miércoles, 14 de octubre de 2020

World Energy Outlook 2020: La dificultad de seguir engañándose


Queridos lectores:

Un año más, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha publicado su informe anual sobre la situación actual y la previsible evolución futura del consumo mundial de energía, el World Energy Outlook (WEO). La edición de este año es un tanto peculiar, porque se ha adelantado en un mes a la fecha habitual de publicación, justificándose este adelanto por los importantes cambios económicos y estructurales que han sobrevenido a consecuencia de la irrupción de la CoVid-19. Por esa misma razón, se nos dice, aunque los escenarios de previsión que se desarrollan como cada año tienen un horizonte de previsión de 25 años, el foco del informe se va a poner en los próximos 10 años. Esto es ya en sí bastante inquietante, porque es conocido que cuando uno se acerca a un punto de transición o de ruptura la capacidad de predecir se acorta considerablemente (lógicamente, uno no sabe qué pasa exactamente después de ese punto, que representa un cambio brusco). Que la AIE no quiera discutir en profundidad qué va a pasar más allá de 2030 es bastante significativo, porque en el fondo es un reconocimiento de que en el momento en el que estamos intentar vislumbrar qué puede suceder en los próximos 25 años, cosa ya de por sí difícil, es ahora completamente imposible. Siguiendo con las peculiaridades de este WEO, nos encontramos que es el más corto que yo haya leído desde que comencé este blog: "solo" 464 páginas, cuando algunas ediciones anteriores habían tenido casi el doble. También eso es mala señal, porque da la impresión de que los responsables del informe de este año no quieren involucrarse demasiado ni complicarse con previsiones que saben seguro que no se van a cumplir. Así que este año, por lo que parece, iremos más al grano.

Como siempre, lo primero que he hecho es buscar la expresión "peak oil". Solo la he encontrado una vez, en la página 178, y encima asociado a la palabra "demanda", es decir, una vez más el falaz concepto de "pico de la demanda de petróleo"; y la frase donde aparece la expresión en cuestión también tiene su miga: "El cenit de la demanda de petróleo ya es una realidad en las economías avanzadas, con la demanda bien por debajo del punto alcanzado en 2005". Curiosa coincidencia de fecha, que es aproximadamente la del cenit de producción de petróleo crudo convencional; justamente, por culpa de que el petróleo convencional ya no daba para más fue cuando el mundo se lanzó a una loca carrera para buscar fuentes extrañas (y poco eficientes) para compensar esa caída. La palabra "peak", sin embargo, aparece la friolera de 56 veces, asociada a conceptos como "pico de emisiones de CO2" (lo cual en principio sería positivo), "pico de producción de carbón" (!!), "pico de ventas de coches" (!!) e incluso "pico de producción de electricidad" en ciertos países (!!!!). Es decir, que a pesar de que se intenta proyectar una cierta imagen de normalidad, todo el WEO parece estar hablándonos de límites.

Yendo ya al análisis del WEO en sí, está estructurado de una manera que no es la habitual: comienza con el resumen ejecutivo,  una introducción y visión general, y después tiene solo 3 secciones: una titulado "Recuperación sostenible", otra "Un regreso incierto" (usa la palabra "return", que en este contexto podría interpretarse como "retorno" o "rendimiento" de una inversión) y la última sobre "Una pandemia más larga". Como cabía esperar y ya comentamos en su día, la CoVid se está utilizando como chivo expiatorio para justificar los cambios profundos que nos esperan en los próximos (y pocos) años. También esto explica el interés de la AIE de no mostrar los resultados de sus previsiones a 25 años vista, para no evidenciar cómo, más allá de lo que dure la pandemia de la CoVid, vamos a seguir cayendo durante décadas (cosa que sí mostraba el reciente informe de BP y que causó tanta extrañeza, porque en 2050 "aún se sentían los efectos de la CoVid").

Pero vayamos ya a desgranar, sección por sección, el contenido de este WEO 2020.

Resumen ejecutivo:

Comienza enumerando los efectos ya constatables de la CoVid-19: en el conjunto de 2020 la demanda de energía habrá caído un 5%, las emisiones de CO2 directamente relacionadas con el consumo de energía un 7% y la inversión en energía un 18%. Este último dato es crítico, porque incluye la desinversión en los yacimientos de combustibles fósiles (y que garantizan la carencia de combustibles a los 5-10 años vista que cuesta desarrollar los yacimientos), pero también la que se está produciendo en los sistemas de energía renovable. Toda una debacle que augura un futuro complicado, y eso en un solo año.

A continuación nos presentan los escenarios que se han trabajado para este WEO. Primera sorpresa: ya no está el escenario de "Business as Usual" (que en los últimos años se había denominado "Políticas Actuales"). Se mantiene, sin embargo, el escenario de "Nuevas políticas", que siguiendo la ruta marcada el año pasado ahora se llama "Políticas anunciadas" ("Stated policies"), un cambio de nombre que sin duda busca evitar que se establezcan comparaciones con escenarios de WEOs previos; también se mantiene el escenario de "Desarrollo sostenible" y se introduce uno que se llama "Emisiones netas cero en 2050", que sería una versión radical de los escenarios "calentamiento de 1.5ºC" de los informes de otros años. Segunda sorpresa: aparece un nuevo escenario que se llama "Recuperación tardía" ("Delayed recovery"). Es interesante el uso de las palabras: no hablan de una recuperación "lenta", sino una que sucede más tarde en el tiempo. Y otra cosa interesante es que este escenario no es una variación del antiguo BAU, sino que lo es del de "Políticas anunciadas", construido sobre la base de que la pandemia directa o indirectamente genera un problema económico de mayor duración del que cuesta salir. Así que, primera noticia de este WEO, se acabó el BAU. Solo se contemplan políticas que van en la dirección de cambiar radicalmente en mayor o menor medida nuestro statu quo. Realmente, un giro copernicano en la AIE.

Otra de las grandes novedades que nos anuncian es que en todos los escenarios se produce un crecimiento espectacular de la generación de energía renovable, y también en todos ellos lo que más crece es la energía solar fotovoltaica, aunque la hidroeléctrica seguirá siendo la fuente más importante entre las renovables, al menos en 2030 (recordemos que no les interesa hablar sobre qué proyectan sus escenarios más allá de ese punto).

Ya en la introducción nos avisan de que la demanda (!) de carbón va a bajar en todos los escenarios, y que la de petróleo se va a aplanar hacia 2030. Dado que como es lógico aún se van a necesitar muchos combustibles fósiles en 2030, se supone que es el gas natural (única materia prima energética no renovable que no ha llegado aún a su pico, aunque lo hará en esta década) quien va a compensarlo incrementándose de manera brutal de aquí a 2030. Por cierto que no deja de ser curioso que siempre nos dicen que el cambio es en la demanda, no en la producción, en contra de la abrumadora evidencia de que el 86% de la energía primaria mundial ha sido durante las últimas décadas proveniente de los combustibles fósiles, sin mostrar signos de cambio ni de transición lejos de ellos. Por algún motivo que no explicitan, confían en que va a haber un cambio radical motivado por cambios en los hábitos de consumo, cambio injustificable en vista de la experiencia, en vez de reconocer que este cambio proviene del agotamiento de los yacimientos disponibles.

Dada la magnitud de lo que se está hablando aquí (y lo breve del lapso, ya que hablamos de solo 10 años), la AIE enumera toda una serie de problemas que emergerán como consecuencia. Se comenta que países como Nigeria o Irak tendrán problemas fiscales severos, pero en seguida la discusión se centra en la pérdida de valor de los activos de las compañías petroleras y gasísticas (para esto, curiosamente, en el mismo saco). Aquí nos encontramos una frase interesante: "La industria del shale norteamericano ha cubierto el 60% del incremento de demanda de petróleo y gas natural del mundo durante los últimos 10 años, pero este crecimiento fue impulsado por el acceso al crédito fácil que ahora se ha secado". Todo un reconocimiento casi explícito de que el fracking fue una burbuja financiera que ahora ha explotado. Y otro dato escalofriante: la inversión en petróleo y gas ha caído un 33% desde 2019, algo brutal teniendo en cuenta que ya habíamos caído un 50% desde los máximos de 2014. El sector de los hidrocarburos se muere porque ya no quedan yacimientos que sean rentables de explotar.

Y, a pesar de esta anunciada debacle, el WEO nos dice que si las infraestructuras existentes se mantienen tan cual nada podrá evitar un aumento de la temperatura global de 1,65ºC. Así pues, se tiene que ser aún más ambicioso con los cambios, y no confiar solamente en las tendencias de desinversión de las compañías. 

Concluye la discusión con una serie de reflexiones sobre el escenario de "Cero emisiones netas" y el papel de los Gobiernos para acelerar el cambio. Aviso a navegantes.


Introducción y visión general:

Tras una serie de observaciones generales, nos comentan que en el escenario de "Políticas anunciadas" la recuperación económica llegará en 2021 y en el consumo de energía en 2023, en tanto que en el de "Recuperación tardía" la recuperacion económica llegaría en 2023 y la del consumo de energía en 2025. Como ven, no están hablando de un escenario apocalíptico de una pandemia que dura décadas, sino más bien unos años, de una manera bastante realista. Con todo, los escenarios se quedan sensiblemente por debajo de lo que marcaba el escenario "Políticas actuales" del WEO 2019.


Sigue con unas extensas discusiones sobre la evolución de las emisiones de CO2, a las que yo no prestaré demasiada atención en este análisis, ya que me parece que se usan para distraer la atención del problema real y urgente, que es la escasez de petróleo; pero hay una que me parece curiosa: "El menor crecimiento económico no es una estrategia para tener bajas emisiones". Una observación interesante, sin duda. Otra cosa sería analizar cuál es el efecto del decrecimiento económico, pero aún es pronto en la AIE para hablar de eso.

Después, introduce la idea de que tenemos que apostar todo a las renovables y la electrificación, e inciden en un punto clave: las redes eléctricas son el talón de Aquiles de este plan. Y nos avisan de que muchas compañías eléctricas están en una situación económica precaria ahora mismo, aunque en muchos casos esto ya viene de la era pre-CoVid. Resulta difícil compatibilizar que todo se apueste a renovables y electrificación con que el sector de la electricidad en el mundo no tenga tan buena salud. ¿Tendrá algo que ver el hecho de que la electricidad solo representa el 16% del consumo de energía final a escala global y que el otro 84% es difícil de electrificar? ¿Tiene sentido meter aún más electricidad y gastarse más recursos en ampliar y mantener la red eléctrica?

Y tras varias discusiones sobre la evolución futura de ciertas regiones (muy preocupantes todas, sobre todo en el caso de África) comienzan las piruetas para no reconocer la verdad sobre el agotamiento del petróleo, a pesar de que los signos son más que evidentes. La clave está en presentar las cosas de la manera más alambicada y confusa posible. Como se hace, por ejemplo, en la siguiente gráfica.


Nos dice que el valor futuro de la producción de petróleo y gas (calculado como el valor de mercado esperado menos los costes de exploración y desarrollo) van a caer sustancialmente (escenarios "Políticas declaradas" y "Desarrollo sostenible") con respecto a lo que se esperaba en el WEO 2019. Lo cual es muy interesante si uno tiene en cuenta que los costes de exploración y desarrollo están cayendo, en buena medida porque se exploran y se desarrollan menos yacimientos. Además, de acuerdo con el WEO 2019 se esperaba que el precio del petróleo y del gas (en dólares constantes) aumentara de forma mantenida hasta 2040. Por tanto, estas gráficas son una forma de decir sin decirlo que probablemente se va a producir menos petróleo y gas. 

Siguiendo con esa práctica de decir sin decir, nos comunican más abajo que si la inversión en el shale oil (petróleo de fracking) se quedara en los niveles de este año, la producción en 2030 será 4 millones de barriles diarios (4Mb/d) inferior a lo que sería si se mantuviera en los niveles de 2014 (que por cierto fueron superiores a lo que teníamos justo antes de la CoVid). Teniendo en cuenta que el petróleo de fracking representaba en su momento álgido (diciembre de 2019) unos 8 Mb/d, lo que nos están diciendo es que la producción caería a la mitad, y eso teniendo en cuenta que no hace mucho la AIE esperaba que llegase a 15 Mb/d para que el descenso inevitable de la producción de petróleo no fuese tan abrupto.

Se discute luego el escenario de "Desarrollo sostenible", los cambios en emisiones, en polución, etc. A mi esta parte me parece de poco interés, así que no comentaré nada excepto la mención a Sentinel 5P (un satélite de la ESA que mide emisiones de metano), que me ha hecho gracia por mi propio trabajo.

Por último y para cerrar el primer capítulo de la introducción, se habla del escenario de cero emisiones. Significativamente, se habla más de inversión que de otros aspectos que me parecerían más importantes, como la dificultad para hacer una transición renovable.

El segundo capítulo está dedicado entero al impacto de la CoVid en el sector energético. Arranca con la siguiente e impactante figura, en la que se muestra el descenso en demanda, emisiones de CO2 e inversión en el sector energético este último año gracias al impacto de la CoVid.


Se supone que tenemos que estar contentos con ese exiguo incremento percentual de las energías renovables, aunque conviene recordar que, debido a su pequeño tamaño, los porcentajes de incremento de las mismas solían ser otros años de dos dígitos y ahora están en un miserable 1%. En cuanto a las demás, qué decir; y la caída en inversión global del 18% deja claro hacia donde vamos. Todo este capítulo presenta muchos datos sobre la magnitud del desastre, y luego se dedica a presentar y justificar los cuatro escenarios, dejando claro que en una situación tan compleja ninguno de ellos es una referencia más que a la hora de definir políticas. Está claro que no tienen demasiada esperanza de que sus pronósticos se cumplan.


Recuperación sostenible:

Esta sección del WEO se dedica al análisis en detalle de los escenarios de "Desarrollo sostenbile" y "Cero emisiones netas de CO2 en 2050". Estos escenarios no tienen ningún interés para mi porque se basan en la suposición errónea de que se puede conseguir hacer crecer la economía con energía renovable, así que poca cosa comentaré sobre ellos. Llama la atención, eso sí, que el foco se pone en la inversión y en las emisiones de CO2, y se descuida bastante discutir propiamente de energía. Y por cierto que se menciona muchas, muchísimas veces a lo largo de este WEO al hidrógeno, pero casi siempre como "low-carbon hydrogen", es decir, lo que se está llamando aquí "hidrógeno azul" o de bajas emisiones de CO2. Es decir, que de momento el meme del momento en Europa, el hidrógeno verde, aún no ha entrado a la escena de la AIE.

 

Un regreso incierto:

Esta sección del WEO se dedica al escenario de "Políticas anunciadas" y es donde me detendré más, porque a pesar de todo lo que se dice es obviamente el escenario de referencia para la AIE o, al menos, por donde se desearía ir. Ya la primera figura de esta sección nos indica qué cabe esperar.


La figura de la izquierda nos muestra las tendencias para demanda de energía y para emisiones de CO2, mientras que la de la derecha nos habla de las variaciones relativas de la demanda de los diferentes combustibles. Son variaciones porcentuales hasta el 2030 (todos los indicadores están normalizados a 1 en el año de inicio, 2019), y aparte de la bajada inexorable del carbón  lo más destacable es la subida fulgurante de las renovables, que se incrementan un 60%... con respecto a lo que son ahora, que es poco, así que la cosa no es tan espectacular. También llama la atención la subida de la nuclear a pesar de su obvia decadencia de décadas, pero en realidad lo más destacado sería que el petróleo aún llega a subir, aunque sea lentamente, y que el gas natural, aunque crezca bastante, no se dispara. Para que vean que el cambio indicado hasta 2030 no es nada del otro mundo, vean cómo consideran que variará la composición de las fuentes de energía primaria en porcentaje de aquí a 2030.


Como ven, los combustibles fósiles pasarían de representar el 81% de la energía primaria en 2019 al 76% en 2030. Nótese también que la AIE ha cambiado sus criterios en la contabilidad de la energía renovable, convirtiéndola en su "térmica equivalente" como ya comentamos el año pasado, y básicamente más que duplica la aportación real de energía de las fuentes renovables. Aún con todo, su previsión resulta bastante magra.

Es particularmente interesante su previsión para la evolución del consumo de las diferentes fuentes de energía según la región del planeta.



Una vez más, nos encontramos con que los EE.UU., Japón y la Unión Europea van a tener que reducir su consumo de petróleo y carbón para que el resto del mundo lo pueda aumentar. Significativamente, en EE.UU. y en la Unión Europea se va a reducir además la cantidad de energía nuclear (pobres de aquéllos que aún creen que esta fuente condenada es el futuro) y, sorpresa, en la UE también se va a reducir el consumo de gas natural. Al final, si se fijan bien, el previsto aumento del consumo de energía renovable no va a compensar el descenso de las otras materias, y tanto Japón como EE.UU. y la UE van a tener un importante descenso energético... y eso solo hasta 2030.

Y llegamos por fin a la parte dedicada específicamente al petróleo. ¿Qué cabe esperar? De acuerdo con este escenario, que después de la caída vayamos por una senda paralela a la que seguíamos.



Pero eso es solo si nos fijamos en la demanda. Si nos fijamos en la oferta (que aparece dos capítulos más adelante, para hacer más confusa la lectura) nos encontramos con la gráfica que estaba buscando.


Esta es de las pocas gráficas que se enseñan hasta 2040, como ven. Observarán también que si las petroleras no invierten, la producción descenderá en picado, desde los 98 Mb/d de 2019 hasta alrededor de 20 Mb/d en 2040. Si simplemente se invierte en los pozos existentes, se produce un pequeño repunte hacia 2022 y después se sigue cayendo bastante rápido hasta quedarse en poco más de 40 Mb/d en 2040. Solo trayendo nuevos campos en línea (menos en el escenario de "Desarollo sostenible", franja verde, que en el de "Políticas anunciadas", que añade la franja azul a la verde) podríamos estabilizar la producción alrededor de los 100 Mb/d en 2040. La cuestión es, ¿dónde estamos ahora mismo? Ya antes de la CoVid nuestra situación se parecía más a la de invertir solo en los campos existentes, ya que eso es lo que hacían la mayoría de las compañías del mundo con la sola excepción de los EE.UU., que aún apostaba todo el fracking. Solo EE.UU. nos evitaba empezar a caer. Con la llegada de la CoVid y la destrucción final de fracking, nuestro curso más probable ni siquera ya es ése, porque las compañías están abandonando explotaciones debido a la dificultad de encontrar financiación. Nuestro rumbo comienza cada vez más a parecerse al peor posible, el de la Tormenta Negra. Es decir, que de aquí a 2025 podríamos llegar a perder más del 40% de la producción de petróleo, si no media una intervención de los estados. Máxime cuando el propio texto del WEO explicita las dificultades financieras de las compañías y de los estados productores de petróleo.

Y lamentablemente, en este WEO simplificado y de baratillo no hay referencia a la producción de petróleo según el tipo, aunque posiblemente se pueda encontrar, con paciencia, en las tablas Excel que se adjuntan al documento.

No hay gráficas claras para la evolución de la producción de gas natural, solamente gráficos confusos como el siguiente, que expresa la variación relativa de la producción de gas respecto al período anterior.



Como cosa más reseñable, es la primera vez que un WEO refleja una caída, aunque sea temporal y fruto de la CoVid, de la producción de gas natural. El informe también discute sobre la resiliencia económica del gas y los difíciles números del LNG, el gas natural licuado que se exporta con buques metaneros.

Tampoco se encuentra una gráfica aislada para el carbón, y menos aún detallando el tipo de proyectos, como se presentaba otros años. Este WEO omite muchos detalles esenciales que en ediciones anteriores se podían encontrar. Al final, la gráfica que mejor muestra la situación es una con la evolución prevista de todos los combustibles.

 

Inquietante categoría la de "low-carbon fuels", porque tengan presente que los biocombustibles y el biogás ya son contabilizados en las categorías de petróleo y gas natural, respectivamente.

Otro detalle interesante es que en este WEO (toca uno sí y otro no), aunque sea poco, sí que se habla de uranio, y aunque se afirma que hay grandes reservas en el mundo, se reconoce que los retrasos en los proyectos de las minas y la actual situación económica creada por la CoVid ha favorecido que muchas minas proyectadas hayan quedado paralizadas. Otro claro aviso a navegantes.

La parte de esta sección dedicada a la electricidad no me ha resultado particularmente interesante, pero sí que he encontrado algunos detalles dignos de mención. Uno es la siguiente gráfica, sobre la evolución prevista para la inversión en instalaciones eléctricas.


Como ven, tendrá que subir con fuerza la inversión en la expansión y mantenimiento de la red eléctrica (grid), si se quiere que estos planes tengan sentido.

La otra cosa interesante a destacar es la previsión de cómo deberían de aumentar las capacidades de almacenamiento eléctrico en las diferentes regiones para poder cumplir con los planes previstos. Crecimientos excesivamente rápidos y que no hay ninguna garantía financiera, de disponibilidad de materiales ni tecnológica que asegure que se puedan cumplir.


 

Una pandemia más larga:

La última sección del WEO está dedicada al análisis del escenario "Recuperación tardía". Este escenario, por diseño, corresponde claramente con la idea de explorar qué pasaría si las cosas no salieran tan bien como nos gustaría, aunque solo un poquito peor. Es una primera aproximación, aún tímida, a lo que va a pasar realmente. Las gráficas, simplemente, son un poco peores que para el escenario de "Políticas anunciadas". Así se ve con el petroleo, por ejemplo.


En el caso del gas natural, es interesante comprobar que el valle que se ha iniciado con la CoVid duraría hasta 2025 al menos.


El carbón iría un poco peor también.


Y eso es básicamente todo: comenta algo sobre la nuclear, sobre una ligera caída de la inversión en fuentes renovables y poca cosa más.


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Tras haber leído este más breve WEO, mi impresión es bastante triste. No me esperaba un reconocimiento directo (o al menos no me lo esperaba aún) de la AIE de que hemos chocado con los límites biofísicos del planeta, pero aún así me esperaba algo mejor, sinceramente. Este WEO peca de ser bastante más superficial que los anteriores. Los análisis son más incompletos y, en general, los argumentos son más difíciles de aceptar, incluso desde una perspectiva de la ortodoxia económica. Además, numerosas gráficas desmienten las afirmaciones que se hacen, y en diversas secciones las salvedades que se hacen (por ejemplo, sobre la inestabilidad fiscal de los países productores de petróleo o el riesgo de bancarrota de las compañías eléctricas en EE.UU.) deberían de hacer sonar las alarmas. Pero no. Falta información esencial sobre los tipos de combustible e incluso la información sobre los usos de la energía es menos detallada que otros años.

Básicamente, éste es un WEO hecho con prisas. La prisa de enviar un mensaje de esperanza antes seguramente de las elecciones presidenciales en los EE.UU. o de alguna otra decisión importante que se va a tomar en los próximos meses. Por eso mismo, no transmite un mensaje claro y las gráficas y evidencias que presenta parecen más destinadas a confundir que otros años, porque en los años anteriores al menos había un camino claro que se pretendía trazar. Hoy no. Hoy no sabemos hacia dónde vamos, y eso hace que la finalidad de este WEO sea más confusa que nunca. Porque cada vez resulta más difícil no ya engañar a los demás, sino engañarse a uno mismo y decir que todo está bien cuando resulta cada vez más evidente que ni las cosas están bien ni van a mejorar.

Salu2.

AMT

viernes, 9 de octubre de 2020

Asalto al tren del hidrógeno


Queridos lectores:

Durante las últimas semanas, han proliferado las noticias y los anuncios de grandes empresas, de gobiernos y de la propia Comisión Europea anunciándonos la llegada de un nuevo mesías salvador en el panorama energético, una nueva fuente de energía que conseguirá al tiempo descarbonizar nuestra economía (evitando así las emisiones de dióxido de carbono que están desestabilizando el clima de nuestro planeta) y nos proporcionará una alternativa a los combustibles fósiles, ahora que empiezan su declive energético. Y esta fuente milagrosa tiene nombre: el hidrógeno verde.

Todo parece perfecto. Demasiado bonito para ser verdad, para ser sinceros, puesto que la idea de usar hidrógeno como combustible lleva circulando ya varias décadas sin que hasta ahora haya podido cuajar. ¿Qué es lo que ha cambiado ahora?


Las repetidamente alabadas ventajas del hidrógeno:

A principios del siglo XXI tuvo mucho predicamento el concepto de "Economía del hidrógeno", acuñado por el economista norteamericano Jeremy Rifkin. De acuerdo con esta idea, se iba a producir durante el siglo XXI una revolución energética y la Humanidad haría una transición desde los combustibles fósiles hacia el hidrógeno.

La principal ventaja del hidrógeno es que es un gas cuya combustión produce un producto inocuo: agua, simplemente agua. 

Además, se puede sintetizar de manera simple gracias a un proceso de electrólisis, que consiste en hacer circular electricidad por una cubeta de agua (a la que en ocasiones se le añaden sales para acelerar la reacción); en el cátodo se acumula el hidrógeno y en el ánodo el oxígeno, que quedan así separados.

Por si todo eso fuera poco, el hidrógeno tiene un alto contenido energético en peso, siendo su densidad energética por kilogramo hasta tres veces la de la gasolina.

La idea de Jeremy Rifkin era aprovechar la electricidad generada por fuentes renovables para convertir agua en hidrógeno por electrólisis, aprovechando los excedentes que se producen a ciertas horas para poder utilizarlos en otro momento. De ese modo, se compensa la intermitencia de las fuentes de renovables y se tiene un combustible que permite mover vehículos de manera autónoma (sin depender de una red eléctrica o unas vías).


La desventaja más obvia del hidrógeno:

La principal desventaja del hidrógeno es que no es una fuente de energía. En la naturaleza no se encuentra hidrógeno puro, siempre está formando parte de compuestos químicos, y para obtenerlo se tiene que extraer de alguna parte (con una reacción físico-química como la electrólisis que comentábamos más arriba, o directamente química, como la reforma del metano - un proceso por el cual se separa el gas natural en hidrógeno y dióxido de carbono). El proceso de extracción implica siempre una pérdida considerable de energía de la fuente que se ha usado para producir la síntesis del hidrógeno (los sistemas de electrólisis más eficientes tienen pérdidas de "solo" el 30% de la energía eléctrica usada en el proceso, aunque lo normal es que suban hasta el 50%, en tanto que en el proceso de reforma de hidrocarburos, ya sean fósiles o de origen vegetal, las pérdidas de energía son similares). A día de hoy, dada la todavía abundancia de gas natural, sigue siendo más barato producir hidrógeno por transformación de metano: el 95% del hidrógeno (que se usa en diversos procesos industriales) se produce de esta manera.

Ello implica que, por tanto, debe haber una fuente de energía que se debe usar para producir hidrógeno con ciertas pérdidas. Si el problema al que se tendrá que enfrentar la sociedad en los próximos años es el del descenso de la energía disponible, utilizar hidrógeno implica perder más de esa energía que se va a volver escasa. Y es que la premisa de Rifkin de que habrá sobrantes de energía renovable es muy discutible, ya que las fuentes renovables tienen muchas limitaciones. Eso no quiere decir que el hidrógeno sea inútil: para algunas aplicaciones puede ser conveniente tener un combustible potente que te dé autonomía aunque pierdas energía en producirlo. Sin embargo, lo que está claro es que no se podrá adoptar masivamente porque eso implicaría derrochar mucha de esa energía cada vez más escasa.  

En resumen, el hidrógeno no es una fuente de energía (algo que produce energía), sino que es un vector energético (algo donde guardar energía). No del todo interesante en un momento en que nos faltará energía.

Los "otros problemillas" del hidrógeno:

Además de los problemas mencionados, el hidrógeno tiene otros cuantos problemas bastante serios (pueden encontrar más detalles en este post de Beamspot):

  • El hidrógeno es un gas: Aún cuando la densidad energética en peso del hidrógeno sea muy alta, su densidad energética en volumen depende de a qué presión esté almacenado (más moléculas de gas, más presión) y en general es mediocre. Hay que almacenar el hidrógeno a alta presión para conseguir densidades energéticas en volumen medianamente decentes (750 bares de presión, que es como la presión del mar a 7.500 metros de profundidad). Eso implica usar depósitos con paredes muy gruesas y resistentes (y por tanto muy pesados), y una grieta en el depósito puede provocar una explosión.
  • El hidrógeno es muy fugaz: La molécula de hidrógeno es una de las más pequeñas en la naturaleza, y eso hace que sea muy fugaz: incluso en los mejores depósitos, a las presiones de trabajo que se usan, pérdidas diarias del 2 o el 3% del gas contenido son normales. Eso, hablando de un gas invisible, inodoro y altamente inflamable hace que se deba tener especial cuidado con la ventilación en los alrededores de los depósitos de hidrógeno, aparte de que ese escape diario disminuye aún más la eficiencia del hidrógeno como combustible.
  • El hidrógeno corroe las conducciones: Es conocido que el hidrógeno reacciona con el acero al carbono formando hidruros que las corroen, fragilizando así las cañerías que lo trasportan (brittlening). Para evitar ese problema se deben revestir internamente las conducciones con un polímero (un plástico), lo cual añade costes y dificulta usar las actuales conducciones de gas natural para su transporte. 
  • La eficiencia final en vehículos es muy baja: Contando todas las pérdidas, la eficiencia energética desde la boca de producción hasta el movimiento motor del vehículo (well to wheel) suele rondar el 25%, frente al 75% o incluso más de los vehículos eléctricos. Encima, las pilas de combustible que se tienen que usar y que encarecen estos vehículos llevan materiales escasos como el platino.

Entonces, ¿por qué se habla tanto del hidrógeno ahora, precisamente?

Es llamativo que ahora que hasta BP reconoce (a regañadientes y disfrazándolo de pico de demanda) que nos estamos adentrando en la era post-petróleo, de repente hayamos vuelto los ojos a este vector energético, el hidrógeno, que puede usarse en aplicaciones concretas pero nunca a escala masiva. 

Una de las cosas que más llama la atención es la insistencia (por ejemplo en Francia, en Alemania y recientemente en España) en hablar del tren de hidrógeno. Si hay un vehículo para el cual el uso de hidrógeno no tiene ningún sentido es el tren. El tren es un vehículo no autónomo porque está forzosamente ligado a la vía y por tanto circula por donde está predeterminado. El tren es el caso perfecto para la electrificación, donde está más que demostrado un aprovechamiento eficiente de la energía, ya que además parte de la energía se recupera en los frenados. El porcentaje de vías electrificadas en Europa supera el 50% y hasta hace unos años la tendencia era a aumentar este porcentaje. Tiene mucho más sentido expandir el cableado eléctrico de las vías que crear toda una compleja infraestructura para producir y almacenar masivamente una materia muy volátil e inflamable con grandes pérdidas, que encima implica usar unos motores más complejos, caros e ineficientes.

Entonces, ¿por qué ahora? ¿Por qué esa obsesión con el hidrógeno verde y el tren de hidrógeno?

La clave está en el proyecto impulsado por Alemania de crear una central hidroeléctrica en el río Inga, en el Congo, que además produciría hidrógeno por hidrólisis. Las dimensiones del proyecto son colosales: la presa produciría el doble de potencia, 44 Gw, que la gigantesca presa de las Tres Gargantas en China, y sería así la mayor del mundo. De acuerdo con fuentes del Gobierno alemán, quien apoya el proyecto, el objetivo declarado sería exportar "hidrógeno verde" a Europa. Por descontado que el proyecto ha recibido muchas críticas porque no sería provechoso para la población local.

Es conocido que el potencial hidroeléctrico de Europa y América del Norte está prácticamente aprovechado al máximo, y en Asia poco más o menos. Solo Sudamérica y sobre todo África tienen aún un gran potencial para la generación hidroeléctrica. Así que se trata de aprovechar ese potencial, aunque sea con unas pérdidas atroces en la conversión a hidrógeno, y luego llevar ese hidrógeno a Europa para que mantenga en marcha nuestra industria aquí.

Sólo hay un problema: ¿cómo transportar el hidrógeno desde el corazón de África hasta Europa? El barco no es una buena opción, porque aunque es el transporte más eficiente en energía consumida por kilogramo transportado, es también el más lento, y con la fugacidad del hidrógeno los depósitos llegarían con la mitad de su carga original a Europa tras dos o tres semanas de singladura. Hace falta algo más rápido. Aquí es donde entra el tren: es el segundo medio de transporte más eficiente, y es mucho más rápido que el barco: el hidrógeno que se recoge hoy en el Congo podría estar en dos o tres días en Alemania. Además, África ya tiene una extensa red ferroviaria que se podría aprovechar. Pero esa red está casi toda sin electrificar. Es aquí por tanto que nos hace falta desarrollar un tren de hidrógeno.

Así que ya lo saben: toda esta historia tan moderna del tren del hidrógeno en realidad camufla una historia mucho más antigua (y oscura): el colonialismo, en este caso energético. Vamos a ir a África para arrebatarles sus últimos recursos, los renovables.

Ésta es la respuesta que está preparando la Unión Europea delante de la grave crisis energética que nos plantea el peak oil. Es un último intento por no cambiar nada, esquilmando una vez más a los países del sur.


¿Qué puede salir mal?

Básicamente, todo. 

No está claro que las poblaciones locales se dejen esquilmar sus recursos sin reclamar su propiedad.

No es evidente que se puedan mantener abiertos los miles de kilómetros de vías que hay desde Kinshasa hasta Berlín, atravesando un docena de países, en una situación de hundimiento económico y social generalizado que nos van a acompañar durante los próximos años.

No está claro de dónde vamos a sacar el resto de materiales que necesitamos para hacer una implementación masiva de una "economía del hidrógeno" a escala europea en ese mismo escenario de hundimiento económico cuando algunos de esos materiales tendrían que venir de aún más lejos, de otros continentes.

Y cuando el hidrógeno esté en Europa, no está nada claro cómo lo vamos a aprovechar. Siendo muy, muy optimistas los 44 Gw de Inga nos proporcionarían una potencia media de 22 Gw (pérdidas totales de solo el 50%): incluso asumiendo que habláramos de energía final, en 2017 Europa consumió 1.222 millones de toneladas equivalente a petróleo, lo cual equivale a unos 14.200 Tw·h de energía, o una potencia media de 1,62 Tw, es decir, 1.620 Gw o 73 veces la potencia media que aprovecharíamos muy idealmente de Inga. Lo malo es que África no puede darnos 73 Ingas; como mucho, dos o tres, lo cual, como se pueden imaginar, no va a aliviar mucho nuestra situación.

Lo peor es que para garantizar el suministro de esas gotas de energía a arrojar en el desierto de nuestra sed energética, Europa puede manu militari asegurárselo. Hace años comenté sobre el peligro de la deriva belicista del Viejo Continente, y me temo que ese peligro sigue muy vivo. Y la reciente visita de nuestro presidente a Argelia me ha hecho avivar una vieja y acuciante pregunta... ¿Qué sentido tiene enviar a nuestros hijos a morir en tierras lejanas luchando por salvar algo que de todos modos es insalvable? ¿Qué sentido tiene que maten a los hijos de los pobres desgraciados a los que iremos a hostigar?

 

Conclusiones:

El hidrógeno verde no es solo un grandísimo error, porque supone un malgasto energético enorme, sino que, en el contexto de la crisis energética que se nos viene encima con el declive del petróleo, probablemente oculta una voluntad infame de apropiación por parte de los países ricos de las fuentes de energía que les quedan a los pobres. Pero quienes diseñan estos planes no se dan cuenta de que ni el potencial renovable de un gran continente como es África basta para satisfacer el actual derroche energético europeo. Todo apunta a que la cosa saldrá mal, a que esta aventura será un peligroso fracaso, así que más valdría comenzar  a hacer planteamientos más pragmáticos (y honrados) para los tiempos que vienen.

Salu2.

AMT 

P. Data: Gracias a Félix Moreno por hacer un primer análisis de este mismo tema, acertado como él lo está siempre.