lunes, 11 de marzo de 2019

El discurso del sistema. Antítesis (III)

Queridos lectores:

Ésta es la tercera entrada de la Antítesis del Discurso del Sistema de Beamspot y Rafael Romero. En esta ocasión, abordan el problema de la producción de alimentos, y siguiendo la tónica de la sección "Antítesis" se muestra la disonancia terrible entre lo que es y lo que se pretende.

Salu2.
AMT

El Discurso del Sistema. Antítesis (III)

Continuamos con otra omisión peliaguda de primer orden, buena parte derivada de los recursos hídricos vistos anteriormente: los recursos alimentarios. Recursos que no sólo se refieren a la falta de agua para regar cultivos, también a dos efectos importantes: la pérdida de suelo fértil por un lado, y el conflicto de las pretendidas soluciones tecno optimistas (y que se postulan también como válidas para este problema) que compiten por el mismo recurso, los biocombustibles.

Resultat d'imatges de food scarcity

IV – Los recursos alimentarios.

Este podría ser un corolario del apartado anterior pues la producción de alimentos vegetales y animales depende directamente del suministro de agua. Pero he querido darle suficiente relevancia en un epígrafe propio pues afecta directamente a diversos factores clave, así que en aras de la brevedad, sólo se enunciarán algunos puntos importantes sin entrar en muchos detalles.

Si alguno presta atención, hay noticias que pasan de puntillas por nuestra vida en estos últimos años, que en realidad deberían ser motivo de discusión no sólo en un telediario particular sino de semanas de debate público en muchos soportes, motivo real de alarma, y base principal de lucha de muchos colectivos ecológicos.


No es muy conocido este tema, pero algunos comentarios me han llegado sobre las escasas capturas de gambas en el Mediterráneo, de problemas con el atún rojo en el mismo mar y de más variedades de atún en todo el mundo, así como otros pescados. Y el problema con las ballenas es de sobras conocido.

También es conocido el problema de la pesca de agua dulce, donde el 19 por ciento de las especies están amenazada a nivel mundial, incluyendo el 58 por ciento de las especies endémicas de agua dulce. Seis especies, todas peces, se han extinguido, y 18 más (7 peces y 11 moluscos) son evaluadas como «en peligro crítico, posiblemente extinta» por la UICN. La falta de datos de muchos lugares puede llevar a la subestimación de las pérdidas.

Esto no es sólo un problema de alimentación para hoy, sino para el futuro, puesto que la extinción de esas especies significa la imposibilidad futura de seguir pescando este tipo de alimento, junto al daño que hace al ecosistema.

Siempre que se plantea este problema la respuesta es que la acuicultura es la solución y que su producción ya cubre más del 47,5% de las capturas en toneladas. Lo que no se dice es que esa producción restringe la diversidad a poco más de 30 especies (+65% de la producción) de las cuales la mayor parte de la producción es de agua dulce (61%), principalmente carpas, carpidos o barbos (51%), y que la producción de agua salada (39%) son principalmente crustáceos y bivalvos (24%). Por tanto, la acuicultura no está sustituyendo para nada la pesca de captura marítima, ni reduciendo el impacto de la explotación insostenible de los caladeros marítimos.

Y eso sin entrar en el tema de la calidad de las aguas dulces, donde se practica la acuicultura o del impacto sobre el medioambiente de las piscifactorías entre ellas la generación de NO2 y la dependencia de la comida fabricada de estas piscifactorías.

Eso sí, se utilizan los gráficos de la FAO sobre la evolución de las toneladas aportadas por las piscifactorías y la pesca de captura, pero pasando de puntillas sobre los informes de la misma organización sobre las previsiones de futuro, que indican que:

  1. Si se mantiene la tendencia de la demanda actual se pasará de una demanda per cápita de 20kg/año/persona a 25kg/año/persona en los próximos 5 a 10 años. 
  2. El incremento de demanda per cápita de pescado previsto combinado con el crecimiento de población prevista generarán un incremento de la demanda de entre 31 y 47 millones de toneladas en los próximos 10 años 
  3. El incremento de 19 millones de toneladas de la producción mundial de la acuicultura, previsto según la tendencia actual, sólo cubrirá entre el 40%-67% del incremento de la demanda prevista, dejando una demanda no cubierta de entre 16-28 toneladas a principios de la década del 2020. 
  4. De esta demanda no cubierta el 55% corresponderá a demanda insatisfecha de crustáceos y el 45% a demanda no satisfecha de pescado. 
  5. Si hasta el momento la producción de la acuicultura ha subido un promedio del 4,5% anual en la presente década, en lo que queda de esta década y principios de la siguiente debería incrementarse anualmente entre un 6,9% y un 9,9% 
  6. La demanda podrá ser satisfecha para entre 17 y 24 países, pero no podrá cubrirse para entre 163-170 países. 
  7. Si la demanda no es cubierta por la producción de acuicultura el incremento de precios para eliminar la demanda está asegurado, en el caso de que se mantengan las actuales producciones de la pesquería de captura.

Se puede decir más alto pero no más claro. HAMBRE!!

Pero la omisión sobre el problema alimentario no sólo aplica al tema de la extracción insostenible de los recursos pesqueros que, al fin y al cabo, en términos mundiales sólo representa la garantía de subsistencia para el 8% de la población mundial.

El principal problema es la pérdida o degradación de suelos fértiles.

Este es un aspecto que, a menudo, pasa más desapercibido que el tema de las pesquerías. Mal que nos pese, la base de la agricultura, es una pequeñísima fracción de la litosfera terrestre, a lo sumo los primeros 10 metros la superficie terrestre, de los que tan sólo el 12% de se considera que puede ser cultivable.

Una rama poco conocida de la Geología es la Edafología que se dedica precisamente a la clasificación y estudio de la dinámica y ciclos de materia-energía, dentro de la primera franja de entre 1 y 10 metros de la litosfera terrestre.

https://sites.google.com/site/recursosueloi/assignments/unidad-iv-dinamica-de-los-componentes-del-suelo/Microorganismo.gif?attredirects=0

En la imagen adjunta se observan diferentes tipos de suelos, según su grado de evolución o madurez. Como cualquiera entenderá tan sólo viendo la imagen, la agricultura moderna depende básicamente de los suelos maduros y su formación no es inmediata sino que precisa de muchos siglos para conseguir un espesor mínimo para permitir la mayoría de cultivos productivos.

Ese primer factor ya nos debe alertar sobre el error de considera a los suelos como un recurso renovable.

Una vez tenemos un suelo maduro, para garantizar su fertilidad, que es el indicador de su potencial de producción agrícola, necesitamos que se cumplan una serie de condiciones, entre ellas:

  • Profundidad suficiente para permitir el buen desarrollo de raíces 
  • Contenido de nutrientes necesarios para sustentar las plantas 
  • Capacidad de retención y absorción de agua. 
  • Aireación 
  • Inexistencia de sustancias tóxicas. 
  • La persistencia del suelo…

Ya hemos visto que el primer condicionante es la profundidad del suelo, que a partir de una roca madre y por el efecto combinado de agentes meteorológicos (temperaturas, agua, viento, etc) y de organismos vivos (plantas y animales) puede ir creciendo a un ritmo medio de 1 cm por siglo en buenas condiciones.

Con sólo mirar el gráfico también vemos que los suelos más maduros son aquellos que tienen una vegetación abundante y de todos los estratos: hierbas, arbustos y árboles. Evidentemente esta estratificación de la vegetación choca frontalmente con los actuales modelos de cultivo de la agricultura industrializada. El suelo no se mantiene y resiste a la erosión por algún tipo de fuerza natural, sino por la vegetación que lo cubre, que atenúa el impacto de la lluvia, los contrastes térmicos y la fuerza del viento, manteniéndolo e incrementándolos mediante las raíces y la caída de follaje que se incorpora como humus al suelo. Reducir cada uno de los estratos, para dejar un solo tipo de vegetación, el monocultivo, disminuye el aporte de materia orgánica y la densidad de raíces que ayudan a fijar el suelo, así como la actividad de microorganismos, insectos e invertebrados que también le dan fertilidad, porosidad y estructura haciendo que sea más fácil de erosionar.

El primer paso erróneo realizado por el hombre es la destrucción de bosques para transformarlos en extensiones de labranza cada vez mayores y más expuestas, el segundo es el arado inapropiado e innecesario y el tercero es el sobrepastoreo con pisoteo excesivo del ganado sobre una franja limitada de terreno.

A partir de estos primeros pasos erróneos el hombre ha ido ideando algunas estrategias que se han demostrado positivas y otras negativas.

Entre las negativas las más recientes y con un mayor impacto están: la deforestación y el uso creciente de nutrientes artificiales y pesticidas.

(Fuente: GLO - Global Land Outlook, 2017, UN https://www2.unccd.int/actions/global-land-outlook-glo)


Como se puede ver en el gráfico adjunto, el descenso de las tierras silvestres, que son las que generan nuevo suelos maduros, ha ido en claro retroceso desde la aparición de la agricultura, pero si bien inicialmente esa reducción generó nuevas tierras cultivables, el retroceso realizado en la transformación a la agricultura industrial, a partir de 1750, no ha generado principalmente nuevas tierras agrícolas, sino nuevas extensiones de terreno para explotaciones ganaderas, que, como hemos visto, actúan como factor negativo sobre los suelos fértiles.

Lejos de interpretar correctamente la disminución de la productividad y la aparición de plagas como un indicador o alarma de que no estábamos realizado unas prácticas agrícolas correctas, se ha optado por aplicar la típica medicina paliativa occidental, que se centra en atenuar o corregir los síntomas sin analizar el origen de los mismos.

Veíamos que un factor de control clave para el desarrollo de un suelo fértil es el contenido de nutrientes y, asociado al mismo, la inexistencia de sustancias tóxicas que los contaminen. Estos factores juegan un papel fundamental en el progresivo deterioramiento de la productividad detectado en los últimos años en las tierras de cultivo tradicionales. En el pasado esta degradación se intentaba subsanar de diferentes formas: dejando descansar la tierra un año, cultivando variedades que aportaban nutrientes de forma natural y/o añadiendo materia orgánica natural en descomposición. Estas tácticas utilizadas durante siglos, daban sus frutos y ayudaban a mantener una producción sostenible, aunque limitada.

Con la llegada de la industrialización de la agricultura se ha forzado a este sector asegurar al máximo su producción e incrementarla siempre que ha sido posible, y para hacerlo posible las soluciones del hombre moderno han sido, como parece que son la norma de las decisiones de la civilización globalizadora, pan para hoy y hambre para mañana. Las soluciones aportadas han:

  • generado una agricultura totalmente dependiente de abonos naturales de explotación industrial (Ej. fosfatos norteafricanos) con sus limitaciones naturales en la producción asociadas a cualquier explotación minera o artificiales de origen fósil (Ej. nitratos obtenidos del Gas Natural) vinculados a explotaciones no sostenibles de recursos energéticos menguantes. 
  • utilizado pesticidas de forma masiva, que en algunos casos han tenido que ser retirados (Ej. DDT), que o bien han derivado en la aparición de nuevas plagas, o bien, han producido la contaminación de los alimentos producidos. 
  • limitado la producción a un reducido número de variedades infértiles patentadas que además de incrementar el riesgo de que cualquier plaga afecte a un volumen mayor de la producción mundial, ligan al agricultor a un proveedor industrial. 
  • incrementando el abandono de tierras recientemente deforestadas en cuanto disminuyen su productividad siempre que existe la posibilidad cercana de deforestar nuevas tierras, aprovechando sin escrúpulos los suelos maduros tropicales y dejando tras de sí tierra irrecuperable durante siglos. 
  • Roto todos los ciclos necesarios del suelo, el del fósforo, el nitrógeno, el potasio, que antes se cerraban con los restos de materia orgánica que se devolvían a la tierra, y que ahora se tiran al mar o se dejan en vertederos, ya que da más negocio el parasitar todos los puntos necesarios del ciclo que permitir que se cierre de forma natural.
Cada decisión tomada en pos del incremento ilimitado de las producciones agrícolas, ha ido incrementando los riesgos de padecer un descenso abrupto de las producciones agrícolas por: reducción de abonos, aparición de plagas, falta de tierras o falta de diversidad.

La agricultura industrial moderna ha roto con los ciclos naturales de regeneración (Ej. ruptura del ciclo del fósforo y del nitrógeno) llegando a una situación que hace inviable volver a una agricultura regenerativa o ecológica que pudiera mantener los volúmenes de producción actuales de forma sostenible. Parece ser que la implantación de una agricultura diversa y sostenible además de tardar un tiempo considerable en recuperar los campos de cultivo actuales, sólo podría tener unos niveles de producción sostenibles bastante inferiores a los actuales.

La agricultura ecológica ya empieza a tener un poco de tradición en los países occidentales, e incluso es promocionada internamente, tan sólo representa el 1% de la producción a nivel mundial y a precios altos, sólo al alcance de las élites occidentales. Si bien la sociedad occidental ha planteado objeciones claras al uso de pesticidas y transgénicos, en ningún caso se ha planteado una objeción clara a la falta de sostenibilidad de las prácticas actuales en la agricultura.

La agricultura ecológica lo que sí ha mostrado son los otros perjuicios asociados la agricultura industrial, al mostrar el camino para la recuperación de los suelos a través de prácticas tradicionales y sencillas que mejoran factores como la capacidad de absorción y retención del agua, su aireación. … y que, como hemos visto, también determinaran finalmente la persistencia del suelo fértil.

Al contrario que la generación de un suelo maduro y fértil, la degradación de un suelo fértil es un proceso muy rápido. Ya sea por cambios climáticos o antrópicos (sequía, temperaturas extremas, pérdida de nutrientes, salinización, contaminación. …) el suelo puede perder parcial o totalmente su fertilidad, reduciendo o eliminando la vegetación y sin vegetación que proteja el suelo este se erosiona rápidamente, en unos pocos años, por los agentes meteorológicos (agua y viento principalmente).

Por tanto, además de tratarse de un recurso finito, con un ciclo de renovación largo, su degradación puede ser muy rápida.

Pero aún existe un aspecto peor, la pérdida de suelos por erosión.

Los suelos fértiles NO son un recurso infinito ni renovable si no se hace un uso sostenible del mismo, como explican en el reciente informe “An assessment of the global impact of 21st century land use change on soil erosion; y el principal problema, como explica el informe, no es el uso de fertilizantes sino la pérdida de suelo por erosión que la modelización realizada en este estudio evalúa en 36 mil millones de toneladas métricas de suelo fértil por año en todo el mundo, con una tendencia creciente (con un crecimiento en 2012 del 2,5%).

En su primera edición el Global Land Outlook (2017) la estimación de las pérdidas por erosión son ligeramente menores, cifrada en 24 mil millones de toneladas métricas.
Para hacernos un relativa idea, de la superficie que significan estas cifras y tomando como referencia el peso específico promedio de la superficie terrestre (2,72 toneladas por m3 tomando el valor alto), estaríamos hablando de entre 9 y 13 mil millones de m3 de tierra.  Como hemos indicado anteriormente un suelo fértil tiene un espesor mínimo de 1 metro y máximo de 10 metros, por lo que estaríamos hablando de una superficie global de como máximo de 13 millones de Km2 y de como mínimo en torno a los 900.000 Km2.

Para que se hagan una idea, como poco (suelos de 10 metros de profundidad) estamos hablando de perder por erosión anualmente aproximadamente dos veces la superficie de la península ibérica en suelos productivos en todo el planeta.

En el GLO se muestra de forma clara el importante cambio de uso de los suelos realizado desde principios del siglo pasado:



Este mismo estudio acaba indicando que en los últimos 40 años (1975-2015) 1/3 de las tierras cultivables de la Tierra han sido degradadas de forma severa. Y dejando claro que “Las tasas estimadas de erosión del suelo en tierras de cultivo o de pastoreo
intensivo son de 100 a 1000 veces más altas que las tasas de erosión natural y mucho más altas que las tasas de formación de suelos.”

Dejando claro que el modelo actual de explotaciones agrícolas y ganaderas no es “sostenible” aunque el suelo sea un recurso renovable.

Un punto importante al que hace referencia el mismo informe es que el 45% del suelo agrícola mundial se encuentra en regiones secas de Asia y África que producen alrededor del 60% de la producción mundial. Es importante tener este punto en mente y revisar lo que representa realmente el cambio climático y la escasez de agua potable que veíamos en el anterior apartado, el agua, pues ambos temas están profundamente interrelacionados, la pérdida de suelos también afecta a la generación y acumulación de aguas subterráneas. En definitiva de los que estamos hablando es de la alteración de la capa biológica (fundamentalmente vegetal) que cubre la superficie del planeta, y lo que supone su pérdida para el clima, la disponibilidad de recursos básicos para mantenernos con vida, alimentos y agua.
Sobre este tema recomiendo la lectura del Global Land Outlook (GLO) de la Convention to Combat Desertification of United Nations (UNCCD) cuya primera edición se presentó el año pasado. En especial vale la pena hacer una lectura de los capítulos 7, Seguridad alimentaria y Agricultura,  8, Recursos Hídricos, y 9, Biodiversidad y suelos.

Lo que es importante tener claro respecto de esta problemática es que no va sólo, y simplemente, de problemas de abastecimiento alimentario. Es necesario tener claro que los efectos desencadenados por una hambruna son utilizados actualmente con intereses geoestratégico (Ej. Sudan, Siria,…), y así van a ser utilizados en el futuro, desencadenando conflictos sociales que pretenden exterminar y/o subyugar a poblaciones enteras, diezmándolas hasta el límite mediante el Hambre, seguido de la Guerra, a las que seguirá la Peste y acabará con la Bestialidad, la destrucción de todo atisbo de humanidad, sociedad y/o civilización, allí donde actúen. Aquí lo que se pretende ocultar es una de las herramientas para un genocidio planificado con los 4 jinetes del apocalipsis cabalgando a sus anchas.

En este blog y en el foro asociado estamos muy focalizados con todas las problemáticas derivadas del pico de extracción de fuentes de energía fósiles porque es un factor clave en nuestra actual civilización. Independientemente de las posiciones de cada cual, tecno optimistas o madmaxistas, un punto de consenso que podría ser general es que la disponibilidad de energía afecta de forma fundamental al tipo de sociedad y civilización humana que se puede desarrollar en un lugar y momento de la historia, y en su evolución posterior.
Pero un punto de consenso al que debería llegar y dejar asentado de forma definitiva es que la problemática planteada en el anterior apartado, recursos hídricos (el agua), y en este apartado, recursos alimentarios (peces, granos, frutas, verduras, carne, huevos,…), que también están muy vinculados a la disponibilidad de excedentes energéticos, afecta de forma fundamental y directa a algo más básico que el desarrollo y la evolución de una civilización, afecta a la supervivencia de nuestra especie.

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