sábado, 26 de noviembre de 2011

¿Por qué es el crecimiento económico tan popular?

Queridos lectores,


En esta ocasión es un honor para mí presentarles la traducción al español (realizada por Carlos Valmaseda) del último post de Ugo Bardi. Este post fue publicado en inglés en el blog del profesor Bardi, "Cassandra's legacy".


Les dejo con Ugo Bardi. Salu2,
AMT


Cuando el nuevo Primer Ministro italiano, Mr. Mario Monti, pronunció su discurso de aceptación al Senado, hace unos días, utilizó el término "crecimiento" 28 veces y ni siquiera una términos como "recursos naturales" o "energía". No es el único que ignora la base física de la economía mundial: el coro de expertos económicos en cualquier lugar del mundo gira en torno a esta palabra mágica, "crecimiento". Pero, ¿por qué? ¿Qué es lo que hace de este único parámetro algo tan especial y tan amado?
leyenda


Durante los últimos años, el sistema financiero dió al mundo una señal clara cuando los precios de todos los productos naturales crecieron hasta niveles nunca vistos anteriormente. Si los precio son altos, tenemos un problema de oferta. Dado que muchas de las materias primas que usamos no son renovables -el petróleo, por ejemplo- es al menos razonable suponer que tenemos un problema de agotamiento. Sin embargo, la reacción de los líderes, políticos y expertos económicos de toda clase fue -y sigue siendo- ignorar la base física del sistema económico y promover el crecimiento económico como la solución a todos nuestros problemas: cuanto más, mejor. Pero, si el agotamiento es un problema real, debería ser obvio que el crecimiento solo puede empeorarlo. Después de todo, si crecemos consumimos más recursos y esto acelerará el agotamiento. Por tanto, ¿por qué están nuestros líderes tan obsesionados con el crecimiento? ¿No pueden entender que es un error colosal?¿Son estúpidos o qué?

Como siempre, las cosas no son tan simples. Uno de los errores más comunes que podemos hacer en esta vida es suponer que la gente que no está de acuerdo con nuestras ideas es estúpida. No, aquí se aplica la regla de que para todo lo que existe hay una razón. Por lo tanto, hay una razón para que el crecimiento sea promovido como la cura universal para todos los problemas. Y, si profundizamos en la materia, podemos encontrar la razón en el hecho de que la gente (los líderes como todos los demás) tienden a privilegiar las ganancias a corto más que a largo plazo. Déjenme explicarlo.

Comencemos con la observación de que la economía mundial es una inmensa reacción con múltiples vías dirigida por los potenciales termodinámicos de los recursos naturales que utiliza. Básicamente, estos recursos son combustibles fósiles no renovables que quemamos para proporcionar energía a todo el sistema. Tenemos buenos modelos que describen el proceso. El más temprano se produjo en los 70 con la primera versión del estudio
"Los límites al crecimiento". Estos modelos se basan en el método conocido como "dinámica de sistemas" y tiene en cuenta stocks de recursos altamente agregados (es decir, promediados sobre clases muy diferentes). Ya en 1972, los modelos mostraban que el agotamiento gradual de menas de alto grado y el incremento de una contaminación persistente provocarían que la economía detuviese su crecimiento y a continuación disminuyese; muy probablemente durante las primeras décadas del siglo XXI. Estudios posteriores del mismo tipo generaron resultados similares. La crisis presente parece reivindicar estas predicciones.

Por tanto, estos modelos nos dicen que el agotamiento y la contaminación se encuentran en la raíz de los problemas que tenemos, pero nos dicen poco sobre el caos financiero que estamos viendo. No tienen un stock llamado "dinero" y no realizan ningún intento por describir cómo afectará la crisis a diferentes regiones del mundo y a diferentes categorías sociales. Dada la naturaleza del problema, esta es la única opción posible para hacer la modelización manejable, pero es también una limitación. Los modelos no nos pueden decir, por ejemplo, cómo deberían actuar los políticos para evitar la bancarrota de estados enteros. Sin embargo, los modelos se pueden entender en el contexto de las fuerzas que mueven el sistema. El hecho de que el sistema económico mundial sea complejo no significa que no siga las leyes de la física. Por el contrario, es mirando estas leyes como podemos tener una visión de lo que está sucediendo y cómo podríamos actuar sobre el sistema.

Hay buenas razones basadas en la termodinámica que hacen que las economías consuman recursos al ritmo más rápido posible y con la eficiencia más alta posible (véase  este documento de Arto Annila y Stanley Salthe). Por lo tanto,el sistema industrial intentará explotar primero los recursos que proporcionen el retorno más alto. Para los recursos productores de energía (como el petróleo) el retorno se puede medir en términos de retorno de energía por energía invertida(TRE o EROEI). En realidad, las decisiones en el sistema no se toman en términos de energía sino de beneficio monetario, pero los dos conceptos se puede considerar que coinciden en una primera aproximación. Ahora bien, lo que sucede cuando se consumen los recursos no renovables es que el EROEI de lo que queda disminuye y el sistema se hace menos eficiente; esto es, los beneficios bajan. La economía tiende a hacerse más pequeña mientras el sistema intenta concentrar el flujo de recursos allá donde se puedan procesar con el grado más alto de eficiencia y proporcionar los beneficios más altos; algo que normalmente se relaciona con las economías de escala. En la práctica, la contracción de la economía no es la misma en todas partes: los sectores periféricos del sistema, tanto en términos geográficos como sociales, no pueden procesar los recursos con la suficiente eficiencia; tienden a ser apartados del flujo de recursos, a disminuir y finalmente a desaparecer. Un sistema económico que se enfrenta a una reducción en el flujo de recursos naturales es como un hombre que se muere de frío: las extremidades son lo primero que se congela y muere.

Entonces, ¿cuál es la función del sistema financiero, también conocido simplemente como "dinero"? El dinero no es una entidad física, no es un recurso natural. Tiene, sin embargo, un rol fundamental en el sistema como catalizador. En una reacción química, un catalizador no cambia los potenciales químicos que dirigen la reacción, pero puede acelerarlos y cambiar la vía preferida por los reactivos. Para el sistema económico, el dinero no cambia la disponibilidad de recursos o su rendimiento energético pero puede dirigir el flujo de recursos naturales a las áreas en las que son explotados más rápidamente y con más eficiencia. Esta asignación del flujo normalmente genera más dinero y, por tanto, tenemos una típica retroalimentación positiva (o "aumento"). Como resultado, todos los efectos descritos anteriormente van más deprisa. El agotamiento se puede enmascarar temporalmente aunque, normalmente, a expensas de más contaminación. A continuación podemos ver el colapso abrupto de regiones enteras como puede ser el caso de España, Italia, Grecia y otras. Este efecto se puede extender a otras regiones a medida que el agotamiento de recursos no renovables continua y el coste de la contaminación aumenta.

No podemos ir contra la termodinámica, pero podríamos al menos evitar alguno de los efectos más desagradables que se originan por intentar superar los límites de los recursos naturales. Este punto ya fue examinado en 1972 por los autores del primer "Límites al crecimiento" sobre la base de sus modelos pero, finalmente, es solo una cuestión de sentido común. Para evitar, o al menor mitigar el colapso, debemos parar de crecer. De esta forma los recursos no renovables durarán más y podremos utilizarlos para desarrollar y usar recursos renovables. El problema es que frenar el crecimiento no proporciona beneficios y que, en la actualidad, las renovables no proporcionan todavía beneficios tan grandes como los de los combustibles fósiles que quedan. Por tanto, al sistema no le gusta ir en esa dirección -tiende, más bien, a ir hacia los beneficios más altos a corto plazo, con el sistema financiero facilitando el camino-. Esto es, el sistema tiende a seguir usando recursos no renovables, incluso con el coste de destruirse a sí mismo. Forzar al sistema a cambiar de dirección solo se podría conseguir mediante algún control centralizado pero eso, obviamente, es complejo, caro e impopular. No es sorprendente por tanto que nuestros líderes no parezcan entusiasmados por esta estrategia.

Veamos, en cambio, otra posible opción para los líderes: la de "estimular el crecimiento". ¿Qué significa esto exactamente? En general, parece significar el usar el sistema de impuestos para transferir recursos financieros al sistema industrial. Con más dinero, las industrias pueden permitirse pagar precios más altos por los recursos naturales. Como consecuencia, la industria extractiva puede mantener sus beneficios, en realidad incrementarlos, y continuar extrayendo incluso recursos caros. Pero el dinero, como hemos dicho, no es una entidad física; en este caso solo cataliza la transferencia de recursos humanos y materiales al sistema extractivo a expensas de subsistemas como la seguridad social, la sanidad, la instrucción, etc. No sin dolor, por supuesto, pero puede dar al público la impresión de que los problemas se están solucionando. Puede mejorar los indicadores económicos y puede matener un flujo de recursos lo suficientemente grande como para evitar el colapso completo de las regiones periféricas, al menos durante algún tiempo. Pero la atracción real de estimular el crecimiento es que es la forma más fácil: empuja al sistema en la dirección en la que quiere ir. El sistema está preparado para explotar los recursos naturales al ritmo más rápido posible, esta estrategia le da nuevos recursos para hacer exactamente eso. Nuestros líderes puede que no comprendan exactamente lo que están haciendo, pero seguro que no son estúpidos: no van a ir a contracorriente.

El problema es que la estrategia de estimular el crecimiento solo compra tiempo (y lo hace a un precio alto). Nada que hagan los gobernantes o los financieros puede cambiar la termondinámica del sistema mundial. Todo lo que pueden hacer es desplazar recursos de aquí para allá y eso no cambia la dura realidad del agotamiento y la contaminación. Por tanto, empujar el crecimiento económico es solo una solucion a corto plazo que empeora el problema a la larga. Puede posponer el colapso pero al precio de hacerlo más abrupto en la forma conocida como el  Precipicio de Séneca. Desgraciadamente, parece que vamos exactamente por ese camino.


Este post fue inspirado por un excelente post sobre la situación financiera escrito por Antonio Turiel de título "Antes de la ola"

martes, 22 de noviembre de 2011

Limitaciones de suministro de petróleo versus determinantes financieros



Queridos lectores,

Este post es seguramente el último más o menos analítico de los que escribiré en lo que queda de año; de aquí al 31 de Diciembre tengo que escribir unas cuantas reseñas de las del tipo inventario ("Oil Crash: Año 6", "Segundo año de este blog", "Previsiones para 2012"...) y quiero dar salida a las 4 o 5 artículos que diversos lectores me han ido enviando durante los últimos meses. Me pondré en contacto con los interesados previamente para confirmar el contenido que saldrá publicado (y, por cierto, espérense temáticas muy variadas y temas algunos de ellos polémicos o con una orientación bien diferente a la habitual, en general más centrados en proponer medios de transición).


La cuestión que nos ocupa hoy es la discusión de si es mas bien el caos financiero, sobre todo con el exceso de liquidez proporcionado por los bancos centrales, el que propicia la subida de los precios de las materias primas y por ende del petróleo, o bien si es la crisis energética la causa última de la debacle financiera y la crisis económica. El clásico problema de la gallina y el huevo, vamos. Un lector preguntaba en el post anterior si no se podría dar una prueba concluyente de que esta crisis económica está originada por la crisis energética y poder así dar por zanjado este tema y poner de relieve la importancia de la crisis energética. Lamentablemente no creo que tal prueba exista, entre otras cosas por que a mi parecer la misma proposición cruda "la crisis económica es un resultado de la crisis energética" no es cierta desde un punto de vista inmediato, sino quizá sólo desde un punto de vista mediato. Es decir, yo creo que la crisis económica tiene su raíces en la gran facilidad de crédito de la última década y el monstruoso apalancamiento de los nuevos vehículos de inversión, aparte de la perversión lógica y moral de algunos de ellos (como por ejemplo los CDS -les he enlazado el artículo en castellano, pero es mucho mejor el inglés- sobre activos que no posees, cosa que tanto daño está haciendo a la deuda pública estos días). La pregunta es por qué se recurrió de manera tan masiva al crédito fácil, y la respuesta lógica es que el consumo no podía crecer tan rápidamente como requiere nuestra economía -porque ya hemos discutido que si no crecemos perecemos. Esta falta de capacidad de consumo ha pasado muchas veces en la historia y es un rasgo típico de las crisis capitalistas, pero esta vez posiblemente la cosa ha sido diferente; quizá ahora el consumo no creció porque la producción de algunas materias primas clave -particularmente, petróleo- no pudo ya aumentar. Y de esto va este post, al final: hasta qué punto lo que vemos en los precios del petróleo responde a causas fundamentales de escasez de disponibilidad del mismo, y hasta qué punto no muestra más que una burbuja financiera más.


Desde hace algunos años es común afirmar que los precios de las diversas materias primas están fuertemente correlados (la correlación es una medida de asociación entre dos medidas, aunque no implica que una sea la causa de la otra sino que las dos responden a una causa común). Según algunos analistas esta correlación respondería a una financiarización del mercado de materias primas, es decir, que los precios de las diversas materias primas suben por la gran entrada de capitales especulativos, que buscan valores donde refugiarse. Por otro lado el precio del petróleo es un fuerte determinante en los costes operativos de muchos negocios, incluyendo la producción de otras materias primas, por lo que es de esperar que si el petróleo sube la mayoría de las materias primas subirán más tarde o más temprano - y eso sin contar con el problema de la llegada del cenit de producción de todas las materias primas, el temido Peak Everything o Gran Escasez. Por tanto, tenemos dos efectos superpuestos: el financiero y el de la escasez. ¿Cuál es más importante? En general, se atribuye un papel determinante al financiero (como, por ejemplo, en este reciente informe de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo), sobre todo porque es más fácil seguir el flujo de estos capitales que convencerse de que la producción de los campos de petróleo ya nunca más aumentará (aunque ésa no es en realidad la cuestión, como luego comentaremos). A favor de esta interpretación "financierista" tenemos análisis como éste de Charles Lewis, de donde entresaco la siguiente gráfica:




En el gráfico la línea roja representa la correlación media entre materias primas indexadas por un tipo de producto financiero muy popular, los ETF; mientras que la línea azul representa la correlación media de materias primas no indexadas, las cuales suelen corresponder a mercados más pequeños, locales y no tan financiarizados. Y así como a finales de los años 70 se ve que la correlación de ambos tipos de materias primas subió marcadamente respecto a su valor histórico (cercano a cero, valor que significa no correlación, es decir, que las variables están cerca de ser independientes) en los últimos años el comportamiento de las materias financiarizadas es diferente del de las no financiarizadas, subiendo la correlación de las primeras bastante más que la de las segundas. El argumento es bastante contundente, aunque adolece a mi entender de una limitación: el rango temporal al cual se aplica. En el artículo no se explica, pero por la forma bastante irregular de la gráfica es obvio que para calcular la correlación a cada momento se está tomando ventanas temporales (en torno al punto considerado o considerando un intervalo justamente anterior) de un tamaño relativamente pequeño, posiblemente semanal. Con lo que este análisis refleja que, en la escala de tiempo de una semana -o el período que hayan usado- efectivamente las materias primas indexadas se comportan más al unísono, probablemente respondiendo a las entradas y salidas de capital financiero. Pero si se toma períodos de tiempo más largos es obvio que las correlaciones de casi todas las materias primas son muy elevadas, y de hecho bastante más grandes que los valores observados aquí (que no pasan de una mediocre correlación de 0,6; para los profanos en estadística diré que el índice de correlación al cuadrado nos da el tanto por uno de la varianza explicada por la asociación de las variables, con lo que si la correlación es de 0,6 la varianza explicada es sólo el 36% de la varianza total - significativo, pero no mayoritario). Y es obvio que las correlaciones son grandes porque a simple vista uno ve una cotización bastante plana durante muchos años, una subida que dura meses hasta un pico de precios hacia julio de 2008, pico de una amplitud mucho mayor que las fluctuaciones sobre la cotización previa, y una rápida caída en pocos  meses para después volver a crecer, como muestra este gráfico de índices agregados.



En esa escala de tiempo todas las curvas se aproximan bastante al esquema: "constante-pico-pendiente" y la razón entre la varianza explicada y la no explicada es del orden de la razón entre la amplitud del pico y las fluctuaciones en torno a los niveles ideales; fácilmente 10 a 1, o sea, que la correlación estará cerca de 0,9. La bondad de esta asociación seguramente dependerá -entre otros factores- de cuán intensivo sea el uso del petróleo en la materia prima en cuestión. El uso de otra escala temporal también es importante porque la respuesta del precio de una materia prima a cambios de precio del petróleo no será instantánea en general -aparte de lo que pueda descontar el mercado- sino que se reflejará a lo largo de meses o por lo menos de semanas.


Esta primera aproximación al problema no nos permite saber qué factor es, al final, el más importante; entre otras cosas porque, como vemos, la respuesta puede depender de la escala temporal de la que hablemos. Se tendría que hacer un análisis bastante sofisticado tomando una cantidad significativa de series de precios de materias primas y también de índices bursátiles; cosa que si tuviera los datos y tiempo quizá haría (aunque si me saliera algo interesante lo enviaría primero a publicar a una revista científica para comprobar en el proceso de revisión la solidez de mis resultados). Hay, sin embargo, un gráfico simple de un pequeño y brillante post del siempre excelente blog "Do the math" que muestra sin lugar a muchas dudas que se ha producido un cambio estructural en el mercado del petróleo:


En el gráfico se muestra cuál ha sido la evolución de la producción de petróleo en función del precio desde 1997 hasta 2011 (datos del Departamento de la Energía de los EE.UU.; los valores de producción y precio serán, por tanto, los promedios para cada trimestre); los puntos están unidos por una línea siguiendo el orden cronológico. Se observan dos regímenes claramente diferenciados. Hasta que la producción llegó a unos 85 millones de barriles diarios (Mb/d) -cosa que sucedió hacia 2005- la producción de petróleo era muy elástica: un pequeño aumento del precio inducía un gran aumento de la producción. A partir de la marca de los 85 Mb/d la producción se hace muy inelástica (hace falta aumentar mucho el precio para aumentar marginalmente la producción), y la proeza de haber llegado puntualmente a los 88 Mb/d (Julio de 2008) no ha servido para romper esta inelasticidad. Juan Carlos Barba considera este gráfico una prueba concluyente de que hay un problema estructural con la producción de petróleo y yo no puedo menos que estar de acuerdo: después de 6 años de precios crecientes la industria no ha sido capaz de cambiar una tendencia que, de acuerdo con los modelos clásicos de la economía, muestra la limitación del recurso. Dicho con palabras sencillas: a pesar de lo que estemos dispuestos a pagar no conseguimos aumentar tanto la producción como nos gustaría. Por tanto, en el caso del petróleo es obvio que hay algo más estructural que meramente especulativo en su comportamiento, sobre todo porque el fenómeno dura ya lo suficiente -6 años- como para que en ese período las estrategias de inversión hayan cambiado varias veces sin que se haya invertido esa tendencia.


En la misma línea, he leído recientemente un estudio llevado a cabo por el Teniente Coronel Christopher M. Fleming como proyecto de investigación financiado por el Colegio de Guerra del Ejército de los EE.UU. No es lo que se dice un ejercicio de una gran profundidad analítica, pero es interesante por venir del entorno del ejército de los EE.UU. (el cual ya ha expresado varias veces sus temores respecto al problema del Peak Oil). En el estudio del Teniente Coronel Fleming entre otras cosas se analiza la conexión entre la varianza del precio del petróleo y la varianza de su producción. Las varianzas son calculadas sobre períodos de 5 años, lo cual implica una cierta hipótesis de estabilidad u homoegeneidad temporal que puede ser apropiada para el período 1985-2005 pero no tanto para los otros períodos considerados (el estudio abarca desde 1975 hasta 2010); sin embargo, conectan bien con la idea que expresaba más arriba de que es necesario un marco temporal mínimamente extenso para poder analizar el estado de la producción del petróleo. Destaca de una manera muy notable que la elasticidad de la producción (medida como la razón de la varianza de la producción entre la varianza del precio) está siempre por encima de 0,018 hasta llegar al período 2005-2010, donde llega a 0,001 - de nuevo, la conclusión es que vivimos una época de baja elasticidad ergo con problemas de suministro. Curiosamente, el segundo período de menor elasticidad no es en los años 70, sino de 1990-1995, la causa de lo cual ya fue analizada con anterioridad en este blog.


Un famoso broker londinense se mofaba hace algunas semanas del leit motiv que acompaña la cabecera de este blog; para él lo determinante es el exceso de liquidez financiera, que desvirtúa todo el mercado. El análisis de hoy muestra que  la explicación no es tan simple, y que, probablemente, sí que estamos viviendo los primeros tiempos de la escasez global de petróleo. Desde una perspectiva tecnooptimista se puede pensar que no se ha llegado necesariamente al pico de producción, pero lo que ya no se puede negar es que hay graves problemas estructurales con su oferta.

Salu2,
AMT

viernes, 18 de noviembre de 2011

Antes de la ola

"Aquellos que están dispuestos a sacrificar su libertad por su seguridad no se merecen ni la una ni la otra". Benjamín Franklin.

Queridos lectores,

Uno de los fenómenos más intrigantes que vive a caballo entre la oceanografía y la geología es el de los tsunamis, principalmente los de origen sísmico. Un desplazamiento transversal de una falla en el fondo marino, con la enorme energía que libera, puede desplazar toda la masa de agua que tiene encima una distancia no muy grande, quizá 50 centímetros, puede que un metro. El problema es que el desplazamiento afecta a toda la columna de agua, que puede tener cuatro o más kilómetros de altura. La onda generada por la mera gravedad se propaga a velocidades de cientos de kilómetros por hora, en ocasiones -si el terremoto tiene lugar en aguas muy profundas- llegando casi a velocidades supersónicas. Cuando esta onda se acerca a la costa, la pendiente del suelo marino induce un efecto conocido como somerización (shoaling): la onda solitónica se rompe y se descompone en diversos paquetes, los cuales se propagan a velocidades mucho más pequeñas (algunos kilómetros por hora) pero por el agolpamiento del agua su altura crece y crece. Por eso es mucho más seguro esperar un tsunami en alta mar, donde la ola, de algunos centímetros, pasará sin hacer mayor mal, en tanto que en la costa su altura llegará tener varios metros, en algunos casos tantos como 15 (hay documentados casos históricos de tsunamis monstruo de hasta 50 metros de alto) y capaces de penetrar en tierra firme varios kilómetros, arrasándolo todo con su enorme potencia y presión. Justo antes de que la primera ola de un tsunami llegue a costa el agua del mar se retira rápidamente varios kilómetros, revelando un fondo rocoso de aspecto irreal. Algunas personas quedan fascinadas por el fenómeno y se quedan mirándolo embobadas sin entender que, si en aquel momento apretasen a correr tierra adentro, quizá consiguieran alejarse lo suficiente o ganar tierra lo suficientemente elevada como para sobrevivir; son esos pocos minutos vitales antes de la llegada de la primera ola. Otra cosa que la gente suele desconocer es que la primera ola no es casi nunca la mayor, y a veces sucede - como en el tsunami de Hawai del 1 de Abril (día anglosajón de los inocentes) de 1946- que la gente baja a la playa a ver qué ha pasado durante la media hora que pasa entre la primera y la segunda ola, aumentando horriblemente las bajas humanas cuando la segunda ola - que ésta sí suele ser la mayor - descarga toda su violencia sobre los pobres infelices.


Ayer la prima de riesgo de los bonos del Tesoro españoles respecto a los alemanas llegó, según nos dicen, a los 500 puntos básicos. Eso quiere decir que la rentabilidad que se da a estas emisiones de deuda españolas es un 5% mayor que a la de los títulos equivalentes germánicos. Como la información que dan los medios es siempre brutalmente incompleta y oscurantista, nunca tengo claro a qué se refieren exactamente: no sé si estamos hablando de bonos a un año, a cinco o a diez, o de todos a la vez. Entiendo además que este spread respecto a los títulos alemanes se está observando en el mercado secundario -es decir, los particulares que poseen deuda española la están vendiendo a otros particulares con un cierto descuento (porque evidentemente no pueden renegociar las condiciones expresadas en el título de deuda). Lo cual, si lo piensan un poco, es todavía más grave que que se le exija a España colocar su deuda con un mayor tipo de interés (cosa que ya pasa, pues la emisión de deuda suele seguir a la evolución del mercado secundario: España no puede conseguir dinero más barato de lo que percibe el mercado que se le tiene que cobrar). Es más grave porque, en suma, los tenedores de deuda española que la están vendiendo están aceptando cierto porcentaje de pérdidas (quizá no pérdidas reales, pero sí sobre sus expectativas de ganancia), y eso en suma quiere decir que la credibilidad de España como estado solvente está cayendo.


Pero, en fin, este no es un blog propiamente sobre economía y no tenemos por qué perdernos en estas cuestiones. Lo interesante del movimiento observado ayer es que la deuda española llega a los niveles que motivaron el "rescate" de Grecia o que forzaron un "cambio de Gobierno" en Italia la semana pasada. Aquí en España estamos a sólo dos días de una elecciones generales que todas las encuestas preconizan que ganará el conservador Partido Popular con una holgada mayoría absoluta; su líder, Mariano Rajoy, ya ha anticipado que se tendrán que tomar medidas adecuadas para intentar sanear las cuentas españolas, dando a entender que vendrán más recortes en prestaciones sociales y salarios que los que se han producido en el último año. Tampoco podría decir, por coherencia, otra cosa, ya que por ser diletante en la aplicación de tales medidas el primer ministro italiano Silvio Berlusconi fue fulminado por la mediáticamente denominada troika europea -yo pensaba que las troikas eran de tres, pero ahora he aprendido que se puede hacer con dos; de hecho sólo una basta - y se sobra (todos los sentidos de esta última frase, particularmente los más ariscos, son buscados deliberadamente: vivan las lenguas latinas).


Tenemos, pues, unas elecciones generales que cambiarán radicalmente el signo del partido gobernante, de socialista a conservador, en un país donde se percibe que la derecha es mejor gestora y que por tanto podrá capear mejor la difícil situación económica. En realidad da igual el resultado, porque después de ver lo que ha pasado en la fatuamente democrática Unión Europea durante las últimas semanas, con Grecia e Italia, queda claro que las decisiones no se toman en cada país, y mucho menos reside el poder en el pueblo soberano: nuestros nuevos gobernantes harán lo que se les diga, y punto. Tal situación conllevará una desilusión creciente del pueblo español con la ya muy desacreditada clase política, desilusión que se puede tornar ira cuando la nueva recesión que ahora comenzamos aumente los niveles de paro del 21,5% actual al 25 o 26% en un par de años. Y, sin embargo, lo único que estamos haciendo es seguir un camino conocido: el del colapso. Por cierto que, a propósito del colapso, Dimitri Orlov ha revisado recientemente su modelo de cinco fases de colapso (financiero, comercial, del estado, de la comunidad y de la familia), y su conclusión no puede ser más decepcionante: según él, parece que el gran empeño de los estados por detener el colapso financiero - que debería haberse expresado en toda su magnitud hace dos o tres años- causará que el colapso financiero sobrevenga al mismo tiempo que el comercial, y eventualmente que el del Estado, arrastrado éste por el peso descomunal de la deuda asumida en el rescate financiero. En suma, que su modelo todavía era demasiado gradual y suave comparado con el curso abrupto al que nos arrastra el BAU (Business as Usual). Una nueva muestra de que el descenso por el lado derecho de la curva de Hubbert estará dominado por los efectos no-lineales. Y los eventos actuales en Grecia apuntan a que, efectivamente, el colapso financiero se producirá al tiempo que el comercial:  Grecia ha tenido que recurrir a Irán como su suministrador principal de petróleo (gracias, Ángel, por la referencia), ya que otros países no se fían de la solvencia griega. El descenso que nosotros los españoles empezamos, siguiendo el camino de griegos, irlandeses, portugueses e italianos nos llevará desde nuestro pretendido "Primer Mundo", al cual arrogantemente nos creíamos pertenecer por propio mérito, hacia el Segundo o el Tercero en el que hemos sumido sin importarnos un bledo al resto del planeta; y de poco nos servirá que hace un par de años nos codeáramos con los ricos y poderosos: éstos tienen ahora sus propias preocupaciones y les estorbamos en este momento.

Estos días hasta las elecciones son como el mar que se retira antes de la primera ola de un tsunami: hay una extraña e irreal calma mientras una sombra vaga y ominosa se forma en el horizonte. En realidad, si conocemos un poco de Historia y de cómo se ha practicado la economía en el siglo XX sabemos qué va a pasar en España. A partir del lunes se empezará a decir lo que ahora se calla: que es urgente tomar ya medidas para contener el gasto, que es intolerable que el déficit español se desvíe del objetivo (fijado para este año en el 6% y que podría llegar al 8%), etc. Es posible que el Gobierno socialista, en funciones hasta Enero cuando tomará posesión el nuevo Gobierno, se vea obligado a tomar ya algunas medidas drásticas, medidas que en todo caso adoptará el PP cuando entre: bajar de inmediato el sueldo a los trabajadores públicos -otra vez; quizá un 10% en esta ocasión-, recortar aún más en Sanidad, Educación y, ay, en Obra Pública -porque Alemania y Francia están muy sensibilizadas con esos aeropuertos muchimillonarios sin pasajeros y otras estúpidas infraestructuras infrautilizadas hechas durante la época dorada del ladrillo. Habrá, posiblemente, una subida del IVA y seguro una reducción generalizada de subvenciones y ayudas (en lo que a mí me toca, becas de investigación y proyectos). Todo esto llevará a una mayor contracción económica y más paro, con lo que se recaudarán menos impuestos y se tendrá que pagar más en subsidios - en algún momento se hablará de reducir el subsidio de desempleo y el salario mínimo. Y eso en un contexto donde los productos básicos subirán de precio y los no básicos bajarán mientras se liquida el stock, para después volver a subir. En suma, nos iremos haciendo más pobres, más pobres...

El sol se oscurece: la ola ya le tapa, ya la tenemos aquí. En algún sitio tenía que escribir algunas verdades en medio de tantas mentiras como se dicen. No son "rescates" lo que se les aplica a los países, son liquidaciones; no son "cambios de Gobierno por Gobiernos tecnocráticos", son golpes de Estado en el que se da las riendas al matón de nuestros acreedores, que se asegurará que sus patrones reciben su dinero aunque nosotros nos arruinemos; no es austeridad, es ruina creciente; no será orden publico sino represión; no será interés común sino particular; no será recuperar la senda del crecimiento sino adentrarse en la del empobrecimiento; no hay crecimiento sino el fin del crecimiento. Sólo nos queda el pobre consuelo de que estas olas acabarán llegando a Berlín y a Nueva York.

Ya llega el agua.

Salu2,

AMT

Postdata: Efectivamente, este post no va de energía, pero tenía que escribirlo.

martes, 15 de noviembre de 2011

Rentabilidad energética versus rentabilidad económica

Queridos lectores,

Uno de los temas recurrentes cuando se discute el futuro de la energía (y al cual nos hemos referido ya muchas veces en este blog) es el de la Tasa de Retorno Energético (TRE), es decir, la rentabilidad (en términos energéticos) de la explotación de una determinada fuente de energía. Sabemos que la TRE tiende a declinar con el tiempo, a pesar -y posiblemente más bien por causa de- los avances tecnológicos, lo cual lleva a que el declive de la energía neta (la que realmente queda a disposición de la sociedad) sea más rápido que el de la producción, con lo que la gravedad de la situación es mayor de lo que uno podría pensarse mirando las curvas de producción (algunos autores afirman que el cenit de la energía neta -de toda ella, contando todas las fuentes- se alcanzó en 2008). También sabemos que la rentabilidad energética, tal y como nos la expresa la TRE, es más importante que la económica, ya que si las cuentas no salen energéticamente es imposible que salgan económicamente (lo contrario, sin embargo, es posible: un yacimiento rentable energéticamente podría no serlo económicamente, ya que se necesita una TRE mínima). Por tanto, parece que la rentabilidad energética de una fuente está íntimamente ligada a la rentabilidad económica de la misma, y de hecho algunos de los métodos de estimación de TREs -no los más populares, empero- se basan en aplicar un factor de conversión a los costes económicos (mejor documentados y fáciles de trazar que los energéticos). Sin embargo, como ya hemos discutido, la TRE mínima para que una sociedad sea viable es bastante más elevada que el retorno de una buena inversión financiera al uso. Así pues, sabemos que la TRE media de todas las fuentes de energía de una civilización debe ser una cantidad no menor de 5 y posiblemente tan grande como 10, es decir, retornos en la inversión energética del 400 y del 900%, respectivamente, muchísimo más grandes que los retornos en inversiones financieras, que se consideran hoy en día muy buenos si superan el 5% anual. El añadido de la palabra "anual" nos da ya una pista de la posible discrepancia puesto la TRE se refiere a todo el ciclo de vida de la fuente y por tanto su alcance temporal es mucho mayor; si tomamos por ejemplo una central hidroeléctrica con una TRE de 60 pero un tiempo de vida útil de unos 100 años nos da un rendimiento energético del 4% anual. Invirtiendo los términos, si pensamos en una fuente de energía con un ciclo de vida de 30 años que tuviera que suponer una rentabilidad energética media del 5% anual su TRE tendría que ser de 4,3. Por tanto, los valores de TRE no son inconmesurables con los valores de rentabilidad económica a los que están acostumbrados los economistas  (desgraciadamente, estas diferencias de lenguaje favorecen que los economistas no comprendan el concepto de TRE), aunque la ganancia energética porcentual es siempre mayor que la económica porque en la producción de energía además de los inversión meramente energética están también la de materiales y la financiera, las cuales restan algunos puntos porcentuales al rendimiento económico respecto al energético. Aunque no sepamos con precisión cuál es el diferencia porcentual entre el rendimiento energético y el rendimiento económico, sabemos que para una fuente con una tecnología ya madura y con cierta implantación, debido a las mejoras de eficiencia no sólo tecnológicas sino también financieras este diferencial no puede ser más que unos pocos puntos porcentuales (cuántos exactamente depende de qué fuente se trate). Y eso nos permite descartar algunas afirmaciones exageradas e interesadas que a veces se vierten, intentando hacer creer que la TRE de determinadas fuentes es muy alta. Como alguna vez ha comentado Juan Carlos Barba, si una fuente tuviera una TRE muy alta el negocio que se puede hacer con ella debería ser fabuloso, cosa que nuestro análisis de aquí arriba confirma. Y al revés: el análisis de la TRE de la energía nuclear de Charles Hall indica que, sobre el ciclo de vida que maneja la industria -60 años, lo cual descarta una buena parte del problema de la gestión de los residuos nucleares- la TRE de la energía nuclear convencional es de 10, es decir, un 4% anual; dado que esa industria tiene grandes necesidades de capital inicial eso explica la baja rentabilidad de estas instalaciones.


Cuestión aparte es la de la TRE mínima de las fuentes energéticas de una sociedad para que ésta sea viable. Situemos ese valor en 10, de acuerdo a lo que nos muestran diversos estudios antropológicos (Lee, R. B., 1968. "What Hunters Do for a Living, or How to Make Out on Scarce Resources". En Man the Hunter, R. B. Lee &I. DeVore, eds., p. 30-43, Chicago: Aldine; y también Harris, M., 1997. Culture, People, Nature - An Introduction to General Anthropology, Allyn & Bacon; ver el capítulo 11: "Energy and Ecosystem"). Cuando se considera un sistema de gran tamaño como es una sociedad, se toma una instantánea de la misma sin considerar el ciclo de vida de sus fuentes de energía; ¿cómo, por tanto, podemos hablar de TRE si no sabemos cuáles son los tiempos de vida de las diversas fuentes, y además pueden ser muy diferentes entre sí?. Ello es posible si se considera que hay suficientes sistemas de adquisición de energía como para que todos las etapas del ciclo de vida estén representadas en la muestra instantánea, es decir, que haya tantas fuentes en su primer año de su ciclo de vida como en el segundo, el tercero, etc, hasta llegar al último año del ciclo de vida. Si la sociedad es lo suficientemente grande y si (punto clave) la situación respecto a sus fuentes de energía es estacionaria esta hipótesis es razonable. Esta hipótesis de estacionariedad nos permite estimar la TRE de una sociedad, simplemente comparando en un momento cuánta energía se está consumiendo para producir más energía con el total de energía disponible. Sin embargo, este enfoque estático no nos permite relacionar la rentabilidad energética con la rentabilidad económica; no es lo mismo, por ejemplo, sociedades como las arcaicas en las que los ciclos de vida eran larguísimos - típicamente una vida humana de la época, unos 40 años, lo que para una TRE de 10 implicaría una rentabilidad energética del 6% anual- que una sociedad hipotética en la que los ciclos fueran brevísimos -por ejemplo de 10 años, lo que para una TRE de 10 daría una rentabilidad energética del 26% anual. Lo cual nos muestra también que a una sociedad orientada al crecimiento económico le interesa favorecer la renovación rápida de sus sistemas de producción de energía, una expresión más de la sociedad de consumo y del por qué se despilfarra tanto.


El análisis estático de la TRE de una sociedad nos permite hacernos una idea de cuán lejos o cerca estamos del colapso energético. Bajo una hipótesis de estacionariedad, es razonable pensar que el valor económico que la sociedad asigna a la energía es inversamente proporcional a la TRE. Si la TRE media de las fuentes de energía que nutren una sociedad es de 10 eso quiere decir que un 10% de la energía total se ha usado para producir ese 90% de energía neta que aprovecha la sociedad para la producción de bienes y servicios. Aquellos usos que despilfarran la energía y que producen bienes comparativamente más caros -en términos energéticos- serán progresivamente reemplazados por bienes energéticamente más económicos hasta alcanzar un equilibrio. Así pues, tras un período de estabilización, lo razonable es que grosso modo el PIB se pueda descomponer de la misma manera que la producción energética y que por tanto el porcentaje del PIB representado por la producción energética represente el porcentaje de energía de producción (el 10%, en el caso de una TRE de 10). La conclusión es que el valor (en términos de PIB) de la energía es el inverso de la TRE (1/TRE, uno dividido por la TRE, en tanto por uno: e.g.: una TRE de 10 implica que 1/10 del PIB es la factura energética, un 10%). Tal estimación es muy grosera y aproximada: aparte de la estacionariedad mencionada arriba necesita que la economía considerada sea una "economía tipo", que no esté volcada más que la media en el sector financiero (y sea por tanto más etérea y de menor consumo energético) o en el sector productivo (y sea por tanto más material y más energética). A pesar de las limitaciones de tal aproximación, creo que nos da una pista correcta sobre cuál es el valor económico asignado a la energía en función de la TRE. Y me reafirma en tal impresión los estudios del profesor James Hamilton, que en su artículo "Causes and consequences of the oil shock of 2007-2008" analiza la dependencia en la factura energética de su país, EE.UU., y llega a la conclusión de que cuando la factura del petróleo supera el 5,5% del PIB su economía entra en recesión. En una interesante extensión de este trabajo Hamilton estudia toda la energía en su conjunto, y allí la conclusión es que el valor límite para la factura energética total es el 10% del PIB. El cual se correspondería, de acuerdo con los cálculos que he mostrado más arriba, justamente con una TRE de 10, la cual parece estar cerca del valor de colapso. Por supuesto que llegar en un momento determinado a ese valor crítico del 10% de factura energética no implica el colapso inmediato de la sociedad, pero sí que ésta se mueve en una región de inviabilidad; como respuesta a este estrés, la sociedad evoluciona intentando volver a valores más sanos de esa factura. Pero si, como parece, hay una conexión estrecha entre la TRE media de nuestras fuentes energéticas y el peso económico de la energía, a medida que la TRE continúe bajando el problema dejará de ser puntual para ser estructural, y la sociedad tendrá que emprender reformas más profundas, estructurales, para evitar el colapso.


Como referencia para la reflexión, la factura petrolífera de España se sitúa actualmente alrededor del 3,6% del PIB. Dado que el petróleo representa en España casi el 50% de nuestro consumo de energía primaria, la factura energética total debe rondar el 7 o el 8% (Actualización: Usando datos del INE de 2007, Juan Carlos Barba -ver comentarios- estima que ese año la factura energética de España fue del 10% del PIB). Eso quiere decir que estamos bastante cerca del valor límite lo que, si deviene persistente en el tiempo, nos fuerza al cambio estructural o al colapso. En realidad, la situación de la mayoría de los países occidentales es similar. Sin embargo, a pesar de todos los indicios, seguimos posponiendo el tránsito necesario.


Salu2,
AMT

jueves, 10 de noviembre de 2011

World Energy Outlook 2011: Un difícil equilibrio entre optimismo y realismo


Queridos lectores,

Como prometí, aquí está el post sobre la última edición del informe anual de la Agencia Internacional de la Energía (WEO por sus siglas en inglés; es un documento de pago y de acceso restringido). Documento ya habitualmente prolijo y extenso, en esta ocasión consta de la fatídica cifra de 666 páginas (yo no entiendo cómo no le ponen una página más para evitar excitar más todas las paranoias conspirativas que corren por el mundo). Como es obvio, no he tenido tiempo para leerme tal mamotreto, así que he seleccionado ciertas secciones que contienen alguna información que me interesa, guiado también por el documento de hechos relevantes (este público, se puede acceder a él aquí). Este análisis es, por tanto, provisional y preliminar.

Al igual que en la edición del año pasado, hay tres escenarios de previsión: Políticas Actuales, Nuevas Políticas y Escenario 450. El primer escenario corresponde al mantenimiento de las políticas tradicionales en materia de crecimiento económico y gestión de la energía; Nuevas Políticas, en cambio, corresponde a un escenario en que los países más desarrollados implementan realmente las medidas previstas para luchar contra el cambio climático; por último, el Escenario 450 corresponde a la implementación vigorosa de las políticas adecuadas para evitar que la concentración equivalente en CO2 de gases de efecto invernadero llegue a 450 partes por millón. El escenario de referencia para la Agencia es el de Nuevas Políticas, y es sobre todo a éste que me referiré.


A diferencia del año pasado, no hay una gráfica con el típico diagrama de estratos de producción de petróleo que permite ver cuál es la evolución prevista por la AIE según el tipo de fuente. Únicamente tenemos la referencia de que estiman que para el año 2035 se producirán 99 Mb/d (Mb/d: millones de barriles por día) en el escenario de referencia, lo cual es una subida de 3 Mb/d respecto al máximo estimado para ese mismo año en el WEO 2010, y rompe una racha histórica de revisiones a la baja: desde 2006, la AIE ha ido previendo producciones futuras cada vez menores según pasaban los años (desde los 120 Mb/d para 2030 que decía en 2007 hasta los 96 Mb/d para 2035 que dijo el año pasado). Sin embargo, reconoce esta vez que la producción de petróleo crudo declinará un poquito  hacia 2035: ya no asume que continuará en los 70 Mb/d actuales durante los próximos 25 años, sino que bajará a los 68 Mb/d. ¿De dónde sale, por tanto, todo ese petróleo extra? De las fuentes no convencionales, obviamente, pero el peso de la nueva producción se pone en los biocombustibles, como ilustra claramente la siguiente gráfica sacada del documento de gráficos clave (también público):




"Liquids" aquí se refiere a todos los líquidos del petróleo, de los cuales el crudo son esos 70 Mb/d de media que dice la AIE -75 si añadimos los líquidos del gas natural- y el resto son petróleos no convencionales. El gráfico representa cuál será de aquí al 2035 el incremento (si la barra crece hacia la derecha) o disminución (si crece hacia la izquierda) de las distintas categorías de petróleo por países - con la excepción de los biocombustibles, que la barra refiere a todo el globo; los rombos azules dan la variación neta para cada país, sumando los petróleos que crecen y restando los que bajan. Hay varias cosas que llaman la atención de ese gráfico. La primera es que la AIE asume que Arabia Saudita incrementará su producción en casi 4 Mb/d, pero tal objetivo es irrealizable a día de hoy. Como ya comentamos aquí las autoridades de ese país no tienen la intención de aumentar la producción actual, y encima proyectan ir disminuyendo progresivamente sus exportaciones para atender la creciente demanda interior (y en la demanda interna seguramente se camuflan las crecientes necesidades de energía para extraer sus cada vez más exprimidas reservas, en un claro caso de disminución de la Tasa de Retorno Energético -TRE-, un problema con graves consecuencias como ya mostramos); por tanto, lo previsible es que esos 4 Mb/d saudíes de incremento no se materialicen. Llaman también la atención que a pesar de las exageraciones oídas recientemente se prevé un modesto aumento de la contribución del petróleo no convencional en los EE.UU., de alrededor de 0,5 Mb/d, y el gran incremento de los biocombustibles, que pasarían de los 2 Mb/d actuales a 5 Mb/d, cosa difícil con el actual modelo de producción de los mismos. Recordemos que hoy en día el 6,5% de la producción de grano y el 8% de la producción de aceite vegetal a nivel mundial se destinan a biocombustibles; sin un gran cambio tecnológico -que no está a la vista actualmente- el aumento previsto de la producción de biocombustibles nos llevaría a consumir alrededor del 16% de las cosechas de grano y el 20% de la de aceite vegetal a escala global a este fin; es inimaginable el efecto de esta transformación sobre los ya tensionados mercados mundiales de alimentos y las más que seguras revueltas del hambre que se desatarían, en particular en países productores de petróleo de Oriente Medio y del Norte de África, causando una pérdida de producción mucho mayor que esos miserables 3 Mb/d que se ganarían con tal tropelía. Llama también poderosamente la atención que la AIE no estima ninguna caída de producción del petróleo convencional en los EE.UU. durante los próximos 25 años, lo cual contradice claramente la tendencia histórica de los últimos 40 años de producción; que la caída de producción prevista para México en tan dilatado período es muy modesta; o que se estime un aumento de casi el 200% de la actual producción de las arenas bituminosas del Canadá (a pesar de las muchas limitaciones verificadas en su expansión). Todo parece indicar que los números están masajeados para ofrecer su mejor cara, y así, cuando se analiza la producción de petróleo por grandes grupos regionales resulta que en ninguno de ellos declina, ya sea por los muy dulcificados declives de petróleo convencional, por las buenas estimaciones del petróleo no convencional en general, y/o por el efecto distribuído de los biocombustibles en particular.






La falta de realismo de la AIE es una vez más evidente tras el análisis de la siguiente gráfica, que presenta los valores de importaciones de petróleo de diversos grupos de países en 2000, 2010 y la proyección hecha para 2035.






Como se ve, la AIE prevé que los EE.UU. reduzcan sus importaciones en casi 4 Mb/d (desde los 10 Mb/d actuales a poco más de 6 Mb/d en 2035) gracias, dicen, al aumento de producción propia y a la mejora de eficiencia en el sector del transporte. Ya han visto arriba que la AIE da para los EE.UU. un aumento de producción de sólo 0,5 Mb/d, todo ello shale oil, para 2035, sin aumento -y, más increíblemente, sin disminución- de la producción convencional. Por tanto, lo que se nos dice aquí es que en los EE.UU. el consumo se reducirá en 3,5 Mb/d, lo que es aproximadamente un 20% de su consumo actual. Por lo que he visto aquí y allá en el informe, la AIE está pensando en el vehículo eléctrico para esta transformación, aunque yo sólo la veo factible con un determinado vehículo eléctrico: el tren. Sin embargo, la necesaria inversión en infraestructuras sería tan enorme que hasta eso es difícil, y por supuesto es completamente inviable pensar en una implantación a gran escala del coche eléctrico, apuesta que sigue siendo un grave error (con el permiso de Alb). Es esta inverosímil mejora en eficiencia del transporte la que explica por qué la AIE piensa que EE.UU. consumirá menos petróleo que la UE en 2035, a pesar de la más discreta mejora de ésta última, y todo ello para dar alas al consumo de China.


Como quiera que este escenario tiene demasiado optimismo, la AIE presenta una serie de diferentes "Casos" que serían como pequeñas desviaciones respecto al escenario de referencia. Y son nada menos que cinco casos diferentes, cuatro de ellos claramente adversos y sólo uno favorable. Es significativo que en esta ocasión la Agencia "module" con tantos matices su escenario de referencia, lo cual demuestra su inseguridad respecto al futuro y la necesidad de cubrirse las espaldas ante las previsibles críticas que sobrevendrán cuando se verifique que su escenario de referencia, que tampoco es demasiado brillante, aún era optimista. Los cinco casos son bastante interesantes: está el caso "Bajo crecimiento del PIB" (como si el crecimiento económico se pudiera desacoplar del acceso a la energía), el caso "Edad de oro del gas" (el único favorable y que se basa sobre todo en el gas no convencional, el cual parece ser un gigantesca burbuja como ya discutimos), el caso "Descenso nuclear" (en el que la energía nuclear entra en declive debido al recientemente avivado miedo nuclear por el accidente de Fukushima -y a mi entender más probablemente por razón del pico del uranio) y el caso de las "Inversiones Aplazadas". Este último caso es particularmente interesante, ya que la AIE analiza qué pasaría si la inversión en exploración y desarrollo (upstream) en los países del Oriente Próximo y Norte de África cayese respecto a su escenario de referencia, debido a revueltas internas o conflictos entre países - una clara referencia a la primavera árabe pero sin mentarla. Como el resultado de tal simulación sobre los 25 años del WEO 2011 debía ser demasiado tétrico, han acotado su alcance tanto en tiempo como en intensidad; así, el caso "Inversiones Aplazadas" considera una caída respecto a la inversión prevista del 33% pero sólo durante el período 2011-2020, y que después recuperan rápidamente los niveles que le corresponden y hasta compensan la falta de inversión anterior. En tal caso, la AIE considera que la producción prevista decaería en la zona 6Mb/d respecto a lo previsto en el escenario de referencia, y el precio medio del barril se situaría en los 150$, un valor elevadísimo (observen que durante el episodio de 2008, con un pico de precio de casi 150$, el precio medio durante aquel año se sitúo a penas por encima de los 100$ por barril). Es decir, bajo esta hipótesis de "crisis árabe domesticada" los problemas serían ya muy graves. Como aviso a navegantes, la AIE advierte que a corto plazo los beneficios de estos países aumentarían mucho, pero que después caerían en picado por pérdida de cuota de mercado (cosa difícil con un mercado tan cautivo como es el del petróleo, pero en fin...). Ahora hace falta ver si estos argumentos tan de peso convencen a los potenciales revolucionarios árabes para no levantarse en armas, sobre todo si convertimos alimentos en otros 3 Mb/d más. Pero es que además estamos hablando de un objetivo difícil de alcanzar; fíjense si no en las inversiones previstas como necesarias durante los próximos 25 años.




Son casi 38 billones españoles de dólares constantes (de 2010) para toda la inversión en energía, de los cuales 10 billones son para el petróleo, y más concretamente 8,7 billones para el sector upstream del petróleo. No es, por supuesto, solamente la inversión en Oriente Próximo y el Norte de África, pero igualmente se trata de cifras de vértigo: el PIB de todo el planeta fue en 2010 de unos 63 billones de dólares, o sea que esta inversión en todas las fuentes fósiles (petróleo, gas, carbón y generación eléctrica) representará el 60% del PIB global a repartir en 25 años, o sea, un 2,5% del PIB global cada año. Y si les parece que esta cifra es asumible piensen que el grueso de esta inversión se ha de hacer en países que tienen un PIB bastante reducido (Arabia Saudita, de los más ricos, tiene un PIB que es menos de un tercio del español), con lo que en relación a su PIB la inversión local que tendrá que efectuarse en esos países supondrá llegar en algunos caso al 10% de su PIB, quizá más. Obviamente estos países tendrían que recurrir a la financiación exterior, en un momento como éste en que el acceso al crédito no es fácil, y de una manera masiva; esto generará una gran competencia por el capital a escala global y desequilibrios en los países receptores. Si la debilitada economía global puede acometer tamaña empresa está por ver.


Hay otros elementos preocupantes en el informe de este año. El WEO 2011 reconoce explícitamente que la era del petróleo barato ha terminado, usando exactamente esa expresión. De acuerdo con sus previsiones, incluso en el contenido escenario 450 el precio medio del barril de petróleo se situaría en términos reales en máximo históricos (alrededor de los 100$ del 2008). En el escenario de referencia la Agencia estima que el precio medio del barril de petróleo en dólares constantes llegará a 120$ (nominalmente por encima de los 200$). Tal afirmación se contradice fuertemente con el análisis del profesor James Hamilton, al que ya hemos citado muchas veces en este blog, según el cual el precio límite del barril se situaría en torno a los 80-85$, por encima de lo cual se induce una recesión en EE.UU. y por ende global al cabo de unos meses. Lo mejor del caso es que durante este último año el FMI, el Banco Mundial y la propia AIE han aceptado esa referencia, con lo que de algún modo la AIE asume que tendrá que haber un cambio de paradigma económico importante para que tal precio sea soportable, y encima tal cambio debe sobrevenir ya, puesto que el plazo para sobrepasar los 100$ fue ayer, según se ve en el gráfico.



El WEO 2011 dedica un capítulo entero a glosar el papel de Rusia en el futuro energético del mundo. Rusia, primer productor (que no exportador) de petróleo a escala mundial y principal suministrador de gas a Europa, posición que se verá reforzada con la reciente entrada en funcionamiento del Nord Stream y la futura del South Stream. El WEO pone mucho énfasis en la importancia de que Rusia mejore su eficiencia energética para que haya más combustibles fósiles disponibles para el resto, y le da mucha importancia como suministrador de referencia y fiable sobre todo para Europa y también, en menor medida, para los EE.UU. y resto de la OCDE. Las implicaciones geopolíticas de esta hegemonía rusa me parece que son bastante claras, especialmente para Europa, que poco a poco se está convirtiendo en un satélite del gigante euroasiático.


Otro elemento de preocupación que me surge leyendo el WEO es la relevancia que se le da al carbón. Como se ve en el siguiente gráfico, el carbón va camino de convertirse en la principal fuente energética del mundo, ya que es la que mayor crecimiento experimentará:


El informe le da mucha importancia a los sistemas de captura y secuestro de carbono (CCS por sus siglas en inglés), ya que con ellos quemar carbón será menos dañino en términos de CO2, puesto que las emisiones de la combustión serán inyectadas en reservorios geológicos subterráneos. Sin embargo, los CCS implican un coste energético de aproximadamente el 50% de la energía del carbón, con lo que en un momento de escasez energética es impensable que lleguen a usarse nunca. Hay grandes reservas de carbón repartidas por el mundo, que aunque al borde de la declinación darán para muchas décadas; se confirma así la tendencia que apuntábamos hace semanas: quemaremos todo lo quemable para mantener el actual sistema en marcha.


En suma, a pesar de los esfuerzos de presentar un panorama de normalidad, el WEO 2011 empieza a proyectar un futuro muy complicado, en el que se adivinan tensiones. La impresión que a mí me causa es que el reciente cambio de director ejecutivo por uno de perfil más político (Maria van der Hoeven, antigua ministra holandesa de Educación, Cultura y Ciencia) ha servido para  compensar la tendencia reciente de la Agencia hacia el reconocimiento de un grave problema con el suministro energético, a pesar de lo cual se insiste muchas veces en el documento en los graves problemas de seguridad energética a nivel global (y de hecho el mensaje de la rueda de prensa fue muy claro: "La AIE alerta de un futuro energético insostenible"). Si en algún momento se acaba produciendo la sustitución de Fatih Birol, economista en jefe, se confirmaría este giro político de la institución y se acrecentaría su control político y su pérdida de fiabilidad.



Salu2,
AMT

martes, 8 de noviembre de 2011

Construyendo el futuro desde arriba


Queridos lectores,

En el programa de Radio Libertad del pasado jueves Juan Carlos Barba anunció que esta semana hablaríamos sobre las medidas que se deberían tomar para hacer la necesaria adaptación al futuro de La Gran Escasez. Como ha habido un cambio de invitados (yo mismo no podré participar esta semana) es posible que también haya un cambio de discusión, pero el tema en cuestión acabará siendo debatido algún día. Además, es una pregunta muy lógica, que ya suele surgir en las charlas del Oil Crash, y que simplificando y por abreviar se podría formular así: ¿Qué recomendaciones le daría Vd. al Gobierno (o a los Gobiernos) para pilotar el Oil Crash, si le hicieran caso?


Me preocupa bastante meterme en ese berenjenal, el de dar consejos o líneas de actuación, porque más que en otros ámbitos me doy cuenta de mis propias limitaciones o carencias. No sé prácticamente nada de economía y tampoco de las dificultades de gestión de la cosa pública, no digamos ya de cómo legislar correctamente. Un error fatal en cualquiera de ésas y otras direcciones y nuestras mejores intenciones empedrarán el camino del infierno. Pero, por otro lado, no sería honesto de mi parte eludir completamente la responsabilidad de hacer observaciones y sugerencias, que deberán tomarse como eso, meras observaciones crudas que necesitarán, y no poca, elaboración antes de que puedan interpretarse en clave de acción política. Por otro lado, creo que en esta misión, la de definir pautas adecuadas de actuación, los diversos comentaristas que suelen leer este blog aportarán sus diversos puntos de vista y seguramente del debate que un post como éste suscitará se podrán sacar ideas interesantes de cara a lo que podría ser un plan de Gobierno de la transición. Por ello, creo que puede ser útil e instructivo, particularmente para mí mismo, abrir por fin este debate y ver qué cosas podemos sacar en claro.


Por supuesto que otros antes, y con mayor mérito y conocimiento, han abordado esta tarea: ahí está por ejemplo el Real New Deal del Post Carbon Insitute. A nivel más local, está el plan de transición construido por la asociación gallega Véspera de Nada (miren en la columna de la derecha de su página web, Medidas fronte ao teito do petróleo), en el que tuve el honor de serme solicitada mi opinión. Yo, sin llegar al nivel de detalle de éste último, quisiera recoger algunas ideas que creo que deberían formar parte de ese plan de transición gobernado desde arriba. He aquí algunas de esas ideas clave:

Abandonar el BAU

Ésta es la más complicada de las tareas a emprender y la que más implicaciones tiene. Tenemos que hacer comprender a nuestros gobernantes que el Busines As Usual, el BAU, la manera de hacer de las últimas décadas, no tiene sentido en un mundo donde los recursos son limitados, disminuyentes y no sustituibles. Lo hemos discutido muchas veces: el acceso cada vez más limitado al petróleo en particular, y a la energía en general implican que esta crisis económica no acabará nunca, porque dentro de nuestro sistema económico tenemos que crecer siempre a un cierto ritmo; ése es el motivo de que nuestra sociedad sea denominada como "sociedad de consumo" y el por qué de tanto despilfarro como hacemos. Nuestros líderes reaccionan en base a una serie de recetas económicas aprendidas durante los últimos cien años, según las cuales el crecimiento es la mejor garantía para conseguir una elevada tasa de empleo y evitar así revueltas sociales, aparte de tener contentos y satisfechos a los poderes económicos e industriales. Toda la actual política de recortes de gasto público y de disminución de prestaciones sociales va dirigia a ahorrar en la parte no productiva de la sociedad para concentrar el flujo económico en las partes productivas, en la esperanza que éstas se revitalizarán, generarán un nuevo ciclo de crecimiento económico y nuevo empleo, y se podrá dar marcha atrás en la política de recortes que tanto intranquiliza al ciudadano de a pie. El problema es que la premisa es falsa: por más recursos que se concentren en el rescate del sector financiero y en aliviar la presión impositiva sobre el sector industrial y de servicios no se conseguirá que la economía vuelva a crecer, porque igualmente cada vez la energía y los materiales consumidos serán más caros y más escasos; y no por falta de inversión en su extracción y producción, sino por las razones físicas y geológicas que tantas veces hemos discutido en este blog. Hay, sin embargo, tanta teoría económica desarrollada ignorando que no se puede crecer siempre que combatir esta falsa idea y auto-convencerse de la necesidad de cambiar de paradigma, de esquema mental, llevará mucho, mucho tiempo.

Un nuevo orden social

Una vez que se comprende que el BAU no puede seguir funcionando, se tienen que reestablecer las prioridades, porque la prioridad hasta ahora ha sido siempre el crecimiento ya que de él dimanaban las soluciones a todas demás necesidades como corolario. Si no hay crecimiento, se tiene que volver a hacer política de verdad y decidir qué se tiene que hacer y cómo. A mi entender la primera prioridad es la de garantizar el empleo de forma generalizada como medio fundamental para que se preserve la paz social - entiéndase: emplear a la gente para que se pueda ganar la vida dignamente. Algunas personas opinan que la paz social no es importante, que lo único que le interesa a los poderes económicos (que usan a los líderes políticos para implementar su agenda) es ganar cada vez más dinero, aunque para ello tengan que someter por la fuerza a toda la población. Sin entrar a discutir si ésa es o no la intención de estos poderes económicos, tal método es poco sostenible en el largo plazo: en la actualidad su poder económico se basa en vender muchos productos a mucha gente, pero si la gente pierde capacidad económica por estar desempleada o subempleada es evidente que los beneficios caerán en picado, y muchas grandes empresas se hundirán, como de hecho lo están haciendo ahora (¿o cuál creen Vds. que es el futuro a corto plazo de BMW o a más largo plazo de Apple?). Otra cosa diferente es que algunas personas bien situadas intenten garantizarse una posición de señores en un nuevo orden feudal que podría sobrevenir, aunque a mí me parece que, análogamente a lo que pasó en la Edad Media, si sobreviniera el caos anticipado por los proponentes de este futuro tiene más posibilidades de convertirse en un neo-barón un capitán de un grupo de comandos de élite en el paro que no un orondo banquero agitando fajos de devaluados dólares o enlarbolando carísimas e inútiles piezas de oro y plata. Pero, en fin, supongamos que nuestros líderes han comprendido la imposibilidad del BAU y buscan aquello que es socialmente más conveniente. Como digo, la primera cosa a hacer es establecer un sistema que dé empleo a todo el mundo, y eso dentro del contexto de una economía que no crece. Lo que no parece fácil, aunque no es necesariamente imposible.

Economía estacionaria 




Si los insumos no pueden crecer y, como parece, la desmaterialización absoluta de la economía no es un objetivo factible (y, sobre todo, efectivo) a corto plazo, está claro que en un momento determinado la economía debe dejar de crecer y volverse estacionaria, es decir, de tamaño constante, y eso probablemente después de un período de decrecimiento. Una economía estacionaria tiene unos planteamientos diferentes que una en crecimiento. La fuerza de trabajo no puede modificarse sustancialmente a lo largo del tiempo, ni el número de fábricas, ni en general los medios de producción. Peor aún, se debe establecer algún tipo de planificación de gran escala (no sobre las actividades particulares pero sí sobre el consumo general de recursos) para evitar que se produzcan grandes descompensaciones. Ser competitivo al tiempo que se imponen restricciones de uso es una tarea que se me antoja muy complicada. En todo caso, las variables a controlar son físicas (energía consumida, toneladas de material) y no monetarias. Posiblemente la mejor unidad monetaria de esta economía es la energía de procesado, o mejor aún, la exergía.


Función del trabajo 


Se ha de repensar el trabajo y su función social, y el grado de satisfacción que se podrá dar a las necesidades humanas, las reales y las percibidas. Es fundamental garantizar comida, agua, abrigo y alojamiento a la población; es conveniente y pertinente darle también educación y sanidad. A partir de ahí, lo natural es dejar a la gente desarrollar su iniciativa personal, por buenas y poderosas razones; el cómo tendrán que decirlo gente con más capacidad y conocimiento. Lo que no es fácil ni trivial es garantizar la producción por medios sostenibles de esas necesidades básicas. Es, por tanto, importante identificar los recursos locales y las capacidades locales de producción, y ver cómo mantener redes suficientes para el comercio de aquellos productos en los que cada región sea excedentaria o deficitaria. Teniendo acceso cantidades decrecientes de petróleo y gas en el medio plazo, y a ninguna cantidad en el largo plazo, es importante decidir cómo se va a poder mantener la mecanización del campo y del transporte. Se ha de estimar cuál es la cantidad de biocombustible que es razonable producir sin poner en compromiso la alimentación humana y animal, y dónde sale a más a cuenta producirla. También se tiene que decidir cuántos animales pueden razonablemente mantenerse, cómo se ha de distribuir la población sobre el territorio, cómo evitar la erosión del suelo, cómo asegurar el acceso al agua para riego y para consumo humano y animal, cómo potabilizarla y sanearla teniendo menos acceso a productos químicos especializados y así un larguísimo etcétera de cuestiones técnicas que requieren largos y especializados estudios, y que deben ser adecuadamente coordinados.


Planificación y limitaciones en el acceso a los recursos 


La finitud de los recursos y, más importante que eso, la limitada disponibilidad de los mismos por imposibilidad de incrementar su producción (y distribuirla desde los productores), implica que para empezar que se debe abandonar ciertos usos crematísticos de los recursos no renovables (aquellos que los queman o los dispersan hasta hacerlos irrecuperables), incluso de aquellos recursos no renovables para los que aún no se ha encontrado un uso de interés general - en prevención de que en el futuro pudieran ser importantes. Se tendrá que asegurar tanto la economía como el reciclaje de materiales, lo cual implica cambiar diseños para facilitar la reparación y la recuperación de materiales, aunque ello implique producir bienes menos eficientes que los actuales; y eso implica un esfuerzo de ingeniería a gran escala en toda la sociedad, repensando completamente todos los ciclos de vida.

Un punto complicado es la necesaria planificación más o menos centralizada del acceso a los materiales, tanto los agotables como los renovables, porque hasta los últimos tienen límites y mal gestionados pueden deteriorarse y disminuir (de lo cual tenemos muchos ejemplos hoy en día, desde la erosión del suelo cultivable hasta la extinción de las pesquerías). Lo ideal sería dejar al libre mercado la regulación de este acceso, pero la experiencia nos demuestra que, quizá por la imperfecta psique humana, el libre mercado suele llevar a desequilibrios y abusos de poder de aquellos que más tienen, que pervierte el mercado de libre en cautivo de sus intereses. Pero un sistema de planificación también es propenso a abusos, sobre todo si los gestores y asociados se aprovechan de su posición para recibir prebendas o favorecer sus propios intereses. No parece haber una solución simple aquí.


Libertad e información: democracia plena


Uno de los grandes problemas que tiene nuestra sociedad occidental es la tendencia a la opacidad en los asuntos clave de la gestión política; peor aún, se ha conseguido que una parte importante de la población interiorice que algunos asuntos son demasiado complicados como para que la opinión de un ciudadano corriente pueda contar. En realidad, lo lógico es informar a ese ciudadano para que pueda emitir una opinión formada, en vez de prescindir de ella; y además, no es verdad que las grandes líneas conceptuales sean tan complicadas de entender como muchas veces se quiere hacer creer: muchas veces se magnifican los siempre abstrusos detalles para que parezcan lo sustancial en vez de lo accidental. Hace falta una gestión honesta que plantee los grandes ejes políticos resumiendo los detalles y las dificultades, sin necesidad de embarullar torticeramente las discusiones (que es lo que hacen hoy en día nuestros políticos y que hace que sobre un mismo asunto saquen estadísticas aparentemente contradictorias aunque en realidad describen lo mismo, para mayor confusión del público general).


Es importante que en un futuro complejo y que en algunos momentos implicará importantes sacrificios la gente tenga una conciencia clara de cuáles son los verdaderos problemas y que pueda comprobar, sin fanfarria ni cortinas de humo, que las medidas que efectivamente se están tomando están llegando a buen puerto, y aquellas que se revelen erróneas puedan ser corregidas rápidamente sin aspavientos ni denuncias cruzadas. En suma, es importante implicar más a los ciudadanos, a ese pueblo del que emana la única soberanía, en la gestión y en la decisión, lo cual sólo se puede conseguir si la información se trasmite clara y verdadera, y no se confunde o distrae con mil tonterías sin cuento.


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Verá el lector que este programa de actuación es muy vago y general, sin centrarse en los detalles; aún así, implica cambios estructurales profundos a hacer en nuestra sociedad, cambios los cuales serán muy difíciles de acometer partiendo desde donde partimos. Sólo con mucho tesón y con información se puede intentar dar la vuelta a la situación y avanzar en la dirección del cambio necesario, un cambio que no han de protagonizar ni los políticos profesionales de hoy en día ni los técnicos como yo, que sólo somos auxiliares, sino el propio pueblo.




Salu2,
AMT