viernes, 11 de octubre de 2024

Colapsismo, o más de lo mismo



Queridos lectores:

Hemos discutido ya varias veces en este blog sobre la obsesión de los industrialistas en que su modelo de transición energético es el único válido y aplicable, y que todos los que señalamos sus deficiencias y limitaciones somos como mínimo derrotistas y posiblemente tenemos, a su modo de ver, algún tipo de tara mental. Esta gente, por supuesto, no entran nunca a discutir la sustancia técnica de las pegas señaladas, entre otras cosas porque su formación tampoco les permite, en muchos casos, entender de qué problemas se hablan, menudeando en el colectivo industrialista gente del ámbito de las humanidades y no siendo tan frecuentes las personas formadas en las ciencias naturales. Es cierto que en este colectivo encontramos también cierta cantidad de ingenieros, todos ellos trabajando para empresas del sector, pero éstos tampoco entran en la sustancia de las críticas y prefieren distraer la atención con otros datos no pertinentes a las cuestiones suscitadas, entre otras cosas porque son bien conscientes de que las críticas son ciertas y pertinentes. De hecho, conozco no pocos ingenieros que han trabajado en el sector y que lo han abandonado por una elemental cuestión de ética profesional y personal.

Viene esto a colación por el hastío que me ha producido leer el enésimo artículo, firmado por tres personas que dicen ser ecologistas, en el que se hace una defensa acrítica del modelo de Renovable Eléctrica Industrial (REI). Repiten, una vez más, que solo mediante una apuesta total por el REI podremos detener el desastre ambiental en ciernes, que tenemos que cumplir con nuestros compromisos internacionales, que tenemos que reducir nuestra dependencia exterior... Y delante de la evidencia que se acumula de que el modelo está fracasando, sacan a pasear uno de sus espantajos favoritos. La culpa de que haya oposición en el territorio es de los que ellos denominan "colapsistas", que están difundiendo ideas falsas, confundiendo a la población, ofuscando el debate, entorpeciendo nuestra salvación climática, energética y económica...

Esta anomalía de puro cuño ibérico, de denominar "colapsistas" a quienes argumentan que el REI está desnudo, a quienes muestran que esta transición no funciona, se gestó en el seno del partido político Más Madrid. Una élite no electa de gente con excesiva buena opinión sobre sí mismos y sus capacidades intelectuales, a pesar de que no tienen particulares méritos académicos, decidió convertir la descalificación de los argumentos contrarios al REI motejando así, "colapsista", a quien los exponía. Por supuesto en ningún momento definieron qué se quería decir con la palabra "colapsista", con la intención de dar a entender que quien defendía esa posición apostaba, por pura locura, por que la sociedad colapse. Dado que no eran capaces de proporcionar una argumentación rigurosa a favor de sus tesis, y dado que cada vez se hace más patente el atropello y la apropiación colonial del territorio, los másmadrileños de esta cuerda apostaron por la descalificación, esperando que de esa manera quedara expedito el espacio político que querían ocupar y que de alguna manera sentían en peligro.

Llevamos ya más de dos años con esta monserga, y algunas cosas están cambiando. En los últimos tiempos detecto que el manoseo del término "colapsista" por parte de los másmadrileños y su entono está consiguiendo que se devalúe tanto el término en sí como quien lo utiliza. Básicamente, cuando no tienen argumentos que oponer a la crítica, recurren al término de marras, con lo que cada vez está más claro que quien lo usa simplemente no tiene argumentos.

Algo que me ha llamado la atención desde el principio es la falta de profundidad intelectual de las personas que han escogido librar esta batalla terminológica. Viendo sus argumentos, uno se da cuenta de lo escasas, mal escogidas y peor digeridas que son sus  lecturas - en realidad no solo en este ámbito: causa repetido sonrojo las posiciones dóciles y sumisas, reminiscentes del entreguismo del período entreguerras del siglo pasado en muchas otras cuestiones de la discusión pública. Pero en el caso del colapsismo, es particularmente ridículo lo menguado de su bagaje intelectual y la total ignorancia de los que son y han sido referencia tanto en la discusión del riesgo del colapso de la sociedad como los que han defendido, incluso, la conveniencia del colapso.

La discusión intelectual sobre la decadencia y caída de la civilización occidental empezó por lo menos en los años 70 del siglo pasado, y no hablo aquí de los trabajos del ámbito de las ciencias naturales como "Los límites del crecimiento", sino de los realizados en los campos de la filosofía, la sociología y la antropología. Yendo ya a este siglo, hablando de colapso sería obligado mencionar a Pablo Sevigne o a referentes intelectuales nacionales como Jorge Riechmann o Carlos Taibo, que han abordado la cuestión en diversas ocasiones, incluso argumentando sobre la conveniencia tanto ambiental como social de un colapso temprano, en la línea de aquel "colapse ahora y evite las aglomeraciones" de John Michael Greer, otro referente intelectual ignorado, como lo son Josep Tainter o Jared Diamond, ambos también completamente ausentes de sus disquisiciones. Llama también al atención, de nuevo en clave doméstica, la deliberada omisión a Félix Moreno y su manifiesto colapsista, o versiones más argumentadas sobre la necesidad de la "Incivilización" del Black Mountain Project. Nada de esto se escucha en los argumentos másmadrileños, únicamente una garrula y agañanada repetición del mantra "eres un colapsista" cuando alguien les lleva la contraria, sin obviamente saber qué narices están diciendo.

Como también he comentado muchas veces, básicamente esta gente llama "colapsista" a los decrecentistas, y particularmente a los que venimos del ámbito académico. Es decir, quienes les molestamos somos los que defendemos la necesidad de una sociedad en equilibrio con la naturaleza y que satisfaga las necesidades de su población sin necesitar el crecimiento hasta el infinito y más allá del capital. Es decir, gente que no defendemos nada que se parezca al colapso de la civilización, aunque probablemente sí sea el colapso del capitalismo.

Porque ése es el problema real. La razón por la que molestamos y nos incordian es porque somos enemigos de su amo.

El problema es que se les está viendo demasiado el plumero a estas alturas. Es obvio que el REI está fracasando: las ventas de coches eléctricos se desploman en Europa mientras las compañías automovilísticas ponen sus planes de electrificación en el refrigerador, los curtailments de extienden, el consumo eléctrico sigue bajando y ahora, para colmo de males, el Gobierno español penalizará a las instalaciones de autoconsumo, obligándolas a instalar caros sistemas de estabilización para permitir que accedan a la red (lean esta interesante entrada del maestro Beamspot sobre el tema). Mientras tanto, tanto la producción de cobre como la de plata ya bajan, anticipando un futuro en el que las renovables eléctricas serán un lujo no al alcance de cualquiera.

Y mientras tanto, estos buenos para nada, estos salvadores de la patria por nadie elegidos, estos fascistas de medio pelo, siguen apostándolo todo a un modelo que, ése sí, nos puede hacer colapsar si nos empeñamos a seguirlo a pies juntillas. Precisamente, como nos avisa el último informe sobre el estado del planeta, en el que los científicos ambientales más reconocidos del planeta nos previenen del peligro inminente del colapso de nuestra civilización si no hay un cambio de rumbo mucho más profundo que instalar renovables.

Vosotros, (eco)fascistas, sois los colapsistas.


Salu2.

AMT

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Una propuesta modesta y radical


Escrito en vísperas* de la catástrofe que devastará el aeropuerto de El Prat de Llobregat.

Antes de que una tempestad destruya el aeropuerto de Barcelona, querría modestamente hacer una propuesta. Una propuesta que de buen seguro será considerada radical, pero que sin embargo veo absolutamente necesaria.

No reconstruirlo.

Justo en estos días que precisamente se está hablando de ampliar el aeropuerto de El Prat, creo que deberíamos hablar de, al contrario, abandonarlo. O más bien, renaturalizarlo.

En primer lugar, porque no tiene sentido reconstruir el aeropuerto de El Prat. Sería tirar millones de euros en un gasto inútil, doblemente inútil, porque la naturaleza lo volverá a destruir al cabo de pocos años, y porque, debido a la escasez de recursos, en no tanto tiempo (años, quizá unas pocas décadas) el aeropuerto acabará siendo un símbolo abandonado de otro tiempo.

Dirán que no podemos hacer tal barbaridad, porque eso es sacrificar el crecimiento económico. Que el deber del Gobierno de España y del Govern de la Generalitat es velar por la buena salud económica de Barcelona y de Cataluña (y por ende de España).

Pero, ¿es correcto ese planteamiento?

¿Qué sentido tiene en plena Emergencia Climática el seguir apostando por un aeropuerto que solo sirve, con sus abusivas emisiones, para agravarla?

¿Qué sentido tiene intentar mantenerlo,  cuando este aeropuerto, por la subida del nivel del mar y la recurrencia de tempestades, está de todas maneras condenado?

¿Qué sentido tiene en un planeta que ha sobrepasados 6 de sus límites planetarios, marcados por sus límites biofísicos, seguir apostando por el crecimiento?

¿Qué sentido tiene en medio de una crisis energética que no acabará nunca seguir desperdiciando vitales recursos en una empresa inútil, en una industria suntuaria, en un lujo que no podremos mantener?

Señores y señoras del Gobierno y del Govern: cuando suceda lo inevitable, hagan lo razonable y no reconstruyan el aeropuerto de El Prat. Al contrario: renaturalicen esa zona, para minimizar la erosión de los futuros temporales, para conseguir que ese área sea más resiliente al Cambio Climático.

Ese gesto valiente, aceptar lo inevitable y no luchar por lo perdido, nos llevará a abordar otras cuestiones que también requieren una discusión urgente. Como, por ejemplo, qué modelo económico deberíamos tener en el futuro para hacer frente a los retos de sostenibilidad enunciados. Por ejemplo, qué hacer con el turismo.

 

*: "Vísperas" no quiere decir hoy ni mañana, ni probablemente este año o el que viene. Pero es algo que con gran probabilidad acabará sucediendo, en algún momento de las próximas décadas. Y quizá éste es un debate que convendría tener antes de que esto pase, para evitar que hagamos lo que hacemos siempre, tirar arena para que se la lleve el mar (como en la regeneración de las playas tras los temporales).

domingo, 1 de septiembre de 2024

Inventario de la crisis global: agosto de 2024

 

Queridos lectores:

Como habrán podido comprobar, llevo más de dos meses sin escribir en este blog. Estuve ocupado con la escritura de mi nuevo libro, El futuro de Europa, hasta mediados de julio, y después en acabar el papeleo de diversas convocatorias y otras zarandajas, más una semana de vacaciones a principios de agosto. Desde entonces, voy trabajando en temas pendientes y entre eso, y algunos cambios importantes en mi vida familiar, no me ha quedado mucho tiempo libre para seguir escribiendo. Ahora que las cosas están un poco más calmadas quería aprovechar para ir retomando el ritmo de publicación, pero antes de empezar me ha parecido importante hacer un post de resumen analizando dónde estamos en este momento.

Desde el punto de vista ambiental, es notorio que las cosas no van demasiado bien. La persistencia de una dorsal ártica (asociada a la ralentización de la corriente de chorro polar que ya hace años comentábamos) ha permitido que en España este verano no haya sido especialmente caluroso si lo comparamos con los últimos años, algo parecido a lo que pasó en 2013. Sin embargo, en el resto de Europa ha sido un verano terrible, con temperaturas que han excedido los 50 grados en Grecia que obligaron a cerrar la Acrópolis algunos días y que favorecieron que la capital griega se viera asediada por los incendios a principios de agosto. Y, por supuesto, una sequía que vacía ríos y pantanos de Grecia hasta Italia, pasando por Hungría y otros países. Del otro lado del Mediterráneo, las olas de calor se han cobrado su peaje en centenares de muertos en Egipto, Sudán y Arabia Saudita, y yendo ya más lejos por ejemplo en la India. En el conjunto del planeta, tanto junio como julio y previsiblemente agosto se cuentan entre los meses más calurosos de la Historia de la Humanidad.


La temperatura global del planeta se mantiene en aproximadamente +1,6ºC por encima de los niveles preindustriales, sin que la finalización de El Niño 2023-2024 haya conseguido devolvernos a los niveles de temperatura previos. Y es que todo indica que en este momento, cada vez que sucede ese fenómeno planetario, en vez de equilibrar las temperaturas globales, como hacía antes, lo que tenemos es un nuevo escalón de ascenso. En este contexto también son especialmente alarmantes los récords de temperatura en el Hemisferio Sur, donde actualmente es invierno, con desviaciones de 10ºC sobre la media en Australia, o de 27ºC en la Antártida. Eso está llevando a que la extensión del hielo marino en el Océano Glacial Antártico sea muy inferior a la media de esta estación, solo superada por la de 2023, y eso que, como hemos dicho, estamos en el periodo invernal en ese hemisferio, que es cuando se forma el hielo.


Lo que es paradójico es que también se está en valores récord de anomalía negativa con respecto a la media en el Océano Ártico.

Esto es extraordinario, pues como norma general los dos hemisferios se comportan de manera opuesta, es decir, que cuando el hielo marino disminuye en un hemisferio se encuentra un exceso de hielo marino en el otro, y viceversa. Ese equilibrio energético entre ambos hemisferios parece haberse roto, y ahora en ambos nos encontramos bastante por debajo del nivel habitual para la época del año.

Pero el que quizá es el motivo más inmediato de preocupación y alarma es el extremo calentamiento de las capas superficiales del océano global, que está en niveles de récord desde el año pasado, desviándose brutalmente de la media instrumental.


La finalización de El Niño ha permitido una ligera mejora, pero aún estamos muy desviados de los valores observados durante los últimos 40 años. Algunas personas argumentan que la media instrumental de referencia en este caso es demasiado breve (solo 40 años, básicamente desde que hay satélites), pero no tienen en cuenta que el agua es mucho más densa y capaz de absorber calor que el aire, que los 3 primeros metros del océano tienen la misma capacidad calorífica que toda la atmósfera, y que por eso el océano superficial puede absorber varios centenares de veces más calor que la atmósfera. Cuesta más de calentar el mar, y por eso lo que está pasando en los últimos años, aunque la serie no sea tan larga como la de la temperatura del aire, es muy significativo. Si se fijan en las figuras de más arriba, verán que la temperatura promedio mundial del aire a nivel de la superficie terrestre varía mucho más a lo largo del año (unos 4ºC) de lo que hace la temperatura promedio mundial de la superficie del mar (unos 0,4ºC, unas 10 veces menos). La desviación de +1,6ºC del aire debida al Calentamiento Global, relativa a sus 4ºC de variación a lo largo de las estaciones del año, es comparativamente mucho menor que la desviación de +0,7ºC de la superficie del mar relativa a sus 0,4ºC de variación dentro del año. Es, de hecho, un indicio de que algo muy preocupante le está pasando al mar. Entre otras cosas, que está acumulando energía a un ritmo muy rápido, y que esa energía solo tiene una vía de salida: a través de las tempestades, que se están volviendo más violentas, con vientos extremos, mayores precipitaciones, grandes riadas, granizo de gran tamaño y frecuente generación de tornados.

Intentar hacer un censo de los eventos extremos que se han registrado durante este 2024 sería abrumador, dado su increíblemente grande número este año. Se trata mayoritariamente de eventos muy localizados en zonas concretas pero con un nivel de destrucción en muchos casos nunca visto, y en todos los casos completamente fuera de lo habitual. Llaman particularmente la atención las lluvias extremadamente torrenciales en lugares muy áridos como Arabia Saudita o Yemen, o como la que se anuncia para las próximas horas en una amplia franja del desierto del Sáhara (los 50 litros por metro cuadrado previstos pueden parecer una lluvia importante pero no algo extremo en nuestra latitud, pero en el Sáhara es más que la precipitación media anual). Lluvias torrenciales y las consecuentes riadas y a veces deslizamientos que han arrasado poblaciones se han visto con frecuencia por todo el mundo en lugares para nada habituados a este tipo de eventos. Ningún continente se salva de este tipo de anomalías, que van de China a Pakistán, de Sudán a Marruecos, de Italia a España, de Francia a Polonia, de México a los EE.UU., de Argentina a Chile... Japón acaba de recibir la visita del tifón Shashan, que ha descargado en algunas zonas hasta 1000 litros por metro cuadrado y causado numerosos estragos. Algo completamente inaudito. Por más que algunos se empeñen en argumentar lo contrario, la Crisis Climática está tomando cada vez más fuerza.

En el caso de España, la anomalía de temperatura del Mediterráneo (hasta 2ºC por encima de los niveles de 1982) garantiza que es cuestión de tiempo que una tormenta de gran magnitud cause estragos en alguna ciudad española. 


 

Simplemente es necesario que se produzca una configuración atmosférica adecuada, una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) de cierta intensidad que venga desde el este hacia la costa española. Una DANA no especialmente intensa causó graves destrozos en Es Mercadal, en Menorca, hace dos semanas. Estamos en tiempo de descuento para que algo así acabe pasando en una gran capital. Será quizá mañana, de aquí en un mes, de aquí en un año o de aquí en cinco, pero tarde o temprano acabará por pasar, mientras que de manera real y efectiva no hacemos nada ni para prevenirlo ni para mitigar sus posibles consecuencias. Lo único en lo que pensamos en ampliar las carreteras, el aeropuerto y poner casinos para atraer más turismo, mientras la fiesta dure. Es el único modelo que hay.

La preeminencia de la Crisis Climática podría hacer pensar que la Crisis Energética ha pasado a un segundo plano, pero no es así. Se informa poco y discontinuamente de cuál es la situación, pero lo cierto es que la Crisis Energética sigue su curso de deterioro, afectando preferencialmente a países periféricos de la gran metrópoli que es aún el Norte global, pero avanzando inexorablemente.

En lo que se refiere al petróleo, la producción global de crudo y condensado (lo que se puede convertir en combustible) continúa bastante estancada y unos 3 millones de barriles diarios (Mb/d) por debajo de los niveles de noviembre de 2018. Las revisiones que el Departamento de Energía de los EE.UU. hace a un año vista siguen dando por hecho que vamos a recuperar los niveles de 2018 de aquí en un año, pero lo cierto es que es poco creíble, teniendo en cuenta que llevamos escuchando esa cantinela ("en un año volvemos a los niveles de 2018") desde por lo menos 2022.

Imagen de Peak Oil Barrel, https://peakoilbarrel.com/april-non-opec-and-world-oil-production-drops-2/


Por supuesto que cuando se añade a la contabilidad de lo que se denomina "todos los líquidos del petróleo" la categoría de "líquidos del gas natural", que en su mayoría solo sirve para hacer plásticos, se obtiene que hemos recuperado los niveles de 2018. Publicidad engañosa para disimular la realidad en la que estamos. Y es que, al margen del precio del petróleo, el mundo está en una situación de penuria desde hace tiempo. Hace unos días, Art Berman mostraba un gráfico muy revelador: cuánto petróleo hay en almacenamiento flotante, es decir, en petroleros que no estén circulando.


Prácticamente no hay margen, no hay petróleo almacenado en los petroleros, todo lo disponible está en movimiento. No hay reservas ni capacidad de hacer frente a imprevistos. Las últimas veces que pasó esto fue en 2008, cuando el precio del barril se fue a casi 150$, y en 2022, cuando llegamos a los 132$. El precio del petróleo ha oscilado mucho en las últimas semanas, a veces al alza y a veces a la baja, pero está claro que se intenta mantenerlo en esos 80$/barril con los que la OPEP se siente cómoda, suficiente para compensar sus gastos y no demasiado caro para estrangular la maltrecha economía global. A pesar de lo cual, la industria europea continúa su proceso de destrucción sobre todo en Alemania, y los indicadores manufactureros de la Unión Europea, EE.UU. y China indican una tendencia a la contracción.

Pero, al margen de si la energía es suficientemente barata para una industria de producción masiva (que probablemente ya no, y eso explica tanto la progresiva desindustrialización europea como la persistente inflación), el descenso de la producción de petróleo tiene ya efectos muy directos en la disponibilidad de combustibles, y sobre todo y más preeminentemente, el diésel. Aún faltan unos meses para la nueva edición de nuestro análisis ahora ya anual, "El pico del diésel" (pueden consultar el del año pasado), pero un simple vistazo a los datos de la Joint Organisations Data Initiative muestra que la producción mundial de diésel sigue un proceso de lento declive y se encuentra actualmente en torno a los 22 Mb/d, lejos del máximo de los 27 Mb/d que se marcó en el período 2015-2017 (casi un 20% menos). No es por tanto de extrañar que muchos países estén experimentando problemas de acceso a combustibles, no solo diésel sino también gasolina y keroseno para aviación. En América Latina podemos destacar los casos de Bolivia, Colombia y Venezuela,  y el encarecimiento en Ecuador después de varios meses de problemas y la decisión gubernamental de retirar subsidios, lo que ha provocado una cierta caída del consumo. Argentina ha conseguido remontar una situación de escasez de petróleo y ahora está aumentando vertiginosamente su producción, algo muy interesante a lo que le dedicaré un post próximamente. En África el problema es endémico y muy extendido, con un epicentro fundamental: Nigeria. Los problemas de este superpoblado país son numerosos y crecientes, y muy preocupantes para el futuro. Javier Pérez le dedicó un análisis hace unos años y probablemente volveremos a hablar de Nigeria en el futuro. En Asia, los problemas son graves en Myanmar, Paquistán, Kazajistán,... por no hablar de la situación en Líbano, Yemen o por supuesto en Palestina, donde la situación es gravísima por motivos que van más allá de los problemas geológicos de extracción del petróleo. En Europa no hay problemas dignos de reseñar con la excepción de Hungría, y en Norteamérica ha habido algunos problemas en México, aunque lo más importante en ese país es su pérdida (aún no completamente) de condición de país exportador. En todo el mundo, el problema más repetido es la falta de combustible de aviación. Prominentemente ha faltado en Colombia, en Nigeria y en Japón, donde la industria turística local no ha podido despegar (dicen) por falta de keroseno. La escasez de keroseno, reflejo especular de la del diésel, es un problema cada vez más extendido, pero es algo de lo que se habla también en voz baja.

De lo que se ha hablado en voz algo más alta es del último informe de Exxon, del cual Quark ha hecho un buen análisis. Lo más impactante ha sido una gráfica ampliamente publicitada sobre cómo podría evolucionar la producción de petróleo de aquí al 2030 sin más inversión.


Como ven, una escalofriante caída del 70%. Esto en realidad no es nada nuevo, y se ilustra mejor con otra gráfica, más técnica y con menos infografía, contenida dentro del informe.

En realidad, el mensaje de Exxon es que sin ningún tipo de inversión, en 2030 solo habrá un 30% de la producción de petróleo actual: una caída del 70%. Por otro lado, invirtiendo solamente en el mantenimiento y mejora de los pozos existentes, el declive sería de un 25%: tremendo, pero no tan catastrófico. Pero hay un tercer escenario, fijado por su escenario previsto de demanda (la curva "Global Outlook"), la cual se mantiene prácticamente constante (en realidad, con un pequeño aumento) hasta 2050, y para la cual, como dice el informe, debería haber nuevos proyectos. Varios comentarios son pertinentes aquí:

  • Exxon considera que la demanda se va a mantener alta, en niveles incluso ligeramente superiores a los actuales, porque no ve posible una substitución al nivel que prevén los planes de transición energética como los que se manejan en Europa. Por supuesto se puede pensar que Exxon es parte interesada en ver las cosas de esta manera, pero por desgracia lo que está pasando le da al menos parcialmente la razón.
  • El informe no dice de dónde van a salir este petróleo. Identifica que hace falta, pero es terra incógnita saber de dónde viene. Obviamente, Exxon utiliza este informe para intentar captar fondos para invertir en esto, pero eso no quiere decir que haya recursos explotables en el volumen requerido para satisfacer toda la demanda de la línea "Global Outlook". De hecho, es de sospechar que no hay suficiente para evitar cierto declive, que se irá materializando en los proximos años.
  • El informe dice que sin inversión la producción de los campos existentes cae a un ritmo del 15% anual. Esto es casi el doble que el ritmo que asume la Agencia Intenacional de la Energía (8%), como bien apunta Quark en su post, y es algo especialmente preocupante.
  • Está claro que el gran caballo de batalla de los próximos años va a ser el mantenimiento y mejora de los campos existentes. Con él, la caída hasta 2030 será del 25%, suponiendo que todo salga perfecto. Es una caída en línea con la que anticipaba la OPEP hace dos años, y similar a la que anunciaba BP. A falta de una proliferación de "milagros" como el argentino, está claro que los tiros van a ir probablemente por ahí.

La conclusión del informe de Exxon es que la fase actual, de caída ligera/prácticamente estancamiento de la producción de petróleo está tocando a su fin, y que vamos a entrar en la fase de aceleración. La cual agravará la crisis del diésel y los problemas con la industria global. Que las economías más desarrolladas entren en recesión (cosa que podría pasar este mismo otoño) no frenaría este problema sino que lo aceleraría, al hacer menos rentable la costosa explotación de los recursos restantes de petróleo. Y también está claro que de aquí a 2030 va a haber cambios radicales en nuestra sociedad.

Los problemas energéticos, por supuesto, no se acaban aquí. La lista de países que por diversos motivos han sufrido apagones más o menos extensos es bastante larga en este 2024, revelando la fragilidad de muchos sistemas, su fuerte dependencia sobre todo el gas y los recursos hidroeléctricos (en muchos sitios comprometidos por la sequía) y el mayor consumo de electricidad por el uso de aires acondicionados en un verano bastante bochornoso en todo el Hemisferio Norte. Entre los lugares menos esperables están Texas, los Balcanes, Italia o Japón. Al tiempo, en muchas regiones de Francia y España se están experimentando cortes de luz de pocas horas de duración y limitada extensión geográfica pero repetitivos y con pinta de apagones rotatorios (es muy difícil enlazar ninguna noticia sobre ello, porque nadie se ha molestado en hacer una verdadera investigación periodística sobre el caso, solo tenemos testimonios dispersos de personas afectadas). Y aunque los inventarios de gas natural están altos y la demanda baja, de nuevo se anticipan problemas para Europa si el invierno viene frío - y no siempre podremos confiar en que los inviernos sean templados, y más si ya se acabó El Niño.

La clave sería, está claro, acelerar la transición energética, tanto por los problemas climáticos como por los de escasez de energía. Sin embargo, los planes de transición están derrapando. La mayoría de las compañías automovilísticas han puesto sus planes de transición al vehículo eléctrico en el congelador, mientras que países como Alemania han retirado sus subsidios a este tipo de coche y las ventas caen con fuerza en todo el Viejo Continente. La red eléctrica está saturada de electricidad no gestionable y los curtailments y otros problemas van en aumento. Y por si eso fuera poco, los fabricantes no chinos de aerogeneradores están hundiéndose: aún está pendiente de litigación la demanda contra Gamesa, quien tras un ERE anuncia que volverá a vender turbinas onshore el mes que viene después de casi un año sin fabricar (posiblemente, intento desesperado de no desaparecer); Vestas amplía sus pérdidas, Nordex reduce pérdidas pero no levanta cabeza y General Electric se enfrente a una demanda de 900 millones de dólares por sus turbinas defectuosas. En cuanto a los promotores, después de los movimientos contractivos de Iberdrola y Orsted durante el último año, ahora le toca a Equinor retirarse de algunos proyectos eólicos importantes en España y Portugal. Está claro para cualquiera que quiera verlo que el sector eólico está en una grave crisis, y con él todo el modelo de transición energética prevista.

Y eso no es todo. Los próximos meses prometen estar trufados de noticias impactantes, de los cuales iremos informando. Permanezcan en sintonía.

Salu2.

AMT

G
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martes, 11 de junio de 2024

Procapitalismo o muerte (valga la redundancia)

 


Observo, una vez más, la legión de trolls que me acosan en las redes sociales, y más raramente en mi bandeja de entrada. Algunos con más educación que otros, algunos con mayor intento de articular algún argumento, otros solo vomitando su bilis farfullando algo sin sentido (tampoco sintáctico).

Apagones en Ecuador, Colombia, Bolivia, Venezuela... Nueve estados de los EE.UU. sufren un apagón. España, al borde del apagón...

A veces les respondo. A veces no. Pero en ningún caso hablo para ellos. ¿Para qué? Todos ya tienen su idea hecha. No han venido a discutir, han venido solo a acosar (para minar mis fuerzas y mi autoconfianza) y a intentar deteriorar mi imagen (de caras al exterior).

Argentina pierde parte de la cosecha por culpa de la escasez de diésel, a pesar de un productor de petróleo, y raciona el gas industrial a pesar de ser un productor de gas. La gasificación de los pozos de fracking en los EE.UU. anticipa un final abrupto para su producción de petróleo. La producción mundial de petróleo del mundo experimentó una brusca caída de 1,5 millones de barriles diarios en enero.

Cuando contesto a los trolls, en realidad hablo para los que me leen. Intento darles argumentos y estrategias para contestar a esos trolls del mundo real, que aparecen en la más suave variante conocida como cuñado. Además, las redes sociales generan un efecto microscopio: solo unos pocos son tan energúmenos para atacar, la mayoría de los que pasan leen y, estando de acuerdo o no, callan, porque tienen más sentido de la educación (y del ridículo). Lo que vemos son solo unos pocos individuos que creen que tienen que imponer su opinión, incluso en casa ajena, en vez de vivir y dejar vivir.

La producción de las minas de Chile retrocede por cuarto año consecutivo, mientras los costes se disparan. La tonelada de cobre llega ya a los 11.000 dólares. Se multiplican los robos de cobre. Matan a un actor de Hollywood para robarle el platino del catalizador de su coche.

El argumentario de la trollsfera es siempre más o menos el mismo. Hablan de mis profecías fallidas, asignando fechas que yo no he dado a problemas futuros que sí que he descrito, como el racionamiento del diésel o el final de la aviación masiva. Al final, suelen recurrir a un pantallazo fuera de contexto de un post mío de 2010, a falta de un argumento mejor, para acusarme de decir que solo se podrían construir un millón de coches eléctricos, pero hacen el ridículo en cuanto enlazo el post original. Porque los datos que me atribuyen no son míos sino de Jack Lifton, porque hace 14 años (cuando empezaba el blog y nadie me conocía) la mayoría de mis posts eran simplemente comentarios sobre artículos que leía. "Ah, pero por lo menos habrías debido explicar que los datos de Jack Lifton eran erróneos". Claro que sí. Lo hice, ya en 2010, cuando un lector me lo señaló, y rehice los cálculos de Lifton con las estimaciones del Servicio Geológico de los EE.UU., y encima enlacé este segundo post al final del primero, el cual, obviamente, mis trollacos no han leído. A pesar de lo cual, invariablemente, al cabo de unos días otro menguado me repetirá el mismo argumento de mierda con un "¡ajá!".

Después de meses en la cuerda floja, dimite el CEO de Siemens Gamesa y como era de temer se anuncia un ERE. Acciona continua con problemas. Algunas grandes compañías eléctricas comienzan a deshacerse de algunos activos renovables en España.

Otra idea-fuerza que está ganando tracción últimamente en la trollsfera es la de intentar desacreditarme académicamente. El problema es que lo hacen con argumentos de una ignorancia de lo que es la investigación que son simplemente enternecedores. El primer argumento reza que soy un investigador mediocre. Desgraciadamente para ellos, no es verdad. Mis indicadores de desempeño ciertamente no me sitúan entre el 5% más destacado, pero de ahí de calificar mi trabajo de mediocre hay un buen trecho. Mirando por ejemplo mi índice H (un indicador con ciertas limitaciones pero informativo), es actualmente de 33 de acuerdo con Scopus, un servicio de bibliometría aceptado en el mundo académico (el menos riguroso Google Scholar arroja un valor de 39). Según el creador de este índice, de manera orientativa H=20 es el valor de entrada a una posición de catedrático y se considera un valor bueno; H=40 sería excelente y H=60 sería extraordinario; dice también Hirsch que el 86% de los Premios Nobel de Física tenían H=30. También es cierto que el valor se tiene que ajustar por el tamaño de la comunidad en la que desarrollas tu trabajo principal (en mi caso, oceanografía y observación de la Tierra, ambas relativamente pequeñas) y por la edad (en mi caso, ya bastante senior). Sea como fuere, mis indicadores no son malos y están en consonancia con los de mis colegas en posiciones similares. Y eso sin contar con que a lo largo de mi carrera científica he conseguir 4 millones de euros en contratos y proyectos competitivos, y mi contribución a las tareas de asesoramiento científico a las administraciones y empresas españolas y las de desarrollo tecnológico con la Agencia Espacial Europea y algunas empresas.

En la misma semana de mayo, la temperatura llega a 50ºC en algunas partes de México y una tormenta de granizo convierte las calles de Puebla en ríos glaciales. En Delhi, temperaturas de más 50ºC hacen que se acumulen cadáveres a mayor ritmo del que pueden procesar las funerarias, y falta agua en casi todo el país, mientras la costa oriental es azotada por un tifón de fuerza inusitada. La granizada destruye el 30% de un gran parque solar en Texas y los tornados destruyen varios aerogeneradores en Iowa. Todo normal y bien...

El otro argumento, aún más tonto, es que yo no tengo formación específica en energía. Para esta gente, se ve, debería tener un título de energólogo. Se ve que el hecho de ser físico, con un doctorado en física, no me permite entender lo que es la energía. Lo peor del caso es que los temas de los que yo me ocupo caen en un disciplina académica relativamente reciente que en inglés se denomina Energy Policy (en castellano podría traducirse, quizá, como gestión y planificación de sistemas energéticos). Saber mucho de aerogeneradores, de paneles fotovoltaicos o de plantas nucleares no te da una mejor preparación para abordar cuestiones de Energy Policy. De hecho, como no hay un grado en Energy Policy (al menos en España), la conclusión para estos trolles es que nadie puede hablar de energía. Pero resulta que esto no funciona así. En investigación, una parte importante del tiempo se dedica a la autoformación, a través del estudio, los seminarios y la propia investigación, porque se está creando una disciplina nueva (¿qué investigación sería si no, si siempre se hiciera lo mismo?).

Una tormenta de granizo destroza el morro de un avión, que logra aterrizar de manera segura en Viena. Una riada de granizo inunda un túnel en el norte de Francia. El número de tempestades se multiplica en el Hemisferio Norte.

La última estrategia de descrédito ha consistido en atacarme en lo que se supone que es mi propio campo. Ha sido a raíz de un artículo de El Independiente en que nos entrevistan a un meteorólogo y a mi acerca de los efectos de una potencial detención del brazo atlántico de la Corriente Meridional de Lazo, la AMOC. El periodista habla en el titular de una posible glaciación, lo cual es un término erróneo: el colapso de la AMOC no llevaría a una glaciación (un estado estable en el cual la mayoría del planeta quedaría cubierto por la nieve), sino a un enfriamiento relativo de buena parte de Europa y una redistribución del calor hacia latitudes más bajas, lo cual traería como consecuencia una alteración muy seria de los patrones de precipitación en las zonas tropicales. Obviamente yo sé perfectamente todo esto: hace meses que escribí dos posts en este blog sobre el riesgo que supondría una detención de la AMOC: "Si no es ahora, será después" y "Si nuestra supervivencia fuera importante". Y obviamente tengo muy claro lo que es una glaciación, habiendo trabajado ya hace tiempo sobre el análisis de series temporales paleoclimáticas de los últimos 800.000 años y publicado dos artículos científicos sobre ello (1 y 2), que ya son 2 más que los de la manada de cuñados y advenedizos que me insultan por no saber lo que es una glaciación. Es además notorio y evidente leyendo el artículo que yo no hablo en ningún momento de glaciación. Y sin embargo, ha habido un tromba de descalificaciones hacia mi persona por haber usado ese término erróneamente, cuando es obvio que no lo he hecho. Lo peor es la gente que se ha abonado a esa cacería: al corifeo habitual de cuñados se le han añadido un meteorólogo de la AEMET, una meteoróloga que presenta un espacio televisivo sobre el tiempo atmosférico y un conocido divulgador ambiental. De una manera gratuita e inflando una polémica espuria por un titular desafortunado de un artículo en un diario generalista, aunque cuando entras dentro y lo lees está razonablemente explicado. A mi me ha dejado desconcertado, sobre todo, el nivel de odio e irracionalidad, y la rotundidad de los ataques sin molestarse a mirar si no ha habido un malentendido, sin intentar leer el artículo en cuestión.

Y es que al final solo hay un hilo conductor en todo este acoso, en todos estos ataques: el odio. El odio irracional e irrefrenable. Contra mi persona.

Pero, ¿acaso soy yo el enemigo a batir? Ésos que intentan por todos los medios despedazarme y desprestigiarme, ¿acosan del mismo modo a Iberdrola, a Forestalia o a CaixaBank? ¿De verdad les parece que el problema principal que tenemos soy yo? ¿De verdad creen que la causa principal de los problemas de sostenibilidad que tenemos es un pobre cretino que trabaja en un instituto de investigación y que tiene nulo poder decisorio?

¿Por qué esta obsesión con alguien tan insignificante e irrelevante?

Yo solo veo una razón: porque yo represento un peligro real, aunque sea ridículamente minúsculo, para los intereses del capital. Porque yo denuncio, con datos, que lo que se está proponiendo no tiene ningún sentido desde el punto de vista técnico, y nadie está pudiendo refutar los argumentos que doy, entre otras cosas porque no son míos, sino de todo un cuerpo de investigación de cientos de científicos del todo el mundo, de los cuales yo simplemente hago divulgación.

Éstos que con furia me atacan no comprenden que los científicos salgan de sus laboratorios, que hagan divulgación no sesgada en favor de los intereses económicos, que participen del debate público. Para ellos, nosotros deberíamos centrarnos en investigar y ya quien está más preparado se dedicará a usar los frutos de nuestra investigación. ¿Qué es eso de tener conciencia social? ¿Qué es eso de poner en evidencia los abusos y manipulaciones?

Centran su ataque en mi porque soy, posiblemente, la cabeza más visible de un grupo de decenas de académicos concienciados en España, un grupo que además va creciendo gracias al empuje de las nuevas generaciones. Les molesta que aparezca en los medios, que me entrevisten en los diarios. Y eso que cada vez estoy vetado en más medios de comunicación, dada la fuerte campaña en mi contra: "Es un catastrofista, es un colapsista, es un profeta del apocalipsis que fracasa siempre en sus predicciones, es un retardista, un enemigo de las renovables". Mismas falacias repetidas una y otra vez por gente cada vez más poderosa. Lo cierto es que cada vez estoy más arrinconado, y aún así todavía aparezco demasiado en los medios para su gusto.

¿Por qué ese odio visceral contra un tipejo insignificante como yo? Porque no se puede criticar al capital, que es lo que yo hago. Y menos que nunca ahora que está entrando en su crisis histórica terminal.

Por eso quien me ataca no entra a discutir mis argumentos, ya que para ellos yo simplemente ataco sus creencias. Porque todos estos que niegan la libertad de expresión y denostan el debate son procapitalistas. Todo se puede hablar, pero siempre desde la perspectiva capitalista y siempre sin salirse de ella.

Y ahora que el viento de la Historia hace conmoverse los cimientos del edificio capitalista, ahora que en la sociedad se generaliza un sentimiento de final de camino, de conclusión histórica, de necesidad de nuevos paradigmas, los fanáticos de esta religión tienen la necesidad de reafirmarse con más fuerza que nunca, cerrando firmemente las filas y condenando al ostracismo al disidente. Ahora que los problemas ambientales se acumulan sin que se les dé solución (al contrario, están empeorando rápidamente); ahora que los recursos y la energía empieza a escasear, ahora que las desigualdades sociales crecen y las guerras se multiplican, ahora más que nunca intentan negar la realidad de que el capitalismo se está resquebrajando y amenaza con hundirse, arrastrándonos a todos en su caída.

Su lema es "Capitalismo o muerte". Valga la redundancia.

Pues yo os digo: ya está bien de agotar nuestra paciencia, procapitalistas. Allá donde estéis, allá donde amenacéis, yo os señalaré con el dedo. Cada vez que, delante de los problemas, recitéis vuestro credo, yo os señalaré. Porque los únicos que deberían de avergonzarse son los que mantienen inconmovible su fe en un sistema ecocida y represor que solo persigue nuestra destrucción.

Antonio Turiel, junio de 2024.

sábado, 25 de mayo de 2024

Chispazo

 

Queridos lectores:

Tenía pensado escribir un post sobre uno de los últimos hypes del momento, el presunto descubrimiento por parte de los pérfidos rusos de un enorme yacimiento de petróleo en la Antártida (alguna persona ha llegado a decir que "se desmiente finalmente la teoría del peak oil"), pero afortunadamente para mí Quark ya ha escrito un excelente post mostrando que en realidad no hay más que el enésimo intento de despistar la atención pública con vanas esperanzas (y en este caso mintiendo descaradamente), cuando, como el propio Quark muestra en su último post, no parece posible superar el máximo de producción de petróleo de noviembre de 2018. Así que agradeciéndole la tarea hecha (un buen tipo, este Quark; lástima de su obcecación negacionista del Cambio Climático - nadie es perfecto) he pensado que merecía la pena dedicar mi atención a otro asunto de actualidad, éste mucho más cercano geográficamente y de gran trascendencia inmediata, como es el presunto peligro de apagón eléctrico que sufrió España hace tan solo tres días, el 22 de mayo.

Se hizo eco de este hecho el diario español El Economista, en la mañana siguiente al incidente (no busquen el enlace al artículo aquí, es criterio de este blog no enlazar a medios españoles). Según parece, hacia las 21:00 el operador del sistema eléctrico español, Red Eléctrica Española (REE), se vio obligado a utilizar todo el Sistema de Respuesta Activa de la Demanda (SRAD), un total de 609 MW de potencia, durante 3 horas. El SRAD es, esencialmente, un mecanismo similar a los llamados contratos de interruptibilidad que había antes. Algunas empresas que consumen mucha electricidad suscriben unos contratos especiales de suministro que le permiten al operador dejarles sin electricidad en cualquier momento, previo aviso de 15 minutos - a cambio, el precio de la electricidad es mucho más económico para estas empresa y también pueden recibir otras compensaciones. 

REE usa esta capacidad "desconectable" para compensar de manera muy rápida desbalances en la oferta, y generalmente se usa como último recurso, o casi. Es muy raro desconectar todas las empresas que están en el SRAD, entre otras cosas porque eso quiere decir que REE se queda sin mucho margen de maniobra para hacer frente a eventualidades que requieran una respuesta muy rápida. Por eso mismo, es todavía más raro que esta desconexión durase 3 horas, como si en ese período de tiempo no pudiesen poner en marcha otros medios.

En el caso del día 22, aparentemente se produjo una parada no programada de un reactor nuclear, en un contexto en el que otros dos reactores llevan ya un tiempo parados por recarga y, quizá, por el desfavorable entorno de precios cero, algo que ya comentamos y que se están prodigando estas semanas. Este tipo de incidencias suelen pasar, y normalmente se debe contar con otro tipo de centrales que puedan dar rápidamente respuesta a la falta de potencia; las mejores a ese fin son las centrales hidroeléctricas y las de ciclo combinado. Tras un año bastante seco las centrales hidroeléctricas en España no podían asumir tanta carga, y lo lógico era que hubieran entrado las centrales de gas de ciclo combinado. Pero no lo hicieron. Y así, durante 3 horas, la estabilidad de toda la red eléctrica española dependió de que con ese recorte de 600 MW del SRAD fuera suficiente.

¿Se hubiera podido producir un apagón? Los técnicos de REE no son idiotas y obviamente estuvieron trabajando activamente para conseguir garantizar la estabilidad, y contaban con algún recurso adicional. Sin embargo, si se hubiera producido una avería en cualquier otra central lo más probable es que se hubieran tenido que tomar medidas drásticas para evitar un apagón generalizado. Por eso, se puede considerar que el titular del artículo es un tanto exagerado e interesado (probablemente repondiendo a los intereses de las compañías eléctricas). Sin embargo, es innegable que de seguir de esta manera se corren muchos riesgos en caso de accidente.

Pero la clave aquí no es cómo de cerca o lejos se estuvo de que se produjera un apagón.

La clave está en saber por qué las centrales de gas de ciclo combinado no entraron en acción. Esto no tiene nada que ver con el interés de la descarbonización: éste es un problema de garantizar la estabilidad y buen funcionamiento de la red eléctrica.

El operador tiene mecanismos legales y potestad para obligar a que las centrales de gas de ciclo combinado funcionen al ritmo que se necesitan. Así que tenemos que suponer que si se ha corrido este riesgo inmenso de enviar a España a la Edad Media durante días, quizá semanas, es debido a que no se podía obligar a estas centrales a producir. Y eso es un indicio de que lo que sucedió es que no estaban en plenas condiciones para responder a esta emergencia de una manera rápida.

Es conocido que las empresas propietarias de centrales con tecnologías tradicionales están molestas con los precios cero de la electricidad, ya que ahora no pueden obtener los beneficios que extraían. Es por ese motivo que la recarga actual de dos reactores nucleares le resulta muy oportuna a sus propietarios y más si pueden estirar su duración un poquito más (el problema de los precios cero es más probable en primavera, en verano la demanda aumentará por el calor y el precio subirá). Y es probablemente por ese mismo motivo que las centrales de gas de ciclo combinado no estaban físicamente preparadas para entrar al quite cuando fuera necesario. 

Se tiene que pensar que se necesita aproximadamente una hora y cuarto para poner en pleno rendimiento una central de gas de ciclo combinado partiendo de el estado de base, pero mucho menos si se la mantiene "al ralentí". Lo cual, de nuevo, suscita muchas cuestiones. La desconexión de la central nuclear que tuvo que hacer la parada no programada no fue inmediata y se avisó con cierta antelación, posiblemente un par de horas. ¿Por qué motivo no se puso a rodar inmediatamente suficiente potencia de ciclos combinados para compensarlo? ¿Y por qué no se estiró un poco más la potencia que daba la hidroeléctrica, que fue frenando hacia el final del día?

Lo más probable es que esto se debiera a mecanismos de mercado. Alguién calculó que salía más a cuenta pagar la interruptibilidad que poner en marcha los ciclos combinados, total para un período de unas pocas horas. Y quizá efectivamente económicamente era más rentable. Pero también era más peligroso desde el punto de vista técnico.

No cabe duda de que la noticia de El Economista en sí, con su alarmismo sin análisis de las causas y del desarrollo del incidente, busca favorecer el punto de vista de las compañías eléctricas, que están disgustadas por la situación actual y que buscan forzar cambios regulatorios de manera que ellas puedan seguir consiguiendo los grandes beneficios que conseguían antes. Lo que sucede es que es enormemente irresponsable jugar con fuego.

Si realmente esto es lo que ha pasado (que se ha mantenido deliberadamente cierta cantidad de centrales de gas de ciclo combinado inactivas), alguien ha cometido una terrible imprudencia. Si es así, alguien debería de responder ante los tribunales por la responsabilidad de haber creado una situación de peligro y encima por meras razones economicas.

Por terminar, este incidente muestra que se necesita una profunda reforma de mercado eléctrico. Lo mismo que reclaman las compañías eléctricas, aunque la reforma que se necesita debería ir en la dirección contraria a la que proponen ellas.

Aciertan los defensores del modelo REI cuando dicen que se tiene que aprovechar el aumento de producción de nueva renovable para ir cerrando ciclos combinados y así emitir menos CO2. Sin embargo, vamos a seguir necesitando potencia de respaldo y eso implica mantener los ciclos combinados: usándolos tan poco como sea posible, sí, pero tienen que estar ahí para salir al quite. Seguir soñando con futuros sistemas de macrobaterías, que en realidad no van a instalarse nunca por falta de materiales, no puede hacer perder de vista de que hay que gestionar el ahora. Y en el ahora, el actual sistema de precios marginalista en el mercado mayorista hace que los propietarios de los ciclos combinados pierdan dinero, y eso nos lleva a situaciones aberrantes como la del pasado miércoles, en las que nos jugamos todo el sistema eléctrico por una pataleta.

Quizá sería el momento de empezar a decir unas cuantas verdades incómodas más. Que la electricidad es un bien indispensable hoy en día y que se tiene que priorizar la calidad de su servicio. Que intentar mantener un sistema de mercado en un contexto de oligopolio natural no tiene sentido y lleva a estas aberraciones. Que favorecer la introducción masiva de energía renovable probablemente implica incrementar enormemente su potencia instalada para compensar su intermitencia, y eso implica que no se puede hacer rentable en el sentido económico aunque lo sea en el sentido social y ambiental. Y que, teniendo en cuenta todo lo anterior, probablemente la generación y distribución deberían ser públicas. Eso, o arriesgarnos a que un día un señor desde un despacho de La Castellana nos mande a todos a la Edad Media por haber querido jugar a ser dios solamente por ganar unos millones de euros más.

Salu2.

AMT

P. Data: Si quieren saber más, no dejen de leer la serie de la lavadora de Beamspot.

miércoles, 10 de abril de 2024

El marco mental del enemigo

Queridos lectores:

"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?" 

Ésta es la pregunta frecuente que oigo al finalizar cualquier acto en el que participo. Una pregunta muy lógica en el marco mental que nos movemos, y que por tanto es muy repetida.

En cualquiera de estos actos empleamos, aún, una cantidad increíble de tiempo en hacer el diagnóstico de la situación, y queda siempre poco margen de tiempo para hablar sobre el qué hacer. Pero no hay remedio: hay que repetir y profundizar una y otra vez en la explicación de qué es lo que pasa, por culpa de la abrumadora sordina mediática sobre la verdadera dimensión de la crisis biofísica de nuestra civilización (la policrisis como a veces se dice, fruto del choque repetido y obstinado contra los límites biofísicos del planeta). Porque la gente no sabe lo que está pasando en realidad. Ven que las cosas no funcionan, que no van bien, pero no entienden. Más aún: hay tal cantidad de basura comunicativa, de cachivaches (des)informativos, que resulta tan difícil avanzar en la discusión como lo es moverse en medio del desván de la abuela: a cada paso, alguien te saca una "noticia" que leyó o escuchó (a veces hace ya años, pero nunca fueron desmentidas), cáscaras vacías que siempre envejecen muy mal pero que continúan ocupando espacio en la discusión: que si grafeno, que si fusión, que si torio, que si combustibles sintéticos, que si hidrógeno verde, que si metanol, que si baterías de sodio, que si litio-fosfato, que si geotermia, que si undimotriz... Y en medio de ese espeso follaje de medias verdades y clamorosas mentiras, yo me encomiendo a nuestro patrono, San Brandolini, y voy paciente pero penosamente abriéndome camino con el machete de los datos y el análisis técnico. Y así, cuando por fin y ya sin tiempo llegamos a la claridad de comprender la situación, es cuando llega la pregunta de marras.

"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?"

Esta frase es, en realidad, una falacia más, pero de un tipo diferente a las anteriores. Y es que si bien las anteriores se pueden refutar desde un punto de vista técnico, con argumentos científicos y datos contrastados, en este caso el problema es conceptual. Es una pregunta mal formulada porque parte de un marco conceptual erróneo.

El marco conceptual del enemigo.

Porque, después de una farragosa discusión técnica, sobre cuestiones técnicas, contrastando datos del mundo real, se plantea el "¿y entonces qué?" como si la respuesta debiera darse en el mismo plano conceptual, es decir, en el técnico.

Pero eso es una falacia.

Todo el trabajo previo, todo el trabajo que he hecho en estos 14 años de divulgación, se resume en que no hay ninguna manera técnica de mantener el capitalismo. No es posible, físicamente, seguir con el mismo sistema socieconómico. Faltarán recursos, faltará energía, y los problemas ambientales y el Cambio Climático en particular ya están causando desastres en cascada que afectan a la "normal" ejecución del sistema económico. Solo cabe esperar fallos y más fallos, cada vez más concatenados y al final en cascada, hasta que en la práctica el capitalismo, tal y como lo entendemos hoy en día, haya desaparecido de una manera u otra, bien porque haya evolucionado hacia un sistema democrático o - más probablemente - autoritario que sí que nos mantenga dentro de los límites biofísicos del planeta, bien porque la civilización colapse (y en el caso extremo la especie humana se extinga).

"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?"

Esa pregunta contiene, implícita, la idea de que se den soluciones técnicas para mantener el sistema tal cual. Al formular esa pregunta de esta manera, se da por hecho que hay que mantener el capitalismo y solo se acepta escuchar sobre desarrollos científicos y tecnológicos.

Llevamos atascados en este punto literalmente décadas. Hace 50 años que sabemos que no hay soluciones científico-técnicas que permitan mantener el capitalismo, pero llevamos 50 años poniendo todo el peso de la discusión en las soluciones científico-técnicas. Es la doctrina del solucionismo.

Es el marco mental del enemigo. 

Pensamos con el marco mental del enemigo, lo cual imposibilita encontrar ninguna solución.

Los industrialistas (de los que ya hablamos hace unas semanas), esas personas que piensan que el único modelo de transición energética posible es uno basado en instalaciones de energía renovable a escala industrial para producir energía a escala industrial con el objetivo único y declarado de mantener la actual civilización industrial a la misma escala de hoy en día, no aceptan que pueda haber ningún otro marco de discusión. Continuamente vociferan y porfían que éste es el único marco de discusión, y que quienes se salen de él son catastrofistas, colapsistas o, en el mejor de los casos, políticamente ingenuos. Mientras tanto, como ya comentamos, avanzamos con paso firme hacia otro shock de precios en el petróleo y posiblemente en el gas natural, mientras que la repetición de curtailments y precios cero o negativos no solo en España sino en toda Europa evidencian que el modelo de Renovable Eléctrica Industrial (REI) está fracasando, con el lógico nerviosismo generalizado, ataques mutuos entre diversos generadores de electricidad, y larguísimas y aburridísimas (aparte de técnicamente endebles) explicaciones por parte de presuntos gurús energéticos sobre por qué esto no es un problema y que hay un futuro brillante para el REI (y no será porque no se hubiese avisado, yo mismo en el Parlament de Catalunya en septiembre de 2022 en un rato que las honorables personas que me oían pudieron dejar de mirar sus móviles).

Por si esto fuera poco, la crisis ambiental sigue su curso. El desbalance radiativo del planeta llega a los 2 vatios por metro cuadrado, un valor extraordinariamente elevado (la última glaciación terminó por un desbalance, temporal, cuatro veces menor). La AMOC podría colapsar. Innumerables ecosistemas en todo el mundo podrían desaparecer. Los plásticos y otras sustancias tóxicas entran en nuestro torrente sanguíneo. El agua dulce escasea. La sequía es un fenómeno global que pone en peligro alimentario a millones de personas. Problemas todos ellos que el REI no solo no ayuda a resolver, sino que los agrava (incluyendo la presunta reducción de emisiones de CO2). Problemas que no admiten ningún tipo de aplazamiento

"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?"

Solo hay una.

Salir del marco mental del enemigo.

No hay solución posible dentro del capitalismo. Simplemente, no la hay.

El crecimiento económico es incompatible con la preservación ambiental. Lo dice la propia Agencia Europea del Medio Ambiente, que es un organismo dependiente de la Comisión Europea. 

No hay ninguna negociación posible con el capitalismo. Lo único que podemos discutir es su finalización, si es que queremos tener un futuro.

Hay soluciones, pero no son de carácter técnico. Eso no quiere decir que la ciencia, la técnica y el desarrollo tecnológico no sean útiles. Lo son; más aún, son parte imprescindible de la solución. Pero fuera de un marco capitalista.

Los industrialistas continúan haciendo ruido una y otra vez para evitar que nos paremos y nos demos cuenta de que el problema está mal planteado. Que el problema no se podrá resolver con más tecnología, sino con más cultura, más sociedad, más personas verdaderamente humanas. El solucionismo nos distrae de la discusión real.

Durante estos meses yo sigo hablando con representantes de muchas empresas muy diferentes, todas ellas en el sector productivo. Todas ellas son conscientes de la gravedad del momento. De hecho, para todas ellas (dicho por los propios directivos con los que he conversado) la clave ahora mismo no está en el crecimiento, sino en la supervivencia. No tienen claro si podrán sobrevivir, están buscando desesperadamente métodos y maneras, de todo tipo, para sobrevivir. 

Entonces, si la industria tiene claro que la batalla es otra, ¿a quién le interesa este solucionismo impuesto a grito pelado de los industrialistas, el mismo que nos está arrastrando al foso?

El solucionismo solo le interesa al poder financiero, puesto que en un mundo postcapitalista no tiene futuro. El sector financiero es el único que no acepta ni aceptará nunca que el mundo ha cambiado, porque aceptarlo significa aceptar que su negocio se ha terminado.

Los industrialistas, con su solucionismo machacón, están hablando solo en representación del poder financiero. Es al único al cual realmente representan. 

Mientras, en el mundo real, el cambio que más desesperadamente necesitamos es social y es cultural. Da vergüenza ajena ver personas que dicen venir del ámbito de las ciencias sociales claudicando a las exigencias del industrialismo, aceptando que el momento no está "políticamente maduro" para abandonar el capitalismo (en una muestra más de insultante y condescendiente paternalismo). 

Pues no. El cambio que necesitamos es cultural, es social, es económico, es político y es radical, ya que se necesita ir a la raíz del problema. Necesitamos salir del marco mental del enemigo, y empezar a pensar por nosotros mismos, a ser libres, a respirar.

Y a éstos que no se ven capaces de abandonar el marco mental del enemigo les diría que si no van a ayudar, que se aparten y no estorben - si es que su ego se lo permite.

Salu2.

AMT

P.Data: Quizá habrán notado que, a pesar de mi promesa de escribir más durante este 2024, el ritmo de publicación de posts continua siendo bastante ralo. Pero en realidad sí que estoy cumpliendo mi promesa, solo que no estoy escribiendo aquí: continúo preparando mi próximo libro, de título provisional "El futuro de Europa", que debería entregar en un par de meses (por cierto, el libro intenta dar respuesta al solucionismo que se plantea en este post, centrándome sobre todo en la cuestión técnica). Así que discúlpenme que me prodigue menos por aquí y permanezcan en sintonía.