miércoles, 18 de enero de 2017

Chile mira al futuro




Queridos lectores,

Durante la semana pasada estuve en diversas ciudades de Chile, participando en el VI Congreso del Futuro. Fue un evento intenso: un centenar de presentaciones durante seis días (de lunes a sábado), todas ellas de un altísimo nivel, en algunos casos extraordinario. Yo tuve el inmerecido honor de ser invitado a participar a instancias del senador Guido Girardi, promotor del congreso y persona muy preocupada por las cuestiones ambientales, a la que alguien probablemente le sugirió mi nombre.

El Congreso del Futuro de Chile es el mayor evento de divulgación científica de alto nivel de Latinoamérica y probablemente del mundo entero, pues en muy pocas ocasiones he visto congreso tan trasversales. La selección de panelistas, con mi sola excepción, fue representativa de la élite científica y humanística del planeta Tierra, contando con la presencia de científicos muy destacados, grandes divulgadores y pensadores, y hasta dos premios Nobel (y no me resisto a mencionar la presencia de Toru Iwatani, con quien tuve la suerte de comer el primer día y que me mostrara una carpeta manuscrita con el código original del Pac-Man). Todas las presentaciones son accesibles desde la página de congreso y podrán juzgar Vds. mismos.



Dado que el congreso iba de ciencia, de la ciencia moderna que está sentando las bases del futuro, el congreso tenía por supuesto una fuerte componente tecnooptimista (como difícilmente podría ser de otra manera). Y sin embargo más de una charla (no sólo la mía) evocaba los graves problemas que se está generando la Humanidad a ella misma por culpa de su falta de sensibilidad en las cuestiones ambientales y de sostenibilidad en general.

El Congreso del Futuro, que va ya por su sexta edición, evidencia el interés de Chile por buscar modelos de desarrollo que superen el paradigma experimentado por Occidente. Chile es un gran país con un gran potencial, aunque por lo que vi muchas de sus gentes padecen un infundado complejo de inferioridad que les lleva a ansiar crecer y crecer para ocupar el lugar que le corresponde en el mundo. Dado que Chile es el primer productor de cobre del mundo y que tiene también otros grandes recursos naturales (pesqueros, madereros, potencial solar y eólico), muchas miradas ambiciosas están centradas en él. Afortunadamente, muchos chilenos con los que hablé son conscientes de ello y tiene claro qué quieren y qué no, y sobre todo qué errores ajenos no quieren repetir en suelo chileno. Por eso están buscando informarse bien para tomar por sí mismos las decisiones sobre su futuro. Que estas decisiones sean las correctas o no dependerá, en buena medida, en que puedan escuchar opiniones diversas y plurales, y creo que precisamente fue en aras de esa pluralidad que yo fui invitado (si tienen la oportunidad de localizar las tres otras presentaciones de mi panel, verán que son dolorosamente tecnooptimistas, con repetidas jaculatorias a uno de los mayores bluffs del momento, Tesla). Como en cualquier congreso, y más en uno de tamaña envergadura, hubo pequeños fallos de organización, que el personal al cargo supo corregir inmediatamente y con gran profesionalidad; si algo puedo destacar fue precisamente lo muy atentos que fueron conmigo.

La gran afluencia de público en Santiago de Chile demostró una vez más que el ciudadano chileno tiene un gran interés por la ciencia y por el modelo de futuro para su país. Durante los días que estuve en Chile, la noticia más comentada y celebrada fue la creación del Ministerio de la Ciencia (algo que en España tuvimos durante unos breves años y que desapareció sin que hubiera la más mínima reacción ciudadana, como tampoco la hubo cuando el CSIC, el mayor organismo de investigación de España, pasó a depender del Ministerio de Economía - donde seguimos).

El interés por las actividades del Congreso del Futuro no se centró solamente en Santiago, y así se organizaron presentaciones y discusiones con los científicos del Congreso en diversas localidades del país. Yo tuve la ocasión de viajar a Antofagasta y a Concepción; así, pude conocer someramente la idiosincrasia de otras dos regiones y también la oportunidad de discutir con académicos locales. Lo cierto es que fue agotador (salíamos y volvíamos cada día a Santiago de Chile), pero fue intenso y mereció mucho la pena.

En resumen, mi participación fue una gran experiencia, y espero poder ayudar en lo que me soliciten para conseguir mejorar lo que ya de por sí es un evento extraordinario.

Chile mira al futuro. Ojalá el resto de países hicieran igual.


Salu2,
AMT

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