viernes, 11 de octubre de 2013

El Gran Señor de la Guerra



Queridos lectores,

Javier Pérez me ha hecho llegar el siguiente ensayo, escrito con su estilo ameno, sobre las causas profundas por las que los EE.UU. se han convertido en una máquina de batallar, más allá de los típicos análisis superficiales. La realidad es mucho más frágil de lo que nos pensamos. A tener en cuenta en el futuro tan complicado que se avecina.

Salu2,
AMT 




Dólares, guerra y petróleo



Normalmente se habla de la necesidad de los Estados Unidos de buscar nuevas guerras, y se alude a los intereses de las industrias de armamento en gasta los stocks almacenados de bombas, probar los nuevos prototipos y dar a entender que es necesario mantener el arsenal al completo y a la última.


No le falta razón a este conjunto de motivaciones, pero creo que es totalmente incompleto y, en lugar de atender a las causas, lasa confunde con las consecuencias. A eso, en mi diccionario particular, se le llama frivolizar.


Si me lo permitís, vamos al fondo del asunto: la razón principal por la que Estados Unidos necesita demostrar cada cierto tiempo su calidad de superpotencia es el hecho de que el dólar carece de respaldo real en riqueza alguna, ya sea oro u otros activos, y sólo el prestigio del país como actor de primer nivel, más allá del bien y del mal, puede mantener su cotización en el punto deseado. Sólo la condición de superpotencia consigue que los norteamericanos eleven constantemente el techo de deuda y, lo que es más importante, que haya alguien interesado en comprar esa deuda.


En una economía de mercado, cuando la moneda deja de estar respaldada por riqueza real, ya sea oro u otro valor similar, lo único que queda es la percepción del mercado, y esa percepción puede ser modificada mediante actos de fuerza.


El crecimiento del deuda pública norteamericana en las últimas décadas es algo sin parangón y que debería preocupar muy seriamente a todas las economías mundiales, pero mientras su Gobierno dé a entender que puede permitirse el lujo de seguir exigiendo dinero a sus socios sin la más mínima intención de pagar esa deuda si llegara el caso, la deuda puede ampliarse, emisión tras emisión.


A los inversores les gustan los activos seguros y ahí es donde la cosa empieza a tener su gracia: ¿Qué es un activo seguro? Aquel que tiene toda la pinta de llegar a cobrarse, sea a costa de lo que sea. ¿Y qué creen los inversores? Que los norteamericanos son gente decidida, dispuesta a cualquier cosa para no caer en la pobreza y en la hecatombe de una suspensión de pagos. Por tanto, se entiende que serán capaces de lo que sea preciso para poder pagar sus deudas, sea con su riqueza, o con la de otros, convenientemente expoliada con cualquier pretexto, como aquella tontería del Maine que nos endilgaron a nosotros.


Podéis echarle un vistazo a las brutales cifras de deuda americana, clasificada por apartados, en este gráfico, tomado ahora mismo, a finales de septiembre:


Como quizás en estos casos las cifras desnudas no hablen tan claramente como la evolución de la deuda a lo largo de los años, os ofrecemos también un gráfico de la evolución de la deuda en los últimos años. En este gráfico se refleja la deuda en trillones de dólares americanos, que son los que aquí llamamos billones, o millones de millones.




El último datos es de 2010, pero desde entonces ha vuelto a dispararse y actualmente se encuentra en el nivel de los 17, 54 trillones, siguiendo las magnitudes de este gráfico.
Lo cierto es que los norteamericanos están manteniendo su nivel de gasto a través de un mecanismo llamado Quantitative Easing, que no es más que un eufemismo por la más conocida expresión de "imprimir dinero a destajo". En estos momentos, y según los datos de la Propia Reserva Federal Americana, imprimen un total de 85.000 millones de dólares AL MES. Por supuesto, lo de imprimir es un atajo expresivo, pues hay muchas otras maneras de inyectar dinero, por ejemplo, mediante apuntes electrónicos, sin necesidad de usar papel.


A esto le llaman allí estímulo macroeconómico, y es la causa final de que las bolsas esté subiendo cuando la economía no acaba de despegar. ¿Y por qué? Porque en alguna parte habrá que meter el dinero, ¿verdad?


A la postre, este dinero se sigue aceptando en los mercados internacionales por el prestigio de los EEUU. Abandonado el patrón oro, y abandonado cualquier otro tipo de control cada país puede crear el dinero que le acepten, todo ése y justamente ése. 


Por eso, los norteamericanos entienden que su presupuesto depende de su prestigio internacional, de su capacidad para obligar a terceros países a comerciar y negociar en su moneda y de su capacidad para imponer el dólar como reserva mundial de riqueza. Una reserva donde los demás ponen la riqueza y ellos los papelitos, que no son más que un símbolo de esa riqueza, pero nunca la riqueza en sí.


    Lo que pasa es que a los economistas les cuesta mucho entender que el dinero no es riqueza, sino un símbolo de riqueza, y que imprimir dinero para aumentar la riqueza de un país es una estupidez comparable a fabricar banderas para que crezca el territorio.


    Y ahora, llegamos, a la pregunta más complicada: ¿Y por qué demonios crece de ese modo la deuda americana?
Las razones son varias:

       - Políticas fiscales contractivas. O lo que es lo mismo, que los ricos no quieren pagar impuestos y tienen maneras de evitarlo, con lo que no hay modo de subir la recaudación.

- Políticas de gasto expansivas, es decir, querer tener de todo, pagando lo mínimo. Los americanos, la verdad, pagan muchos impuestos para lo poco que reciben del Estado, pero la condición de superpotencia es cada vez más cara y hay que estirar la cartera.

- Y sobre todo, el problema energético. La gasolina, que allí cuesta ahora a unos 65 céntimos el litro, ha multiplicado su precio por tres en los últimos seis años. A ese precio, que a nosotros nos sigue pareciendo ridículo, hay ya muchas industrias y actividades que no pueden funcionar, y muchos trabajos que no se pueden aceptar, porque el desplazamiento desde la vivienda se llevaría una parte demasiado alta de los ingresos mensuales. A ese precio, para ellos, las cosas empiezan a ir mal, porque su economía es aún más dependiente que la nuestra de un petróleo barato.


    ¿Os parece que exagero? Un día hablaré de la doctrina Carter, que dice que cualquier amenaza contra los exportadores de petróleo se considerará al mismo nivel que una invasión de California o Kansas.


    Por eso resulta que petróleo, deuda y guerra son tres sinónimos del mismo problema: energía, expectativas y demostración de poder. Ninguna de estas variables funciona sin el apoyo de la otra.
¡Qué le vamos a hacer!



Javier Pérez. www.javier-perez.es

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