lunes, 30 de septiembre de 2013

Ecuador: El dilema del Yasuní


Queridos lectores,

Carlos Efraín Chávez Mora me ha hecho llegar esta breve reflexión sobre el dilema de la reserva ecológica del Yasuní, metáfora y epítome de un problema global: conservar la Naturaleza o explotar breve y devastadoramente sus recursos. Pero dejemos que sea Carlos quien les explique el problema.

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ECUADOR Y SU DILEMA PETROLERO SOBRE EL YASUNÍ

 
Después de poco más de 40 años desde que se produjo el primer barril de petróleo, a un precio de dos dólares con cincuenta centavos, el Ecuador ha puesto en el tapete de la discusión la disyuntiva de si explota el petróleo que se encuentra en lo más remoto de la Amazonía, en la reserva ecológica Yasuní, con alta densidad biológica, donde existen comunidades primitivas no contactadas, que correrían el riesgo de ver afectada su supervivencia; o si por el contrario, se deja intacta la reserva teniendo presente que en un futuro no muy lejano los recursos provenientes de la biodiversidad serán de inmenso valor. El gobierno por su parte, obviando la necesidad de una consulta popular, que proponen importantes colectivos, espera iniciar pronto la explotación del crudo para aprovechar una ganancia que se calcula en dieciocho mil millones de dólares. Debe ser así, porque el Perú, en una franja cercana, lo está aprovechando con buen éxito. Aun cuando se trata de una zona pantanosa, de difícil acceso. Son aproximadamente 125.000 barriles diarios que se espera obtener y que se sumarán a los casi 540.000 que actualmente se extraen.  Al fin y al cabo se está construyendo una gran refinería en la Península de Santa Elena,  que necesitará ese petróleo. El argumento del gobierno para pronunciarse por la extracción, fue que planteó al mundo la propuesta de dejar el petróleo bajo tierra, renunciando a la mayor parte del beneficio, a cambio de que los países, especialmente los más desarrollados y contaminantes, asuman el pago de cinco dólares por barril de la reserva prevista, como compensación por el cuidado de la naturaleza; pero que no hubo la respuesta esperada de la comunidad internacional, puesto que la hipocresía de las grandes potencias, según expresó el presidente Rafael Correa, tienen un discurso ambientalista, y que llegada la hora de la verdad actúan de otra manera.
La opinión ciudadana está dividida.
Encendido así el debate,  no se ha dicho una sola palabra sobre lo que podría pasar cuando la fiesta del petróleo se acabe, que es el punto medular sobre el que trata este blog. Si bien hace unos dos meses más o menos, el presidente Correa en una de sus sabatinas acostumbras, expresó que de no encontrarse pronto más petróleo, la economía del país podría colapsar en el año 2020, precisamente lo que se señalaba en uno de los últimos artículos de este blog. Cuando nuestro presidente dijo aquello, hice un seguimiento a los editoriales de los principales periódicos de este país, para conocer su reacción. No hubo respuesta. Nadie dijo nada.
Lo cierto es que, con el precio del petróleo sobre los cien dólares el barril, nosotros estamos  “que viva la fiesta”. La dolarización que se estableció después de un periodo de casi hiperinflación del sucre, en 1999, ha traído a la clase media poder adquisitivo. En poco más de doce años, las calles de las principales ciudades se han llenado de automóviles. El Estado ha crecido hasta hacerse obeso. La obra pública es el principal motor de la economía ecuatoriana. La consigna del gobierno, muy parecida a la que se plantearon las dictaduras de 1972, que decían “sembremos petróleo”, ahora es “cambiar la matriz productiva”, lo que no es otra cosa que pasar de la generación de electricidad a base de derivados del petróleo, a la generación hidroeléctrica. Para ello se están desarrollando faraónicos proyectos por toda la geografía nacional. Incluso se acaba de inaugurar una central de generación eólica al sur del país. Por lo demás, el sector privado parece que difícilmente cambiará su vocación de exportador de materias primas, por otro que tenga mayor valor agregado a sus productos, que es lo que se espera.
En todo caso no hay ninguna voz que clame en el desierto sobre el peligro del agotamiento del crudo. Las señales que ha dado la naturaleza para este país bendecido, han sido más bien alentadoras. En la década del 70 del siglo pasado se predijo que las expectativas de los yacimientos de petróleo eran para 25 años. Han pasado cuarenta años desde entonces, desde aquellas fechas en que nuestros indígenas andaban descalzos por las calles. Hoy somos los nuevos ricos que disfrutamos la lotería que nos ha regalado nuestra tierra. Durante tantos años hemos estado con un precio por barril de 30 dólares, hoy con más de cien dólares por barril, no tenemos más problema de la deuda externa. Nos hemos vuelto rentistas.
Pero las rentas si no las aprovechamos con sabiduría se acaban. Si no, ¿dónde están los frutos de la cosecha del petróleo que nos sembraron nuestras dictaduras? Solo nos quedó el sabor amargo de una prolongada deuda externa.
Yo insisto en que la doctrina del buen vivir que proclaman la comunidad bolivariana en Sudamérica es una propuesta viable, aunque audaz. Procurar que los pueblos vivan al ritmo de la naturaleza, haciendo la economía dependiente de aquella, como debe ser, siendo un subconjunto de la Pacha Mama, o madre tierra. Vivir con frugalidad, como nuestros pueblos ancestrales, que no han depauperado ni esquilmado los recursos naturales. No cambiemos la matriz productiva,  cambiemos la mentalidad productivista.
Hasta siempre.
Carlos Efraín Chávez Mora

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