viernes, 10 de agosto de 2018

Carta al Presidente del Gobierno: La respuesta


Queridos lectores:

Hace unos pocos días recibí contestación a mi última carta a un Presidente del Gobierno de España. Se tiene que decir que es la primera vez que recibo una respuesta que merezca el nombre de tal (ya lo dicen, a la tercera va la vencida). Además, han tardado poco tiempo en contestar (no llega a dos meses), y ambas cosas son muy de agradecer.

Y sin embargo la respuesta es bastante decepcionante. En mi carta yo discutía una serie de cuestiones sobre la energía, y en la respuesta se discuten otras, también sobre energía. Parece que se habla de lo mismo, pero en realidad se dicen cosas muy distintas. En parte es culpa mía, porque en mi carta no planteaba ninguna pregunta concreta, solo hacía una exposición de conceptos; conceptos que resuenan con el Discurso del Sistema (como dice Beamspot) - y por tanto la respuesta ha sido la previsible, una respuesta que nace desde ese Discurso del Sistema. En suma, ha sido una pérdida de tiempo... o quizá no tanto. Porque en esta ocasión el Departamento de Comunicación con los Ciudadanos (único identificativo que dan sobre quién ha redactado la respuesta) ha considerado conveniente darme una respuesta larga y detallada (aunque accesoria a los temas que yo trataba). Esto es algo positivo, porque tiempo ha mis escritos recibían poco más que un acuse de recibo, "hemos leído con sumo interés sus reflexiones"; en esta ocasión, han considerado que debía de explicarse con más detalle. A ver si la próxima vez hablamos de las mismas cosas...

He considerado la posibilidad de replicarles, pero me ha parecido que no tiene demasiado sentido. Su posición queda muy claramente establecida y delimitada en su respuesta, y estoy seguro que de ahí no se van a mover por más que yo les diga. Así que, para intentar sacar el máximo provecho a este intercambio, he decidido publicar un análisis crítico de su respuesta en este blog, con la esperanza de que eso sí que sea de provecho para Vds., mis queridos lectores. Vamos a ello.

En lo que sigue, iré copiando los párrafos originales de la carta, con otro tipo de letra, color y en cursiva, e introduciendo después de cada párrafo mis comentarios.



Estimado Sr. Turiel Martínez:



Agradecemos la confianza al enviar su escrito al Presidente del Gobierno, en el que traslada sus comentarios y propuestas en materia medioambiental y energética, que hemos leído con interés.

Empezamos mal: lo de "leerme con interés" ya me lo han dicho muchas veces. En cuanto a propuestas, realmente no había tales en mi carta, más allá de no entrar en guerra con Argelia. 



Aprovechamos estas líneas para indicarle que la voluntad de este Gobierno es desarrollar una política en materia de energía y medio ambiente que permita la transición a un modelo productivo y social más ecológico, siendo ésta la función principal atribuida al nuevo Ministerio para la Transición Ecológica.

Bueno, eso es prometedor.



Como usted apunta, la creación de este Ministerio y sus líneas de trabajo expresan la convicción del Gobierno sobre la necesidad de contribuir de forma decidida a impulsar un modelo de desarrollo sostenible que tenga como objetivo fundamental la lucha contra el cambio climático, el uso racional y solidario de nuestros recursos, la apuesta por una transición energética tan indispensable como urgente así como la generación de empleo.



Dejando al margen que alguna expresión que resuena demasiado a BAU ("generación de empleo"), todo lo que dice suena muy bien, y además con aspectos muy positivos (se habla de "uso solidario", se dice que la transición no solo es indispensable sino urgente, se ve la preocupación social...). De momento vamos muy bien.


En este sentido, el Gobierno comparte el criterio en cuanto a la fijación de unos objetivos claros y ambiciosos, para cuya consecución se han definido unos ejes prioritarios de actuación.

Esto comienza a resonar con cosas que hemos oído y leído innumerables veces y que ya no me gustan tanto; tiene un cierto tufo a exceso de normativismo y falta de concreción. Pero démosles una oportunidad de explicarse.



Nos es grato comunicarle que, en estos momentos el primer eje de actuación, es dotar a España de unos marcos estratégicos adecuados, siendo la prioridad del nuevo departamento, presentar cuanto antes, un proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética, que además deberá ir acompañada de un Plan Nacional Integrado de Energía y Clima.


Aquí ya se empieza a intuir la tragedia. Por lo que se ha comentado en prensa, el nuevo Gobierno ha renunciado a plantear su propia Ley del Cambio Climático y Transición Energética y lo que ha hecho es rescatar la que ya estaba elaborando el Gobierno anterior, a la cual añadirá varias páginas de enmiendas (veremos en qué quedan). Peor aún, dado que el Gobierno anterior ya había hecho el proceso de consulta ciudadana sobre esta ley (de manera un tanto infausta y con cierta agostidad) el nuevo Gobierno no parece sentir la necesidad de volver a hacer esa consulta mal llamada ciudadana, con lo que veo difícil que la ley llegue a plasmar fidedignamente las preocupaciones del ciudadano de a pie. 


La propuesta es clara: reducir las emisiones en 2030 un 20 por ciento para conseguir la práctica descarbonización en el horizonte 2050, cumpliendo con el compromiso adquirido al ratificar el Acuerdo de París y que asumimos como Estado miembro de la Unión Europea.



Suena bien. ¿Tienen algún plan para hacer eso? Quiero decir, un plan con una base técnica, no normativa. Porque el principal problema para conseguir ese objetivo tan deseable es sobre todo técnico, no normativo. ¿Qué tecnologías vamos a usar para conseguir esa maravilla? ¿Son conscientes de las limitaciones de las fuentes de energía renovable? ¿Son conscientes de que la transición debe ser cuidadosamente planificada y que lo más fácil es seguir caminos erróneos que no llevan a ella? ¿Se dan cuenta que el modelo energético que se está proponiendo/imponiendo no va en la dirección de favorecer al conjunto de la ciudadanía, sino todo lo contrario? Como veremos más abajo, todas las cuestiones técnicas son soslayadas, como si fuera fácil abordarlas desde el plano meramente normativo y, lo más importante, sin modificar esencialmente el modelo económico productivo.


El Plan Integral de Energía y Clima (2021-2030) debe sentar las bases de la transformación de nuestra economía para las próximas décadas, emitiendo señales claras que doten de certidumbre a actores sociales, públicos y privados, que proporcione un marcado impulso a las medidas de eficiencia energética, una alta penetración de las renovables y un progresivo cierre, no traumático, de las instalaciones contaminantes.



Párrafo lleno de buenas intenciones y enormemente parecido a cosas que he leído los últimos 20 años, y que nunca han llegado a nada concreto y tangible. Significativa su preocupación por enviar "señales que doten de certidumbre" a los diversos actores, particularmente los privados; junto con lo del cierre "no traumático" deja bastante claro que no hay la más mínima intención de cuestionar el sistema económico vigente, única cosa que sería interesante abordar desde el punto de vista normativo. El recurso sempiterno a la "eficiencia energética" muestra que están pensando en el imposible de la desmaterialización de la economía (básicamente, el absurdo lógico que cree que podemos encontrar un modo para seguir produciendo más y más pero consumiendo cada vez menos recursos, cosa que de hecho contradice de manera obvia los postulados económicos).

El segundo eje es el del empleo verde y la transición justa, lo que implica la necesidad de prestar una atención particular al proceso de cambio. Es nuestra obligación garantizar la cohesión social y territorial en el contexto de la seguridad energética, promoviendo las medidas concretas que permitan esa transición justa y solidaria de la economía española. 

Este párrafo es muy meritorio y es importante destacarlo. Al margen de sus dosis de (suicida) tecnooptismo, refleja que desde el Gobierno comprenden que la materia que estamos tratando puede crear un problema de justicia social y como mínimo quieren abordarlo. En ese sentido, yo les animaría a fijarse más en las cuestiones técnicas y menos en las normativas, aparte de exhortarles a que se den cuenta de que hace falta un cambio mucho más profundo del sistema productivo, económico y financiero.



Por ello la Ley de Cambio Climático debe acompañarse de una estrategia para la transición justa con la que respaldar solidariamente a los trabajadores de sectores particularmente afectados por cambios hacia una economía baja en carbono o que sufran de manera especial o particular los impactos del cambio climático.



Nada que objetar por principio, pero sin concreción esas frases son un tanto vacías. ¿Qué, concretamente, pretenden hacer para evitar esos males a esos trabajadores? No se trata de bajar a un nivel asfixiante de detalle, pero sí dejar claro por dónde, concreta y claramente, se quiere ir.

Junto a estos dos grandes ejes, hay una serie de cuestiones urgentes en el conjunto de las áreas de actuación del Gobierno, a algunas de las cuales se ha referido en su escrito. Entre ese paquete de medidas urgentes se considera que es imprescindible recuperar una apuesta decidida por las energías renovables, el ahorro y la eficiencia energética, revisando toda la normativa que ha impedido su despliegue.


Aquí ya queda claro que no saben por dónde van. Habrá algunas cosas que la normativa habrá impedido u obstaculizado, pero hay otras cosas que han hecho que la "apuesta decidida por las energías renovables" y "el ahorro y la eficiencia energética" no hayan conseguido los objetivos que se pretenden, como por ejemplo la caída del rendimiento económico de los sistemas renovables una vez se han explotado los mejores lugares, las restricciones que pone la Termodinámica al incremento de la eficiencia, la inexistencia de ahorro real en un sistema orientado a la producción, la Paradoja de Jevons... Creer que todo es fruto de la normativa restrictiva anterior es no entender el problema y condena cualquier iniciativa al fracaso seguro (y encima no entenderán por qué fracasan).



En lo que se refiere a las subvenciones a los combustibles fósiles mencionadas en su comunicación, le transmitimos nuestra intención de acometer un análisis serio al respecto, con un calendario de eliminación de esas subvenciones, en línea con las recomendaciones del G-20.


El tema de las subvenciones a los combustibles fósiles demuestra la escasísima comprensión del problema energético de las sucesivas instancias gubernativas. Como tantas veces ha explicado Pedro Prieto, en realidad es la energía fósil la que subvenciona el conjunto de las actividades económicas; de no ser por esas fuentes de energía abundantes y de bajo precio todo el actual despliegue de la sociedad industrial simplemente nunca habría sido posible. En un país donde el precio de los carburantes lleva más de un 60% de impuestos y donde numerosos tributos cargan la posesión de vehículos motorizados, hablar de "subvención a los combustibles fósiles" es un tanto paradójico. Bien es cierto que el carbón nacional está subvencionado a pesar de su escaso uso y rentabilidad, pero justamente aquí es donde es más difícil que se hagan cambios reales (y aparte de las razones de "estabilidad social" en la zona afectada, por el hecho de que el carbón es un recurso estratégico para España, sobre todo si en no tanto tiempo las cosas vienen mal dadas). Resulta además bastante cínico hablar de las subvenciones a los combustibles fósiles cuando las recomendaciones del G20, como las de la Agencia Internacional de la Energía, apuntan mayoritariamente contra los países productores, que ciertamente subvencionan el consumo de sus propios nacionales y ésta es generalmente la única manera de redistribuir las rentas de la producción de combustibles fósiles. Al apostar por un objetivo aparentemente loable (quitar las subvenciones a los combustibles fósiles) en realidad se apuesta porque los pobres paguen por la gasolina lo mismo que nosotros, y como no podrán así habrá más para nosotros. Como digo, un ejercicio de cinismo que nuestro Gobierno, si entiende la situación, debería rechazar. 



Este Gobierno está comprometido con las energías verdes asumiendo los compromisos europeos relativos a las centrales térmicas, sin olvidar que somos conscientes de la casuística que rodea a la reestructuración y modernización de la industria del carbón, así como de las consecuencias sociales y regionales que éstas llevan aparejadas.  En todo caso, deberá esperarse a los escenarios del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima para una mayor precisión con respecto a fechas máximas de cierre.

El tema del impacto ambiental de las centrales térmicas es sin duda importante, aunque poco tiene que ver con las cuestiones que yo planteaba. El Gobierno se está planteando un plan de cierre escalonado en el tiempo de estas centrales para evitar el malestar social que generará en las zonas donde representan fuente de trabajo sin tener en cuenta que quizá el problema acabará siendo, dentro de una década o dos, uno muy diferente, la imposibilidad de que funcionen por falta de material para quemar. Sin introducir esta variable (el agotamiento de los combustibles fósiles) en la ecuación, el plan de actuación puede ser muy poco realista y bastante inútil.  



A todo lo anterior se suman algunos otros aspectos que consideramos fundamentales para modernizar la industria de nuestro país: el tratamiento dado a la cogeneración, la regulación del autoconsumo para poder eliminar las barreras administrativas y económicas que impiden su desarrollo, y el impulso a la eficiencia energética.


Por las razones que explicaba Beamspot en su post "La bomba fotovoltaica de riqueza", el modelo de autoconsumo y generación distribuida por el que parece que se está apostando podría ser bastante insolidario y desventajoso para el conjunto de la ciudadanía, con lo que el Gobierno haría bien en ser cauto sobre este tema y analizarlo con profundidad, en particular en los aspectos que refería Beamspot y que no se suelen tratar en la discusión del autoconsumo. Otrosí, hay que entender que no solo son las barreras administrativas y económicas las que han dificultado su desarrollo; también hay barreras físicas y termodinámicas, algunas infranqueables, con lo que es importante no pecar de exceso de soberbia reglamentista (no porque lo regulemos cambiaremos las leyes de la física) - y lo mismo reza para la eficiencia energética.



Finalmente, queremos reiterarle nuestro compromiso con la necesaria transición ecológica de nuestra economía y confirmarle que desde el Gobierno se está trabajando intensamente para poder ir adoptando algunas medidas concretas, precisas, que faciliten ese cambio sustantivo.

Estoy expectante, aunque lo cierto es que veo tics y orientaciones similares a otras que he visto en el pasado y que tan infructosos han sido hasta la fecha.



Estamos seguros de que este esfuerzo conjunto permitirá que España se sitúe en el camino de la neutralidad de carbono a mitad de centuria junto a la modernización de sus estructuras económicas y sociales, adecuadas a lo que se espera de un país occidental en el siglo XXI.

Sinceramente, no sé lo que se espera de un país occidental en el siglo XXI, pero me temo que mis expectativas son muy diferentes de las de la mayoría. Cabe añadir que si no cesamos en las emisiones de CO2 bastante antes de 2050 (de hecho, deberíamos suprimirlas por completo ya, y todo el mundo) el cambio climático será catastrófico, con lo que entiendo que asumen que sus actuaciones van a ser poco eficaces para el fin que se dice pretender.



Agradeciéndole sus aportaciones, nos mantenemos a su entera disposición para cualquier asunto que desee plantear y le hacemos llegar un cordial saludo,



Departamento de Comunicación con los Ciudadanos

Gabinete de la Presidencia del Gobierno

Edificio Semillas - Complejo de La Moncloa
Avda. Puerta de Hierro s/n - 28071 Madrid




En resumidas cuentas: da la impresión de que el Gobierno sí que interioriza la importancia de emprender cambios de calado en materia energética, al menos por la parte que tiene que ver con el cambio climático. Sin embargo, los plazos que se plantea y los objetivos que se fija están lejos de ser los adecuados para hacer frente correctamente a ese problema. Si a eso le añadimos que a efectos prácticos omiten el riesgo que supone el peak oil y la llegada de los otros cenits productivos anejos (inclusive el del cobre, tan necesario para la solución renovable) se puede decir que el planteamiento del problema energético por el Gobierno español es, a día de hoy, muy insuficiente. Aún están a tiempo de rectificar y ser más ambiciosos, aunque dada su debilidad parlamentaria y que la mayoría de los demás partidos entienden el problema energético aún peor se hace difícil albergar muchas esperanzas de que por una vez se haga lo correcto.

Salu2.
AMT

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