miércoles, 13 de abril de 2022

Las Guerras COB (y VIII)

Queridos lectores:

Llegamos por fin a la última entrega de esta saga, más que serie, que ha escrito el maestro Beamspot sobre las razones de la escasez de chips. En la entrega de hoy se analiza qué es lo que va a pasar en los próximos años, a partir de los cambios de comportamiento de la ciudadanía y de la política de ayudas de los países occidentales.

Les dejo con Beamspot.

Salu2.

AMT

 

 (enlace a la 7ª parte). 

Las Guerras COB. 8ª parte.

¿Y ahora qué?


Prólogo.

Ahora que ya se han explicado una parte sustancial de las causas que nos han traído hasta aquí, aunque obviamente no todas, es hora de intentar ver el curso que se seguirá en el futuro próximo.


Pero esto plantea una serie de dudas sobre qué pasará a partir de ahora, por mucho que algunas proyecciones se puedan hacer simplemente viendo lo que ha pasado.


Aún así, hay algunos puntos más que comentar para poder elucubrar qué sorpresas nos puede reservar el por venir.


Pero primero, veamos algunos efectos colaterales del Covid.


Psicosis.


Toda la pandemia está afectando a la población mundial en muchos sentidos, muchos de ellos poco publicitados.


Uno de los cambios más radicales pero no publicitados, es el éxodo de gente desde las grandes urbes hacia localidades menos habitadas, dónde sea más fácil el mantener la distancia social, tener más m² de vivienda en la que compartir, y mejor calidad de vida en ‘la nueva normalidad’.


Este término del que se abusa es muy relevante, hasta central en esta serie que culmina con esta entrada.


Me refiero al establecimiento del teletrabajo.


No sólo se trata de ‘trabajar desde casa’, las tecnologías de comunicaciones, las 5G.


Uno de los problemas históricos de la humanidad es el de las grandes ciudades. Las grandes urbes tienen ciertas ventajas, obviamente, pero también ciertas desventajas, y una de ellas es precisamente el tema sanitario.


La masificación es un gran vector de transmisión de enfermedades, y es precisamente eso lo que ha causado no pocas pandemias y oleadas mucho peores entre la humanidad. Además, también tiene ciertos efectos secundarios: el tamaño de las viviendas y el coste de vivir en esas grandes urbes están inversa y directamente relacionadas.

Eso hace que cuando estalla una oleada pandémica, el vivir en pequeños nichos tamaño caja de cerillas a un precio astronómico haga muy difícil el mantenerse en esa situación, favoreciendo que todo aquel que pueda se vaya a pastos más verdes, amplios, saludables y baratos.

Otro efecto secundario, es que mucha gente se da cuenta del estado lamentable de sus vidas, su trabajo, y su (probablemente hasta entonces) ‘entorno vital’, y decidan dar un cambio radical en sus vidas ante la nueva situación.


Radical desde el punto de vista de ‘lugar en que uno tiene las raíces’, o sea, lugar de residencia. Eso incluye el trabajo que uno desempeña.


Algunos, más que planteárselo, se les ha ‘impuesto’: cierres ‘temporales’, ERTE’s, cierres definitivos, despidos, pérdidas del puesto de empleo, imposibilidad de hacer frente a unos pagos elevados al perder poder adquisitivo por un ERTE, por no hablar directamente de pérdida de trabajo, quiebras, etc.


Otros, ante el gran cambio de las condiciones laborales, simplemente prefieren cambiar de trabajo al no encontrar el actual satisfactorio, o al ver escaso futuro en dicho trabajo.


Algunos sectores han sido (y vuelven a estar) muy afectados por la situación, como la hostelería y el turismo (que es un pellizco nada desdeñable del PIB español), el comercio local, etc. 


Además, el cambio de lugar de residencia ha hecho que esto tenga una apariencia ‘fractal’: en unos lugares se ha ‘secado’ del todo la demanda, mientras que en otro apenas se ha notado, incluso algunos sectores en algunos lugares se han encontrado con un aumento de su demanda.


De nuevo, cambio en la mentalidad y por tanto en las costumbres de consumo, lo cual echa al traste las previsiones de demanda, sobre las cuales se planifica la producción.


Sin embargo, esto va más allá de simplemente el cambio del lugar de residencia. Esto tiene una afectación económica, social, cultural, política, financiera, laboral y médica importante. Y lo que más resalta y se va a notar es en la parte económica y financiera.


Son cambios estructurales muy importantes, y sólo están empezando a enseñar la patita: la escasez de semiconductores es la primera muestra, la primera señal, la primera oleada de algo que se va a ir acentuando en muchas otras áreas.


5G, de nuevo.


Obviamente, uno de los ‘vehículos’ o ‘medios’ que han ayudado mucho a todo este cambio, es la posibilidad de trabajar desde casa en muchos casos. Las tecnologías de la comunicación.


Por supuesto, es obligado mencionar que las 5G precisamente se defienden en este área, aunque cubran muchas más, pero es este cambio lo que da alas a seguir impulsando esta tecnología.


El hecho de ‘mandarnos a casa a trabajar’ ha hecho que, ‘por fin’ se popularice esta posibilidad que en España no estaba suficientemente explotada y que se hacía de rogar. Razones culturales había de sobras, reticencias, costumbre, leyes, muchas cosas ayudaban a que no se implementase a una velocidad más razonable. El Covid ha sido la gran razón que ha llevado a muchos a dar el paso, obligatorio al principio, evidente después.


Veamos algunas de esas obviedades.


El trabajador pierde menos tiempo en desplazamientos, en prepararse para ir al trabajo o volver de él, en el cuidado de la vestimenta y otros elementos indirectos, etc. Además ofrece una mayor calidad de vida y una mejor compaginación con la vida familiar (llevar niños al cole, por ejemplo).


Por supuesto, eso significa menos gastos de desplazamiento, incluso el poder quitarse de encima un coche con sus gastos asociados y pérdidas de tiempo relacionadas, el problema del aparcamiento, etc.

Eso implica un mayor poder adquisitivo (a final de mes hay más dinero en la cuenta, ese que uno se ha ahorrado).

El trabajador sale ganando.


Por el lado del empresario, significa que igual puede reducir el tamaño de su oficina, cosa que si está de alquiler puede ser realmente significativa. De forma directa, hay una reducción de los costes bastante importante en el apartado de infraestructura. Y de gasto energético (climatización, iluminación, electricidad).


Otra ventaja, es que sus empleados no sólo suelen estar más contentos, también suelen rendir más, al haber menos interacción con otros compañeros u otras actividades. Por no hablar de que resulta fácil que los empleados dediquen más esfuerzos al trabajo.


Eso implica que la empresa es más eficiente, y por tanto más rentable al reducir gastos mientras la productividad se mantiene o incluso aumenta, por no hablar de que mejora la implicación de sus empleados.


La empresa sale ganando.


El hecho que haya menos desplazamientos laborales implica que, a pesar de un cierto aumento en el consumo energético debido al aumento de las comunicaciones, haya menos emisiones. Eso significa que se consumen menos combustibles fósiles (para los vehículos), a costa de algo más de electricidad (¿hecha a partir de qué?) para la infraestructura de comunicación.


El clima sale ganando. Y la contaminación en las grandes urbes, sobre el papel, también.


Muchas empresas están en grandes ciudades, así que mucha gente está obligada a vivir en lugares caros debido precisamente a este hecho. Ahora, muchos se han ido a vivir a lugares menos, o mucho menos habitados (la España Vaciada). Así que ese dinero que  se movía y se concentraba en las zonas metropolitanas ahora se esta redistribuyendo junto con la gente en zonas mucho más ‘vacías’.


Ahí el país, además del medio ambiente, salen ganando de nuevo.


En el fondo, es uno de los pocos ejercicios de mejora de la eficiencia de nuestra sociedad.


Supuestamente, eso es bueno.


Pero hay algunos inconvenientes.


El primero, es que resulta bastante más difícil para muchos el distinguir entre vida laboral o profesional y vida privada, resulta fácil la intromisión dentro de la vida privada. Además, resulta demasiado fácil el dedicar más esfuerzo al trabajo del debido.


Pero también resulta más fácil el ‘escaquearse’ de currar. En ese aspecto, es un arma de doble filo para ambos lados: empresario y trabajador.


Desde el punto de vida económico, resulta que una parte de los gastos de infraestructura que la empresa pone, ahora los asume el empleado: climatización, luz, electricidad, infraestructura de comunicaciones. Ojo que una parte los tiene de todas formas, pero una cierta subida del consumo energético, especialmente debido a las comunicaciones, pero también notable en la parte de climatización, existe. 

 

Que eso compense los ahorros por transporte y otros gastos indirectos es otra cosa y depende de cada caso, si bien lo habitual suele ser que los ahorros sean bastante mayores que los nuevos gastos.


Por otro lado, todos estos edificios de oficinas y similares, son negocios que se van a la ruina. El dinero que se ahorran las empresas que estaban en dichos edificios significa una pérdida para otras empresas que simplemente quiebran, y con ellas, sus empleados (la gente de mantenimiento y limpieza, seguridad, etc, empleados que no pueden teletrabajar).


Las grandes ciudades también pierden ciudadanos (por ejemplo Madrid y Barcelona), y por eso los medios de transporte público, ese gran lugar de fiesta para los virus, una de sus víctimas. Eso implica que la eficiencia que es precisamente el puntal de las grandes ciudades, también pierde.


Pero menos ciudadanos significa menos ingresos, en lo que era una gran ciudad con muchos gastos que además iban en aumento, y que ahora se va a encontrar que la falta de eficiencia les juega una mala pasada.


Y es que la eficiencia es justo lo contrario de la resiliencia, son antónimos. Si aumentas la primera, pierdes de la segunda, y viceversa.


La Piedra Negra.


Y es en esa tesitura que nos encontramos uno de los movimientos de fondo importantes, una nueva dinámica que nos va a marcar la situación en un futuro no muy lejano.


El gran éxodo de gente que deja las grandes urbes para irse a otras poblaciones más pequeñas tiene ciertas consecuencias económicas tampoco muy publicitadas.


La primera es que muchos se venden la vivienda capitalina para comprarse por esa misma cantidad de dinero una vivienda más grande y espaciosa, quizás con jardín o terrazas y en lugares menos concurridos.


Eso implica que hay mucha oferta de vivienda en la capital por parte de aquellos que se van, y mucha demanda en otras partes. Otro ‘boom inmobiliario’ en toda regla.


Obviamente, la subida de precios en los lugares de destino (y el bombeo de dinero hacia dichos lugares) es una de las cosas más obvias. No muy lejos de las grandes capitales ya se ha ‘secado’ la oferta que llevaba estancada desde el estrepitoso descalabro de 2008.


Entonces viene otra pregunta: si una gran parte de la población se va, ¿quién compra? Es decir, el lugar de salida, esa gran urbe que en un principio estaba muy cotizada pero que ahora ha perdido atractivo, los precios tienen que bajar, ¿no?

Bueno, pues parece ser que efectivamente los precios no han subido, y aunque la demanda de vivienda en esas grandes ciudades no cayó como en otras partes, además de recuperarse tras la crisis de 2008, eso no justifica que haya tanta demanda como oferta.


Se impone pues la pregunta del millón ¿quién compra?


Pues al parecer, grandes grupos inmobiliarios (de hecho, de fondos de inversión) o con intereses similares. Hay uno que destaca sobre otros: Black Rock, la roca o piedra negra.


Una ojeada a los portales inmobiliarios de los centros capitalinos así como de los lugares de destino puede arrojar sorpresas en cuanto a precio, destacando que las latas de sardinas viviendas que antaño tenían demanda ahora no están en su mejor momento.


El Retorno del Currante.


Que los medios de comunicación en su momento soltasen a todo bombo y platillo y a los cuatro vientos que el teletrabajo ha llegado para quedarse, ayudó mucho, pero evidentemente no fue la principal razón (la Covid y el intento de huir de confinamientos estrechos mientras se reducía la posibilidad de contagios, que es el principal causante).


Las razones de estas compras por parte de grandes empresas no es sólo por el tema de una oferta buena en precio y ubicación, también está el precio del alquiler (al alza) y las posibilidades de alquiler turístico, aunque haría falta toda una serie entera para explicar los entresijos económicos que hay detrás. Probablemente el menos conocido de todos, es que estas corporaciones huyen de ‘la seguridad’ de los Bonos del Estado y otras cosas y prefieren poner su dinero en el ‘ladrillo’. En otras palabras: están huyendo del ‘capital público’ para irse al ‘capital privado’.


Una de las visiones cortoplacistas que pueden tener, ya se está viendo en efecto tras los últimos titulares de esos mismo medios de comunicación (que a saber cómo se financian) diciendo que ‘la vuelta a la oficina’ va a marcar ciertos cambios.


Si, esos mismos que decían que íbamos a teletrabajar y que ya no hay vuelta atrás, ahora son los mismos adalides que preconizan la vuelta a la oficina cual vuelta al cole y por tanto el regreso de los ‘exiliados sanitarios’ que habían ido a ‘la España Vaciada’, y que ahora regresan ‘a la Civilización’.


Ese regreso en varios casos implica que no vuelven a ‘su hogar’, y que probablemente necesiten ahora alquilar una vivienda… propiedad de Black Rock (o la que sea).


Obviamente, semejante vuelta atrás no está siendo tan grande. No son millones de personas las que han hecho esto, y muchos de los que veían venir ese regreso no vendieron nunca su vivienda capitalina, simplemente se fueron bien de alquiler, bien a su segunda residencia.


Otros muchos se fueron a lugares bien comunicados para ir a la capital en transporte público o incluso privado dependiendo de la ubicación de su trabajo y de si esa vuelta era a jornada completa o sólo puntual.


Que una parte de los que se fueron han vuelto o volverán es algo obvio. Pero hay mucha gente que ha tomado la decisión de no volver, y eso tiene ciertas repercusiones que van más allá, y que van a conformar parte de lo que viene.


Esta gente, cansada de la vida anterior, ha ‘descubierto’ otro tipo de vida, menos estresante y más interesante, y que económicamente hasta les va mejor. Esto último es probablemente la mejor causa por la que no piensan volver.


Obviamente cada país tiene sus peculiaridades, especialmente en este tema de residencia y de trabajo. España es bastante ‘inmovilista’ y tiene mucha inercia de permanecer al menos en el área en la que uno ha nacido.


Otros países, sin embargo, no sólo son más ágiles, sino que su legislación laboral es muchísimo más ‘acelerada’, y además eso se demuestra en su cultura. El caso importante en este asunto se puede mostrar en el corazón del imperio, los EE.UU.


Allí se ha dado un efecto, impensable aquí, denominado The Great Resignation, El Gran (auto)Despido: gran cantidad de empleados se largan de su puesto de trabajo a otros ‘pastos más verdes’.


No es muy diferente de lo que ha pasado por aquí en cuanto a concepto cultural (en ambas partes se ha notado la diferencia de nivel y coste de vida, así como la ‘calidad’ del trabajo, pero por aquí las reticencias y los costes asociados a cambiar de trabajo son más elevados, por lo que se prefiere seguir en el puesto de forma más habitual), sólo a nivel de escala: allí la gente que ha dejado el trabajo es mucha (en proporción), pero además se han ido mucho más lejos, dejando atrás todo: California y Nueva York han perdido cientos de miles de ciudadanos que se han ido a lugares con menos restricciones e impuestos como Texas y, sobre todo, Florida.


Esa es una de las principales causas por las que los puertos californianos, así como el de NY, estén colapsados: los empleados se han largado por el cansancio de pasar interminables horas de trabas burrocráticas que nada aportan mientras cada vez les cuesta más llegar a fin de mes. Y, en otras partes, se han encontrado que con un salario más bajo no sólo viven mejor, también tienen más poder adquisitivo debido a un coste de la vida menor.


Por supuesto, todo esto ha causado grandes tensiones asociadas a muchas de las carencias actuales, mucha redistribución de puestos de trabajo, de riqueza, de empleo, falta de recursos humanos en ciertas áreas… y en los EE.UU., además, una cosa que por aquí no ha pasado ni se la espera: subidas salariales.


La estructura social allí es diferente de por aquí, por supuesto, y esos cambios además son bastante particulares y curiosos… pero que tienen o tendrán sus similitudes por estos lares salvando algunas distancias.


Allí lo que ha subido es lo que por allí se llama la ‘wage class’, y que por aquí podríamos asociar más a aquellos trabajadores que NO pueden teletrabajar, generalmente del sector servicios, y que habitualmente suelen estar en la parte más baja de la sociedad, por debajo de los que SI pueden teletrabajar y que allí denominan ‘salary class’ o clase asalariada.


En corto: la clase media-baja y la clase media-alta de por aquí.


Obviamente, en la península hay gente que puede teletrabajar y gente que no, y no se delimitan de forma tan clara: un administrativo que está en la parte más baja de la escala laboral puede teletrabajar sin más problemas, mientras que otros, por ejemplo, directivos de una fábrica, no.


Pero de todas formas, la reubicación de una parte de la sociedad conlleva con ello la reubicación de otras. Por ejemplo, uno de los colectivos damnificados por las medidas sanitarias, las peluquerías y barberos, dependen de la ubicación de sus clientes. Obviamente no pueden teletrabajar, pero allá donde van los que sí pueden es dónde hace falta este tipo de trabajo.


Los trabajadores de la construcción son otro de esos colectivos, y que ahora demás están sobrecargados de trabajo de nuevo.


Todo eso forma parte de la problemática que tenemos, pero las consecuencias están lejos todavía de estabilizarse… si es que alguna vez lo hacen.


Y es que este ir y venir de gente, este cambio de mentalidad, también afecta a las empresas, especialmente a las de los EE.UU.


Allí unos de los mejor pagados eran (si, en pasado) los informáticos y programadores que hacían cosas de IA, 5G, conduccion autónoma, etc. Muchos de ellos trabajaban presencialmente en California, especialmente en el carísimo Silicon Valley de San Francisco. 


Sueldos de 150.000$/año eran habituales. Tanto que incluso el que esto suscribe recibió ofertas al efecto (para el sector de vehículos autónomos eléctricos).


Pero ahora se han dado cuenta que esos mismos ingenieros que cobraban tanto para trabajar allí (y que se dejaban más de la mitad del sueldo en el alquiler de un apartamento de 15 m²) no tenían porqué trabajar allí.


Así que igual les salía más interesante contratar a un ingeniero con similares características en, por ejemplo, Alabama, pero por la mitad de sueldo.


Pero no hay porqué quedarse dentro del mismo país: la misma oferta que se me hizo para ir a trabajar a Silicon Valley ahora se ha hecho en mi mismo entorno para trabajar desde aquí… por una cuarta parte del sueldo, y como autónomo.


Y eso sí que tiene un paralelismo aquí: ¿porqué pagar 30.000€ a un informático de Madrid o Barcelona o Valencia o Bilbao si puedo pagar 20.000€ a un informático (igual el mismo) para que me haga lo mismo desde Peñafría o Valdelavilla, por ejemplo?


Estamos asistiendo a una gran reestructuración del mercado que verá como ciertas clases más privilegiada pierden parte de esos privilegios y poder adquisitivo, que, de media, se va a resentir.


Esa economización generada en base a irse a vivir a lugares con un coste de la vida más bajo tarde o temprano se va a convertir en bajadas salariales y una economía menos vigorosa… si se mira desde el punto de vista meramente macroeconómico.


Sin embargo hay otros elementos culturales y sociales que van a salir beneficiados, o al menos cambiados. Y que también van a tener su efecto económico tarde o temprano.


Sir John Maynard Keynes.


Ese señor es uno de los prestigiosos y más conocidos economistas de la historia moderna, y una parte de las políticas monetarias y fiscales modernas se basan en sus teorías, teorías que en su momento funcionaron: el keynesianismo.


Las ‘Ayudas Europeas’ a los ‘damnificados por el Covid’ son una aplicación teóricamente ideal de los principios básicos del keynesianismo: la estimulación de la economía mediante deuda pública.


Muchos lectores se preguntarán que tiene que ver el keynesianismo con la escasez de chips y el éxodo de la gente.


Pues tiene que ver con que las ‘ayudas europeas a la Covid’ se basan en dos pilares fundamentales: las renovables por un lado, y que en breve verán su propia serie de artículos (no sólo por este tema, también por los precios de la luz), y la mal llamada ‘revolución Industrial 4.0’ y la ‘apuesta por la digitalización’, que no es más que hablar de nuevo sobre el tema del teletrabajo que se comentaba algo más arriba.


Lo primero a destacar es la hipocresía ‘guasa’  o tomadura de pelo de esas ‘ayudas’ a los ‘damnificados por el Covid’.


Veamos: hemos hablado de cómo los ‘salary class’ o gente que puede teletrabajar (podríamos llamarlo ‘laptop class’ o ‘clase portátil’) continuó con su trabajo mientras que aquellos que tienen (tenemos, aunque sea en parte) la necesidad de trabajar personalmente (peluquerías, camareros, autónomos de los servicios como electricistas, lampistas, operarios) se encontraban sin poder trabajar de ninguna manera, y, en los mejores casos, con salarios reducidos por los ERTE, con cierres y quiebras en los peores.


Al encontrarse el gobierno que a algunos los tenía que indemnizar por obligarlos a cerrar, se cambió la política, se les permitió el abrir y así ahorrarse la indemnización, pero se prohibió a sus clientes el usar sus servicios.


Es decir, se las ingeniaron para darles lo mínimo, hasta el punto que las ‘ayudas’ esas no irán a parar a las necesitadas manos de estos sectores. Ni agua.

No, las ayudas irán a parar a ‘las renovables’ (¿acaso el sector energético ha tenido problemas con la Covid?) y a todo lo que sea ‘digitalización’ (se ve que Amazon y Zoom, así como los fabricantes de semiconductores usados para tales menesteres, están teniendo problemas económicos por falta de demanda con la covid hasta el punto de la quiebra).


Claro que las medidas anti pandemia se tomaron de un día para otro, mientras que esta ayudas llevan más de un año de ‘proceso’ y todavía no han llegado.


Y esas ayudas, europeas (tomadas por gente que está por encima de nuestros gobierno y que NO hemos votado – que levante la mano quien haya votado por Von der Leyen), se hacen en base a deuda europea, siguiendo uno de los dos pilares de la política monetaria que propuso Sir J. M. Keynes: aumentar el gasto público para reactivar la economía.


Eso es lo que se llama actualmente política keynesiana… pasándose por el forro el segundo pilar básico que propuso dicho economista: bajar los impuestos para incentivar el gasto privado para reactivar la economía.


No sólo eso, lo habitual es justo lo contrario a este segundo pilar: ‘papá’ estado coge el dinero de sus ciudadanos en base a subir impuestos, y se pone a gastarlo en sus ‘amigos’ puesto que los ‘malvados’ ciudadanos no se lo gastan ellos, quizás porque no llegan a final de mes.


El aumento del gasto público suele ir asociado con inflación, aunque eso depende mucho de en qué se gaste dicho dinero (y esa explicación, encima relacionada con la Teoría Monetaria Moderna, necesita un artículo o más sólo para ser explicado, así que no se abordará aquí). Por eso precisamente Keynes proponía reducir los impuestos: es deflaccionario.


Al reducir la carga impositiva, baja el precio de las cosas (con el mismo coste), así que la gente tiene más poder adquisitivo. Eso compensa que el gasto público suele incrementar los precios al aumentar la demanda y al haber más dinero en circulación para la misma cantidad de bienes.


Sin embargo, con las ‘ayudas a los ricos’ (que es exactamente lo que están haciendo desde la UE) mientras se suben los impuestos al pueblo llano, junto al hecho que la producción ha bajado mucho debido a la pandemia (pero no así la cantidad de dinero: en muchos países se ha pagado a la gente para que no trabajase, incluso en este aunque fuese sólo una fracción del sueldo), el resultado es el que tenemos: inflación por toda partes, y no pequeña, precisamente.


Un tema conocido en este blog como es el pico de los combustibles fósiles, también aporta su granito de arena con la subida del precio del gas y de la energía en general, aumentando todavía más la inflación. Ahí también hay trileo impositivo, pero es un tema muy complejo que no podemos abordar aquí a pesar de estar relacionado: es uno de los dos pilares de las ‘ayudas’, el tema de unas renovables que no nos dan lo que necesitamos, que no funcionan (de ahí la gran subida de la electricidad en toda Europa).

Todo esto, además, causa un problema muy grave a los gobiernos: la inflación dispara los tipos de interés, y eso aumenta la cantidad de dinero que el gobierno tiene que gastar sólo como gastos financieros, no en forma ‘productiva’.


Dicho de otra manera: nos acercamos a la quiebra financiera de muchos gobiernos, especialmente del área Euro. Y con ello, todo el problema político, social, económico que se va a derivar de esta política equivocada. Esa es la razón por la que los fondos huyen del ‘dinero público’, otrora ‘seguro’, y se van al ‘dinero privado’, aunque vean venir que sea un mal negocio: es menos malo que lo otro.


Dos efectos secundarios más a considerar. El primero, la estanflación tan temida que ya lleva un tiempo con nosotros y que promete ir en aumento: inflación de precios, y empleos y salarios a la baja. Difícil papeleta generalmente, sobre todo porque está bien favorecida por las políticas actuales.


El segundo, quizás el más relevante en muchos sentidos, es el aumento de la ‘economía en B’, mercado negro o economía informal. El ‘recorte de impuestos’ por la vía expeditiva tipo crowfunding. Algo que cada vez más se vé, especialmente en aquellas áreas lejos de las capitales, justo dónde ahora ha ido la gente a vivir.


Algo en aumento, y, que según se mire, puede ser la salvación o la solución a buena parte de la problemática actual.


El Efecto Cantillon.


Otra parte del problema aquí es que el gasto que hacen los gobiernos siempre favorece a ciertos sectores, generalmente ‘amigos’, que son los que se benefician. Si bien se supone que el gasto europeo debería beneficiar a los que más han sufrido con la Covid, o sea, hostelería, turismo, servicios, trabajadores ‘imprescindibles’ y que no pueden teletrabajar, en la práctica los mismos dirigentes ya dicen que NO se ayudará a estos.

En las ‘colas del hambre’ no se ha visto a ningún político. Esa gente es la primera que debería recibir las ayudas europeas. A esos, ni agua les van a dar.

Es a otro grupo social a quién le van a ir a parar la mayoría de las ayudas: todas las empresas grandes que están en el sector energético, así como todas las de comunicaciones y similares. De rebote, todos los grupos financieros que se van a encargar de la gestión monetaria de las ayudas, también se llevarán su tajada.


Ojo, porque la parte que ‘falta’ del IBEX 35, ese ‘25%’ que no se dedica a ninguno de esos tres sectores… se dedica o bien a la inmobiliaria (o sea, como los de Black Rock), o al sector sanitario…


Sin embargo, buena parte del dinero europeo que se dé, no vendrá a España ni al IBEX. Una parte importante se va a otros sectores de forma directa: todo lo que tenga que ver con comunicaciones.


Es decir, la fabricación de semiconductores y el desarrollo de tecnología afín, bien sea para comunicaciones (que es el concepto que usarán para dar dinero a ST y Bosch y demás), bien sea para las renovables.


Ya hemos comentado que cada vez más la electrónica está subdividiéndose en ‘mercados nicho’, y que la batalla por los nm era una carrera con cada vez menos competidores.


ST ya ha anunciado su planta de fabricación de semiconductores (y obleas) de SiC, y también tiene tecnología GaN. Se están posicionando para captar el mercado nicho de las comunicaciones 5G y de la electrónica de potencia de los inverters y cargadores para vehículos eléctricos por una parte… y de todo lo que tenga que ver con la potencia y gestión de energía renovables (inverters y Smart Grid) por otra.


Europa se está posicionando para tener la llave en estos dos sectores. De hecho, hace ya años que la UE impulsa este tipo de tecnologías y demás. Además, también están intentando zafarse del ‘monopolio’ ARM, otrora británico, ahora parece ser norteamericano (en cualquier caso, no europeo gracias al Brexit).


Es cuestión de tiempo que en Europa también intenten evitar la dependencia de China/Taiwan. Otra cosa es Corea del Sur o los EE.UU.


Respecto de los americanos, éstos tienen claro que las nuevas tecnologías punta se deben fabricar en suelo patrio, por eso TSMC y Samsung están anunciando grandes parques de fabricación de semiconductores en ese país, y de tecnologías lo más punteras: 5 nm, dónde fabricar los micros ARM.


Dicho de otro modo: dos grandes bloques ‘occidentales’, a nivel gubernamental, han decidido que la fabricación de semiconductores es algo estratégico y que no se debe ‘hacer fuera’. Ni siquiera se debe permitir que el SW (y FW) asociado sea extranjero.


Desglobalización. Descomplejización.


En ese sentido, la escasez de semiconductores les beneficia a la hora de promover este tipo de acciones. Además, el precario equilibrio que había antes y que ahora se pretende romper sigue con ciertos puntos fuertes por cada lado: USA con su poder económico y bélico, China con su capacidad productiva (y un poder bélico creciente), y Europa con ASML y unos cuantos mercados nicho.


USA y Europa aún colaboran, pero pretenden zafarse del poder de China, y éstos últimos están intentando dejar de depender de ASML, que es la carta más alta de toda la baraja, la que permite que Europa siga todavía en el juego.


Aún así, tanto China como Europa y Rusia están apostando por tecnología RISC-V para alejarse del ARM, incluso hay apuestas europeas para sacar su propio núcleo propietario… que de momento se fabrica en Taiwán.


Todo esto junto, lleva a una nueva carrera para montar fábricas de procesadores y memoria en los diferentes bloques, en el núcleo central (o sea, en Alemania, Francia, y quizás Italia por la parte europea, en España nos podemos olvidar de que nos dejen ser nada más que su granero). Todo ello convenientemente regado con papelitos recién impresos, perdón, quise decir dinero público.


Todo esto, junto con la situación social y empresarial en pleno cambio, pronostica tiempos revueltos, en los que la oferta y la demanda, lejos de estabilizarse, se volverán cada vez más ‘oscilantes’, especialmente en el sector de la electrónica varia, pero con claras extensiones a otros sectores.


Es más que probable que las estrecheces del mercado de chips se mantengan durante todo el 2022, pero que para 2024 hay exceso enorme de producción en según que partes, y falta de demanda en otras. Todo eso conllevará a quiebras sonadas y fusiones de fabricantes y foundries, que, probablemente, terminen siendo nacionalizadas.


Quienes tienen más papeletas para tener este tipo de problemas son precisamente los taiwaneses, ya que las nuevas fábricas de tecnología más punta parece ser que las ponen fuera de su pequeña isla. Es la jugada de EE.UU. y la UE.


Pero no son los únicos, y Europa se enfrenta a varios problemas que también son una amenaza para sus fabricantes propios, empezando por los problemas económicos, sociales y políticos que están al alza. Injerencias extranjeras no faltan tampoco.


La inflación, las turbulencias económicas, sobre todo energéticas así como las ramificaciones implicadas, así como la tensión política extrema que se vive en varias partes del mundo, van a dar al traste con muchas de las previsiones y planes.


La escasez de semiconductores es sólo una de las facetas de algo que cada vez veremos más: escasez de cada vez más cosas (empezando por el dinero). Puede que puntualmente falten algunas cosas, que se arreglarán tarde o temprano, para dar paso a la escasez de otras cosas. 

 


Que los gobiernos se metan en la fabricación de chips es otra manera de decir que el crecimiento de esta industria se ha acabado ‘por las buenas’, es decir, basándose meramente en el mercado. Así que se pretende hacerlo crecer ‘por la malas’, a golpe de real decreto.  

 

La electrónica ya ha pasado su particular Pico de Tainter.


La complejidad de nuestra sociedad no se puede mantener por más tiempo, así que las fuerzas que empujan al desorden son cada vez más abrumadoras. De ahí las intervenciones cada vez más autoritarias por parte de gobiernos y dirigentes.


Los problemas energéticos auguran que esto va a ir a peor.


Tiempos interesantes.


Cuídense mucho.


Beamspot.

 

(si quiere volver a leer la serie desde el principio, aquí tiene el enlace a la 1ª parte).