Queridos lectores:
Un año más, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha publicado su informe anual sobre la situación actual y la previsible evolución futura del consumo mundial de energía, el World Energy Outlook (WEO). La edición de este año es un tanto peculiar, porque se ha adelantado en un mes a la fecha habitual de publicación, justificándose este adelanto por los importantes cambios económicos y estructurales que han sobrevenido a consecuencia de la irrupción de la CoVid-19. Por esa misma razón, se nos dice, aunque los escenarios de previsión que se desarrollan como cada año tienen un horizonte de previsión de 25 años, el foco del informe se va a poner en los próximos 10 años. Esto es ya en sí bastante inquietante, porque es conocido que cuando uno se acerca a un punto de transición o de ruptura la capacidad de predecir se acorta considerablemente (lógicamente, uno no sabe qué pasa exactamente después de ese punto, que representa un cambio brusco). Que la AIE no quiera discutir en profundidad qué va a pasar más allá de 2030 es bastante significativo, porque en el fondo es un reconocimiento de que en el momento en el que estamos intentar vislumbrar qué puede suceder en los próximos 25 años, cosa ya de por sí difícil, es ahora completamente imposible. Siguiendo con las peculiaridades de este WEO, nos encontramos que es el más corto que yo haya leído desde que comencé este blog: "solo" 464 páginas, cuando algunas ediciones anteriores habían tenido casi el doble. También eso es mala señal, porque da la impresión de que los responsables del informe de este año no quieren involucrarse demasiado ni complicarse con previsiones que saben seguro que no se van a cumplir. Así que este año, por lo que parece, iremos más al grano.
Como siempre, lo primero que he hecho es buscar la expresión "peak oil". Solo la he encontrado una vez, en la página 178, y encima asociado a la palabra "demanda", es decir, una vez más el falaz concepto de "pico de la demanda de petróleo"; y la frase donde aparece la expresión en cuestión también tiene su miga: "El cenit de la demanda de petróleo ya es una realidad en las economías avanzadas, con la demanda bien por debajo del punto alcanzado en 2005". Curiosa coincidencia de fecha, que es aproximadamente la del cenit de producción de petróleo crudo convencional; justamente, por culpa de que el petróleo convencional ya no daba para más fue cuando el mundo se lanzó a una loca carrera para buscar fuentes extrañas (y poco eficientes) para compensar esa caída. La palabra "peak", sin embargo, aparece la friolera de 56 veces, asociada a conceptos como "pico de emisiones de CO2" (lo cual en principio sería positivo), "pico de producción de carbón" (!!), "pico de ventas de coches" (!!) e incluso "pico de producción de electricidad" en ciertos países (!!!!). Es decir, que a pesar de que se intenta proyectar una cierta imagen de normalidad, todo el WEO parece estar hablándonos de límites.
Yendo ya al análisis del WEO en sí, está estructurado de una manera que no es la habitual: comienza con el resumen ejecutivo, una introducción y visión general, y después tiene solo 3 secciones: una titulado "Recuperación sostenible", otra "Un regreso incierto" (usa la palabra "return", que en este contexto podría interpretarse como "retorno" o "rendimiento" de una inversión) y la última sobre "Una pandemia más larga". Como cabía esperar y ya comentamos en su día, la CoVid se está utilizando como chivo expiatorio para justificar los cambios profundos que nos esperan en los próximos (y pocos) años. También esto explica el interés de la AIE de no mostrar los resultados de sus previsiones a 25 años vista, para no evidenciar cómo, más allá de lo que dure la pandemia de la CoVid, vamos a seguir cayendo durante décadas (cosa que sí mostraba el reciente informe de BP y que causó tanta extrañeza, porque en 2050 "aún se sentían los efectos de la CoVid").
Pero vayamos ya a desgranar, sección por sección, el contenido de este WEO 2020.
Resumen ejecutivo:
Comienza enumerando los efectos ya constatables de la CoVid-19: en el conjunto de 2020 la demanda de energía habrá caído un 5%, las emisiones de CO2 directamente relacionadas con el consumo de energía un 7% y la inversión en energía un 18%. Este último dato es crítico, porque incluye la desinversión en los yacimientos de combustibles fósiles (y que garantizan la carencia de combustibles a los 5-10 años vista que cuesta desarrollar los yacimientos), pero también la que se está produciendo en los sistemas de energía renovable. Toda una debacle que augura un futuro complicado, y eso en un solo año.
A continuación nos presentan los escenarios que se han trabajado para este WEO. Primera sorpresa: ya no está el escenario de "Business as Usual" (que en los últimos años se había denominado "Políticas Actuales"). Se mantiene, sin embargo, el escenario de "Nuevas políticas", que siguiendo la ruta marcada el año pasado ahora se llama "Políticas anunciadas" ("Stated policies"), un cambio de nombre que sin duda busca evitar que se establezcan comparaciones con escenarios de WEOs previos; también se mantiene el escenario de "Desarrollo sostenible" y se introduce uno que se llama "Emisiones netas cero en 2050", que sería una versión radical de los escenarios "calentamiento de 1.5ºC" de los informes de otros años. Segunda sorpresa: aparece un nuevo escenario que se llama "Recuperación tardía" ("Delayed recovery"). Es interesante el uso de las palabras: no hablan de una recuperación "lenta", sino una que sucede más tarde en el tiempo. Y otra cosa interesante es que este escenario no es una variación del antiguo BAU, sino que lo es del de "Políticas anunciadas", construido sobre la base de que la pandemia directa o indirectamente genera un problema económico de mayor duración del que cuesta salir. Así que, primera noticia de este WEO, se acabó el BAU. Solo se contemplan políticas que van en la dirección de cambiar radicalmente en mayor o menor medida nuestro statu quo. Realmente, un giro copernicano en la AIE.
Otra de las grandes novedades que nos anuncian es que en todos los escenarios se produce un crecimiento espectacular de la generación de energía renovable, y también en todos ellos lo que más crece es la energía solar fotovoltaica, aunque la hidroeléctrica seguirá siendo la fuente más importante entre las renovables, al menos en 2030 (recordemos que no les interesa hablar sobre qué proyectan sus escenarios más allá de ese punto).
Ya en la introducción nos avisan de que la demanda (!) de carbón va a bajar en todos los escenarios, y que la de petróleo se va a aplanar hacia 2030. Dado que como es lógico aún se van a necesitar muchos combustibles fósiles en 2030, se supone que es el gas natural (única materia prima energética no renovable que no ha llegado aún a su pico, aunque lo hará en esta década) quien va a compensarlo incrementándose de manera brutal de aquí a 2030. Por cierto que no deja de ser curioso que siempre nos dicen que el cambio es en la demanda, no en la producción, en contra de la abrumadora evidencia de que el 86% de la
energía primaria mundial ha sido durante las últimas décadas proveniente
de los combustibles fósiles, sin mostrar signos de cambio ni de transición lejos de ellos. Por algún motivo que no explicitan, confían en que va a haber un cambio radical motivado por cambios en los hábitos de consumo, cambio injustificable en vista de la experiencia, en vez de reconocer que este cambio proviene del agotamiento de los yacimientos disponibles.
Dada la magnitud de lo que se está hablando aquí (y lo breve del lapso, ya que hablamos de solo 10 años), la AIE enumera toda una serie de problemas que emergerán como consecuencia. Se comenta que países como Nigeria o Irak tendrán problemas fiscales severos, pero en seguida la discusión se centra en la pérdida de valor de los activos de las compañías petroleras y gasísticas (para esto, curiosamente, en el mismo saco). Aquí nos encontramos una frase interesante: "La industria del shale norteamericano ha cubierto el 60% del incremento de demanda de petróleo y gas natural del mundo durante los últimos 10 años, pero este crecimiento fue impulsado por el acceso al crédito fácil que ahora se ha secado". Todo un reconocimiento casi explícito de que el fracking fue una burbuja financiera que ahora ha explotado. Y otro dato escalofriante: la inversión en petróleo y gas ha caído un 33% desde 2019, algo brutal teniendo en cuenta que ya habíamos caído un 50% desde los máximos de 2014. El sector de los hidrocarburos se muere porque ya no quedan yacimientos que sean rentables de explotar.
Y, a pesar de esta anunciada debacle, el WEO nos dice que si las infraestructuras existentes se mantienen tan cual nada podrá evitar un aumento de la temperatura global de 1,65ºC. Así pues, se tiene que ser aún más ambicioso con los cambios, y no confiar solamente en las tendencias de desinversión de las compañías.
Concluye la discusión con una serie de reflexiones sobre el escenario de "Cero emisiones netas" y el papel de los Gobiernos para acelerar el cambio. Aviso a navegantes.
Introducción y visión general:
Tras una serie de observaciones generales, nos comentan que en el escenario de "Políticas anunciadas" la recuperación económica llegará en 2021 y en el consumo de energía en 2023, en tanto que en el de "Recuperación tardía" la recuperacion económica llegaría en 2023 y la del consumo de energía en 2025. Como ven, no están hablando de un escenario apocalíptico de una pandemia que dura décadas, sino más bien unos años, de una manera bastante realista. Con todo, los escenarios se quedan sensiblemente por debajo de lo que marcaba el escenario "Políticas actuales" del WEO 2019.
Sigue con unas extensas discusiones sobre la evolución de las emisiones de CO2, a las que yo no prestaré demasiada atención en este análisis, ya que me parece que se usan para distraer la atención del problema real y urgente, que es la escasez de petróleo; pero hay una que me parece curiosa: "El menor crecimiento económico no es una estrategia para tener bajas emisiones". Una observación interesante, sin duda. Otra cosa sería analizar cuál es el efecto del decrecimiento económico, pero aún es pronto en la AIE para hablar de eso.
Después, introduce la idea de que tenemos que apostar todo a las renovables y la electrificación, e inciden en un punto clave: las redes eléctricas son el talón de Aquiles de este plan. Y nos avisan de que muchas compañías eléctricas están en una situación económica precaria ahora mismo, aunque en muchos casos esto ya viene de la era pre-CoVid. Resulta difícil compatibilizar que todo se apueste a renovables y electrificación con que el sector de la electricidad en el mundo no tenga tan buena salud. ¿Tendrá algo que ver el hecho de que la electricidad solo representa el 16% del consumo de energía final a escala global y que el otro 84% es difícil de electrificar? ¿Tiene sentido meter aún más electricidad y gastarse más recursos en ampliar y mantener la red eléctrica?
Y tras varias discusiones sobre la evolución futura de ciertas regiones (muy preocupantes todas, sobre todo en el caso de África) comienzan las piruetas para no reconocer la verdad sobre el agotamiento del petróleo, a pesar de que los signos son más que evidentes. La clave está en presentar las cosas de la manera más alambicada y confusa posible. Como se hace, por ejemplo, en la siguiente gráfica.
Nos dice que el valor futuro de la producción de petróleo y gas (calculado como el valor de mercado esperado menos los costes de exploración y desarrollo) van a caer sustancialmente (escenarios "Políticas declaradas" y "Desarrollo sostenible") con respecto a lo que se esperaba en el WEO 2019. Lo cual es muy interesante si uno tiene en cuenta que los costes de exploración y desarrollo están cayendo, en buena medida porque se exploran y se desarrollan menos yacimientos. Además, de acuerdo con el WEO 2019 se esperaba que el precio del petróleo y del gas (en dólares constantes) aumentara de forma mantenida hasta 2040. Por tanto, estas gráficas son una forma de decir sin decirlo que probablemente se va a producir menos petróleo y gas.
Siguiendo con esa práctica de decir sin decir, nos comunican más abajo que si la inversión en el shale oil (petróleo de fracking) se quedara en los niveles de este año, la producción en 2030 será 4 millones de barriles diarios (4Mb/d) inferior a lo que sería si se mantuviera en los niveles de 2014 (que por cierto fueron superiores a lo que teníamos justo antes de la CoVid). Teniendo en cuenta que el petróleo de fracking representaba en su momento álgido (diciembre de 2019) unos 8 Mb/d, lo que nos están diciendo es que la producción caería a la mitad, y eso teniendo en cuenta que no hace mucho la AIE esperaba que llegase a 15 Mb/d para que el descenso inevitable de la producción de petróleo no fuese tan abrupto.
Se discute luego el escenario de "Desarrollo sostenible", los cambios en emisiones, en polución, etc. A mi esta parte me parece de poco interés, así que no comentaré nada excepto la mención a Sentinel 5P (un satélite de la ESA que mide emisiones de metano), que me ha hecho gracia por mi propio trabajo.
Por último y para cerrar el primer capítulo de la introducción, se habla del escenario de cero emisiones. Significativamente, se habla más de inversión que de otros aspectos que me parecerían más importantes, como la dificultad para hacer una transición renovable.
El segundo capítulo está dedicado entero al impacto de la CoVid en el sector energético. Arranca con la siguiente e impactante figura, en la que se muestra el descenso en demanda, emisiones de CO2 e inversión en el sector energético este último año gracias al impacto de la CoVid.
Se supone que tenemos que estar contentos con ese exiguo incremento percentual de las energías renovables, aunque conviene recordar que, debido a su pequeño tamaño, los porcentajes de incremento de las mismas solían ser otros años de dos dígitos y ahora están en un miserable 1%. En cuanto a las demás, qué decir; y la caída en inversión global del 18% deja claro hacia donde vamos. Todo este capítulo presenta muchos datos sobre la magnitud del desastre, y luego se dedica a presentar y justificar los cuatro escenarios, dejando claro que en una situación tan compleja ninguno de ellos es una referencia más que a la hora de definir políticas. Está claro que no tienen demasiada esperanza de que sus pronósticos se cumplan.
Recuperación sostenible:
Esta sección del WEO se dedica al análisis en detalle de los escenarios de "Desarrollo sostenbile" y "Cero emisiones netas de CO2 en 2050". Estos escenarios no tienen ningún interés para mi porque se basan en la suposición errónea de que se puede conseguir hacer crecer la economía con energía renovable, así que poca cosa comentaré sobre ellos. Llama la atención, eso sí, que el foco se pone en la inversión y en las emisiones de CO2, y se descuida bastante discutir propiamente de energía. Y por cierto que se menciona muchas, muchísimas veces a lo largo de este WEO al hidrógeno, pero casi siempre como "low-carbon hydrogen", es decir, lo que se está llamando aquí "hidrógeno azul" o de bajas emisiones de CO2. Es decir, que de momento el meme del momento en Europa, el hidrógeno verde, aún no ha entrado a la escena de la AIE.
Un regreso incierto:
Esta sección del WEO se dedica al escenario de "Políticas anunciadas" y es donde me detendré más, porque a pesar de todo lo que se dice es obviamente el escenario de referencia para la AIE o, al menos, por donde se desearía ir. Ya la primera figura de esta sección nos indica qué cabe esperar.
La figura de la izquierda nos muestra las tendencias para demanda de energía y para emisiones de CO2, mientras que la de la derecha nos habla de las variaciones relativas de la demanda de los diferentes combustibles. Son variaciones porcentuales hasta el 2030 (todos los indicadores están normalizados a 1 en el año de inicio, 2019), y aparte de la bajada inexorable del carbón lo más destacable es la subida fulgurante de las renovables, que se incrementan un 60%... con respecto a lo que son ahora, que es poco, así que la cosa no es tan espectacular. También llama la atención la subida de la nuclear a pesar de su obvia decadencia de décadas, pero en realidad lo más destacado sería que el petróleo aún llega a subir, aunque sea lentamente, y que el gas natural, aunque crezca bastante, no se dispara. Para que vean que el cambio indicado hasta 2030 no es nada del otro mundo, vean cómo consideran que variará la composición de las fuentes de energía primaria en porcentaje de aquí a 2030.
Como ven, los combustibles fósiles pasarían de representar el 81% de la energía primaria en 2019 al 76% en 2030. Nótese también que la AIE ha cambiado sus criterios en la contabilidad de la energía renovable, convirtiéndola en su "térmica equivalente" como ya comentamos el año pasado, y básicamente más que duplica la aportación real de energía de las fuentes renovables. Aún con todo, su previsión resulta bastante magra.
Es particularmente interesante su previsión para la evolución del consumo de las diferentes fuentes de energía según la región del planeta.
Una vez más, nos encontramos con que los EE.UU., Japón y la Unión Europea van a tener que reducir su consumo de petróleo y carbón para que el resto del mundo lo pueda aumentar. Significativamente, en EE.UU. y en la Unión Europea se va a reducir además la cantidad de energía nuclear (pobres de aquéllos que aún creen que esta fuente condenada es el futuro) y, sorpresa, en la UE también se va a reducir el consumo de gas natural. Al final, si se fijan bien, el previsto aumento del consumo de energía renovable no va a compensar el descenso de las otras materias, y tanto Japón como EE.UU. y la UE van a tener un importante descenso energético... y eso solo hasta 2030.
Y llegamos por fin a la parte dedicada específicamente al petróleo. ¿Qué cabe esperar? De acuerdo con este escenario, que después de la caída vayamos por una senda paralela a la que seguíamos.
Pero eso es solo si nos fijamos en la demanda. Si nos fijamos en la oferta (que aparece dos capítulos más adelante, para hacer más confusa la lectura) nos encontramos con la gráfica que estaba buscando.
Esta es de las pocas gráficas que se enseñan hasta 2040, como ven. Observarán también que si las petroleras no invierten, la producción descenderá en picado, desde los 98 Mb/d de 2019 hasta alrededor de 20 Mb/d en 2040. Si simplemente se invierte en los pozos existentes, se produce un pequeño repunte hacia 2022 y después se sigue cayendo bastante rápido hasta quedarse en poco más de 40 Mb/d en 2040. Solo trayendo nuevos campos en línea (menos en el escenario de "Desarollo sostenible", franja verde, que en el de "Políticas anunciadas", que añade la franja azul a la verde) podríamos estabilizar la producción alrededor de los 100 Mb/d en 2040. La cuestión es, ¿dónde estamos ahora mismo? Ya antes de la CoVid nuestra situación se parecía más a la de invertir solo en los campos existentes, ya que eso es lo que hacían la mayoría de las compañías del mundo con la sola excepción de los EE.UU., que aún apostaba todo el fracking. Solo EE.UU. nos evitaba empezar a caer. Con la llegada de la CoVid y la destrucción final de fracking, nuestro curso más probable ni siquera ya es ése, porque las compañías están abandonando explotaciones debido a la dificultad de encontrar financiación. Nuestro rumbo comienza cada vez más a parecerse al peor posible, el de la Tormenta Negra. Es decir, que de aquí a 2025 podríamos llegar a perder más del 40% de la producción de petróleo, si no media una intervención de los estados. Máxime cuando el propio texto del WEO explicita las dificultades financieras de las compañías y de los estados productores de petróleo.
Y lamentablemente, en este WEO simplificado y de baratillo no hay referencia a la producción de petróleo según el tipo, aunque posiblemente se pueda encontrar, con paciencia, en las tablas Excel que se adjuntan al documento.
No hay gráficas claras para la evolución de la producción de gas natural, solamente gráficos confusos como el siguiente, que expresa la variación relativa de la producción de gas respecto al período anterior.
Como cosa más reseñable, es la primera vez que un WEO refleja una caída, aunque sea temporal y fruto de la CoVid, de la producción de gas natural. El informe también discute sobre la resiliencia económica del gas y los difíciles números del LNG, el gas natural licuado que se exporta con buques metaneros.
Tampoco se encuentra una gráfica aislada para el carbón, y menos aún detallando el tipo de proyectos, como se presentaba otros años. Este WEO omite muchos detalles esenciales que en ediciones anteriores se podían encontrar. Al final, la gráfica que mejor muestra la situación es una con la evolución prevista de todos los combustibles.
Inquietante categoría la de "low-carbon fuels", porque tengan presente que los biocombustibles y el biogás ya son contabilizados en las categorías de petróleo y gas natural, respectivamente.
Otro detalle interesante es que en este WEO (toca uno sí y otro no), aunque sea poco, sí que se habla de uranio, y aunque se afirma que hay grandes reservas en el mundo, se reconoce que los retrasos en los proyectos de las minas y la actual situación económica creada por la CoVid ha favorecido que muchas minas proyectadas hayan quedado paralizadas. Otro claro aviso a navegantes.
La parte de esta sección dedicada a la electricidad no me ha resultado particularmente interesante, pero sí que he encontrado algunos detalles dignos de mención. Uno es la siguiente gráfica, sobre la evolución prevista para la inversión en instalaciones eléctricas.
Como ven, tendrá que subir con fuerza la inversión en la expansión y mantenimiento de la red eléctrica (grid), si se quiere que estos planes tengan sentido.
La otra cosa interesante a destacar es la previsión de cómo deberían de aumentar las capacidades de almacenamiento eléctrico en las diferentes regiones para poder cumplir con los planes previstos. Crecimientos excesivamente rápidos y que no hay ninguna garantía financiera, de disponibilidad de materiales ni tecnológica que asegure que se puedan cumplir.
Una pandemia más larga:
La última sección del WEO está dedicada al análisis del escenario "Recuperación tardía". Este escenario, por diseño, corresponde claramente con la idea de explorar qué pasaría si las cosas no salieran tan bien como nos gustaría, aunque solo un poquito peor. Es una primera aproximación, aún tímida, a lo que va a pasar realmente. Las gráficas, simplemente, son un poco peores que para el escenario de "Políticas anunciadas". Así se ve con el petroleo, por ejemplo.
En el caso del gas natural, es interesante comprobar que el valle que se ha iniciado con la CoVid duraría hasta 2025 al menos.
El carbón iría un poco peor también.
Y eso es básicamente todo: comenta algo sobre la nuclear, sobre una ligera caída de la inversión en fuentes renovables y poca cosa más.
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Tras haber leído este más breve WEO, mi impresión es bastante triste. No me esperaba un reconocimiento directo (o al menos no me lo esperaba aún) de la AIE de que hemos chocado con los límites biofísicos del planeta, pero aún así me esperaba algo mejor, sinceramente. Este WEO peca de ser bastante más superficial que los anteriores. Los análisis son más incompletos y, en general, los argumentos son más difíciles de aceptar, incluso desde una perspectiva de la ortodoxia económica. Además, numerosas gráficas desmienten las afirmaciones que se hacen, y en diversas secciones las salvedades que se hacen (por ejemplo, sobre la inestabilidad fiscal de los países productores de petróleo o el riesgo de bancarrota de las compañías eléctricas en EE.UU.) deberían de hacer sonar las alarmas. Pero no. Falta información esencial sobre los tipos de combustible e incluso la información sobre los usos de la energía es menos detallada que otros años.
Básicamente, éste es un WEO hecho con prisas. La prisa de enviar un mensaje de esperanza antes seguramente de las elecciones presidenciales en los EE.UU. o de alguna otra decisión importante que se va a tomar en los próximos meses. Por eso mismo, no transmite un mensaje claro y las gráficas y evidencias que presenta parecen más destinadas a confundir que otros años, porque en los años anteriores al menos había un camino claro que se pretendía trazar. Hoy no. Hoy no sabemos hacia dónde vamos, y eso hace que la finalidad de este WEO sea más confusa que nunca. Porque cada vez resulta más difícil no ya engañar a los demás, sino engañarse a uno mismo y decir que todo está bien cuando resulta cada vez más evidente que ni las cosas están bien ni van a mejorar.
Salu2.
AMT
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