sábado, 26 de diciembre de 2015

Un futuro 100% renovable: mi cuarto a espadas



Queridos lectores,

Durante estos últimos días las páginas de este blog han acogido un intenso debate de gran profundidad sobre un tema clave: la transición energética. Antonio García-Olivares nos ofreció un resumen de sus recientes trabajos sobre la transición a un modelo 100% renovable, primero evaluando el potencial de generación de energía renovable  y después abordando el proceso de substitución de los usos actuales con las nuevas formas de energía (mayoritariamente eléctricas). A estos dos artículos Carlos de Castro y Pedro Prieto respondieron con sendas críticas, que yo publiqué conjuntamente en el post anterior a éste (en realidad, este último artículo es una republicación de uno aparecido en Colectivo Burbuja).
 
Algunos lectores me han pedido que me defina en esta polémica, incluso que abandone mi papel de editor presuntamente imparcial (que no lo soy, obviamente, desde el momento que fijo la agenda de los temas que se abordan aquí) y deje claro "de qué lado estoy yo". Es en parte para satisfacer este deseo que he escrito este artículo, pero también para introducir una serie de matizaciones, tanto a los escritos de Antonio García-Olivares como a las respuestas de Carlos de Castro y Pedro Prieto, que me parecen importantes y que no siempre son debidamente explicitadas. Echo aquí, por tanto, mi cuarto a espadas.



Vaya por delante que éste es un post en un blog, y no un artículo científico. Eso no quiere decir que los argumentos que daré sean carentes de rigor, pero sí que no haré un desarrollo tan exhaustivo y tan documentado como se hace cuando se escribe un artículo científico. No lo haré por dos motivos. En primer lugar, por una cuestión logística: escribir un artículo científico es un trabajo laborioso que lleva meses, en tanto que un post de un blog es un trabajo más informal y más rápido, puesto que se publica alrededor de uno por semana; por tanto, obviamente no hay tiempo en un blog para llegar al grado de profundidad exigible y exigido en un artículo científico. Y en segundo lugar, por el medio: con un blog se pretende hacer divulgación, llegar al público no especialista. La manera de escribir propia de los artículos científicos, con un uso de verbos que denota prudencia cuando se habla de proyecciones en el futuro, es poco apropiada para la comunicación científica; el exceso de fórmulas que sólo unos pocos siguen y la profusión de citas tampoco ayuda a una lectura ágil y de provecho para todos. Posiblemente por este motivo, entre otros, los artículos de Antonio García-Olivares, que trasponen lo más importante de sus trabajos, han sido recibidos por una parte de la audiencia con cierta tibieza, en tanto que las réplicas de Carlos de Castro y Pedro Prieto, de estilo más informal y desenfadado, han tenido una recepción más positiva por parte de esos mismos lectores, al margen del mérito real de los argumentos presentados por uno u otros.

Como digo, mi intención con este post es hacer una crítica a los argumentos expuestos en los posts citados, pero desde el contexto de un blog de divulgación; por tanto, al margen de lo erróneo o acertado de mis argumentos, éstos no carecerán de rigor pero sí de profundidad. Además, querría analizar no sólo las cuestiones técnicas sino también cuestiones sociales e incluso las de estilo, que a veces son tanto o más importantes que las técnicas en estas discusiones. 

Dado lo extenso de los artículos de Antonio, Carlos y Pedro mi propia réplica será también bastante extensa: lo siento por los lectores amantes de las comunicaciones breves. Comencemos, pues, por las cuestiones de estilo.

Cuestiones de estilo



Antonio García-Olivares comienza su primer artículo haciendo una clasificación de ciertas personas como Colapsistas Intuitivos (CI), delante de los cuales el opone el grupo que se ha organizado alrededor de la Energy Transition List (ETL). Como el propio Antonio ha dejado claro en un comentario a la réplica de Carlos y Pedro aparecida en Colectivo Burbuja, él no pretendía que esa clasificación fuera exhaustiva, es decir, que quien no está en un grupo está automáticamente en el otro. Desgraciadamente, al leer su artículo uno tiene cierta tendencia a pensar que es eso justamente lo que quiere decir, y así lo han interpretado Carlos y Pedro; y puesto que ellos no se consideran en favor de las tesis de ETL han entendido que se les aplicaba el ciertamente paternalista término de CI. He aquí un ejemplo de típico error de comunicación (al cual yo no soy ajeno: aún recuerdo una polémica tonta que tuve el año pasado por un artículo mío sobre Podemos): no se deja claro a quién se está refiriendo, y su clasificación es demasiado dicotómica y demasiado maniquea (malos CI vs buenos ETL). Personalmente, creo que hubiera sido más apropiada otra clasificación que quizá tampoco fuera exhaustiva pero al menos fuera más neutra. Por ejemplo, yo propondría dos grandes bloques: los que ponen el acento en la inevitabilidad de un Profundo Cambio Social (PCS) y los que lo ponen en la viabilidad técnica del Progreso Renovable (PR). Aunque se puede considerar que todo CI es PCS, no todo PCS es CI; por otro lado, no todo ETL está englobado en PR: simplemente, son acotaciones diferentes. Además, uno puede considerarse a caballo de ambas categorías: por ejemplo, yo soy bastante PCS pero también pertenezco a la Energy Transition List (cosa en la que coincido con Antonio García-Olivares).


En el intercambio entre Antonio García-Olivares por un lado y Carlos de Castro y Pedro Prieto por el otro he visto, para mi desagrado, un exceso de duelo de egos e incluso ciertos comportamientos tipo macho-alfa, aunque me consta que la relación entre todos ellos es cordial. Creo sinceramente que Antonio se equivocó con su clasificación CI-ETL y Carlos y Pedro reaccionaron demasiado airadamente ante lo que consideraron una provocación. Todos ellos fueron víctimas de sus malas experiencias previas y dejaron escapar ciertas dosis de mala baba que han empañado la discusión y que no es del interés de nadie. Particularmente, y sobre todo mi apreciado Pedro, se pierde demasiado explicando batallitas de sus problemas previos con una parte del establishment científico, que rápidamente generaliza a todo el contexto de la ciencia, no viendo que él en realidad forma parte de ella. Las críticas genéricas a la ciencia por parte de Pedro son infundadas, pues si bien la ciencia no es algo neutro sino un producto cultural (cosa sobre la que he oído excelentes presentaciones impartidas por el propio Antonio García-Olivares, que además de físico es sociólogo y un gran aficionado a la historia de la ciencia), también es verdad que hay muchas posiciones en el medio científico, desde los más colapsistas a los más posibilistas, pasando por todo el arco intermedio.

Por resumir, a mi modo de ver ha habido en esta discusión demasiadas ganas de saldar públicamente cuentas pendientes, lo cual proyecta una pobre imagen del debate en sí, y aparte de hacer perder el tiempo y la paciencia en cuestiones accesorias  encona las legítimas posiciones de unos y otros sin ninguna utilidad. Mientras, y ajena a toda esta tormenta en vaso de agua, nuestra sociedad prosigue la evitable ruta del colapso.


Cuestiones técnicas

Entrar en el detalle de la discusión de las cuestiones técnicas introducidas en este debate llevaría un espacio amplísimo y además requeriría una discusión sosegada. No querría dejar pasar este post sin enunciar algunas de las cuestiones que me suscitan más dudas, sobre todo sobre el trabajo de Antonio García-Olivares puesto que es éste con diferencia el más explícito (no es que no haya cosas discutibles en lo que dicen Carlos y Pedro, y algo comentaré más tarde).

Como crítica genérica al trabajo de Antonio, y en eso coincido con Carlos y con Pedro, es que veo un exceso de análisis a priori y un defecto de análisis a posteriori. El papel todo lo aguanta, pero la realización práctica de proyectos acaba mostrando aspectos que pasaban desapercibidos en el análisis. Ni siquiera basta con tener ciertos prototipos viables funcionando bajo condiciones de explotación específicas y durante un tiempo limitado: se necesita de una escala significativa, tanto en extensión espacial como temporal, para poder estar seguro de que un determinado sistema funcionará. Tanto Carlos como Pedro, ambos ingenieros, saben de estas dificultades que emergen en la práctica pero están ocultas en el papel, y ahí radica en buena medida su rechazo a la solución de Antonio. Cabe decir, sin embargo, que si nunca intentamos nada no sabremos si puede funcionar, y con toda seguridad es un mucho mejor uso de recursos intentar implementar a gran escala sistemas de concentración solar o plantas eólicas marinas y así aprender cómo hacerlas mejor, que emplearlos en un circuito de Fórmula 1 o en un aeropuerto, y en eso Antonio tiene razón.

Dentro de los argumentos técnicos de Antonio, hay muchas cuestiones que, a mi entender, merecerían una clarificación. En algunos casos creo que Antonio ha ido demasiado lejos y ha sido excesivamente optimista; en otros, simplemente hay aspectos que no veo claros pero en los que seguramente él tiene razón. En todos los casos se trata meramente de objeciones que legítimamente merecen una discusión en profundidad, tranquila y serena; y en el proceso todos aprenderíamos cosas y posiblemente mejoraríamos cualquier plan de futuro que quisiéramos montar. En realidad yo me esperaba que las discusiones de la réplica se centrasen en estos aspectos, y es una lástima que no se le haya dedicado más espacio a ello y menos a otras cosas.

Yendo más a algunos detalles específicos (no puedo ni de lejos abordarlos todos, ni siquiera enumerándolos) a vuela pluma veo las siguientes objeciones:
  • A la hora de determinar el potencial eólico máximo del planeta Tierra, Antonio critica la aproximación de Carlos de Castro y colaboradores, que se basa en un principio no demostrado aunque frecuentemente observado, el de la maximización de la producción de entropía. Antonio apunta a que la disipación en la capa límite atmosférica no tiene por qué ser constante, como asumen de Castro et  al., sino que puede aumentar en función de la fricción efectiva que haya a nivel de la superficie, fricción efectiva que la presencia de aerogeneradores aumenta. En esa cuestión, estoy completamente de acuerdo con Antonio García-Olivares pues ciertamente la disipación de energía depende de las condiciones de frontera y el sistema climático terrestre podría alcanzar una nueva condición de equilibrio con el balance radiativo (en todo caso, mínimamente afectado por estos cambios, ya que la energía que llega al planeta es mucho mayor que estos cambios). En lo que ya no estoy de acuerdo con Antonio es en su discusión sobre el potencial estimado usando simulaciones con remolinos grandes (LES) y con modelos globales de circulación atmosférica (GCM), de algún modo acoplados a las condiciones de frontera que suponen los aerogeneradores. Tanto Antonio como yo sabemos que las escalas más finas resueltas por los LES y los GCM son en todo caso muy grandes (varios kilómetros, en el mejor de los casos) y el enlace entre los modelos de pequeña escala (que describirían la situación de los parques eólicos) y esa escala mínima de los LES y GCM se realiza mediante aproximaciones teóricamente cuestionables; por no excederme en los detalles técnicos baste comentar aquí que la disipación numérica que hay que introducir en LES y GCM para que no se vuelvan inestables "borra" todos los detalles a la escala más fina, que según el modelo de clausura turbulenta se obtendrá un resultado u otro, con diferencias percentuales muy significativas, y que habitualmente se toman viscosidades y difusividades isótropas (en el mejor de los casos, a lo largo de la isopicna o la isóbara) cuando hay ya una amplia evidencia de que las viscosidades turbulentas son anisótropas y dependen de la velocidad. Todas estas cuestiones tendrían un impacto en la estimación de la máxima energía disipable por un parque eólico, y por ese motivo tampoco se puede tomar la estimación obtenida de LES y GCM acoplados con modelos de pequeña escala de los parques como una referencia absoluta. Así las cosas, mi impresión es que el potencial eólico técnico real se encuentra entre la estimación de de Castro et al. (seguramente demasiado baja) y la de Adams y Keith que cita Antonio (seguramente demasiado elevada). Todo indica que se requiere más investigación en este punto, al menos desde el punto de vista académico.
  • Con referencia a la concentración solar (CSP), creo que la posición de Antonio es excesivamente optimista, como he visto incluso en el seno de la propia ETL cuando se ha discutido esta tecnología. No tenemos aún décadas de operación de esta tecnología, al contrario que en el caso de la fotovoltaica, como para conocer todos los detalles de operación, y  en general hay cierto acuerdo en que la CSP, por su régimen de operación (temperatura muy elevada, presión significativa, uso de sales fundidas en los sistemas de acumulación) conlleva un desgaste y fatiga de materiales que acaba incrementando los costes (económicos y por tanto energéticos). A mi modo de ver, se tiene que analizar más cuál es su potencial real, sobre todo con trabajos verdaderamente independientes, pero casos como el de la reciente quiebra (aún no declarada pero en ciernes) de Abengoa no hacen ser demasiado optimistas sobre su potencial real (piensen que incluso si la tecnología tuviese un potencial, el caso Abengoa hará que los inversores se alejen de proyectos de este estilo durante un tiempo).
  • En el caso de la eólica, me llama la atención que cuando Antonio está discutiendo la instalación de parques eólicos en la plataforma continental no parece estar teniendo en cuenta (o al menos eso a mi me parece) lo agresivo que es el medio marino. Aparte del impacto de las tempestades, lo corrosivo del agua del mar y la frecuente proyección de aerosoles acaba afectando a los componentes de la góndola; y el mantenimiento en el mar es mucho más costoso que en tierra firme, costes que hacen poner en duda la viabilidad a largo plazo de la eólica marina. En los años pasados se han publicado numerosos artículos en la prensa cuestionando la viabilidad económica de la eólica europea, particularmente marina (algunos ejemplos aquí, de Der Spiegel, The Telegraph o Financial Times), aunque no se puede descartar que estos medios respondan a otros intereses económicos y estén exagerando ciertos problemas reales. Como mínimo, esta cuestión requiere un análisis en profundidad y multidisciplinar.
  • Con respecto a la implantación de la tecnología fotovoltaica, Antonio da por hecho que se irán produciendo cambios en los edificios, de manera que se evite que unos den sombra a otros y que la orientación de las cubiertas se irá adecuando para sacarle el máximo potencial a la energía solar. Esta suposición asume que la sociedad en su conjunto asume que éste es el objetivo (maximizar la producción de energía solar fotovoltaica) y que se dedica con cierto ahínco a conseguirla. Dado que modificar el urbanismo existente es cosa que lleva muchas décadas, y que es improbable que se derruya lo que estorba (entre otras cosas, el "abusón" no tiene problemas para captar su energía solar), resulta un tanto dudoso que se dé primero tan buena voluntad y segundo que esta transición pueda tener una velocidad razonable. En añadidura, se está asumiendo una gran reforma urbana en un plazo de tiempo no demasiado dilatado, pero, ¿es verosímil pensar en hacer tal cosa justo cuando los excedentes proporcionados por los combustibles fósiles estarán en franco retroceso? Este punto es bastante dudoso y a mi me resulta, como mínimo, cuestionable.
  • En la disquisición de Antonio no he visto computados explícitamente los costes de mantenimiento y de reposición de todos los sistemas; estos costes pueden llegar a ser muy grandes si uno se ve obligado a hacer cambios profundos en el sistema productivo, especialmente si alguna de las substituciones propuestas por Antonio no acaba de funcionar como está previsto.
  • Una omisión más que significativa: El cambio climático no se tiene en cuenta. El cambio climático puede afectar tanto a la capacidad de aprovechamiento de la energía renovable, como encarecer los costes de mantenimiento de los dispositivos de aprovechamiento renovable, como hacer difíciles o incluso inviables algunas de las substituciones que prevé Antonio, por no hablar con todos los nuevos problemas que le planteará a la sociedad. Obviamente, analizar el cambio climático excede los límites del gran trabajo de Antonio, pero la cuestión es tan relevante que merece como mínimo alguna mención, e idealmente que se aborde en un futuro, porque entre otras cuestiones el sistema de Antonio no se caracteriza por su gran resiliencia (más sobre este tema a continuación).
  • El sistema que propone Antonio es decididamente académico y eso se nota, entre otras cosas, porque es bastante poco resiliente. Lo que Antonio está proponiendo es cambiar un sistema actual, que es muy complejo, por un sistema que tiene una complejidad aproximadamente equivalente. No tiene en cuenta que la formación de sociedades complejas es un proceso de décadas, cuando no de siglos, y que los incrementos en complejidad, como dice Joseph Tainter, a partir de un cierto punto tienden a reducir la resiliencia de una sociedad. Creo que es evidente que nuestra sociedad ha sobrepasado ese límite de máxima complejidad útil y que cada nueva estrategia para luchar contra los problemas causados que se está proponiendo desde las instancias oficiales tienden a disminuir nuestra resiliencia, en vez de aumentarla; el lector puede encontrar ejemplos por sí mismo de este fenómeno. La transición de una sociedad industrial compleja basada en los combustibles fósiles a una sociedad industrial compleja basada en las renovables, en la que hay que hacer cambios estructurales profundos en el sistema productivo, financiero y económico, no parece algo simplemente factible; lo que se propone es una revolución, no una evolución, y aunque la Historia nos demuestra que las revoluciones son posibles, también nos enseña que suelen ser muy dolorosas y que no tienden, precisamente, a mantener el nivel de complejidad preexistente. Por otra parte, el plan de transición implícito en el análisis de Antonio nos está invitando a correr el riesgo de intentar pasar del sistema actual al 100% renovable de una determinada manera, y si por cualquiera de los múltiples aspectos analizados falla no hay un plan B; en suma, es un sistema sin redundancia tanto en el objetivo en sí como en el plan de transición. Creo que ésta es la razón profunda por la cual gente que tiene familiaridad con la gestión práctica de sistema complejos, como Pedro y Carlos, sienten cierto horror instintivo al plan de Antonio.
  • Otra cuestión que observo en el plan de Antonio es que se obvia el papel fundamental de algunas tecnologías complejas, que pueden ser difíciles de mantener en un mundo en cambio. El caso más sonoro y llamativo es el de la electrónica, pero hay más: aeronáutica, agricultura, gestión y distribución de alimentos, reciclaje, extracción de materiales críticos... En algunos casos  analiza alguna de estas tecnologías, pero se requeriría una discusión mucho más profunda: metalurgia, pilas de combustible, hidrógeno... Si algunas de estas tecnologías falla podría poner en serios aprietos el plan de Antonio. En particular, no existe una evidencia extensiva en las tecnologías, imprescindibles, del hidrógeno y de las pilas de combustible.
  • En algunos casos Antonio hace mención a costes monetarios de las diversas tecnologías para concluir algunos argumentos. Justamente, el paso por los costes monetarios como evaluador de la eficiencia energética fue uno de los aspectos más criticados del estudio de Pedro Prieto y Charles Hall sobre la TRE de la fotovoltaica, y que Antonio use este truco no es algo positivo. Los costes monetarios son una referencia volátil y especulativa, y usarlos equivale a asumir el mantenimiento de un modelo BAU, en el que los precios tienen cierta estabilidad y que los suministros de materiales críticos no se ven comprometidos por razones físicas o geológicas. Pero es que que es justo todo eso lo que está en cuestión, con unos equilibrios geostratégicos actuales difíciles de mantener en el futuro. No hay garantía de suministro de nada, ni de que los precios se mantendrán en unos niveles adecuados para el plan de transición si se lanza una sustitución masiva, y tampoco he encontrado mención alguna a los impactos ambientales, que serían forzosamente crecientes al ir disminuyendo la ley de los minerales más agotados, y esos crecientes costes ambientales podrían llevar al trate el plan de transición que propone Antonio.
  • Aunque no me lo he estudiado con profundidad, no veo una referencia clara al uso extensivo de fósiles en la industria extractiva y cómo factiblemente se va a poder sustituir por un 100% renovable, sobre todo teniendo en cuenta que los costes energéticos aumentarán rápidamente al irse agotando los filones más productivos (y el plan de Antonio implica llevar al límite la capacidad de extracción de algunos metales, como el cobre). En todo caso, lo que me parece más pernicioso del plan de Antonio es que ese afán por alcanzar ese 100% renovable de manera que se preserve una buena parte de la actual sociedad industria es profundamente extractivista y tanathiaforming. En suma, el aspecto ecológico no parece estar presente, sino que se aboga por una continuación e incluso profundización del extractivismo, al menos durante la transición.

La mayoría de estas críticas se podrían resolver si se hicieran proyectos a media escala, pasando de los prototipos que actualmente ya existen en algunos casos (en otros casos la situación es todavía peor, porque no hay ni prototipos). Estos proyectos permitirán comprender mejor cuáles son los cuellos de botella y mejorar la industralización de los procesos, y es como se realiza la implantación de una nueva tecnología en cualquier planificación industrial  (al contrario del modelo Abengoa, que se lanzó a la gran escala sin haber mejorado la industrialización primero en procesos más modesto). Antonio García-Olivares, al igual que otros PR, apunta que es mediante trabajos como el suyo que se puede promover ese proceso de industrialización, básicamente demostrando que existe un camino posible y que merece la pena invertir en ello, y a priori razón no les falta. Sin embargo, el establishment industrial no ha apostado durante estos largos años de problemas por cambiar el modelo actual y adoptar este modelo 100% renovable, y a pesar de que con la relevancia que está ganando el Cambio Climático podría parecer que ahora sí que se hará es bastante dudoso que se avance en esa dirección. Desde diversos grupos que abogan por la solución 100% renovable (los PR) se suele aducir que lo que hace falta es un apoyo político decidido por esta transición, asumiendo implícita o explícitamente que si no se adopta la solución PR es debido a una deliberada obstrucción política. Como ya he explicado muchas veces, yo tengo una opinión bastante diferente sobre este particular: tal y como yo lo veo, el modelo 100% PR es incompatible (de muchas y diversas maneras) con el sistema capitalista con el que quiere negociar. Si es así, la pregunta sería: ¿proponen los grupos PR hacer la revolución (social) pendiente como paso previo o simultáneo a la implementación del 100% renovable? Esto nos lleva a las cuestiones sociales implícitas a toda esta discusión.





Cuestiones sociales


Una de las cuestiones que más me resulta chocante desde los postulados puramente PR, y en particular en la aproximación de Antonio García-Olivares, es la obsesión por predefinir el modelo de sociedad en vez de dejarlo evolucionar (de manera humana, claro está). La Historia muestra que las imposiciones de arriba a abajo (podríamos denominarlos "los diseños inteligentes") suelen fracasar estrepitosamente, debido a la dificultad de conocer todos los detalles necesarios para describir correctamente procesos socialmente complejos y la falta de retroalimentación de los fallos "a nivel de la calle" que suele acompañar a los diseños verticales. En mi opinión, sería mucho más sensato ir proponiendo cambios concretos que pudieran ser adoptados e integrados progresivamente, aunque lógicamente tal vía requiere mucho más tiempo.


Por otro lado, otra cosa que me resulta curiosa de la aproximación de Antonio es su reduccionismo tecnológico, a pesar de que Antonio, por su formación como sociólogo, comprende perfectamente la importancia de los aspectos sociales; como ya he dicho, sin un cambio social no me parece posible hacer el cambio tecnológico que propone. Creo que Carlos de Castro  acierta de pleno cuando critica de la aproximación de Antonio el que no tiene en cuenta que la tecnología forma parte de la sociedad a la que pertenece, y que por tanto es peligroso asumir que se puede cambiar la tecnología sin cambiar nada más; sin embargo discrepo del trasfondo un tanto fatalista de la valoración de Carlos, como si se coligiera que la sociedad no puede evolucionar: no sólo tenemos multitud de contraejemplos en la Historia, sino que en realidad lo que todos pretendemos es justamente eso mismo, hacer evolucionar a la sociedad.

Desde mi punto de vista, y en esto también coincido con Carlos y Pedro, la insistencia de los PR y en particular de los miembros de ETL en calificar de barrera política o social lo que es algo mucho más complejo es un grave error, y aquí los de ETL deberían de hacer autocrítica (pues están cayendo en un autocomplaciente síndrome de "la maestra me tiene manía", sin ver qué es lo que está conceptualmente mal en su aproximación). Un plan de transición es algo más que unos artículos en revistas científicas indexadas; un plan de transición requiere una aproximación verdaderamente multidisciplinar, en la que los aspectos tecnológicos sean abordados al mismo tiempo que los económicos y sociales.


Uno de las cuestiones que está creando más confusión en la discusión del futuro renovable es el papel de la Tasa de Retorno Energético (TRE). En su momento fue un gran hallazgo, pues introdujo la idea de fijarse en la rentabilidad de las fuentes de energía desde el punto de visto energético, no desde el económico. Sin embargo, el concepto de TRE tiene ciertas limitaciones que en algún momento deberán de ser abordadas con profundidad. Una de esas limitaciones es que el concepto asume una cierta estacionariedad (es decir, se asume que todo funciona más o menos igual durante el período usado para calcularlo), y en particular no permite describir correctamente lo que sucede en situaciones en las que la TRE decae rápidamente (que es justamente lo que pasa actualmente). Por otro lado, el cálculo de la TRE incluye hipótesis implícitas de carácter social en el término de la energía consumida, que no siempre deberían contabilizarse como pérdidas: por ejemplo, si una persona está ocupada en instalar placas fotovoltaicas esta persona consume energía, pero al mismo tiempo se produce un beneficio social, su empleo. Especificar más claramente qué es la energía consumida sin mayor utilidad y la que produce un beneficio para la sociedad que emplea esa fuente es fundamental para definir correctamente cuál es el nivel mínimo de TRE que puede soportar en una sociedad en declive.

Las dos grandes preguntas clave de todo este debate sobre la transición son el por qué y para qué. Por lo que he visto, los que participan de ETL toman un determinado modelo social como dado (aunque no todos el mismo: el modelo de Antonio García-Olivares es claramente mucho más revolucionario y redistributivo que el de la media de ETL). Por su lado, los del PCS tienen una cierta visión utópica, y no sólo los que aspiran al Decrecimiento Feliz: incluso los más profundamente colapsistas son utópicos, pues se esperan un colapso que podríamos denominar "emocionante", con un efectismo muy Holliwoodense (incluso en los detractores que rumian su fin, el BAU impone su cosmogonía, básicamente para reforzar el mensaje "No hay alternativa" al capitalismo). La Historia muestra que la evolución de las sociedades es un proceso complejo y difícil de predecir, e incluso en un momento tan crítico como el actual nuestro control del futuro es muy limitado. Debemos de escapar de la ilusión de control y proponer cosas positivas y resilientes, aprendiendo con humildad de los errores que iremos cometiendo y buscando activamente mejorar con la experiencia. Como toda la Historia de la Humanidad, vaya.


En resumen: la discusión que se ha realizado estos días en este blog ha sido intensa e interesante, pero ha pecado un tanto de acadecimismo y de cierta falta de arraigo práctico. Y lo que es peor, ha tenido cierta pinta de pelea de gallos, sobre todo visto desde fuera. Este tipo de debate no favorece que el lego entienda que en realidad son muchos más los puntos de acuerdo (las tesis con las que Antonio García-Olivares comienza su artículo
, que resumen el programa de ETL, son impecables y estoy seguro que son compartidas por todos) que los de desacuerdo, y a mi modo de ver no ayuda en un momento tan crítico como el actual.

Salu2,
AMT

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