jueves, 30 de agosto de 2018

Hasta aquí hemos llegado (I)


Queridos lectores:

Esta semana se estrenan en The Oil Crash dos nuevos autores: Máximo Luffiego y Julio Soto. Se trata de dos profesores de secundaria de Biología y Geología, ambos licenciados en Biología, que se interesan desde hace años en el problema de la sostenibilidad de nuestra sociedad.

En este extenso ensayo, que consta de dos partes, Máximo y Julio resumen de manera conceptualmente rigurosa la situación actual. El ensayo constituye un buen texto de referencia y compendio.

Les dejo con Máximo y Julio.

Salu2.
AMT


HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO (I)
por Máximo Luffiego y Julio Soto
Todas las especies, incluida Homo sapiens, tienen un potencial de crecimiento demográfico determinado genéticamente que, en condiciones reales, está limitado por los factores del medio. Estos definen en qué medida las poblaciones de organismos se acercan o alejan de su crecimiento potencial máximo. Cuando las condiciones del medio son apropiadas (temperatura, disponibilidad de agua, luz, nutrientes, ausencia de predadores…) el crecimiento de las poblaciones se aproxima a su máximo teórico, pero cuando no lo son se convierten en limitantes de su crecimiento demográfico, alejándose de él.
Basta con que un solo factor ambiental se encuentre por debajo de un límite determinado para restringir el crecimiento de una población. Se debe a Liebig el enunciado de esta ley, la “Ley del mínimo”. Años más tarde, Bartholomew retomó su idea y la enunció de una manera más general: no sólo la distribución de una especie está controlada por la escasez sino también por la excesiva abundancia de un factor; ambas, escasez y abundancia, limitan el crecimiento de las poblaciones. Así, cada población de organismos posee un margen de tolerancia delimitado entre un máximo y un mínimo para cada factor ambiental: temperatura, humedad, luz y distintos nutrientes. Cuanto mayor sea el margen de tolerancia para los distintos factores, tanto más ubicua será una especie determinada.
Mecanismos de compensación naturales de los factores limitantes
Los organismos no son pasivos ante el medio. Además de los procesos adaptativos sensu stricto que implican un cambio genético y fenotípico a través de muchas generaciones, los organismos poseen mecanismos de compensación para superar temporalmente, neutralizar o amortiguar la acción de algún límite natural. Pueden aclimatarse modificando su fenotipo, tanto en aspectos morfológicos y fisiológicos (crecimiento de más pelo, más producción de glóbulos rojos) como de comportamiento (cambios migratorios), así como alterar activamente el medio físico, reduciendo sus efectos limitantes para sucesivas especies colonizadoras.
Por su interés para las sociedades humanas, nos centraremos en este último caso porque aunque es particularmente eficaz en el seno de una comunidad de organismos, también ocurre dentro de una misma población.
Durante la sucesión ecológica, los organismos modifican el medio y las condiciones limitantes de un territorio favoreciendo su colonización por otras especies cuyos márgenes de tolerancia antes lo impedían. Organismos que no podrían colonizar determinados medios, como la roca desnuda que se forma tras el enfriamiento de la colada de lava de un volcán, han de esperar unos cuantos años para que otros organismos, como bacterias, líquenes y musgos comiencen a asentarse y a formar, junto a los agentes meteorológicos, un suelo delgado que posteriormente permita la colonización por plantas herbáceas que sostendrán, a su vez, a pequeños animales, normalmente invertebrados. Con el paso del tiempo, el suelo adquiere mayor grosor y riqueza mineral y húmica, el número de especies aumenta, se forman nuevos hábitats tanto en superficie como en el interior del suelo, aumenta la complejidad de relaciones tróficas y nichos ecológicos y el ecosistema inicial llega a transformarse en un ecosistema maduro con un grado de resiliencia mayor.
De esta manera, mediante la interacción de los organismos con su medio físico, los factores limitantes pueden modificarse en el curso de la sucesión ecológica. Por ejemplo, factores limitantes como la escasez de agua y nutrientes o los contrastes bruscos de temperatura, se modifican en el curso de la sucesión a medida que se forma el suelo, mejorando la retención de agua, la disponibilidad de nutrientes y las posibilidades de abrigo y cobijo.
Sin embargo, la sucesión tiene un límite: la producción vegetal del ecosistema. Esta constituye el alimento de todos los organismos, incluidos los propios vegetales, los animales y los organismos descomponedores (bacterias y hongos). Cuando alcanza un máximo, la diversidad y densidad de las distintas poblaciones que pueblan el ecosistema tiende a estabilizarse, lo cual no significa que se detenga la evolución del ecosistema dado que algunas especies pueden ser desalojadas por nuevas especies colonizadoras.
Sistemas de compensación culturales de los factores limitantes del crecimiento
Aunque vivamos en ciudades muy separadas de los ecosistemas, nuestra especie depende enteramente de ellos. Como cualquier otra especie animal, forma parte también de las cadenas tróficas, participando en el flujo de energía y en los ciclos de materia que recorren los ecosistemas y, por lo tanto, no es ajena a los factores limitantes que impone la naturaleza.
La especie humana también ha tenido que adaptarse a los límites de los distintos medios que ha colonizado pero, a diferencia de la mayoría de ellas, ha desarrollado, gracias a la cultura, una gran variedad de sistemas de compensación incomparables con cualquier otra especie.
En buena medida, la historia de la Humanidad consiste en la lucha por eludir los límites que impone el medio al crecimiento, aunque, desde luego, no es la única motivación que ha movido al cambio a las sociedades humanas. En esencia, estos sistemas actúan aumentando la capacidad de carga (1) mediante la ampliación de la superficie territorial de una sociedad o el acceso a la producción de otros territorios con el fin de abastecer a la población creciente. El territorio verde necesario para mantener una población humana en equilibrio con su medio natural, lo que se conoce como biocapacidad, resulta más expresivo a la hora de ilustrar cómo  nuestra especie sobrepasa los límites, por lo que en adelante optaremos por este concepto frente al de capacidad de carga.
Históricamente, los límites naturales se han podido sortear -que no anular- mediante la organización social colaborativa, la tecnología, la migración, la ocupación violenta de territorios y el comercio, lo cual ha permitido a nuestra especie alcanzar unas cotas demográficas impropias de unos organismos de su biomasa.
La formación de sociedades
Podemos decir que las sociedades humanas sufrieron un proceso similar al que tiene lugar durante la sucesión ecológica. A medida que un grupo fundador se asienta en un territorio, va transformando en menor o mayor medida la sucesión del ecosistema y la geografía de la zona, favoreciendo la instalación de otros grupos humanos. Inicialmente un pequeño grupo coloniza un territorio tratando de sobrevivir y reproducir su cultura. Se asienta, recolecta y caza más eficazmente gracias a la colaboración entre sus miembros, procrea y poco a poco va transformando el medio construyendo infraestructuras (como pozos, chozas, senderos, etc.), una cultura (con mitos y ritos de iniciación, matrimoniales y funerarios) y estructuras de poder (chamanes y jefes). La población va creciendo hasta que alcanza un límite establecido por la producción vegetal disponible. Se forman nuevos “nichos sociales“, diversos tipos de trabajo y estructuras de poder que se sustentan en la creación de nuevas instituciones.  
Desconocemos cuántos grupos fundadores fracasaron por falta de inteligencia colectiva. Sabemos que la colaboración social es indispensable para amoldarse a los límites locales impuestos por la naturaleza, pero también conocemos ejemplos de algunas culturas que desaparecieron por una sobreexplotación de su medio.
La tecnología
Aunque algunas especies animales desarrollan tecnologías para hacerse con alimento, por ejemplo, utilizar ramitas para atrapar hormigas como hacen los chimpancés, no tienen parangón con el sinfín de invenciones que ha realizado la especie humana para modificar el medio y hacer frente a los diferentes factores limitantes.
Algunas tecnologías consisten en sistemas de compensación que permiten explotar más eficazmente el territorio superando los límites naturales: edáficos, competencia con animales, hidrológicos, dureza y tamaño de los árboles, dureza y profundidad de rocas y minerales, etc. Otras se han inventado para protegerse de temperaturas extremas y defenderse ante depredadores y enfermedades.
En la época cazadora recolectora, la especie humana, como cualquier otra especie de consumidores, tenía su nicho en los estados seriales de la sucesión ecológica de los diversos ecosistemas que llegó a colonizar. Quizá el mayor invento, realizado en el Paleolítico para eludir las restricciones limitantes, haya sido el fuego. El fuego protege del frío, permite ahuyentar a los depredadores, ampliar el abanico de alimentos que se pueden tomar y de principios activos que se pueden extraer de plantas para combatir enfermedades. También abre la posibilidad de poner en marcha nuevas tecnologías: obtención de metales para fabricar instrumentos de trabajo y armamento, producción de cerámica, construcción de pozos, cabañas y casas, carros, etc.
El principal límite, propio de cada una de las etapas seriales de una sucesión ecológica, seguía siendo la producción neta de biomasa vegetal que se repartía entre los animales. A medida que se inventaron armas, chozas y vestidos, la apropiación de biomasa por parte del hombre fue ampliándose, desplazando a otras especies de los ecosistemas. Las investigaciones antropológicas concluyen que en el Paleolítico los cazadores acabaron con numerosas especies de mamíferos gracias fundamentalmente a su dominio del fuego. Se estima que la población alcanzada entonces en el planeta fue de 6 a 10 millones de habitantes.
Hace 10.000 años hubo un calentamiento global lo que permitió que aparecieran simultáneamente los primeros cultivos en distintas zonas del planeta, inaugurándose así la revolución Neolítica. Investigaciones antropológicas (2) destacan que la dieta de los primeros emplazamientos sedentarios empeoró respecto a la del paleolítico y que, quizá por ello, la implantación del sedentarismo no fue un proceso lineal, sino que posiblemente muchos grupos humanos adoptaron y abandonaron la agricultura intermitentemente hasta llegar a consolidarse. Pero de lo que no cabe duda es que con la invención de la agricultura y ganadería la apropiación de biomasa aumentó y con ello la población. Aquellas sociedades neolíticas con población más elevada y mejor organizada, seguramente desplazaron a poblaciones que todavía seguían en régimen paleolítico.
La agricultura transformó radicalmente la sucesión ecológica evitando su desarrollo natural, mediante el labrado y siembra anual y la recogida de la cosecha. Se procedió a quemar bosques para establecer campos de cultivo y a construir pozos y acequias con el fin de cosechar la mayor cantidad posible de la producción vegetal compitiendo ventajosamente con poblaciones de insectos, ratones, aves, hongos y diversos parásitos que también forman parte de las redes tróficas de los cultivos. La especie humana, erigida en la reina de los ecosistemas intervenidos gracias a la apropiación de buena parte de la producción de biomasa de los cultivos y pastos, alcanzó una población estimada entre 900 y 1000 millones de habitantes, al término de la Edad Media.
Además de un mayor acceso a la biomasa producida por los vegetales para la obtención de energía endosomática, el desarrollo tecnológico permitió el dominio de la producción  de energía exosomática para realizar trabajo mediante el fuego, los animales domésticos de tiro, la esclavitud desgraciadamente y, más tarde, a partir de la energía del viento y de los ríos. El acceso a una mayor cantidad de energía para realizar trabajo llevó a un aumento significativo de la complejidad social.
Con el uso exosomático de la energía, los factores limitantes ya no actúan solamente sobre el crecimiento de la población, sino que también empiezan a hacerlo sobre la producción agrícola e industrial y el crecimiento de las economías de las sociedades.
Pero fue durante la Revolución Industrial cuando tres hechos confluyen para eludir los límites locales e impulsar de nuevo la complejidad social: la utilización de fuentes de energía no renovables, el comienzo de la colaboración entre ciencia y tecnología y la cimentación de un sistema económico, el capitalista, que empuja al crecimiento continuo.
Los combustibles fósiles, el carbón inicialmente y luego el petróleo y el gas, pusieron a disposición del crecimiento una energía exosomática abundante, barata y con una gran densidad energética. Los avances tecnológicos en la industria y en el sector sanitario, desarrollados a partir de principios científicos, junto a la energía de estas fuentes no renovables, impulsaron exponencialmente, a lo largo de dos siglos, tanto el crecimiento económico como el demográfico.
Tal fue el éxito del sistema económico capitalista en las naciones occidentales que el único factor limitante del crecimiento económico parecía ser la disponibilidad de capital (3). El modelo a seguir por el resto de países debía ser el recorrido por las naciones desarrolladas. La inversión de capital en educación, formación técnica y en la implantación de empresas industriales era la fórmula para engancharse al desarrollo. Las economías y culturas indígenas locales, casi todas ellas sostenibles, fueron poco a poco menguando, cuando no exterminadas y, en su lugar, se mimetizó el modelo de desarrollo occidental tras el objetivo del crecimiento económico.
En este contexto de euforia económica, aparecen dos estudios pioneros sobre los límites al crecimiento. Uno, el de Hubbert, que, con años de anticipación, predijo que la extracción de petróleo convencional en EE.UU. alcanzaría un máximo en torno al año 70 del siglo XX, predicción que se cumplió con sorprendente precisión. Otro, el estudio sistémico del Club de Roma titulado “Los límites del crecimiento” que auguraba problemas para el mundo a partir de comienzos del primer tercio del siglo XXI por la escasez de algunos recursos y la contaminación. Tachado de catastrofista y malthusiano, este informe recibió todo tipo de críticas, la mayoría de ellas infundadas (4), y poco a poco cayó en el olvido. La idea irracional de crecimiento continuo acabó imponiéndose sobre la de límites del crecimiento.
Las migraciones:
Las poblaciones humanas se han visto obligadas a migrar por distintas causas. Amén de guerras y catástrofes, provocadas por sequías estacionales, plagas y pestes, la causa más generalizada ha sido la insuficiente biocapacidad para alimentarse, construir, y hacer fuego. Esta situación puede ser temporal o permanente; en el primer caso, la solución ha sido la migración estacional, mientras que en el segundo caso, grupos de pioneros se ven obligados a migrar en busca de nuevos territorios donde poder asentarse.
Tras la Revolución industrial adquiere gran importancia la escasez de trabajo y, más recientemente, comienzan las sequías e inundaciones costeras provocadas por el cambio climático con la huida de miles de personas que prefiguran un mundo apocalíptico.
La conquista de territorios
La guerra también ha sido un mecanismo de obtención de recursos y, por lo tanto, de compensación de factores limitantes, que han utilizado los vencedores a lo largo de la historia. Por poner un ejemplo, Roma extendió y prolongó su imperio en buena medida por la importación de cereales y diversos materiales desde los territorios conquistados. Cuando ya no pudo afrontar nuevas conquistas y sostener los territorios ocupados, el flujo de energía y de materiales llegados de las colonias no fue suficiente para mantener la complejidad de esta ciudad que se vio forzada a sobreexplotar los suelos y caer en el pozo de los rendimientos decrecientes. Poco a poco, Roma entró en decadencia hasta llegar al colapso.  
En la actualidad, estamos asistiendo a conflictos bélicos provocados por el dominio del petróleo, gas natural y otros recursos naturales, así como por la consecución de ventajas en el tablero geopolítico.
El comercio
Junto a la tecnología, la apertura de nuevos mercados y el comercio han constituido los sistemas de compensación más efectivos y pacíficos de nuestra especie.
Una sociedad cuya producción alimentaria está limitada por la escasez de algún factor, por ejemplo, de agua, lo que le impide cultivar plantas de regadío, puede intercambiar con otra sociedad un recurso del cual disponga, como madera, por productos vegetales de riego. De este modo, a través del comercio, se amplía el margen de desarrollo de ambas sociedades. Hay que tener presente que el comercio no viola la ley de Liebig, sino que amplía el espectro de aplicación de esta ley (5) dado que la biocapacidad y la capacidad industrial de ambos territorios aumenta con las relaciones comerciales.
Las relaciones comerciales entre países han evitado, sin duda alguna, conflictos y guerras por los recursos, pero a medida que los intercambios fueron extendiéndose, sobre todo a raíz del descubrimiento de América y de la implantación del capitalismo, los países más ricos impusieron normas comerciales a su favor, entre ellas medidas proteccionistas al libre comercio (6), lo cual generaba guerras comerciales entre países capitalistas.
La globalización del comercio, sostenida por la abundancia de petróleo barato, ha supuesto la anulación de las barreras aduaneras y la integración y mundialización de la economía que abarca las finanzas, la producción y sus tecnologías, las tecnologías del transporte y las comunicaciones. A medida que la globalización se ha ido extendiendo a todo el planeta han aparecido consecuencias que son bastante polémicas e incluso claramente negativas.
Según Jagdish (7), el comercio a escala global podría tener ventajas económicas para todos los países y la economía mundial. Si cada país se especializara en la producción de unas pocas mercancías podría rebajar costes y tener una ventaja comparativa frente a los demás. Con la especialización, el libre comercio global sería entonces mucho más eficiente que si todos los países fueran generalistas en la producción.
Sin embargo, como señala Daly (8), la realidad es otra. La ventaja comparativa se esfuma porque el capital, como cualquier mercancía, puede fluir libremente. Cuando el capital encuentra unas condiciones apropiadas en un país o en varios para abaratar costes en la producción generalista, gran parte del mismo se dirige a dichos países, favoreciendo así el empobrecimiento de otros que no pueden competir con esta producción. Este es el caso de la política económica de China enfocada hacia una producción generalista de bajo coste sustentada en bajos salarios, lo que ha contribuido a hundir la producción en otros países.
Así mismo, hay “mercancías” indeseables, inherentes a la actividad económica, que también se trasiegan. La actividad industrial de los países ricos provoca una emisión elevada de contaminantes gaseosos y líquidos que la biocapacidad y los sistemas de anticontaminación de sus territorios no pueden absorber ni evitar que se dispersen en las capas fluidas del planeta (atmósfera e hidrosfera) contribuyendo decisivamente a la generación de problemas globales tales como el cambio climático. También hay un “comercio” asimétrico de residuos sólidos con componentes tóxicos entre países ricos y pobres.
Otras secuelas claramente negativas del comercio global son: la cesión de competencias del poder político al poder financiero, del trabajo al capital con el consiguiente aumento de la desigualdad y del Tercer Mundo al Primer Mundo, hasta el punto de convertirse en un mecanismo legal y “pacífico” de extracción y flujo de recursos naturales desde los países pobres dotados de estos recursos hacia los países ricos.
Límites planetarios
La colaboración en sociedad, la tecnología, las migraciones, la conquista de territorios y el comercio han sorteado los factores limitantes locales acaparando más biocapacidad y más recursos no renovables, lo cual ha espoleado el crecimiento de las poblaciones humanas y de sus economías. Hoy podemos decir que, gracias al proceso de globalización, el planeta es un mundo ocupado y transformado por la Humanidad (Sociosfera) pero a costa de empezar a chocar con límites de alcance planetario.
Diversos autores han pronosticado el colapso del capitalismo que lo harían inviable la existencia de límites intrínsecos derivados de su dinámica contradictoria. En concreto, tres tendencias serían las responsables de los desequilibrios que han desembocado en las crisis que el sistema ha padecido y padecerá en el futuro: la disminución de la tasa de ganancia, el aumento de la inestabilidad financiera y el incremento de la desigualdad. Con ser importantes estas tendencias para provocar crisis, no creemos, sin embargo, que lleguen a colapsar por sí mismas el sistema, mientras continúe el acceso al crédito, exista la posibilidad de atemperar el sistema mediante medidas socialdemócratas y el PIB se reponga y continúe creciendo tras las crisis sufridas. Desconocemos si estas tendencias podrían llegar a constituir o no auténticos límites de la economía capitalista pero, si no lo han hecho ya, es tarde para averiguarlo.
A partir de ahora, empiezan a influir decisivamente los límites extrínsecos impuestos por la naturaleza. Estas tendencias intrínsecas continuarán existiendo mientras el capitalismo siga en pie y contribuirán, en interacción con los límites externos, al colapso del sistema. Pero el fin de esta economía de crecimiento continuo es cosa de los límites naturales. Los límites naturales locales y regionales han dejado paso a los planetarios y, por eso, esta carrera está a punto de terminar. A partir de ahora, el factor limitante de la producción industrial ya no será el capital sino estos límites planetarios que esquemáticamente son de dos tipos: agotamiento de recursos y desequilibrio de la homeostasis planetaria, es decir, del conjunto de las regulaciones que se establecen dentro y entre los sistemas globales terrestres: atmósfera, hidrosfera, edafosfera y biosfera. Su extralimitación conduce a dos efectos: frenar el crecimiento económico y desatar los problemas ambientales globales que amenazan con una catástrofe ecológica.
Tipos de límites planetarios
Para realizar el análisis de los límites planetarios y sus consecuencias, partimos del trabajo y la nomenclatura de Daly (9). Desde la perspectiva de la Economía Ecológica, Daly distingue tres tipos de límites para cualquier economía de crecimiento continuo: el económico, el de la catástrofe ecológica y el de la futilidad.
Gráfico de 3 límites
En la Fig.1. (Tomada de Hermann Daly http://www.steadystate.org/three-limits-to-growth/) se representan los tres límites definidos por la variación de la utilidad y desutilidad marginales en función del incremento de la producción y del consumo, es decir, del crecimiento. Si un incremento de la producción y consumo lleva consigo un aumento mayor de los beneficios sociales y ambientales (utilidades) que de los costes (desutilidades), entonces ese incremento se considera económico, si, por el contrario, son mayores los costes que los beneficios entonces, se considera antieconómico.
Límite económico
El límite económico queda definido en el momento en que el coste marginal iguala al beneficio marginal, es decir, cuando un incremento del crecimiento supone un beneficio neto nulo. A partir de ahí, el crecimiento se vuelve antieconómico (10): los costes sociales y las externalidades ambientales negativas anulan los beneficios obtenidos en la producción y consumo. Llegados a este límite (que denominaremos aquí límite económico I), el crecimiento ya no significa más prosperidad para el conjunto de la sociedad sino más pobreza (11).
El PIB es un indicador muy deficiente del desarrollo humano y no permite reflejar este límite económico I en el que la economía se vuelve antieconómica. Tal como está concebido, el PIB es un contrasentido ya que muchos costes sociales y externalidades ambientales negativas lo incrementan en lugar de hacerlo disminuir. Por ejemplo, un problema de contaminación es tratado por el PIB como un movimiento de dinero tanto cuando se genera como cuando se tiene que limpiar o descontaminar.
La economía neoclásica no es sistémica, no reconoce la dependencia del sistema económico del sistema natural que lo engloba. Por eso, el único indicador que se acepta del desarrollo humano es el PIB, un indicador que mide la circulación de dinero, venga de donde venga y vaya donde vaya, aunque se trate de un desastre ambiental o social. Por el contrario, desde la perspectiva de una economía sistémica, como es la Economía Ecológica, se pueden definir otros indicadores que sí revelan la circulación antieconómica de dinero, tanto en época de crisis como de bonanza económica.
Uno de ellos es el Indicador de Progreso Genuino (IPG), síntesis de 26 indicadores económicos, ambientales y sociales. Para calcular el IPG se parte del PIB al que se le suman actividades que no son remuneradas y se le restan los costes del crecimiento, tanto sociales como ambientales. Si este índice es igual o crece con respecto a la estimación anterior, significa que el capital natural y social que es heredado por la siguiente generación, se conserva o mejora. Por el contrario, si disminuye, significa que el capital disponible para la siguiente generación empeora.

https://4.bp.blogspot.com/-gdbJw_lmrWE/WVuRDiLRnkI/AAAAAAAAEEQ/e4dH_kEl9zAwTRNBVrzg_1PLzYBjElW4gCLcBGAs/s1600/GDP2%2B%25281%2529.jpg

En la Fig.2 (Tomada de: http://autonomiaybienvivir.blogspot.com/2017/07/nuestro-crecimiento-nos-empobrece.html?m=1) se representan el PIB (GDP) y el IPG (GPI) a escala mundial. La gráfica revela que mientras el PIB mantiene un crecimiento sostenido a lo largo de todas las décadas consideradas, el IPG alcanza un máximo a finales de los 70 y, a partir de esa fecha, comienza una tendencia descendente en el desarrollo de la Humanidad, hecho que no capta el PIB que, por el contrario, continúa creciendo.

Dada la gran implantación del PIB, no creemos que pueda ser desbancado por otros indicadores alternativos. Por eso, definimos el límite económico II, como aquel en el que el PIB mundial empieza a descender de manera irreversible, es decir, el punto inicial formal del colapso económico debido principalmente a los problemas económicos y financieros derivados de la limitación de los recursos y de algunos costes ambientales y sociales inasumibles. Este punto determina el comienzo del decrecimiento impuesto por la naturaleza (12) y, en la Figura 1, se situaría entre el límite económico (límite económico I) y el de la catástrofe ecológica.
De haber tenido en cuenta los indicadores del crecimiento antieconómico, como el IPG, se podría haber anticipado y prevenido el decrecimiento y el colapso económico y social en ciernes, pero la creencia en el crecimiento por encima de todo y la dinámica suicida del propio sistema económico lo han impedido. Así que, como mal menor, nos enfrentamos a un colapso económico y social en las próximas décadas.
Límite de la catástrofe ecológica
Este límite es posterior al económico y tiene lugar cuando, con el crecimiento, se acelera exponencialmente el coste marginal a causa de un colapso ecológico. Como se observa en la Fig 1, el autor tiene que salirse del marco establecido por la economía para definir la catástrofe ecológica. Si llegara a producirse una situación de este tipo, estaría en juego no solo la economía capitalista sino cualquier otro tipo de economía dado que quedaría modificada severamente la propia economía de la Naturaleza (el flujo de energía solar en la biosfera, las cadenas y redes tróficas, los ciclos bioqeoquímicos, etc.), así como la continuidad de muchas especies, incluida la humana.
El indicador IPG, por sí sólo, no puede dar cuenta de la gravedad de la situación a la que nos enfrentamos. Desde hace años, el estudio de la evolución de los problemas ambientales globales y de sus consecuencias, así como los datos aportados por determinados indicadores ambientales, como la huella ecológica, complementan los trabajos anteriores advirtiéndonos de que la Humanidad ha sobrepasado con creces la capacidad regenerativa del planeta.
Límite de la futilidad
El límite de la futilidad se alcanzaría en el momento en que los ciudadanos estuvieran saturados de consumir, puesto que existe un límite a la cantidad de bienes que las personas pueden consumir en un intervalo de tiempo. Entonces el ritmo de consumo se reduciría, la utilidad marginal de la producción sería nula y la economía, debido al subconsumo, entraría en recesión hasta colapsar. Sostenemos que la futilidad no es un auténtico límite. Además de la renovación generacional y tecnológica, el capitalismo produce desigualdad y dispone de la suficiente capacidad de innovación publicitaria como para avivar el mecanismo psicológico y social de ostentación-emulación que estimula el consumo. El mismo Daly afirma que este límite se encuentra muy lejos (Fig.1) no sólo para los pobres sino también para la clase media y alta.
Referencias y Notas
  1. La capacidad de carga se define como la población de una especie determinada que un ecosistema puede mantener sin ser deteriorado de manera permanente. Sin embargo, la especie humana es singular porque no todas las personas producen el mismo impacto. Entonces, más que cuánta población podría sostener un ecosistema, la pregunta que hay que hacerse en el caso humano es ¿cuánto territorio “verde” es necesario para mantener y absorber el dióxido de carbono emitido por una población humana indefinidamente y con el consumo actual? La respuesta a esta pregunta determina la huella ecológica de esa población. La biocapacidad es el territorio “verde” de una región o un Estado, puesto que de él depende la capacidad para producir recursos renovables y de absorber dióxido de carbono. Se mide en unidades de superficie (Km2 o Hectáreas).
  2. Altares, G. Esta sí fue una auténtica revolución.  https://elpais.com/elpais/2018/04/20/ciencia/1524219983_369281.html
  3. Los factores que precisa la producción económica son: recursos naturales, trabajo, capital y tecnología.
  4. Bardi, U. Los límites del crecimiento retomados. Los libros La Catarata. Madrid. 2014
  5. Catton, W. La industrialización, preludio de colapso. Capítulo extraído del libro Overshoot, The Ecological Basis of Revolutionary Change. 1982. Illinois https://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=20031130185100909
  6. Chang, Ha-Joon. Del proteccionismo al libre-cambismo.                                   http://monde-diplomatique.es/2003/06/chang/html
  7. Jagdish, B. ¿El libre comercio daña el ambiente? En defensa del libre comercio. Investigación y Ciencia, nº 208. 1994
  8. Daly, H. ¿El libre comercio daña el ambiente? Los peligros del libre comercio. Investigación y Ciencia, nº 208. 1994
  9. Daly, H. Three limits to Growth. http://www.steadystate.org/three-limits-to-growth/
Para los recursos no renovables, este límite económico II precede al límite geológico. Si se trata del petróleo, el límite económico tendrá lugar en torno a una Tasa de Retorno Energético (TRE) de 10, mientras que el límite energético se define cuando la TRE es igual a 1, momento en el que la extracción de 1 barril de petróleo supone el consumo energético de 1 barril de petróleo. Con los recursos naturales no renovables e insustituibles o difícilmente sustituibles en declive (como el petróleo, fósforo, cobre, litio, etc.), entraremos de lleno en la era del decrecimiento impuesto por la naturaleza.

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