martes, 31 de agosto de 2021

Relatos de un ingeniero en transición (volumen 2)

Queridos lectores:

Después de un receso estival, volvemos a la carga con la segunda entrega del relato de Cabulco sobre sus sinsabores como ingeniero concienciado que intenta llevar la transición energética y ecológica hacia algún lugar que tenga sentido. Como la primera, muy interesante.

Les dejo con Cabulco.


Salu2.

AMT




Relatos de un ingeniero en transición (volumen 2).

Por Calbuco

 

Resulta muy interesante analizar el giro y cambio de discurso que han tenido las grandes empresas eléctricas de este país en los últimos tres años a tenor del cambio climático y las energías renovables. El mismo día que se aprobó el RD 244/2019, que impulsaba el autoconsumo eléctrico y derogaba el impuesto al sol, una de estas empresas anunciaba por televisión la posibilidad de instalarse placas solares junto con un eslogan muy pegadizo. Es natural, aunque paradójico, que estas grandes corporaciones busquen aumentar beneficios a costa de mitigar emisiones que ellas mismas generaron en un pasado no muy lejano. Verde que te quiero verde, titulaba Eduardo Galeano a un cuento corto, haciendo homenaje a García Lorca, sobre lo que luego se denominaría greenwashing. Y esto no había hecho más que empezar.

Tras el verano de 2019, una de estas grandes y verdes utilities (le llamaremos X) nos contactó para estudiar varios proyectos de autoconsumo en gran parte de sus centrales de generación fósil repartidas a lo largo del territorio español. La primera reunión con X estuve con un compañero frente a seis empleados de la central. Nos explicaron el alcance del proyecto, plazos de ejecución y el modo de presentar la propuesta técnica - económica para que en unos meses se lanzara una licitación privada. Es decir, antes de nada, contactan con empresas especialistas para que diseñen las diferentes opciones y luego se plasman en unas bases técnicas y económicas. Hasta aquí, todo normal, si no fuera porque todo el trabajo que implica preparar una propuesta de este tipo no está remunerado de ninguna de las maneras.

Pero claro, como le vas a decir que no a X. Tras visitar las centrales (tres ciclos combinados y una nuclear) tuvimos que participar en cuatro licitaciones diferentes que, además, se publicaron prácticamente en el mismo espacio de tiempo. Para más inri, coincidió con el confinamiento más duro que sufrimos el pasado 2020. Las fases de licitación para cualquier actividad con X son muy claras. Un primer corte técnico donde los “especialistas” evalúan si la propuesta enviada cumple con los aspectos principales de producción, tecnología, implantación, etc. Pongo las comillas en especialistas porque en este caso, los que supervisaban las propuestas, eran los responsables de las diferentes plantas de generación fósil. Unas cuantas videollamadas fueron necesarias para explicar a técnicos nucleares como funcionaba una planta de autoconsumo fotovoltaico y por qué los módulos bifaciales no eran rentables para determinadas potencias. La actividad en X se divide en generación fósil y renovable. Posiblemente, la división de renovables, con su actividad frenética en batir récords de potencia instalada en la península, no tenia tiempo para gestionar migajas de megavatios y cedió toda la responsabilidad a los técnicos de las plantas de generación contaminantes. Eso sí, la poca información que manejaban estos técnicos se basaba en grandes plantas fotovoltaicas y nada tenían que ver con proyectos de autoconsumo. Tal era su desconocimiento de las posibilidades del autoconsumo, que lo que en un principio iba a ser un proyecto de autoconsumo sin excedentes, con el fin de cubrir los consumos auxiliares de la central, se convirtió (burocrática y técnicamente) en un proyecto de conexión a red. Toda la energía generada se vertería en las barras de transporte con el resto de MWh de origen fósil para recorrer cientos de kilómetros. Pero el slogan de X remarca la importancia del autoconsumo en sus plantas fósiles. La revolución ha llegado.

Una vez recibimos las bases técnicas y demás documentos corporativos de X, comenzaba la cuenta atrás para presentar nuestra mejor propuesta. El documento “Criterios de diseño” reflejaba el trabajo de varias videollamadas y las recomendaciones técnicas que habíamos sugerido en las últimas semanas. Imagino que otros contratistas aportaron su granito de arena, pero la gran mayoría de aspectos técnicos era cosecha propia. Ahora nos tocaba ofertar ciñéndonos a todos los documentos que X obligaba seguir al pie de la letra. De hecho, en caso de sugerir alguna modificación, existe una tabla de desviaciones donde hay que incluir el documento, página y párrafo que cumple con tu oferta y firmarlo para que quede registrado. Todo muy formal y riguroso, aparentemente. Pero lo divertido llegó en la segunda fase, la sección económica. Desde la sección de compras en Madrid convocan una reunión para revisar los precios estimados y te dicen qué porcentaje estas por encima del contratista más barato. En nuestro caso era un 25 % por encima. Revisando partida por partida, la encargada del “regateo” por parte de X nos indicó que en la parte de estructuras y obra civil estábamos por encima de la media. Pregunté sin tapujos si el resto de contratistas estaban ofertando estructura metálica, tal y como indicaban las bases técnicas, con su correspondiente hincado directo y/o pre-taladrado en caso de ser necesario. Mi sorpresa fue cuando, por parte de Compras, me invitaron a contactar de nuevo con los responsables técnicos para verificar esa información. Al cabo de 20 minutos tenia un correo solicitando una revisión de mi oferta con estructura no metálica. Obviamente esto suponía que alguien había hecho trampas, no cumpliendo con los requisitos técnicos y que X lo había consentido sin avisar a otros contratistas, como era nuestro caso. La noticia en nuestra dirección sobre estos trapicheos no sentó nada bien. Aun así, seguimos en el proceso. Conseguimos mejorar hasta un 18 % con respecto a la anterior oferta. Pero no fue suficiente. Al contrario de lo que defendían algunos expertos en contratos con X, se acabó adjudicando a la empresa más barata. Y todo el trabajo previo, de nuevo, no sirvió para nada. Sólo para hacerle el trabajo sucio a los técnicos de X, responsables de la licitación. A día de hoy, me consta que la ejecución del proyecto está parada por permisos relativos a la excavación de tierras. Desde mi equipo avisamos ese posible problema, pero claro, eso suponía más euros en el contrato.

Cambiando a otra super compañía generadora, distribuidora y comercializadora de electricidad, nos encontramos con Y. Mis primeras relaciones con Y fueron bastante agresivas. Me contactaron directamente para firmar un NDA (Contrato de confidencialidad) sujeto al estudio de varios proyectos estratégicos. Inicialmente nos reunimos en Madrid, pero tuvimos otras reuniones en Barcelona y Sevilla. Llegué a conocer a más de diez responsables/directores/heads/managers del área de negocio (así lo llaman en Y) relativo al autoconsumo y generación distribuida. Era curioso ver el cambio de Y a los nuevos tiempos, pero también era sospechoso observar que ninguno con los que trataba tenía las ideas claras sobre la energía solar fotovoltaica. En los primeros estudios nos solicitaron presentar oferta para realizar un EPC, pero en el último momento cambiaron el alcance a BOP. Para los que desconocen la jerga, EPC comprende el alcance completo de un contrato de construcción (Ingeniería, adquisición de equipos y construcción), mientras que el BOP se limita a la instalación. Esta es una practica habitual de X e Y en los grandes proyectos. Exprimen desde el minuto uno justificando que es EPC y cuando no puedes ajustar más margen y has puesto las cartas sobre la mesa, te cambian a BOP. ¡Abran juego, señores!

Tras varias propuestas y muchas reuniones, nos plantearon ofertar instalaciones de autoconsumo en base a un preciario cerrado. El desconocimiento de la casuística en instalaciones de autoconsumo era tal que, por mucho que insistíamos en que era inviable ceñirse a un preciario sin tener en cuenta las particularidades de cada emplazamiento, seguían erre que erre. Al igual que con X, las bases y especificaciones técnicas eran heredadas de grandes plantas y la normativa, poco o nada tenía que ver con proyectos de autoconsumo. La estrategia de Y consiste, hasta el momento, en lanzar preciarios a todos los comerciales que conservan en activo y bombardear a clientes de suministro eléctrico existente. Poco importa que oferten al mismo cliente que, por tu cuenta, como contratista “independiente”, has encontrado, y obviamente existe un NDA que les sirve para hacer aviones de papel. En caso de que piquen el anzuelo, contactan al contratista más barato que haya rellenado el preciario, a ver si hay suerte y no se desvía mucho del precio inicial. ¿Para qué formar equipos especialistas en diferentes áreas de negocios? ¿Para qué aportar un valor añadido a la sociedad aprovechando los ingentes recursos económicos y humanos? ¿Para qué cambiar de modelo si este funciona de maravilla? Pues estas y muchas otras preguntas me hacía en las videollamadas eternas con Y que nunca acababan de concretar nada. Como anécdota personal, hace unas semanas me contactaron unos agentes comerciales que trabajan indirectamente para Y. Querían saber la disponibilidad de unas pequeñas tierras, heredadas de mis padres, para la implantación de un gran proyecto de Hidrógeno. Estuve más de media hora al teléfono para sacar la máxima información posible. En resumen, pretenden hacer una instalación de “autoconsumo” de más de 1GW de potencia fotovoltaica conectada a una planta que produzca cantidades enormes del gas de moda. Que el lugar sea posiblemente de los más remotos y poco comunicados de España da igual. Que las necesidades energéticas locales sean ridículas en comparación a la producción de hidrógeno también importa poco. Por suerte, a día de hoy, unas cuantas plataformas están en pie de guerra contra este tipo de proyectos tan alejados de la realidad y tan innecesarios en ese contexto y a esa escala. El debate generado ante esta tendencia de reventar territorio a costa de todo, está surtiendo efecto y algunos fondos de inversión parece que empiezan a dudar. Las energías renovables deben seguir desplegándose por el territorio, en eso no hay debate, pero debemos reflexionar y revisar el cómo y el para quién.

Podría seguir alargando la ecuación con otras incógnitas que representen a grandes compañías eléctricas o incluso petroleras, pero no vale la pena seguir destapando sus formas tan poco elegantes (quedémonos aquí) de actuar sin reflexionar y plantear una alternativa a cómo confrontarlas en la transición energética que tenemos delante. Y sí, a todos los que estamos en el sector, nos llena de rabia las jugarretas que hacen a su antojo. Más todavía desde dentro, cuando conoces su funcionamiento, pero quizá el oligopolio que se han montado tiene sus días contados. Y en esto, el autoconsumo fotovoltaico tiene mucho que ver. En concreto el autoconsumo colectivo, que servirá de catalizador para las comunidades energéticas locales. 

Los escenarios que se plantean a corto y medio plazo no son buenos. Los lectores habituales de este blog lo saben. El cambio climático puede golpear fuerte y de nosotros depende cómo combatirlo, o al menos, cómo protegernos de los peores augurios. El tejido eco social será fundamental y las comunidades energéticas, que poco a poco van surgiendo en todo el país, pueden ser una muestra del futuro a seguir. Obviamente, queda mucho camino que recorrer. El autoconsumo colectivo tiene que superar los 500 metros de distancia máxima entre generación y consumo. Los coeficientes de reparto deben fijarse de la manera más dinámica posible y así, evitar excedentes de producción y por tanto, tener instalaciones más eficientes. Se debe ampliar a que las llamadas instalaciones próximas, incluyan aquellas con media tensión y no sólo las conectadas en BT. El acceso a las redes de distribución debe pasar a manos de la ciudadanía, para acceder a los datos y así gestionar la demanda de forma más ágil y transparente. Si conseguimos hacer realidad estas demandas, y muchos colectivos están empujando por conseguirlo, habremos ganado unas cuantas batallas a “X”, “Y” y todo el enjambre económico que se beneficia de nuestros derechos energéticos. Mientras escribo estas líneas (junio de 2021), se estrenan las nuevas tarifas eléctricas y los chascarrillos sobre cuando poner la lavadora ya empiezan a cansar. Hay mucho por hacer pero también, poco a poco, se están consiguiendo cambios en el sector eléctrico que años antes eran impensables. Entre ellos, paralelo al hecatombe de las nuevas tarifas, se ha propuesto un anteproyecto que pretende regular los conocidos como “beneficios caídos del cielo” a algunas de estas eléctricas y dará paso a limitar que plantas de generación sin emisiones cobren derechos de emisión. Sigue como asignatura pendiente revisar el sistema de casación que otorga beneficios a los de siempre. Pero soy optimista y quiero creer que el modelo está cambiando.

Cambia, todo cambia y el modelo empezará a cambiar y será la ciudadanía quien gestione la energía eléctrica. Y este será el primer paso. Las comunidades energéticas tienen que hacer honor a su apellido y la electricidad es uno de otros componentes de la energía final. Podremos gestionar en comunidad las necesidades térmicas, nuestros alimentos, el transporte o incluso la gestión del agua. Quizá es demasiada presión, pero de nosotros depende que las grandes corporaciones no nos pasen por encima, gestionando fondos públicos para ejecutar sus instalaciones faraónicas y que el beneficio real se lo repartan unos pocos. 

Si existe una voluntad colectiva para transitar hacia un modelo más sostenible y sensato, ganaremos todos. El camino no será nada fácil, pero creando comunidad y replicando modelos, que ya comienzan a florecer, nuestra adaptación a las futuras crisis que están por venir será menos ardua. Seguramente esta forma de organización energética de paso a otras organizaciones colectivas que nos hagan replantearnos el actual modelo económico y social. Y puede, también, que todos estos cambios tan complejos consigan culminar una transición ecológica en manos de la ciudadanía y de muchas pequeñas comunidades de personas con ansia de cambio y ganas de dejar algo mejor.

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