martes, 11 de junio de 2024

Procapitalismo o muerte (valga la redundancia)

 


Observo, una vez más, la legión de trolls que me acosan en las redes sociales, y más raramente en mi bandeja de entrada. Algunos con más educación que otros, algunos con mayor intento de articular algún argumento, otros solo vomitando su bilis farfullando algo sin sentido (tampoco sintáctico).

Apagones en Ecuador, Colombia, Bolivia, Venezuela... Nueve estados de los EE.UU. sufren un apagón. España, al borde del apagón...

A veces les respondo. A veces no. Pero en ningún caso hablo para ellos. ¿Para qué? Todos ya tienen su idea hecha. No han venido a discutir, han venido solo a acosar (para minar mis fuerzas y mi autoconfianza) y a intentar deteriorar mi imagen (de caras al exterior).

Argentina pierde parte de la cosecha por culpa de la escasez de diésel, a pesar de un productor de petróleo, y raciona el gas industrial a pesar de ser un productor de gas. La gasificación de los pozos de fracking en los EE.UU. anticipa un final abrupto para su producción de petróleo. La producción mundial de petróleo del mundo experimentó una brusca caída de 1,5 millones de barriles diarios en enero.

Cuando contesto a los trolls, en realidad hablo para los que me leen. Intento darles argumentos y estrategias para contestar a esos trolls del mundo real, que aparecen en la más suave variante conocida como cuñado. Además, las redes sociales generan un efecto microscopio: solo unos pocos son tan energúmenos para atacar, la mayoría de los que pasan leen y, estando de acuerdo o no, callan, porque tienen más sentido de la educación (y del ridículo). Lo que vemos son solo unos pocos individuos que creen que tienen que imponer su opinión, incluso en casa ajena, en vez de vivir y dejar vivir.

La producción de las minas de Chile retrocede por cuarto año consecutivo, mientras los costes se disparan. La tonelada de cobre llega ya a los 11.000 dólares. Se multiplican los robos de cobre. Matan a un actor de Hollywood para robarle el platino del catalizador de su coche.

El argumentario de la trollsfera es siempre más o menos el mismo. Hablan de mis profecías fallidas, asignando fechas que yo no he dado a problemas futuros que sí que he descrito, como el racionamiento del diésel o el final de la aviación masiva. Al final, suelen recurrir a un pantallazo fuera de contexto de un post mío de 2010, a falta de un argumento mejor, para acusarme de decir que solo se podrían construir un millón de coches eléctricos, pero hacen el ridículo en cuanto enlazo el post original. Porque los datos que me atribuyen no son míos sino de Jack Lifton, porque hace 14 años (cuando empezaba el blog y nadie me conocía) la mayoría de mis posts eran simplemente comentarios sobre artículos que leía. "Ah, pero por lo menos habrías debido explicar que los datos de Jack Lifton eran erróneos". Claro que sí. Lo hice, ya en 2010, cuando un lector me lo señaló, y rehice los cálculos de Lifton con las estimaciones del Servicio Geológico de los EE.UU., y encima enlacé este segundo post al final del primero, el cual, obviamente, mis trollacos no han leído. A pesar de lo cual, invariablemente, al cabo de unos días otro menguado me repetirá el mismo argumento de mierda con un "¡ajá!".

Después de meses en la cuerda floja, dimite el CEO de Siemens Gamesa y como era de temer se anuncia un ERE. Acciona continua con problemas. Algunas grandes compañías eléctricas comienzan a deshacerse de algunos activos renovables en España.

Otra idea-fuerza que está ganando tracción últimamente en la trollsfera es la de intentar desacreditarme académicamente. El problema es que lo hacen con argumentos de una ignorancia de lo que es la investigación que son simplemente enternecedores. El primer argumento reza que soy un investigador mediocre. Desgraciadamente para ellos, no es verdad. Mis indicadores de desempeño ciertamente no me sitúan entre el 5% más destacado, pero de ahí de calificar mi trabajo de mediocre hay un buen trecho. Mirando por ejemplo mi índice H (un indicador con ciertas limitaciones pero informativo), es actualmente de 33 de acuerdo con Scopus, un servicio de bibliometría aceptado en el mundo académico (el menos riguroso Google Scholar arroja un valor de 39). Según el creador de este índice, de manera orientativa H=20 es el valor de entrada a una posición de catedrático y se considera un valor bueno; H=40 sería excelente y H=60 sería extraordinario; dice también Hirsch que el 86% de los Premios Nobel de Física tenían H=30. También es cierto que el valor se tiene que ajustar por el tamaño de la comunidad en la que desarrollas tu trabajo principal (en mi caso, oceanografía y observación de la Tierra, ambas relativamente pequeñas) y por la edad (en mi caso, ya bastante senior). Sea como fuere, mis indicadores no son malos y están en consonancia con los de mis colegas en posiciones similares. Y eso sin contar con que a lo largo de mi carrera científica he conseguir 4 millones de euros en contratos y proyectos competitivos, y mi contribución a las tareas de asesoramiento científico a las administraciones y empresas españolas y las de desarrollo tecnológico con la Agencia Espacial Europea y algunas empresas.

En la misma semana de mayo, la temperatura llega a 50ºC en algunas partes de México y una tormenta de granizo convierte las calles de Puebla en ríos glaciales. En Delhi, temperaturas de más 50ºC hacen que se acumulen cadáveres a mayor ritmo del que pueden procesar las funerarias, y falta agua en casi todo el país, mientras la costa oriental es azotada por un tifón de fuerza inusitada. La granizada destruye el 30% de un gran parque solar en Texas y los tornados destruyen varios aerogeneradores en Iowa. Todo normal y bien...

El otro argumento, aún más tonto, es que yo no tengo formación específica en energía. Para esta gente, se ve, debería tener un título de energólogo. Se ve que el hecho de ser físico, con un doctorado en física, no me permite entender lo que es la energía. Lo peor del caso es que los temas de los que yo me ocupo caen en un disciplina académica relativamente reciente que en inglés se denomina Energy Policy (en castellano podría traducirse, quizá, como gestión y planificación de sistemas energéticos). Saber mucho de aerogeneradores, de paneles fotovoltaicos o de plantas nucleares no te da una mejor preparación para abordar cuestiones de Energy Policy. De hecho, como no hay un grado en Energy Policy (al menos en España), la conclusión para estos trolles es que nadie puede hablar de energía. Pero resulta que esto no funciona así. En investigación, una parte importante del tiempo se dedica a la autoformación, a través del estudio, los seminarios y la propia investigación, porque se está creando una disciplina nueva (¿qué investigación sería si no, si siempre se hiciera lo mismo?).

Una tormenta de granizo destroza el morro de un avión, que logra aterrizar de manera segura en Viena. Una riada de granizo inunda un túnel en el norte de Francia. El número de tempestades se multiplica en el Hemisferio Norte.

La última estrategia de descrédito ha consistido en atacarme en lo que se supone que es mi propio campo. Ha sido a raíz de un artículo de El Independiente en que nos entrevistan a un meteorólogo y a mi acerca de los efectos de una potencial detención del brazo atlántico de la Corriente Meridional de Lazo, la AMOC. El periodista habla en el titular de una posible glaciación, lo cual es un término erróneo: el colapso de la AMOC no llevaría a una glaciación (un estado estable en el cual la mayoría del planeta quedaría cubierto por la nieve), sino a un enfriamiento relativo de buena parte de Europa y una redistribución del calor hacia latitudes más bajas, lo cual traería como consecuencia una alteración muy seria de los patrones de precipitación en las zonas tropicales. Obviamente yo sé perfectamente todo esto: hace meses que escribí dos posts en este blog sobre el riesgo que supondría una detención de la AMOC: "Si no es ahora, será después" y "Si nuestra supervivencia fuera importante". Y obviamente tengo muy claro lo que es una glaciación, habiendo trabajado ya hace tiempo sobre el análisis de series temporales paleoclimáticas de los últimos 800.000 años y publicado dos artículos científicos sobre ello (1 y 2), que ya son 2 más que los de la manada de cuñados y advenedizos que me insultan por no saber lo que es una glaciación. Es además notorio y evidente leyendo el artículo que yo no hablo en ningún momento de glaciación. Y sin embargo, ha habido un tromba de descalificaciones hacia mi persona por haber usado ese término erróneamente, cuando es obvio que no lo he hecho. Lo peor es la gente que se ha abonado a esa cacería: al corifeo habitual de cuñados se le han añadido un meteorólogo de la AEMET, una meteoróloga que presenta un espacio televisivo sobre el tiempo atmosférico y un conocido divulgador ambiental. De una manera gratuita e inflando una polémica espuria por un titular desafortunado de un artículo en un diario generalista, aunque cuando entras dentro y lo lees está razonablemente explicado. A mi me ha dejado desconcertado, sobre todo, el nivel de odio e irracionalidad, y la rotundidad de los ataques sin molestarse a mirar si no ha habido un malentendido, sin intentar leer el artículo en cuestión.

Y es que al final solo hay un hilo conductor en todo este acoso, en todos estos ataques: el odio. El odio irracional e irrefrenable. Contra mi persona.

Pero, ¿acaso soy yo el enemigo a batir? Ésos que intentan por todos los medios despedazarme y desprestigiarme, ¿acosan del mismo modo a Iberdrola, a Forestalia o a CaixaBank? ¿De verdad les parece que el problema principal que tenemos soy yo? ¿De verdad creen que la causa principal de los problemas de sostenibilidad que tenemos es un pobre cretino que trabaja en un instituto de investigación y que tiene nulo poder decisorio?

¿Por qué esta obsesión con alguien tan insignificante e irrelevante?

Yo solo veo una razón: porque yo represento un peligro real, aunque sea ridículamente minúsculo, para los intereses del capital. Porque yo denuncio, con datos, que lo que se está proponiendo no tiene ningún sentido desde el punto de vista técnico, y nadie está pudiendo refutar los argumentos que doy, entre otras cosas porque no son míos, sino de todo un cuerpo de investigación de cientos de científicos del todo el mundo, de los cuales yo simplemente hago divulgación.

Éstos que con furia me atacan no comprenden que los científicos salgan de sus laboratorios, que hagan divulgación no sesgada en favor de los intereses económicos, que participen del debate público. Para ellos, nosotros deberíamos centrarnos en investigar y ya quien está más preparado se dedicará a usar los frutos de nuestra investigación. ¿Qué es eso de tener conciencia social? ¿Qué es eso de poner en evidencia los abusos y manipulaciones?

Centran su ataque en mi porque soy, posiblemente, la cabeza más visible de un grupo de decenas de académicos concienciados en España, un grupo que además va creciendo gracias al empuje de las nuevas generaciones. Les molesta que aparezca en los medios, que me entrevisten en los diarios. Y eso que cada vez estoy vetado en más medios de comunicación, dada la fuerte campaña en mi contra: "Es un catastrofista, es un colapsista, es un profeta del apocalipsis que fracasa siempre en sus predicciones, es un retardista, un enemigo de las renovables". Mismas falacias repetidas una y otra vez por gente cada vez más poderosa. Lo cierto es que cada vez estoy más arrinconado, y aún así todavía aparezco demasiado en los medios para su gusto.

¿Por qué ese odio visceral contra un tipejo insignificante como yo? Porque no se puede criticar al capital, que es lo que yo hago. Y menos que nunca ahora que está entrando en su crisis histórica terminal.

Por eso quien me ataca no entra a discutir mis argumentos, ya que para ellos yo simplemente ataco sus creencias. Porque todos estos que niegan la libertad de expresión y denostan el debate son procapitalistas. Todo se puede hablar, pero siempre desde la perspectiva capitalista y siempre sin salirse de ella.

Y ahora que el viento de la Historia hace conmoverse los cimientos del edificio capitalista, ahora que en la sociedad se generaliza un sentimiento de final de camino, de conclusión histórica, de necesidad de nuevos paradigmas, los fanáticos de esta religión tienen la necesidad de reafirmarse con más fuerza que nunca, cerrando firmemente las filas y condenando al ostracismo al disidente. Ahora que los problemas ambientales se acumulan sin que se les dé solución (al contrario, están empeorando rápidamente); ahora que los recursos y la energía empieza a escasear, ahora que las desigualdades sociales crecen y las guerras se multiplican, ahora más que nunca intentan negar la realidad de que el capitalismo se está resquebrajando y amenaza con hundirse, arrastrándonos a todos en su caída.

Su lema es "Capitalismo o muerte". Valga la redundancia.

Pues yo os digo: ya está bien de agotar nuestra paciencia, procapitalistas. Allá donde estéis, allá donde amenacéis, yo os señalaré con el dedo. Cada vez que, delante de los problemas, recitéis vuestro credo, yo os señalaré. Porque los únicos que deberían de avergonzarse son los que mantienen inconmovible su fe en un sistema ecocida y represor que solo persigue nuestra destrucción.

Antonio Turiel, junio de 2024.

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