lunes, 29 de abril de 2013

La venda en los ojos

 
Queridos lectores,

Javier Pérez me ha hecho llegar una lúcida reflexión sobre nuestros mecanismos de disonancia cognitiva colectivos. Atención a la última gráfica: esclarecedora.

Salu2, 
AMT

Por qué no queremos saber nada. Información y bienestar.


Si nos ponemos a buscar un buen libro que leer, probablemente el más breve, que cumple además la condición de ser uno de los más antiguos, es el Eclesiastés. Los hay más antiguos e igual de buenos, pero no tan breves. Los hay igual de breves, pero no tan buenos.
    Dependiendo de la traducción, hay un párrafo del Eclesiastés en el que se afirma que el número de los necios es infinito. Pues bien: se quedó corto.
    Bromas aparte,  no es esa la cita que yo buscaba, sino esta otra, concretamente de Eclesiastés 1:18: “Donde hay mucho conocimiento, hay mucho dolor. Donde hay mucha ciencia, hay mucho sufrimiento”
    Así de antigua, como veis, es nuestra preferencia por esconder la cabeza, tirar para adelante, y no saber nada. El hombre convertido en vaca, que pasta, rumia y muge sólo de vez en cuando, es el ideal de felicidad. Y quizás sea cierto; tal vez la simplificación nos haga más felices y la inconsciencia nos permita vivir más tranquilo, pero algunos nos preguntamos si ese es el camino que bajó al mono del árbol, o justamente el contrario.
No hay discusión posible: el deseo de olvidarnos de todo y esconder la cabeza está ahí y es ancestral. Con el tiempo hemos disfrazado, o aderezado, ese mismo impulso con mil teorías psicológicas, pero la esencia central es la misma: la lucidez es fuente de angustia, y comer del árbol de conocimiento te convierte en culpable y te destierra del Paraíso. Por algo uno de los nombres del Demonio es Lucifer, que significa el portador de la luz, nada menos…
    Pero tranquilos, que no me voy a poner teológico ni estáis leyendo mi examen de ingreso en la escuela de telepredicadores. Mi única intención con estas citas es ilustrar la antigüedad y carácter antropológico del problema.
    El hecho de que la información disponible sea mayor en nuestros días no implica que nuestra naturaleza haya variado de modo que estemos dispuestos a aceptar esa información, y aún menos a integrarla. Nuestra mente es la que es y  cambia a una velocidad que nada tiene que ver con lo que sería necesario para los nuevos usos que le damos. Lo cierto, nos pongamos como nos pongamos, es que somos un producto evolutivo capaz de dominar un cierto grado de complejidad, prever acciones y reacciones de una manera limitada, y asumir riesgos hasta un punto muy concreto y  de muy baja escala. Y ahí, precisamente, en los sesgos de nuestra mente, es donde podemos buscar la raíz de este gran problema que nos conduce a no querer saber nada.
Algunos ya lo habréis oído antes, pero una buena manera de ilustrar lo que es la confianza en el  futuro y en las posibilidades de la tecnología, es la vida de un pavo. Un pavo cualquiera.
El pavo nace en una granja, o en una incubadora industrial. Mira a su alrededor, y no ve a nadie. Entonces un bicho enorme y feísimo lo atrapa, y está seguro de que se lo comerá, con plumas y todo, y en ese mismo instante. Pero no se lo come, sino que lo mete en una jaula con otros muchos pavitos como él, y allí, hacinado, esperando morir en cualquier momento, pasa unas cuantas horas con el corazón acelerado, mientras una fuerza exterior parecida a un terremoto, lo lanza a veces contra las paredes de su prisión o contra sus compañeros de infortunio. Y la pesadilla dura hasta que se ve al aire libre, en un lugar donde pasan muchos monstruos peludos y grandotes.
Después de un tiempo horrible, el bicho enorme vuelve a agarrarlo, por las patas y por el cuello, y el pavo vuelve a despedirse de la vida. Pero no: lo meten en un sitio oscuro y luego lo agitan durante un rato en un lugar ruidoso, hasta que lo dejan en un corral, donde hay otros animales parecidos a él, pero más grandes, y a los que oye llamar gallinas.
¿Cual es en ese momento la confianza del pavo en el futuro? NINGUNA. Esos somos nosotros en las épocas convulsas, en el año mil, en los momentos de varias pestes y guerras consecutivas…
Pero el pavo consigue sobrevivir a aquel día de horror, y el segundo día es un poco menos malo. El bicho enorme y horrible le da de comer por la mañana, y aparta a las gallinas que le molestan. Incluso impide que el perro, otro monstruo espantoso, se acerque a él.
Y el tercer día es un poco mejor, porque se empieza a acostumbrar a su nuevo hogar.
Y poco a poco el pavo va creciendo, siempre bien alimentado y bien cuidado. Y su confianza en el futuro crece al mismo tiempo que va creciendo él. Porque vive tranquilo, sin sobresaltos, y se ha hecho el más grande y orgulloso del corral. Lo tratan mejor que a nadie y las gallinas ni se atreven a acercarse.
Su optimismo y su confianza en el futuro y en sus propias fuerzas crecen sin parar.
¿Y cual es el día de mayor fuerza, confianza y optimismo en el futuro del pavo? La víspera de Nochebuena, por supuesto…
    No parece muy tranquilizador, ¿verdad?
Pero no se trata sólo de reacciones biológicas. También hay mucha gente interesada en hacer disminuir la información asumida, limitando cualquier conato de preocupación. Desde los grandes centros comerciales, que eliminan las ventanas y los relojes de su diseño, para evitar que la gente vea que está lloviendo o que se le está haciendo tarde, los que manejan cualquier tipo de gestión tienen como primera norma evitar la ansiedad de sus administrados.
    Y no es mala fe, sino algo completamente normal. Cualquier gerente competente, trabaje en una empresa o en un gobierno, sabe que existe un umbral de ansiedad a partir del cual la gente pierde los estribos y se vuelve irracional. Y cuando la gente se vuelve irracional las pérdidas se multiplican, las suyas y las de todos.
    Los políticos democráticos temen a sus electores y saben que decirles la verdad puede cerrarles cualquier camino hacia la reelección. Los economistas temen a los pánicos bancarios y bursátiles, con sus profecías autocumplidas y sus hundimientos producidos por la simple falta de confianza en los mercados. Hasta los militares temen a la desmoralización de sus tropas, que induzca una rápida retirada por la escasa voluntad de luchar. Todo, como veis, induce a matar al mensajero que no se avenga a traer buenas noticias o, como poco, a callarse la puñetera boca.
    Para ilustrar lo que sucede, no hay como mostrar un ejemplo gráfico. Quizás así comprendamos a los que nos enfrentamos los que hemos decidido no dar la espalda al problema de la escasez de energía barata.
El gráfico muestra la evolución del índice bursátil Dow Jones entre 1920 y 1940. Echadle un ojo, o mejor aún, miradlo detenidamente. ¿No encontráis nada raro?
En 1929 llega el crack bursátil y la gran Depresión. Eso ya lo sabíamos todos. De 1929 a 1932 se acentúa la caídas, hasta los mismísimos infiernos, con pérdidas superiores al 80% y un desánimo terrorífico.
Pero lo que casi nadie suele ver en esta gráfica es que la segunda Guerra Mundial comienza en septiembre de 1939, ¡y a nadie parece importarle un carajo!
En marzo de 1938 los nazis orquestan una extraña fusión con Austria, o más bien su invasión . ¿Baja la bolsa? No demasiado. Sólo un poco. ¿A quién le importa? En noviembre de 1938 los nazis ocupan los sudetes checos. ¿Y la bolsa? Baja un poquito, pero nada importante. ¿Y en 1939? En 1939 ya no se trataba de malas vibraciones, sino de una guerra enorme ya declarada. Los alemanes y los rusos, coordinadamente, invaden Polonia. Inglaterra y Francia declaran la guerra inmediatamente a Alemania, pero como no se declara también la guerra a Rusia, todo el mundo lo interpreta como una especie de cachondeo para quedar bien, y la bolsa ni se inmuta. Esa es, por supuesto, una de las explicaciones que he leído. Hay ocho o diez más, pero la conclusión no varía.
Si la gente consiguió quitarle importancia a una guerra ya declarada, todo para poder seguir pensando que las cosas irían bien y no pasaría nada, ¿qué puñetas esperamos que digan de la advertencia de que el fin del petróleo barato supondrá un gran desastre?
Y no es derrotismo: es un baño de realidad.
Javier Pérez (www.javier-perez.es)

viernes, 26 de abril de 2013

La barrera de precios





Queridos lectores,

Durante las últimas semanas se ha visto una bajada vigorosa del precio del petróleo (y aún más pronunciada en el caso de ciertas materias primas); en cuestión de días el barril de crudo Brent, que en algún momento del los últimos meses coqueteó con los 120$, llegó a bajar ligeramente por debajo de los 100$. Tal desfallecimiento del precio del petróleo es la señal que algunos analistas llevan años esperando, y a raíz de ella han comenzado a decir que se esperan bajadas aún mayores, que el precio del barril se desplomará en breve por debajo de los 50 o incluso los 30$ y otras afirmaciones rotundas por el estilo.


De entre los que eso afirman una parte cree en ese conocimiendo shamánico que se ha dado en llamar "análisis técnico" y que básicamente consiste en proyectar en el futuro lo que se ha visto que ha pasado con el precio del petróleo en el pasado. Tan simplista aproximación sólo tendría sentido si para conocer los precios del futuro la única variable relevante, de modo efectivo, fuesen los precios pasados del propio petróleo. En una situación en la que el resto de factores permanece más o menos iguales tal suposición podría ser más o menos razonable, pero justamente en este momento de cambios tan profundos en los patrones de producción y consumo a nivel mundial es cuando la inferencia del futuro a través de la evolución pasada del precio es más infundada que nunca.


Otros analistas que esperan la bajada de precios, sin embargo, tienen una posición más apoyada en razones fundamentales del mercado. Interpretan la caída de precios como un signo de debilidad en la demanda y ésta como un rasgo inequívoco del desarrollo de la nueva fase de depresión económica del mundo. A una menor demanda le tiene que seguir por lógica una caída de precios, y he ahí la razón por la que hacen esa apuesta. Y aunque su razonamiento es completamente lógico y natural, sin embargo no tienen en cuenta otros factores, y en particular la imposibilidad económica de bajar los precios que tienen los países productores. Simplemente, si los precios bajan de un cierto umbral los países productores reducirán su oferta porque de otro modo perderán dinero. Así pues, el factor que regula actualmente los precios no está sólo en el lado de la demanda, sino también en el de la oferta. Para muchos economistas de la Tierra plana, que no creen que puede haber limitaciones a la oferta (a pesar de que hasta la Agencia Internacional de la Energía lo va reconociendo a regañadientes y que de hecho estamos ya en el ocaso del petróleo), la regulación de precios desde el lado de la oferta sólo puede responder a factores financieros. Sin embargo, como explicaremos ahora, las razones son más simples y prosaicas, y con los pies anclados en el mundo físico.


Gail Tverberg hizo recientemente un esclarecedor análisis en su blog Our Finite World, de donde tomo la siguiente gráfica:





El gráfico representa el precio mínimo al que cinco de los principales productores tienen que vender el barril de petróleo si quieren equilibrar sus cuentas públicas, habida cuenta de los ingresos que han presupuestado. Se podría decir que son los costes de producción totales, que incluye el coste técnico (lo que realmente cuesta producir el petróleo) y el coste de mantenimiento social (que como sabemos es especialmente oneroso en países como Arabia Saudita). Sólo Kuwait tienen unos costes de producción relativamente moderados, alrededor de los 55 dólares por barril. En el caso de Arabia Saudita este precio mínimo alcanza casi los 80 dólares, mientras que Rusia no está demasiado lejos de los 120. Es decir, que con los actuales niveles de precios países como Rusia o los Emiratos Árabes Unidos no pueden equilibrar sus presupuestos y se verían, más pronto que tarde, obligados a hacer recortes de importancia. La actual bajada de precios es por tanto un problema puntual: el precio no bajará durante los próximos meses de un cierto nivel superior a 90$/barril, puesto que si no la desviación entre presupuesto e ingresos sería demasiado elevada para varios productores importantes - y lógicamente no lo van a consentir.


Considerando ahora el problema desde el punto de vista de la demanda, ya hemos explicado en múltiples ocasiones que hay un precio máximo que cada nación importadora puede tolerar, so pena de entrar en una recesión profunda si tal límite es superado. Es el umbral de Hamilton, formulado por el profesor de Economía James Hamilton de la Universidad de California San Diego. Tal umbral viene determinado por la fracción máxima del PIB que un país se puede gastar en la factura petrolífera, que Hamilton estima en el 5,5% del PIB en el caso de los EE.UU. Con los parámetros de EE.UU. (consumo de petróleo de 18,6 millones de barriles diarios, es decir, unos 6.800 millones de barriles al año, y un PIB de 15,8 billones de dólares) ese umbral se sitúa en 127$/barril en dólares de 2013. Si asumimos que el valor del 5,5% del PIB que propone Hamilton es válido para todas las naciones industrializadas podemos sacar conclusiones interesantes mirando a dónde se encuentra este umbral en el caso de otros países. Tomando España por ejemplo, en la actualidad el consumo de petróleo se sitúa alrededor de los 1,25 millones de barriles diarios, 470 millones de barriles al año, y con un PIB (oficial) de aproximadamente 1 billón de euros nuestro umbral de Hamilton sería de 117$/barril (sin embargo, algunos analistas dicen el PIB real de España estaría por debajo del que indican las estadísticas oficiales, en torno a los 800 millardos de euros, lo que rebajaría el umbral de dolor a los 93$/barril, más coherente con la situación de recesión permanente que estamos viviendo). Es interesante también el caso de China: con un PIB de 8,2 billones de euros y un consumo de petróleo que pasa ya de los 10 millones de barriles diarios, 3.650 millones de barriles al año, su umbral de Hamilton sería de 123 dólares por barril; es decir, que en la situación actual China comenzaría a sufrir un poco antes que los EE.UU. En resumen, los umbrales de Hamilton de estas tres naciones (y en realidad de la mayoría de las naciones industrializadas) han ido convergiendo a lo largo de estos 6 años de crisis. Hace 5 años, EE.UU. consumía un 18% de petróleo más que ahora, mientras que España se "bebía" un 28% más de lo que puede ahora pagarse; por el contrario, China ha incrementado su propio consumo en ese período en más de un 30%. Los países de la OCDE en general se han visto obligados a disminuir su consumo por no poder pagar un petróleo cuya producción lleva prácticamente estancada desde 2005, y así han mejorado su umbral de Hamilton; se podría decir que han ganado "competitividad", aunque de la peor manera posible: destruyendo aquellas industrias más dependientes directa o indirectamente del petróleo. Por otro lado, las potencias emergentes han aumentado su consumo de petróleo en mayor medida de lo que lo ha hecho su PIB, lo que ha conllevado una reducción del umbral de Hamilton y una pérdida relativa de competitividad. Al final, se está produciendo una convergencia histórica en la que todos los países industrializados acabarán teniendo el mismo umbral del dolor, que en dólares de 2013 se situará en algún punto entre los 120 y los 130 dólares por barril. Tal convergencia nos aproxima a la siguiente fase de la crisis energética: el momento en el que la recesión causada por el inevitable descenso de la producción de petróleo será generalizada, sin que existan países oasis que puedan crecer mientras los demás se hunden.

Nos acercamos, pues, a una situación en la que los intereses de los países importadores se alinearán casi de manera perfecta en cuanto al nivel del precios por ellos tolerados, lo cual acaba trasladando toda la presión al lado de la oferta: al final los EE.UU., la UE y China acabarán presionando a  los países exportadores para que reduzcan sus márgenes y les vendan el petróleo al precio que ellos pueden pagar. Sin embargo, los países exportadores no pueden reducir mucho sus márgenes sin entrar en peligrosos déficits fiscales que al final acaban amenazando la estabilidad social y en última instancia su capacidad de producir petróleo (imagínense una revuelta o una guerra civil en Arabia Saudita), por lo que su precio final no puede desviarse mucho de los valores que daba más arriba. Por tanto, la tendencia de los países exportadores será a no dejar que el precio del petróleo caiga demasiado, y por ese motivo los analistas que vaticinan caídas adicionales de varias decenas de dólares por barril se equivocan de parte a parte.


¿Qué pasará en el futuro? Como ya pasó en 2008 el petróleo se tiene que vender dentro de la ventana de precios viable, que en estos momentos estaría por encima de los 100 o 110$ (Rusia) por barril y por debajo de los 120-130$ que pueden tolerar los países importadores. Una ventana estrecha que tenderá a cerrarse puesto que límite inferior sube a medida que la producción de petróleo se hace más difícil y escasa y por tanto más cara. La única adaptación posible será que los países importadores aumenten aún más su umbral de Hamilton, es decir, que reduzcan su consumo de petróleo y que por tanto entren en o profundicen su recesión. Pero es que al mismo tiempo, al disminuir la cantidad de petróleo producida el precio por barril que necesitan los países exportadores (la gráfica de más arriba) subirá aún más rápido, porque el coste de sus programas sociales seguirá siendo el mismo, pero se tendrá que costear con cada vez menos barriles. Esta acelerada carrera entre los límites inferior y superior de la ventana de precios posibles sólo puede acabar desencuadradando esa ventana, cuando el mínimo necesario acabará superando al máximo soportable de manera permanente. Y eso supondrá un colapso inevitable por el conflicto de intereses entre países exportadores e importadores.



Justamente la imposibilidad de mantener el precio del petróleo en unos valores que concilien los intereses de los dos grupos de países es una más de las inestabilidades de nuestro actual sistema, el cual acumula ya muchos desequilibrios y puntos de tensión. En un post futuro analizaremos cuáles de esos puntos de tensión pueden causar una quiebra del sistema global en los próximos años. O meses.

Salu2,
AMT  

lunes, 22 de abril de 2013

Nuestra dependencia de los fertilizantes artificiales

Queridos lectores,

Luis Cosin me ha hecho llegar este análisis sobre la dependencia de la agricultura en los fertilizantes artificiales, y las limitaciones que emergen por los límites productivos de los mismos e incluso por la llegada del cenit energético. Imprescindible.

Salu2,
AMT

NITRÓGENO, FÓSFORO Y POTASIO
Este post pretende ser un alegato ecologista, aunque desde un punto de vista que quizá a algunos no les resulte familiar. Y es que ser ecologista tiene muchas caras, y es mucho más que protestar contra los humos y la contaminación.
No somos conscientes de la importancia del correcto reciclaje de los residuos orgánicos, y de la relevancia que va a tener en el futuro.
A continuación, intento explicar por qué:


El papel del Nitrógeno, el Fósforo y el Potasio
El Nitrógeno (símbolo N, número atómico 7), el Fósforo (símbolo P, número atómico 15) y el Potasio (símbolo K, número atómico 19) son tres elementos imprescindibles para los seres vivos.
  • El Nitrógeno forma parte de aminoácidos, proteínas y bases nitrogenadas del ADN. Entre un 10 y un 15% del peso de un ser vivo es Nitrógeno. Los aminoácidos enlazados en largas cadenas de enlaces peptídicos forman las proteínas, un componente básico de los seres vivos:






  • El Fósforo, aunque presente en menores cantidades en los seres vivos, es fundamental para los procesos biológicos, ya que es parte integrante moléculas tan importantes como los ácidos nucleicos (AND, ARN) y el ATP (que es el intermediario energético por excelencia dentro de la célula). Un ejemplo es la base Adenina (uno de los “ladrillos” del ADN):
     
  • El Potasio es un elemento esencial para los seres vivos, ya que interviene en procesos como la fotosíntesis y en gran cantidad de procesos bioquímicos dentro de las células. Es el responsable de que las células acumulen agua en su interior y no se deshidraten.
El Nitrógeno y el Potasio son mucho más abundantes que el Fósforo, aunque los tres son imprescindibles para la vida. Los tres juntos forman una especie de “tríada mágica” que permite garantizar la fertilidad y la producción agrícola en gran cantidad de suelos. Se habla de abonos NPK como la base de todos los demás.
En porcentaje de peso sobre materia seca, la presencia de estos elementos en los seres vivos es:
 
Todos los seres vivos heterótrofos (es decir, los que “comen” y “digieren” partes de otros seres vivos) obtienen el nitrógeno y fósforo de su alimento.
Son las plantas y los organismos fotosintéticos o autótrofos los que deben capturarlos del medio (aire y suelo), con la excepción de algunas plantas como la Drosera, que lo consiguen capturando pequeños animales.


Nitrógeno, o la historia de un despilfarro en nuestros vertederos
El nitrógeno es abundante en la atmósfera, ya que un 75% del aire que respiramos consiste en moléculas de Nitrógeno (N2).
EL problema es que la molécula de N2, donde existe un triple enlace entre los átomos de Nitrógeno, es extremadamente estable. Es decir, es necesaria una gran cantidad de energía para separar la molécula en sus componentes (941 KJ/mol de N2, es uno de los enlaces más fuertes que existen).


El Nitrógeno gaseoso es inerte y muy poco reactivo. Para romper la molécula y poder usar el Nitrógeno como ladrillo para construir otras moléculas, es necesario suministrar al menos esta energía (una parte se recuperará luego al formarse los nuevos compuestos).
Las plantas toman el nitrógeno del suelo, en forma de nitratos (sales del ión NO3-). Este ión se forma por varios caminos:
  • Por acción de las bacterias nitrificantes, que toman el N2 de la atmósfera y lo oxidan a ión nitrato (consumiendo en el proceso gran cantidad de energía, que obtienen de las raíces de las plantas con las que conviven en simbiosis, por ejemplo, las leguminosas).


  • Por acción de los descomponedores de la materia orgánica muerta (saprófitos: hongos y bacterias) que generan amonio (NH4+) y éste posteriormente se oxida de nuevo a nitrito NO2- y nitrato NO3- por acción de las bacterias nitrificantes.


  • Una parte de los nitratos del suelo se pierden por acción de otras bacterias (desnitrificantes).
El resultado es un ciclo biogeoquímico:
El Nitrógeno que sale de la cadena (por ejemplo, porque forma parte de cosechas y/o productos de ganadería que se exportan a otros lugares) debe ser repuesto si no queremos que el suelo pierda fertilidad.
Los métodos tradicionales de agricultura permanente (permacultura) incluyen métodos como:
  • El barbecho, consistente en dejar “descansar” el terreno para que crezca la hierba (que es una leguminosa típica) y así permitir que las bacterias nitrificantes hagan su tarea. Las leguminosas son de las pocas especies de plantas que pueden crecer en suelos pobres en Nitrógeno. Típicamente el barbecho debe hacerse sobre un suelo “blando” que pueda ser aireado convenientemente para que las bacterias tengan acceso al nitrógeno atmosférico.


  • O bien la rotación de cultivos en la que una de las fases consiste en un barbecho o plantar una leguminosa comestible, como las judías, las habas o la alfalfa. Un esquema típico es: (1) trigo (2) avena y (3) barbecho.




  • Y, por último, en la agricultura moderna, posterior a la “Revolución Verde”, el uso intensivo de fertilizantes nitrogenados, que son sales de nitrato. Para evitar la salinización del suelo con cationes metálicos, el fertilizante de referencia es el nitrato amónico (sal de nitrato con el catión amonio, (NH4+)(NO3-) ). El nitrato amónico tiene la ventaja además que todos sus componentes (amonio y nitrato) forman parte del ciclo natural del Nitrógeno y así no dejan residuos permanentes.
Alternativamente, se usa el Sulfato de Amonio (NH4+)2(SO4-2), para corregir deficiencias en azufre (que es también un elemento necesario para las plantas) con el ión sulfato (SO4-2).
El problema aquí, aparte de la peligrosidad del compuesto (que puede provocar accidentes como el vivido recientemente en Texas con la explosión de una fábrica de fertilizantes que arrasó una población de 2.000 habitantes) es el elevado coste energético de obtener este compuesto a partir de las fuentes habituales de Nitrógeno (el aire).
La entalpía de formación (energía calorífica) es de 366 kJ/mol a partir de Nitrógeno, Hidrógeno y Oxígeno elementales. Teniendo en cuenta que 1 litro de gasolina almacena una energía de 38,65 MJ/litro, 1 litro de gasolina almacena la misma cantidad de energía interna que 105 moles de nitrato de amonio (8 kg de producto, más o menos).
En su conocido (y escalofriante) artículo “Comiendo combustibles fósiles”, Dale Allen Pfeiffer hace una contabilidad energética de la agricultura intensiva moderna y llega a la conclusión que un 31% de la energía total se utiliza para la fabricación de fertilizantes inorgánicos, principalmente nitrogenados. Es el apartado que consume más energía. Más, incluso, que la irrigación y el transporte juntos.
En los EEUU, se gastan anualmente 400 galones de petróleo equivalente (1.514 litros según la equivalencia del galón estadounidense; 1 galón = 3’785 litros; n. del t.) para alimentar a cada estadounidense (datos proporcionados en 1994). El consumo de energía agrícola se descompone como sigue:
  • 31% para la fabricación de fertilizantes inorgánicos.
  • 19% para el funcionamiento de la maquinaria agrícola.
  • 16% para el transporte.
  • 13% para regadíos.
  • 8% para aumentar la ganadería (no se incluye la alimentación del ganado).
  • 5% para el secado de cultivos.
  • 5% para la producción de pesticidas.
  • 8% gastos diversos (8)”
Pensemos que la mayor parte de ese precioso nitrógeno extraído de las cosechas acaba en las aguas residuales o en vertederos, lejos de los terrenos de cultivo. Reciclar adecuadamente la materia orgánica, tanto la sólida como la disuelta en aguas residuales, es una cuestión de eficiencia energética fundamental.


Fósforo, o el temido “peak agrícola”
El caso del fósforo es aún más delicado. No siendo un elemento abundante en la corteza terrestre, existe principalmente en forma de fosfatos (minerales que contienen sales de fosfato). El Fósforo sigue un ciclo en los ecosistemas que se ve alterado por la agricultura:

 
Aparte de los minerales de fosfato (como el fosfato de Calcio o Apatito) las principales fuentes de fósforo son los restos animales y vegetales (algunos ya fosilizados en rocas fosfáticas), y el agua del mar. Los excrementos de ave (guano) son excelentes reservas de fósforo y se usan ampliamente como fertilizante.
Con el fósforo ocurre algo parecido a lo que pasa con el Nitrógeno: la producción agrícola y ganadera con la exportación de la biomasa producida va retirando poco a poco el material (que no se recicla “in situ”, vía descomposición y compostaje) y va reduciendo por tanto la calidad del suelo.
Las principales vías para recuperar el fósforo perdido son:
  • Compostaje de materia orgánica traída de otros lugares (vertederos, algas marinas, pescado…etc.).


  • Guano (excrementos) de aves, sobre todo las que comen pescado. El Mar acumula una cantidad apreciable de fósforo que es asimilado por algas y peces y desde allí pasa a la cadena alimentaria.


  • Reservas de mineral de fosfato: son rocas fosfáticas que pueden ser minerales (como el Apatito) o fósiles (como el guano fosilizado presente en Marruecos y Chile).
En el marco del “peak everything”, se habla también del pico del fósforo. 5 países concentran el 90% de las reservas conocidas de fosfatos. Al ritmo actual de extracción, los EE.UU. agotarán sus reservas en menos de 30 años, y las reservas mundiales comenzarán a escasear en unos 75 o 100 años.   



El panorama para la agricultura es muy preocupante. Urge poner en marcha mecanismos de recuperación del fósforo utilizado en el sector agroalimentario para poder reducir la dependencia de los fosfatos importados.


El Potasio, de momento no supone un problema
Su abundancia en los suelos ricos en arcillas, que son los más frecuentes en la agricultura, es de un 3% aproximadamente.
 
La principal mena de potasio es la potasa (presente en California, Alemania, Nuevo México, Utah y en Canadá). En un futuro breve pueden convertirse en fuentes de potasio yacimientos en Argentina (Mendoza y Neuquén). Los océanos también son fuentes de potasio, pero a un coste energético mayor, ya que la cantidad de potasio del agua salada es muy inferior a la de sodio y es necesario un proceso de separación química.


Referencias