Queridos lectores,
El evento que más ha marcado el mes pasado, en lo que concierne a los temas que se tratan en este blog, ha sido la internacionalización del conflicto en Yemen. Desde finales de 2014 la situación de guerra civil en ese país era ya clara, pero no ha sido hasta que el presidente de lo que quedaba de la estructura estatal abandonó la capital y el país, asediado por una facción chiíta, que los países circundantes, y especialmente Arabia Saudita, no se han decidido a actuar. En un tiempo récord, una coalición de 15 países árabes, liderada por Arabia Saudita, ha comenzado una oleada de ataques aéreos, sin decidirse aún a invadir el país a pesar de algunas escaramuzas en la frontera.
El objetivo declarado de estos ataques es acabar con los Huthis, la facción chiíta que ha conseguido tomar la capital, principalmente - según se dice - por el temor de que Yemen se convierta en un nuevo Irán (no olvidemos que Arabia Saudita es mayoritariamente sunita e Irán mayoritariamente chiíta, y estas dos ramas del Islam son enemigos irreconciliables). También se dice que los ataques buscan evitar la expansión del Estado Islámico y Al Qaeda, cosa que no acaba de cuadrar con el hecho de que los chiítas no son precisamente afines a las tesis integristas de los radicales islámicos y que de hecho Irán ha bombardeado en varias ocasiones posiciones de EI en Irak y Siria. Por último, se dice que esta intervención internacional de lo que sería una nueva OTAN árabe busca estabilizar la región, lo cual parece bastante más probable desde la óptica que se sigue desde este blog.
Hace un año y medio en este mismo blog Javier Pérez analizaba en detalle la situación de Yemen, y la conclusión era que el país era una bomba de relojería: población en rápido ascenso, dependencia casi exclusiva de los ingresos originados por la exportación de petróleo, caída en picado de la producción de petróleo por razones geológicas y económicas... el desastre estaba servido. Gail Tverberg nos mostraba el enorme paralelismo, en lo que a la producción de petróleo se refiere, que habían seguido Egipto y Siria, y estaba siguiendo Yemen:
Los gráficos de Gail Tverberg que he copiado más arriba acaban en 2012, y ya se pueden imaginar que tres años después la cosa no pinta mucho mejor. Ahora Yemen ha llegado a su punto de ruptura social, en el cual el país será difícil de volver a estabilizar. ¿Cuál será el siguiente país en llegar a su bancarrota petrolífera? También en 2013 analizábamos aquí esa cuestión y la nómina de países proclives a entrar en bancarrota económica y social era bastante larga. En este momento, hay dos países cuyos problemas internos destacan bastante y hacen pensar que podrían ser los siguientes en caer en la peligrosa espiral de degeneración social que ya se ha vivido y está viviendo en otros.
El primero de ellos es Nigeria. Aunque el consumo interno es menos de un sexto de la producción, este país africano está superpoblado (170 millones de habitantes), con la mayoría de su población por debajo del umbral de la pobreza, graves problemas ambientales en la principal zona de explotación de petróleo (el Delta del Níger), una fuerte guerrilla local que lucha contra las petroleras que trabajan en la zona y el corrupto gobierno local, y un nuevo movimiento radical emergente, Boko Haram, que se originó en las universidades nigerianas y es ahora una rama local de Al Qaeda muy activa. La producción de petróleo del país está en un progresivo descenso que se podría acelerar en cualquier momento, a pesar de las repetidas loas a la inmensidad de sus reservas, cantinela que ya hemos escuchado muchas veces en referencia a otros países que ya han superado sus picos productivos. Los desequilibrios internos del país y su elevado nivel de corrupción no hacen vaticinar nada bueno.
Datos del último anuario estadístico de BP (la serie de datos llega hasta 2013). Imagen generada por la web Flujos de Energía. |
El otro país donde los apuros petroleros se están acentuando rápidamente es Venezuela.
Datos del último anuario estadístico de BP (la serie de datos llega hasta 2013). Imagen generada por la web Flujos de Energía. |
La irrupción hace unos días de un grupo armado en una refinería venezolana con la intención de cometer un sabotaje en un sector estratégico del país es sólo un botón de muestra de la tensión que se vive en Venezuela, cuyos ingresos en divisas se han visto doblemente afectados por la caída de su producción de petróleo (de la cual, no olvidemos, la tercera parte son petróleos pesados de escaso rendimiento energético y económico, y que tienen que combinarse con petróleos ligeros importados) y por la caída de precios del petróleo. La disminución de los ingresos en divisas lleva a múltiples problemas, entre ellos el desabastecimiento de productos principalmente importados, algunos de ellos de primera necesidad. La situación en Venezuela es muy explosiva ya por su situación interna, y la sorpresiva reciente declaración de los EE.UU. de que Venezuela es una amenaza a su seguridad nacional tiene reminiscencias de un escenario de pesadilla-ficción que esbozamos aquí hace años.
Por desgracia, la cosa no acaba con Nigeria y Venezuela. Otros países (Argelia, Irán, Sudán del Sur, Argentina, México, incluso Rusia) se encuentran cada vez más cerca de una situación de inviabilidad económica a gran escala, situación que sólo puede empeorar con el tiempo si no se reconoce de una vez que la cuestión realmente importante con el petróleo no es las enormes reservas que se reporten sobre el papel, sino la producción que realmente se pueda conseguir de manera estable, so pena de entrar en la peligrosa espiral de destrucción de oferta-destrucción de demanda.
Entre tanto, la producción de petróleo de los EE.UU. ya ha comenzado a caer, 136.000 barriles diarios confirmados ya en Enero y alrededor de 36.000 barriles diarios sólo la última semana (éstos de momento sólo estimados). Se confirman así las tendencias que ya apuntábamos hace un par de meses, mientras muchos "expertos" siguen sin saber qué está pasando y qué va a pasar (para ellos tenemos esta pequeña guía, a ver si se orientan).
Salu2,
AMT
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