martes, 11 de junio de 2024

Procapitalismo o muerte (valga la redundancia)

 


Observo, una vez más, la legión de trolls que me acosan en las redes sociales, y más raramente en mi bandeja de entrada. Algunos con más educación que otros, algunos con mayor intento de articular algún argumento, otros solo vomitando su bilis farfullando algo sin sentido (tampoco sintáctico).

Apagones en Ecuador, Colombia, Bolivia, Venezuela... Nueve estados de los EE.UU. sufren un apagón. España, al borde del apagón...

A veces les respondo. A veces no. Pero en ningún caso hablo para ellos. ¿Para qué? Todos ya tienen su idea hecha. No han venido a discutir, han venido solo a acosar (para minar mis fuerzas y mi autoconfianza) y a intentar deteriorar mi imagen (de caras al exterior).

Argentina pierde parte de la cosecha por culpa de la escasez de diésel, a pesar de un productor de petróleo, y raciona el gas industrial a pesar de ser un productor de gas. La gasificación de los pozos de fracking en los EE.UU. anticipa un final abrupto para su producción de petróleo. La producción mundial de petróleo del mundo experimentó una brusca caída de 1,5 millones de barriles diarios en enero.

Cuando contesto a los trolls, en realidad hablo para los que me leen. Intento darles argumentos y estrategias para contestar a esos trolls del mundo real, que aparecen en la más suave variante conocida como cuñado. Además, las redes sociales generan un efecto microscopio: solo unos pocos son tan energúmenos para atacar, la mayoría de los que pasan leen y, estando de acuerdo o no, callan, porque tienen más sentido de la educación (y del ridículo). Lo que vemos son solo unos pocos individuos que creen que tienen que imponer su opinión, incluso en casa ajena, en vez de vivir y dejar vivir.

La producción de las minas de Chile retrocede por cuarto año consecutivo, mientras los costes se disparan. La tonelada de cobre llega ya a los 11.000 dólares. Se multiplican los robos de cobre. Matan a un actor de Hollywood para robarle el platino del catalizador de su coche.

El argumentario de la trollsfera es siempre más o menos el mismo. Hablan de mis profecías fallidas, asignando fechas que yo no he dado a problemas futuros que sí que he descrito, como el racionamiento del diésel o el final de la aviación masiva. Al final, suelen recurrir a un pantallazo fuera de contexto de un post mío de 2010, a falta de un argumento mejor, para acusarme de decir que solo se podrían construir un millón de coches eléctricos, pero hacen el ridículo en cuanto enlazo el post original. Porque los datos que me atribuyen no son míos sino de Jack Lifton, porque hace 14 años (cuando empezaba el blog y nadie me conocía) la mayoría de mis posts eran simplemente comentarios sobre artículos que leía. "Ah, pero por lo menos habrías debido explicar que los datos de Jack Lifton eran erróneos". Claro que sí. Lo hice, ya en 2010, cuando un lector me lo señaló, y rehice los cálculos de Lifton con las estimaciones del Servicio Geológico de los EE.UU., y encima enlacé este segundo post al final del primero, el cual, obviamente, mis trollacos no han leído. A pesar de lo cual, invariablemente, al cabo de unos días otro menguado me repetirá el mismo argumento de mierda con un "¡ajá!".

Después de meses en la cuerda floja, dimite el CEO de Siemens Gamesa y como era de temer se anuncia un ERE. Acciona continua con problemas. Algunas grandes compañías eléctricas comienzan a deshacerse de algunos activos renovables en España.

Otra idea-fuerza que está ganando tracción últimamente en la trollsfera es la de intentar desacreditarme académicamente. El problema es que lo hacen con argumentos de una ignorancia de lo que es la investigación que son simplemente enternecedores. El primer argumento reza que soy un investigador mediocre. Desgraciadamente para ellos, no es verdad. Mis indicadores de desempeño ciertamente no me sitúan entre el 5% más destacado, pero de ahí de calificar mi trabajo de mediocre hay un buen trecho. Mirando por ejemplo mi índice H (un indicador con ciertas limitaciones pero informativo), es actualmente de 33 de acuerdo con Scopus, un servicio de bibliometría aceptado en el mundo académico (el menos riguroso Google Scholar arroja un valor de 39). Según el creador de este índice, de manera orientativa H=20 es el valor de entrada a una posición de catedrático y se considera un valor bueno; H=40 sería excelente y H=60 sería extraordinario; dice también Hirsch que el 86% de los Premios Nobel de Física tenían H=30. También es cierto que el valor se tiene que ajustar por el tamaño de la comunidad en la que desarrollas tu trabajo principal (en mi caso, oceanografía y observación de la Tierra, ambas relativamente pequeñas) y por la edad (en mi caso, ya bastante senior). Sea como fuere, mis indicadores no son malos y están en consonancia con los de mis colegas en posiciones similares. Y eso sin contar con que a lo largo de mi carrera científica he conseguir 4 millones de euros en contratos y proyectos competitivos, y mi contribución a las tareas de asesoramiento científico a las administraciones y empresas españolas y las de desarrollo tecnológico con la Agencia Espacial Europea y algunas empresas.

En la misma semana de mayo, la temperatura llega a 50ºC en algunas partes de México y una tormenta de granizo convierte las calles de Puebla en ríos glaciales. En Delhi, temperaturas de más 50ºC hacen que se acumulen cadáveres a mayor ritmo del que pueden procesar las funerarias, y falta agua en casi todo el país, mientras la costa oriental es azotada por un tifón de fuerza inusitada. La granizada destruye el 30% de un gran parque solar en Texas y los tornados destruyen varios aerogeneradores en Iowa. Todo normal y bien...

El otro argumento, aún más tonto, es que yo no tengo formación específica en energía. Para esta gente, se ve, debería tener un título de energólogo. Se ve que el hecho de ser físico, con un doctorado en física, no me permite entender lo que es la energía. Lo peor del caso es que los temas de los que yo me ocupo caen en un disciplina académica relativamente reciente que en inglés se denomina Energy Policy (en castellano podría traducirse, quizá, como gestión y planificación de sistemas energéticos). Saber mucho de aerogeneradores, de paneles fotovoltaicos o de plantas nucleares no te da una mejor preparación para abordar cuestiones de Energy Policy. De hecho, como no hay un grado en Energy Policy (al menos en España), la conclusión para estos trolles es que nadie puede hablar de energía. Pero resulta que esto no funciona así. En investigación, una parte importante del tiempo se dedica a la autoformación, a través del estudio, los seminarios y la propia investigación, porque se está creando una disciplina nueva (¿qué investigación sería si no, si siempre se hiciera lo mismo?).

Una tormenta de granizo destroza el morro de un avión, que logra aterrizar de manera segura en Viena. Una riada de granizo inunda un túnel en el norte de Francia. El número de tempestades se multiplica en el Hemisferio Norte.

La última estrategia de descrédito ha consistido en atacarme en lo que se supone que es mi propio campo. Ha sido a raíz de un artículo de El Independiente en que nos entrevistan a un meteorólogo y a mi acerca de los efectos de una potencial detención del brazo atlántico de la Corriente Meridional de Lazo, la AMOC. El periodista habla en el titular de una posible glaciación, lo cual es un término erróneo: el colapso de la AMOC no llevaría a una glaciación (un estado estable en el cual la mayoría del planeta quedaría cubierto por la nieve), sino a un enfriamiento relativo de buena parte de Europa y una redistribución del calor hacia latitudes más bajas, lo cual traería como consecuencia una alteración muy seria de los patrones de precipitación en las zonas tropicales. Obviamente yo sé perfectamente todo esto: hace meses que escribí dos posts en este blog sobre el riesgo que supondría una detención de la AMOC: "Si no es ahora, será después" y "Si nuestra supervivencia fuera importante". Y obviamente tengo muy claro lo que es una glaciación, habiendo trabajado ya hace tiempo sobre el análisis de series temporales paleoclimáticas de los últimos 800.000 años y publicado dos artículos científicos sobre ello (1 y 2), que ya son 2 más que los de la manada de cuñados y advenedizos que me insultan por no saber lo que es una glaciación. Es además notorio y evidente leyendo el artículo que yo no hablo en ningún momento de glaciación. Y sin embargo, ha habido un tromba de descalificaciones hacia mi persona por haber usado ese término erróneamente, cuando es obvio que no lo he hecho. Lo peor es la gente que se ha abonado a esa cacería: al corifeo habitual de cuñados se le han añadido un meteorólogo de la AEMET, una meteoróloga que presenta un espacio televisivo sobre el tiempo atmosférico y un conocido divulgador ambiental. De una manera gratuita e inflando una polémica espuria por un titular desafortunado de un artículo en un diario generalista, aunque cuando entras dentro y lo lees está razonablemente explicado. A mi me ha dejado desconcertado, sobre todo, el nivel de odio e irracionalidad, y la rotundidad de los ataques sin molestarse a mirar si no ha habido un malentendido, sin intentar leer el artículo en cuestión.

Y es que al final solo hay un hilo conductor en todo este acoso, en todos estos ataques: el odio. El odio irracional e irrefrenable. Contra mi persona.

Pero, ¿acaso soy yo el enemigo a batir? Ésos que intentan por todos los medios despedazarme y desprestigiarme, ¿acosan del mismo modo a Iberdrola, a Forestalia o a CaixaBank? ¿De verdad les parece que el problema principal que tenemos soy yo? ¿De verdad creen que la causa principal de los problemas de sostenibilidad que tenemos es un pobre cretino que trabaja en un instituto de investigación y que tiene nulo poder decisorio?

¿Por qué esta obsesión con alguien tan insignificante e irrelevante?

Yo solo veo una razón: porque yo represento un peligro real, aunque sea ridículamente minúsculo, para los intereses del capital. Porque yo denuncio, con datos, que lo que se está proponiendo no tiene ningún sentido desde el punto de vista técnico, y nadie está pudiendo refutar los argumentos que doy, entre otras cosas porque no son míos, sino de todo un cuerpo de investigación de cientos de científicos del todo el mundo, de los cuales yo simplemente hago divulgación.

Éstos que con furia me atacan no comprenden que los científicos salgan de sus laboratorios, que hagan divulgación no sesgada en favor de los intereses económicos, que participen del debate público. Para ellos, nosotros deberíamos centrarnos en investigar y ya quien está más preparado se dedicará a usar los frutos de nuestra investigación. ¿Qué es eso de tener conciencia social? ¿Qué es eso de poner en evidencia los abusos y manipulaciones?

Centran su ataque en mi porque soy, posiblemente, la cabeza más visible de un grupo de decenas de académicos concienciados en España, un grupo que además va creciendo gracias al empuje de las nuevas generaciones. Les molesta que aparezca en los medios, que me entrevisten en los diarios. Y eso que cada vez estoy vetado en más medios de comunicación, dada la fuerte campaña en mi contra: "Es un catastrofista, es un colapsista, es un profeta del apocalipsis que fracasa siempre en sus predicciones, es un retardista, un enemigo de las renovables". Mismas falacias repetidas una y otra vez por gente cada vez más poderosa. Lo cierto es que cada vez estoy más arrinconado, y aún así todavía aparezco demasiado en los medios para su gusto.

¿Por qué ese odio visceral contra un tipejo insignificante como yo? Porque no se puede criticar al capital, que es lo que yo hago. Y menos que nunca ahora que está entrando en su crisis histórica terminal.

Por eso quien me ataca no entra a discutir mis argumentos, ya que para ellos yo simplemente ataco sus creencias. Porque todos estos que niegan la libertad de expresión y denostan el debate son procapitalistas. Todo se puede hablar, pero siempre desde la perspectiva capitalista y siempre sin salirse de ella.

Y ahora que el viento de la Historia hace conmoverse los cimientos del edificio capitalista, ahora que en la sociedad se generaliza un sentimiento de final de camino, de conclusión histórica, de necesidad de nuevos paradigmas, los fanáticos de esta religión tienen la necesidad de reafirmarse con más fuerza que nunca, cerrando firmemente las filas y condenando al ostracismo al disidente. Ahora que los problemas ambientales se acumulan sin que se les dé solución (al contrario, están empeorando rápidamente); ahora que los recursos y la energía empieza a escasear, ahora que las desigualdades sociales crecen y las guerras se multiplican, ahora más que nunca intentan negar la realidad de que el capitalismo se está resquebrajando y amenaza con hundirse, arrastrándonos a todos en su caída.

Su lema es "Capitalismo o muerte". Valga la redundancia.

Pues yo os digo: ya está bien de agotar nuestra paciencia, procapitalistas. Allá donde estéis, allá donde amenacéis, yo os señalaré con el dedo. Cada vez que, delante de los problemas, recitéis vuestro credo, yo os señalaré. Porque los únicos que deberían de avergonzarse son los que mantienen inconmovible su fe en un sistema ecocida y represor que solo persigue nuestra destrucción.

Antonio Turiel, junio de 2024.

sábado, 25 de mayo de 2024

Chispazo

 

Queridos lectores:

Tenía pensado escribir un post sobre uno de los últimos hypes del momento, el presunto descubrimiento por parte de los pérfidos rusos de un enorme yacimiento de petróleo en la Antártida (alguna persona ha llegado a decir que "se desmiente finalmente la teoría del peak oil"), pero afortunadamente para mí Quark ya ha escrito un excelente post mostrando que en realidad no hay más que el enésimo intento de despistar la atención pública con vanas esperanzas (y en este caso mintiendo descaradamente), cuando, como el propio Quark muestra en su último post, no parece posible superar el máximo de producción de petróleo de noviembre de 2018. Así que agradeciéndole la tarea hecha (un buen tipo, este Quark; lástima de su obcecación negacionista del Cambio Climático - nadie es perfecto) he pensado que merecía la pena dedicar mi atención a otro asunto de actualidad, éste mucho más cercano geográficamente y de gran trascendencia inmediata, como es el presunto peligro de apagón eléctrico que sufrió España hace tan solo tres días, el 22 de mayo.

Se hizo eco de este hecho el diario español El Economista, en la mañana siguiente al incidente (no busquen el enlace al artículo aquí, es criterio de este blog no enlazar a medios españoles). Según parece, hacia las 21:00 el operador del sistema eléctrico español, Red Eléctrica Española (REE), se vio obligado a utilizar todo el Sistema de Respuesta Activa de la Demanda (SRAD), un total de 609 MW de potencia, durante 3 horas. El SRAD es, esencialmente, un mecanismo similar a los llamados contratos de interruptibilidad que había antes. Algunas empresas que consumen mucha electricidad suscriben unos contratos especiales de suministro que le permiten al operador dejarles sin electricidad en cualquier momento, previo aviso de 15 minutos - a cambio, el precio de la electricidad es mucho más económico para estas empresa y también pueden recibir otras compensaciones. 

REE usa esta capacidad "desconectable" para compensar de manera muy rápida desbalances en la oferta, y generalmente se usa como último recurso, o casi. Es muy raro desconectar todas las empresas que están en el SRAD, entre otras cosas porque eso quiere decir que REE se queda sin mucho margen de maniobra para hacer frente a eventualidades que requieran una respuesta muy rápida. Por eso mismo, es todavía más raro que esta desconexión durase 3 horas, como si en ese período de tiempo no pudiesen poner en marcha otros medios.

En el caso del día 22, aparentemente se produjo una parada no programada de un reactor nuclear, en un contexto en el que otros dos reactores llevan ya un tiempo parados por recarga y, quizá, por el desfavorable entorno de precios cero, algo que ya comentamos y que se están prodigando estas semanas. Este tipo de incidencias suelen pasar, y normalmente se debe contar con otro tipo de centrales que puedan dar rápidamente respuesta a la falta de potencia; las mejores a ese fin son las centrales hidroeléctricas y las de ciclo combinado. Tras un año bastante seco las centrales hidroeléctricas en España no podían asumir tanta carga, y lo lógico era que hubieran entrado las centrales de gas de ciclo combinado. Pero no lo hicieron. Y así, durante 3 horas, la estabilidad de toda la red eléctrica española dependió de que con ese recorte de 600 MW del SRAD fuera suficiente.

¿Se hubiera podido producir un apagón? Los técnicos de REE no son idiotas y obviamente estuvieron trabajando activamente para conseguir garantizar la estabilidad, y contaban con algún recurso adicional. Sin embargo, si se hubiera producido una avería en cualquier otra central lo más probable es que se hubieran tenido que tomar medidas drásticas para evitar un apagón generalizado. Por eso, se puede considerar que el titular del artículo es un tanto exagerado e interesado (probablemente repondiendo a los intereses de las compañías eléctricas). Sin embargo, es innegable que de seguir de esta manera se corren muchos riesgos en caso de accidente.

Pero la clave aquí no es cómo de cerca o lejos se estuvo de que se produjera un apagón.

La clave está en saber por qué las centrales de gas de ciclo combinado no entraron en acción. Esto no tiene nada que ver con el interés de la descarbonización: éste es un problema de garantizar la estabilidad y buen funcionamiento de la red eléctrica.

El operador tiene mecanismos legales y potestad para obligar a que las centrales de gas de ciclo combinado funcionen al ritmo que se necesitan. Así que tenemos que suponer que si se ha corrido este riesgo inmenso de enviar a España a la Edad Media durante días, quizá semanas, es debido a que no se podía obligar a estas centrales a producir. Y eso es un indicio de que lo que sucedió es que no estaban en plenas condiciones para responder a esta emergencia de una manera rápida.

Es conocido que las empresas propietarias de centrales con tecnologías tradicionales están molestas con los precios cero de la electricidad, ya que ahora no pueden obtener los beneficios que extraían. Es por ese motivo que la recarga actual de dos reactores nucleares le resulta muy oportuna a sus propietarios y más si pueden estirar su duración un poquito más (el problema de los precios cero es más probable en primavera, en verano la demanda aumentará por el calor y el precio subirá). Y es probablemente por ese mismo motivo que las centrales de gas de ciclo combinado no estaban físicamente preparadas para entrar al quite cuando fuera necesario. 

Se tiene que pensar que se necesita aproximadamente una hora y cuarto para poner en pleno rendimiento una central de gas de ciclo combinado partiendo de el estado de base, pero mucho menos si se la mantiene "al ralentí". Lo cual, de nuevo, suscita muchas cuestiones. La desconexión de la central nuclear que tuvo que hacer la parada no programada no fue inmediata y se avisó con cierta antelación, posiblemente un par de horas. ¿Por qué motivo no se puso a rodar inmediatamente suficiente potencia de ciclos combinados para compensarlo? ¿Y por qué no se estiró un poco más la potencia que daba la hidroeléctrica, que fue frenando hacia el final del día?

Lo más probable es que esto se debiera a mecanismos de mercado. Alguién calculó que salía más a cuenta pagar la interruptibilidad que poner en marcha los ciclos combinados, total para un período de unas pocas horas. Y quizá efectivamente económicamente era más rentable. Pero también era más peligroso desde el punto de vista técnico.

No cabe duda de que la noticia de El Economista en sí, con su alarmismo sin análisis de las causas y del desarrollo del incidente, busca favorecer el punto de vista de las compañías eléctricas, que están disgustadas por la situación actual y que buscan forzar cambios regulatorios de manera que ellas puedan seguir consiguiendo los grandes beneficios que conseguían antes. Lo que sucede es que es enormemente irresponsable jugar con fuego.

Si realmente esto es lo que ha pasado (que se ha mantenido deliberadamente cierta cantidad de centrales de gas de ciclo combinado inactivas), alguien ha cometido una terrible imprudencia. Si es así, alguien debería de responder ante los tribunales por la responsabilidad de haber creado una situación de peligro y encima por meras razones economicas.

Por terminar, este incidente muestra que se necesita una profunda reforma de mercado eléctrico. Lo mismo que reclaman las compañías eléctricas, aunque la reforma que se necesita debería ir en la dirección contraria a la que proponen ellas.

Aciertan los defensores del modelo REI cuando dicen que se tiene que aprovechar el aumento de producción de nueva renovable para ir cerrando ciclos combinados y así emitir menos CO2. Sin embargo, vamos a seguir necesitando potencia de respaldo y eso implica mantener los ciclos combinados: usándolos tan poco como sea posible, sí, pero tienen que estar ahí para salir al quite. Seguir soñando con futuros sistemas de macrobaterías, que en realidad no van a instalarse nunca por falta de materiales, no puede hacer perder de vista de que hay que gestionar el ahora. Y en el ahora, el actual sistema de precios marginalista en el mercado mayorista hace que los propietarios de los ciclos combinados pierdan dinero, y eso nos lleva a situaciones aberrantes como la del pasado miércoles, en las que nos jugamos todo el sistema eléctrico por una pataleta.

Quizá sería el momento de empezar a decir unas cuantas verdades incómodas más. Que la electricidad es un bien indispensable hoy en día y que se tiene que priorizar la calidad de su servicio. Que intentar mantener un sistema de mercado en un contexto de oligopolio natural no tiene sentido y lleva a estas aberraciones. Que favorecer la introducción masiva de energía renovable probablemente implica incrementar enormemente su potencia instalada para compensar su intermitencia, y eso implica que no se puede hacer rentable en el sentido económico aunque lo sea en el sentido social y ambiental. Y que, teniendo en cuenta todo lo anterior, probablemente la generación y distribución deberían ser públicas. Eso, o arriesgarnos a que un día un señor desde un despacho de La Castellana nos mande a todos a la Edad Media por haber querido jugar a ser dios solamente por ganar unos millones de euros más.

Salu2.

AMT

P. Data: Si quieren saber más, no dejen de leer la serie de la lavadora de Beamspot.

miércoles, 10 de abril de 2024

El marco mental del enemigo

Queridos lectores:

"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?" 

Ésta es la pregunta frecuente que oigo al finalizar cualquier acto en el que participo. Una pregunta muy lógica en el marco mental que nos movemos, y que por tanto es muy repetida.

En cualquiera de estos actos empleamos, aún, una cantidad increíble de tiempo en hacer el diagnóstico de la situación, y queda siempre poco margen de tiempo para hablar sobre el qué hacer. Pero no hay remedio: hay que repetir y profundizar una y otra vez en la explicación de qué es lo que pasa, por culpa de la abrumadora sordina mediática sobre la verdadera dimensión de la crisis biofísica de nuestra civilización (la policrisis como a veces se dice, fruto del choque repetido y obstinado contra los límites biofísicos del planeta). Porque la gente no sabe lo que está pasando en realidad. Ven que las cosas no funcionan, que no van bien, pero no entienden. Más aún: hay tal cantidad de basura comunicativa, de cachivaches (des)informativos, que resulta tan difícil avanzar en la discusión como lo es moverse en medio del desván de la abuela: a cada paso, alguien te saca una "noticia" que leyó o escuchó (a veces hace ya años, pero nunca fueron desmentidas), cáscaras vacías que siempre envejecen muy mal pero que continúan ocupando espacio en la discusión: que si grafeno, que si fusión, que si torio, que si combustibles sintéticos, que si hidrógeno verde, que si metanol, que si baterías de sodio, que si litio-fosfato, que si geotermia, que si undimotriz... Y en medio de ese espeso follaje de medias verdades y clamorosas mentiras, yo me encomiendo a nuestro patrono, San Brandolini, y voy paciente pero penosamente abriéndome camino con el machete de los datos y el análisis técnico. Y así, cuando por fin y ya sin tiempo llegamos a la claridad de comprender la situación, es cuando llega la pregunta de marras.

"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?"

Esta frase es, en realidad, una falacia más, pero de un tipo diferente a las anteriores. Y es que si bien las anteriores se pueden refutar desde un punto de vista técnico, con argumentos científicos y datos contrastados, en este caso el problema es conceptual. Es una pregunta mal formulada porque parte de un marco conceptual erróneo.

El marco conceptual del enemigo.

Porque, después de una farragosa discusión técnica, sobre cuestiones técnicas, contrastando datos del mundo real, se plantea el "¿y entonces qué?" como si la respuesta debiera darse en el mismo plano conceptual, es decir, en el técnico.

Pero eso es una falacia.

Todo el trabajo previo, todo el trabajo que he hecho en estos 14 años de divulgación, se resume en que no hay ninguna manera técnica de mantener el capitalismo. No es posible, físicamente, seguir con el mismo sistema socieconómico. Faltarán recursos, faltará energía, y los problemas ambientales y el Cambio Climático en particular ya están causando desastres en cascada que afectan a la "normal" ejecución del sistema económico. Solo cabe esperar fallos y más fallos, cada vez más concatenados y al final en cascada, hasta que en la práctica el capitalismo, tal y como lo entendemos hoy en día, haya desaparecido de una manera u otra, bien porque haya evolucionado hacia un sistema democrático o - más probablemente - autoritario que sí que nos mantenga dentro de los límites biofísicos del planeta, bien porque la civilización colapse (y en el caso extremo la especie humana se extinga).

"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?"

Esa pregunta contiene, implícita, la idea de que se den soluciones técnicas para mantener el sistema tal cual. Al formular esa pregunta de esta manera, se da por hecho que hay que mantener el capitalismo y solo se acepta escuchar sobre desarrollos científicos y tecnológicos.

Llevamos atascados en este punto literalmente décadas. Hace 50 años que sabemos que no hay soluciones científico-técnicas que permitan mantener el capitalismo, pero llevamos 50 años poniendo todo el peso de la discusión en las soluciones científico-técnicas. Es la doctrina del solucionismo.

Es el marco mental del enemigo. 

Pensamos con el marco mental del enemigo, lo cual imposibilita encontrar ninguna solución.

Los industrialistas (de los que ya hablamos hace unas semanas), esas personas que piensan que el único modelo de transición energética posible es uno basado en instalaciones de energía renovable a escala industrial para producir energía a escala industrial con el objetivo único y declarado de mantener la actual civilización industrial a la misma escala de hoy en día, no aceptan que pueda haber ningún otro marco de discusión. Continuamente vociferan y porfían que éste es el único marco de discusión, y que quienes se salen de él son catastrofistas, colapsistas o, en el mejor de los casos, políticamente ingenuos. Mientras tanto, como ya comentamos, avanzamos con paso firme hacia otro shock de precios en el petróleo y posiblemente en el gas natural, mientras que la repetición de curtailments y precios cero o negativos no solo en España sino en toda Europa evidencian que el modelo de Renovable Eléctrica Industrial (REI) está fracasando, con el lógico nerviosismo generalizado, ataques mutuos entre diversos generadores de electricidad, y larguísimas y aburridísimas (aparte de técnicamente endebles) explicaciones por parte de presuntos gurús energéticos sobre por qué esto no es un problema y que hay un futuro brillante para el REI (y no será porque no se hubiese avisado, yo mismo en el Parlament de Catalunya en septiembre de 2022 en un rato que las honorables personas que me oían pudieron dejar de mirar sus móviles).

Por si esto fuera poco, la crisis ambiental sigue su curso. El desbalance radiativo del planeta llega a los 2 vatios por metro cuadrado, un valor extraordinariamente elevado (la última glaciación terminó por un desbalance, temporal, cuatro veces menor). La AMOC podría colapsar. Innumerables ecosistemas en todo el mundo podrían desaparecer. Los plásticos y otras sustancias tóxicas entran en nuestro torrente sanguíneo. El agua dulce escasea. La sequía es un fenómeno global que pone en peligro alimentario a millones de personas. Problemas todos ellos que el REI no solo no ayuda a resolver, sino que los agrava (incluyendo la presunta reducción de emisiones de CO2). Problemas que no admiten ningún tipo de aplazamiento

"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?"

Solo hay una.

Salir del marco mental del enemigo.

No hay solución posible dentro del capitalismo. Simplemente, no la hay.

El crecimiento económico es incompatible con la preservación ambiental. Lo dice la propia Agencia Europea del Medio Ambiente, que es un organismo dependiente de la Comisión Europea. 

No hay ninguna negociación posible con el capitalismo. Lo único que podemos discutir es su finalización, si es que queremos tener un futuro.

Hay soluciones, pero no son de carácter técnico. Eso no quiere decir que la ciencia, la técnica y el desarrollo tecnológico no sean útiles. Lo son; más aún, son parte imprescindible de la solución. Pero fuera de un marco capitalista.

Los industrialistas continúan haciendo ruido una y otra vez para evitar que nos paremos y nos demos cuenta de que el problema está mal planteado. Que el problema no se podrá resolver con más tecnología, sino con más cultura, más sociedad, más personas verdaderamente humanas. El solucionismo nos distrae de la discusión real.

Durante estos meses yo sigo hablando con representantes de muchas empresas muy diferentes, todas ellas en el sector productivo. Todas ellas son conscientes de la gravedad del momento. De hecho, para todas ellas (dicho por los propios directivos con los que he conversado) la clave ahora mismo no está en el crecimiento, sino en la supervivencia. No tienen claro si podrán sobrevivir, están buscando desesperadamente métodos y maneras, de todo tipo, para sobrevivir. 

Entonces, si la industria tiene claro que la batalla es otra, ¿a quién le interesa este solucionismo impuesto a grito pelado de los industrialistas, el mismo que nos está arrastrando al foso?

El solucionismo solo le interesa al poder financiero, puesto que en un mundo postcapitalista no tiene futuro. El sector financiero es el único que no acepta ni aceptará nunca que el mundo ha cambiado, porque aceptarlo significa aceptar que su negocio se ha terminado.

Los industrialistas, con su solucionismo machacón, están hablando solo en representación del poder financiero. Es al único al cual realmente representan. 

Mientras, en el mundo real, el cambio que más desesperadamente necesitamos es social y es cultural. Da vergüenza ajena ver personas que dicen venir del ámbito de las ciencias sociales claudicando a las exigencias del industrialismo, aceptando que el momento no está "políticamente maduro" para abandonar el capitalismo (en una muestra más de insultante y condescendiente paternalismo). 

Pues no. El cambio que necesitamos es cultural, es social, es económico, es político y es radical, ya que se necesita ir a la raíz del problema. Necesitamos salir del marco mental del enemigo, y empezar a pensar por nosotros mismos, a ser libres, a respirar.

Y a éstos que no se ven capaces de abandonar el marco mental del enemigo les diría que si no van a ayudar, que se aparten y no estorben - si es que su ego se lo permite.

Salu2.

AMT

P.Data: Quizá habrán notado que, a pesar de mi promesa de escribir más durante este 2024, el ritmo de publicación de posts continua siendo bastante ralo. Pero en realidad sí que estoy cumpliendo mi promesa, solo que no estoy escribiendo aquí: continúo preparando mi próximo libro, de título provisional "El futuro de Europa", que debería entregar en un par de meses (por cierto, el libro intenta dar respuesta al solucionismo que se plantea en este post, centrándome sobre todo en la cuestión técnica). Así que discúlpenme que me prodigue menos por aquí y permanezcan en sintonía.

sábado, 23 de marzo de 2024

Onda de shock


Queridos lectores:

Durante las últimas semanas, una serie de noticias han ido mostrando la debilidad estructural en la que está instalada la política energética e industrial de Europa y también de España. A pesar de la multitud de mensajes confusos y contradictorios que se van lanzando desde los medios de comunicación para intentar disimular que estamos embarcados en pleno proceso de descenso energético, varias verdades simples nos muestran la cruda realidad de las limitaciones técnicas de las soluciones tecnológicas que se prometían como "definitivas", cuando no como salvadoras.

De una parte, Europa sigue dependiendo enormemente del gas natural. Aún cuando el consumo de este combustible fósil ha decrecido en el continente en los últimos años, y particularmente después del inicio de la guerra en Ucrania, sigue siendo elevado, como elevada sigue siendo la dependencia del gas ruso, ahora disimulada a través de los trasvases de gas licuado usando España como plataforma de redistribución (lo cual explica por qué el gas ruso que llegaba a España se situaba alrededor del 5% en 2020 y actualmente ronda el 20%). El otro gran proveedor cuyo gas licuado redistribuye España es EE.UU., el cual ha aumentado enormemente sus exportaciones de gas natural licuado hasta ser ahora el primer exportador de GNL del mundo. España, que aún concentra el 40% de la capacidad de regasificación de Europa, actúa como nodo de llegada de los grandes cargamentos de gas natural licuado desde Rusia, EE.UU. y Oriente Medio, y desde los puertos españoles el gas es reexportado hacia las instalaciones de menor capacidad de otros puertos europeos.

Empero, en las últimas semanas se ha comenzado a registrar una paradoja respecto al gas natural. El precio de esta materia prima en EE.UU. es demasiado bajo, lo cual incentiva su exportación hacia Europa, a donde llega sensiblemente encarecido (entre dos y tres veces más caro), pero aún a un precio competitivo comparado con el coste del gas en Europa. Por dar una referencia, en diciembre de 2023 el precio de 1 MBTU de gas natural en EE.UU. era de 2,52 dólares mientras que en Europa era de 11,51 dólares, es decir, era más de 4 veces más caro en Europa. El problema para los EE.UU. es que el volumen de exportaciones de gas natural licuado no hacen más que crecer, lo cual encarece su precio en ese país, hasta el punto de que en 2022 el gasto en gas natural en EE.UU. se había incrementado más del 60% comparado con los niveles pre-pandemia.

Es en este contexto que se entiende el anuncio de la pausa en la concesión de nuevos permisos para la exportación de gas natural anunciada por EE.UU. a finales de enero. Y aunque desde el Departamento de Energía de los EE.UU. y la Comisión Europea se repite que esto no va a afectar a los precios en Europa, lo cierto es que a este lado del Atlántico hay una preocupación fundada por esta limitación. Al final, si los precios no suben seguramente tendrá más que ver con la destrucción industrial severa que se está experimentando en Europa: solo en Alemania las emisiones de CO2 cayeron un 20% en 2023, lo cual seguramente implica un descenso semejante de la actividad industrial en general (en el sector químico se constata una reducción del 23% en ese mismo período).

Pero no todo es cuestión de la demanda. En EE.UU. se empieza a anticipar la llegada al pico del fracking tanto para el petróleo como para el gas, una industria que se ha mantenido con incentivos fiscales y favoreciendo la exportación a otros países desde su primer pico de producción en 2016. Incluso con esta presión a favor, estamos ya cerca de la máxima producción posible (el pico del petróleo de fracking en EE.UU. podría incluso ser este mismo año y en todo caso antes del fin de la década, según Art Berman, y después la caída será muy rápida, como corresponde a este tipo de recurso). En el resto del mundo, la inversión en upstream de gas natural y petróleo continúa en niveles muy bajos comparados con el máximo de 2014.


De hecho, si la caída no parece aún mayor es por el gran aumento de la inversión en instalaciones auxiliares para la exportación de gas natural: sin esa inversión, la curva estaría en el nivel de 2021.

En este contexto, ni Rusia ni Arabia Saudita parecen muy proclives ni probablemente capaces de aumentar su producción de petróleo. Pero la Agencia Internacional de la Energía durante meses ha alimentado el discurso de que había un exceso de oferta de oferta de petróleo y que de hecho lo que se está produciendo o a punto de producirse era un pico de demanda, y que el mercado esta bien abastecido. Nada más lejos de la realidad.

La producción de petróleo crudo + condensado (la parte de esos "todos los líquidos del petróleo" que puede ser usada para producir combustible) tocó máximo en noviembre de 2018 y no tiene visos de aumentar significativamente en los próximos años (y eso que la previsión del Departamento de Energía de los EE.UU., la línea roja, es seguramente bastante optimista).

Gráfica de Peak Oil Barrel, https://peakoilbarrel.com/october-world-oil-production-continues-to-rebound/

En realidad, el final de 2023 y principio del 2024 ha visto una considerable reducción de la producción de la OPEP, con lo que en los próximos meses lo más probable es que aún falte más petróleo. Sin embargo, el incremento de la producción de los Líquidos del Gas Natural (que en un 90% son butano y propano y solo sirven para ahorrar petróleo en la producción de plásticos en las refinerías, pero no para aumentar la disponibilidad de combustibles) ha permitido que la categoría de "todos los líquidos del petróleo" (que lo suma todo como si todo fuera igual) haya recuperado el nivel de 2018 de unos 101 Mb/d, aunque sea de manera temporal y así se disimula el problema de fondo... o no. Porque recientemente la Agencia Internacional de la Energía ha cambiado su discurso y ha pasado de decir que sobraría petróleo a decir que va a faltar. Inclusive se anticipa una fuerte subida de precio del barril de petróleo para el mes de mayo. Yo en realidad contaba con un entorno de precios estables precisamente por la caída de demanda (no por un inexistente exceso de oferta) originada por la destrucción industrial y recesión en Europa, pero parece que la creciente limitación en oferta va a ser más fuerte y el precio se disparará. Así que prepárense, porque en un entorno recesivo nos podemos encontrar que el precio de los carburantes vuelve otra vez a subir.

Y si todo lo anterior no fuera suficiente, en España estamos llegando a los límites del modelo de Renovable Eléctrica Industrial (REI), que se basa en la producción masiva de electricidad renovable distribuida en una red de alta tensión para su consumo en grandes centros de consumo. Éste es el modelo de transición renovable que se vende como el único posible y deseable, a pesar de que conocemos sus muchas limitaciones desde hace tiempo. En particular, el consumo de electricidad (tanto en España como en la UE como en el conjunto de la OCDE) sigue una curva tendencialmente descendente, con subidas y bajadas, desde 2008, como ilustra esta gráfica de Sergi Saladié para el consumo de electricidad distribuida por la red de alta tensión en España.


Sin embargo, la potencia eléctrica instalada en España ha seguido creciendo a lo largo de los años, y ahora especialmente con los planes de transición renovable. El caso es que en la actualidad hay una potencia instalada de 120 GW para cubrir una demanda media de unos 26 GW con picos de máximo consumo de 41 GW. Y aunque es necesario cierto nivel de redundancia para tener en cuenta el factor de planta que es lógicamente más bajo en el caso de las plantas renovables, 120 GW es un nivel de redundancia excesivo. El discurso del modelo REI dice que necesitamos incrementar rápidamente la capacidad de producción de electricidad con renovables, porque vamos a contar con nuevas tecnologías (como el coche eléctrico o el hidrógeno verde) que nos van a permitir sustituir el actual consumo de energía fósil. La realidad es que eso no está pasando por multitud de cuestiones técnicas. Lo que sí está pasando es que se está incrementando el número de horas en las cuales la electricidad se está pagando a precios cero, debido al exceso de producción renovable: son un efecto de los temidos curtailments o momentos en los cuales hay tal exceso de producción respecto al consumo que parte de la energía producida no se aprovecha. No solo no se aprovecha: con el sistema marginalista de fijación de precios en el mercado eléctrico mayorista se produce esa situación de precios cero.

Éste problema de sobrecapacidad renovable, que genera excesos de producción a ciertas horas y déficit a otras (lo cual obliga a mantener encendidas - y a pagarlas - centrales térmicas para cuando se las necesite) se registró ya en Alemania en 2016. En aquel entonces se establecieron allí limitaciones a las subvenciones que reciben las renovables si los precios cero se mantenían más de 6 horas (aquí les dejo el enlace a un TFM que analiza esta cuestión y cómo gestionarla), lo cual suponía un cambio en los contratos de tarifas reguladas que se habían firmado a largo plazo e infinidad de cuestiones jurídicas. A pesar de ello, situaciones de precio cero o negativo se han seguido produciendo en Alemania, en parte amortiguados con la venta de electricidad a sus vecinos, con quien Alemania está bastante bien interconectada pero lo cual limita la expansión renovable en esos países. Con esto Alemania ha conseguido limitar el número de horas con curtailments por debajo del 1% del total. En España la situación es más complicada: en 2022 Red Eléctrica Española anticipaba que los curtailments llegarían a ser el 5,5% del total de energía producible, lo cual es un porcentaje excesivo porque pone en peligro no solo la rentabilidad de las renovables, sino la de las nucleares. De hecho, en el último mes ha habido tantas horas con curtailments como en todo 2023, lo cual es un síntoma de aceleración del problema.

Es esta situación tan complicada la que explica la creciente animosidad entre los defensores de la energía nuclear y los de las renovables, y que pone también en contexto la reciente demanda de Iberdrola contra Repsol por competencia desleal y greenwashing. Iberdrola tiene una situación financiera delicada, con 48.000 millones de euros de deuda, una parte de la cual adquirida por sus inversiones en el sector renovable que esperaba rentabilizar ampliamente y que ahora con los curtailments ven peligrar.

Y esto no tiene vistos de mejorar. Como explicaba Beamspot en su serie "La lavadora de medianoche"  (ahora continuada en su propio Substack), justamente el principio de la primavera es el momento más proclive a estos excesos estacionales. Júntese a ello el declive industrial, y todo hace anticipar que los problemas y malestar con los curtailments se van a intensificar en abril y que en cualquier caso irán empeorando con el paso de los años... hasta que se decida introducir cambios sustanciales en el modelo, bien en la retribución o, lo que sería mejor, en el diseño de producción.

La energía vuelve con fuerza a ser protagonista de los problemas que viviremos en los próximos meses. Yo esperaba un 2024 relativamente tranquilo en lo que a la crisis energética se refiere, un año de transición, pero me temo que la cosa puede empeorar sensiblemente de manera rápida.

Para mi, con todo, lo más preocupante es la creciente tendencia al militarismo en Europa, incluso mencionándose repetidamente como una estrategia de reindustrialización. Ese keynesianismo militarista no anticipa nada nuevo. Ya lo comentamos hace ahora nueve años: el rearme de Europa no tiene como objetivo la lucha, imposible, contra el hipotético enemigo ruso, sino la apropiación manu militari de los recursos de África. Ése era entonces y sigue siendo el riesgo, la tentación de un continente pobre en recursos que se resiste a aceptar que necesita un cambio de su sistema económico y una política industrial decrecentista, si es que ello es posible. Se usa el espantajo de Rusia para el rearme, la orientación industrial hacia la guerra y la militarización de las conciencias para hacer aceptable, incluso natural, la conquista del Norte de África. Pero no estamos en el siglo XIX, sino en el XXI. Esta vez nos conocen y no están indefensos. Embarcarse en esas nuevas guerras coloniales no solo es moralmente abyecto; es además un estrategia de huida adelante inmoral e inútil.

Porque es importante que algunas ideas permanezcan en la memoria colectiva, repitámoslo una vez más: No a la guerra.

Salu2.

AMT

viernes, 16 de febrero de 2024

Si nuestra supervivencia fuera importante


Queridos lectores:

Este no es un post cómodo. No sigan leyendo si no se sienten con la presencia de ánimo adecuado. Avisados quedan.

La semana pasada cayó como una bomba la publicación del último estudio sobre un hipotético colapso del brazo atlántico de la Corriente de Lazo Meridional (AMOC).  Y no es porque este tema no haya sido estudiado con intensidad desde hace décadas, sino porque este estudio cierra un frente que aún permanecía abierto en este debate. Durante los últimos años, con la mayor abundancia de datos y mediciones y con mejores herramientas de análisis, se ha ido acumulando cada vez más indicios de que el Cambio Climático podría llegar a ocasionar el colapso de la AMOC. Particularmente relevante fue un estudio publicado el año pasado en Nature Communications que mostraba que el colapso de la AMOC podría llegar a producirse en cualquier momento de este siglo. En aquel momento yo publiqué un post sobre el tema ("Si no es ahora, será después"), el cual les recomiendo que lean ahora si no saben absolutamente nada sobre esta corriente oceánica y las consecuencias de su detención. Y aún no ha pasado un año cuando ha aparecido el impactante estudio de Westen, Kliphuis y Dijkstra en Science Advances, el cual claramente marca un antes y un después.

La importancia del estudio de Westen et al radica en que por primera vez se consigue reproducir el colapso de la AMOC en un modelo de simulación climática de los que usa el IPCC. En el experimento numérico, se aumenta de manera muy lenta y progresiva el flujo de agua dulce que provendría de la fusión del agua continental en Groenlandia y Canadá, mientras que se mantiene una concentración de gases de efecto invernadero y una temperatura constantes y con valores de antes de la Revolución Industrial. Porque el objetivo del experimento numérico no es reproducir lo que está pasando en el mundo real ahora mismo, sino saber si con el forzamiento adecuado el colapso de la AMOC podría producirse, a qué velocidad sucedería y si existen un indicador temprano que nos alerta de la cercanía al colapso. Y aunque el valor de descarga de agua dulce a partir del cual la AMOC colapsa es elevado (unas 80 veces más grande que la descarga estimada desde Groenlandia), lo que se observa es que la AMOC colapsa muy rápido, de modo que antes de 100 años su valor es casi residual, y el grueso de la caída se verifica en menos de 50 años. Por otro lado, se encuentra que el flujo de agua dulce a través del paralelo 34º S es un indicador fiable de la proximidad al punto de colapso, independientemente de sus causas (si es solo el exceso de agua dulce del deshielo continental u otras causas individualmente o combinadas). En la segunda parte del trabajo se toman medidas del mundo real para hacer estimaciones del flujo de agua dulce a través de 34ºS para ver dónde estamos, y aquí es donde se desatan los demonios: el valor actual de ese flujo revela que estamos muy cerca de llegar al colapso de la AMOC, si no es que ya está en marcha. Y que, en todo caso y si no se toman medidas, el colapso comenzará este mismo siglo, en consonancia con el estudio de Ditlevsen & Ditlevsen del año pasado.

He visto algunas críticas quitando importancia al trabajo de Westen et al debido al hecho de que el flujo de agua dulce que provoca el colapso de la AMOC es muy elevado (alrededor de 0,5 Sv o hectómetros cúbicos por segundo) y que por tanto no es realista y que eso significa que no hay un riesgo real de colapso de la AMOC. En realidad quien dice esto no ha entendido el trabajo: como he dicho más arriba, en la parte del análisis con el modelo numérico Westen et al están buscando tres cosas: 1) saber si un modelo puede reproducir un colapso de la AMOC con el forzamiento adecuado; 2) si tal colapso sería rápido; y 3) si existe un indicador temprano de ese colapso que no dependa del forzamiento. Y la respuesta a esas tres preguntas es sí. Después, van a los datos del mundo real y con ese indicador evalúan en qué punto estamos, y el resultado es clara e indiscutiblemente alarmante. Y es que, en realidad, hay muchos factores que están parando la AMOC. Uno de ellos es el agua del deshielo, pero otro que seguramente está siendo más importante (porque afecta a un área mucho mayor) es la reducción del viento en superficie, porque el  viento vuelve el agua más densa por dos efectos: por que la enfría y porque favorece la evaporación, que la vuelve más salina. Y estamos constatando que el viento está siendo anómalamente bajo en esta zona.


En realidad, es muy difícil contabilizar todos los factores y procesos que están afectando la AMOC, y además mucho de ellos son más difusos y afectan a un área mucho mayor que el modelo simple conceptual que se suele usar (cuña aquí: en mi grupo hemos desarrollado un método pionero para poder medir directamente la formación de aguas profundas a través de datos de satélite, y pronto - cuando acabe de revisar yo el nuevo artículo - mostraremos qué está pasando en el Atlántico Norte). Por tanto, lo más sensato es mirar a los indicadores tempranos como el que se ha analizado en Westen et al (que en realidad no es nada nuevo y que hace tiempo que se utiliza como indicador de la estabilidad de la AMOC).

Como el propio artículo de Westen et al muestra, si la AMOC colapsa los efectos climáticos serían catastróficos. Sin el efecto benéfico de esta corriente oceánica, que aporta calor y humedad a Europa, el continente tendería al clima que le correspondería por la latitud a la que se encuentra, similar a la de Canadá o la del sur de Siberia. Las temperaturas en la Europa Central caerían unos 30 grados, el hielo del Ártico llegaría cada invierno a las puertas de París... El continente no solo se volvería más frío, sino también más seco, y probablemente sería completamente inhabitable. Los países del Sur de Europa se quedarían con temperaturas mucho más aceptables, aunque el reto seguiría siendo la escasez de precipitaciones (lo cual dependería de si la corriente del Golfo se debilita mucho o no). Al otro lado del Mediterráneo y en Mesoamérica, las temperaturas se dispararían porque el exceso de calor atlántico no tendría por dónde liberarse. En general las tempestades se volverían mucho más violentas en todo el Atlántico Norte, y por ajuste geostrófico el nivel del mar en esta zona subiría al menos 70 centímetros. Pero lo peor sucede alrededor del Ecuador: el recalentamiento del Trópico de Cáncer empujaría la Zona de Convergencia Intertropical varios centenares de kilómetros hacia el sur, lo cual desplazaría el monzón sudamericano (acabando con la selva amazónica), el africano (acabando con la selva africana) y el indio (comprometiendo las cosechas en ese subcontinente habitado por 1400 millones de personas). Lo peor del asunto es que hay muchos síntomas de que esto está comenzando a suceder: sequía en Europa y en Mesoamérica, desplazamiento de la ZCIT, sequía en la India, recalentamiento del agua superficial del Atlántico Norte...

Bien, hasta aquí la justificación de por qué el artículo de Westen et al es tan importante y el diagnóstico de la situación.

La pregunta natural ahora es:

¿Qué podemos hacer para evitar esta catástrofe? 

Eso si es que siquiera es evitable; si no, la pregunta es:

¿Qué podemos hacer para adaptarnos a esta catástrofe?

Teniendo en cuenta la magnitud del problema, cualquier propuesta tiene que tener también una dimensión comparable a lo que se quiere hacer frente.

Algunos políticos de poco fuste pero mucha mala fe han intentado aprovechar la noticia para intentar una vez más impulsar su fallida agenda industrialista, apostando de nuevo por más aerogeneradores, más placas, más coches eléctricos, más hidrógeno verde, más país, más planeta y si te descuidas pronto más galaxia. No son conscientes del ridículo que hacen con su cortedad absoluta de miras y su rigidez mental delante de la complejidad  y variabilidad de los retos en el mundo real.

Otros políticos con todavía peor intención, y su caterva de trolls (los que están a sueldo y los voluntarios entusiastas, que también los hay) optan por redoblar los cantos de sirena del negacionismo climático, tildando estos estudios de exagerados y apocalípticos, de dogma climático y de impulsar una agenda de tintes comunistoides con esta excusa.

Pero mientras unos y otros rebufan por los dos lados del espectro político, el poder económico ha tomado buena nota de los estudios y es perfectamente consciente de lo que hay en juego. De hecho, yo diría que en (ciertas) altas instancias hay ahora una visible incomodidad que poco a poco se va tornando en pánico.

Desde el punto de vista de esta gente, la que realmente rige los destinos de nuestra sociedad, la aproximación lógica a este problema es apostar por la geoingeniería, es decir, la modificación artificial del clima basada en un despliegue masivo de medios de todo tipo. Para ellos, éste enfoque es el lógico porque, aparte de implicar no cambiar para nada la deriva del sistema económico actual, se está creando toda una nueva oportunidad de negocio. Ya hace tiempo que se le hace publicidad a este tipo de "solución" y se intenta presentarlo como una opción viable y razonable. Estoy seguro de que a partir de ahora se van a redoblar los esfuerzos para que la opinión pública lo acepte como "la solución natural". El problema con la geoingeniería es doble: por un lado, se generan efectos secundarios indeseables e impredecibles, porque no tenemos ni una comprensión tan completa ni un control tan total sobre los procesos involucrados; por el otro lado, la escala a la que se tendrían que desplegar estas medidas para que tuvieran algún efecto es tan colosal que no es factible físicamente, no digamos ya económicamente. Quizá las únicas medidas que podrían crear un efecto a la altura de lo que se necesita sería quemar todos los bosques del mundo o una guerra nuclear - y creo que en esos dos casos los efectos indeseados resultarían bastante evidentes hasta para los más cerriles.

Un plan sencillo.

Podría pensarse que no hay nada que hacer delante este gigantesco problema, y que por tanto estamos condenados.

Nada más lejos de la realidad, al menos desde el punto de vista material, técnico. Salvo si realmente ya hemos superado un punto de irreversibilidad, aún estamos a tiempo de parar esto. Físicamente, aún es posible. Y ahora explicaré cómo.

Sé bien que los que braman desde lo que ellos llaman izquierda tacharán esta propuesta de "ingenuidad política". Cabe preguntarse si lo que ellos hacen no es todavía de una mayor ingenuidad, teniendo en cuenta que no consiguen cambiar nada. Mejor intentar cambiar algo y fallar que no intentarlo absoluto.

Por su parte, los que braman desde lo que ellos llaman derecha tacharán esta propuesta de "agenda globalista socialista davosiana comunista para acabar con la libertad" y no sé cuántos disparates más. Creo sin embargo que la destrucción de todo restringirá muchísimo más la libertad de las personas y las oportunidades de hacer negocios.

En todo caso, como es más que previsible que habrá una fortísima oposición por motivos ideológicos y para nada basados en la evidencia científica, y debido a que el esfuerzo que se requiere es escala planetaria, la primera cosa que creo que se debe hacer es dedicar un par de años a hacer todo el trabajo científico y técnico de evaluación de la magnitud del problema y llegar a un consenso sobre el estado actual y los riesgos potenciales. Quizá no tenemos esos dos años para perderlos, pero me temo que no tenemos elección, teniendo en cuenta cómo funcionan las comunidades humanas, incluyendo las científicas.

Una vez concluidos los trabajos de la comisión científica, se tendría que celebrar una gran conferencia planetaria, que forzosamente debería durar muchos meses, con grupos de trabajo verdaderamente interdisciplinares y sin la habitual injerencia de intereses espurios rebajando el tono de los textos. Esta conferencia debería salir con medidas concretas, concisas y de carácter fundamentalmente técnico.

En cuanto a las medidas, lo que se podrá discutir cómo se reparten pero la cosa es bastante simple: tenemos que reducir con carácter inmediato las emisiones de CO2 en un 90%. "Inmediato" quiere decir a la mayor brevedad, y por poner un plazo antes de un año. Luego, de manera más paulatina, habría que ir reduciendo el 10% restante. Haciendo eso, y teniendo en cuenta los mecanismos naturales de la Tierra de reabsorción de CO2, en un par de décadas deberíamos comenzar a notar efectos positivos y, si hemos tenido suerte, habríamos evitado el peor escenario.

Para que quede claro, esto no es decrecimiento. Esto es tirar a fondo y a la desesperada del  freno de emergencia. Con el decrecimiento se busca conseguir de manera paulatina y progresiva un descenso material y energético de manera que no se comprometa el bienestar de la gente. Aquí no. Aquí se alteraría de manera drástica y radical las condiciones de vida de todo el mundo,  sobre todo en los países más opulentos. Hay que ser honestos: la calidad de la vida bajaría. Todo estaría racionado, hasta los alimentos y el agua. Sería implementar una economía de guerra, con una obsesión que dominaría todas las acciones e intenciones, luchar para evitar esta catástrofe.

No es un escenario cómodo, agradable y progresivo lo que se ofrece. Es simplemente la única manera que tenemos de intentar evitar lo peor, y  es la única manera que está a la altura del tamaño y la gravedad del problema que nos desafía. Por eso es duro y desagradable, porque el peligro que afrontamos es muchísimo peor.

No es el futuro que querríamos, es el futuro que podríamos tener. El único realmente viable.

Sí, ya sé lo que dirán. Que no es políticamente viable. Que nunca se hará. Ahora vuelvan al principio del post y miren el mapa de cómo quedará el mundo. Piensen en los 3.000 millones de personas que se verán directamente impactadas por esta tragedia y que probablemente tendrán que abandonar sus lugares de residencia. Sí, lo que propongo es una locura. Pero no hacer nada y que sobrevenga esto es una locura mucho mayor. Tendremos que acostumbrarnos a luchar por estas locuras que nos ofrecen un futuro incómodo e indeseable si queremos simplemente tener un futuro.

Ya les dije que éste no era un post cómodo.

Por terminar: siempre me ha fascinado un libro de John Michael Greer que leí hace años. "La riqueza de la naturaleza: economía como si la supervivencia importase". Con mucha finura, JMG plantea el problema desde el propio titulo. Porque efectivamente el planteamiento económico habitual es que la supervivencia, tanto la nuestra como la del resto de seres vivos que nos acompañan en este planeta, no es algo que deba ser tenido cuenta. Por eso no podemos entendernos: nosotros hablamos el lenguaje de la vida y lo vivo, los otros, no. No sé de qué hablan, pero sé que no es de la vida.


Salu2.

AMT

P. Data: Otro día, si acaso, les contaré que por lo que parece el brazo sur de la MOC también está colapsando. Cosa que sé porque en este caso se trata de mi propio trabajo con investigadores del National Oceanographic Center of Southampton.

jueves, 8 de febrero de 2024

El coste de negar el decrecimiento

Queridos lectores:

En los últimos dos meses, he tenido ocasión de participar en varios programas de televisión y radio de alcance nacional (español). En todos ellos hemos hablado sobre decrecimiento, siempre con la excusa de las palabras de la reina de España pero siempre yendo bastante más allá en la discusión. Yo habría preferido mil veces que hubieran hablado con los académicos que en España han trabajado (Joan Martínez Alier) o trabajan (Giorgos Kallis, Jason Hickel, Xoan Doldán, Óscar Carpintero, Íñigo Capellán, etc) sobre el decrecimiento y que tienen no pocos trabajos técnicos y prácticos sobre la cuestión; pero el problema es que los medios de comunicación prefieren hablar con aquellas personas en las que por una u otra razón se ha fijado la atención pública. Así que he intentado defender lo mejor que he podido la idea del decrecimiento, pensando que en todo caso en este momento lo importante es introducir el concepto en la discusión pública y ya vendrán más adelante quienes ampliarán los horizontes.

Lo más curioso del momento actual es cómo la palabra "decrecimiento" está saliendo con mayor frecuencia y en los lugares más insospechados. Hace unos días, en una entrevista a Salvador Illa, líder de los socialistas catalanes y previsible candidato a presidir la Generalitat de Catalunya, él proponía su modelo de desarrollo: candidatura para unos próximos Juegos Olímpicos de Invierno (en una comunidad donde la nieve escasea en las montañas), extensión de la tercera pista del aeropuerto de El Prat (sobre el mar, cuando se anticipan eventos cada vez más extremos y ya será difícil mantener las infraestructuras actualmente existentes) y un macrocasino cerca de Barcelona (¿para atraer más turistas? ¿En una ciudad ya desbordada por la presión turística? ¿Y qué tipo de turistas? Y por no hablar por la más que previsible disminución del turismo en una situación de desindustrialización en Europa y recesión continua...). El caso es que de repente y sin venir a cuenta el Sr. Illa dijo que no se podía aprovechar la sequía (en Cataluña está batiendo marcas históricas, 3 años seguidos ya) para "intentar imponer el decrecimiento". Es un doble lapsus muy interesante, el del Sr. Illa. En primer lugar, porque como es obvio nadie impone el decrecimiento: como mucho, se estará proponiendo desde algunos círculos académicos, pero desde luego no desde ninguna estructura de poder real. Que el Sr. Illa diga esto significa que se siente amenazado por esta idea del decrecimiento, hasta el punto de que cree que se intenta imponer de alguna forma. La segunda parte del lapsus es que, trasponiendo los términos de su frase, se entiende que el Sr. Illa cree que sí que se puede intentar imponer el crecimiento.

El problema con el crecimiento es que no se puede imponer, menos aún que el decrecimiento. Y es el que el crecimiento requiere de unos condicionantes físicos: tiene que haber disponibles cantidades crecientes de energía y recursos (solo para empezar y por no hablar de las limitaciones ambientales, cada vez más determinantes). Y dado que eso es lo que empieza a escasear de manera más notoria, el problema es que el crecimiento no se produce por pura imposibilidad física. Por eso el Sr. Illa se siente amenazado, pero no comprende que lo que atenta contra el crecimiento no es el decrecimiento, sino la Termodinámica (o, en última instancia, la propia idea de crecer para siempre en un planeta finito, ahogada en sus propias e irresolubles contradicciones).

Por su lado, los pelmas de siempre y algunas nuevas que se quieren subir al carro de hacer méritos siguen con la tabarra de llamar colapsistas o similar a los decrecentistas (y con un accésit especial de incordiarme en las redes sociales con esta murga: parece ser que tocarme directamente las narices a mi forma parte del training para conseguir según qué cargos en la administración). Últimamente, como el término "colapsista" ha quedado un tanto desgastado por el manoseo ventajista de algunos políticos disfrazados de académicos (hasta el punto de que yo diría que, en parte por ese machuconeo obsesivo, lo de ser colapsista está ganando cierto glamour; tiene mérito la torpeza de esos políticos que están convirtiendo al pobre y pionero Félix Moreno en oscuro objeto de deseo - un cariñoso saludo a Félix desde aquí), nuestros y nuestras inefables están volviendo al más clásico "apocalíptico" (aunque tampoco falta el original que va y le explica a mi hija que yo soy un "trumpista colapsista" - vaya Vd. a saber qué coño quiere decir eso, aunque estoy seguro de que en su cabeza sonaba tan bien como su modelo energético para Cataluña en un Excel de 5 columnas). Claro que si siguen en ese camino de retroceso terminológico acabaremos en el más clásico "disidentes" o inclusive, yendo ya a los que nunca pasan de moda del todo, "herejes". Resulta particularmente ridículo que algunas de las que con la palabra "apocalíptico" azotan esgrimen que no hay ningún problema con la producción de petróleo, y que más bien el problema es que no se acaba de reducir su consumo. Y dicen eso en un momento en que la producción mundial de petróleo (bien, crudo más condensado, que es lo que puede convertirse en combustible líquido) puede haber caído ya el año pasado más de un 4% con respecto a los máximos de 2018.

Imagen de https://peakoilbarrel.com/september-world-oil-production-rebounds/


No solo eso, sino que actualmente se anticipa que la caída de la producción de petróleo va a acelerarse en los próximos años: Arabia Saudita renuncia a sus planes de expansión de producción y en EE.UU. se anticipa un cierto frenazo en la producción de fracking (y no pierdan de vista la suspensión de nuevas exportaciones norteamericanas de gas natural).Y eso por no hablar de los numerosos países que están experimentado una escasez nunca antes vista de combustibles, particularmente diésel (por algo será), peligro que acecha también a Europa y máxime cuando una de las reclamaciones repetidas en las protestas de los agricultores estos días es la de una rebaja en el precio del diésel. Por eso, resulta sorprendentemente necio negar los datos que muestran que lo que está costando mantener es la producción de petróleo, y no precisamente su consumo, por más deseable que sería que fuera este último el que estuviera cayendo.

También es característico de estos futuros subdirectores generales de algo (esa nueva clase hispánica, los subdalgos) el considerar que la única opción que existe para luchar contra el Cambio Climático es apostarlo todo al modelo de transición energética basado en la Renovable Eléctrica Industrial (REI). El REI consiste en un modelo de grandes parques de generación eléctrica renovable, distribuida a larga distancia a través de la red de alta tensión hacia los actuales grandes centros de consumo y producción industrial. El problema con el REI son las mismas preguntas incómodas que formulábamos hace 3 años y que siguen siendo vigentes hoy en día. Peor aún, cuando cada día que pasa se acumula la evidencia de que el modelo REI no funciona: ahí tienen a Gamesa perdiendo otros 426 millones este último trimestre y con la amenaza de una demanda colectiva por daños y perjuicios de sus aerogeneradores defectuosos, a Örsted suspendiendo dividendos al menos hasta 2026 y retirándose de España y Portugal y a la deuda astronómica de Acciona, además de los crecientes curtailments a la solar. Todo eso en un contexto en el que el consumo de electricidad a través de la red de alta tensión lleva cayendo, con altibajos, desde 2008: 

Evolución del consumo eléctrico en España a partir de REE. Cortesía de Sergi Saladié.

16 años ya, tiempo más que suficiente como para cuestionarse si realmente funciona el modelo de sustituir todo el consumo energético por electricidad renovable generada en grandes parques, y si se van a cumplir alguna vez las eternas promesas del coche eléctrico y del hidrógeno verde (que tienen ya décadas de recorrido con limitado progreso, por más que se intenten vender como apuestas recientes y prometedoras).

Me gustaría poder encontrar un nombre con el cual designar a los adalides del REI, pero es complejo porque, cuando se examinan con cuidado sus biografías, se encuentra que son muy dispares y variopintas: desde anarquistas partidarios de la acción directa reconvertidos a europeístas recalcitrantes hasta directores generales de entes vinculados a combustibles fósiles ahora defensores a ultranza de las "energías verdes", pasando por economistas que desconocen cuál es la unidad internacional para la energía, empresarios de empresas muy contaminantes que son ahora ejemplo de transición verde o ingenieros antaño antinucleares y hogaño talibanes, pasando por una extensa caterva de oportunistas y business makers, y un número decreciente (a medida que van viendo el percal) de personas que apuestan por el REI de buena fe. En pos de ese término común, examinamos qué iguala a esta gente tan diferente. 

La primera cosa es su fe inconmovible en el REI: para ellos, transición energética es igual a REI. No solo eso, sino que "renovables" es igual a REI. Por eso, cuando alguien critica, aunque sea de manera razonada y argumentada, al REI, en seguida se le tilda demagógicamente de "antirrenovable", como si no hubiera ninguna otra manera de explotar la energía renovable. Al mismo tiempo, creen (o dicen creer) que la única solución al problema del Cambio Climático es el REI y que, de hecho, el REI solucionará automáticamente todos los problemas ambientales que tenemos o podríamos tener.

El segundo rasgo distintivo de este colectivo es su absoluto desprecio a toda evidencia científica o técnica que contradiga o ponga en peligro su visión REI. Es en cierto modo consecuencia del primer rasgo, pero si bien cuando aplican su primer rasgo abundan en argumentos de carácter más o menos técnico y apelaciones a la ciencia, en este segundo rasgo, de manera contradictoria, se niega toda validez a la ciencia presentada, en muchos casos sin más explicación y en todos casos sin ninguna argumentación científicamente consistente. Peor aún, son capaces de usar los mismos argumentos demagógicos (llamar "antirrenovables") del primer rasgo pero contra los científicos que denuncian las incongruencias del REI. Pero como en este caso resulta más difícil argumentar en su contra, es aquí donde redoblan su apuesta y es cuando aparecen los términos "apocalíptico" y "colapsista" (fíjense como se lo suelen aplicar principalmente a académicos, por razones que en su día ya comenté).

El tercer rasgo es que su modelo REI se apoya siempre en grandes empresas. De hecho, suelen poner todo tipo de pegas a modelos tipo comunidades energéticas, a veces con un actitud bastante agria. Su modelo es un modelo a lo grande, de la industria y para la industria.

Conocidos estos tres rasgos podemos buscar ya un término que defina a las personas que muestran estas actitudes. Se podrían escoger otros quizá, pero yo voy a preferir el de "industrialistas", por ser quizá el más aséptico. Para esta gente, el único modelo que vale es uno de características industriales, fundamental para mantener el sistema industrial actual. En el fondo esta gente son extractivistas y su objetivo, aunque sea inconsciente, es continuar con el saqueo del planeta. Además, la visión industrialista es la visión del poder político, da igual quien gobierne, porque es la visión del gran poder económico. O sea que en el fondo estas personas están a favor del mantenimiento del status quo político y económico.

El problema comienza cuando la disfuncionalidad del REI ya no puede ser disimulada. Por un lado, no se está produciendo ninguna sustitución energética, y en los países occidentales en los que ha habido recientemente un incremento porcentual del consumo de energía renovable es habitualmente porque cada vez se consume menos energía. Por el otro, el modelo REI es un modelo colonizador, extractivista y ambientalmente muy poco respetuoso, y se está aplicando despiadadamente sobre todo en zonas rurales, donde las inconsistencia del modelo saltan a la vista (no siendo la menor de ellas que crea más problemas ambientales que los que dice resolver). Y por último, como empieza a haber un problema real de acceso a los recursos por el encarecimiento energético y en algunas zonas incluso falta de abastecimiento, se empiezan a crear problemas nuevos.

La tormenta perfecta de todas esas contradicciones se ha encontrado en el sector primario y particularmente en los agricultores y ganaderos. La escasez de recursos ha llevado a la subida del precio del gasoil, de los fertilizantes y de las semillas Los problemas ambientales han llevado a nuevas y más estrictas regulaciones ambientales, que son necesarias pero que han sido mal explicadas y peor acompañadas, en aras del sacrosanto libremercado que no es tal; y a lo que ahora se ha añadido a la sequía que afecta a toda Europa y especialmente a ciertas zonas de España. No solo la sequía: la alteración de los patrones climáticos (30ºC se han registrado este enero en algunos puntos España) está causando problemas graves en las cosechas. Y como guinda del pastel, el saqueo indisimulado que representa el REI.

Llevamos meses explicando que el campo lo está pasando mal, que los costes se disparan y que las cosechas menguan, mientras los intermediarios mantienen o incluso aumentan sus márgenes. La lógica de la explotación capitalista ha llevado a considerar que era más importante el REI (por su promesa inalcanzable de garantizar la continuidad al sistema industrial) que mantener el sector agropecuario. Hasta que las gentes del campo han dicho basta y se han rebelado, por toda Europa.

Algunos medios se quejan de que los agricultores están siendo manipulados y mediatizados por la extrema derecha, y que incorporan en su discurso diatribas absurdas contra la Agenda 2030 o contra la inexistente manipulación climática vía chemtrails (un mito de largo recorrido y con interpretaciones que han variado con el tiempo). Pero, ¿qué esperaban? Nadie ha querido acercarse a ver los problemas de este colectivo. Nadie ha tenido el valor de explicar que el gasoil va a seguir caro porque escasea, que fertilizantes y semillas van a seguir caros porque escasea el gas natural, que los pesticidas nos están matando a todos... Son muchos años ocultando la verdad, ¿cómo se podrían reconocer todas las mentiras de golpe? Los agricultores solamente quieren recuperar su antiguo modo de vida, que dejen de atropellarles y que les respeten.

¿Quién va a tener valor para decirles que va haber que transformar radicalmente la agricultura y la ganadería para adaptarlas a un descenso en la disponibilidad de recursos que es inevitable?

¿Quién va a tener el valor de decirles que el Cambio Climático les va a hacer la vida mucho más difícil y las cosechas más inciertas, después de décadas de negar los problemas e incluso ahora, en medio de una sequía nunca antes vista, aún se intenta hacer ver que no es tan grave?

Los agricultores y ganaderos deberían sentirse arropados y acompañados por el conjunto de la sociedad. Una sociedad que ha de estar dispuesta a pagar el precio real de la producción agropecuaria, aunque los alimentos tengan que aumentar mucho de precio (o precisamente porque deben aumentar mucho de precio). Hay que abandonar la fantasía tecnócrata de los economistas liberales que piensan que aquí es preferible que sacrifiquemos el sector primario en aras de la industria, porque un país que descuida su producción de alimentos está condenado

Ahora vayan los industrialistas a los agricultores y ganaderos y explíquenles que hay que apostarlo todo al REI, aunque sabemos que no funciona, aunque cause grandes impactos ambientales, aunque a ellos no les abarate costes. 

Ahora vayan a los agricultores y ganaderos y explíquenles que tenemos que sacrificar su sector para intentar sacar adelante el REI, que ya importaremos los alimentos de fuera, que lo importante es la industria, aunque todo indica que el REI no está evitando (ni evitará) el hundimiento industrial de Europa.

Ahora vayan a los agricultores y explíquenles que Vds. se han equivocado y que ellos van a tener que seguir pagando el pato.

Éste es el coste de negarse a aceptar que el decrecimiento es la única solución real a nuestros problemas. Un decrecimiento que para ser tal debe ser democrático y planificado; si no, es empobrecimiento, no decrecimiento. Un decrecimiento que es un plan de gestión de las dificultades que tendremos informando honestamente sobre los retos presentes y futuros, y tomando entre todos las decisiones más justas para afrontarlos.

Los verdaderos apocalípticos, los verdaderos catastrofistas, los verdaderos colapsistas, son quienes apuestan por el REI a pesar de la clamorosa evidencia de su fracaso y que se niegan a rectificar. Porque son ellos los que nos llevan al hundimiento de nuestra sociedad.

Salu2.

AMT