domingo, 15 de marzo de 2020

La balanza



Queridos lectores:

Algunos lectores habrán reparado en un cambio sustancial en la barra lateral de este blog, donde se enumeran las conferencias que voy a dar próximamente. Si se han fijado, habrán visto que las conferencias que tenía previsto dar durante las próximas semanas aparecen ahora con un aviso de "pospuesta". Por supuesto, todas estos actos se han aplazado con motivo de la epidemia de CoVid-19, que se está extendiendo rápidamente por toda España y ha obligado a tomar urgentes medidas de contención, medidas que sin duda se tornarán más drásticas en los próximos días, comenzando por las ya anunciadas con el decreto de estado de alarma en España.


La extensión de la epidemia de CoVid en España ha producido sustanciales cambios. De una cierta autocomplacencia contenida en los medios de comunicación se ha pasado, en menos de una semana, a una situación prácticamente de histeria, una vez que se ha comprobado que la progresión de la epidemia mostraba el típico patrón exponencial en la curva de personas infectadas. Las autoridades españolas (desde el estado a las administraciones locales) han pasado de una cierta reticencia a tomar medidas más drásticas (por miedo a las consecuencias económicas que se derivarían) a solicitarlas o ejecutar medidas aún más drásticas de las que se habían barajado hasta ahora y encima por la vía de urgencia. Y los ciudadanos españoles han pasado de hacer y enviar miles de chascarrillos y memes (bueno, esto lo han seguido haciendo) a la compra histérico-compulsiva en los supermercados (la obsesión por un producto de importancia menor como es el papel higiénico daría para mucho análisis sociológico de la disociación de la realidad que tiene la opulenta sociedad occidental) y a escapar de las grandes ciudades, contribuyendo en su inconsciencia a diseminar la enfermedad. En mi situación particular, he pasado de tener una agenda apretada de viajes, eventos y reuniones a estar prácticamente confinado en casa (el CSIC ha ordenado que todo el que pueda teletrabajar se quede en casa) y con mis hijos por aquí rondando, pues se han suspendido las clases.

¿Tiene sentido sentido este miedo al CoVid-19? Pues sí y no. Ya lo comentamos en el post anterior: esta epidemia plantea un grave problema de salud pública, y no tanto de salud individual para la mayoría de la población. La mortalidad para los menores de 50 años ronda el 0,3%, un porcentaje que no es en absoluto despreciable (y, recordemos, siempre hay personas perfectamente sanas que mueren, quizá por sobrerreacción de su sistema inmunitario), pero que está lejos de suponer el fin de la Humanidad. Sin embargo, para los mayores de 80 años la mortalidad supera el 15%, y además entre el 5% y el 10% de los infectados desarrollarán complicaciones serias que requerirán atención médica más intensa e inclusive hospitalización. Si se añade a eso que se trata de una enfermedad muy contagiosa, existe un riesgo real de colapsar el sistema sanitario (riesgo que ya se está empezando a materializar), debido a que ese 5-10% de casos complicados puede ser una cifra enorme si la infección se extiende, y en ese caso aumentaría mucho la mortalidad directa (la que causaría el CoVid en los casos complicados no tratados como se debe) y la indirecta (las que causan otras patologías, que obviamente siguen produciéndose pero que no se atenderían adecuadamente en hospitales colapsados). De ahí los esfuerzos de contención y las actuales restricciones de movimiento.

Cabe añadir aquí un mensaje a mis lectores: si Vd. tiene síntomas leves (tos, algo de fiebre) no acuda a su centro de salud o al hospital: no podrán hacer nada por Vd. (no se le puede hacer la prueba a todo el mundo, menos si no hay indicación para ello, y ya bastante atareados van ahora mismo como para centrarse en un paciente esencialmente sano) y su desplazamiento solo servirá para contagiar o ser contagiado. Quédese en casa, tal y como se está recomendando. Solamente si sus síntomas empiezan a ser serios avise inmediatamente a sus servicios de salud y siga sus instrucciones. Recuerde también que aproximadamente el 80% de la población infectada pasará la enfermedad con síntomas leves: razón de más para evitar todo contacto mientras dure el confinamiento. Estas simples indicaciones, de puro sentido común, chocan con la manera de hacer de una sociedad atolondrada e infantilizada, cegada y cebada en el sobreconsumo, pero es lo que hay que hacer ahora. Como dice en el meme que ahora circula: "A nuestros abuelos les pidieron que fueran a la guerra, a nosotros solo nos están pidiendo que nos quedemos en casa".

La reticencia inicial de las autoridades a actuar con más contundencia ha alimentado una cierta desconfianza de la ciudadanía, que tiene la impresión de que se le está ocultando algo. De alguna manera es cierto: no es tanto que no se haya dado la información, pero es obvio que el tono de las primeras semanas ha sido un tanto blando, y las explicaciones un tanto timoratas por el miedo a las consecuencias económicas. E inclusive ahora, que ya no se ha podido evitar adoptar las decisiones que no se querían tomar, no se dice toda la verdad por temor, aún, a las consecuencias económicas. En particular, es completamente evidente que la actual situación de paralización social y económica en España durará más de 15 días (todas las curvas que siguen las podrán encontrar, actualizadas en https://www.worldometers.info/coronavirus/): el número de casos sigue un patrón exponencial,


carácter exponencial que se evidencia cuando se toma una escala logarítmica en el eje vertical:



Como se ve de las curvas, se está lejos de llegar a una saturación, a un pico. Si Italia es una referencia (España está siguiendo su mismo patrón, pero con 11 días de retraso), dentro de 11 días se verá una ligerísima bajada del ritmo exponencial


y con mucha suerte podríamos llegar al máximo epidémico (momento en el que el número de nuevos casos diarios deja de aumentar) dentro de 15 días. Por tanto, con mucha suerte dentro de 15 días la epidemia estaría en su apogeo, y en esas condiciones obviamente no se van a retirar las medidas de confinamiento. Siendo muy afortunados, se podría comenzar a plantear el fin del confinamiento dentro de un mes. Y si seguimos el patrón de China (país, por cierto, que tomó medidas expeditivas bastante pronto) nos faltan no menos de 50 días. Ésta es la realidad. Si se está hablando ahora de restricciones durante 15 días es porque no se quiere decir aún lo que durarán realmente, de nuevo por miedo a dañar aún más a la economía. La única cosa que podría acortar plazos es que el aumento de insolación que se va a producir durante las próximas semanas con la llegada de la primavera esterilice el ambiente y contenga eficazmente la propagación.

Pero a estas alturas es evidente que el daño para la economía, tanto la española como la mundial, es brutal. No es ya por la catastrófica caída de los índices bursátiles durante esta semana, caída que refleja una creciente desconfianza en la capacidad de las compañías de seguir aumentando sus beneficios. Las empresas, tanto las grandes como las pequeñas, se verán obligadas a deshacerse temporalmente de sus plantillas, dada la imposibilidad de continuar su actividad, en parte por las disrupciones en la cadena de suministros, en parte por la total paralización de las ventas con el cierre generalizado de comercios. En países como España, donde el turismo es la principal industria, el daño va a ser doble. De entrada, porque cuanto más dure la crisis sanitaria menos gente viajará a nuestro país, y ya de entrada la campaña de Semana Santa (muy importante para el turismo interior) se ha ido al garete. Pero, además, la contracción económica general hará que mucha gente decida no irse de vacaciones este año, simplemente porque tendrá menos dinero o inclusive porque estará en el paro (la crisis del CoVid afecta masivamente a Europa, mercado turístico principal, de España).

Por tanto, vamos a una grave crisis económica en el conjunto del mundo y a una total debacle económica en el caso de España. De una manera prácticamente inmediata se va a producir un repunte del paro, y no se va a recuperar la ocupación cuando pase la crisis sanitaria. A finales de este año se tendrán que empezar a implementar serios recortes.

Comentábamos en el post anterior que una de las necesidades de este año era encontrar una manera de domesticar una crisis económica que era ya inevitable mirando la evolución de los indicadores económicos a finales de 2019. La actual crisis sanitaria era una buena excusa para imponer ciertos ajustes que permitieran pasar rápidamente de las causas a las consecuencias finales, pero se está viendo que al final la crisis no está siendo tan domesticada como parecía: el bajón económico se nos ha ido de las manos, y estamos en una verdadera situación de decrecimiento repentino, impuesto por las circunstancias. Mostrábamos la semana pasada el brusco descenso de emisiones contaminantes en China; esta semana podemos mostrar una imagen análoga del muy polucionado norte de Italia.


Concentración de óxidos de nitrógeno troposférico sobre Italia en enero (izquierda) y marzo (derecha).

A nadie se le escapaba que las medidas necesarias para la contención del virus implicaban un descenso económico profundo, y eso explica la actitud cínica que se ha adoptado en algunos países, como Francia y EE.UU., y especialmente en el Reino Unido. En estos países se está dejando que la infección progrese sin ningún control, poniendo excusas de lo más variopinto y tomando medidas de pequeño impacto, con la idea de llegar a un punto en que ya no se pueda hacer nada. Mientras Francia y EE.UU. aún intentan, hipócritamente, disimular un poco, en el Reino Unido reconocen abiertamente su estrategia genocida, e incluso lo intentan justificar con argumentos pseudocientíficos como el de "inmunidad de manada". Pero como explica Nafeez Ahmed, no existen ninguna evidencia científica que avale ese concepto, más bien al contrario. En realidad, es un posicionamiento ideológico, y sí, hay que decirlo, es un posicionamiento ideológico psicópata y genocida. En el Reino Unido se le ha dicho a la gente que tiene que asumir que habrá muertes, y ya está. No es casualidad que las tres personas que rigen los destinos de esas tres naciones sean adeptos al liberalismo económico: simplemente han echado mano a la calculadora, y han hecho sus cuentas. Una enfermedad que al 80% de la población no le hace nada, y que se ceba en la gente mayor - que precisamente son los "económicamente improductivos" - frente a una parálisis económica de varias semanas y el desencadenamiento de una grave crisis económica. Sin embargo, estos psicópatas no se han dado cuenta de que su estrategia les puede producir una carambola inesperada, y que al final la factura de muertos sea mucho más elevada de lo que su puñetero Excel les enseña; y que los ciudadanos de esos países, cuando comparen lo que les ha pasado a ellos con lo que ha pasado en otros países como China, Italia o España, acaben exigiéndoles cuentas. Yo solo espero que todos ellos acaben en la cárcel acusados de genocidio.

Es simplemente alucinante comprobar que la lentitud inicial en nuestro país, o la directa inacción en otros países, está motivada por la obsesión de mantener el leviatán económico en marcha, siempre consumiendo y produciendo, siempre creciente.  Todo el rato se pone en una balanza, de un lado la actividad económica, del otro cualquier otra consideración; pero la balanza está trucada para que una cosa pese mucho más que otra. No deja de ser significativo que, en su alocución de ayer, el Presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, comenzara haciendo hincapié en las medidas económicas que se tomarán para paliar los efectos de las medidas de confinamiento que se decidieron ayer, y que en realidad era lo que venía a anunciar.

Incluso sin salir de la esfera económica, la realidad que se nos viene encima no tiene nada que ver con la que se imaginan en los gabinetes ministeriales. Como avanzábamos en el post sobre los pronósticos para este año, la prolongación de los bajos precios del petróleo va a acelerar el proceso de descenso de producción que ya anticipaba la Agencia Internacional de la Energía en 2018. Ya hay quien está pidiendo al Gobierno de los EE.UU. que rescate el ruinoso sector del fracking (sector que, por cierto, siempre ha sido una ruina), pero tal medida es inútil porque es un sector condenado, y con su caída la producción de petróleo comenzará a bajar drástica e irremisiblemente. Esto no sale en los dichosos Excel del Ministerio de Economía, pero es la realidad: en la segunda mitad del año vamos a chocar contra un muro, una nueva crisis del petróleo que será muchos más intensa y más duradera (de hecho, permanente) de lo que nunca se haya visto. La inacción de años y la absoluta incomprensión de la realidad física y geológica de los recursos han cocinado la tormenta perfecta, el petrocalipsis. Tanto que dicen preocuparse por la economía y no han visto venir algo tan obvio, de lo que llevamos hablando en este blog en los últimos 10 años.

Grave como es la crisis del CoVid-19, no es, en absoluto, la más grave de las crisis que está padeciendo la Humanidad, ni siquiera los países occidentales. Y sin embargo ahora mismo ocupa todo el espacio mediático, ya no se habla de nada más. Es, verdaderamente, una crisis para esconder todas las otras, y en particular la crisis climática, que, ésta sí, puede exterminar a la Humanidad. No deja de ser curioso que hace unos meses, en el curso de la COP 25, parecía imposible reducir las emisiones de CO2, y sin embargo en el plazo de unas pocas semanas las emisiones del mundo se ha reducido drásticamente (aún poco para lo que se debería, pero mucho más de lo que se anunciaba). Se ve que sí que se podía. Porque, lo que no se decía, es que no se podían reducir las emisiones "si se quería mantener el crecimiento económico", ésa era la cláusula escondida. Ya se ha visto que es perfectamente posible hacerlo, si se quiere. De nuevo, hemos puesto en la balanza trucada de un lado el crecimiento económico y del otro la supervivencia de la Humanidad, y contrariamente al sentido común ha pesado más el primero.


Con todo, lo más interesante de estos días es el experimento decrecentista al que nos hemos visto abocados. De golpe, nos hemos visto obligados a vivir otra vida. Lo que ayer era tan importante hoy ha podido ser aplazado; lo que ayer era frenesí y necesidad hoy se percibe como algo relativo. Podemos reducir nuestro metabolismo social, consumir menos, y todo puede seguir adelante. Cierto, vamos a una gran crisis económica, y mucha gente quedará en el paro: es esto sobre lo que tenemos que trabajar. Pero es concebible hacer un esfuerzo de autocontención, algo que se nos ha repetido por activa y por pasiva que, simplemente, no se podía hacer. No era verdad: sí que se puede hacer, como estamos viendo. Queda mucho por hacer, y en particular ver cómo se relocalizan los trabajos y se reducen las redes, cómo se consigue ocupar a todo el mundo y disminuir nuestro impacto ambiental y de recursos, pero lo que muestra esta situación excepcional es que sí que hay un camino, y que si como sociedad tenemos claro hacia donde ir podemos reaccionar en tiempo récord. Por eso, más que nunca, es importante explicar que el decrecimiento es la única posibilidad de supervivencia de la Humanidad; una vez comprendido eso, ya hemos demostrado que podemos reaccionar al unísono y en la dirección adecuada (aunque faltará mucho camino por recorrer, ya lo sé, entre otras cosas para rehabilitar de tantos malos hábitos). Y es fundamental destacar un aspecto: el daño económico que se está generado hoy probablemente ya no es recuperable, dada la debilidad estructural del sistema. Durante demasiados años hemos huido hacia adelante, poniendo parches para mantener el sistema económico crecentista en marcha a pesar de su inviabilidad. Esta crisis supone una herida de muerte, de la que nunca va a poder recuperarse. El paro será elevado de manera estructural, y la energía y las materias primas comenzarán a escasear. Comenzamos ahora una nueva etapa de la Historia, y cuando antes lo comprendamos y empecemos a adaptarnos mejor nos irá.

Pase lo que pase, nuestro sistema económico está condenado. También es cierto que, pase lo que pase, al final todos moriremos. La diferencia está en que cada minuto extra de una vida humana es un tesoro, sobre todo para sus seres queridos. En cambio, cada minuto extra que dure este sistema económico continuará avanzando en su lógica destructiva y ecocida.

Tomemos una balanza justa y equilibrada, y pesemos.


Salu2.
AMT


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