domingo, 25 de abril de 2021

La transición que no fue

 

Queridos lectores:

Desde mi comparecencia en el Senado de España, algunas personas me han remitido diversos informes sobre el estado de algunos sectores industriales en España. Todos ellos están relacionados con un tema que mencioné en mi comparecencia y sobre el que ya escribí aquí, el fin del plástico barato. Los informes mencionan siempre lo mismo: encarecimiento más que significativo en el último año de los plásticos y otras materias primas (maderas, aluminio, acero laminado, etc), empresas declarando fuerza mayor para no cumplir con sus contratos de suministro, ruptura de stock en algunos casos... Y en general, nadie espera que estos problemas se vayan a resolver antes de 2022 o 2023.

Si uno lee los análisis sobre las causas de estos problemas de suministro, suele encontrar toda una diversidad de problemas aducidos. Suele mencionarse la escasez de materia prima (a veces presentada de manera elíptica; por ejemplo, "desajustes entre la oferta y la demanda"), pero también se mencionan muchas cuestiones coyunturales de influencia variable pero que claramente se exagera en esos informes: se habla de la tormenta de nieve en Texas, la obstrucción del canal de Suez o el incremento del consumo de ciertos productos higiénicos derivados de las medidas contra la CoVid. Lo cierto es que en 2020 el consumo en general se redujo muchísimo, y los problemas de escasez ya eran notorios a finales de 2020, así que todos esos problemas mencionados suenan a excusas más que a la verdadera causa de tanto desarreglo. Todos, excepto la escasez de materia prima.

Y es que en la raíz de todos estos problemas está el acelerado descenso de la producción de petróleo en el que ya estamos inmersos. No voy a repetir aquí una vez más los mismos argumentos con todo detalle; consulten, si lo consideran necesario, lo que se discutió en el post "El Gran Despilfarro". El resumen del argumento es el siguiente: las compañías petroleras descubrieron hace unos años que no quedan yacimientos de petróleo rentables, porque a pesar de estar en precios récord perdían dinero a manos llenas; así pues, desde 2014 están reduciendo drásticamente sus inversiones y por ese motivo la propia Agencia Internacional de la Energía anticipa una caída de la producción de petróleo muy importante y ya imparable, que podría llegar a ser hasta del 50% en 2025 si no reaccionamos. Incluso si hay una fuerte reacción, una caída del 20% parece inevitable. Una caída tan grande de la producción de petróleo augura un auténtico desastre económico. Solo este año, la producción podría caer ya un 10%. La escasez de ciertas materias primas que se está observando nos indica que efectivamente vamos por ese camino. El precio del barril de petróleo aún no se ha disparado de precio, pero por culpa de la ley de Liebig de las refinerías (que comentábamos al hablar de la escasez de plásticos) el plástico ya escasea. La escasez de otras materias primas, como los microchips o algunos metales, tiene una componente energética y otra que depende de muchos otros factores, pero en todo caso será agudizada por el descenso del petróleo.

Y aún en este momento, en el que la producción de petróleo cae desde 2018 sin posibilidades de recuperarse nunca más, en el que sabemos que ya hemos pasado el temido peak oil, aún sale algún langrán diciendo que eso del peak oil ya fue desmentido, o el típico avispado que dice una variante de aquello de "Llevan años diciendo lo mismo. Siempre dicen que quedan 30 años para que se acabe el petróleo". Dejando al margen que ningún científico ha dicho nunca que el petróleo se fuera a acabar en 30 años (no, ninguno nunca lo ha dicho: nómbrese uno) y que quien dice eso tiene una supina ignorancia de qué es exactamente el pico del petróleo o peak oil (para quien le interese, aquí encontrará un sencillo vídeo explicativo), es absolutamente grotesco que en un momento tan delicado como el actual, en el que la producción de petróleo ya cae y que por culpa de la espantada de las petroleras va a seguir cayendo y encima más rápido de lo que debería haber sido, en un momento en que se nos viene encima una bofetada de realidad histórica con una Gran Escasez de casi todo, se pretenda de manera tan autosuficiente ignorar un problema que ya nos está explotando en las narices. Por poner una analogía: imaginen un fumador empedernido al que amigos y familiares le han dicho durante años que deje de fumar  porque al final contraerá un cáncer. El fumador siempre les había respondido, burlonamente, que llevan años diciéndole lo mismo pero que el cáncer nunca llega. Hasta que un día va al médico porque tiene unas molestias y el médico le dice que tiene un cáncer. Ahora imagínense que delante de ese diagnóstico, nuestro fumador se burlase del médico y le dijera que no le venga con la misma cantinela de siempre, de asustarle con que tendrá un cáncer. Sin entender que ya tiene el cáncer. Pues igual de grotesco es que en este momento tan delicado aparezcan algunos aturdidos diciendo que eso del peak oil es la misma cantinela de siempre. Pues no, señores: el peak oil ahora ya ha pasado. El tiempo de prevenirlo ya ha pasado; ahora es el tiempo de adaptarnos. Igual que con el ejemplo del fumador, ya no es simplemente cuestión de dejar de fumar: ahora tendremos que emprender tratamientos agresivos para parar el cáncer. Y lo último que necesitamos es a unos zangolotinos que solo quieren seguir arrastrando los pies un rato más.

Pero, por ese mismo motivo, porque ya estamos iniciando el descenso, ya no hay tiempo para las soluciones que se están proponiendo para la Transición Energética, motivada por la lucha contra el Cambio Climático pero que también deberían valer para hacer frente a la escasez energética y material que se nos viene encima. Llevamos muchos, demasiados, años discutiendo los pros y contras de la transición renovable. Llevamos muchos, demasiados, años discutiendo los límites de las renovables, con discrepancias legítimas que aún no se han resuelto. No se hizo nada cuando se tenía que hacer porque, en el fondo, no nos parecía tan urgente. Y ahora, simplemente, lo que teníamos planeado ya no se puede.

Latinoamérica pasó su pico de la energía en 2016, y justo antes de la CoVid su consumo de energía  sobrepasó su producción. Con el actual agravamiento global del problema energético, ¿va a poder Chile seguir enviándonos su cobre, sobre todo ahora que sus costes se han disparado por la pobreza de ley de las minas? ¿Va a seguir Argentina exportando su litio para las baterías? ¿Va a seguir México enviándonos su petróleo? Esto último ya sabemos que no: el consumo de petróleo de México ya supera a su producción desde hace un par de años.

¿Seguirán viniendo los paneles solares de China como hasta ahora? ¿Y el neodimio? ¿Y el cobalto desde el Congo? ¿El uranio de Níger?

En una situación en que la urgencia energética afectará a todo el globo, en la que todo el mundo tendrá que hacer de alguna manera su transición energética, ¿se va a poder mantener el tráfico mundial de las esenciales materias primas para la transición energética? Rotundamente, no. Con una producción de petróleo en descenso, ¿cómo funcionarán las máquinas que operan en las remotas minas de cobre, litio, platino, plata, oro? ¿Cómo trabajará la maquinaria que se usa para procesar en neodimio, el disprosio o el praseodimio? ¿Qué coste tendrá transportar esas materias de las minas a otros países donde se procesan? ¿Qué coste el transporte de las materias ya procesadas hasta llegar a Europa? Si ya sería extremadamente complejo si solo Europa emprendiera la transición energética, en el contexto al que vamos la competencia por esas materias será global. Porque no se trata ya de luchar contra el Cambio Climático, contra el cual hay países más comprometidos y concienciados que otros; aquí, es verdaderamente una guerra de todos contra todos. Y, además, por nuestro propio interés necesitaríamos que algunos países fuera de Europa hicieran también su transición, porque si no sus minas cerrarían y nos quedaríamos sin esos materiales.

Las hojas Excel de nuestros economistas de guardia, aquellos que asesoran a nuestros gobiernos y grandes empresas, no contemplan ningún problema. El mercado proveerá. Si se les señalan las dificultades, alegan que el ingenio humano no tiene límites y que el mercado siempre encuentra sustitutos eficientes para todo, y que el que no entienda eso es que es un ignorante en economía. Pero son ellos los que no saben nada. No saben que hace tiempo que se hicieron modelos complejos para describir la interacción entre todos los factores, tanto los económicos como los físicos, con mayor realismo. No saben nada del modelo World3, no saben nada de MEDEAS, no saben nada de Locomotion. Para ellos, su Excel es más que suficiente para describir la complejidad del mundo.

Ahora, al calor de los fondos NextGenerationEU, en España las grandes empresas y los grandes fondos de inversión se han lanzado a promover enormes proyectos de parques renovables, para generar una electricidad que no sabemos si necesitamos, y si no la necesitamos la usaremos para hacer hidrógeno. El hidrógeno, que como reconocía un ponente de unas conferencias a las que asistí hace unos días, se había intentado introducir hace 20 años y se fracasó, que se volvió a intentar hacer 10 años y se volvió a fracasar, y que esperan a ver si a la tercera va la vencida. Todos esos parques y esas plantas de hidrólisis, que necesitan de materias primas y elaboradas que tienen que venir de tan lejos y que no podrán llegar, si falta petróleo. En la Ley del Cambio Climático y la Transición Energética se habla de la descarbonización total de la economía española en 2050, y de un avance significativo para 2030; por ello, el plan es hacer todos estos parques y sistemas, que ya antes no sabíamos si serían adecuados, pero que ahora sabemos que simplemente no será posible ni instalarlos. Hablamos de transicionar parcialmente en 2030 y totalmente en 2050, cuando quizá el año que viene haya cosas que ya estén fallando.

Hemos esperado demasiado tiempo. En medio del incendio no es el momento de hacer una junta de vecinos para aprobar la instalación de una escalera de incendios. En un avión gravemente averiado, cuando el comandante dice "brace, brace" no es el momento para discutir qué visitaremos primero cuando lleguemos a nuestro destino. Ya no hay tiempo para eso.

Quizá haya tiempo de instalar en los próximos años algunos, unos pocos, de estos parques renovables y otros sistemas. Sin embargo, el foco debería estar en otro lado. Deberíamos dotarnos, a la mayor brevedad, de la capacidad de ser autosuficientes en la producción de alimentos. Deberíamos de asegurar el suministro de agua, en condiciones de potabilidad, y la capacidad de depurar las aguas residuales. Deberíamos relocalizar la producción de todo lo que sea relocalizable. Deberíamos abrir nuestros vertederos y chatarrerías para reaprovechar todo lo reaprovechable. Reciclar todo lo que sea reciclable y hacer una reingeniería de los procesos industriales para favorecer el reciclaje, sobre todo de ciertos metales. Deberíamos abandonar la megalomanía de esos proyectos que a día de hoy son imposibles y centrarnos en salvar lo más pequeño, lo fundamental. Hay que olvidar esa transición que soñamos, que quizá pudiera haber sido hace 20 años pero que hoy ya no será. Es mejor que la dejemos ir. La transición que no será. La transición que no fue. Porque ya no hay tiempo.

Salu2.

AMT

lunes, 19 de abril de 2021

La Ley de Cambio Climático y Transición Energética: una valoración personal


Queridos lectores:

Hace unos días, el Congreso de los Diputados de España aprobó el proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética, y lo remitió al Senado, donde en breve se discutirán enmiendas (por la vía exprés) y posteriormente se devolverá al Congreso para su aprobación definitiva.  Si todo va como está previsto, la Ley estará definitivamente aprobada de aquí en pocas semanas.

Como saben, esta misma semana comparecí delante de la Comisión de Transición Ecológica del Senado, la cual tiene un papel destacado, justamente, en la discusión de esta Ley a su paso por esta cámara. Se podría decir que mi comparecencia no ha podido ser más oportuna. Sin embargo, dado la comprensible urgencia por aprobar por fin una ley tan crítica y que ha tenido una tramitación tan larga hace improbable que ninguna de las críticas que hice en mi comparecencia (fundamentalmente, la falta de mención a la crisis energética) pueda ser incorporada en la Ley en este momento.

Varias personas me han pedido que escriba un post valorando la Ley, así que me he leído las 39 páginas del texto remitido al Senado para poder opinar con buen conocimiento. Yo tenía muy bajas expectativas sobre esta Ley, teniendo en cuenta cómo fue el procedimiento de participación ciudadana (comenzado por el anterior Gobierno), y lo cierto es que el redactado final me ha sorprendido. La Ley está, de hecho, muy bien, y en muchos aspectos es una Ley valiente. Hubiera sido una muy buena Ley, si se hubiera aprobado hace 20 años. El problema que tiene esta Ley es que ahora es demasiado poco demasiado tarde, y no encara correctamente los retos que vamos a tener a corto plazo; pero para el tempo político es mucho y pronto: es una ley avanzada.

Incluso si por un momento dejamos al margen el mayor defecto de la Ley (es decir, que llega tarde pues está pensada para ser aplicada a un mundo que ya no existe), tiene también algunos otros defectos. En lo que sigue comentaré con cierto detalle la estructura de la Ley, destacando de cada apartado aquellos aspectos que considero más relevantes.

El preámbulo es una justificación de motivos y una definición de objetivos de la Ley. Dentro de los párrafos preliminares, en medio de cosas con las que puedo estar más o menos de acuerdo, se encuentran frases que considero curiosas, como por ejemplo (las negritas son siempre mías):

"España debe ofrecer respuestas solidarias e inclusivas a los colectivos más afectados por el cambio climático y la transformación de la economía, así como facilitar las señales adecuadas para atraer la confianza de los inversores y minorar los riesgos financieros asociados al incremento en el volumen de emisiones de gases de efecto invernadero o a la mayor vulnerabilidad frente a los impactos físicos del cambio climático."

Sinceramente, si estamos preocupados en "minorar los riesgos financieros" no hemos entendido nada.

"La lucha contra el cambio climático y la transición energética conllevan transformaciones tecnológicas y cambios en la industria. Por ello, es necesario ligar la transición energética a la política industrial y a la I+D, estableciendo mecanismos de apoyo a la industria para que la transición tecnológica genere mayor competitividad y un mejor posicionamiento de la misma, y resulte en generación de riqueza y empleo de calidad."

Las primeras frases bordean la falacia (no va a haber un "progreso tecnológico" solo porque nos interesaría mucho), pero pase. Sin embargo, esa "transición tecnológica", con mayor probabilidad, va a ser un retroceso tecnológico, y no va a generar más competitividad en el sentido actual, ni va a generar más riqueza en el sentido actual, ni tampoco empleos de calidad en el sentido actual. No tiene por qué pasar tal cosa, y además todo indica que no va a pasar eso.

" La Comunicación de la Unión Europea relativa al Pacto Verde Europeo («The European Green Deal»), de diciembre de 2019, establece una nueva estrategia de crecimiento que persigue transformar la Unión Europea en una sociedad justa y próspera, con una economía moderna, eficiente en el uso de sus recursos y competitiva, y con la finalidad de hacer de la Unión Europea el primer continente neutro climáticamente en el año 2050."

Obviamente, lo del "crecimiento" no tiene ningún sentido, es no haber comprendido el origen de los problemas y tampoco que ya hemos llegado a los límites del crecimiento y que estamos condenados a decrecer. Lo de "competitivo", tres cuartos de lo mismo: no se puede garantizar, y casi seguro no podrá ser. Y lo de ser neutros climáticamente en 2050 es discutible de muchas manera diferentes, pero ya hablaremos de ello.

"La obligación de limitar las emisiones condiciona las políticas sectoriales e implica cambios en los patrones de consumo. Pero esta transformación conlleva ventajas relacionadas con la modernización del modelo productivo y el sistema energético, y ofrece oportunidades de empleo, de negocio y de crecimiento siempre que se incorpore una perspectiva de medio y largo plazo que facilite la descarbonización ordenada de la economía."

Si por "modernización" se quisiera decir sistemas económicamente no rentables en nuestro modelo económico actual, aún se podría entender. Pero no va a haber oportunidades de empleo, de negocio ni de crecimiento. Lo siento: la lucha contra el cambio climático no es una "vibrante oportunidad". No lo es. Y combinada con la crisis energética es más bien un amargo declinar...

"Así, entre las importantes transformaciones que se van a producir en el sistema energético, y por ende en la economía en su conjunto, como consecuencia de la transición energética impulsada por esta ley, está la mejora sistemática de la eficiencia energética de la economía. Concretamente, la previsión es que la intensidad energética primaria de la economía española mejore anualmente en un 3,5 % anual hasta 2030; asimismo, la dependencia energética del país, del 74 % en 2017, se estima que descienda al 61 % en el año 2030 como consecuencia de la caída de las importaciones de carbón y de petróleo."

Me he estado mirando los datos más actuales que he encontrado sobre intensidad energética primaria de España, y de acuerdo con ellos la mejora anual en los últimos 20 años ha sido del 1% anual. Recordemos que el concepto de intensidad energética es por si bastante discutible, porque lo que reflejan estas "mejoras" es un incremento de la terciarización de la economía española y una externalización a otros países (China, sobre todo) de las actividades más contaminantes e intensivas en energía, aunque luego los productos se consuman aquí, con mayor gasto energético y emisiones debido a los costes de transporte aumentados, lo cual implica cierto cinismo cuando se dice que "luchamos contra el Cambio Climático" pero provocamos que las emisiones mundiales aumenten gracias a este modelo de externalización. Y aquí en la Ley nos dicen que, por decreto legislativo, no bajará ya al 1% anual, sino hasta el 3,5% anual y así desde ya mismo y hasta el 2030. Esto es ridículo: es imposible decretar que vaya a suceder algo así, y si se pone ese número es porque alguien ha determinado qué trayectoria se debía seguir y ha calculado ese número absurdo. De otro lado, que la dependencia energética solo baje del 74% hasta el 61% (una caída del 18%), teniendo en cuenta que del exterior viene principalmente combustibles fósiles, nos da una indicación de que el camino no va a ser tan magnífico, a pesar de esa mejora de la intensidad energética, y es que se está asumiendo que el PIB de España va a crecer. Por eso se estima que las emisiones se van a reducir un 23% en 2030: eso, básicamente, significa suponer un consumo energético total muy parecido al actual (como un 95% del actual) y con la mejora en intensidad energética del 3,5% anual el PIB podrá crecer entre el 1,6 y el 2,5% anual que cuentan más tarde. La cuadratura del círculo, vamos. Obviamente esto es lo primero que se va a ver que no sucede ni de broma, sobre todo con la grave crisis económica en ciernes por culpa de la crisis energética.

"Es necesario fijar, en el marco de la ley, objetivos de reducción de emisiones para el año 2030 y 2050 ofreciendo previsibilidad para orientar las decisiones de los inversores y de los reguladores con competencias en la materia. Los objetivos cuantificados buscan favorecer la predictibilidad y las señales económicas adecuadas, recogiendo el principio de no regresión en los objetivos marcados. Desde el punto de vista medioambiental, este principio de no regresión se define como aquel en virtud del cual la normativa, la actividad de las Administraciones Públicas y la práctica jurisdiccional no pueden implicar una rebaja o un retroceso cuantitativo ni cualitativo respecto de los niveles de protección ambiental existentes en cada momento, salvo situaciones plenamente justificadas basadas en razones de interés público, y una vez realizado un juicio de ponderación entre los diferentes bienes jurídicos que pudieran entrar en contradicción con el ambiental."

Preocupante declaración de intenciones. Los objetivos se mantendrán, a no ser que no se mantengan...

Justo antes del articulado de la Ley, se establecen los objetivos: reducción de las emisiones de CO2 en 2030 del 23% respecto al valor de 1990, y neutralidad de emisiones en 2050. Mucha gente ha criticado la falta de ambición de la Ley, porque este objetivo ya está desfasado con respecto a lo que marcaba el IPCC en la propia cumbre de Madrid de 2019 (un 55% para 2030, a escala global). A mi, sinceramente, es lo que menos me preocupa. Se dice también que de la generación eléctrica al menos el 74% debe ser renovable en 2030. Si se compara con el 43% del año pasado parece muchísimo, pero en realidad hay momentos puntuales en los que se ha llegado al 60%, así que debería ser factible. Pero hay un problema que ha explicado Beamspot diversas veces en este blog, y es la inestabilidad de la red subsecuente a la integración de mucha potencia renovable, que es un problema al que se ha enfrentado repetidas veces Alemania y que dificulta la expansión renovable. Así, aunque no se diga, la manera de conseguir esta expansión y evitar la inestabilidad es dedicando directamente una parte sustancial de esta electricidad renovable a la producción in situ de hidrógeno verde, esa quimera. Así que, aunque no se diga, probablemente se está pensando en fiarlo todo a la ruina del hidrógeno verde. Otra cosa divertida es que se establece que se tendrá que mejorar la eficiencia energética disminuyendo el consumo de energía primaria al menos un 39,5% para 2030, aunque no me queda claro con respecto a qué. Una reducción tan salvaje del consumo de energía solo significa una cosa: una contracción económica brutal. Y es que el aumento de la eficiencia energética no implica un descenso del consumo de energía por culpa de la paradoja de Jevons. Lo curioso de esto es que, teniendo en cuenta lo que se nos viene encima, es hasta probable que tal descenso sí que tenga lugar. 

Respecto al articulado, como digo, no me detendré en analizarlo en detalle y destacaré algunos aspectos dispersos. Los artículos que no comento (que son, de hecho, la mayoría) no los comento porque ya me parece bien (o, al menos, no me parece mal) lo que dicen.

El artículo 6 va de digitalización. No se considera que la digitalización está amenazada por la escasez presente y futura de microchips. En esto, como en tantas otras cosas, no hay plan B para hacer frente al escenario más realista.

El artículo 7 explica el aprovechamiento hidráulico. Se pone el énfasis en las centrales reversibles, a pesar de que se sabe que su capacidad total para almacenar excedentes energéticos es muy limitada. Se incide también en que se pueden aprovechar las canalizaciones de abastecimiento y saneamiento urbano para generar electricidad. Buena suerte con eso también.

El artículo 9 prohíbe conceder nuevas licencias de estudio o explotación de hidrocarburos en España. Es ciertamente un artículo muy valiente, aunque también es verdad que no queda nada rentable por explotar, ahora que los promotores del fracking patrios se han dado cuenta de que no iba a ser nunca rentable.

El artículo 10 prohíbe lo mismo con minas de materiales radioactivos. Es aún más valiente que el anterior. Tampoco hay ninguna mina de nada radioactivo rentable en España, pero aún así es muy valiente.

El artículo 12 dice que se fomentará la penetración del uso del gas renovable, incluyendo el biogás y el hidrógeno. El biogás se puede producir en cantidades limitadas (por un problema semejante al que explicamos al principio de todo de este blog), y en cuanto al hidrógeno ya sabemos de qué va. Lo preocupante de la introducción del hidrógeno aquí es que parece ir en la dirección que apuntaba Beamspot: que se mezclará con el gas natural, disminuyendo así su poder combustible pero nos lo van a cobrar como si fuera gas del bueno.

En el artículo 13 se dice que se fomentarán los combustibles renovables para el transporte. Eso solo puede ser los biocombustibles (un grave error) y, cómo no, el hidrógeno otra vez. Ya sabemos que el hidrógeno es la única alternativa para intentar mantener la matriz industrial europea, aunque sea una mala y dudosa alternativa que, seguramente, bombeará la renta de las clases trabajadoras a las del capital.

Del artículo 14 me gustaría destacar dos cosas: una, que a partir de 2040 los coches tendrán que ser de cero emisiones de CO2 (esto lo veo fácil de conseguir: total, no tendremos coches en 2040); dos, que en los municipios de más de 50.000 habitantes se van a tener que implantar toda una serie de medidas no más tarde de 2023 que estoy seguro que van a dar mucho de que hablar en los próximos años, incluyendo limitaciones estrictas de la circulación de vehículos convencionales.

El artículo 15 va de la instalación de puntos de recarga eléctrica, dando por hecho que va a haber una implantación masiva del coche eléctrico, cosa por lo menos incierta. Añadan a lo que se comenta en el anterior enlace esto otro: hace poco revisé mis cálculos de hace 10 años sobre la cantidad de coches eléctricos que se podrían fabricar al año si destinásemos todo el litio que se produce mundialmente a eso. La producción ha aumentado mucho desde 2010 (se ha multiplicado por 3), aunque sufre considerables altibajos; y la cantidad de litio por coche ha disminuido considerablemente. Tomando como referencia un vehículo de 50 Kw·h o 8 Kg de litio metálico, hoy en día se podrían fabricar 8 millones de coches eléctricos al año. La producción mundial de coches ha caído actualmente por la CoVid y se sitúa en casi 80 millones de coches al año, por debajo de los casi 100 millones de 2018. Así pues, si se destinara toda la producción mundial de litio a fabricar coches  (adiós móviles, tablets, portátiles y sistemas de backup eléctrico de ordenadores y data centers), harían falta 175 años para renovar toda la flota mundial de 1.400 millones de coches. Y eso es con el litio: si miramos la situación con el cobalto y con el neodimio los cuellos de botella son peores. Pero, eso sí, se pone el acento en poner más puntos de recarga que solo podrán disfrutar los pocos (y seguramente adinerados) privilegiados que tendrán un coche eléctrico. Interesante también que en este artículo se obliga a las estaciones de servicio que vendieron más de 5 millones de litros de combustible en 2019 a instalar esos puntos de recarga, asumiendo ellos mismos el gasto (esto creo que va a levantar muchas ampollas). Ah, y a partir de este mismo año, cuando haya que revisar la licencia de concesión de una estación de servicio te obligarán a poner un punto de recarga eléctrica, no importa cuánto combustible vendas. Y por cierto que el nuevo Código Técnico de Edificación también obligará a tener puntos de recarga en los garajes de las casas.

El artículo 16 va de disminuir las emisiones en el sector marítimo. Se habla de "estimular el suministro eléctrico o el uso de combustibles alternativos en barcos atracados". Salvo en barcos realmente muy pequeños y de poca autonomía, es completamente impensable la electrificación de los buques. La clave está pues, en esos "combustibles alternativos". El paso al hidrógeno es todavía más dificultoso en el caso de grandes navíos, por las dificultades de manejo y contención del hidrógeno para trayectos tan largos como los marinos, así que seguramente tendrá que recurrirse a soluciones de energía naranja (aceptando la bola de que no tienen emisiones netas). Con el inconveniente añadido de que el coste de la energía naranja es muy elevado y la capacidad de producción bastante limitada. El problema de fondo es que la transmutación a energía verde del sector marítimo es irrealizable en la práctica, y eso va a causar muy serios problemas.

Los artículos que siguen, siendo honestos, me gustan mucho, especialmente el 20 que habla de aumentar la resiliencia de las infraestructuras del medio marino. Interesante el artículo 21, que habla de proteger áreas naturales sensibles de las nuevas instalaciones energéticas. Y espectacular el artículo 22, que habla del impacto de la dieta. El resto de artículos, realmente muy buenos, de lo mejor de la Ley.

A partir del artículo 27 se habla de que la Transición Energética sea justa, lo cual está muy bien e introduce ideas interesantes. Lo que a mi me parece muy difícil es garantizar eso. Y mirando las medidas concretas, están pensando en un esquema de cosas propio de hace 20 años, con una mantenimiento de la actual sociedad industrial. No es eso lo que va a pasar. El artículo 29 habla del cese de la producción de carbón nacional, y aquí también habrá un gran punto de fricción. Máxime cuando yo preveo que, cuando deje de llegar el petróleo, vamos a tener que recurrir al carbón nacional y a Fischer-Tropsch para poder mantener la maquinaria indispensable en marcha.

Me salto los artículos del Título VII (recursos que se ponen a disposición), que no me interesa en absoluto y me parece un poco extraterrestre, y me voy al Título VIII, sobre educación e investigación: en principio, todo lo que dicen suena razonable. El Título IX va sobre gobernanza, y aquí lo más importante a destacar es la creación del Comité de Expertos: ya veremos a quién eligen y en qué queda todo. Muy interesante la creación de la Asamblea Ciudadana, aunque se tendrá que ver cómo se articula.

Son también interesantes las disposiciones adicionales. La primera excluye al Ejército de todo esto, aunque se la anima a cumplir. En la cuarta se menciona a la aviación por primera vez, y es de manera laxa: es como decir "descarbonizaos lo que podáis, a vuestro gusto". La quinta va de economía circular: bonito concepto de difícil implementación. La sexta, de fomento del ferrocarril, que veo acertada e incluso que podría haber sido más incisiva. Y en las disposiciones finales se hace un montón de cambios normativos de leyes y reglamentos anteriores cuyo alcance se me escapa, pero hay cosas que tienen pinta de tener mucho impacto. Seguramente de algunas de éstas oiremos hablar en los próximos meses.

En resumen, hay muy buenas ideas en esta Ley. Es una Ley, además, que levantará bastante ampollas en muchos sectores porque les obliga a hacer cosas que claramente van contra sus intereses.

Lo peor del caso es que es una Ley inútil, o bastante inútil, a pesar de que estoy convencido de que se han puesto mucho empeño y buenas intenciones en ella. Todos los planes de ejecución, todas las ideas de transición, todas las previsiones que en ella hay, se irán al traste cuando en unos meses tengamos el primer pico de precios del petróleo y entremos en la negra senda del descenso energético para la que no nos hemos preparado. Una lástima, porque mucha gente criticará a esta Ley como si fuera la causa, cuando en realidad su problema es llegar demasiado tarde. 

Salu2.

AMT

martes, 13 de abril de 2021

Comparecencia en el Senado de España

 


Queridos lectores:

Como muchos de Vds. sabrán, ayer comparecí delante de la Comisión de Transición Ecológica del Senado de España. Fue una comparecencia un poco atropellada por la falta de tiempo y la incomodidad nada despreciable de la mascarilla FP2, pero que espero que haya contribuido a crear un debate necesario - el tiempo lo dirá. Si tienen 54 minutos, juzguen Vds. mismos.


Mi agradecimiento al grupo parlamentario EH Bildu - Esquerra Republicana de Catalunya y a los parlamentarios que me propusieron para comparecer; no deja de ser curioso que dos partidos considerados como "enemigos del Estado" han demostrado una altura de miras que otros no les suponen, proponiendo a alguien pensando en la importancia del mensaje y no en su proximidad ideológica.

Salu2.

AMT

P. Data: Tengo previsto sacar algunas contribuciones de otros autores en los próximos días, si consigo sacar un rato para respirar.