Esta semana el maestro Beamspot nos sorprende con una crítica feroz al postureo cínico que se aprovecha del veganismo y el vegetarianismo para imponer una agenda poco confesable. Una reflexión, como siempre en él, interesante.
Les dejo con Beamspot.
Salu2.
AMT
Venusianos.
Jueves, 12:34.
Tengo hambre.
Se acerca la hora de ir a comer. Como la mayoría de jueves vamos a ir a comer fuera: toca paella.
Tras tres días seguidos comiendo en la cantina/comedero de la planta, ya estoy harto de comida mala, grasosa, aceitosa, con aceite de palma y a saber la proveniencia de la mayoría de comida. Seguro que el panga y resto de pescados vienen de los deltas de Vietnam y bajíos de los ríos chinos esos.
Esos que van cargados de material radiactivo, metales pesados y otros productos desechos de la minería de tierras raras, ‘fruto’ de la tecnología.
Hace unos minutos comentaba un compañero sobre una sobrasada vegana que nos trajo un compañero madrileño, de un conocido nuestro, cocinero y vegano. Hecha con soja argentina procesada, refinada, liofilizada, texturizada, estaba mejor que el ‘chorizo untable’ ese que viene en tarrina de plástico en el Mercadona (con mis respetos a los ‘illencs’).
Pero muy lejos de la sobrasada casera de esa que se hace con el intestino delgado, con forma de U, de la que no se ve fuera de las Baleares, con el cerdo además engordado en casa, como la que nos trajo un compañero en una fría noche de maniobras, a la brasa, pinchadas en un hierro, entre dos rebanadas de pan para que absorban el caldito ese que echan, con los CETME’s y la mochila a unos metros. Y a las raciones de combate, para vender a los USAnos, que las cotizan muy alto.
Normal, visto lo que les dan a ellos de comer en sus raciones de combate. Al menos las del Ejército de por aquí saben a algo.
Tengo hambre, así que todo esto me sale del estómago.
No, no pido disculpas por ser humano y tener hambre.
Dicen que el coeficiente intelectual, con la edad, describe una curva como la de Hubbert o de Tainter. Estoy en el cenit del mío, más o menos: a la altura del estómago, así que no debe extrañar.
Así que avisados estáis.
Estos comentarios sobre la sobrasada me retrotraen a una ristra de artículos recientes donde se menciona la ‘necesidad’ de volvernos todos veganos.
Entre ellos, no hace mucho, salió también un artículo de una escandinava que decía que todo el mundo debería ser vegano. Y se ponía de ejemplo (ella, y la cadena de hoteles que tiene con su marido) como vegana convencida.
Decía que hay que predicar con el ejemplo.
Que producir una hamburguesa genera mucho CO2 y por tanto, comer carne, o cualquier cosa que sea de origen animal, como huevos o leche, ayuda al cambio climático, hace mucho daño al medio ambiente.
Lo siento, pero me gusta la carne. Y las tortillas de patatas, y los helados, hechos con producto lácticos. Más aún ahora que tengo hambre.
Pero se ve que las vacas consumen 150 litros de gasoil a los 100 mordiscos, seguidas de los cerdos y los pollos. Claro que como estos últimos son más pequeños (como 1 litro de gasolina a los 100), sale a los mismos gramos de CO2, metano (residuos del proceso digestivo, entre 21 y 24 veces más potentes que el CO2 en cuanto a efecto invernadero) y No-se-qué por cada quilo de carne.
Es lo que tienen los animales, que no son naturales, son contra natura y atacan el clima y lo vuelven hostil contra el hombre. Especialmente contra nuestros niños.
Ingenuo de mí, que me pensaba que el problema de las emisiones de CO2 y demás venían de otra parte.
Porque ese es el problema del cambio climático, ¿no?, el CO2.
Del diésel.
Del diésel de los tractores y cosechadoras que se usan para sembrar la soja (transgénica), el de los barcos con que viene de Argentina (o Brasil o cualquier otro país), el de los camiones y maquinaria de la minería para extraer los fosfatos minerales del norte de África, de los barcos que llevan esos fosfatos hacia los países que producen la Soja, el CO2 que se emite en las reacciones de Haber Bosch para fabricar nitratos artificiales que sirven también para abonar las tierras de esas extensiones de monocultivos industriales de vegetales convenientemente regados de cancerígeno glifosato de Monsanto, perdón, Bayer.
Que la soja era comida para el ganado, la versión asiática de la alfalfa, es algo que nadie recuerda ni menciona.
De NOx, cuyo mayor contribuidor mundial son precisamente esos nitratos, no los coches privados diésel.
De plásticos, usados para embalar no sólo las hamburguesas, también de los usados en invernaderos para cultivos industriales.
De las emisiones de los camiones y cosechadoras que llevan estos granos a las fábricas (y dichas fábricas) que convierten esos granos en piensos, con sus aditivos que a saber de dónde salen, con sus antibióticos, hormonas y derivados.
De las emisiones de metano y CO2 de las granjas donde se crían de forma industrial los animales que luego nos comeremos, y cuyos residuos de purines son difíciles de eliminar, causando problemas medioambientales.
De glutamato monosódico, de antibióticos de uso veterinario a mansalva, de clembuterol, de bisfenoles de la A a la Z y otras sustancias químicas.
De emisiones en el ‘procesado’ de esos animales, desde su recogida para llevarlos al matadero hasta que salen de la carnicería los productos terminados, con sus aditivos químicos, de los procesados industriales, sus bandejas de plástico, etc.
Del modelo de distribución que lleva esos productos de un lado a otro del mundo.
Ingenuo de mí, que creía que el problema de las presuntas emisiones y daño contra el medio ambiente era debido a un sistema de producción industrial intensivo, y que era esa industria la que producía las emisiones, en su conjunto.
Pero no, lo malo es la carne, los animales.
Lo dicho, son seres antinaturales.
Luego, uno de mis compañeros, permacultor, me comenta de lo bien que le va tener gallinas. Su tierra rinde más, está más sana, la gallinácea resulta ser uno de los mejores abonos, la producción es más sabrosa, los huevos, probablemente la mejor fuente de proteínas que tenemos, son espectaculares. Y además, puede comer carne de pollo sin problemas. Además, lo que sobra de comida, se lo sirve a las gallinas, y así se recicla, vuelve a la tierra de la que ha salido, de forma natural.
Es decir, que dice este compañero que lleva varios años con gran variedad de cultivos, que el hecho de tener gallinas es mucho más conveniente que no tenerlas. Para empezar, hay más biodiversidad, los cultivos rinden más (y eso que las gallinas también se alimentan del mismo trozo de terreno), se recicla mejor todo el tema biológico, hay más variedad dietética y además el terreno parece más resiliente, más equilibrado.
Se ve que este compañero y yo estamos equivocados. Que la experiencia y los datos obtenidos de primera mano, empíricamente, son falsos.
Mi padre también tenía gallinas, y me decía lo mismo. Es más, me comentaba que antes se hacía algo llamado rotación de cultivos. Con esa técnica, se reducían las enfermedades típicas de los monocultivos, la tierra se regeneraba mejor, biológicamente estaba más equilibrado todo el territorio, y además, en el trozo que se dejaba en barbecho, se hacía pastar ovejas, cabras, alguna vaca, algún que otro cerdo (más o menos sueltos y al aire libre). Y eso hacía que ese trozo estuviese mejor que si se dejase sólo y sin animales: los purines de todos estos animales ‘reforzaba’ más la tierra, cerraban el lazo del fósforo y otros elementos necesarios. Aceleraba la regeneración.
Pero eso se ve que es malo. La E. Coli es una bacteria que vive en simbiosis en nuestros intestinos, en los de los mamíferos superiores. Pero puede causar enfermedades. Razón por la que antes, la gente limpiaba la cosecha, la comida recolectada, y las manos: para eliminar la mayoría de este tipo de patógenos.
Pero ahora esto no es suficiente. Ahora está prohibido y super controlado todo este tema.
Ahora hay que comprar obligatoriamente o bien abonos minerales (extraídos de la tierra, no renovables) o bien restos de la quebrada depuradora local (para mantener así al quebrado hayuntamiento) que a saber qué productos llevan, y que, por lo que tengo comprobado, dan peor resultado que los de origen animal.
Es más, los restos de origen animal deben ser retirados para ser procesados (y hay que pagar por ello), deben estar controlados en todo momento (y pagar por ello), necesitan supervisión y permisos, así como los animales deben tener supervisión veterinaria, estar registrados, tener permisos, un lugar en condiciones (según la inspección sanitaria correspondiente – pagando, como no).
Todos estos sistemas viejunos, que funcionaban pero tenían sus problemas y sus limitaciones, ahora ya han sido ‘superados’.
Ahora tenemos alimentos ‘bio’, ‘eco’, con sus correspondientes certificaciones y papeles asociados, sus normativas, sus supervisores, sus controles, sus sistemas de reciclado (artificial) y reutilización, etc.
Sistema más moderno, actual. Ahora hemos progresado.
Pagar más por lo mismo.
Hacer lo mismo que antes, pero con un porrón más de parásitos intermediarios que no aportan nada al proceso más que costes, con lo que la misma comida ahora al final es más cara mientras el que la produce gana incluso menos, yéndose todo incremento de precio en alimentar garrapatas, pulgas y piojos de organizaciones varias que en realidad no producen nada ni ayudan en nada ni protegen nada que no sea su propio interés.
Eso es progreso. Los mismos perros con nuevos collares y un montón más de parásitos. Contenido de igual o peor calidad, menor cantidad y mayor precio en todo caso, pero con un envoltorio más bonito.
Pero bueno, pelillos a la mar y veamos cómo el progreso no se detiene ahí.
Tengo hambre. Mi mujer dice saber cuándo tengo hambre porque me pongo de mala uva.
El hambre se zampa al intelecto de primer plato.
Ahora los veganos parece que pueden disfrutar de hamburguesas que parecen de carne de verdad siendo veganas.
He leído que últimamente, en el panorama de (l)unicornios mundial, entre los diez primeros, hay dos que se dedican precisamente al sector vegano.
Para los que no lo sepan, los unicornios no son animales míticos. Son reales. Mientras que las vacas y cerdos son animales antinaturales, los unicornios son los únicos animales correctamente naturales: la evolución y el producto del progreso del ser humano.
Se tratan de Start Ups valoradas en muchos millones de $ de posible negocio en el futuro. Uber, Cabify y similares están en esa categoría.
Y entre ellas, están Impossible Foods y Beyond Meat. Dos de las grandes.
Dos ingenierías (muy naturales ellas) que hacen comida ingenierizada, procesada, refinada, automatizada, industrializada, aromatizada, con sus glutamatos variosódicos (el ‘quinto sabor’, el umami, uno de los neurotransmisores más comunes, por cierto), sus bisfenoles abecedarios (disruptores endocrinos, hormonales), polibrominados (retardantes de llama y similares), con glifosatos (herbicida, cancerígeno, generalmente usado con transgénicos), con sus sojas transgénicas, con aspecto de hamburguesas de carne hasta con algo de juguillo aparentemente sanguinoliento, pero en realidad son ‘veganas’.
Burger King ha sacado ya una gama de estas hamburguesas veganas al mercado en los USA. En Europa las esperamos para finales de este año.
Curioso negocio, que casualidad que más o menos haya coincidido su lanzamiento con la noticia de la damisela escandinava.
Otro ejemplo de progreso: procesar, refinar, industrializar, artificializar comida ingenierizada, con su gasto de energías, productos químicos, glutamato monosódico de primera calidad, etc. Todo muy ‘natural’.
Resulta que el progreso era eso.
Sustituir lo viejo (pero natural, biológico) por lo nuevo (artificial, producto del hombre, y con ingentes cantidades de negocios, personas, intermediarios, aditivos, productos de dudosa salubridad, etc).
Eso, y pura imagen.
Ahora el progreso es eliminar los animales y no comer carne.
Se ve que los animales son malos, peligrosos. Lo dicho: anti-naturales.
Evidentemente, todos los que piensan eso, lógicamente, tienen que acabar siendo veganos.
Eso no implica para nada que todos los veganos piensen igual.
El veganismo, per se, no es mala cosa. Ni el vegeterianismo, que son dos cosas diferentes.
He comido comidas veganas y vegetarianas de rechupete, estupendas, y algunas recetas están entre algunos de los platos que tiendo a comer, ensaladas aparte.
No es lo mismo.
Estos ‘presuntos veganos’ a los que ya les tengo puesto mote, son de los que no aman a los animales, simplemente los ven ‘malos’ y ‘generadores de cambio climático’. Antinaturales, en una palabra, como conclusión obvia a su manera de ver.
Y es que el único punto de razón, el punto de partida de todo esto, se basa en que, bajo las condiciones actuales, donde come una vaca, pueden comer varias personas.
Se ve que son los animales per se el problema.
No las condiciones actuales.
Así que, la damisela en cuestión no tiene problemas en afirmar que hay que ser veganos. Y para eso, si hace falta, se coge su jet particular y se va a Marruecos a comerse un cus-cús, sin manías.
Que en el viaje he emitido tanto CO2 como si se hubiese zampado 10500 hamburguesas, eso no es relevante.
Al fin y al cabo, donde se alimentaban las vacas necesarias para hacer 10.500 hamburguesas se hubiese podido cultivar biocombustible suficiente, con lo que el avión hubiese sido ‘carbón neutral’.
Eso sí, a costa que 10.500 ‘personas’ renuncien a su Whopper, claro.
O como 100.000 renuncien a su ensalada, sino más.
Y es que otra opción es usar el alimento de las vacas para hacer biocombustible para aviones. No para personas.
Igual es eso lo que desea esta dama.
Lo siento. Soy un egoísta. Pienso con el estómago, que tengo hambre.
Así que prefiero zamparme un Big Mac a que esa ‘damisela’ lo queme en su avión y encima pretenda moralizarme.
Insisto: los veganos y vegetarianos son sumamente respetables. No mezclemos a esta elementa con ellos. Que ella sea vegana no la pone automáticamente como portavoz de la gente que tiene hábitos alimentarios veganos. No es su representante. No es su portavoz, no tiene ninguna autoridad para decir nada en nombre de los veganos.
No juguemos al juego del identitarianismo que tanto les gusta a la Ctrl-Left, la pseudoizquierda del cava y del caviar, esos que se hacen llamar izquierda pero que en realidad son la ‘otra izquierda’.
Esos que se erigen en portavoz de todo aquello que les pueda proporcionar cobertura moral para moralizar a la población, aunque eso suponga acciones de dudosa moral.
Esos que pretenden instaurar un monocultivo intelectual, ideológico, alimentario, una uniformidad cultural que presuntamente disfrazan de multiculturalismo.
Esos que pretenden imponer cómo debemos hacer todas las cosas, en todos los ámbitos: alimentario, energético, cultural, relacional, sexual, etc.
Esos que en el fondo hacen lo mismo que hacía (eso dicen ellos mismos) la Iglesia.
Ahora pretenden imponer su ‘iglesia’ y su ‘credo’. No me extraña que les moleste la Iglesia: les ha ‘usurpado’ su ‘lugar natural’, representa una competencia inconveniente.
Evidentemente, a esos creo que los deberíamos llamarlos de otro modo.
Dado que se comportan como si fuesen de otro planeta, propongo llamarlos Venusianos, de Venus.
En Venus, que está más cerca del sol, la energía solar es mucho más abundante, con lo que podrían recoger más energía por m2 de la que recibimos aquí,
La atmósfera también es diferente, más densa.
Y todo eso resulta en que en Venus las temperaturas son mucho más altas.
Lo suficiente como para hacer hervir esos sesos que (no) tienen dentro de esa olla a presión que es su cráneo…
En fin, no entiendo nada.
Tengo hambre.
Beamspot.
PD: Al decir que hay que ser veganos, porque donde come una vaca comen varias personas, ¿no se está diciendo, implícita y tácitamente que hay un problema con un exceso de personas a las que alimentar? ¿O un exceso de necesidades energéticas?
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