viernes, 30 de enero de 2015

Entrevista a Roberto Ochandio.

Fracking 2015: El experimento continúa. Entrevista a Roberto Ochandio.
Por Demián Morassi

Foto R Ochandío.JPG

A continuación usted leerá una entrevista a Roberto Ochandio coautor del libro 20 Mitos y realidades del fracking (Ed. El colectivo, 2014). Roberto tiene el extraño perfil de haberse licenciado en Geografía en una Universidad de Texas (Estado petrolero si los hay), trabajado en YPF y otras compañías del sector (como Hughes Services, hoy llamada Baker-Hughes) y hoy es miembro de la Unión de Asambleas Patagónicas.
Veamos que tiene para decir sobre...
Frackingstein.png
A partir de este dibujo de Txer y Txino, me gustaría que me diga por qué utiliza el término experimental a la técnica del fracking teniendo en cuenta que ya se hicieron decenas de miles de pozos...
Creo que la explicación se puede describir en la siguiente lista:
  • La fracturación de pozos es un método creado en 1947 para pozos convencionales
  • Volúmenes relativamente bajos dado el menor espesor de las formaciones convencionales
  • Las formaciones no-convencionales se extienden por cientos o miles de metros por lo tanto los volúmenes son miles de veces mayores.
  • Uso de gran volumen de productos químicos, algunos desconocidos
  • No se conocen los efectos sinérgicos de estos productos químicos
  • Grandes pérdidas de metano con efecto invernadero
  • exposición de la población a agua y aire contaminado
  • enfermedades desconocidas o inexplicables
  • constituye un experimento a escala industrial al aire libre
  • la explotación de hidrocarburos no-convencionales solo lleva unos 15 años desde su primera implementación. Puede llevar muchos años más para que tengan efecto los cambios globales en el medio ambiente y en el clima en general.
  • solo el paso del tiempo podrá decirnos el impacto total de estos métodos extractivos
  • el efecto invernadero que creamos hoy seguirá creciendo por varios años aun si paramos hoy mismo de contaminar. Esto es debido al proceso llamado inercia térmica.
Al Frankenstein de la novela le faltaba energía propia y le aplicaron electricidad de un rayo... El fracking ¿puede autosustentarse energéticamente o depende de energías de otras fuentes?
El movimiento de maquinarias y materiales requerido por el fracking sólo puede hacerse usando gasoil. Sería inconcebible tender líneas de electricidad hacia cada nuevo pozo antes de saber si ese pozo puede ser productivo. En otras palabras, las operaciones de fracking consumen parte del petróleo o el gas que se extraiga de cada pozo.
Sin embargo otros procesos tales como la preparación de productos químicos, o la construcción de equipos petroleros, consumen enormes cantidades de energía y agua. Esta energía generalmente tiene forma de electricidad, la cual generalmente proviene de usinas térmicas a gas o carbón.
Un poco de investigación (1)da cuenta de los problemas en North Dakota, el Estado de los EEUU donde está el famoso yacimiento de shale oil 'Bakken Field'. Además de petróleo este Estado también es conocido por su producción agrícola. Últimamente tuvieron escasez de gasoil para la agricultura porque lo que había disponible lo consumió la industria del petróleo, incluyendo al fracking.
Este informe nos dice dos cosas:
Por un lado las destilerías locales son capaces de fraccionar el gasoil a partir del shale oil (petróleo de esquistos). Si no fueran capaces de procesarlo entonces transportarán el petróleo a otras destilerías e importarán gasoil para sus operaciones.
Además pone de manifiesto el otro gran problema que tiene la explotación de hidrocarburos no-convencionales: la cantidad irracional de pozos que hacen falta para mantener la cuota de producción. Por ejemplo, en Bakken Field hacen falta 1500 pozos nuevos todos los años para mantener su producción.
Es decir que la explotación de estos recursos, en todas sus fases, implica el consumo de grandes cantidades de energía, entre otras la misma energía que contribuye a extraer.
En el caso de Bakken Field, operar los 200 equipos de perforación de la zona implica el consumo de 95 millones de litros de gasoil por mes, esto sin tener en cuenta el consumo durante la operación de fractura hidráulica en sí misma.
¿Habría alguna posibilidad que el Frackingstein crezca y se desarrolle sin dañar la sociedad? ¿O matará a su creador?
Imposible. El fracking es inherentemente contaminante y devastador de recursos.
En todas sus etapas: planeamiento (preparación de equipos, materiales y productos químicos), ejecución (transporte, inyección de inmensos volúmenes de fluidos), post-fractura (purga de fracturas, eliminación de fluidos de desecho, transporte de residuos y equipamientos), procesamiento en superficie del gas y petróleo extraído. Todas estas etapas son nocivas para el medio ambiente y la salud.
Recordemos que el fracking solo fue posible cuando se eliminaron en los EEUU todos los controles sobre la calidad del aire y el agua y el transporte de productos químicos (Enmienda Halliburton).
Explotar yacimientos no-convencionales solo es posible mediante la financiación ilimitada por parte de fondos especulativos, que dependen de un precio del petróleo y gas lo suficientemente alto como para justificar la inversión.
La realidad muestra que el esperado retorno de inversión no se puede concretar dado los precios bajos y el exceso de producción de los yacimientos no-convencionales, por lo tanto las compañías petroleras están ahora endeudadas por sumas superiores a los 200.000 millones de dólares.
Consecuencia: ya comenzaron a quebrar las compañías petroleras chicas, y las grandes están reconsiderando si les conviene seguir invirtiendo.
Chesapeake, la segunda compañía de gas más grande de los EEUU ya está liquidando sus activos fijos (2).
De tus observaciones sobre el fracking en EEUU y México ¿qué similitudes y diferencias encontrás con Argentina? ¿Pueden nuestros países tener un momento de esplendor como en EEUU?
Creo que la implementación en los EEUU es un caso único. El norteamericano medio esta adoctrinado desde la escuela primaria para asumir que la naturaleza esta a su disposición, y que es lícito hacer plata de cualquier manera. Más aún, al ser ellos no solamente superficiarios sino también dueños de los minerales en el subsuelo, también tienen la oportunidad de beneficiarse con esta extracción.
La realidad en nuestros países es diferente. Grandes zonas de Argentina muestran la misma escasez de agua que México. Los superficiarios tienen todo para perder y nada para ganar, salvo algunos trabajos marginales. La conciencia ambiental de los pueblos originarios incluye un respeto hacia la tierra que no tienen en los EEUU.
Similitudes: igual contaminación y destrucción de recursos, la misma corrupción de funcionarios y políticos, las mismas consecuencias ambientales y en la salud.
No creo que se llegue al mismo esplendor en nuestros países. La caída de los precios del petróleo está desinflando la burbuja del fracking y les costará cada vez más justificar las inversiones escandalosas que se hicieron en los EEUU.
Sin embargo, nuestros gobiernos están dispuestos a financiar a las compañías petroleras, tal como lo demostró la suba de 3 dólares por barril que les dio recientemente el gobierno argentino.
En un ambiente donde prive la lógica del mercado (si esto fuera posible), las compañías dejarían de extraer en cuanto caiga su margen de ganancia. Sin embargo, con un gobierno corrupto como el nuestro se da el caso que las compañías seguirán explotando total el pueblo les garantiza sus ganancias.
Vayamos a la Argentina: Vaca Muerta me hace acordar a esas historietas ambientadas en el desierto donde sólo aparece un cráneo de una vaca... Loma la lata da la sensación de un sitio donde hay restos oxidados y ya no queda ni el loro... el pueblo de Añelo suena a "añejo", cinco viejitos esperando su hora... ¿vive alguien donde se está fracturando en Argentina?
Por supuesto que vive gente. El gobierno les hace creer a los porteños que Vaca Muerta está en medio de un desierto, pero les oculta que absolutamente toda la Argentina está habitada por pueblos originarios.
Reconocer que vive gente implica reconocer sus derechos, y esto a su vez implica justificar lo que se hace y conseguir licencia social, lo cual es un estorbo para cualquier plan de extracción.
¿Es cierto que el fracking ha logrado enfrentar a dos pueblos originarios de América: el mapuche y el apache? ¿O es que leí el libro muy rápido y no lo capté bien?

Efectivamente, la compañía Apache violentó los derechos de la población Mapuche de Neuquén. No sólo los priva del agua en una región con características de estepa, sino que también los está matando con las enfermedades relacionadas al fracking.
Un caso emblemático es la muerte de Cristina Lincopan, quien vivía justo al lado del primer pozo no-convencional de Latinoamérica, Anticlinal Campamento Oeste No. 1, en Gelay Co (“Sin agua” en lengua mapuche).
La Patagonia se caracteriza por el elevado número de personas con problemas respiratorios. Cristina ya tenía problemas y respirar la contaminación proveniente del pozo con seguridad no la ayudó a sobrellevar sus problemas de salud.  
Problemas equivalentes se están reportando en la zona de Allen, Río Negro, donde la misma compañía Apache explotaba pozos en arenas compactas, que requieren fracking, en medio de plantaciones de frutales. Sus desechos tóxicos se riegan alrededor de los frutales o se tiran al Río Negro.
El año pasado Apache fue comprada por YPF y ahora se llama YSUR (Yacimientos del Sur).
Los problemas que tenía Apache los heredó YPF y sigue con las mismas prácticas inseguras: en el último año ya tuvo pérdidas de gas y dos explosiones en pozos de Allen.
El libro “20 mitos…” fue publicado en junio de 2014, antes de la caída del precio del petróleo ¿Cambió algo desde entonces? ¿El fracking se resquebraja en 2015?
Con la caída del precio del petróleo le será cada vez más difícil al gobierno nacional justificar los subsidios que les da a las compañías petroleras.
La rentabilidad de Vaca Muerta todavía no está demostrada por YPF. Ante el ocultamiento manifiesto de datos de producción, es posible pensar que Vaca Muerta es solo otra burbuja especulativa de poca duración.
Si el fracking no es una opción ¿Podemos pensar en un futuro sin las energías tradicionales?
Más que 'podemos' yo diría que 'debemos' pensar en un futuro cercano en el cual nuestras sociedades deberán adaptarse a vivir sin las formas clásicas de energía. Lo que hace años era opcional ahora ya es mandatorio.
Como ciudadanos debemos demandar al gobierno planes de acción concretos que nos permitan mirar a un futuro más limpio y seguro para nuestras familias. Poner todos los huevos en la canasta del fracking lo único que hace es prolongar la agonía y agotar los últimos recursos energéticos disponibles.
Hay ciudades que ya están planeando una transición ordenada hacia un futuro sin petróleo, sin gas y sin uranio. Ejemplos: Portland (EEUU), Totnes (Gran Bretaña), Kinsale (Irlanda), más una larga lista de pueblos en transición que podríamos tomar como ejemplos.
Teniendo al Frackingstein de un lado y del otro asumir el declive energético ¿cómo está reaccionando la sociedad civil en Argentina, México y EEUU?
Creo que tanto en los EEUU como en México y Argentina, la sociedad todavía está adormecida pensando en los modelos de desarrollo que se nos formula a través de la propaganda oficial, la televisión y medios en general. No hay mucha conciencia, salvo en grupos limitados, de la realidad energética en que se encuentra el mundo. Aparentemente todavía existe la creencia de que esta crisis es pasajera y 'ya vendrán tiempos mejores'.
La pelota está de nuestro lado y debemos trabajar para explicar a la gente que esta crisis, que dura desde antes del 2008, parece ser la crisis final del modelo de desarrollo permanente. Es una lucha cuesta arriba y la gente reacciona bastante mal cuando uno trata de convencerlos que debemos cambiar nuestro estilo de vida, pero no podemos esquivar el bulto. Asumo que la responsabilidad está de nuestro lado.
Muchas gracias Roberto por tu tiempo y la “energía” con la que te implicás en estos asuntos. Te invito junto a los lectores a seguir analizando y haciendo aportes sobre este tema en el Foro Crashoil.

martes, 27 de enero de 2015

Crisis energética, resistencia del sistema y cohesión social



Queridos lectores,

Hace ya varias semanas Javier Pérez me envió este breve ensayo sobre cómo evolucionan los países en condiciones similares a las de una crisis energética, desmitificando la idea de colapso que tiene mucha gente. Una reflexión interesante.

Salu2, 
AMT



Echadle, si queréis, la culpa al calendario, que invita en estas fechas al optimismo, pero hoy creo necesario mostrar que el temido colapso no va a ser cosa de dos días ni llegará probablemente tan deprisa como a veces parecen deducir algunos de los gráficos y artículos que se muestran en este blog y otros similares.
Las sociedades pueden colapsar, nadie lo duda, pero desde mi punto de vista se infravalora claramente su resistencia, como se infravalora la resistencia del sistema capitalista. A lo largo de los años se ha sucedido una serie de eventos que han puesto a prueba su capacidad para absorber grandes impactos y ha superado todas y cada una de estas pruebas.
Pero veamos lo sucedido y si es o no extrapolable al futuro.
    Un descenso en la energía neta como el que posiblemente padezcamos en los próximos años tendrá sin duda repercusiones en el bienestar, en la cantidad y calidad de los bienes accesibles, en los salarios medios, en el número de horas trabajadas y en general en el nivel de vida de la población.
    Pero nada de eso es nuevo. Existen y han existido situaciones de menor aporte de energía que se han prolongado en el tiempo y que no han conducido a colapso alguno, entendido como recreación del Mad Max que algunos esperan. El ejemplo más típico, y al que más frecuentemente se recurre, es el periodo especial cubano. En el artículo que enlazo se habla de todo lo que funcionó mal, del egoísmo, del hundimiento social y del fracaso social que este periodo trajo consigo, pero también es cierto que tanto la isla como el régimen político sobrevivieron a este periodo de penurias.
    Recomiendo también la lectura, en este mismo blog, de otro artículo, con diferente orientación, al respecto de aquel periodo.
    ¿Cuál era la energía disponible per cápita para un cubano en aquellos momentos? No tengo el dato concreto, pero algunos cálculos apuntan a que se hallaba entre un 15% y un 20% de la energía disponible per cápita en España en el mismo lapso temporal. Tenemos, por tanto, que con un 80% menos de energía se puede mantener en pie un país y se puede mantener en pie un régimen. Las condiciones son muy malas, sí, pero a eso se le llama penuria, no colapso. La circunstancia necesaria para ello fue un férreo control policial que mantuvo a la fuerza la tranquilidad en las calles.
    Veamos ahora otro país: Yugoslavia. El gráfico que se inserta a continuación muestra el PIB de Yugoslavia y otros países de su área. 
En él se puede observar claramente que el estado de guerra que sufrió el país a principios de los años noventa supuso una importante caída del PIB, pero aún así, en ningún momento se situó por debajo de los niveles de finales de los sesenta. Un retroceso de veinticinco años es mucho, por supuesto, pero no es ningún colapso, y si el país lo sufrió no fue por problemas energéticos ni escasez de petróleo, sino por nacionalismos enquistados, falta de cohesión social, intereses internacionales y otros problemas que no es momento de discutir aquí.
    ¿Abundaba el petróleo en Yugoslavia en plena guerra? Por supuesto que no. Y menos aún después, con los ataques aéreos de la OTAN, pero la escasez de energía no llevó a una horda de salvajes a tomar las calles, sino que más bien sucedió al revés: primero los salvajes tomaron las calles y luego, sólo después, llegó la escasez. La caída del PIB durante la guerra alcanza el 50%, ya que se trata de una guerra civil. En las guerras entre distintos Estados no suele llegar a tanto como veremos a continuación.
    Veamos ahora otro gráfico: Alemania.

Este gráfico es aún más llamativo. La Primera Guerra Mundial (1914-1918), con todos sus desastres, desgaste humano y destrucción material, supuso una discreta reducción del PIB del país. Tras el fin de la Guerra y la asunción de los costes del Tratado de Versalles, y sobre todo de las revueltas internas con su séquito de huelgas, enfrentamientos y pequeñas revoluciones, el PIB volvió a descender hasta el desastre de 1923. Luego la situación se normaliza hasta principios de los años 30, cuando la crisis norteamericana del 29 se hace sentir también en Alemania provocando una nueva recaída. En enero de 1933, los nazis llegan al poder y el PIB alemán se dispara (no es momento de discutir por qué, ni entrar en valoraciones políticas, pero es lo que hay) hasta que vuelve a caer a finales de 1943 y principios de 1944, cuando los bombardeos aliados destrozan medio país y la guerra está claramente perdida para los alemanes.
    En 1945, el desastre es ya absoluto. Alemania ha perdido a nueve millones de personas, y al menos hay otros tantos heridos con secuelas de algún tipo; más de un tercio de sus edificios están completamente destruidos, otro tercio seriamente dañados, sus infraestructuras son inexistentes, sus fábricas han desaparecido y la red energética es sólo una sombra de lo que fue.
¿Y qué pasa con el PIB? Que disminuye, como puede verse en la gráfica, pero que aún así se mantiene más alto que en los años veinte, puesto que su caída, incluso a pesar del cataclismo, no sobrepasa el 20%. El aporte de energía a la economía alemana fue ridículamente bajo en aquellos años, el régimen implosionó, pero el sistema no colapsó. El capitalismo sobrevivió a la guerra y ocho años después, en 1953, el PIB alemán superaba de nuevo su máximo de 1941.
Alemania sufrió una derrota absoluta, pero jamás, en ningún momento, perdió su cohesión social. El cartel colocado a la entrada de Berlín es bastante explícito sobre las intenciones del pueblo: “quien quiera ver nuestras ruinas, que se dé prisa”. Los alemanes lo tenían claro: pasara lo que pasase, con razón o sin ella, iban a mantenerse todo lo unidos que los vencedores les permitiesen. Fueron años de dificultades, de trabajo comunal, de escasez y de penurias, pero el mantenimiento de la cohesión social les permitió sobrepasar en pocas décadas a los mismos países que les habían vencido.
El caso de Rusia es similar:

   
Las mayores caídas del PIB ruso corresponden a pérdidas de cohesión social, como la revolución de 1917 y posterior guerra civil y el hundimiento de la Unión soviética. La invasión nazi, que supuso un desastre humano y material sin precedentes (veinticinco millones de muertos y la destrucción absoluta de medio país), supone sólo una pequeña bajada en el PIB comparado con los eventos antes mencionados.
Ni que decir tiene que la Guerra Mundial retiró tremendas cantidades de energía de la producción civil, pero aún así la sociedad soviético no sólo no colapsó, sino que salió fortalecida de la guerra. El sistema comunista (que en este caso interpreto como capitalismo de Estado en régimen de monopolio) también resistió el embate. Fue la paz lo que acabó con ellos cuarenta años más tarde, como se puede apreciar en la parte derecha de la gráfica.
Para mí, por tanto, está claro que la reducción de energía no provoca grandes colapsos, y aunque es posible que este se produzca, se necesitaría una reducción de energía en el sistema mucho mayor a la provocada por eventos como las guerras que hemos conocido en el siglo XX. No digo que esto no sea posible, pero desde luego no parece probable que se produzca de un día para otro, máxime cuando podemos observar en las gráficas aportadas el efecto que tuvo sobre distintos países la crisis petrolera de 1973. O más bien debería decir que casi no podemos observarlo, de puro insignificante.
Lo que sí parece tener grandes efectos sobre el desarrollo económico son los disturbios y las guerras, muy especialmente las civiles. Por tanto, la falta de cohesión social parece más grave que la falta de petróleo.
    Los apocalípticos, a mi juicio tendrán que esperar, salvo que la disminución de energía conduzca a grandes disturbios, revueltas o revoluciones que enfrenten a una parte de la sociedad con otra.
    A mi entender, llegamos por tanto a una conclusión que, por desagradable, no es menos cierta: si bien el peligro está en el descenso de la energía, porque puede generar escasez, también se encuentra en la resistencia de grandes grupos de población a soportar esa escasez. En absoluto dudo de la legitimidad de esa resistencia, pero considero probado que los disturbios son más graves para la economía que la escasez en sí.
 De este modo, si de lo que se trata es de evitar el colapso, hay varios medios validos de intentarlo:
-Combatir el derroche de energía, racionalizando su uso.
-Combatir cualquier intento de desestabilización del sistema que pueda conducir a un enfrentamiento social.
Los gobiernos del futuro se verán, por tanto, ante la tesitura de racionar los recursos, controlar mayores territorios en los que abunden diversos tipos de riqueza, o recrudecer la represión. Cada cual, como yo, tendrá una opinión sobre cuál de los dos sistemas preferirán los gobiernos. Reconozco, no obstante, que creer en la primera opción me cuesta mucho.


viernes, 23 de enero de 2015

The Oil Crash llega a los cinco millones de páginas vistas



Queridos lectores,

Hoy 23 de Enero de 2015 este blog, The Oil Crash, ha llegado a los cinco millones de páginas vistas, como casi muestra (¡se quedó a 1!) la captura de pantalla que abre este post (gracias a Jesús Lopez de Uribe por realizarlo, y a todos lo que lo han intentado). Llegar al primer millón de páginas vistas llevó dos años y tres meses de la vida de este blog; el segundo millón sucedió sólo nueve meses más tarde; el tercero, en algo menos de ocho meses; y el cuarto millón ocho meses y medio. Para llegar al quinto han tenido que pasar casi exactamente ocho meses más. Aún es pronto para decir si este período, ocho meses, será a partir de ahora el tiempo para conseguir cada nuevo millón de páginas vistas, lo cual querría decir que el blog ha llegado a su máxima penetración, a la saturación; la razón es que en 2013 hubo un cambio drástico en la manera en la que el blog se visionaba debido al cierre de la sección de comentarios, y eso causó una caída brusca del número de visitas que sólo recientemente se ha recuperado. Lo que sí que se está observando es una diferencia en el patrón de impacto de las nuevas entradas: durante los primeros años del blog lo habitual que unas pocas entradas del blog causaran grandes picos de afluencia; actualmente (todo 2014) hay muchos picos de afluencia asociados a muchas entradas, como muestra el gráfico más abajo, extraído de Google Analytics. Tal comportamiento es en principio indicativo de que aún no se ha llegado a un régimen estable (por cierto que según Google Analytics el número de páginas vistas excede largamente los cinco millones).




Este año 2015 va a ser decisivo en muchos aspectos. Dado los graves problemas que están en marcha, va a ser cada vez más complicado eludir de la discusión política y económica que tenemos una grave crisis energética entre manos, y por eso más que nunca debemos redoblar los esfuerzos de difusión desde este blog, para conseguir abrir este debate público tanto tiempo ninguneado cuando no tergiversado (no olvidemos que en España, por ejemplo, cuando se habla de energía la discusión se centra casi exclusivamente en electricidad, que es sólo el 21% de la energía final consumida). Por eso mismo es clave reforzar el compromiso de todos, lectores y autores de The Oil Crash (las contribuciones siguen siendo bienvenidas), máxime en un año crítico también en lo político en varios países, incluido España. 
 
Salu2,
AMT

miércoles, 21 de enero de 2015

¿Qué hay detrás del mensaje “no hay alternativa”? La salvación neoliberal del mundo

Queridos lectores,

Antonio García-Olivares ha escrito esta pieza sobre el pensamiento neoliberal y sus implicaciones, con una explicación muy extensa y detallada de sus falacias, que gracias a su tono irónico se hace amena. ¿Qué más se puede pedir? Espero que lo disfruten con una sonrisa.

Salu2,
AMT

¿Qué hay detrás del mensaje “no hay alternativa”? La salvación neoliberal del mundo
Antonio García-Olivares

Fue Margaret Thatcher la que inmortalizó el mensaje “no hay alternativa” (TINA en el acrónimo inglés creado por sus compatriotas) mientras fue primera ministra del Reino Unido a finales de los años 70 y comienzo de los 80. Este mensaje ha sido repetido desde entonces por innumerables propagandistas neoliberales en todo el mundo. ¿Qué hay detrás de ese mensaje? Este ensayo tratará de responder a esa cuestión esbozando irónicamente y de forma (sólo ligeramente) simplificada la forma de ver el mundo de los creadores del neoliberalismo, Hayek y Friedman, y de sus seguidores. Lo hago exponiendo trece de sus afirmaciones fundamentales que he tratado de no caricaturizar en exceso. Aunque esto es difícil, porque hay teorías que cuando se resumen un poco tienen un parecido sorprendente con las caricaturas de un cómic.

1. La economía es una ciencia positiva como la física, nada que ver con las disquisiciones normativas que tratan los sociólogos y los historiadores
La economía es una ciencia positiva y, como tal, existe una aproximación estrictamente técnica a cualquier problema de índole económica. Por tanto, de entre todas las soluciones posibles, sólo una es óptima en un contexto y momento determinados. Galbraith y muchos otros intentaron negar este planteamiento, alegando que la economía no existe separada de la política (y que convertirla en una materia no política lo que conseguía era alejarla del mundo real), pero sin demasiado éxito (i). Los que sí han tenido éxito, y esto dice mucho en su favor, son las aportaciones de adelantados como Hayek y Friedman, que han elevado a la ciencia económica hasta el nivel de poder desarrollar leyes análogas a las de la física, capaces de predecir el futuro y capaces de evitar cualquier crisis seria del sistema capitalista. Si ha habido pese a todo alguna crisis recientemente, ello no puede deberse al mercado, pues tales leyes dicen que este no puede equivocarse, sino al intervencionismo del estado y de los reguladores.
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Algún sofista alegará que tal demostración se parece a la del médico Hermes descrito en el Zadig de Voltaire, que tras fracasar en curar una llaga (que curó al final por sí sola) demostró en un libro que eso no debería haberse producido. Sin embargo, tal comparación sería maliciosa e infundada, puesto que la economía neoliberal actual es una Ciencia Positiva y no una mera especulación “normativa” como la sociología, la filosofía o la historia. Aunque eso sí, la contrastación empírica es difícil a veces en la realidad social, por lo que es conveniente usar el “método axiomático” de Hayek para clarificar lo complejo: no aceptamos ingenuamente a la primera lo que parece surgir de la experiencia, sino lo que concuerda con los axiomas. Y esta elección queda doblemente sancionada cuando es aceptada luego por los agentes sociales relevantes, que son los triunfadores en la competencia del mercado.
Entre las leyes universales más notables descubiertas por esta ciencia positiva están las que afirman que los mercados, el capitalismo, la mundialización, la competencia, la libre empresa y la concepción neoliberal del mundo, son fenómenos necesarios y beneficiosos, y cualquier otra orientación está destinada al fracaso. Algún otro malicioso alegará que esta última ley es recurrente, dado que las leyes que hablan de la concepción neoliberal han sido creadas por los propios neoliberales. Sin embargo, esto no es contradictorio, pues un neoliberal puede hablar en ocasiones como científico y otras veces como agitador político y su comportamiento ser racional tanto en un papel como en el otro, como se verá.

2. El mercado es la estructura más perfecta que ha generado el ser humano
El mercado es lo más justo que ha creado el ser humano, porque da a cada uno en proporción exacta de lo que éste da. Es el instrumento más sabio porque sus precios libres reúnen más información que toda la que podría conocer un hombre. Es también lo más generoso, porque da bienestar a todos. Es también la fuente de vida, puesto que permite que vivan más personas que cualquier otro sistema económico y social. Es lo más poderoso en la tierra, porque puede hacer mucho más que los Estados, o lo que podría lograr cualquier grupo de hombres. El mercado posee mecanismos propios de autorregulación, como los seres vivos. También, es insuperable y definitivo, pues cualquier intento de abandonar la sociedad de mercado conduciría a la barbarie. Asimismo, el mercado es la fuente única de la libertad: libera a los hombres. Incluso, como ha captado agudamente el teólogo cristiano Novack, las empresas transnacionales son escarnecidas y perseguidas por el vulgo, tal como lo fue Cristo en la tierra, una similitud que debería hacer pensar a los escépticos alter-mundistas.
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Es imposible pues exagerar la importancia del mercado para la existencia del hombre sobre la tierra. Ni siquiera la fotosíntesis sería más importante que él, puesto que como es sabido, el mercado es siempre capaz de sustituir al capital natural por capital tecnológico si la rentabilidad y el libre comercio así lo requieren.
Esta importancia que tiene el mercado no la tiene ninguna otra institución humana, ni siquiera el estado de derecho, cuyas normas no deberían ser jamás obstáculos para el crecimiento y desarrollo del mercado. Es de la máxima importancia la protección de: la propiedad, la libertad de contrato, el comercio internacional, la competencia, los derechos de las empresas, y un orden social favorable al funcionamiento eficiente del mercado. Poner en duda esto es oponerse a “el pacto de los siglos” que identificó Burke como clave de la civilización europea, y ni siquiera la democracia puede oponerse a ese pacto. Las sociedades o grupos que crearon ese “pacto de los siglos” triunfaron en la competencia con otros grupos, y esa es la prueba de su superioridad sobre otras alternativas superadas, tal como afirma sabiamente Hayek.
Algunos antropólogos han encontrado instituciones incluso más extendidas que el mercado tales como el don, el intercambio y la reciprocidad. Pero tales instituciones no han sobrevivido a la competencia con las sociedades de  mercado. Otras tradiciones como la propia democracia, carecen también de esa legitimación que da el triunfar por sí mismas sobre los competidores, legitimación que sí tiene el liberalismo de mercado. Consecuentemente, cuando Hayek fue consultado en Chile sobre la dictadura de Pinochet –que había destruido el estado de derecho democrático precedente-, la apoyó con el sabio argumento de que “cuando no hay reglas, alguien tiene que hacerlas”(ii). El liberalismo promovido estatalmente está por encima de la democracia, y la mayor prueba de ello es que es capaz de hacer triunfar a cualquier sociedad, ya sea ésta una democracia o una dictadura. A los sistemas sociales hay que juzgarlos por la eficiencia de sus mercados, no por clasificaciones secundarias como el tipo de poder estatal. Así, debería ser obvio a todo el mundo, como lo es para Hayek, por qué el nacionalsocialismo fue un sistema abominable: porque impulsó una economía intervencionista.(iii)
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/a/a6/Hayek.jpghttp://t0.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcSDgRTzuzZ_xscJKvJXLgFTAHGq9Z1sUGAJVU4KNyeYarbk-3_o0Q
Fotos. Los adelantados Friedrich Hayek y Milton Friedman. Es natural que se rían.

Como afirma Hayek, el político o economista que pretende determinar los precios antes que éstos sean fijados por la ley de oferta y la demanda, pretende tener la omnisciencia de Dios, que es el único que puede conocer los precios antes de que los fije el mercado.
Por otra parte, el capitalismo neoliberal es siempre el que permite vivir a más personas. De modo que aquellos a quienes los Estados neoliberales definen como enemigos, lo son radicalmente. Como lo expresa Hayek: «Una sociedad libre requiere de ciertas morales que en última instancia se reducen a la mantención de vidas: no a la mantención de todas las vidas, porque podría ser necesario sacrificar vidas individuales para preservar un número mayor de otras vidas. Por lo tanto, las únicas reglas morales son las que llevan al “cálculo de vidas”: la propiedad y el contrato» (iv).

3. Hay que dejar actuar libremente al mercado y a “los mercados”
Hay que dejar funcionar al "libre mercado", lo que ocurre es que en la práctica, debido a la perturbación que el estado introduce en la libre iniciativa económica, resulta necesario influir en los estados por medio del "lobby" y de los think tanks para comprar políticos con el objetivo de que creen una estructura más favorable a las empresas eficientes. Una vez que estas empresas eficientes y poderosas han sido subsidiadas con dinero y legislación estatal ad hoc, es el momento adecuado para exigir al gobierno que no interfiera salvo para proteger los derechos de las empresas existentes (v).
Esta dinámica viciosa, provocada por la injerencia del estado, provoca efectos indeseados como los oligopolios. Los “mercados” es un término que se usa la mayoría de las veces como sinónimo de “los poderes económicos” constituidos por los grandes oligopolios y los grandes propietarios que los controlan como principales accionistas. A los pequeños productores no se les puede considerar protagonistas de las grandes decisiones económicas. Es decir que la mayoría de las veces las demandas de “los mercados” son las de aquellos oligopolios suficientemente poderosos como para poder evitar la competencia de mercado y marcar directrices a los gobiernos e instituciones económicas transnacionales. No cabe duda de que esto no es exactamente igual a mercado libre, pero es un mal menor derivado de la perturbación que los estados han introducido en la libre concurrencia.  


4. El mercado asigna salarios según la aportación de cada uno
Según la economía neoliberal, que es la más influyente entre “los mercados”, el mercado es un instrumento mucho más sagaz que la política a la hora de asignar precios. Y ello incluye al trabajo, que es una mercancía más, aunque tenga detrás a un cuerpo humano y a un mundo social. Por lo tanto, el salario que cada uno de nosotros recibimos en el mercado obedece a una asignación óptima que no es posible mejorar. De hecho, nuestro salario particular es igual a nuestra productividad marginal, o valor añadido relativo con el que contribuimos a la sociedad. Así, la mayoría de los trabajadores jóvenes en la España de 2015 ganan unos 10 000 euros anuales (unos 700 euros al mes), mientras que un consejero delegado de un banco gana entre 5 y 20 millones de dólares al año (vi). Esto significa que el trabajo de un consejero del Royal Bank of Scotland es unas 1000 veces más útil para la sociedad que el de un joven español. El que tales consejeros arruinaran a dicho banco, que tuvo que ser luego rescatado con dinero público, no contradice la enorme contribución que a pesar de todo hacen esos especialistas al bien general.
Dado que la asignación de salarios no debe hacerla la política sino el mercado y que esta asignación es óptima, cada uno de nosotros ganamos lo que nos merecemos. Como decía Herman Cain en 2011 en el debate de los candidatos republicanos a la presidencia: “No eches la culpa a los bancos. No eches la culpa a Wall Street. Si no tienes trabajo y no eres rico, échate la culpa a ti mismo”, frase que suscitó aplausos entusiasmados de los miles de asistentes al meeting (vii). Si el estado puede hacer algo por la gente perdedora es estimularlos a espabilar. Como explica muy bien Clara Valverde (2013), estas evidencias han sido recogidas también por el gobierno español, a juzgar por el comentario del presidente Rajoy el 11 de julio del 2012 en el Congreso, según el cual los parados necesitan que les recorten las prestaciones de desempleo para “estimularlos” a buscar trabajo, se entiende que para sacarlos de su conformismo y su molicie. Ese comentario fue recibido según Valverde con aplausos unánimes en las filas del Partido Popular, y la ciencia económica debe felicitarse por ello.
La creciente desigualdad que produce el sistema capitalista es una legítima consecuencia de la asignación óptima de salarios que produce el mercado. La riqueza de unos cuantos deriva de una aportación al bien común muy superior a la que hacemos el resto y, por tanto, esa riqueza creciente de unos pocos nos beneficia a todos. Los menores impuestos que pagan los ricos y sus mayores salarios fomentan el espíritu emprendedor y hacen que el pastel sea más grande.
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¿Ha beneficiado a la mayoría esta dinámica de los últimos 30 años? Bauman (viii) alega que desde 1980 los índices de crecimiento y productividad han sido un tercio más bajos en Gran Bretaña de lo que lo fueron en los años posteriores a la II guerra Mundial, la inseguridad laboral es ahora mayor, la destrucción ecológica ha sido muy grande, las tres recesiones posteriores a 1980 han sido más profundas y largas que las de las décadas previas, y alega también que las políticas neoliberales han culminado en la reciente crisis. Sin embargo, si el mercado dicta esta trayectoria, es que no hay otra mejor pues, por definición, está asignando de forma óptima los recursos y los salarios. ¿Quién sabe si sin esa desigualdad las cosas no habrían sido aún peores? A fin de cuentas, en media, la economía creció, como muestra el crecimiento del PIB, aunque lo hiciera de forma mucho menos perceptible para la mayoría. Innumerables nuevos inmuebles y aeropuertos están ahora disponibles para la posteridad, y grandes áreas de bosques que antes eran improductivos en Brasil, Malasia e Indonesia son ahora útiles produciendo biocombustibles, ganado, grano y minerales.

5. El poder económico de las corporaciones es la legítima consecuencia de la libertad
Esta dinámica provoca también una concentración del capital y una creciente monopolización de los mercados por grandes empresas. Hay quien dice que, a largo plazo, esto puede acabar con la democracia, pues algunas empresas tienen beneficios anuales comparables con los ingresos de algunos estados y son ya capaces de comprar sus decisiones. Por ejemplo, los beneficios de Exxon Mobile fueron en 2012 iguales a los presupuestos de Eslovaquia, el 48º estado mundial en orden de tamaño de ingresos (ix). Hay que decir con Hayek que un mercado auténticamente libre nunca hubiera generado estos monopolios y que la culpa de los mismos la tiene el estado. Sin embargo, como han observado sagazmente neoliberales posteriores, esta monopolización es la legítima recompensa del éxito en la competencia de mercado, y quién mejor que el mercado para decidir si, en presencia de un estado intervencionista, un mercado oligopólico es mejor para el progreso que un mercado completamente libre, o para dilucidar si la democracia es lo más adecuado  para el crecimiento y el progreso o debe dejar paso a fórmulas tecnocráticas más eficaces? La competencia a fin de cuentas tiene algo de selección darwinista, y no hay consenso entre los economistas más influyentes (los neoliberales) sobre qué es más importante, si el libre mercado o las legítimas recompensas para los triunfadores del mercado.
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La libertad individual conduce necesariamente a la libertad económica, y la libertad económica conduce, a través de la óptima asignación que hace el mercado, a mayores recompensas para los que más aportan. Estas mayores recompensas se traducen en un aumento del tamaño y el poder de las grandes corporaciones, que son los vencedores del juego de la libre competencia.

6. El estado no tiene derecho a intervenir en la libertad natural de los hombres
La tesis de que la desigualdad económica es injusta es una tesis falsa y peligrosa pues se opone a la libertad. La mente preclara de von Hayek supo ver que esta perturbación de la libertad natural es sólo un “camino de servidumbre” que lleva al totalitarismo y que la idea de «justicia social» esconde solamente los intereses corporativos de la clase media y baja. La racionalidad económica exige desreglamentar, privatizar, disminuir los programas contra el desempleo, eliminar las subvenciones a la vivienda y el control de los alquileres, reducir los gastos de la seguridad social y limitar el poder sindical (x). Cuando algo va mal en la economía, el culpable es casi siempre el estado; mientras que si todo va bien, el responsable es casi siempre el mercado libre. Sin esta regla sencilla, el mundo parece más complejo de lo que en realidad es y tiende a confundir a los no expertos. Por ejemplo, cuando se produce una crisis económica, el responsable es la Autoridad Monetaria o los bancos centrales. Como es sabido el banco central es una especie de padre que presta dinero a su hijo (el banco privado o el inversionista) para que vaya a la universidad a estudiar (para que invierta en actividades productivas) (xi). A veces el hijo coge el dinero y se lo gasta en drogas, y meses después la policía le entrega el hijo a su padre drogado, sin blanca y acusado de haber robado para seguir drogándose. La justicia acude a un juez llamado  Friedrich Hayek para que formule la acusación y el veredict o de éste es inmediato: la culpa es del padre (el banco central) por haberle prestado dinero fácil al hijo (el inversor privado). Si no lo hubiera hecho, el hijo no se habría drogado. Algunos podrán decir que el responsable directo es en realidad el hijo, y que el padre sólo tiene una responsabilidad indirecta por no haber vigilado bien a su hijo. Pero si usted ha llegado a esta conclusión está cometiendo un “error de racionalidad” que debería corregir leyendo con mayor atención el “método axiomático” de Friedrich Hayek.
Otras intervenciones públicas son igual de contraproducentes. Tratar de disminuir la miseria y satisfacer las necesidades básicas de los perdedores del juego del mercado  es tan antinatural y pernicioso como dar ventajas a las especies inferiores para que puedan competir con las superiores. O tan suicida como permitir que todo el que quiera pueda subirse a nuestro bote salvavidas hasta hundirnos a todos. Spencer fue uno de los primeros en intuir la importancia de la libre competencia para crear una selección racional: “(Las) Familias y razas entre las cuales esa, incrementalmente difícil, tarea de ganarse la vida no estimula a incrementar la producción están en el camino a la extinción. Esta verdad la hemos visto recientemente ejemplarizada en Irlanda (...) aquellos que permanecen para continuar la raza deben ser aquellos en los cuales el sentido de auto preservación es más grande (y ellos) deben ser los “selectos” de su generación” (Principles of Biology). Cuando los campesinos irlandeses perdieron la cosecha de patatas dos veces en cuatro años entre 1845 y 1849, dos millones de ellos murieron de hambre debido a su falta de previsión, muchos de ellos en los puertos, tratando de coger un barco para EEUU que no consiguieron pagar. Algunos criticaron a los propietarios liberales ingleses porque no suministraron trigo a los irlandeses, cuando sus trigales gozaban de buena salud, o al estado inglés por no intervenir.  Pero intervenir hubiese sido una injerencia en la libertad de los miembros más prósperos, previsores y exitosos de la sociedad, y un premio inmerecido para los sujetos más ineficientes, menos previsores y de menor valía. La intervención podría parecer altruista, pero sería un altruismo mal entendido, pues redundaría en un mal general: el estancamiento y la falta de progreso típicos de las sociedades comunitaristas. Por los mismos motivos, Hayek se opuso a toda ayuda alimentaria a los países de África en épocas de hambruna y grandes sequías: “Me opongo absolutamente. No debemos asumir tareas que no nos corresponden. Debe operar la regulación natural” (xii).
Foto. Monumento a las víctimas de la hambruna irlandesa
Hay que evitar en todo momento introducir irracionalidades económicas en las relaciones de mercado. Ayudar a satisfacer las supuestas “necesidades” humanas es una de estas irracionalidades puesto que, como ha demostrado Friedman (xiii), los individuos no tienen necesidades sino portafolios de preferencias, y un individuo con pocas opciones es uno que ha tomado la decisión de acotar dicho número, o no ha tenido la iniciativa suficiente como para diversificar su cartera de opciones vitales. Por tanto nadie es culpable sino él mismo de morir de hambre, al no poder adquirir suficientes propiedades como para alimentar al cuerpo del que es propietario. Parece mentira que la gente se siga liando tanto con falsos problemas como el de las necesidades biológicas, el desarrollo vital, o el lacrimoso derecho a la vida, después de las aclaraciones de Hayek y Friedman.

7. La democracia tiene siempre tentaciones totalitarias
Las masas son insoportablemente intervencionistas y hay que disciplinarlas y cambiarlas antes de que impongan numéricamente su irracionalidad sobre la racionalidad de las minorías. Como vio preclaramente Hayek, «hay una gran parte de verdad en la fórmula según la cual el fascismo y el nacional-socialismo serían una especie de socialismo de la clase media» (xiv). La clase media es una amenaza potencial, como lo es la clase trabajadora con sus inclinaciones socialistas. Y también son de temer los pobres, cuyas reacciones son imprevisibles, por lo que una ley de pobres con un ingreso mínimo para ellos podría ser necesaria en algunos casos «aunque sólo sea en interés de los que pretenden permanecer protegidos de las reacciones de desesperación de los necesitados.» Las clases medias y bajas disponen sin embargo, en algunos países, de un arma temible que es la democracia, con la que amenazan imponer su populismo contrario a la libertad bien entendida. Los expertos que conocen la importancia del mercado (como Hayek y Friedman), en alianza con los empresarios triunfadores interesados en el desarrollo de los mercados (como la Fundación Rockefeller, que promovió los trabajos de Hayek por el bien de la libertad) deben instruir a los estados y a las élites políticas para que resistan los intentos demagógicos de las masas de imponer preferencias irracionales, que podrían destruir el mayor logro de la humanidad. La economía es demasiado compleja para dejarla a merced de los valores mayoritarios, y debe ser dejada en manos de los expertos. Los “Chicago Boys” que asesoraron a Pinochet son un ejemplo de tales expertos, pero también lo son los profesionales de Goldman Sachs que asesoran o forman parte hoy de los principales gobiernos occidentales.
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El mercado y “los mercados” (los oligopolios) son agentes más eficaces que el estado o la política a la hora de decidir qué actividades sociales son necesarias y cuales innecesarias. El estado sólo introduce distorsiones en la eficiencia de la elección; y los ciudadanos son gente demasiado estúpida para entender que sólo lo que dictan los mercados es lo que una sociedad está dispuesta a realizar y capacitada para realizar. De ahí que lo óptimo es que dejen a los expertos hacer su trabajo de gestión de la política económica y de la política social. Los expertos son las élites económicas (dirigentes de grandes empresas) junto con sus profesionales a sueldo, y las élites de políticos profesionales junto con los asesores económicos a su servicio. Estos especialistas se pasan la vida moviéndose entre la actividad política profesional, la administración pública, los negocios privados, los contactos con los creadores de riqueza y las redes personales de intercambio de iniciativas. Ello requiere a veces pluriempleo, indemnizaciones, y pensiones especiales, pues su trabajo es más complejo y trascendente que el de otras profesiones. No es gratuito que repitan con frecuencia la palabra “complicado”: “la situación económica es complicada”, “es complicado alcanzar el límite del déficit”, “la decisión es complicada pero necesaria” (Valverde 2014). Ello obedece a una realidad objetiva. El ciudadano corriente debería dejar tales decisiones complejas a los que realmente saben. Y lo fundamental es que tales decisiones económicas importantes se lleven a cabo, más que los métodos utilizados para hacerlo, que son un tanto secundarios.

8. Los triunfadores deben ser honrados por las multitudes de fracasados
La desregulación de los movimientos globales de capital ha sido necesaria para que los propietarios más exitosos y prósperos puedan moverse libremente y crear nueva riqueza, mientras que los no propietarios carecen de esa movilidad, lo cual les coloca en una capacidad de negociación casi nula frente a los primeros. Sin embargo, esta falta de movilidad del no propietario deriva de un fracaso previo: el de no haber sido capaz de volverse propietario. Es natural que en tal situación se empobrezcan relativamente frente a los propietarios, pero el mercado no puede ni debe entrar en ello. Hacerlo sería entrar en un sentimentalismo contrario al bien común. La desregulación de los capitales ha posibilitado también que los ricos puedan dejar de pagar impuestos, al contrario que los trabajadores, pero ello les facilita la acumulación de excedentes que son necesarios para la creación de riqueza.
Es humillante saber que uno es un fracasado, puesto que no es un propietario acaudalado, pero este sentimiento es merecido y bueno para el bien común. Uno debería sentir vergüenza de ser un vulgar fontanero, obrero del campo, mecánico, o incluso un simple ingeniero o científico, en lugar de un empresario acaudalado. Es cierto que aquellos sostienen el funcionamiento de la sociedad, pero lo hacen de un modo mecánico y porque no tienen elección, como las hormigas de un hormiguero, mientras que los empresarios triunfadores lo hacen activa y creativamente, arriesgándose y ejerciendo su libertad; y su mayor talento, diligencia y persistencia redunda en mayores beneficios para todos y en una justa recompensa para ellos. Los puestos de trabajo, la eficiencia y el progreso social se los debemos a ellos, y por ello, debemos agradecerles que se enriquezcan.
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Entre sus legítimas recompensas está la de poderse aislar de los perdedores. Las familias acomodadas han empezado a invertir una parte creciente de sus ingresos en los gastos que les supone vivir apartados geográficamente y también socialmente de la gente corriente y de los pobres (Bauman 2013, p. 20). Crecientemente, los ricos viven en comunidades amuralladas, envían a sus hijos a escuelas caras, pagan a una asistencia médica privada de primera, y su residencia es circunstancial dado que su patria es su patrimonio; mientras que el resto vive en un mundo inseguro, muy marcado por el lugar de residencia y tiene, en el mejor de los casos, acceso a una educación mediocre y a una asistencia sanitaria dosificada. Sería ingenuo negar este contraste, pero es el precio que debemos pagar en aras del progreso. Si la endogamia dentro de las clases altas condujera en el largo plazo a una especie diferente, habría que alegrarse, pues ello sería consecuencia de la selección natural de los mejores.

9. La cooperación, la generosidad y lo comunitario son zarandajas
La cooperación, la reciprocidad, la confianza mutua, el reconocimiento y la generosidad son mecanismos necesarios para que las mujeres cuiden gratis de sus hijos y familiares dependientes, pero es antieconómico que salgan de la propia familia, pues sólo conducen a sociedades ineficientes, como Cuba o las antiguas sociedades recolectoras. La competencia y el enriquecimiento fomentados por la codicia son mecanismos más eficaces para hacer crecer el pastel de la producción y el consumo, aunque éste sea desigual.
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Decía el académico Noam Chomsky en una entrevista (xv): “La búsqueda del beneficio es una enfermedad de nuestras sociedades, respaldada por estructuras específicas. En una sociedad decente, ética, la preocupación por los beneficios sería marginal. Tomemos mi departamento universitario [en el Instituto de Tecnología de Massachusetts]: algunos científicos trabajan duro para ganar mucho dinero, pero se les considera un poco como marginales, gente perturbada, casos casi patológicos. El espíritu de la comunidad académica es más bien el de tratar de hacer descubrimientos, tanto por interés intelectual como por el bien de todos”. Para el neoliberalismo esta actitud es ridícula y está fuera del mundo, pues como decía Milton Friedman: “hacer beneficios es la esencia misma de la democracia”. El que dentro de grupos sociales otrora prestigiosos como el de los científicos y académicos haya individuos que pretendan guiarse por el altruismo y el bien común puede ser interpretado como un patético consuelo de perdedores que, pese a poseer cierta inteligencia abstracta, no han podido llegar a millonarios.
Para Chomsky (2007), como para otros izquierdistas, las grandes empresas son “instituciones tiránicas, casi instituciones totalitarias. No tienen que rendir cuentas al público, ni a la sociedad; actúan como depredadores en las que las otras compañías son las presas”. Y para defenderse, las personas tendrían supuestamente que recurrir al Estado. Aunque esto no sería un escudo muy eficaz, ya que generalmente los estados están íntimamente relacionados con las grandes empresas. Los izquierdistas ven una diferencia significativa entre estados y empresas: mientras que, por ejemplo, General Electric no tiene ninguna cuenta que rendir a la sociedad, el Estado tiene ocasionalmente que explicarse con la población. Por ello, ven en el estado un mal menor inevitable hasta que la democracia se amplíe hasta el punto de que la gente controle los medios de producción y de cambio, y participe en la operación y administración del marco en el que viven. A partir de ese momento, dicen, el estado podrá ser reemplazado por asociaciones voluntarias situadas en el lugar de trabajo y en los barrios.
Es casi superfluo decir que para la ciencia económica relevante, la neoliberal, todo este planteamiento es un sinsentido. Para empezar, las grandes empresas son la cristalización final de lo que la sociedad ha valorado y buscado con mayor ahínco: la producción a gran escala, el sometimiento de la naturaleza salvaje a la voluntad humana mediante la técnica, y la realización del consumo de masas. Esos objetivos han sido realizados con la máxima eficiencia a través de la iniciativa privada, y la monopolización de los mercados por estos triunfadores que son las grandes empresas y sus propietarios son la justa recompensa de esa iniciativa exitosa. El estado es necesario para proteger esa iniciativa privada, percibe con agrado la concentración de las empresas en unos pocos oligopolios, e incluso fomenta los beneficios de estos oligopolios porque ello facilita la recolección de rentas abundantes, seguras y predecibles. Pero su papel debe ser únicamente garantizar el marco legal favorable al capitalismo y al orden social. El estado mínimo es el estado ideal, pues permite una máxima autonomía a las empresas. No importa que las empresas sean oligopólicas y puedan absorber a otras más pequeñas, influir sobre los precios, o presionar a la baja los salarios, ya dijimos que ello es una recompensa legítima que la sociedad ha querido darles; y si los salarios bajan es porque lo que los trabajadores dan a la sociedad no está a la altura de lo que cobran. Las grandes inversiones económicas del estado suponen una perturbación nociva de los equilibrios de mercado y son contraproducentes, aunque hayan conducido en la práctica a tecnologías nuevas como el ferrocarril, el tráfico rodado, Internet, o las redes de satélite. El descubrimiento de tales innovaciones tecnológicas debería haberse dejado a las empresas. Así que el deseo de algunos izquierdistas de que desaparezca el estado es correcto pero la gestión de los asuntos sociales deberá quedar entonces en manos de los mejores, esto es de los triunfadores y sus empresas, no como ellos pretenden, en manos de una peligrosa muchedumbre de perdedores resentidos de su propia inferioridad.
En cuanto al anarquismo comunista y anarco-sindicalista es una tontería sin fundamento pues en toda supuesta acción solidaria subyace siempre una desconfianza básica hacia las otras personas, que deberíamos entrenarnos en detectar, aunque no la percibamos de forma inmediata. El único anarquismo racional es por tanto el anarco-capitalismo, el único acorde con la naturaleza humana, que es esencialmente egoísta y competitiva.
Y no hablemos ya de la delirante opinión de Proudhon, según la cual “la propiedad es un robo”. Todo lo contrario, la democracia es el sistema más extendido actualmente porque existe una mayoría poco productiva que tiene la capacidad y el deseo de robar e imponer sus regulaciones a la minoría más productiva. Cierto que el hijo de Rockefeller hereda una propiedad de 1 billón de dólares, mientras que el hijo de un paria no hereda nada; pero ello deriva del ejercicio de la libertad por parte de sus padre, uno de los cuales fue mucho más productivo que el otro (xvi).
El neoliberalismo aboga por dar la mínima libertad al estado y la máxima libertad a los agentes que intervienen en la actividad económica. Podría alegarse que el hijo de Rockefeller tiene mucha libertad mientras que el hijo de un paria no tiene casi ninguna, y que ello requiere la imposición estatal de una “igualdad de oportunidades”. Sin embargo, la igualdad de oportunidades violaría los derechos de los individuos. Como sagazmente advierte Nozick: “Hay dos caminos para intentar proporcionar esta igualdad: empeorar directamente la situación de los más favorecidos por la oportunidad o mejorar la situación de los menos favorecidos. La última necesita del uso de recursos y así presupone también empeorar la situación de algunos: aquellos a quienes se quitan pertenencias para mejorar la situación de otros. Pero las pertenencias sobre las cuales estas personas tienen derechos no se pueden tomar, aun cuando sea para proporcionar igualdad de oportunidades para otros. A falta de varitas mágicas, el medio que queda hacia la igualdad de oportunidades es convencer a las personas para que cada una decida destinar algunas de sus pertenencias para lograrlo” (xvii). Vemos pues que la racionalidad nos impide poder resolver este problema, y sólo nos queda como posibilidad la iniciativa de aquellos individuos que decidan invertir parte de sus propiedades en caridad, cualesquiera que fueren sus motivos.
Esta desigualdad de partida puede provocar que los presidentes de los fondos de capital riesgo procedan principalmente de familias de millonarios y, quizás en menor medida, de habitantes de favelas y barrios parias. Sin embargo, incluso si así fuera, tal desigualdad enriquece las posibilidades de negociación que tiene el mercado y redunda finalmente en un beneficio para todos, mayor que el que tendríamos si el estado hubiera intervenido para alterar la libertad de los individuos y la fructífera diversidad del mercado. Los parias y “favelados” deberían agradecer la prosperidad general que surge de la desigualdad, pues crea oportunidades hasta para ellos. Por ejemplo, les permite recoger comida con la que alimentarse de los abundantes contenedores de basura de los barrios ricos.
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El excelente rendimiento de la Universidad de Harvard ilustra muy bien los beneficios que se derivan de una concepción un poco más amplia de la “igualdad de oportunidades”. Debido al elevado precio de la matriculación, el ingreso promedio de los padres de los estudiantes de Harvard es aproximadamente de 450.000 dólares, que corresponde a la renta media del 2 por ciento superior de la jerarquía de la renta de Estados Unidos (xviii). Esto no es totalmente compatible con una idea igualitarista-colectivista de la selección, pero la sociedad liberal ofrece créditos a los estudiantes pobres para que todos puedan acceder si lo quieren con la suficiente intensidad. Estos altos precios de matrícula decididos por los propietarios de la universidad producen un bien que no tendríamos bajo un sistema igualitarista ajeno a la libertad de empresa: alimentan  una independencia, una prosperidad y una energía que hacen de esas universidades privadas americanas la envidia del mundo. La producción científica de esas universidades es de alta calidad y, además, procede casi en exclusiva de individuos que han aprendido de sus familias (los anteriores triunfadores) la importancia de la propiedad, de la libertad y de la no homogeneidad. Ello garantiza una producción del máximo nivel científico y a la vez un tipo de ciencia que no pone en duda los principios del liberalismo, garantizando así el progreso y el bien general. Los trabajos en ciencia económica surgidos de Harvard así lo atestiguan. Harvard es un ejemplo exitoso del modo como todas las instituciones sociales deberían funcionar si se siguieran las indicaciones de la ciencia neoliberal.  

10. El propio carácter debe ser moldeado de acuerdo con los valores empresariales
Otra de las grandes funciones que el neoliberalismo reserva para el estado es la de fomentar, mediante técnicas de gobernación, de educación y de información, sujetos racionales. Esto es, hombres aptos para dejarse gobernar por su propio interés (Laval, 2012) no sólo en el terreno económico sino en cualquier actividad social. Todo hombre nace con al menos una propiedad, que es él mismo, y por tanto todos debemos considerarnos propietarios y empresarios de nosotros mismos.
Si sólo fuéramos sujetos con preferencias, seríamos algo así como hipopótamos que nos relacionaríamos como meros mamíferos. Pero afortunadamente, dentro de cada individuo hay, además de un sujeto de preferencias, un sujeto calculador, que establece los costes y beneficios de los caprichos, los deseos y las necesidades de relación del sujeto de las preferencias. Ese sujeto calculador es la esencia de la forma humana de ser. Las relaciones no salen gratis, esto lo sabe muy bien el sujeto calculador, y cuando alguien conoce a otra persona, si es un ser humano sano y racional, percibe de inmediato qué beneficio le puede sacar al otro, aunque a veces lo haga de forma no consciente.  
El cálculo económico racional permea a los individuos verdaderamente humanos y, en consecuencia, permea también a sus agregados que son las instituciones sociales. Las sociedades que no han desarrollado el individualismo, el cálculo económico y el interés se han ido extinguiendo tras entrar en contacto con las sociedades que se guían por tales valores, que son las verdaderamente humanas.
Una vez las sociedades (los agregados de individuos) han incorporado tales rasgos valiosos, pueden y deben alcanzar formas óptimas de funcionamiento tal como la alcanzan los mercados. El impulso benefactor hacia los demás no puede impedirse, pues surge espontáneamente del hombre real, pero deberíamos acostumbrarnos a darle cauce sólo si tiene además algún sentido económico, ofreciendo por ejemplo nuevas oportunidades de negocio. En este sentido, personas como Dale Carnegie (xix) (el famoso millonario americano) fueron adelantados a su tiempo cuando propusieron técnicas concretas para ganar amigos e influir sobre las personas, que a la vez aumentan las posibilidades personales de éxito empresarial y de generación de ingresos.
La libertad general incluye la libertad y el derecho de las empresas de contratar sólo a aquellos trabajadores cuyos valores sean compatibles con los de la propia empresa. Esta selección la hacían tradicionalmente las empresas mediante entrevistas organizadas por su departamento de selección de personal, pero actualmente se hace un seguimiento mucho más preciso del candidato rastreando sus opiniones en redes sociales como Facebook y Twitter. Lo racional, por tanto, es que los individuos vayan moldeando su propio carácter para hacerlos coincidir con los valores de las empresas. Estos valores son los mismos que tratan de fomentar los programas de coaching tanto en ejecutivos como en trabajadores en general: un buen trabajador, esté en paro o en activo, no debe sentir nunca depresión o ansiedad, pues ello es sinónimo de fracaso; por el contrario, debe anteponer pensamientos positivos en cualquier situación. Si uno tiende a ver situaciones cotidianas como el paro o la situación económica como deprimentes, debe interrumpir inmediatamente esos pensamientos inútiles diciéndose “stop” o pellizcándose, y luego argumentar contra los pensamientos inútiles: “¿me sirve de algo lo que pienso?”, “¿es realista?”. Finalmente, el pensamiento de que es una desgracia el que le hayan echado a uno de la empresa por un ERE debe ser sustituido por otros como: “cuando se cierra una puerta se abre una ventana”, “mi futuro está en mis manos” y “toda crisis es una oportunidad” (xx). La mentalidad valorada por las empresas es la del trabajador que está abierto a cualquier cambio que el mercado pueda ofrecerle, que agradece incluso las crisis personales, y que ante cualquier pensamiento negativo, como un resentimiento hacia su jefe o un odio hacia esos bancos que le han destrozado los sueños, responde: “¿Qué no puedo querer a mi jefe ni a los bancos? ¡qué narices! ¡Claro que sí!”. Para estar adaptado al mercado de trabajo y poder triunfar en la libre competencia con otros trabajadores hay que moldear el carácter en tales direcciones. Un individuo que no cultive estos valores empresariales carece de futuro.
Consultoría Coaching

11. La inutilidad de lo público frente a la eficiencia empresarial
En línea con los valores empresariales, pretendidos bienes sociales heredados del pasado pero que no ofrecen ningún beneficio cuantificable para el individuo deberían verse con sospecha y evitarse en lo posible. Por ejemplo, ciertas disciplinas educativas humanistas como el latín o la filosofía suponen un coste económico que hay que pagar con los impuestos de todos los individuos sin ningún beneficio económico tangible para nadie; los intercambios solidarios suponen una especie de economía sumergida que compite deslealmente con la actividad económica empresarial; los departamentos de cultura de los estados derrochan dinero que el ciudadano podría utilizar en su propio beneficio; la generosidad para con un indigente es una ayuda contraproducente pues desanima a éste a acudir al mercado de trabajo para resolver sus problemas, produciendo indirectamente un perjuicio general. Y hay infinidad de ejemplos más.
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Fig. Una inversión de rentabilidad más que dudosa según el neoliberalismo

Los métodos empresariales deberían implantarse en todas las instituciones sociales para evitar tales excesos. En esta línea, vemos con agrado que la ciencia pública y el CSIC están dejando de utilizar estímulos socialistas como la inversión pública en I+D y empiezan a usar estímulos empresariales como la competición en pos de “la excelencia”. Este hermoso concepto crea una saludable tensión interna entre los profesionales, análoga a la que tenían los exitosos calvinistas fundadores del capitalismo: “¿estaré entre los excelentes (o elegidos) o seré un chiquilicuatre (un puto condenado)?” Y esa duda permanente permite ahorrar millones en inversión pública, racionalizando la producción.
La utilidad permite por otra parte reinsertar productivamente actividades que son ilegales, como el tráfico de drogas y la trata de blancas. Si los beneficios de estas actividades se reinvierten en otras iniciativas productivas, tienen al menos el atenuante de ser útiles económicamente y como tales, es natural y racional recogerlas en el índice de generación de riqueza, o PIB, del país.
La sociedad es un conjunto de instituciones heredadas que guardan la sabiduría del pasado pero que no están completamente racionalizadas. Algunas instituciones heredadas son el producto beneficioso de millones de contribuciones individuales, un ejemplo es la herencia familiar del patrimonio, que es mejor no tocarla. Sin embargo, hay otras instituciones culturales también heredadas como la solidaridad social y la búsqueda del igualitarismo que deben considerarse “atavismos”, pues se basan “en los instintos”, que como todo el mundo sabe son propios de nuestra naturaleza inferior. Todos salvo uno, el egoísmo, que es propio de la naturaleza humana más elevada. Puede parecer un poco complicado, pero cuando uno se acostumbra a razonar guiado por Hayek y Friedman todo esto se vuelve evidente por sí mismo.

12. No hay alternativa a la globalización neoliberal
El mundo, al igual que sus sociedades, debe ser gobernado como una enorme empresa. Para ello, se puede controlar hasta cierto punto el libre paso de las personas por las fronteras porque las personas pueden ser peligrosas; pero hay que dejar libertad completa a las mercancías y a los capitales, que no tienen ningún peligro como todo el mundo sabe. Los aparatos estatales no deberían interferir en estos flujos, y es improbable que lo hagan pues el endeudamiento generalizado a que han sido llevados casi todos ellos les hace enormemente dependientes de los préstamos y las inversiones de los grandes capitalistas y bancos y de los organismos internacionales que regulan esos flujos (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Banco Central Europeo, Organización Mundial del Comercio). El papel de los estados debe ser únicamente el de atraer a los inversores internacionales ofreciéndoles mejores condiciones para su actividad y mayores posibilidades de beneficio. De este modo, todo el mundo que lo merezca acabará beneficiándose.
No hay alternativa a esta integración económica, que es apoyada por los líderes económicos mundiales del Foro Económico Mundial (o foro de Davos), y por los grandes inversores, los bancos y los fondos de pensiones.
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Es cierto que el 57% de la población mundial vive con menos de 6 dólares al día, y de que más de mil millones viven con menos de un dólar. Pero sin la expansión libre del capital y el comercio probablemente esa gente no habría tenido la posibilidad de estar siquiera viva, aunque sea reciclando basura, hurgando en las montañas de chatarra electrónica que exporta occidente, y trabajando en minas de minerales para la exportación. Gracias a que el capital busca el máximo retorno, permite que el máximo posible de personas, necesarias para su gran actividad empresarial, puedan vivir.
Es cierto también que hay un foro alternativo llamado Foro social mundial, o foro de Porto Alegre, que busca una integración diferente entre pueblos, pero se basa en expectativas idealistas de grupos sin poder social, y no en mecanismos eficaces de mercado. Tales iniciativas no merecen la denominación de globalización, pues están destinadas a desaparecer junto con las demás irracionalidades del pasado. Más aún, tales movimientos alternativos, como cualquier obstáculo que se oponga a la movilidad global de los capitales y de las grandes empresas, deben ser barridos en aras de la racionalidad económica. Los altermundistas no lo entienden porque sufren “un error de racionalidad”, como diría Friedrich Hayek (xxi). Falta de racionalidad que les lleva a proponer medidas tan ridículamente anti-sistema como las siguientes (http://tarcoteca.blogspot.co.uk/2015/01/soberania-economica-dejar-de-usar.html?m=1 ):
- “No usar bancos,  usar servicios alternativos, dinero en efectivo, cuentas a 0, servicios de pago electrónico, divisas sociales
- No usar divisas estatales, usar moneda social, criptodivisas, dinero natural como el oro
- No usar financiación bancaria, usar micromecenazgo/ crowfounding/ suscripciones/ donativos
- No usar servicios corporativos, usar servicios públicos, socializados o alternativos
- No consumir bienes corporativos, consumir servicios y productos sociales
- No organizarse en sus asociaciones capitalistas, organizarse en asociaciones independientes
- No trabajar en sus empresas, participar en cooperativas
- No participar en sus partidos políticos, usar las organizaciones locales y de base como sindicatos, juntas vecinales y concejos horizontales”.
¿Quién podría creer que los individuos, que son esencialmente egoístas y maximizadores de sus intereses, podrían optar colectivamente alguna vez por esta clase de iniciativas contrarias a la racionalidad individual? ¿hay acaso acontecimientos históricos que nos digan que esto pueda llegar a pasar?

http://blogs.elpais.com/.a/6a00d8341bfb1653ef01630152c00e970d-pi
El altermundismo podría ocasionar grandes perjuicios al progreso  del mundo libre y su economía, que es la culminación de la Historia, si no fuera porque todos los pueblos de la tierra se están convenciendo, gracias a Hayek, Friedman y a la política exterior de EEUU, de que la racionalidad económica y el neoliberalismo es lo que les conviene a todos y el único futuro posible. Una ciencia positiva es por definición un conjunto de conocimientos que puede ser aceptado por cualquier ser humano razonable independientemente de su nacionalidad o de su clase social. ¿Acaso la economía neoliberal no podría ser aceptada con el mismo entusiasmo por el hijo de Rockefeller como por el habitante de una favela? Sin duda las naciones continuarán financiando a EEUU para que siga liderando la implementación de un sistema completamente racional a escala global. Y las masas seguirán apoyando a sus élites, los políticos profesionales y los poderes económicos, por ser quienes mejor han entendido la importancia de la libertad y quienes mejor la aplican prácticamente en la vida real.

13. El supuesto problema del cambio climático y del medio ambiente
Los mismos Think Tanks que promovieron la difusión de las ideas de Hayek y Friedman están ahora imponiendo un poco de racionalidad en la cuestión climática. No podemos ahogar una economía que funciona y da beneficios en aras de suposiciones inciertas. El día que el cambio climático haga bajar los beneficios de ciertas explotaciones agrícolas los agentes económicos invertirán en otra cosa. Es el mismo criterio que se debe aplicar a las pesquerías o a la explotación de los bosques. En su momento, el mercado sabrá decirnos por qué otros activos habrá que sustituir los cereales poco adaptados, las pesquerías poco resistentes y los antiguos bosques. El intervencionismo fundado en especulaciones biológicas o geofísicas será siempre más ineficiente que las señales enviadas por los precios en favor de la sustitución de algunos recursos difícilmente explotables por otros. Por tanto, los recursos nunca han sido un problema y nunca lo serán.
La economía es una ciencia que se aplica a cualquier relación entre individuos, por tanto el mercado funcionaría igual de bien en una situación donde el capital natural haya sido sustituido por capital artificial (maquinaria y equipos), una nave espacial por ejemplo. Sorprende que la NASA no se haya enterado aún de la conversión de la economía en una ciencia positiva, gracias al neoliberalismo, y los astronautas de la Estación Espacial Internacional sigan siendo físicos, ingenieros y biólogos. Para que esa empresa satélite funcione óptimamente debería estar constituida por inversores, economistas, consejeros de Goldman Sachs y asalariados con plena flexibilidad laboral. El libre mercado debería ser suficiente para el suministro de oxígeno, agua y comida dentro de la estación, sin planificaciones colectivistas, para lo cual es fundamental estimular el egoísmo individual de cada astronauta.
La desaparición de los ecosistemas en la Tierra nunca será un problema pues el mercado es la herramienta óptima para la satisfacción de las demandas humanas. Es cierto que van desapareciendo los ecosistemas, pero el mercado y la demanda los van sustituyendo por hábitats artificiales. Puede que los materiales y los combustibles vayan menguando en el futuro pero el mercado los sustituirá por la desmaterialización, primero de los bienes consumidos y después de los propios humanos. Y como el deseo de todo humano es ser inmortal, el mercado atenderá progresivamente esta demanda a medida que su precio suba lo suficiente. A largo plazo, es racional esperar que los humanos, si no todos al menos los propietarios, se extenderán por todo el universo explotando sus posibilidades comerciales. Probablemente, en forma de seres inmortales no materiales, que competirán entre ellos por crear nuevos universos donde poder expandir sus posibilidades de beneficio.
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Cuando, agobiado por la prosaica realidad, uno se sumerge durante días en la lectura de la obra de Hayek y percibe la pureza de su lógica, si lo hace con la suficiente concentración alcanza uno un estado como de exaltación mental, diría incluso que de embriaguez, que le permite entender muchas cosas. En mi juventud yo era un ingenuo izquierdista y en mi madurez fui un pardillo físico que creía en la importancia de las ciencias experimentales, con sus validaciones y sus leyes de conservación. Ahora la luz de Hayek y Friedman me ha abierto los ojos. Y espero que a todos ustedes también.

Notas
i) Carles Foguet en Agenda Pública, 12/04/2013, http://www.eldiario.es/agendapublica/blog/peor-legado-Margaret-thatcher_6_121147897.html)
ii)  José Vergara Estevez (2005), La Concepción de Hayek del estado de derecho y la crítica de Hinkelammert, Polis 10, p. 2-12.
iii) Hayek, Friedrich, Camino de servidumbre, Ed. Alianza, Madrid, 1976.
iv) Citado en: José Vergara Estevez (2005), p. 8.
vi) Daniel Schaffer, en: Financial Times 09/06/2014,  Los salarios de la banca en EEUU superan a Europa, http://www.expansion.com/2014/06/09/empresas/banca/1402340035.html .
vii) Clara Valverde, No nos lo creemos, Icaria 2013.
viii) Bauman Z., 2014, La riqueza d’uns quants beneficia a tothom? Arcàdia, Barcelona.
x) Hayek F. (1960), Los fundamentos de la Libertad, Unión Editorial, Madrid.
xii) Citado en: José Vergara Estevez (2005), p. 5.

xiii) Friedman M., Teoría de los precios. Alianza editorial, Madrid, 1976.
xiv) Hayek, citado por Denis Boneau en http://www.voltairenet.org/article123311.html
xv) Noam Chomsky, Le lavage de cerveaux en liberté, Le Monde Diplomatique, agosto 2007, http://chomsky.fr/entretiens/20070805.html
xvi) García-Olivares, A.2014. Liberalismo y Herencia de la Propiedad: La Reproducción de la Desigualdad y Su Solución Democrática, Intersticios-Revista Sociológica de Pensamiento Crítico, Vol. 8 (1), p. 19-26. http://www.intersticios.es/article/view/12150/8598
xvii) Nozick, R. (1988), Anarquía, Estado y Utopía, FCE, Mexico, pag. 231.
xviii) Piketty, El Capital en el Siglo XXI.
xix) Carnegie D. Como ganar amigos e influir sobre las personas (62ª edición). Elipse, 2008.
xx) Clara Valverde, No nos lo creemos. Icaria, Barcelona, 2013. Pag. 36-37.
xxi) C. Laval, Pensar el Neoliberalismo, en Pensar desde la Izquierda, Errata Naturae 2012