miércoles, 26 de junio de 2019

Una paradoja extraña… el petróleo arde (y II)



Queridos lectores:

Edgardo Farías nos ofrece la segunda entrega de su análisis de la situación geopolítica de los 10 principales productores de petróleo del mundo, en este caso centrada en los tres mayores productores. Como el anterior, ofrece muchas pistas sobre lo que nos espera en el futuro.

Les dejo en las competentes manos de Edgardo.
Salu2.

Una paradoja extraña… el petróleo arde (ll)
La paradoja siria…nadie está en guerra, pero todos combaten

 “La historia está llena de guerras que todo el mundo sabía que no ocurrirían” 
Enoch Powell.

Subtitulé este según capitulo la paradoja siria, porque los cinco mayores  exportadores de petróleo, los tres que nos restan por analizar, esto es Rusia, EE.UU,  Arabia Saudí, junto con Irán e Irak ya analizados, tienen ejércitos, mercenarios, intereses y dinero, disparando y apostando en la ruleta siria. Es casi imposible, al menos en clave Oriente Medio, establecer la situación geopolítica actual de alguno de ellos sin hacer mención a los otros cuatro. Y nuevamente, de menos a más, vamos viendo. 


Tercer Lugar. Arabia Saudita (Producción aprox. 10.400.000 de barriles diarios). En el caso de Arabia Saudí, desde finales de la Segunda Guerra Mundial se construyó una sólida alianza entre Washington y Riad. En febrero de 1945, el presidente Franklin D. Roosevelt se reunió con el rey Abdel Aziz Ibn al-Saud, iniciando el histórico y estratégico intercambio de petróleo a cambio de seguridad entre los dos países Lo anterior implicó también el establecimiento de fuertes vínculos militares que persisten hasta la actualidad. En 1979, el triunfo de la revolución en Irán y la constitución de la República Islámica implicaron un deterioro significativo en las relaciones bilaterales y un aumento en la competencia, tanto en el campo de las narrativas ideológicas y religiosas como en el geopolítico. Al estallar la guerra entre Irak e Irán en 1980, el conflicto fue concebido por los saudíes como una seria amenaza pues consideraban que, tanto el régimen del partido Ba’ath de Saddam Hussein en Irak, como el nuevo Gobierno revolucionario iraní debilitaban la seguridad saudí. Ambos países contaban con una población y una capacidad militar mayores que las de Arabia Saudí. Igualmente los saudís terminaron decantándose por el mal menor, Sadam Hussein

En la península arábiga un principio operativo ha guiado la política de Arabia Saudí a través de las décadas: negar a cualquier otro Estado una posición de influencia sustancial. El liderazgo saudí ve al resto de la península como su esfera de influencia natural. De este modo, Arabia Saudita, ha intervenido militarmente en la región del golfo Pérsico (por ejemplo, enviando tropas y reprimiendo las protestas en Bahréin), apoyando a las monarquías medievales de la zona, y considerando un grave error (casi una traición) el acuerdo norteamericano con Irán sobre su programa nuclear, que, junto con el levantamiento de sanciones, cree que facilitarán el fortalecimiento económico iraní y su posible emergencia como potencia militar dominante en Oriente Medio. En ese terreno, Arabia mantiene puntos de vista semejantes a los de Israel, país siempre dispuesto a atacar a Irán, y esa coincidencia de intereses ha llevado a aumentar los intercambios entre ambos países. En resumen, el declarado propósito saudita de “luchar contra el terrorismo” encubre en realidad su objetivo estratégico sobre las guerras en Oriente Medio: pretende contener a Irán y sus aliados (la Siria de Bachar al-Asad, pero también el Hezbolá libanés y los huthíes yemenitas) y, por último, limitar la influencia de Rusia; objetivos todos que comparte, en mayor o menor medida, con Washington y Tel Aviv.

En el caso de Yemen, desde las revoluciones en el norte y el sur en la década de 1960, los estados yemeníes se constituyeron como repúblicas, creando una atmósfera de desconfianza con las monarquías absolutas vecinas, incluida Arabia. Después de la unificación, Yemen se opuso a la coalición de países árabes que rechazó la invasión iraquí a Kuwait; sin embargo, el gobierno de Alí Abdullah Saleh llegó a mantener una relación relativamente cordial con Arabia Saudí, hasta que fue depuesto por las revueltas populares de 2011. El nuevo gobierno de Abdrabbuh Mansour Hadi debió enfrentar tanto las aspiraciones secesionistas del sur, como la amenaza de al-Qaeda y de los rebeldes houthis (organizados en el movimiento Ansarulláh), que junto con otras fuerzas políticas lograron tomar Sana’a en septiembre de 2014, obligando a Hadi a abandonar el poder unos meses después y huir hacia Arabia Saudí. A la cabeza de una frágil coalición de países africanos y de Medio Oriente, Riad implementó la operación “Tormenta decisiva” en marzo de 2015, que implicó el bombardeo de las posiciones houthis, un bloqueo marítimo y aéreo, y el despliegue de tropas de la coalición en territorio yemení. En ese contexto  y con una victoria que, de llegar, cada vez más toma el adjetivo de pírrica, los saudíes reiteradamente han denunciado el apoyo financiero y militar iraní a los houthis. Pero, en lo concreto, la guerra impulsada por Arabia Saudí en Yemen ha tenido un carácter catastrófico desde el punto de vista humanitario y ha supuesto altos costos económicos y políticos para Arabia Saudí. Tras tres años de intervención militar, todo apunta a un grave fallo estratégico por parte de la casa Al-Saud, que no solo no le ha permitido a Riad cumplir con los objetivos propuestos, sino que le ha deparado enormes costos económicos que han venido a agudizar el ya dramático déficit presupuestario del país. Según una estimación de la agencia Reuters, el esfuerzo de guerra en Yemen le costaría a Riad cada mes unos 175 millones de dólares en bombardeos y unos 50 millones en incursiones terrestres.

El otro conflicto que distrae la atención saudita es el conflicto sirio y para entender la actuación de la casa de Al Saud, hay que hacerlo en clave catarí. Digamos que la competencia entre Catar y Arabia Saudita en Siria tiene raíces históricas. Ambos países tienen relaciones de larga data con el régimen sirio. Mientras Arabia Saudita se alejaba de Bashar al-Assad (aunque fue un socio bastante confiable para su padre), Catar tenía otros planes para la región, alentado por las debilidades de la política exterior saudí y por el ascenso de Recep Tarip Erdogan en Turquía, su nuevo aliado.  Aunque se señala a Catar y Turquía como quienes planearon la expansión de la influencia de la Hermandad Musulmana en la región -desde Palestina a Túnez- no fueron esos dos países los que instigaron las revueltas árabes. Todas ellas estallaron espontáneamente producto de insatisfacciones legítimas referentes a opresión política, política interna y externa con preeminencia de intereses foráneos (occidentales) e injusticias socioeconómicas.  Pero las dos nuevas alianzas rivales en Oriente Medio-Arabia Saudí, Emiratos Árabes e Israel de un lado, Catar y Turquía del otro- intentaron explotar esas revueltas para atender a sus propios intereses. Cuando las revueltas estallaron en Siria, tanto Arabia Saudita como Catar esperaban una caída rápida de Assad; pero cuando, por diversas razones, eso no sucedió, los dos países se precipitaron para patrocinar y armar grupos que pudieran controlar. Los sauditas vieron en las revueltas una buena oportunidad para sumergir a Siria en un conflicto sectario y, de esa manera, varios grupos de oposición y facciones armadas comenzaron a brotar en el país. Qatar vio un socio conveniente a Al Qaeda en Siria (Frente Al Nusra, Daesh), mientras Arabia Saudita se decantó por las FDS Fuerzas Democráticas Sirias y otros grupos armados. 


De más está decir que Catar y Arabia Saudita no estaban ni están solos en esta tarea: incluso en los primeros años de la guerra la transferencia de recursos y armas a Siria tuvo la abierta bendición de la administración Obama. Eso porque, en la época, todos esperaban una caída rápida de Assad y cada uno deseaba implantar su propio títere en su lugar. Esta competencia feroz no salió conforme a lo planeado, y la participación de actores regionales e internacionales sólo ha prolongado la guerra y el sufrimiento de los sirios. Más tarde, Arabia Saudita y Catar se distrajeron con su propio conflicto, como con la guerra en Yemen. Pero el bienestar del pueblo sirio nunca ha sido una prioridad para ellos y tampoco para los otros países que intervinieron en Siria. Aunque otras narraciones son más fáciles de digerir, sirviendo a los intereses de potencias extranjeras, la competencia entre Arabia Saudí y Catar fue -y sigue siendo- un factor determinante en la buscada destrucción de Siria. 


Segundo Lugar. EE.UU.
(Producción aprox. 10.500.000 de barriles diarios). Para hablar de la estrategia geopolítica actual de EE.UU, es necesario remontarse al 25 de enero de 1904, cuando Halford J. Mackinder, geógrafo, pronunció una conferencia ante la Real Sociedad Geográfica de Londres titulada “El pivote geográfico de la historia”. Mackinder elaboró su conocido modelo, en el que, sobre la base de la interpretación de la historia europea, consideraba que el Estado que ocupase la “región pivote” (Pivot Area) —o, el “corazón continental” (Heartland), según la versión de 1919— dentro de Eurasia podría ejercer una influencia decisiva sobre la vida política del mundo entero. A fin de contrarrestar esta superioridad geoestratégica, Mackinder prescribía a la potencia marítima —en aquellos momentos, el Reino Unido y luego, como no, EE.UU— cuyo ámbito espacial “natural” sería el “cinturón exterior” (Outer Crescent) formado por las islas y continentes situados más allá de Eurasia, una política de “equilibrio de poder” en el “cinturón interior” (Inner Crescent), la periferia de Eurasia, que rodea la “región pivote” de Eurasia, ya que si esta masa llegase a ser dominada por la potencia terrestre, ésta dominaría inevitablemente la “isla mundial” (World-Island), es decir el conjunto terrestre de Eurasia y África, y en última instancia el mundo. En 1919 fue sumamente explícito en su conocida fórmula: “Quien gobierne la Europa Oriental dominará el Corazón Continental; quien gobierne el Corazón Continental dominará la Isla Mundial; quien gobierne la Isla Mundial dominará el mundo”
Esta tradición geopolítica occidental tuvo entre sus continuadores inmediatos al norteamericano de origen holandés Nicholas J. Spykman, que a finales de los años 1930 se adentró en el análisis de las relaciones entre geografía y política exterior. Spykman sobre la base del modelo de Mackinder, minimizó el interés de controlar el “corazón continental”. Para él el “anillo continental” (Rimland) —que se corresponde grosso modo con el “cinturón interior” de Mackinder— es el área clave cuyo control permitirá un dominio global del planeta. Será una tarea de la potencia marítima el control de un “anillo continental” euroasiático unificado.


Tras la Segunda Guerra Mundial, y junto con la victoria, con el resultado de haber obtenido el control de los pilares extremos axiales de Eurasia -Alemania y Japón respectivamente- la estrategia de la contención que fue implementada por los Estados Unidos, responde a las prescripciones del modelo de Mackinder, un arco de bases marítimas rodeando Eurasia, ello con las modificaciones introducidas por Spykman y luego George Kénnan. Junto con ello, los diplomáticos estadounidenses sumaron capas de alianzas militares envolventes: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (1949), la Organización del Tratado del Medio Oriente (1955), la Organización del Tratado del Sudeste Asiático (1954) y el Tratado de Seguridad EEUU-Japón (1951), todas catalizadas por el temor al comunismo imperante en la URSS y luego China.
Es con Zbigniew Brzezinski que la tesis de Mackinder vuelve a colocarse en el centro de la política internacional norteamericana. Señalaba sin tapujos “Desde que los continentes comenzaron a relacionarse políticamente –hace 500 años– Euroasia ha sido el centro del poder mundial. Es importante que en las actuales circunstancias no aparezca un competidor con capacidad para dominar Euroasia y retar a EE.UU (…) Quien domine Euroasia tendrá control sobre tres de los continentes más ricos del planeta. Tanto el Hemisferio Occidental como Australia quedarían en la periferia”. Brzezinski se remonta a la era imperial más brutal para explicar su visión. “Las tres grandes necesidades de una geoestrategia imperial son prevenir alianzas y mantener la dependencia de los subyugados, mantener a los tributarios contentos y protegidos, y evitar que los bárbaros se unifiquen. Es importante, entonces, que EE.UU. se enfrente a cualquier alianza regional que intente expulsarla de Eurasia, amenazando su status de potencia global”. Brzezinski, al igual que Kissinger, entendía que la política exterior de EE.UU. debe concentrarse en mantener divididas las potencias que pretenden usar el continente euroasiático como pivote para su dominación global. En concordancia, en Europa levantó la Cortina de Hierro y en las aguas del Mar de China desplegó la Séptima Flota. Además, Washington incursionó en el Medio Oriente (desplazando a las potencias colonialistas europeas), desestabilizando la región y asegurando su acceso a los ricos yacimientos petrolíferos del Golfo Pérsico.
Apuntemos que, para establecer esta nueva nueva Pax Americana posbélica, lo primero y básico para contener el poder terrestre soviético fue la Armada estadounidense. Sus flotas rodearon el continente euroasiático, complementando y luego suplantando a la Armada británica: la Sexta Flota se instaló en Nápoles en 1946 para controlar el océano Atlántico y el mar Mediterráneo; la Séptima Flota se estableció en la Bahía Subic, Filipinas, en 1947, para controlar el Pacífico Occidental; y desde 1995 la Quinta Flota se encuentra en Bahrein, en el golfo Pérsico. En 1955 EEUU también tenía un red mundial de 450 bases militares en 36 países para, en gran medida, contener el bloque chino-soviético detrás de un Telón de Acero que coincidía en grado extraordinario con las "rimlands" de Mackinder, alrededor de la masa continental euroasiática. Hacia el final de la Guerra Fría, en 1990, el cerco de la China comunista y Rusia necesitaba 700 bases de ultramar, una fuerza aérea de 1.763 aviones de combate, un enorme arsenal nuclear, más de 1.000 misiles balísticos intercontinentales y una armada de 600 buques, incluyendo 15 portaviones nucleares y sus flotillas, todos conectados por el único sistema global de satélites de comunicación del mundo. Claro, luego fue sustituyendo sus ineficientes soldados por drones, así para el 2011 EE.UU había rodeado Eurasia con 60 bases de drones  Significativamente, las bases de drones están esparcidas en estos momentos por los márgenes marítimos alrededor de la isla mundial –desde Sigonella, Sicilia, hasta Incirlik, Turquía; Yibuti en el mar Rojo; Qatar y Abu Dabi en el golfo Pérsico; las islas Seychelles en el océano Índico; Jalalabad, Khost, Kandahar y Shindand en Afganistán; y en el Pacífico, Zamboanga en Filipinas y la Base Aérea Andersen en la isla de Guam, entre otros lugares. Para patrullar esta extensa periferia, el Pentágono se ha gastado 10 mil millones de dólares en construir una armada de 99 drones Global Hawk, equipados con cámaras de alta resolución capaces de vigilar todo el territorio en un radio de 160 km, sensores electrónicos que pueden neutralizar señales de comunicación y motores eficientes con autonomía para 35 horas de vuelo y un alcance de 14.000 kilómetros.


Con todo lo anteriormente dicho no es de extrañar, de hecho es hasta lógico, que los EE.UU estén involucrado en una serie de conflictos bélicos alrededor del globo. Entre los cuales los más relevantes, al día de hoy, son los siguientes:


1.- Afganistán: Estados Unidos dispone de unos 15.000 soldados en Afganistán, a donde llegaron para combatir al Talibán y a al Qaeda tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 y que se ha convertido en la guerra más larga en la que ha participado la mayor potencia del mundo. La narrativa oficial señala que las fuerzas estadounidenses permanecen en Afganistán con los propósitos de detener el resurgimiento de lugares seguros que permitan a los terroristas amenazar a Estados Unidos o sus intereses. Lo cierto es que Afganistán es un estado clave a la hora de mirar a los competidores directos por el poder geoestratégico en esa zona del mundo, Irán y Rusia; siendo específicamente, fronterizo de uno y otro, un perfecto estado “tapón” con todo lo que ello implica. 


2.- Irak: Desde la invasión angloestadounidense de 2003 y el derrocamiento de Saddam Hussein, Irak ha atravesado un largo periodo marcado por el conflicto, cuyo coletazo más reciente fue la guerra contra el autodenominado Estado Islámico. Además, el país vivió un drástico cambio político interno con el paso de un orden en el que imperaba la minoría sunita a una nueva situación en la cual el poder está repartido en una heterogénea mayoría chiita. Como consecuencia de todo este proceso, la situación del país aún está marcada por un equilibrio precario. Así es un hecho de que mientras más crece el antagonismo entre Washington y Teherán, más débil se vuelve el gobierno en Bagdad. Y si bien, en lo inmediato, pareciera que no hay riesgo de que Irak se convierta en el terreno donde Estados Unidos e Irán libren una guerra armada, eso no significa que Irak no sufre las consecuencias del aumento de las tensiones.
Y aunque la presencia militar norteamericana ha disminuido con los años, EE.UU. no tiene intención de terminar con su presencia armada en el país. Por de pronto y siempre con un ojo puesto en Siria y otro en Irán, a finales del 2018, estableció las últimas dos de una serie de bases de drones en Irak.  La primera base se estableció en la localidad de Rumana (en el distrito de Al-Qaim en Al-Anbar), ubicada cerca de la frontera con Siria.La segunda instalación militar, se encuentra al este de la ciudad de Al-Rutbah, a unos 310 kilómetros al oeste de Ramadi (capital de Al-Anbar) y a menos de 100 kilómetros de la frontera con Siria.


3.- Siria: En 2017, las fuerzas de la coalición internacional que lidera Estados Unidos lograron "liberar a 4,5 millones de personas de la opresión de EI" (sic), grupo extremista que perdió 98% del territorio que controlaba en Irak y Siria. En este último país, hay unos 1.500 uniformados estadounidenses que, entre otras cosas, apoyan a las milicias de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF por sus siglas en inglés) en los combates por controlar el valle del Éufrates medio. "Las operaciones de Estados Unidos incluyen bombardeos, asesoría y coordinación con fuerzas terrestres locales, así como entrenamiento, equipamiento y otro tipo de asistencia para esos grupos", señala el reporte. Sin embargo, sabemos muy bien, que Siria es una guerra proxy, cuyos intereses y alcances son mucho más complejos que el apoyo a un grupo u otro.


4.-Yemen: Las fuerzas estadounidenses también han realizado algunos bombardeos contra EI en Yemen, donde además mantienen un enfrentamiento directo con al Qaeda de la Península Arábiga (AQAP, por sus siglas en inglés), proveyendo "un apoyo limitado" a la coalición que lidera Arabia Saudita en contra de las milicias hutíes y de las fuerzas leales al fallecido exmandatario Alí Abdulá Saleh. Esta ayuda incluye el uso compartido de información de inteligencia, así como la provisión de equipos y servicios de defensa a los países que participan en la coalición. 


5.- Somalia: Estados Unidos cuenta con casi 1.000 hombres en Somalia, quienes tienen la misión de contrarrestar la "amenaza terrorista" representada por EI y por el grupo radical Al Shabab, una milicia aliada de al Qaeda.  Junto a lo anterior, un informe de Amnistía Internacional señala que las fuerzas estadounidenses han ejecutado más de cien ataques con drones sobre territorio somalí, desde 2017, lo que supone que esas operaciones se han triplicado desde que Donald Trump llegó al poder. El 30 de marzo de 2017, Trump firmó una orden ejecutiva que declaraba el sur del país como "área de hostilidades activas". En los últimos 9 meses de 2017, las fuerzas militares estadounidenses efectuaron 34 ataques. En 2018, los bombardeos con drones fueron 47 y en los dos primeros meses de 2019 se llevaron a cabo 24 ataques de ese tipo, según la ONG señalada.

6.- Libia: La presencia de fuerzas estadounidenses en Libia se limita oficialmente y actualmente a un puñado de hombres. Sin embargo, ese reducido despliegue sobre el terreno no significa menor implicación; recordemos que fueron los aviones norteamericanos los que mantuvieron el grueso de los bombardeos que precedieron a la caída de Gadafi. De hecho, las fuerzas estadounidenses, aun realizan bombardeos en contra de objetivos del autodenominado Estados Islámico en ese país, incluyendo sus campamentos en el desierto. Muchos de estos ataques son realizados mediante el uso de drones operados desde fuera de las fronteras del país africano.


7.- Níger: Estados Unidos cuenta con medio millar de militares activos en Níger. La participación de fuerzas estadounidenses en operaciones de combate en ese país de África occidental era poco conocida hasta que en octubre de 2017 cuatro soldados fallecieron en una emboscada en el desierto montada por fuerzas leales a EI. Dos meses más tarde tropas de Estados Unidos acompañadas de soldados nigerinos fueron atacadas por un grupo de extremistas, lo que derivó en un enfrentamiento en el cual fallecieron 11 de los milicianos que se cree estaban vinculados a EI. De acuerdo con The New York Times, entre 2015 y 2017 los soldados estadounidenses participaron en, al menos, otros 10 choques armados en esa región del continente africano. En todo caso, la presencia militar de Estados Unidos en ese país parece proyectarse en el largo plazo. De hecho, se espera que para finales de este año estrenen una base de operaciones de drones valorada en US$100 millones.

Primer Lugar. RUSIA (Producción aprox. 10.900.000 de barriles diarios). Como sabemos a principios de los años 90, la aventura de la grandiosa “idea rusa” finalizó de manera abrupta, y se convirtió en “la gran interrogante rusa”. El fin de la única ideología dominante dio lugar a una multitud de conflictos étnicos y religiosos, mientras que la estabilidad de un mundo bipolar fue sustituida por la inestabilidad de un mundo con amenazas transnacionales de carácter no convencional, que se manifiestan de manera distinta según se trate. Asi, la desaparición del imperio soviético y el vacío político que siguió determinaron la aparición de distintos tipos de conflictos geopolíticos en el marco de la antigua URSS.

En el Cáucaso y en su entorno, un mundo cultural marcado por la pluralidad (hasta 28 grupos étnicos y religiones divididas – cristianos ortodoxos y musulmanes suníes) e históricamente disputado por potencias regionales limítrofes (mongoles, persas, otomanos y rusos), es donde esos conflictos adquirieron mayor intensidad. Georgia, donde se han producido dos guerras con autonomías étnicas: la de Abjazia, la antigua Cólquida y la de Osetia del Sur. El tercer foco se centró en las disputas y guerras más sangrientas de las repúblicas de la Federación Rusa situadas en el norte del Cáucaso: Ingushetia, Osetia del Norte y Chechenia. También la república de Daguestán, plurinacional, vecina de Chechenia y fronteriza con Azerbaiyán, es un área potencialmente conflictiva. Los conflictos “congelados”, por su parte, afectan a varios Estados. En primer lugar, a Moldavia, con el separatismo de Transnistria. Tras la desintegración, el mayor objetivo de Rusia fue retener a la República de Moldavia bajo la tutela política del antiguo centro de decisión post-soviético, utilizando la región de Transnistria, - la franja de tierra situada al este de la Besarabia moldava. En Armenia y Azerbaiyán existe otro conflicto “congelado”; se trata del enclave de Nagorno-Karabaj situado en Azerbaiyán pero poblado mayoritariamente por armenios. Así las cosas, Rusia no pueden permitirse algún tipo de elemento desestabilizador en sus fronteras, como lo es hoy el yihadismo exportado de Medio Oriente, como veremos luego.


En el contexto anterior y ya visto el “Gran Juego” de Estados Unidos el Kremlin comprendió, a principios de este siglo, que tenía que reforzar su política exterior, para lo cual el país poseía tres instrumentos estratégicos muy importantes: el primero de ellos el armamento nuclear (EE.UU. comprendió que es difícil quitarles los colmillos a un oso cuando esos colmillos son nucleares) y que fue lo que le permitió mantener el Status Quo básico para negociar; pero junto con lo anterior Rusia también tiene el petróleo y el gas natural, decidiéndose a reaccionar mediante una nueva estrategia –y ofensiva-  energética. 

Para comprender el actual poderío político de Rusia, debemos señalar sus enormes reservas de recursos energéticos, contando con el 15% de las reservas mundiales probadas de hidrocarburos. Comenzando por el petróleo, desde el 2011 Rusia disputaba a Arabia Saudita el primer lugar en producción del recurso, coronándose como el primer productor mundial al día de hoy. Cuenta con la segunda reserva de carbón del mundo y la primera de gas natural. Posee, además, 15 mil kilómetros de oleoductos y alrededor de 152 mil kilómetros de gaseoductos, destinados al gas natural, representando la red de gasoductos más grande del mundo, controlada directa e indirectamente por el Estado ruso, atravesando Ucrania, Bielorrusia y Moldavia, entre otros países del entorno cercano ruso. En este contexto, la empresa estatal Transneft juega un rol fundamental, ejerciendo un monopolio en el control del sistema de oleoductos, lo cual la sitúa a un nivel similar al de Gazprom en cuanto a su capacidad de influencia internacional. Dichos recursos y oleo/gasoductos le han permitido al Kremlin desplegar lo que se ha definido como pipeline diplomacy, especialmente en Europa, con una estrategia de alianzas y vinculación con aquellos países que tienen un mayor peso estratégico, cristalizado en el proyecto denominado Nord Stream, encaminado a conectar Alemania con Rusia a través del Mar Báltico, haciendo un bypass a Bielorrusia, Polonia y los Estados bálticos, territorios por los cuales tradicionalmente circulaba el gas natural ruso hacia el país teutón; o en el Southern Corridor, acuerdo entre Gazprom y la firma italiana ENI para construir una red que conecte Rusia con Bulgaria a través del Mar Negro, con ramas hacia Austria e Italia. Recordemos que, como territorio, Rusia es el único país del mundo que se extiende tanto en Asia, como en Europa, desde el Pacífico hasta la antigua Europa del Este y el valor estratégico de esa circunstancia es único.

A partir de esta pipeline diplomacy, Moscú ha logrado ejercer una enorme influencia en Europa, considerando que esta depende de más de un 30% de la exportación de petróleo y gas natural de Rusia, y que este último tiene al Viejo Continente como primer mercado de exportación de gas con un 53% de estas. Sin embargo, a pesar de contar con importantes recursos económico-energéticos y utilizarlos como una herramienta de política exterior, la dependencia del Kremlin en dichos recursos alcanza niveles altísimos, representando los hidrocarburos un 80% del total de exportaciones del país en 2013, “hiperdependencia” que justifica los temores de que Rusia esté cayendo en la denominada Dutch Disease, consistente en la caída de la producción y desarrollo del sector manufacturero como consecuencia de la venta masiva de recursos primarios.


Pero, volviendo al análisis de Medio Oriente, digamos la intervención rusa comienza por omisión en la crisis de Libia que se inicia en febrero de 2011 con el levantamiento de fuerzas opositoras al régimen de Muammar Qaddafi. Luego de días de intensos combates entre los rebeldes y las fuerzas oficialistas, la ONU decide tomar cartas en el asunto e intervenir en marzo, a partir de las resoluciones 1971 y 1973, estableciendo una “no flying zone” en el país, situación que semanas más tarde incluirá intensos bombardeos liderados por la OTAN, teniendo como resultado el derrocamiento del régimen y la muerte de su líder a manos de los propios rebeldes. Las resoluciones antes mencionadas, y en especial la 1973, fue aprobada gracias a la abstención del uso del veto por parte de China y Rusia, decisión que no dejó de sorprender, considerando las consecuencias que tuvo; sin embargo, en ese sentido, algunos analistas consideran a Libia una perdida estratégica, toda vez que no había ninguna posibilidad de apuntalar al régimen libio, ni económica ni militarmente, por parte de Rusia y China, con alguna posibilidad de éxito.
 
De forma paralela a lo antes descrito, se inició el conflicto en Siria. En esta oportunidad, la situación de inestabilidad se inicia en marzo de 2011, transformándose en una guerra civil que a noviembre de 2012 ya sumaba más de 60 mil muertes, superando las 400 mil pérdidas humanas en 2016. El Consejo de Seguridad de la ONU volverá a transformarse en el centro de la negociación entre las grandes potencias, situándose —por un lado— Estados Unidos, la Unión Europea, Turquía y los países del Golfo (Qatar y Arabia Saudita, EAU), apoyando la oposición armada al régimen de Bashar al-Assad, y por el otro Rusia y China, opuestos a cualquier presión al régimen de Damasco. Con la experiencia libia aún en la retina, y con la certeza de la cercanía del conflicto a sus fronteras caucásicas, el Kremlin actuará de forma distinta, a partir de una diplomacia más activa que se concreta con los reiterados vetos a las propuestas de resolución con sanciones al gobierno sirio y la  negativa cerrada a la creación de cualquier zona de exclusión aérea; luego el año 2015 se traducirá en una abierta cooperación militar. La respuesta anterior no solo da cuenta del aprendizaje tras el error en Libia, sino que el caso de Siria, para Rusia, es distinto al de Libia; lo anterior, por los importantes y concretos intereses rusos existentes en la zona. Esto último tanto en términos económicos, centrados en la exportación, a Siria, de armas y recursos energéticos —gas y petróleo— por un valor aproximado en 20 billones de dólares para el momento en que inició el conflicto, como en términos político-estratégicos, siendo Damasco un importante aliado de Moscú en la región, ello considerando que en Siria se encuentra la única instalación militar, en la localidad de Tartus, fuera de territorio soviético que se mantuvo tras la caída del bloque comunista, una instalación naval logística que permite reparar y suministrar a los navíos rusos que transitan por el Mediterráneo. Ahora bien, aunque la protección de su única salida al Mediterráneo no carece de relevancia, su objetivo principal, como señalamos, es la lucha contra el Estado Islámico (y sus patrocinadores) lo más lejos de sus fronteras  para de este modo  impedir su extensión hacia el  siempre volátil Cáucaso, ya que de ello depende su seguridad territorial.


Rusia reveló recientemente la verdadera dimensión de su implicación militar en el conflicto sirio, la que se inició el 30 de septiembre del 2015. Más de 63.000 militares rusos han "recibido experiencia de combate" en Siria desde esa fecha, según el Ministerio de Defensa de Rusia. Las fuerzas aéreas de ese país han realizado 39.000 misiones de combate desde entonces, con un saldo de 121.466 "objetivos terroristas" destruidos y más de 86.000 "militantes" muertos. El ministerio también asegura que las fuerzas rusas probaron en Siria 231 tipos de armas, una cifra que incluye aeronaves, misiles teledirigidos y misiles tierra-aire. Asi, el ejército ruso ha jugado un papel clave en consolidar la posición de su aliado, el presidente sirio Bashar al-Assad, durante los últimos tres años. El conflicto se ha inclinado a favor de este, con los rebeldes siendo derrotados en muchas partes del país. Las más recientes: al este de la región de Guta, cerca de Damasco, y al suroeste de las provincias de Daraa y Quneitra. Ahora mismo fuerzas progubernamentales se están preparando para lanzar un ataque sobre el último gran bastión rebelde, la provincia noroccidental de Idlib, donde viven dos millones de personas.

Como vemos los motivos geopolíticos de su política exterior en Medio Oriente, son muy complejos, dada la volatilidad de la zona y el número de actores que participan directa o indirectamente en el conflicto sirio. En cualquier caso, Rusia se prepara para cualquier escenario futuro porque su intención no es abandonar su influencia en Oriente Medio. 





 

Como puede observase la situación de los mayores 10 productores de petróleo no parece muy auspiciosa. Los más tranquilos son Canadá y Brasil; coincidentemente, sus crudos son los más difíciles de extraer. Por su parte China, EE.UU y Rusia, están rodeados de conflictos de distinto orden y envergadura; por lo que hemos de suponer que sus movimientos tienen que ver con un “juego mayor”, con lo que hay pocas probabilidades que se enfrasquen en una escalada bélica, mayor y abierta, a menos que lo que esté en juego sea de interés esencial para alguno de ellos…y sin embargo, aunque no inmediatamente, ese panorama se va acercando inexorablemente en la misma medida en que la producción de petróleo se contrae. Kuwait, EAU, Arabia Saudita, Irán e Irak son, unos más que otros, meros peones en el gran juego… premio, despojo y campo de batalla. Y como decían en una serie cómica chilena de los años ochenta “no actuaron hoy…” Venezuela, Libia, Nigeria, Catar, Angola, México, Argelia, quienes siendo importantes productores de petróleo, por distintas razones, desde las geopolíticas, pasando por las geológicas, llegando a las demográficas, tienen situaciones que no hacen, precisamente, pensar en futuros muy venturosos.

Como corolario a este análisis permítanme contarles una anécdota personal. Provengo de una ciudad rural y provinciana, el puerto más cercano está a 250 kilómetros de distancia; luego, los marinos solo eran personajes de historietas o próceres de alguna antigua epopeya histórica, pero no personas reales, a lo sumo conocía pescadores costeros. Sin embargo, mi práctica profesional, necesaria para obtener el título de abogado, por circunstancias de la vida, me tocó realizarla en el tercer puerto más grande de Chile, Talcahuano. En ese lugar, efectivamente, me tocó atender a un marino mercante de verdad. En esas circunstancias no pude dejar de preguntarle por la tormenta en la que más había visto peligrar su vida; su respuesta fue una verdadera sorpresa… “Nooo- me dijo-ninguna tormenta, si los barcos están hechos para resistir tormentas. Las dos veces que la he visto complicada en altamar ha sido a causa de incendios …porque los barcos no están hechos para soportar incendios, sobre todo - me dijo -  en la sala de motores … difíciles de detectar, más difíciles de apagar, bajo la línea de flotación y cerca del combustible, esa wea si es que es peligrosa.”
 

El asunto, estimados lectores, es que en este pequeño e insignificante barco estelar, llamado Tierra, nuestras mejores previsiones de que él mismo llegue a puerto (o ni siquiera eso…que siga simplemente navegando) las fundamos en el intrascendente hecho que en las cubiertas A, B y C la fiesta está que arde. No nos fijamos, no queremos ver, que tenemos, hace un tiempo ya, un incendio declarado entre la sala de motores y el depósito de combustible, incendio que provocado o circunstancial, no tiene sino proyección de continuar a más con todas sus nefastas consecuencias, cuales son, detenernos para siempre en medio de este océano sideral o en el peor de los casos hacer salta el barco por los aires… el petróleo arde y en conocimiento de eso nos empeñamos en jugar con fósforos mientras ríos negros corren a nuestro alrededor, malvados o idiotas, el resultado final será uno solo… y parece que lo buscáramos.

En fin, la Biblia dice que el Armagedón será anunciado en los cielos por cien millones de ángeles con la fanfarria sacra de sus trompetas…fantástico, sin duda, pero falso. La tragedia que se avecina, como todas las tragedias humanas, será anunciada no en los cielos sino aquí en la tierra; y no, no serán ángeles; como siempre , serán hombres de carne y hueso quienes la anuncien…y, ciertamente, no será el tronar de trompetas lo que se escuche ese día, será el redoble de tambores… porque cada tambor de petróleo vacío se está convirtiendo en un tambor de guerra.



Edgardo Farías. Parroquiano




        

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