viernes, 27 de marzo de 2015

Las lágrimas del Ártico

Viento a  la superficie isobárica de 250 hectoPascales (aproximadamente 10 Km, la altura del Jet Stream), el día 27 de Marzo de 2015 a las 15:00



Leía con desgana el borrador del programa de trabajo para el bienio 2016-2017 del área del programa marco Horizonte 2020 que incluye las actividades marinas. El documento, aún confidencial (pues aún pueden producirse algunos cambios menores en su contenido) contiene las líneas de investigación que la Comisión Europea quiere fomentar en los próximos años y que por tanto va a financiar. La financiación de la investigación europea funciona así: un amplio grupo de expertos y algunos lobbies muy potentes deciden cuáles son los temas que se tienen que investigar, se elaboran estos programas de trabajo y finalmente salen las convocatorias para propuestas de proyectos de investigación, que deberán ceñirse a alguna de las líneas propuestas. El plan de trabajo es muy detallado y salen literalmente centenares de líneas diferentes, pero con un poco de experiencia uno sabe ir directamente a buscar aquéllas que le interesan. Idealmente, si uno está bien relacionado y sabe moverse en estos ambientes, puede llegar a conseguir que sus propias ideas queden recogidas directamente en una de esas líneas y así es más fácil (aunque no está garantizado) conseguir uno de esos proyectos. Yo, que tengo pretensiones y capacidades más modestas, simplemente voy leyendo todas las líneas del borrador, buscando aquéllas que corresponden con el trabajo que sé y que quiero hacer, filtrando de éstas las líneas que ya sé que están fuertemente apadrinadas y que por tanto no merece que me presente a ellas pues nada sacaré.

Sigo buscando dinero para mantener el grupo de investigación. Hemos hecho un buen trabajo en los últimos años y nuestra progresión es ahora muy buena, pero justo en nuestro mejor momento se nos van a acabar los fondos, y por más que intento conseguirlos aquí y allá de momento no cosecho más que fracasos. Todavía podré aguantar un año, quizá dos, pero el reloj sigue su curso y, como dice un amigo, "no hay que esperar a tener sed para construir un pozo". Así que estoy al tanto de las convocatorias y voy pensando en nuevos proyectos.

En eso estaba cuando de repente llegué a una sección que me interesaba. "Fortaleciendo la capacidad europea para la observación, recogida de datos y monitoreo del océano". Bien, esta es la mía, me dije, y comienzo a leer.

La mitad de las líneas propuestas por la Unión Europea para la investigación en 2016 y 2017 en ese área se refieren al Ártico (la otra mitad al Mediterráneo y las pequeñas empresas). Y ahí se decía claramente: el Cambio Climático está siendo especialmente intenso en el Ártico, las graves alteraciones en el Ártico están llevando a cambios de los patrones meteorológicos en el Hemisferio Norte, hay que mejorar la predición meteorológica y climática teniendo en cuenta esos cambios, hay que incorporar estos cambios para gestionar mejor los riesgos asociados (cita explícitamente inundaciones, sequías, eventos extremos...).

Mientras un pequeño grupito de trolls a sueldo siguen dando vueltas alrededor de este blog, como lo hacen alrededor de otros, a la espera de lanzarse en picado sobre cualquier post que huela a cambio climático, tratando de desacreditar los argumentos que se dan con argumentos sesgados, tergiversaciones groserísimas y un buen número de ad hominem, la Comisión Europea ya tiene claro a estas alturas que se están produciendo grandes cambios en el Ártico, y que estos cambios están desestabilizando el clima del Hemisferio Norte con graves consecuencias. No sólo eso, sino que le está dando una atención preferente entre las líneas que quiere que se investiguen.

No tenemos que engañarnos sobre el papel de la Unión Europea y de la Comisión Europea en este asunto. Los intereses cruzados y el cabildeo (lobby) son intensos en esos foros, así como la hipocresía y la doble moral. Sin embargo, el problema Ártico (como ya se le comienza a conocer) empieza a ser tan evidente que resulta cada vez más difícil no ya disimularlo, sino incluso no comenzar a tomar cartas en el asunto puesto que los perjuicios ya causados y los previsibles pueden convertirse en una factura difícil de gestionar. Y a pesar de ello, la presión política sobre estos temas es extrema. Así, las resoluciones que está tomando la Comisión Europea relacionadas con el Cambio Climático (y que cada vez son más) son filtradas con tanta intensidad que tras la sordina mediática apenas se oye un rumor, si es que se llega a oír algo.

El problema Ártico. ¿Qué es el problema Ártico? Esencialmente, que los efectos del cambio climático están teniendo una amplitud mucho mayor en el Ártico que en otras zonas del planeta, por razones que son bien conocidas desde hace tiempo. Año tras año se acumulan los datos que nos muestran el problema Ártico con toda crudeza, mientras la mayoría de los medios miran hacia otro lado y los pocos que hablan de ello no contextualizan el problema y no le dan la relevancia que tiene, y al tiempo sacan editoriales infectas escritos por tipos cuyo único mérito relevante es el colorismo con el que lucen los hábitos de su religión.

Este año hemos tenido varios signos preocupantes del problema Ártico. Por ejemplo, a principios de Marzo se registraron valores anómalos de temperatura en el Ártico, que superaron en 20ºC la temperatura media de las últimas décadas, una desviación de una amplitud enorme. Este tipo de desviaciones monstruo eran inauditas hace unas décadas pero, desgraciadamente, se están haciendo cada vez más frecuentes.


Imagen de https://robertscribbler.wordpress.com/



Teniendo en cuenta la evolución del volumen de hielo en el Ártico en los últimos años y estas fuertes anomalías de temperatura, no es sorprendente que este año el momento anual de máxima cobertura del hielo (justo el día que comienza la primavera septentrional, el 21 de Marzo, y que sale el Sol en el Polo) el área cubierta de hielo era inferior a la de cualquier año precedente. Hay cada vez menos hielo, cada vez más fino, cada vez más frágil, y se repone menos durante la estación fría.

Algunos trabajos científicos muestran que hay una conexión entre el deshielo ártico y el debilitamiento de la corriente de chorro polar (Jet Stream). Este debilitamiento del Jet Stream (del cual ya hemos hablado aquí) sería el responsable del comportamiento meteorológico cada vez más extraño a ambos lados del Atlántico. Así, en la costa Este de los EE.UU. tienen temperaturas 10ºC por debajo de las medias históricas mientras en la costa Oeste las temperaturas son casi 10ºC superiores:


Extraído del NOAA National Climatic Data Center, http://www.ncdc.noaa.gov/


(el típico argumento negacionista para soslayar este hecho sería hacer el promedio de temperaturas sobre todo el país y comenzar a argumentar que la temperatura media de los EE.UU. no presenta ninguna anomalía). La sequía en California se recrudece y el ansiado El Niño -que traería fuertes lluvias en ese lugar- finalmente no ha venido, con lo que peligra la tercera parte de la producción de verduras y hortalizas de los EE.UU. En el Atlántico Sur, una combinación de escasa precipitación y mala gestión ha dejado a la megalópolis de Sao Paolo en una situación de crisis hídrica sin precedentes. En Europa, los patrones de lluvias y temporales entran todavía dentro de la relativa normalidad en cuanto a su frecuencia marginal, pero cada vez menos si se tienen en cuenta una escala más sinóptica, y el peligro latente de un año sin verano continua ahí. ¿Será 2015 un año sin verano en Europa? Seguramente no si tomamos Europa en su conjunto, pero en determinadas zonas de Europa bien podría ser el caso.

Y a pesar de la evidencia que se acumula, seguimos discutiendo si son galgos o si podencos son.


Después de este post, volverán al foro de este blog los mismos de siempre a sacar los mismos argumentos de siempre en discusiones que serán calcadas a otras anteriores; jalearán la inoportunidad o exageración de mis afirmaciones y si suficientes foreros les plantan cara dirán que se van para no volver y en seguida volverán a estar ahí, defendiendo su posición, que es lo mismo que decir defendiendo a su amo. Pero cuando salgan a la calle, sobre su cara, al igual que sobre la mía, caerán las lágrimas del Ártico.


Antonio Turiel
Marzo de 2015.

martes, 24 de marzo de 2015

El contexto de nuestro colapso



Queridos lectores,

Hace unos días la revista L'Espill (www.uv.es/lespill) publicó un artículo (en el número 48) que escribí para ellos hace unos meses. Con su permiso, publico aquí la traducción al castellano del mismo.

Saludos cordiales,
Antonio


El contexto de nuestro colapso
Antonio Turiel

Tras casi cinco años de hacer divulgación sobre los graves problemas de sostenibilidad de nuestra sociedad, y particularmente del caso de la crisis energética, a través del blog The Oil Crash, de les múltiples conferencias que doy y alguna entrevista que me han solicitado los medios de comunicación, he observado que hay una pregunta que la gente me hace repetidamente. Muchas veces comento que si no se toman medidas decididas que rompan con el paradigma irracional y suicida de nuestra sociedad de consumo  -única vía para salir de esta crisis económica sin fin-, este impasse histórico de nuestro sistema económico causará una disfuncionalidad creciente de nuestra sociedad y eventualmente nos llevará al colapso. La idea del colapso, y más aún, del colapso social, era un concepto nada habitual en las conversaciones de hace unos años, aunque ahora se está volviendo un tema recurrente, especialmente desde que la NASA (1) o grandes firmas de intermediación financiera (2) publican estudios sobre el tema. Cuando surge esta palabra, colapso, se suelen producir dos tipos de reacción, una minoritaria y otra mayoritaria. La minoría me pregunta qué es un “colapso social”, a pesar de que más o menos todo el mundo tiene una imagen mental de este tipo de evento (no necesariamente todo el mundo tiene, sin embargo, la misma idea de lo que es un colapso).  La mayoría me pregunta una cosa bien diferente: cuándo sobrevendrá este colapso que yo anuncio.

Cuándo. No todo el que pregunta cuándo se producirá el colapso tiene las mismas motivaciones, pero desgraciadamente casi todos llegan a la misma conclusión: la inacción.

Unos pocos preguntan por el momento del colapso por puro cinismo. No se acaben de creer la veracidad implacable de los datos que yo presento (la producción de petróleo crudo convencional en caída desde 2005 (3), la ruina que es el fracking (4),  la próxima llegada del cenit de las otras materias primas energéticas no renovables y las importantes limitaciones de las fuentes renovables (5), etc) pero son demasiado perezosos como para revisar los datos y comprobar la dura realidad; confían en que algún milagro inesperado nos tiene que salvar, y prefiere reconfortarse con los sueños de abundancia sin límites que se prodigan, cada vez más infundadamente, en los suplementos de color salmón de los diarios dominicales. Quieren un pronóstico de mi parte, sin entender que yo sólo soy un científico y no un quiromante o un tarotista. No hay nada en mi ciencia que me permita pronosticar el futuro minuto a minuto. La ciencia, sin embargo, sí que me permite saber qué no es posible y qué no pasará. De la misma manera que se que cuando lanzamos una pelota al aire volverá a caer a la tierra, sé por ejemplo que no volverá a haber crecimiento económico sostenido sino una caída escalonada, que cada pequeño repunte aparente del PIB durará poco y vendrá seguido de bajadas más fuertes. Sé, también, que la disponibilidad de recursos será, con altibajos, cada vez menor. Todo eso les es igual a los más cínicos: ellos, en el fondo, quieren que “me equivoque” dando fechas concretas, porque así si al final las cosas no pasan en el momento exacto “predicho”, incluso aunque el desfase temporal sea de unos meses, desacreditar todo lo que digo por aquel erróneo vaticinio. O bien, si mis pronósticos de colapso son “muy” lejanos en el tiempo (“muy” en este contexto puede querer decir unas pocas décadas) no preocuparse porque, total, “yo ya no lo veré”.

Dejando a los más cínicos aparte, se tiene que decir que la mayoría de las personas que preguntan cuándo se producirá el colapso no dudan de mis datos. Incluso aceptan la relativa proximidad temporal de este momento crítico de nuestra sociedad. Quieren saber, sin embargo, cuándo el colapso será un hecho innegable, inescapable. No sólo lo quieren saber: lo necesitan saber. Necesitan saberlo porque, en el fondo, no contemplan un cambio drástico en sus vidas hasta el momento en que la realidad del colapso sea tan palmaria y evidente para todo el mundo que el coste social de emprender este cambio no sea grande.  Es decir, no tener que luchar con la familia, con la pareja, los amigos y el entorno social, y no tener que pasar por una persona excéntrica que se sobreprotege de un peligro sobre la inminencia del cual no hay un consenso social. Yo entiendo perfectamente esta postura porque, en el fondo, yo hago lo mismo, porque la mayoría estamos haciendo lo mismo. ¿Quién tendría que renunciar a un trabajo, a una carrera profesional, a un suelo, a una aceptación dentro de nuestro pequeño entorno social, a unas expectativas de vida... para adaptarse a una nueva y más dura realidad que al fin y al cabo nadie sabe cómo será? La posición más razonable es, efectivamente, tener en cuenta las advertencias y estar al tanto de lo que pueda pasar, pero no hacer cambios o no importantes hasta que el que se esté gestando no se exhiba con toda claridad.

Sin embargo, hay dos problemas graves con esta actitud de “esperar y ver” el colapso.

El primero es que la Historia nos enseña que un colapso no es un momento sino un proceso, que no siempre es fácil de reconocer hasta que ya es demasiado tarde como para que las medidas para pararlo puedan tener eficacia. Los colapsos de los grandes imperios de la Historia han sido procesos que en algunos casos han durado siglos, y hasta en medio de los colapsos más repentinos ha sido necesarias algunas décadas para que se hiciese evidente el descenso. A pesar de que en nuestro caso todo indica que el descenso será relativamente rápido, no por ello dejará de durar unas décadas en las que progresivamente sentiremos que cada vez estamos peor. La generación de nuestros hijos vivirá peor que nosotros, y la de nuestros nietos vivirá en un mundo completamente diferente del actual; que ese mundo sea un infierno o un lugar digno depende completamente de las decisiones que nosotros tenemos que tomar en este momento.

El segundo problema que implica esperar al colapso es que en realidad ya estamos comenzando a colapsar; está colapsando nuestra economía, nuestro hábitat (y con él nuestra ecología), nuestros recursos y  nuestra sociedad. El proceso no es lento en realidad, pero es lo suficientemente progresivo para que nuestra psique de primate poco evolucionado no sea capaz de identificar el hilo conductor con un nexo explicativo común y nos conformamos con una multitud de explicaciones parciales. Influye mucho en esta disonancia una de las sustancias más tóxicas que el Hombre ha producido nunca: la propaganda.

Vemos las guerras civiles y entre países, para las cuales encontramos una plétora de explicaciones cada vez más complicadas y ad hoc, y no vemos, no queremos creer, que en el trasfondo de los conflictos en Egipto, Siria, Libia, Irak, Sudán del Sur, Nigeria, Ucrania, incluso en Palestina, y próximamente en Yemen, Argelia o Irán, el conflicto oculta siempre detrás una lucha por el control de los últimos recursos de petróleo y de gas (6). Incluso la conflictividad creciente en Venezuela, Brasil y México tiene en sus orígenes la caída ya innegable de la producción de petróleo en esos países y las dificultades para mantener una balanza comercial estable que se apoyaba en la exportación del oro negro; preferimos por el contrario toda suerte de explicaciones basadas en factores culturales, sociales, étnicos, políticos... los cuales evidentemente son factores contribuyentes y en algunos casos desencadenantes de los problemas descritos, pero el factor de más peso y que es el verdadero hilo conductor de la decadencia de nuestra sociedad global es el fin del petróleo barato (eufemismo para referirse a la caída de la producción de petróleo, porque si el petróleo es demasiado caro simplemente no nos lo podremos permitir (7)) y que bien pronto pasará lo mismo con el gas, el carbón y el uranio; estas cuatro materias primas representa el 92% de la energía primaria que se consume hoy en día en el mundo, según el Informe Estadístico Anual de BP (8).

Sabemos que hay graves problemas ecológicos y hablamos a menudo de “Salvar el planeta”, sin tener en cuenta que no es el planeta el que está en peligro, ni tan si quiera lo está la continuidad de la vida sobre su superficie; en realidad hablamos de salvar nuestro propio hábitat, el que hace posible nuestra mera existencia. Preferimos pensar que como somos tan buenos y concienciados hacemos un acto altruista por la Madre Naturaleza cuando en realidad, consciente o inconscientemente, estamos intentando salvar nuestras vidas y nuestra continuidad como especie.

Los problemas ecológicos no son sólo el Cambio Climático, que ahora parece acaparar toda la atención político. Con ser grave, el Cambio Climático es un efecto más de la “externalización ambiental” de la actividad industrial, un eufemismos para referirse a la polución y degradación de los hábitats que por razones económicas se le inflige a nuestro entorno. Pero los problemas son graves y múltiples: el aire que respiramos está terriblemente contaminado (la Organización Mundial de la Salud reconocía recientemente que una de cada ocho muertes en el mundo es atribuible a la contaminación del aire (9), y eso sólo sobre los humanos), el agua potable comienza a escasear en el mundo (10), y los mares sufren una presión brutal,  con el previsible colapso de todas las pesquerías en un plazo máximo de unas pocas décadas (11), una fuerte contaminación por metales pesados y plásticos, la formación de verdaderos continentes de basura en medio del océano, etc. La lista de agresiones ambientales a la tierra, el agua, el aire y el resto de seres vivos sería interminable. Una de las grandes esquizofrenias de la industrialización es que nos ha hecho creer que somos una cosa diferente de los animales y que no tenemos las mismas necesidades naturales que ellos; con esta alineación inculcada desde bien pequeños, no vemos que destrozar el medio ambienta implica al largo plazo auto-exterminarnos.
Los recursos están colapsando, el medio ambiente está colapsando y algunos países están colapsando. Desde la perspectiva de un país opulento del Primer Mundo como es España, sin embargo, los síntomas de este colapso ya en marcha no son tan evidentes.

¿De verdad piensa eso, estimado lector?

Fijémonos bien en el caso de España. Estamos hablando de un país que tiene una tasa de paro que desde hace un par de años se encuentra alrededor del 25% de la población activa, tasa que llega al 50% si hablamos de los más jóvenes; un país donde la cuarta parte de la población está por debajo del umbral de la pobreza o en riesgo de exclusión social (12). Cuando escribo estas líneas (verano del 2014), desde el Gobierno del Estado y desde los medios de comunicación se están creando grandes expectativas con una presunta recuperación económica ya en marcha que estaría comenzando a crear empleo, a pesar de que desde Europa no vienen tan buenas noticias. De hecho, múltiples indicadores económicos avanzados indican un gran riesgo de que se desencadena una nueva oleada recesiva a escala global en algún momento  de los próximos meses, en tanto que la recuperación española parece estar propulsada por el incremento del endeudamiento público y por el último esfuerzo de las familias, que han querido creer que por fin llegaba la recuepración y se han gastado sus últimos ahorros para intentar ayudar a una familiar pertinazmente parado y montar un pequeño negocio (una panadería, una cafetería, una ferretería) que le pueda auto-ocupar. Débiles cimientos de esta recuperación española que muy pronto se hundirá, dejando una parte todavía mayor de la antigua clase media depauperada y desprotegida.

Porque, en suma, así es como cursa el colapso de la mayoría de las civilizaciones; de manera parecida a como colapsó el Imperio Romano, así es como probablemente colapsará nuestra sociedad occidental si no reaccionamos pronto. La gente tiende a pensar que el colapso está marcado por grandes catástrofes naturales o inducidas por la mano del hombre; en general, por lo contrario, el curso del colapso es relativamente pausado. Durante el colapso hay, es muy cierto, esporádicos tropezones, eventos colectivamente traumáticos: una guerra, una invasión, una epidemia... Hitos que se quedan grabados a fuego en la memoria colectiva de los pueblo, pero que en sí mismos no explican el lento y amargo declive. La mayoría del tiempo durante el colapso lo que pasa es que las cosas funcionan cada vez peoro. No es nada en concreto y lo es todo; todo va cambiando poco a poco sin que sepamos el porqué, hasta que un día miramos la cara del mundo y no lo reconocemos. ¿Y qué son esas cosas que van cambiando? Cosas primeramente pequeñas que con el tiempo son graves: nada se repara, nada funciona, no hay piezas de recambio,... los sueldos de los funcionarios llegan con retraso o dejan de llegar, los hospitales cierran, las escuelas también, sanidad y enseñanza dejan de ser universales y gratuitas... la electricidad se convierte en un lujo del que se disfruta esporádicamente, faltan alimentos, hay hambrunas, la gente se pelea en la calle por un trozo de pan, la policía se vuelve completamente inexistente, inepta, corrupta o inverosímilmente todo eso a la vez, el Estado se van convirtiendo en un recuerdo lejano... la gente sobrevive practicando nuevos oficios o trampeando y robando, los asaltos a las ahora vacías fábricas son continuos, a la busca de cualquier objeto de valor; la vida humana ya no vale nada, se mata por nada o casi... No nos podemos dar cuenta en el momento que pasa, pero habrá un día en el cual tomaremos el últimos café, un día para el último analgésico, un día para el último antibiótico... productos que continuarán estando al alcance de los acomodados pero no del común de la población, y que determina el empeoramiento y el acortamiento de su vida. Así funciona el colapso. De la misma manera que el explosivo crecimiento de la población fue un proceso silencioso y casi invisible, el rápido declinar de la población y de su bienestar durante el colapso será también prácticamente imperceptible hasta que un día volvamos la vista atrás y pensemos: “Con lo que habíamos llegado a ser...”

La fealdad del mundo durante el colapso se nos haría insoportable si se nos presentase de golpe, pero su lenta llegada va haciendo que nos adaptemos, que poco a poco acabemos aceptando cosas a las que simplemente 5 o 10 años atrás nos habríamos resistido con fuerza. En el mundo actual son frecuentes, sobre todo en el cine, ensoñaciones de colapsos rápidos y muy violentos, tipo “Mad Max”, la película de referencia en lo que respecta a colapsos energéticos de los años 80 del siglo pasado. Y dada la gran fuerza de los medios de comunicación a la hora de modelar hasta nuestra imaginación, nuestros sueños, mucha gente cree firmemente que es este tipo de drástico descenso el prototipo de lo que tiene que ser un colapso. Partiendo de esta errónea percepción, todos se imaginan como el protagonista de uno de estos filmes, un héroe que duro pero justo lucha sin descanso contra un mundo que enloquece durante su caída. Nada más lejos de la realidad. No hay enemigo contra el que luchar mientras colapsamos, solo resignación, sólo utilizar frases hechas para cosas hechas: es el “Esto es lo que hay”, delante de una nueva pérdida de derechos o servicios; “¿Qué quieres? No hay nada que hacer”, al enterrar a otro amigo, comido del hambre y los gérmenes. El declive es triste y deprimente, es grisura y hambre, es agonía y desesperación. No hay posibilidad de nada heroico en el colapso; no ha lugar para que una persona pagada del individualismo egoísta occidental, el proto-consumidor que ha sido izado a lo alto de un pedestal por la actual sociedad de consumo, pueda salir triunfante, simplemente por los retos que tiene por delante no son nada que pueda sortear, destruir o dominar. El capitalismo se engaña y nos engaña incluso al imaginar su fin.

El colapso es terrible, cierto, pero no es obligatorio. No es inexorable, no es nuestro destino forzoso final. Es, sin dudas, donde iremos a parar si continuamos sin estirar las riendas de nuestra sociedad, sin continuamos a delegar ciegamente nuestro intransferible deber de velar por nuestro propio futuro y el de nuestros hijos. A veces me encuentro que, al explicar los graves problemas a los que nos vemos sometidos por nuestra indolencia, algunas personas me tildan de catastrofista, de llamar al mal tiempo. Es exactamente lo contrario. Aquellos que se nieguen a pensar en hacer cambios no ya necesarios sino imprescindibles, aquellos que piensan que no hay alternativa a la manera destructiva y alocada con la que actúa el capitalismo global, aquellos que niegan los signos evidentes de la degradación y el declive llenándose la boca de excusas ad hoc para justificar cada síntoma del enfermo global, son precisamente los que animan a los conductores de nuestra sociedad a seguir adelante a toda costa y no girar a pesar de que delante tenemos un acantilado. Denunciar las consecuencias previsibles de esta carrera de locos, evidenciar con datos y hechos la falsedad que se esconde tras tanta noticia que es sólo un publirreportaje pagado por intereses económicos inconfesables, educar a la ciudadanía sobre la realidad económica y ambiental de nuestro mundo... en suma, alertar a la sociedad del curso hacia el colapso que absurdamente seguimos se ha vuelto para un puñado de académicos y técnicos, entre los cuales me cuento, en un deber ciudadano ineludible (por lo cual no pocas veces somos criticados cruelmente por los mismos que nos hacen avanzar con alegría hacia el acantilado). Pero nosotros queremos evitar la llegada del colapso y estamos convencidos que la podemos evitar, si se informa con veracidad y objetividad a la sociedad para que ésta sea consciente y pueda tomar las decisiones lógicas para determinar su futuro.

Con este espíritu, el verano del 2014 un pequeño grupo, poco más de una decena, de técnicos y académicos de toda España preparamos y promovimos un manifiesto que ha sido traducido a muchas lenguas y en particular al catalán. Este manifiesto se llama “Última llamada”, en vista de que, según nuestro entendimiento, no hay ya mucho margen de tiempo para evitar las consecuencias más indeseables del colapso que viene. No hay nada radicalmente nuevo en el manifiesto; se podría decir que es una “puesta al día” en el contexto español del manifiesto que hace más de diez años promovió la Unión de Científicos Preocupados de los EE.UU. (13). Tampoco es un texto técnico, cosa que algunos adeptos incondicionales de esa religión que llamamos “neoliberalismo” critican, ya que querrían ver substanciados y detallados los síntomas del colapso en ese texto, para así enredarse discutiendo detalles absurdos y poder así desviar la atención, como si los promotores del manifiesto no hubiéramos escrito ya miles de páginas explicando todos los puntos y comas de los numerosos problemas de sostenibilidad que pesan sobre nuestro mundo. Y para terminar, es un texto con ciertas limitaciones, fruto de un trabajado consenso entre sensibilidades muy diferentes de sus diferentes promotores. Pero a pesar de eso “Última llamada” es un texto con mucha fuerza y unas pocas verdades sencillas; tanto es así que recibió en seguida el apoyo de numerosas personalidades políticas y profesionales, de manera que el dia que los medios de comunicación comenzaron a hacerse eco de él contaba ya con centenares de adhesiones, que ahora se cuentan por miles.

Nuestro futuro no está escrito, pero sí nuestro pasado, y nuestro pasado nos muestra que algunas civilizaciones, soberbias en su magnificiencia, menospreciaron la posibilidad de un colapso y colapsaron. La Historia también nos muestra el ejemplo de otras civilizaciones que fueron capaces de revertir el declive cuando los primeros signos del colapso inminente aparecieron, al parar y dar marcha atrás en sus prácticas autodestructivas. No es el colapso, por tanto, un golpe imposible de parar; pero hay que hacerle frente y se necesita poner sentido común. Ya nos ha llegado nuestro aviso; ¿nos ponemos manos a la obra?


Bibliografía
1) Safa Motesharrei, Jorger Rivas & Eugenia Kalnay, 2014: «Human and nature dynamics (HANDY): Modeling inequality and use of resources in the collapse or sustainability of societies», Ecological Economics 101, 92-102: http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0921800914000615
2) Tim Morgan, 2013: «Perfect storm - energy, finance and the end of growth». Tullet Prebon Strategy Insights, número 9: http://www.tullettprebon.com/Documents/strategyinsights/TPSI_009_Perfect_Storm_009.pdf
3) Antonio Turiel, 2012: «Espuela del WEO 2012: la AIE reconoce el declive de la producción de petróleo crudo». Blog The Oil Crash: http://crashoil.blogspot.com.es/2012/11/espuela-del-weo-2012-la-aie-reconoce-el.html
5) Antonio Turiel, 2013: «La verdad a la cara». Blog The Oil Crash: http://crashoil.blogspot.com.es/2013/04/la-verdad-la-cara.html
6) Antonio Turiel, 2014: «Guerras de prestado». Blog The Oil Crash: http://crashoil.blogspot.com/2014/02/guerras-de-prestado.html
7) Antonio Turiel, 2010, «Digamos alto y claro: esta crisis económica no acabará nunca». Blog The Oil Crash: http://crashoil.blogspot.com.es/2010/06/digamos-alto-y-claro-esta-crisis.html
9) OMS, 2014: «7 millones de muertes cada año debidas a la contaminación atmosférica», Comunicado de prensa: http://www.who.int/mediacentre/news/releases/2014/air-pollution/es/
11) FAO, 2012: «The state of World fisheries and aquaculture»: http://www.fao.org/docrep/016/i2727e/i2727e.pdf
12) Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, http://eapn.es/
13) Union of Concerned Scientists, 1992: «Warning to Humanity»: http://www.ucsusa.org/about/1992-world-scientists.html

miércoles, 18 de marzo de 2015

Guía apresurada para expertos despistados



Queridos lectores,

Querría dedicar el post de la semana a los denominados "expertos en energía". No estoy aquí hablando de una persona más o menos entendida en esta materia, ni tampoco de los periodistas o académicos que dedican una buena parte de su tiempo profesional a informar dignamente de los hechos, a pesar de la sordina mediática. No. El típico "experto en energía" al que me referiré hoy es un personaje que viste siempre el hábito de su religión (él: traje con chaleco opcional, camisa perfectamente planchada, corbata perfectamente anudada; ella: vestido de color discreto o llamativo según lo que quiera demostrar, zapatos de tacón, americana a juego; en ambos casos el precio de su indumentaria equivale a varios meses de mi sueldo). Esta gente frecuenta los altos templos de su credo (Parlamento Europeo, ministerios, secretarías de Estado, consejerías autonómicas, think tanks, ...) y es asidua de las ceremonias rituales que les son propias (recepciones oficiales, vinos españoles, banquetes de gala, ruedas de prensa...). Por su forma de hablar, de comportarse y hasta de moverse uno se da cuenta de que se trata de una especie diferente del homo sapiens común; son gente acostumbrada a que todo el mundo les escuche, a zanjar discusiones con una frase, a recrearse escuchando su propia voz. Son gente que se ha codeado con un primer ministro, ha compartido mantel con un jeque árabe, que ha estado orinando al lado del Economista Jefe de la Agencia Internacional de la Energía o que se ha ido al tocador con Hillary Clinton tras el preceptivo "Si nos disculpan..." Son gente que sabe de energía porque han oído hablar mucho a otros que saben de energía en reuniones donde todos ellos se juntan periódicamente y toman decisiones que nos afectan a todos, sin tener básicamente una idea contrastada con hechos de lo que están hablando. A estos expertos es a los que quiero dedicar el post del día de hoy. Y no (sólo) con el ánimo de escarnecerlos aún más que con esta entradilla, sino para ofrecerles sinceramente algunas pautas sobre la materia de la que tratan y maltratan. Se trata de ofrecerles datos contrastados y fuentes fiables, para que si no los usan en su próxima discusión litúrgica, al menos vean que quizá hay un enfoque alternativo.

He organizado esta guía en torno algunos tópicos que de manera no siempre acertada suelen usar estos expertos. He aquí la lista.



- Dejen de hablar de reservas: En 1956 Marion King Hubert mostró que el problema con el petróleo no era lo que aún quedaba por explotar (reservas), sino a qué ritmo se podía extraer (producción). En aquella época había una confianza ciega en que no habría problemas en tanto en cuanto las reservas se mantuvieran constantes o incluso aumentaran. Marion King Hubbert mostró que ése no es el problema, sino que por razones geológicas y físicas el petróleo no se puede producir al ritmo que nos dé la gana: hemos explotado lo más fácil primero, cada vez cuesta más esfuerzo extraerlo (o sintetizarlo de otras fuentes) y al final el ritmo de producción se ralentiza y cae. No es una cuestión de invertir más dinero: el dinero es una representación de la riqueza, no la riqueza ella misma - la clave es la ganancia de energía, no de dinero, y es ésta la que está ahora mismo en peligro. Dejen de decir memeces como "Hace 30 años quedaba petróleo para 30 años y ahora también". El petróleo no sale a un ritmo constante, sino que una vez llegado a su máximo flujo comienza a disminuir y va saliendo cada vez más despacio. De eso modo no se agotará en 30 años: queda petróleo para siglos; el problema es que cada vez tendremos menos cantidad cada mes. La situación es análoga a la de un joven heredero cuyo único medio de subsistencia es la herencia que su rica abuela le dejó: cien millones de euros en una cuenta corriente.  Pero, ay, la vieja arpía dejó especificado en el testamento que sólo se le permitiría sacar inicialmente 2000 euros cada mes, y a medida que va pasando el tiempo cada vez se le va dejando sacar menos: pasa un año y ya sólo puede sacar 1800 euros al mes, pero al siguiente ya son sólo 1500 euros mensuales, al cabo de un par de años más sólo 1000 al mes, en otros cinco años 500 euros al mes... estirando así sus ahorros durante un período larguísimo, eterno casi. Este tipo puede pensar que es rico (porque tiene mucho dinero en el banco), pero en realidad es pobre (pues tiene poco dinero en el bolsillo). Pues ésta es la ilusión en la que viven muchos de nuestros expertos de cabecera. Y resulta bastante ridículo, por no decir grotesco, que casi 60 años después de que Hubbert lo dejara bien claro aún haya quien se apoye en el fútil argumento de unas reservas supuestamente muy grandes.

- No todo es petróleo, y mucho menos crudo: La Agencia Internacional de la Energía utiliza la nomenclatura "All liquids", cuya traducción más acertada a mi entender sería "todos los hidrocarburos líquidos". Eso quiere decir que cuando ahora nos cuentan que la producción de petróleo ha llegado a los 93 millones de barriles diarios (Mb/d) de petróleo nos están contado no ya una mentirijilla, sino una mentira de las gordas. Petróleo crudo convencional y condensados representan actualmente unos 68 Mb/d (la cantidad oscila un poco mes a mes) y su producción ya está por debajo del máximo histórico de 70 Mb/d de 2005. El resto, hasta 93 o 94 Mb/d (según el mes) son otras cosas que no son petróleo crudo, en realidad: son los llamados hidrocarburos líquidos no convencionales, o ya por abuso de notación petróleos no convencionales. Lo más parecido al petróleo crudo es el Petróleo Ligero de Roca Compacta (Ligth Tight Oil) que se extrae directamente de la roca madre, no porosa, con la técnica del fracking (de momento sólo en EE.UU. y en Argentina). Aparte de lo costoso del método de extracción (que ha originado una burbuja financiera que a estas alturas está reventando), el líquido extraído tiene una proporción de hidrocarburos de cadena corta bastante más elevada que la del crudo promedio (de ahí el nombre de Petróleo Ligero); como comentó Kjell Aleklett en Barbastro, el hecho de que el LTO sea el tipo de hidrocarburo cuya producción crece más hace que el pico del diésel sea más acusado. El resto de "petróleos no convencionales" son básicamente de tres tipos: crudo sintético obtenido de petróleos extra-pesados, biocombustibles y líquidos del gas natural. El primer tipo se obtiene combinando bitumen extraído de las arenas bituminosas del Canadá con gran destrozo ambiental y el de la Franja del Orinoco, en Venezuela. Se requieren grandes cantidades de agua y de gas natural para su síntesis, es muy costoso, ambientalmente muy dañino, tiene baja TRE y requiere muchas adaptaciones en las refinerías; encima, está prácticamente ya en su máximo de producción, a pesar de que sus reservas son enormes. En cuanto a los biocombustibles, son un sumidero energético y fuente de muchos otros problemas y nunca tuvo sentido económico ni mucho menos energético producirlos. Por terminar, los líquidos del gas natural son en su mayoría (90%) hidrocarburos de cadena corta, que son útiles en la síntesis de plásticos, y su inclusión en esta categoría sólo introduce confusión (y encima es la categoría mayoritaria dentro de los no convencionales). Todos estos hidrocarburos líquidos no son completamente equivalentes (no son fungibles, usando el término técnico); por ejemplo, el LTO y los líquidos del gas natural no se pueden usar para producir diésel; el biodiésel no puede usarse solo sino mezclado con petrodiésel; y el bitumen de Canadá y Venezuela necesita o bien grandes cantidades de gas natural o bien ser combinado petróleo ligero para que su refino sea posible, y no se puede refinar más que en ciertas refinerías. Además, muchos de estos petróleos tienen un contenido energético en volumen sensiblemente menor al del petróleo medio y todos ellos son más caros energéticamente de producir (tiene menor rendimiento, es decir, menor TRE). El ciclo de vida de las explotaciones de hidrocarburos no convencionales también es diferente al del petróleo convencional: así, los biocombustibles están expuestos a las venialidades climatológicas; las arenas bituminosas dependen de una gran infraestructura de extracción y de disponer de mucha agua; y el LTO, además de las dificultades técnicas de la fractura hidráulica (necesidad de disponer de agua para la fractura y de deshacerse de las aguas de desecho, que todo el transporte se hace por carretera dado que la breve vida de estas explotaciones no permite hacer oleoductos, el rápido deterioro de esas carreteras comarcales con el tránsito de tanto vehículo pesado, etc), en los EE.UU. tiene muchas particularidades legales (concesiones en régimen de "Lease or leave", "Explota o vete"). Esas diferencias pueden llevar, en algunos momentos, a explotar estos recursos sin beneficio e incluso a pérdidas. El haber agregado cosas tan diferentes, no siempre equivalentes, con precios diferentes y con mercados más fragmentados que el del petróleo convencional, lleva a nuestros apreciados expertos una incomprensión de cómo está funcionando ahora mismo el mercado del petróleo, y en particular a paradojas como las que se vieron entre 2011 y 2013, cuando a pesar de que la demanda crecía menos que la oferta sin embargo el precio se mantenía elevado. La clave es que la demanda de cada parte de ese agregado que llamamos "todos los hidrocarburos líquidos" no es la misma y al juntarlo todo no vemos qué es lo que se demanda en realidad. Yo uso una imagen simple para explicar esto: imagínense que viene un experto de cabecera y les dice: "El año pasado España produjo 60 millones de yugos y guillotinas, un récord histórico. La demanda de yugos y guillotinas bajó un 1%; a pesar de ello, y contrariamente a la intuición, el precio de las guillotinas continuó subiendo con fuerza", y aquí nuestro querido amigo se lanza a aventurar un montón de explicaciones, a cual menos verosímil cuando se analizan un poco; explicaciones por otra parte radicalmente diferentes de las que nos ofrecería otro experto de similares credenciales y capacidad de análisis. Nuestro experto en artículos para el cuello está confundido porque observa que la oferta (de yugos y guillotinas) sube, su demanda baja y a pesar de ello el precio sube y sube. La clave está en que está juntando dos mercados, el languideciente mercado  de los yugos con el pujante mercado de las guillotinas, y así obviamente no hay quien entienda nada. Claro que si separas los dos mercados quizá se vería que en realidad la producción de guillotinas decae por falta de algunas materias primas requeridas, a pesar de ser un producto del máximo interés. Del mismo modo, tratar los líquidos del gas natural o los biocombustibles como si fuesen lo mismo que el crudo cuando su demanda y mercado no son exactamente los mismos lleva, básicamente, a que el comportamiento del mercado de "todos los líquidos" sea ininteligible.


- El peak oil ya está aquí: Quizá Vds. no se han enterado, pero hasta la Agencia Internacional de la Energía reconoció en 2010 que el máximo de producción de petróleo crudo convencional fue en 2005. De hecho, si cogemos la producción conjunta de los principales productores que ya han superado su peak oil la situación es, como mínimo, bastante preocupante.


 
Queda claro de la figura que el futuro de la producción de petróleo depende de que cada vez menos países no lleguen a sus respectivos peak oils, momento que por otro lado sabemos que es inexorable. Dejen por tanto de decir que el peak oil es una teoría, porque ahí mismo tienen varias decenas de países para los que esa "teoría" es una amarga realidad. Y yo en su lugar dejaría de confiar tanto en que la producción de esa entelequia contable de "todos los líquidos" siga creciendo en volumen (ya sabemos que en energía está en realidad en descenso desde 2010), porque si la debacle del fracking continua al ritmo actual éste año podría ser el del pico volumétrico de todos los líquidos, y entonces tendrán que buscar un buen carro de excusas para justificarlo (me imagino que la más manida será la del falaz pico de la demanda; a ver si la gente se cree que si consumimos menos petróleo es porque ahora somos más eficientes y no porque tengamos una crisis económica de caballo).


- Los EE.UU. no son energéticamente independientes...: Ya explicamos cuando analizamos el informe anual de la Agencia Internacional de la Energía de 2012 que en la rueda de prensa de su presentación el economista en jefe de la AIE soltó un argumento bastante osado: que hacia 2020 los EE.UU. sería el primer productor mundial de hidrocarburos líquidos y que hacia 2035 serían autosuficientes energéticamente "de manera neta". A partir de ahí, la prensa ha ido inflando el bulo hasta el punto de decir, primero, que en 2020 los EE.UU serían el primer productor mundial de petróleo y ahora que los EE.UU. están a punto de ser autosuficientes energéticamente, o incluso que ya lo son.

Demostrar que los EE.UU. no son autosuficientes energéticamente en la actualidad lleva sólo unos minutos. Por ejemplo, simplemente consultando los datos de producción y consumo de hidrocarburos líquidos en los EE.UU. hasta 2013 (2014 es muy similar) derivados del último anuario estadístico de BP:



Consumo (línea negra) y producción (curva sombreada gris) de hidrocarburos líquidos en los EE.UU. Gráfica extraída de la web Flujos de Energía, http://mazamascience.com/OilExport/index_es.html

Con los datos en la mano uno se encuentra con que los EE.UU. producían a finales de 2013 algo más de 10 Mb/d de hidrocarburos líquidos, de los cuales grosso modo sólo 5 Mb/d son crudo convencional, 3 Mb/d son LTO y 2 Mb/d son biocombustibles (cuya TRE es virtualmente de 1, con lo que en realidad sólo contribuyen a contabilizar dos veces la misma energía). Lamentablemente, en ese mismo momento los EE.UU. también consumían 18,6 Mb/d. El balance es, por tanto, que su producción interna en volumen sólo cubre el 56% de su consumo, y que por tanto tienen que importar nada menos el 44% de los hidrocarburos líquidos que los días que nos da por ahí llamamos petróleo (todo esto, a finales de 2014; en un momento veremos qué está pasando ahora mismo). Por lo tanto, está claro que los EE.UU. no son autosuficientes en lo que a hidrocarburos líquidos se refiere.

Pero, claro, el argumento de la AIE incluía el gas natural, que estaba experimentando una gran subida gracias a las explotaciones de fracking. De eso modo, la idea que tenía la AIE en su informe de 2012 era que los excedentes del gas natural compensaban la falta de hidrocarburos líquidos (como si fueran cosas equivalentes, más allá del papel) hacia 2035 y así EE.UU. era autosuficientes "de manera neta" (el diablo está en los detalles). ¿Producen los EE.UU. más gas natural del que consumen en este momento? La respuesta es no: a pesar de los grandes aumentos de producción debidos al fracking, aún tienen que importar, de manera neta, aproximadamente un 8% de lo que consumen.

Consumo (línea negra) y producción (curva sombreada gris) de gas natural en los EE.UU. Gráfica extraída de la web Flujos de Energía, http://mazamascience.com/OilExport/index_es.html


La única materia prima energética que exporta de manera neta los EE.UU. es el carbón, y siempre en cantidades relativamente pequeñas. Por tanto, de autosuficiencia energética ahora mismo nada de nada.

El otro día oí a uno de estos expertos que se hacía la siguiente pregunta en voz alta: "¿Por qué baja el precio del petróleo si los EE.UU. son autosuficientes?". La verdad es que no entendí qué le parecía extraño de ese silogismo; hizo un para mi incomprensible razonamiento sobre lo que implicaba para el mercado que los EE.UU. fueran independientes, y llegaba a la paradójica conclusión de que la autosuficiencia energética de los EE.UU. implicaban precios altos (supongo que porque los costes productivos del fracking son elevados). En todo caso, había de entrada un fallo fundamental en su silogismo: la premisa es falsa, los EE.UU. no son autosuficientes energéticamente...

- ... ni lo serán nunca: En este momento conviene ir a la raiz del famoso bulo sobre la independencia energética de los EE.UU. Toda la historia se basa en las proyecciones que la AIE hizo en su informe de 2012, el WEO 2012, y la burda exageración se sintetiza en una única gráfica:







Hemos comentado esta gráfica ya varias veces en este blog, pero está claro que el asunto le ha pasado desapercibido a nuestros expertos. Veamos. Lo que muestra este gráfico es la proyección (que, recordemos, hizo la AIE hace algo más de dos años) sobre cómo evolucionarán las importaciones de petróleo de los EE.UU. de 2012 a 2035. Primer detalle que no debería pasarle por alto a un experto: en la gráfica se ve que en 2035 los EE.UU. todavía importarían un poco más de 3 Mb/d de petróleo. ¿Dónde queda, entonces, la tan cacareada independencia energética? En que la AIE asume que los EE.UU. producirán tal excedente de gas natural, sobre todo gracias al impulso del fracking, que en 2035 este excedente energético en gas natural será equivalente al déficit en petróleo. Una extraña contabilidad, en la que por una vez la AIE usa excepcionalmente el valor energético de cada combustible para compararlos, a pesar de que el petróleo sea tres veces más caro que el gas. Fíjense además que la AIE fija como horizonte para que se consiga este hito el año 2035, no por casualidad el último año que cubrían sus previsiones de 2012: en esencia estaba diciendo que el milagro pasaría hacia el fin del período de la previsión, que es como decir en el plazo de tiempo más largo que se puede concebir. Y es que, a fin de cuentas, ¿quién se acordará en 2035, con todo lo que lloverá de aquí a entonces, de las previsiones que hizo la AIE en 2012? Pues para su desgracia, una parte de la prensa que busca con desesperación buenas noticias en temas de energía y los expertos a los que se dirige este artículo siguen pensando en ese horizonte de bonanza norteamericana, sin revisar las hipótesis ni comprobar si aún son válidas; en particular, parece que no se han enterado de que en los dos informes posteriores, el de 2013 y el de 2014 la AIE ha ido corrigiendo a la baja sus previsiones sobre la producción de gas a través de fracking, con lo que "se cae" la famosa independencia energética "neta".

En realidad, y en cuanto uno comienza a mirar los detalles, emergen nuevos e inquietantes nubarrones. Sin ir más lejos, en la gráfica que soporta toda la falacia de la presunta futura independencia energética neta de los EE.UU., nos encontramos que hay otros 3 Mb/d de disminución del importaciones de hidrocarburos líquidos de difícil encaje: "eficiencia del lado de la demanda". Vamos, que la introducción de mejoras en la eficiencia llevarán a una disminución del consumo en nada menos que 3 Mb/d (sobre los casi 19 Mb/d que los EE.UU. consumen ahora mismo eso representa el 16% de su consumo actual). Que mejoras en la eficiencia lleven a un descenso del consumo es una cosa extraordinaria, tan extraordinaria que de hecho no ha pasado nunca con nuestros sistema económico si no es en medio de una grave crisis económica, por razones que Lord Jevons podría explicarle a nuestros expertos si le quisieran oír. Por supuesto que si los EE.UU. entran en una gravísima crisis económica pueden llegar a ser autosuficientes, y más en particular si su economía está de rodillas y consume mucho menos que ahora mismo: ¡si hasta podrían llegar a exportar! Sucede, sin embargo, que ese escenario no es el idílico paraíso en el que parecen creer nuestros expertos.
 


Hay más cuestiones inquietantes en el horizonte: como comentamos al analizar el WEO 2014, la AIE ya está hablando claramente de un estancamiento del consumo total de energía en Europa, Japón, Rusia y los EE.UU. para las próximas décadas. No estamos hablando de petróleo solamente, sino de toda la energía. Cómo se puede conseguir crecimiento económico sin aumentar el consumo de energía es una cosa que todavía está por demostrar, mas allá de algunas triquiñuelas en la contabilidad nacional con escaso recorrido. Tomando esa previsión con la seriedad que merece, lo que la AIE nos está diciendo es que la recesión será permanente, lo cual es lógico si uno considera que, justamente por la escasez de petróleo, esta crisis no acabará nunca, como llevamos diciendo 5 años en este blog. Que un tema tan crucial le pase desapercibido a nuestros expertos muestra que, obviamente, no se leen los informes de la AIE; y también dice muy poco de las fuentes de las que se nutren, muchas de las cuales son la misma noticia elaborada y reelaborada por otros expertos de su mismo jaez, en un curioso ecosistema informativo en el que el detrito de uno acaba siendo el sustento de otro.

Pero lo que acaba de proyectar una sombra ominosísima sobre el futuro energético de los EE.UU., y por ende de todo el planeta, es el fracaso del fracking. Nuestros expertos están ahora obsesionados con la reciente bajada de precios del barril de petróleo (de la que hablaremos un poco más abajo), ofreciendo argumentos de lo más variopinto, sin ser capaces de ver que el drama llevaba varios años gestándose, básicamente los mismos desde que el fracking comenzó a alzar el vuelo. Ya en Noviembre de 2013 la AIE lanzaba un agorero aviso a navegantes con la siguiente gráfica, que ya comentamos en su momento:




En ella la AIE nos prevenía sobre cómo evolucionaría la producción de hidrocarburos líquidos (excluidos los líquidos del gas natural, quizá para no emborronar más la discusión espuriamente) si no se producía más inversión (en realidad, la inversión suficiente). Como pueden apreciar, la caída en la producción sería escalofriante, llegando a ser una cuarta parte de la actual (y aún eso, en volumen; en energía sería mucho menos, en línea con el horizonte 1515). Con esta gráfica, inserta en medio de su informe anual, la AIE enviaba un mensaje de cierta alarma a quien debía recibirlo (obviamente, no a la fanfarria mediática, emborrachada de sueños húmedos de fracking). La reacción de la industria delante de tal aviso fue hacer exactamente lo opuesto de lo que se le pedía: una oleada de anuncios de desinversión , que ya en Marzo de 2014 nos hacía anticipar que en los años a seguir tendría fatales consecuencias. Por si fuera poco, en Julio de 2014 supimos que la industria de los hidrocarburos pierde dinero a manos llenas: más de 100.000 millones de dólares al año, con una deuda acumulada de más de medio billón de dólares. Y recuerden que todo eso pasaba con el precio del barril aún en los 100 dólares. Después, y sólo después, comenzó el actual descenso de precios, al que aún le queda cierta recorrido, con lo que todos los problemas descritos se están exacerbando. En este contexto, el número de empresas dedicadas a la explotación de hidrocarburos extraídos con fracking y otros hidrocarburos no convencionales que están quebrando nos indica que la burbuja financiera creada en torno al fracking está explotando. Dependiendo de si el colapso de esta industria es más rápido o más lento los plazos se acortarán o alargarán, aunque las consecuencias finales serán igualmente funestas.

- "El fracking ha venido para quedarse": Ésta es una de las frases más necias que he tenido que oír últimamente en una  homilía expertil. La frase corresponde al género de pensamiento mágico, variante sólo ligeramente más adulta de esa estrategia de negación que tienen los niños de repetir en voz alta: "No es verdad, no te escucho" mientras se tapan los oídos cuando no quieren que les den una mala noticia. Si el fracking, como dicen estos señores, ha venido para quedarse, deberían de poder aportar datos claros al respecto, porque todas las previsiones que yo he visto (incluida la muy optimista  de Goldman Sachs que se encuentra bajo estas líneas) hablaban de una llegada al máximo productivo muy próxima - unos pocos años desde ahora - y a partir de ahí una declinación más o menos rápida.




Lo malo de esas previsiones de peak LTO temprano y rápido declive ulterior es que se hicieron en un entorno muy diferente al actual, con precios del petróleo mucho más altos. Si incluso con los precios anteriores las empresas ya perdían dinero, con los precios actuales se están hundiendo en la más absoluta de las miserias. Seguir hablando de "la bonanza del fracking", o que "el fracking puede resistir el actual entorno de precios", cuando el número de pozos activos en los EE.UU. ha caído más de un 40% desde su máximo del año pasado resulta o absolutamente ignorante o deliberadamente manipulador.

 
Imagen de http://wolfstreet.com/2015/03/06/the-collapse-of-fracking-as-we-know-it/


Algunos expertos, viendo que cada vez es más difícil negar la debacle en las prospecciones americanas y que el asunto ya salta a las primeras planas de color sepia al otro lado del Atlántico, se agarran a su último clavo ardiendo, destacando el hecho de que a pesar de que el número de pozos activos cae rápidamente la producción se mantiene en las estadísticas oficiales del Departamento de Energía de los EE.UU. Atribuyen el hecho a las mejoras en eficiencia en la producción, fruto de una adecuada reestructuración del sector, que saldrá saneado de la crisis y tralará. Su grado de experto, se ve, no les ha llegado como para saber que, por culpa de los recortes que se hicieron en ese departamento hace unos años, los datos de producción tienen un desfase real de entre 3 y 6 meses, durante los cuales lo que se hace es extrapolar la tendencia previa. De hecho, ahora que comienzan a llegar datos del comienzo de la caída de precios se empiezan a ver las primeras desviaciones significativas entre lo que se estaba previendo y la cruda realidad.

Por si todo lo anterior fuera poco, se juega mucho en estas latitudes a hablar del fracking, que es la técnica de extracción, pero sin explicar qué hidrocarburo se quiere extraer, si petróleo o gas natural. Porque, como ya explicamos el LTO es marginalmente rentable, o lo fue para algunas explotaciones, pero el gas natural ni lo es ni lo fue nunca (un meme común entre los expertos es que el precio del gas en los EE.UU. es la tercera parte que en Europa "gracias al fracking", sin explicar que eso se pudo hacer vía endeudamiento y con un consumo local bastante  estancado). La diferencia es importante, teniendo en cuenta que, por ejemplo, en Europa (y en España en particular) sólo se han identificado recursos de gas natural explotable por fracking, nunca de petróleo. Por qué hay tanta insistencia en numerosos foros europeos en que Europa tendría que apostar por un combustible mucho menos versátil que el petróleo y con un mercado mucho más limitado, con una TRE todavía más baja y por tanto económicamente ruinoso, con unas perspectivas de producción muy limitadas a pesar de las grandes reservas, y con un gran impacto ambiental es para mi un misterio, que a decir de algunos se esclarece a la luz de ciertas presuntas y sustanciosas comisiones.

Al final, es posible que la frase de que "El fracking ha venido para quedarse" sea cierta, aunque no de la manera que dicen nuestros expertos; y es que el impacto ambiental del fracking puede dejar una huella duradera.

- Los saudíes no están intentando hundir a Iran, Rusia, el fracking en EE.UU. ni/o las torrijas de mi abuela:  Este tema se he tratado con tanta profundidad en este blog que no me da la gana de repetirme aquí una vez más. Para entender el actual proceso de hundimiento de precios (y hacia dónde nos lleva) puede leerse "La espiral", y para comprender que no hay ninguna conspiración pero se suspira por ella, "La ilusión del control".

- El coste de extraer un barril de petróleo en Arabia Saudita no es de 2 dólares: Muchos expertos se empeñan en decir que extraer petróleo en Arabia Saudita es un regalo, que cada barril cuesta de extraer sólo un par de dólares. Se ve que estos señores y señoras viven anclados en su adolescencia o en su juventud, pues se creen que los cuarenta o cincuenta años que han pasado desde que esto era así no son nada. Poco importa que hasta el campo supergigante de Ghawar sea ya muy maduro y requiera inyectar grandes cantidades de agua para mantener su producción, poco importa que se haya tenido que poner en producción campos de tan poca calidad como el de Manifa, mezclando su producción con la del resto del crudo saudí, para evitar que la producción decaiga. Tampoco le importa a nuestro experto, en suma, que a los saudíes ya no les quede nada más, ningún otro campo en reserva, para evitar la caída de la producción en pocos años. 

Producción de petróleo de Arabia Saudita. Adaptado de http://peakoilbarrel.com/opec-crude-plus-more-on-eia-estimates/



Es igual: si en los años 60 del siglo pasado producir petróleo en Arabia Saudita costaba 2 dólares, hoy en día cuesta lo mismo. En realidad, el coste de producción se sitúa más bien en torno a los 20 dólares para Arabia Saudita y por encima de los 25 dólares por barril para el promedio de la OPEP (peor aún: si se tiene en cuenta la inflación, el coste de producción no fue jamás de 2 dólares de 2015, que es lo que va implícito en la absurda extrapolación de nuestros expertos). Pero, como ya explicamos hace cosa de dos años, los países productores tienen sus propias necesidades, que van más allá de meramente cubrir los costes logísticos para producir petróleo para que nosotros lo quememos alegremente en un todoterreno para ir a comprar el pan. Resulta que estos países necesitan un precio por barril lo suficientemente alto como para que los ingresos fiscales permitan mantener algo más que los privilegios de la élite: un mínimo sistema de redistribución de la renta, basado un sistema de ayudas sociales, que tienen como objeto impedir que comiencen las revueltas en esos países y todo se vaya al garete. Esos costes fiscales son por tanto tan estructurales o más que los de poner en marcha la perforadora o transportar el crudo. Y esos costes no son nada bajos: en promedio, se sitúan por encima de los 80 dólares por barril.

Imagen de  http://ourfiniteworld.com/2014/11/05/oil-price-slide-no-good-way-out/

Pensar, por tanto, que hay margen para la bajada de precios del petróleo o para mantenerlos bajos para mayor gloria del consumidor occidental es de una absoluta ceguera, completamente impropia de un autoproclamado experto.


- El ahorro y la eficiencia no cambian nada por sí mismos: Este tema también se ha tratado en repetidas ocasiones aquí (incluso en clave for dummies). Resulta que un noble inglés que vivió a finales del siglo XIX, Lord William Jevons, observó que a medida que se iba mejorando la eficiencia de las máquinas de vapor el consumo de carbón de Inglaterra aumentaba en vez de disminuir: es la famosa Paradoja de Jevons. ¿A qué se debe esto? A que en un sistema económico orientado al crecimiento indefinido y a la producción, la energía que queda libre porque alguien no la usa (mediante ahorro directo, o indirectamente al aumentar la eficiencia) otro la usará para producir bienes y servicios y así ganar más dinero. Como decía Javier Pérez en su post para profanos: "La chica a la que no besaste no se metió a monja: se casó con otro". Este simple principio, bien conocido desde hace más de siglo y medio, tampoco ha permeado en las entendederas de tanto experto que corre por esos mundos de Dios, y así tenemos una machacona insistencia en que hay que fomentar el ahorro y la eficiencia energética, como si eso fuera a solucionar algo. Lo que está pasando es que la energía que ahorran los consumidores la acaba consumiendo la industria, los precios de la energía no bajan y, encima, para añadir insulto a la afrenta, al consumidor se le suben otros costes indirectos para que siga pagando lo mismo que antes o más. Por ejemplo en España, en la factura de la electricidad ha descendido el precio de la parte que refiere al consumo realmente realizado, pero se ha aumentado el precio del término fijo (que va referido a la potencia contratada), con lo que el consumidor al final acaba pagando más aunque consuma menos.

Contrariamente a lo que piensan algunos peakoilers más radicales, no es que no haya solución a la paradoja de Jevons: sí que la hay. Más aún: ahorro y eficiencia serán muy útiles en el futuro. Pero el primer paso es cambiar el origen de la paradoja y de muchas otras contradicciones: un sistema económico basado en el crecimiento continuo. Y aquí vemos la verdadera cara de muchos expertos: nuestro sistema económico, el capitalismo, es simplemente intocable, y se puede hablar de todo menos de cambiar este sistema. Estoy convencido de que muchas de las afirmaciones absurdas e infundadas que realizan muchos expertos tienen su origen en que no tienen redaños para cuestionar lo incuestionable; no se atreven a dejar de pasar de puntillas por la cuestión de fondo y mentar por fin la bicha y decirlo todo. En vez de eso, buscan una solución probando a tocar todas las variables menos la obvia; algo parecido a la historia del hombre que buscaba sus llaves perdidas bajo la farola y no unos metros más allá, donde se le cayeron en realidad, porque bajo la farola había más luz.


- No es ningún misterio por qué no se ponen más paneles solares en España: España recibe mucha más insolación que países del norte de Europa que han instalado proporcionalmente más paneles fotovoltaicos, sobre todo en los últimos años. Un tópico recurrente de un cierto tipo de expertos en energía, del suptipo "con conciencia ecológica", es preguntarse por qué en España, que durante unos años lideramos la implementación de sistemas de generación de energía renovable, estamos ahora tan mal. Se señala con el dedo al Gobierno (a los Gobiernos, en realidad) que han desmantelado el sector, y hay una parte innegable de razón en ello. Sin embargo, el problema de las renovables es mucho más profundo y no se circunscribe sólo a España, como explicamos al tratar de la relación entre renovables y capitalismo: los sistemas de energía renovable tiene una rentabilidad económica insuficiente para mantener el sistema capitalista tal y como está estructurado ahora mismo. Es por eso que no se fomentan. Y el problema, como digo, no se circunscribe a España; el parón de inversión en Europa es evidente:




Incluso en Alemania se están recortando los subsidios a la energía renovable (recientemente ha salido un informe demoledor para el sector renovable en el Reino Unido). La clave es que la baja TRE de estos sistemas los hace inadecuados para mantener el capitalismo tal cual lo entendemos. La solución aquí parece pasar antes por abandonar el capitalismo que por abandonar las renovables, pero como la primera proposición es inaceptable la mayoría de los expertos, de manera más abierta o solapada, se van a la segunda; y aquellos que no pueden tampoco aceptar esta segunda por su perfil "ecológicamente concienciados" se dedican a dar vueltas dialécticas en círculos y a hacerse la pregunta retórica: "¿Cómo es que teniendo tanto Sol en España no se invierte más en fotovoltaica?", mientras absolutamente nada cambia.


- No es electricidad lo que necesitamos: Parece mentira tener que volver a insistir una y otra vez en el mismo hecho simple: en 2011 la electricidad en España supuso solamente el 21% de nuestro consumo de energía final. Si ese porcentaje ha aumentado hasta el 23% en 2014 no es a causa de que se hayan encontrado más y mejores usos para la electricidad aquí, sino porque el consumo de petróleo ha caído un 25% desde sus máximos de 2008. De hecho, el consumo de energía primaria en España es ahora mismo comparable al de principios de este siglo.

Imagen de http://www.endesaeduca.com/Endesa_educa/recursos-interactivos/el-sector-electrico/consumo-energia-mundo

Electrificar los usos actualmente no eléctricos de la energía no es tarea fácil. Ya hemos expuesto aquí con muchísimo detalle por qué el coche eléctrico es sólo una quimera, pero es que necesitamos mucha otra maquinaria que no son coches (camiones, tractores, excavadoras, barcos, aviones) cuya electrificación como vehículos autónomos simplemente ni se discute debido al desmesurado tamaño que tendrían que tener las baterías. No es que no se puede electrificar la sociedad, pero es preciso hacer una planificación muy cuidadosa, teniendo en cuenta además las limitaciones de los materiales requeridos. Hace unos años hicimos ese análisis y la solución existe, aunque los cambios que acaba implicando sobre nuestro sistema económico son radicales; de hecho, es necesaria la superación del capitalismo para poder hacer esta transición.


- Dejen de meterle prisa a la innovación: Los avances tecnológicos no van a suceder porque coincida que nos vendría muy bien que se encuentre una nueva  fuente energética o un sistema de aprovechar mejor lo ya existente (sin que Jevons estropee la fiesta). Y no es una cuestión de más inversión, como parecen pensar los economistas tradicionales. Precisamente la innovación en energía es mucho más lenta o quizá limitada que en otras áreas, posiblemente porque los límites de la Termodinámica son bastante estrictos. No ha habido grandes cambios en el mecanismo central para producir electricidad en más de un siglo: sigue consistiendo en hacerle dar vueltas a unas espiras en el seno de un campo magnético, y la mayoría de las centrales eléctricas consisten en hacer hacer hervir agua para que el vapor mueva un rotor que haga girar esa bobina. Se han mejorado diseños y materiales, bien es cierto, y en algunas calderas se reaprovecha parte de ese vapor, pero al final hay una gran parte de la energía, casi siempre más del 50%, que simplemente se desaprovecha. Hace décadas que no estamos introduciendo nuevas fuentes de energía: el carbón de explota desde tiempos inmemoriales, el petróleo y gas (a escala industrial) desde hace un siglo y medio, el uranio desde hace 70 años, la energía hidroeléctrica tiene un siglo, las primeras placas fotovoltaicas tienen casi 60 años y los primeros aerogeneradores poco menos. Hay, por supuesto, algunas ideas nuevas (la más prometedora, las centrales termosolares, se basan en principios conocidos por los antiguos griegos y ya implementados de manera rudimentaria para producir electricidad a finales del siglo XIX) pero no hay cambios revolucionarios ni rupturas de paradigma. Los problemas con las fuentes de energía son conocidos desde hace unos 50 años, cuando hubo el primer susto con el petróleo, y en todo este tiempo no se ha podido llegar a algo realmente competitivo que permitiera mantener nuestro actual sistema. Algunos interpretan esta ausencia como una fatua demostración de la existencia de una gran conspiración, sin comprender que nuestro sistema económico y productivo integra todo aquello que tiene un rendimiento adecuado. Mirando las cosas de manera desapasionada, más bien parece que los avances en materia de fuentes de energía o no son posibles o tienen un recorrido bastante escaso. Pero incluso si uno tiene cierta fe en que al final se producirá un avance tecnológico revolucionario (y quizá después de todo no tan deseable), es obvio que no reaccionar a los graves problemas que ya tenemos, esperando a que se produzca el oportuno milagro, es una manera negligente de gestionar la actual situación, completamente temeraria e impropia de quien tenga esa responsabilidad. Es por eso sorprendente que nuestros expertos, algunos de los cuales dan consejo a nuestros Gobiernos, esbocen esa irracional fe en el milagro salvador, en una manifestación de imprudente tecnooptimismo.



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Un viernes cualquiera, alguno de estos santones y yo podemos coincidir en la misma sala, a pocos metros de distancia, casi mirándonos cara a cara, él o ella hablando, yo escuchando. La posición es parecida, casi simétrica en realidad. Y quizá por compartir intereses (aunque no actitudes) y por haber coincidido en el mismo espacio, de algún modo esa simetría persiste, imperfecta, durante algún tiempo: el sábado siguiente esta persona atenderá a sus oficios:



y yo a mis orificios.





Salu2,
AMT