Tengo que acabar el post sobre el WEO. Tengo que sacarlo ya, porque después tengo el post sobre el pico del diésel de Rafa, y los posts típicos de final de año que esta vez llegarán 6 meses tarde... 6 meses, Dios mío. Y tengo toda la Lavadora de Beamspot por publicar, ya debe estar desactualizadísima... Pero cada vez que tengo un rato y me pongo con el WEO tengo que volver a empezar desde el principio, y es un post largo y complicado... Y encima con ese sentimiento de culpabilidad, de que tendría que estar haciendo otra cosa: los contratos, los trabajos científicos, las reuniones de trabajo... ¿Envié aquellos informes? Y aún tengo que escribir las valoraciones. Tengo 5 meses de papeleo de viajes por entregar. ¿Y cuántos correos tengo por leer? A ver... 4033. Bueno, en diciembre eran 6200... Al final me puede la responsabilidad, voy arreglando informes, viajes, quedar con los estudiantes y los colegas... y de repente veo otro mail, y otro, y otro... que me piden que vaya aquí o allá, ¿podrías venir aquí tal día? Y miro el calendario y quizá sí pero quizá debería decir que no. Pero no sé decir que no. Pasan demasiadas cosas, hay demasiada necesidad, demasiada gente agobiada, gente diminuta abrumada bajo el peso gigantesco de tanto atropello...
Jende txikiekin ibiltzen naiz.
En un invernadero de Donostia se agolpan 300 personas. Aquí, lógicamente, no hay proyector ni PowerPoint, solo discurso, solo la palabra. Cuento lo mismo de siempre, lo que sé, lo que no sé. Mato un mosquito que me ha picado, después en twitter me dirán (a saber si en serio o en broma) que vaya falta de respeto a la biodiversidad. Me preguntan por qué soy el único del CSIC que hablo de esto, se levanta una persona, dice que es compañero de un instituto del CSIC de allá, que todos saben que lo que digo es cierto porque es completamente lógico con todo el conocimiento que tienen, que todos están conmigo (gracias, compañero). Luego Zumaia, luego Azpeitia, con Antonio ("Los Antonios, también disponibles para bautizos y comuniones"), también más de 300 personas. "Mikel es amigo, nos conocemos de cuando el fracking, no quiero hablar mal". "¿De dónde eres?", me preguntan. "De León", digo yo. "Bonita ciudad", dice uno. "Yo de León solo conozco Mansilla de las Mulas". No hace falta decir más. "Allí los plantarán", señalando el muro de montaña que tenemos delante. Vamos a cenar. No quiero contárselo todo, el mar, el mar... Pronto lo acabaremos y lo publicaremos, pero hoy no quiero hablar de eso. Dormimos en un caserío: es fácil comprender el amor de esta gente por esta tierra, tan hermosa. "No me venderán espelta, no habrá". Miro la montaña por la parte de atrás. Por aquí pasarán las vías de evacuación, claro. Son vascos, gente dura: sus ojos son para la rabia, no para llorar.
Jo camino amb gent diminuta.
Pero los de ella sí. ¿Tendrá 18 años? Nos cuenta que arrancarán los árboles de los bancales, en el sur de Valencia, y al final no puede evitar ponerse a llorar. Yo no sé qué decir. Solo puedo sentir su dolor. No entiendo que no lo sienta todo el mundo, con la fuerza de un terremoto. ¿Cuántas veces he ido y vuelto a Valencia? A veces para un acto académico, otras de empresa, otras una mesa redonda o un acto político en el que no sé cómo me he metido (no sé decir que no). Y por Castellón (venturosos encuentros multicódigo, interesantísimos y con una gente increíble).
Paso también por Ses Illes. Hacía tiempo que no venía. Cuánta gente, y eso que el entorno, con el actual frenesí turístico, no parecería favorable. He venido a trabajar, mañanas y tardes, pero las noches son para la divulgación. Para estar con esa gente diminuta con grandes preocupaciones. "Estoy rodeado de chemtraileros, necesito que hagáis un escrito desmintiéndolo". "Sería contraproducente: se atrincherían. Es una marea que ha subido y bajado varias veces en los últimos 20 años; hace 12 años el tema era que nos fumigaban con sustancias de control mental, hoy es esto. Es la narrativa heroica y el vago consuelo de creer que hay un malo malísimo que hace esto, preferible a la aterradora verdad de que no hay nadie a los mandos. Pasará cuando se den cuenta de que no pueden contestar a la simple pregunta: y entonces, ¿qué proponéis?".
Y hablo con la gente diminuta. Es esa pareja que está pensando en qué van a hacer. Es ese chico que está pensando en soluciones estructurales. Gente con trayectorias vitales muy diferentes pero que van convergiendo sobre el mismo punto, no se les ve, diminutos que son.
Eu camiño con xente pequeniña.
¿Había quedado para ir a Galicia? No tengo ni idea. Me costó meses empezar a poner un poco de control en los emails. Fui una vez solo en los últimos meses, pues estoy muy lejos, pero sí que doy algunas charlas telemáticamente. Desde esta distancia, la gente diminuta se la ve aún más pequeña, y se la oye peor, a veces no entiendo qué me dicen. Bueno, entenderlo lo entiendo de sobras, aunque no distinga los sonidos. El panadero que cierra la panadería. ¿Por qué no llueve? En parte, por los bloqueos de la corriente de chorro polar, cada vez más meandrosa. Qué se yo. Está claro que de un año no se pueden sacar conclusiones, y este año viene El Niño, pero todo va en la dirección esperable por efecto del Cambio Climático.
Tendré que volver a Galicia, pero he perdido el hilo, no sé dónde estamos. Todo fue duro y complicado desde noviembre fatídico. También a Asturias. Y a Andalucía. Y las reuniones con los ministerios, uno, dos y tres, por mi trabajo habitual, aunque de vez en cuando alguien me reconoce. "Oye, tú no eres...?"
Y en mi León natal, donde una gente maravillosa y combativa lo intenta, algunos que no nacieron allí pero que plantaron el pie en Madrid y ahora defienden mi tierra natal. ¿Como no vendría a ponerme a su lado? Y pienso en los compañeros y compañeras que tiraron agua con remolacha en las escalinatas del Congreso y para los que ahora piden 6 años de cárcel.
Yo camino con gente diminuta.
Por supuesto, hago mal, me dicen. Que me aprovecho de mi condición de miembro del CSIC para difundir un mensaje de odio y confusión, pero a veces es el propio CSIC que me envía a los sitios. De las 8 personas científicas que estuvimos cuando la COP 25 en la Residencia de Investigadores, 6 dijimos que la solución es el decrecimiento. Nada nuevo, en realidad. Lo dice el IPCC. Lo dice la Agencia Europea del Medio Ambiente. Esta semana se ha dicho incluso en el Parlamento Europeo. Pero, lógicamente, recibo más ataques ahora, pues estoy más expuesto. Todo ese juego imbécil de llamarnos colapsistas (sin definir nunca el término, para dar a entender lo peor) a los académicos y académicas que defendemos el decrecimiento. Gente que busca motivaciones espurias para lo que hago. Quien simplemente insulta. Pero nadie mira a los datos, nadie refuta los datos. No pueden. Y yo pienso: qué más daré yo. Qué más dará ninguno de nosotros. Solo estamos de paso, nuestros días están contados: lo único importante es lo que dejemos para el después.
Yo solo oigo un rumor incesante de voces diminutas, de gente diminuta, que me llama. Que nos llaman a todos. Otros ven un gran futuro industrial, yo solo veo a gente diminuta. Gente diminuta que con sus diminutos brazos lo sostienen todo. Porque ellos, porque ellas, son el pueblo. Yo no sé nada, nada más que una cosa: con quién quiero estar.
¿Llegaré hoy a casa o perderé el último tren?
Solo veo gente diminuta. Yo camino con gente diminuta. Como yo.
Antonio Turiel.
En algún lugar entre Castellón y Tarragona, demorado.
Mayo de 2023.
Postdata: Pronto volveré.
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