segmento del mercado muy diferente, para nada generalista.
Yendo ya a los objetivos de emisiones concretos, en las medidas hasta 2020 se propone llegar a ese límite de 95 gCO2/km (para el vehículo típico, recuerden que a los vehículos más pesados se les permite emitir más). El precio de la multa va subiendo con los años y ese valor de 95 euros por gCO2/km y vehículo en exceso se aplica ya desde este año 2019, con lo que realmente el problema no es en 2020, sino que ya está vigente - aunque, como luego veremos, las normas a partir de 2020 empeoran rápidamente la situación.
Es muy interesante que, a título indicativo, la Comisión indica a qué consumo equivalen aproximadamente esos 95 gCO2/km para un coche típico: 5,6 litros de gasolina por cada 100 kilómetros (l/100 km) o 4,3 l/100 km, en el caso del diésel. Teniendo en cuenta que los consumos reales de los coches son como un 20% mayores, podemos contar que las emisiones de un coche típico deben ser unos 20 gCO2/km mayores que el objetivo de 95 gCO2/km. Eso implica aproximadamente unos 2.000 euros de multa por vehículo vendido, pero teniendo en cuenta todos los descuentos que he comentado más arriba el sobrecoste real por vehículo acabará siendo entre 1.000 y 1.500 euros por vehículo. Es de esperar que las compañías cargarán la mayor parte de este sobrecoste en el precio del vehículo que paga el comprador. Esto sin duda es un encarecimiento significativo, pero que no hace prohibitivos los coches. Además, el fabricante podría redistribuir ese sobrecoste, de modo que los coches más baratos se encarezcan menos y los más caros - cuyos compradores tienen más capacidad de pagar el sobrecoste - se encarezcan más. En todo caso, recordemos, eso se ha ido implantando progresivamente desde 2012 y hoy, en 2019, ya estamos en el valor máximo para este período.
¿Y qué nos espera a partir de 2020? En el documento correspondiente, la Comisión fija los objetivos con el horizonte del año 2030. Como novedad, se fijan límites también para las furgonetas. Se explicitan que los objetivos de emisiones para 2020 son para coches de 95 gCO2/km y para furgonetas de 147 gCO2/km (entiendo que vacías). Con la excusa de que se va a implementar un nuevo esquema de medición de emisiones (WLTP) y que cuando se implemente las mediciones podrían no coincidir con las del método actual, se establecen objetivos de reducción porcentuales, no absolutos: del 15% de 2020 a 2025 y del 30% de 2020 a 2030.
Si tomamos como referencia los valores de consumo de combustible que indiqué más arriba, en 2030 estaríamos pidiendo para el coche típico un consumo de 3,9 l/100 km en un coche de gasolina o de 3 l/100 km para un coche de diésel. Consumos tan bajos son probablemente imposibles de conseguir con motores de combustión interna, a no ser que aligeremos enormemente la carrocería usando fibra de carbono y actuaciones semejantes, y aún así podría no bastar, ya que el efecto del rozamiento del viento no depende del peso y, dependiendo de la velocidad que se tome como referencia, el mero rozamiento del aire puede representar entre 1 y 3 l/100 km, incluso en coches muy aerodinámicos. E incluso si se consiguiera tal hito de la ingeniería, los coches resultantes serían de fabricación carísima. Alternativamente, estos objetivos se podrían conseguir con coches híbridos (aunque no en todas las condiciones de conducción) o bien con eléctricos - alternativas que también pueden acabar siendo muy caras.
En ese documento también explican que la penalización seguirá siendo de 95€ por cada gCO2/km en exceso, pero a diferencia del caso anterior, que se tomaba la diferencia de las emisiones deseadas con la media de los coches que vende el fabricante y se multiplicaba por el número de coches vendidos, en este caso a cada coche vendido que emita más del objetivo marcado se le aplica la penalización. Es un cambio muy sustancial. Imagínense un fabricante cuyas ventas consistiesen en una mitad de coches que emiten menos que el umbral y la otra mitad que emiten más, pero que el promedio de emisiones de sus coches le diese justo ese umbral. Con el primer método, no pagaría ninguna penalización. Con el método que se aplicará a partir de 2020, tendrá que pagar por esa mitad que contamina más del umbral, y cada uno de ellos en función de por cuánto excede el umbral. A pesar de que se mantienen algunos descuentos que ya había del período anterior, este nuevo método de cómputo de la penalización va a encarecer aún más los coches.
Por otro lado, partiendo de los 95 gCO2/km que supuestamente se tienen que tener en 2020 (recuerden: eso equivale típicamente a un consumo de 5,6 litros de gasolina o 4,3 litros de diésel a los 100 kilómetros, que no está nada mal) y asumiendo un 30% de disminución hasta 2030, eso supone reducir unos 28,5 gCO2/km hasta llegar a los 66,5 gCO2/km. Si nuestro fabricante no consiguió bajar de los 115 gCO2/km en los que estamos con el coche típico ahora mismo, tendrá que pagar en 2030 una penalización de 4.600 euros por coche. Lo cual, claramente, empieza a ser demasiado.
Todo este esquema tan complejo (y del que solo he arañado la superficie) lo que implica esencialmente es que efectivamente los coches se van a encarecer aunque lo harán de manera progresiva, y que eso implicará la exclusión progresiva de la clase media de la posesión del coche privado. Se podrá extender la ilusión de posesión del coche entre el ciudadano de a pie con parches: por ejemplo, lanzando al mercado coches más pequeños y ligeros y con limitador de velocidad (a velocidades bajas es más fácil cumplir con los criterios de emisiones), por ejemplo en 40 km/h. Una velocidad muy baja pero suficiente para desplazamientos dentro de la ciudad. Otra opción consiste en la masificación de los coches híbridos, aunque éstos no tengan unas emisiones tan buenas a velocidades más elevadas, y tienen el inconveniente de que requieren tierras raras que ya van muy demandadas y que podrían encarecerse mucho, con lo que no es tan evidente que se puede hacer asequible al gran público si la demanda crece mucho.
Otra cuestión es qué pasa con los coches que ya circulan por nuestras calles. Lo más probable es que a éstos se les aplicarán progresivamente diversos estigmas; al principio será que se basan en una "tecnología obsoleta" y con el tiempo simplemente que son "viejos". Es más que probable que la normativa se irá endureciendo también sobre estos coches hasta hacer imposible o demasiado cara su utilización.
Al final, todo apunta a que en el fondo el Sr. Merlos tiene razón, y que no vamos a poder tener coche propio.
Por cierto que si se fijan, los parámetros de emisiones de CO2 que se están poniendo son, al final, parámetros sobre el consumo de combustibles fósiles. Sabemos que la producción mundial de diésel está comenzando a caer, y la de gasolina lo hará en unos pocos años más. Por tanto, todas estas medidas buscan adaptarse a una realidad muy incómoda, la del peak oil, sin reconocerla. Lo que sucede es que estas medidas son tremendamente insuficientes para lo que hay en juego: si se cumplen los peores temores de la Agencia Internacional de la Energía, todos estos ajustes serán demasiado poco demasiado tarde. Estos parches, adoptados solo en Europa, no ayudan a resolver el problema del transporte por carretera, ni el de toda la maquinaria que funciona con diésel (incluyendo los tractores). Hay que hacer cambios, sí, pero mucho más importantes y más profundos. Y para poder hacerlos es tiempo de dejar de disimular la verdad y explicar sin tapujos a la ciudadanía qué es lo que está en juego.
Salu2.
AMT
viernes, 22 de marzo de 2019
Carta a quienes la puedan leer
Queridos hijos míos:
Os digo "hijos" porque por mi edad bien podríais serlo, aunque mis hijos biológicos sean más jóvenes (tardé en formar una familia, como suele pasarle a tantas personas que se dedican a la ciencia). Sois la gente joven, los que tenéis veintipocos años o menos, que ahora estáis saliendo a manifestaros a exigir que se adopten soluciones a la crisis climática que vosotros no comenzasteis pero que sin duda vais a sufrir con toda su intensidad. Sois los hombres y las mujeres, los chicos y las chicas, que cada viernes os declaráis en huelga en vuestros estudios y salís a la calle a reclamar lo que es de sentido común, lo que es vuestro derecho.
Para los que somos más viejos, de generaciones anteriores a la vuestra, sois nuestra última esperanza de construir un mundo mejor y más justo. Pero como somos más viejos y hemos visto pasar ya muchas cosas, no podemos evitar sentir temor. Por vosotros y por nosotros.
No quisiera ponerme demasiado paternalista y presuntuoso, diciéndoos que solo veis una parte del problema; que el cambio climático, siendo como es grave, no es más que uno de los múltiples problemas ambientales que tenemos; que los problemas ambientales, siendo como son gravísimos, no son más que una parte de los problemas de sostenibilidad a los que se enfrenta la Humanidad. No creo que sea necesario: lo que no conozcáis, ya lo conoceréis; y trataros con la arrogante suficiencia de la gente más experimentada no es la mejor manera de apoyaros, cuando lo que todos deseamos es que triunféis donde nosotros fracasamos.
Sin embargo, os ruego que entendáis nuestros miedos, nuestros temores, igual que el padre teme que el hijo cometa los mismos errores que cometió él.
Cuando yo nací, el Mayo del 68 estaba en sus postrimerías. En los años 60 del siglo pasado, la creciente concienciación estudiantil explotó en un movimiento que fue casi una revuelta, en contra del orden establecido. En contra de los abusos de poder, de los privilegios de clase, de las guerras encubiertas por intereses inconfesables. Este movimiento sacudió en mayor o menor medida todo el mundo occidental, pero fue especialmente intenso en Francia. "Seamos realistas: pidamos lo imposible", decían. Los jóvenes de entonces querían cambiar el mundo, porque se daban cuenta de que el mundo se dirigía hacia un lugar al que no querían ir.
El movimiento se mantuvo con cierta fuerza unos pocos años, mientras los poderes políticos alternaban la represión con la incorporación de algunas reformas - mínimas - buscando hacerse más aceptables. Pero en 1973 comenzó una grave crisis económica, y las ilusiones juveniles tuvieron que ser aparcadas. El idealismo está bien, vendrían a decir, pero ahora tenemos que estar por las cosas serias. Con la actividad económica cayendo en picado y un paro rampante las sociedades occidentales tenían otras necesidades más graves a las que atender. Y con las dificultades que experimentaba el ciudadano de a pie nadie osó continuar cuestionando al poder. Eso tendría que quedar para mejor ocasión. Y así se silenció el grito de una generación. Los años 70 y principios de los 80 fueron años de mucho retroceso en lo social, del "No hay alternativa" a las medidas neoliberales. El sueño del 68 murió.
Años más tarde, cuando yo era un poco más mayor de lo que vosotros sois ahora, hubo un nuevo movimiento, de nuevo fundamentalmente estudiantil, de reacción contra el estado de cosas el mundo. Es el surgimiento de los movimientos antiglobalización de finales del siglo pasado. En aquella época era ya evidente que la globalización de la economía, vendida por los medios de comunicación como el mayor bien deseable, estaba exacerbando las injusticias y la destrucción de la Naturaleza. "Otro mundo es posible", decían los manifestantes. En esa ocasión no hubo negociación, solo represión. Pero aquellos jóvenes de entonces no se arredraron y siguieron manifestándose. Hasta que estalló la burbuja especulativa asociada a las nuevas tecnologías, entonces en plena expansión, lo que se llamó la "burbuja punto com", y empezó una nueva crisis económica. De nuevo, no era momento para perder el tiempo con idealismos. Acto seguido se cometieron los atentados de las Torres Gemelas en Nueva York y con una nueva legislación antiterrorista global las manifestaciones al estilo de los años precedentes se volvieron imposibles. Una vez más, el sueño de una generación de construir un mundo mejor fue enterrado por el pragmatismo de la crisis económica, con el añadido una vez más de un fuerte retroceso de las libertades individuales en aras de la lucha contra el terrorismo.
Desde entonces, ha habido algunos intentos esporádicos de recuperar el espíritu altermundista, como fueron el 15M en España o Occupy Wall Street en EE.UU. A diferencia de los casos anteriores, estos movimientos de protesta no se acabaron por una crisis económica sino que comenzaron precisamente a raíz de una de ellas, la Gran Recesión de 2008. Y más que como búsqueda de una justicia global para todo el planeta, surgen como una reacción más local y más egoísta, simplemente denunciando el empobrecimiento de las clases medias. Por eso mismo, en este caso no servían las llamadas al pragmatismo con las que se desactivaron los movimientos de finales de los 60 y 90 del siglo pasado; y solo se ha podido desactivar estos movimientos con la (pequeña) mejora económica de los últimos años.
Y así llegamos aquí. Y así llegamos a vosotros.
Vosotros, que estás viendo que el clima del planeta está cada vez más desestabilizado, mientras que los poderes públicos hablan mucho y pretenden hacer creer que están haciendo algo cuando en realidad no hacen nada. Y una vez más surge un movimiento de reacción, de protesta, que busca cambiar las cosas, que de una vez se haga lo que es debido.
Y yo, y tantos otros como yo, miramos atrás al camino, y nos inunda el temor de que, una vez más, con los argumentos de siempre, se pueda desarticular vuestro movimiento, tan necesario como lo fueron todos los anteriores.
En toda esta historia que os acabo de explicar, hay una clave a la vista y otra que se intenta ocultar.
La clave a la vista es que los anhelos de cambio y de reforma son siempre ahogados por la irrupción de una grave crisis económica, que obliga al mal llamado "pragmatismo" de aceptar auténticas barbaridades para poder salir adelante, para evitar caer en la miseria.
La clave que se intenta ocultar, o como mínimo maquillar, es que detrás de estas crisis hay siempre el mismo problema: el petróleo.
El petróleo es un recurso finito y del cual depende críticamente nuestra economía, pero, contrariamente a lo que se suele hacer pensar, los problemas con el petróleo no comienzan el día en que se agota por completo. Y es que el petróleo no se produce siempre a la misma velocidad. A medida que vamos extrayendo más y más, lo que queda es más residual y es más difícil de extraer. Por eso, en cualquier país hay un momento en el que se llega al máximo de extracción, o peak oil, y a partir de ese momento la producción de petróleo empieza a caer. Lo cual es un problema grave para ese país, porque tiene que aprender a pasar con cada vez menos petróleo: sus ingresos disminuyen, sus finanzas se resienten y eventualmente entra en crisis.
En 1972 los EE.UU. llegaron a su peak oil. Un año más tarde se desencadenó una crisis global.
En 2001, varios productores importantes llegaron a su peak oil. La producción de petróleo del mundo, que había crecido con fuerza desde 1980, empezó a frenarse, y se produjo una crisis global.
A finales de 2005 o principios de 2006, la producción mundial de petróleo crudo convencional llegó a su máximo. Dos años más tarde, comenzó la mayor crisis económica en décadas.
Análisis más detallados, como los que ha hecho el profesor James Hamilton de la Universidad de California San Diego, muestran que el petróleo ha estado siempre detrás de las grandes crisis económicas de los últimos cincuenta años.
La última de estas crisis, La Gran Recesión, fue tan profunda que hizo tambalearse el actual sistema económico, hasta el punto de que el propio presidente francés de entonces, Nicolas Sarkozy, llegó a plantear la necesidad de refundar el capitalismo. El caso es que, tras la caída de consumo de petróleo que supuso el inicio de La Gran Recesión, hacia 2011 el consumo se estaba recuperando... pero la producción no. Así que en EE.UU. se sacaron de la manga el petróleo de fracking: un petróleo de baja calidad, demasiado ligero y tan caro de explotar que las empresas que se dedican a ello han perdido dinero desde el principio, apalancándose en cantidades monstruosas de crédito. Un esquema tan absurdo que amenaza con derrumbarse en cualquier momento.
Para acabarlo de agravar, el petróleo crudo convencional sigue bajando su producción poco a poco, y los hidrocarburos líquidos no convencionales que se han añadido para compensarlo son de tan baja calidad que en su conjunto no son buenos para destilar diésel... y eso está haciendo que la producción de diésel haya comenzado a caer.
El diésel es la sangre del sistema, lo que mueve todo el transporte de mercancías. Si la producción de diésel disminuye, el sistema amenaza con derrumbarse. Y esto no es un detalle menor. No es algo que se pueda resolver de manera sencilla.
Con energías renovables, pensaréis quizá, como se dice y se repite en los medios de comunicación. Pues quizá sí o quizá no. Las energías renovables tienen muchas limitaciones, y no bastan para substituir de manera sencilla a los combustibles fósiles. No es evidente que podamos producir la misma cantidad de energía con fuentes renovables como lo hacemos ahora con no renovables, y en todo caso hacer la transición requeriría comenzar desde ya un esfuerzo semejante al de una guerra y durante al menos 30 años.
Por tanto, se tienen que hacer cambios mucho más profundos que lo que se habla. No tenemos alternativas sencillas por delante. No se puede mantener un sistema económico y social como el actual basándose en renovables y coches eléctricos. De hecho, no se puede generalizar el modelo del coche eléctrico. Nada es tan sencillo como se cuenta, y los cambios deberían ser muy profundos, no meramente cosméticos.
Ése es el reto que tenemos por delante. Ése es el reto que tenéis por delante. Y éstas son las dificultades.
Estamos a punto de entrar en otra grave recesión económica, en la que el petróleo y el diésel van a desempeñar un papel central. No podéis dejar que os desactiven con el argumento habitual, el del pragmatismo, ése que dice: "primero resolveremos la crisis económica, después ya vendrá lo demás", porque la crisis económica a partir de ahora será la situación habitual: el capitalismo se dirige a su fase final, porque los recursos empiezan a fallar y no le permiten seguir creciendo. Así que la crisis económica será en breve algo recurrente, continuo, instalado. Pero la crisis ambiental tampoco va a parar, aún menos la de los recursos, ni todas las otras crisis de sostenibilidad. No podemos esperar más, no valen excusas. Y si el sistema no funciona, tendremos que cambiar el sistema.
No os dejéis engañar con los parches que se cacarean desde los medios. Demonizar el coche de diésel solo sirve para ganar unos pocos años, sin resolver el problema real. El modelo de paso al coche eléctrico puede estar pensando para favorecer a los ricos y empobrecer aún más a los pobres. Y algo parecido pasa con determinados modelos de explotación de energías renovables. No hay una evolución simple desde donde estamos hacia donde deberíamos estar. Ir añadiendo sistemas renovables, con la idea de que algo vamos avanzando, no es necesariamente avanzar en la buena dirección. Hay que estudiar bien el problema y hacer propuestas meditadas, pues el problema es complejo. Quien os proponga soluciones simples, tenedlo por seguro, os está intentando engañar. Porque ése es nuestro gran temor: que os intentarán engañar. Os intentarán manipular. Intentarán que defendáis modelos simples que parecen funcionar (que os han hecho creer que funcionan) pero que en realidad perjudican a los más y benefician a los menos.
Y si descubrís la trampa y reaccionáis ante eso, si sois capaces de proponer soluciones que vayan a la verdadera raíz de los problemas, os atacarán con furia. Es lo mismo que pasó en 1968. Es lo mismo que pasó en 1997. Pero vosotros no sois los mismos que entonces fallamos. Confiamos en vosotros.
Os deseo mucha suerte y mucho coraje.
Mis afectuosos respetos.
Antonio Turiel
Marzo de 2019
miércoles, 20 de marzo de 2019
El discurso del sistema: Antítesis (y V)
Queridos lectores:
Ésta es la última entrada de la parte Antítesis del Discurso del Sistema, por Beamspot y Rafael Romero. En ella se analizan los efectos de la deuda.
Salu2.
AMT
Ésta es la última entrada de la parte Antítesis del Discurso del Sistema, por Beamspot y Rafael Romero. En ella se analizan los efectos de la deuda.
Salu2.
AMT
El Discurso del Sistema. Antítesis (y V).
Esta es la última de las entradas de esta ‘temporada’, y en ella se ven otras dos omisiones del discurso que apenas parecen tener relación con el asunto medioambiental. Sin embargo, como se verá en la siguiente temporada, su importancia es clave en comprender cómo funciona todo este entramado, por dónde van los tiros en realidad, y cómo se interrelacionan las diferentes partes que se nos presentan por separado, bajo el clásico enfoque reduccionista que pervade nuestra cultura y que evita (razón por la que se usa) que se vea la ‘big picture’, el todo, el cuadro completo, este todo que es mayor que la suma de sus partes.
VII - La esclavitud de la deuda.
Hoy en día, lo más común a nivel económico-social para hacer operaciones económicas de cierta envergadura es ir tirando de crédito. No es que sea una opción, poco a poco se ha ido transformando en una imposición. En sí mismo no es nada malo, ya que es una de las cosas que han ayudado a la economía y la sociedad han llegado hasta donde estamos ahora. Pero cuando esta sea la única opción ya no será tan bueno.
Porque es más que una simple palanca de funcionamiento del sistema.
En anteriores sociedades y civilizaciones ya fue una palanca usada en determinadas situaciones, y también posteriormente prohibida. Es un sistema de apalancamiento que, como muchas otras herramientas socio-económicas, tiene una serie de usos y efectos, tanto buenos, como malos. Y hasta ahora hemos visto generalmente los buenos.
Pero lo que debería alertarnos es la prohibición explícita que se ha hecho de “la usura” (vamos a llamarla por su nombre) en dos de las tres grandes religiones monoteístas que se conocen y de la aplicación parcial en la tercera, el judaísmo, en la que el préstamo y la deuda sólo se permitía al infiel. Esta prohibición tiene sus razones de ser, derivadas precisamente de los efectos más perversos, que ahora tan sólo empezamos a entrever, como por ejemplo los desahucios.
La deuda, tal y cómo está enfocada ahora, tal y cómo se está usando desde la crisis económico financiera de 2008 es el gran mecanismo de expolio de la clase media de hoy en día.
Y nuestra civilización actual no se explica sin la existencia de esta clase media occidental, luego la usura es una de las principales amenazas a medio plazo a nuestra actual cultura y civilización.
Un mecanismo de deuda que usaron ya las élites romanas de la República antes de su transformación en Imperio y que acabaron con su caída.
Julio Cesar era un muy buen conocedor, gran usuario de la deuda e, incluso, esta fue la causante de su muerte. Julio Cesar consiguió zafarse del mecanismo y comprendió que era este mismo mecanismo el que estaba amenazando a la República. Era un mecanismo manejado por los senadores que la gobernaban la República y estaba siendo usado por los mismos como sistema para garantizarse el control de la península y sus ciudadanos.
Poco a poco, la mayoría de tierras de cultivo de la península ibérica (principal motor del imperio romano) pasaron a manos de dichos senadores, y muchos de los anteriores propietarios de dicha tierra ahora eran esclavos de estos al no poder hacer frente a sus deudas. Italia se había convertido en un gran latifundio, el terreno de juego de los senadores.
Esta no era una situación nueva, era un problema que ya había causado problemas y revueltas anteriormente, y que amenazaba precisamente la estabilidad otra vez
Cuando Julio César estaba preparando un jubileo, una manera de saldar deudas para reducir la presión de la deuda sobre el grueso de la población murió a manos de Bruto, uno de los principales banqueros de la República, y que como los otros, podía quedar muy afectado por como pretendía arreglar el problema Julio César,
Julio César pasó a ser una amenaza para el sistema, sus intenciones de saldar la deuda suponían una modificación del régimen en el cual, como está pasando ahora mismo, los de arriba estaban cada vez más arriba, y los de abajo, más y más abajo. Y, como es habitual, los que estaban dentro del sistema evitaron perder ese mecanismo, ese poder, no dudando en eliminar lo que era para ellos era su principal amenaza.
Sin embargo, el asesinato de César, lejos de causar alegría en el pueblo, que según cuenta la historia empezaba a estar asustado ante la concentración de poder del César, se revolvió contra los senadores en unas revueltas que acabaron con Augusto Octaviano como emperador, con la deuda saldada y con los senadores más poderosos eliminados, única solución ante la situación límite a la que habían llevado las cosas la avaricia de los senadores.
Que eso mismo está pasando ahora, es evidente. Quienes controlan las finanzas, al menos en Europa, son entidades no democráticas (FMI, BCE, etc.) con líderes que dictan las políticas económicas a los presidentes electos. Condiciones económicas donde algunas de estas personas compran deuda, manejan los préstamos a placer, controlan bancos, y dan préstamos a interés muy bajo por no decir nulo, a las empresas que ellos mismos deciden, empresas grandes (Tesla, Amazon, Facebook, Netflix, etc), así como estados que a su vez dedican estos préstamos a empresas grandes, habitualmente bancos (Bankia), que lo redirigen a otras empresas grandes.
Préstamos que salen de endeudarse la Unión Europea, es decir, todos. Préstamos que no llegan, o al menos no con estos intereses tan bajos, al resto de población que es precisamente quien, en teoría, lo financia. Población sobre quién repercutirá la próxima quiebra del sistema, como ya pasó en la crisis del 2008 y los posteriores recortes del “estado del bienestar” europeo.
No hace tantos años, las clases medias, e incluso trabajadoras, podían adquirir la mayoría de las cosas que necesitaban e incluso algunos lujos (segundo coche, segunda residencia, vacaciones,…), sin apenas necesidades de crédito y con el sueldo de una sola persona. Y gracias a ello, se crearon puentes sociales a través de la mejora de la educación y su extensión que permitían a amplias capas de la población tener más posibilidades para seguir ‘progresando’ en su propia generación y en las siguientes.
El proceso se inició con el estancamiento del poder adquisitivo de los trabajadores manuales en la década de los 70, la extensión de la cultura del crédito, en la mayoría de sectores, primero en los más bajos, luego en los más altos, el aumento del peso del crédito, la situación real es que el poder adquisitivo real ha ido descendiendo desde hace tiempo.
Sin embargo, ahora lo normal es pedir un crédito incluso para ir de vacaciones y necesitar de dos sueldos importantes (no de mil eurísta o inferior) y una hipoteca incluso para comprar un coche.
Por otra parte, se ha legislado de manera que sea imposible comprar nada con dinero efectivo (ahora ya limitado a 1.000 €), incluso se han limitado las cantidades de dinero físico que se pueden extraer de los cajeros, y se ha incrementado hasta el absurdo las comisiones por sacar dinero (que es tuyo) de un cajero.
Todo esto no se hace para reducir los costes, ni controlar el fraude (si realmente quisieran acabar con el fraude se eliminarían de entrada las emisiones de bonos que es la manera más fácil de limpiar dinero), que siempre encontrará otros canales para operar al margen del sistema (o con la connivencia del sistema), sino porque es una manera más de controlar la privacidad de las clases medias y trabajadoras (las que menos pueden escapar del control de sistema) y controlar cada uno de sus pasos, desde a qué hora se toma un café hasta donde comen, con que regularidad van al supermercado o cuantos condones utilizan al mes. Y aún más, le da la potestad al Estado, a través de los bancos, de confiscar de forma automática la riqueza de los ciudadanos o de controlar las cuentas de los disidentes.
Ahora ya, para casi cualquier cosa, hace falta un crédito, una hipoteca o una tarjeta de crédito. Ir con dinero físico por el mundo parece “demodé” incluso hay países europeos, Suecia, donde ya no puedes realizar pagos en efectivo, incluso las donaciones a la iglesia se hacen con tarjeta de crédito. E incluso en países en desarrollo, ejemplo Kenia, han conseguido que más de 60% de las transacciones sean online.
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Sabéis cuales son los próximos pasos ¿no? El primero ya lo estáis viendo, la extensión del móvil como medio de pago o retirada de dinero, las monedas virtuales, las órdenes de pago con mensajes de voz,
¿De verdad creéis que esta rápida extensión es gratuita?… claro, igual que os creísteis que Internet era gratis hasta que estáis empezando a ver como se utiliza toda la información recogida por Google, Facebook o Twitter.
La rápida extensión del uso de móviles no se ha creado sólo para facilitar la vida social de las personas.
El móvil es un arma más del sistema para controlar a la población en todos los aspectos y el último es facilitar el control de la riqueza de los ciudadanos, igual que las redes sociales o las páginas de búsqueda.
Y todos hemos corrido a utilizar las unas, incrementando el gasto en telecomunicaciones de una forma absurda, y a comprarnos un móvil y renovarlo continuamente para “disponer de las últimas prestaciones” (o que otros dispongan de ellas, claro).
Ahora todos los móviles de última generación tiene instalada de serie la tecnología NFC, todos los bancos hacen publicidad de sus aplicaciones para pago electrónico cada vez más cómodo (sin contacto, por voz,….), al mismo tiempo que reducen las plantillas, oficinas y la atención en locales propios, ahora lo más innovador es que venga un asesor personal a casa y dentro de poco será a distancia hasta que acabemos hablando con una máquina programada para ya directamente indicarnos en que productos se ha invertido nuestro dinero,….
Lo más “chic” ahora es pagar con él móvil. Es un símbolo de “status” como lo fue en el pasado el coche o la casa con jardín. Ya se puede incluso hacer donaciones a la iglesia. El siguiente paso será insertar un chip a los hijos, para irlos educando en el nuevo sistema, con la excusa de facilitar y controlar su gasto
Y los ciudadanos voluntariamente harán cola para insertar el chip en sus hijos, además pagando religiosamente por ello, claro. Como lo hemos hecho para comprar los móviles incluso a adolescentes y niños (porque así los padres pueden hacer control parental de donde están sus hijos…. Los padres y el Gran Padre o Hermano, claro)
Todo este proceso forma parte de un mecanismo de manipulación que queda oculto dentro de pequeños cambios en el tren de vida, que es prácticamente el mismo. El aumento del acceso al crédito para mantener el poder adquisitivo fue el primer paso de este proceso y las consecuencias del aumento del nivel de endeudamiento son una prueba, la demostración, de este proceso.
Como se comprobó en 2008 el peso de la deuda sobre la población pretende lo mismo que pretendían los senadores de la República romana, la esclavitud. Una esclavitud que implica que para poder hacer frente a tanta deuda, la gente trabaja por un sueldo menor, de cualquier cosa, de cualquier manera.
Esta deuda ciudadana que se ha promocionado desde los gobiernos de todo el mundo está en la raíz del aumento de la desigualdad entre los diferentes estratos de la sociedad tan espectacular como se desprende de la gráfica de la evolución del coeficiente de Gini, esas creadas por el influyente teórico e ideólogo fascista italiano Corrado Gini que escribió “Las bases científicas del fascismo” (1927), esa que se utiliza precisamente para medir la desigualdad, desigualdad creciente en todo el mundo, incluida Europa donde países como España destacan por su crecimiento desde 2002.
La Deuda es una palanca que, como hemos visto, les causó la mayoría de problemas al Imperio Romano, y a muchos otros imperios, como el Español, con hasta seis quiebras soberanas en menos de un siglo. Francia es otro caso similar, con ocho.
Esa es una de las razones por las que las grandes religiones tenían prohibido, para ellas o para todos, el préstamo con interés. La usura.
“Pecunia pecuniam parere non potest.”
Porque el problema no está en el propio préstamo, el problema está en los intereses. Y la intención de la prohibición era involucrar al prestamista en la generación de beneficios de su préstamo, que tuviera una motivación especial para asegurarse que el negocio funcionase. Evitar el rentismo, que uno pone el dinero y le importa un carajo el préstamo mientras cobra sus rentas, sus intereses.
La prohibición intenta potenciar la simbiosis y evitar que la sociedad caiga parasitada por unas élites que no aportan nada, solo reciben, y que, como suele pasar con los parásitos, acaban matando a su huésped, en este caso, la civilización.
Ergo la razón de la prohibición no es contra el mecanismo, el proceso del préstamo y la deuda per se, la palanca, sino contra el sistema que engendra, el germen parasitario de elites de la sociedad
La Usura, es el mecanismo de control de la población que ha acabado con las luchas sociales y que acabará en breve con el “estado del bienestar” occidental para mejor gloria y beneficio de los que se encuentran en situación de acaparar la riqueza dentro del capitalismo, transformando el liberalismo capitalista en un nuevo fascismo económico.
VIII - La Deuda Técnica.
Esta expresión a la mayoría le sonará a nuevo, pero el concepto en sí no lo es. Seguro que a muchos les suena o, al menos, han lo han observado sin generalizar.
Esta generalización o abstracción, eufemismo técnico de hecho, se acuñó en la década de los 90, y en realidad es fruto de la observación, no es ninguna teoría por demostrar. Como decíamos, esta evidencia enlaza los dos epígrafes anteriores a la vez, la Industria 4.0 y la Deuda Financiera, al unir ambos conceptos en uno.
El término surgió hace poco más de 2 décadas de la mano de Ward Cunnigham sobre los primeros programas comerciales en plena efervescencia de la informática, como necesidad de explicar en un lenguaje no técnico (para directivos) la necesidad de “refactorizar” y básicamente dice que si se saca una versión de un programa, aplicación o código software con un error, y éste no se corrige pronto, las próximas versiones van arrastrando y sufriendo cada vez más de ese error, como si fuese una deuda y el interés sobre la misma creciera a cada nuevo ciclo. Los programas se ‘endeudan’ (tiene errores que deberían solucionarse antes de su puesta en producción) con la primera versión, pero por falta de procesos de control (calidad) o por presión de la planificación (fechas de entrega) no se corrigen, he hipotecan las posteriores versiones de la aplicación. En el siguiente ciclo, como mínimo deberá solucionarse el error en dos versiones, sin comentar que a veces este error de la primera versión causa complicaciones codificación de la segunda versión y que si no se detecta el error a tiempo (en los primeros ciclos) igual sale más complicado solucionar el error que realizar un programa/aplicación nueva.
Ese ‘aumento de los problemas/errores’ como si del interés de una deuda se tratase, es el concepto que se esconde detrás de esta expresión. Pero el concepto, va más allá del ámbito tecnológico de la informática y es extensible a otro tipo de situaciones conocidas más mundanas.
Por ejemplo, las infraestructuras urbanas. Si se producen ampliaciones del núcleo urbano sin planificar, dichas infraestructuras pueden colapsar por aceptar más servicios de los que estaban previstos y calculados de antemano. Es el caso por ejemplo del alcantarillado, o de la red eléctrica, o la planificación de cualquier infraestructura (vías, carreteras, puertos, aeropuertos,…).
Si dicha ampliación se hace de forma planificada con todos los cambios necesarios, la inversión seguramente saldrá más cara al principio, pero luego se ahorrarán problemas. Si no se hace, luego los costes de ampliación pueden, suelen ser más elevados, sin contar los perjuicios por los problemas causados.
A medida que la infraestructura/tecnología/lo-que-sea se complica, la situación se puede volver inabordable hasta causar la ‘quiebra’ por una ‘deuda’ impagable de la infraestructura o tecnología.
Supongamos por ejemplo que intentamos montar una nueva fábrica 4.0 poniendo ordenadores basados en sistemas operativos que se sabe que fallan o que son inseguros. Pongamos por ejemplo, el Winmac (no hace falta poner el dedo en el ojo de ninguna en concreto).
Para todos aquellos que estamos en el desarrollo y/o mantenimiento de este tipo de industria y tecnología, ‘el problema’ de la Revolución Industrial 4.0 está meridianamente claro. La deuda tecnológica asociada a la Revolución Industrial 4.0, así como la financiera, es mucho mayor; hasta el punto que la enorme complejidad asociada a los procesos “más eficientes” ha llegado a un punto en que es contraproducente intentar solventar los errores iniciales.
Es el Pico de Tainter, ya que fue precisamente Joseph Tainter quien publicó un estudio donde la complejidad creciente de una sociedad es la que acaba con esta.
Supongamos que tenemos una red eléctrica pensada para suministrar energía eléctrica desde unos puntos de producción centralizados y para un consumo específico y controlado, y que ahora, una vez construida, se pretende cambiar en su totalidad el funcionamiento que debe pasar a ser de producción distribuida y con un consumo variable. ¿La cambiamos toda con su elevado coste, o vamos haciendo parches y capeando el temporal a medida que vayan surgiendo los problemas? Eso es lo que ha pasado en Australia con la eólica y los apagones por exceso de viento O el origen del cambio de legislación energética española tras iniciar la carrera hacia las energías renovables.
O la Energiewende alemana, tanto la fotovoltaica como la eólica.
Otro aspecto a tener en cuenta, asociado a la Deuda Técnica está vinculado al tema laboral, que comentábamos anteriormente. Los especialistas y técnicos, ingenieros e informáticos, que habitualmente se tienen que hacer cargo de todo este tinglado de complejidad creciente, están cada vez peor. Por una parte, el Core (procesos como facturación, cobros,….) de muchas de las grandes compañías de este país aún siguen funcionando con tecnologías y sistemas que ya se estudian en las facultades de informática o ingeniería como Historia de la informática (por ejemplo, Cobol) y, por otra parte, en España se han formado en los últimos años gran cantidad de titulados que, si son suficientemente buenos o listos, andan buscando empleo en el extranjero porque el que queda aquí es básicamente nearshoring de otros países europeos (pero ¿no debería estar esto en aumento?), que como cualquier offshoring, está muy mal pagado, pero que se alimenta de un enorme paro juvenil.
De hecho, ante este exceso de titulados lo habitual es pedir titulaciones innecesarias para cubrir los puestos, suplantando tareas de l@s operari@s por titulados superiores, informátic@s o ingenier@s, trabajando las mismas horas, por el mismo sueldo, a pesar de una inversión o esfuerzo mucho mayor en forma de titulación universitaria, de formación; con la consiguiente frustración y baja productividad.
Por suerte, ¿alguien ha pensado que todo esto de la Revolución 4.0, tan complejas y caras, ahora están en manos de mentes mucho más capaces y preclaras, con solvencia contrastada: los políticos?
Llegados a este punto, se plantean otras dos omisiones mucho más ominosas, que vienen al hilo de este último comentario y que configura la otra mitad del cuadro general, pero que dejaremos para otro post.
A falta de esas dos grandes omisiones importante, el cuadro presentado hasta aquí en lo que es la antítesis es bastante extenso, pero es inconexo con la primera temporada, con la tesis.
Así que para la próxima temporada se impone el ir enlazando todo lo expuesto hasta aquí en lo que es la Síntesis entre ambas partes, para ver la sinergia que sale de semejante engendro.