miércoles, 13 de junio de 2018

Carta al Presidente del Gobierno



Excelentísimo Sr. Presidente del Gobierno de España:
 
Le ruego que me disculpe por robarle unos minutos de su tiempo, que sé que es escaso y valioso.

Mi nombre es Antonio Turiel, y soy Científico Titular de OPI con destino en el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, en Barcelona. Soy físico y matemático de formación, y doctor en Física Teórica, con 20 años de experiencia postdoctoral. Mi investigación se centra en la oceanografía por satélite y también en el estudio de los recursos naturales, particularmente los energéticos. Desarrollo también una intensa tarea de divulgación sobre los problemas de sostenibilidad de nuestra sociedad, y particularmente sobre los retos que supone el inevitable decrecimiento energético al que estamos ya abocados.

Hace 13 años que la producción de petróleo crudo convencional llegó a su máximo histórico (hecho que reconoce hasta la propia Agencia Internacional de la Energía), y después de unos años de estancamiento la producción comenzó un suave declive que empieza ahora a acelerarse. Estamos hablando de casi el 80% de todo el petróleo (propiamente, hidrocarburos líquidos) que se consume en el mundo. El petróleo es una materia energética indispensable y fundamental para el funcionamiento de la economía global: representa un tercio de la energía total consumida en el mundo, y en el caso de España es más de la mitad del total de energía.

Desde hace años y particularmente desde 2005 se han introducido fuentes alternativas de hidrocarburos líquidos para intentar paliar el pico del petróleo crudo convencional. Primero fueron los biocombustibles, después los petróleos extrapesados de Venezuela y las arenas bituminosas de Canadá, y desde 2010 tenemos el auge del fracking en los EE.UU. Pero todas esas fuentes tienen una capacidad de producción muy limitada, son parches con fecha de caducidad y que en un lustro o dos no podrán compensar la fuerte caída de la producción de crudo convencional. Además, todas esas fuentes (amén de los problemas ambientales que causan) tienen muy escaso rendimiento, tanto económico como energético, y han causado una fuerte descapitalización y endeudamiento del sector de las petroleras, como alertaba el Departamento de Energía de los EE.UU. ya en junio de 2014. Son, verdaderamente, petróleos subprime. Y al igual que en 2007-2008, se ha inflado una enorme burbuja especulativa alrededor de esos petróleos, burbuja que puede explotar en cualquier momento y sumirnos en una nueva recesión global. 

La huida hacia adelante de los productores, sobre todo en los EE.UU. y apoyados por la desregulación que ha introducido el presidente Trump, ha llevado a una paradójica situación: mientras en la mayoría del globo los productores de petróleo llevan años desinvirtiendo en los proyectos más costosos y arriesgados, centrándose en los que son verdaderamente rentables aunque eso suponga finalmente un descenso de la cantidad de petróleo disponible, en Norteamérica (EE.UU., Canadá y México) la inversión ha seguido aumentando por tal de mantener la ilusión de que podemos mantener los actuales niveles de producción de petróleo, mientras los inversionistas se exponen a cada vez mayor riesgo (con ramificaciones que se extienden hasta Europa, siendo Deutsche Bank, con su gigantesca exposición a derivados financieros dudosos, el monstruo dormido). En la actualidad, Norteamérica, que produce solo el 20% de todo el petróleo mundial, invierte más en explotación, exploración y desarrollo que todo el resto del mundo, que produce el 80% restante. Un desequilibrio de tamaña magnitud no puede durar mucho tiempo, y menos cuando los lugares más productivos del fracking americano ya han sido explotados (pues duran muy pocos años) y casi todas las regiones de fracking estadounidenses están ya en declive. Sí, los EE.UU. consiguieron doblar su producción de petróleo en muy pocos años, pero es algo efímero y cuyas consecuencias se van a pagar muy severamente en forma de una crisis financiera global. Crisis que podría sobrevenir antes de que Vd. acabe la legislatura, y si no sabe reaccionar delante de ella será a Vd. a quien, injustamente, le cargarán las culpas en España.

Siendo honestos, es Vd. el tercer presidente al que me dirijo para explicarle el problema de pico del petróleo. Sus predecesores acusaron recibo de mi carta y la despacharon con promesas de aumento de la inversión renovable, anuncios de las medidas legislativas destinadas al mercado eléctrico y la automoción eléctrica, y votos al ahorro y la eficiencia. Lo cierto y verdad es que todo eso, aunque útil en principio, no sirve para abordar el problema que se plantea; a veces ni siquiera va por la buena dirección. Lo cierto es que, ocho años después de mi primera misiva (al presidente Rodríguez Zapatero) el sector renovable está empantanado en España, la electricidad representa, hoy igual que ayer, poco más del 20% de la energía final consumida en España (frente al 50%, ayer y hoy, del petróleo), el coche eléctrico sigue siendo algo muy minoritario y el ahorro y la eficiencia no han hecho nada por cambiar la situación. Podrá Vd. creer que si en esencia nada ha cambiado en estos ocho años es porque no ha habido una voluntad política suficientemente firme y que Vd. sí que lo conseguirá, allí donde sus predecesores fracasaron, y es posible que tenga razón. Sin embargo, hay razones de peso que explican el fracaso pasado, razones que pueden también pesar en el futuro: las renovables también tienen sus límites, energéticos y económicos; se orientan excesivamente a la producción de electricidad, que es un mercado saturado en España porque es difícil convertir ese casi 80% de uso energético no eléctrico en eléctrico y en particular el coche eléctrico probablemente no es una solución de masas, y ahorro y eficiencia son inútiles en un sistema económico orientado a la producción y el consumo. El problema que se plantea no es nada sencillo, y tienen mucho más de tecno-científico que de jurídico. No sabemos si hay un camino hacia el 100% renovable - esperamos que sí - pero sí que hay muchos caminos imposibles. Intentemos no transitarlos.

El hecho es, Sr. Presidente, que nos abocamos a una crisis profunda y grave, y de las decisiones que tomemos ahora dependerá completamente lo que podamos hacer en el futuro. Ahora es tiempo de reaccionar. Y, sobre todo, Sr. Presidente, huya de las sirenas de la guerra, particularmente cuando la situación en Argelia se complique. En la era del declive energético, no hay nada que ganar en la guerra, salvo el descrédito y la degradación moral.

No quería acabar esta carta sin felicitarle particularmente por la creación del Ministerio  de Ciencia, Innovación y Universidades y del Ministerio de Transición Ecológica, al frente de los cuales ha puesto a personas conocidas por su capacidad y competencia. En mi caso particular estoy de enhorabuena, ya que ambos ministerios tocan de lleno mi actividad y son una gran promesa de futuro, que todos deseamos que se cumpla. 

Confío en Vd., Sr. Presidente. Nuestro futuro está en sus manos.

Atentamente.

Antonio Turiel
Científico Titular del CSIC

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