domingo, 27 de febrero de 2022

El fin de la energía renovable barata


Queridos lectores:

Durante los últimos meses se han acumulado cierta cantidad de noticias negativas sobre el desempeño económico de empresas dedicadas al negocio de la fabricación de sistemas para el aprovechamiento de la energía renovable. Por el lado de la eólica, nos encontramos con que Gamesa cerró el año pasado con fuertes pérdidas, tras haber tenido que cerrar su fábrica de componentes eólicos en As Somozas. Orsted y Vestas también registraron una fuerte disminución de sus beneficios, y por ejemplo la última cerró una fábrica en Viveiro, igual que recientemente ha hecho Nordex en la Vall d'Uixó. En cuanto a la fotovoltaica, la noticia más sonada es el completo abandono del sector por parte de LG. La situación de cada una de esas empresas responde a causas diferentes, pero en todos los casos se cita el encarecimiento de los materiales como una de las razones de la precariedad económica de las compañías. Y es que en la época de la Gran Escasez todo se está encareciendo, incluyendo los materiales que se usan para la fabricación de los sistemas de energía renovable. Por ejemplo, el precio del silicio policristalino, material que se usa en la fabricación de paneles fotovoltaicos, ha multiplicado su precio casi por 7 en los dos últimos años, y no se espera que baje de precio hasta 2025, mientras otros materiales indispensables para la transición energética proyectada siguen rumbos similares, como el litio, cuyo precio se ha multiplicado por 6. Se aduce como causa de la subida de precios de los materiales la disparada demanda, aunque ya sabemos que también el encarecimiento de la energía tiene algo que ver. La consecuencia práctica de todo esto es que el año pasado la Unión Europea no instaló ni la mitad de la eólica que estaba prevista.

La energía renovable se está encareciendo. Aún sigue siendo barata comparada con, por ejemplo, sus precios de hace 10 años, pero es evidente que se ha roto la tendencia que venía siguiendo desde al menos dos décadas. Peor aún: la situación de repentina escasez de materias primas está poniendo en aprietos a la industria, y es lo que las hace cerrar fábricas y en algunos casos quebrar. El discurso del ascenso irresistible de las renovables ha chocado de bruces con unos límites planetarios que los defensores del modelo de Renovable Eléctrica Industrial (REI) no se esperaban en absoluto, y que aún hoy en día se niegan a aceptar. De hecho, algunos de los mayores adalides del modelo REI me han cuestionado en más de una ocasión que realmente vaya a haber algún problema con la producción de hidrocarburos o el uranio. Puede parecer paradójico que personas cuyo discurso central es la necesidad de descarbonizarnos para luchar contra el Cambio Climático rechacen de plano la posibilidad del agotamiento de los combustibles fósiles, cuando debería ser algo que les resultase atractivo. Sin embargo, este rechazo es completamente lógico: sin combustibles fósiles, el REI no es viable, al menos a día de hoy.

Ya hemos comentado muchas veces que algunos autores como Gail Tverberg consideran que el REI y la nuclear son simplemente fossil fuel extenders, es decir, extensiones de los combustibles fósiles. En suma, que son sistemas que pueden proporcionar una energía extra pero solamente si hay combustibles fósiles disponibles. Y es que ni el modelo REI ni la nuclear han completado jamás su ciclo de vida (que incluye la extracción de materiales, su procesado, los procesos de fabricación, ensamblaje e instalación, el mantenimiento y, eventualmente, el desmantelamiento) usando para ello solamente energía renovable o nuclear: el hecho es que siempre acaba entrando bastante energía fósil en el proceso. De nada sirve decir que completar el ciclo de vida solo con energía renovable/nuclear es teóricamente posible: la cuestión es saber cómo funciona eso en la práctica, en el mundo real. Al pasar de la mesa de diseño al mundo real siempre aparecen multitud de problemas, de necesidades de adaptación, de costes imprevistos; por eso todo siempre necesita ser testeado primero con prototipos y luego con plantas piloto. Utilizar solamente energía renovable o nuclear en todos esos procesos puede incrementar enormemente los costes energéticos, hasta el punto que los sistemas resultantes dejasen de ser fuentes de energía y pasasen a ser sumideros energéticos, es decir, que en todo el proceso se perdiese más energía que la que se produce. Hasta que no se haya probado que se puede completar todo el proceso sin combustibles fósiles, ésta es una objeción relevante que debe abordarse.

En el momento actual, el discurso tecnoeufórico dice que durante los últimos años ha habido una auténtica revolución tecnológica en el campo de las REI, mejorando eficiencias y disminuyendo el consumo energético y de materiales. Yo más que una revolución, lo que veo es una evolución, similar a la de cualquier sector industrial: ha habido un progreso muy grande cuando se mira sobre un período de 10 años o así, pero como digo es similar al progreso de otros campos con semejante grado de madurez. Y en el momento actual no se vislumbran posibilidades técnicas de aumentar espectacularmente ninguna de esas variables: estamos llegando a la fase de rendimientos decrecientes, propia de cualquier proceso industrial mientras no se cambie radicalmente el paradigma. Además, como norma general lo que se vende como "mejora productiva" está más bien asociado al descenso exponencialmente rápido del coste monetario por kW instalado. Ése es una mal indicador del progreso tecnológico por dos motivos. Primero, porque en los costes influyen muchos factores, no solo las mejoras objetivas: se incluye, por ejemplo, el dumping salarial que ha hecho China en el campo de la fotovoltaica. Y segundo, porque ahora que se produce un repunte de precios, ¿qué tenemos que interpretar? ¿Que se ha producido un retroceso tecnológico? Por terminar, hay que recordar que muchas veces las mejoras tecnológicas se consiguen con un mayor uso de recursos, incluyendo materiales escasos, que son viables en un entorno de energía fósil abundante y barata; por tanto, una parte de esas celebradas mejoras en eficiencia hacen el modelo REI más dependiente de la energía fósil, y no menos.

En estos momentos turbulentos en los que Rusia ha invadido Ucrania, la incertidumbre es máxima. No sabemos cuánto durará ni cómo acabará esta guerra. Incluso a pesar de lo tibio y pusilánime de las medidas de castigo acordadas por la UE y los EE.UU., el impacto de la guerra y sus consecuencias sobre el mercado de la energía y de todas las materias primas en general puede ser de gran magnitud. Los líderes occidentales están seriamente preocupados por el daño que van a sufrir sus economías y de ahí lo mezquino de su respuesta. Debería ser en este momento que el REI se alzase con fuerza, y sin embargo el tambaleamiento del comercio internacional de esas materias primas indispensables indica que el REI no es viable en un mundo que no esté bien engrasado por los combustibles fósiles. Pues, si la escasez de materias primas generaba problemas de viabilidad económica antes de la guerra en Ucrania, ¿cómo será ahora? Y teniendo en cuenta que en las próximas décadas vamos a ir hacia una sucesión de guerras, revueltas e inestabilidades a escala global, ¿es creíble pensar que se podrá mantener un REI tan dependiente del suministro de tantas materias primas y con una componente tecnológica muy vulnerable a estas disrupciones?

Ya lo comentamos hace casi un año: el modelo de transición renovable REI podía haber sido implementado quizá hace 20 ó 30 años, pero ahora, probablemente, ya no es viable. Es la transición que no fue, es un modelo que actualmente es fallido. Lo más probable es que hayamos llegado ya al fin de la energía renovable barata. Entendámosnos: no todos los sistemas renovables serán caros; en algunos lugares y con ciertas tecnologías el precio seguirá siendo competitivo. Pero cuando se intente extender masivamente (tal y como se pretende), en la mayoría de los lugares y a la escala deseada la renovable será más cara a partir de ahora, y probablemente irá encareciéndose cada vez más a medida que pase el tiempo. Determinar en qué casos y bajo qué condiciones se puede implementar de manera rentable estos sistemas REI necesitaría cálculos muy precisos y detallados de ese concepto sutil y esquivo que denominamos Tasa de Retorno Energético. En cualquier caso, es muy dudoso que el REI pueda implementarse de manera masiva. El REI barato y para todo el mundo es probablemente cosa del pasado. A despecho de todos sus palmeros que se niegan a reconocerlo, el REI está desnudo.

Deberíamos de aceptar que se cuestione el modelo de transición imperante por las múltiples dudas que plantea, en vez de la actual cerrazón de creer que el REI es el único modelo posible. Pero no solo hay que cambiar el modelo de transición energética: urge, y mucho, pensar en las otras crisis que se nos están echando encima. La más imperiosa,  la crisis  alimentaria desencadenada por la crisis de los fertilizantes (recordemos que una buena parte de los fertilizantes nitrogenados se sintetizan con gas natural, que ahora es caro y escasea). Crisis de los fertilizantes que se está agravando por la guerra en Ucrania, y eso por no hablar de la dependencia del mercado global del cereal de lo que se produce en las famosas tierras negras de ese país. Fijemos correctamente nuestras prioridades o lo pagaremos muy caro.

Salu2.

AMT

G
M
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