viernes, 28 de marzo de 2025

La amenaza fantasma

 

Queridos lectores:

Un fantasma recorre Europa. Después de décadas de placidez (o al menos así la han descrito los medios), hemos entrado en un estado de pánico, espantados (según nos cuentan) por una inminente invasión desde Rusia - importando a estas tierras aquella máxima atribuida apócrifamente a Kissinger, "El pueblo americano tiene solo dos estados: autocomplacencia y pánico". Desde Bruselas se exhorta a los ciudadanos de la UE a preparar un "kit de emergencia" para sobrevivir 72 horas delante de riesgos de lo más variado, pero entre los que se enumera el de la guerra. Entretanto, Europa lanza su nuevo programa de defensa, denominado "ReARM Europe" (siguiendo con esa práctica, cara a las instancias europeas, de enumerar sus planes en imperativo porque, supongo, lo ven más interpelativo - una colega siempre hace comentarios jocosos sobre esta práctica: "levántate", "dúchate", "desayuna"..., como una madre en día de colegio). En España, el presidente Pedro Sánchez anuncia que el presupuesto de defensa subirá hasta el 2% del PIB (lo cual, teniendo en cuenta que los Presupuestos Generales del Estado (PGE) español son aproximadamente la cuarta parte del PIB, quiere decir que supondrá el 8% de los PGE), y eso lo hará, según él dice, sin afectar a las otras partidas presupuestarias (cosa que todos sabemos que es mentira, pero es igual, seguimos como si tal cosa). Europa quiere avanzar rápidamente al rearmamento porque, según parece, las tropas rusas ya asoman por Helsinki, Praga, Budapest y Varsovia. Hay prisa, prisa, prisa... ¿No ven el riesgo existencial para Europa?

Obviamente, no existe tal cosa como la amenaza rusa. Rusia no se va a lanzar a conquista de Europa y arriesgarse a desencadenar una respuesta de los Estados Unidos. Además, dos países europeos poseen armas nucleares (Francia y el Reino Unido), lo cual es un riesgo excesivo. Y para acabar, hay un problema meramente de aritmética poblacional: aunque el territorio ruso es enorme, Rusia posee solo 140 millones de habitantes, mientras la UE son 450 millones. De hecho, para Rusia ya sería un reto logístico intentar ocupar permanentemente Ucrania, con sus casi 40 millones de habitantes - y es que es muy diferente defenderte en tu territorio que ocupar uno ajeno.

Eso no quiere decir que Rusia sea un corderito, pero obviamente el escenario que se nos plantea no tiene ningún viso, en absoluto, de realidad. Un enfrentamiento con Rusia sería para los eslavos agotador y costosísimo, incluso si no contemplara la ocupación del territorio. Y, total, ¿para qué querría hacer eso Rusia? Europa es, aún hoy tras las quiméricas sanciones europeas, su principal comprador de materias primas. Y hay no pocas personas, no solo en Moscú sino en Frankfurt y en París, que están deseando que las conversaciones entre Putin y Trump sobre Ucrania lleguen a buen puerto (sin contar con la opinión de los ucranianos, por cierto) para reestrablecer el flujo de materias primas a buen precio a los que Rusia nos tenía acostumbrados.

No. El movimiento rearmamentísitico y militarista europeo tiene otro objetivo y otra razón, y hay que entenderlo en el contexto del resto de decretos y directivas que están firmándose en Bruselas en las últimas semanas, como una desesperada respuesta a los cambios geopolíticos telúricos que ha supuesto el Segundo Advenimiento de Trump. Ya comentamos en el post anterior sobre la legislación Ómnibus y sus consecuencias en el plano ambiental. Pero la máquina legislativa europea no se detiene, y así hace unos días nos enteramos de que la UE ha calificado como estratégicos, y por tanto subvencionables, 47 proyectos para la extracción de materiales críticos, 7 de ellos en España (liderados por grandes empresas, muchas con pleitos en materia medioambiental). Estamos hablando, en la mayoría de los casos, de depósitos de escaso tamaño y por tanto de potencial producción, o bien muy dañinos ambientalmente. Si Europa se lanza a acelerar estos proyectos es porque percibe una necesidad desesperada de acelerar. Y es que la crisis energética y de recursos avanza inexorablemente. Mientras algunos necios se entretienen en discutir sobre los galgos y podencos de cuándo será el peak oil, dando entender que "nunca", los CEOs de las principales compañías que explotan el fracking en los EE.UU. (lo único que mantiene la producción mínimamente estable, aunque por debajo de los niveles de 2018) tienen claro que el peak oil es "ahora". En este momento, en Colombia y en Bolivia la situación es bastante complicada (por decirlo de manera suave) por la falta de diésel, un problema que se va extendiendo a toda Latinoamérica y a África (con Nigeria, principal proveedor de petróleo de España) a la cabeza. Lo único que mantiene a Europa protegida de la escasez de diésel es la fuerte recesión industrial alemana, pero eso no durará para siempre - ni tampoco es deseable para nadie. Al tiempo, los problemas que su escasez están originando en zonas críticas para el suministro de ciertos materiales auguran que los problemas de la cadena de suministros de hace unos años podrían ser una broma por comparación con lo que se viene ahora

Europa necesita energía, necesita materiales, y los necesita ya. La tan cacareada transición renovable, el REI, ha fracasado y se está hundiendo, y Europa no dispone de grandes recursos naturales. ¿De dónde sacaremos la energía que necesitamos? La respuesta la podemos encontrar en la primera de las tres preguntas que formulamos hace 9 años

Europa va a invadir el Norte de África.  

O, al menos, ésta es la intención no confesada de nuestros líderes (y aplaudida por empresas como Volkswagen, que ve no solo materia prima barata sino la posibilidad de reconvertirse a la industria militar). Es para eso que quieren las armas, es para eso que quieren militarizar las conciencias, es para eso que necesitan acallar los discursos críticos hasta que ya sea demasiado tarde.

Hablamos de defensa y de rearmamento, pero es un ejemplo claro de doble lenguaje al estilo de 1984, la novela  (en su momento de crítica contemporánea pero cada vez más anticipatoria) de George Orwell. En realidad hablamos de agresión y de preparación para la guerra.

Ni que decir tiene que la propuesta es profundamente inmoral. Europa, en vez de seguir por una vez en su Historia un camino de evolución y trascendencia, quiere volver a escoger lo peor de su pasado - del cual nunca se desentendió, como demuestran tantos episodios vergonzantes en África en las últimas décadas. Pero esta vez las cosas van a ser probablemente muy diferentes.

Europa no puede conseguir la sociedad guerrera que nuestros líderes quieren, al menos no en unas cuantas décadas - pero no tienen décadas para esperar. No tenemos capacidad técnica ni experiencia, ni nuestros jóvenes tienen ese patrioterismo chovinista propio de otros lares que les hacen prácticamente desear morir por la patria. Peor aún, los pocos sentimientos colectivos que podrían ir en una dirección parecida son de corte nacionalista, y para nada paneuropeo: yo no veo a un español, un italiano, un griego o un húngaro yendo a morir "por Europa". De hecho, creo que tampoco encontraríamos en esa trinchera alemanes ni franceses...

Pero es que Europa es un continente, hoy en día, avejentado y sin recursos, y con una juventud desencantada y profundamente enfadada porque la gente de mi generación les ha robado el futuro. ¿Qué alternativas de vida se les está dando a la gente que tiene ahora menos de 30 años - o quizá 40 años?

Por otro lado, los procedimientos profundamente burocráticos que son moneda común en el hacer de la Unión Europea implican que se gastarán muchísimos recursos en informes, evaluaciones, reuniones, etc completamente inútiles pero de los que en modo alguno van a prescindir porque son los que la casta gerencial europea usa para enriquecerse, aparte de para justificar su existencia. Es decir, la manera de funcionar de Europa garantiza la ineficacia absoluta de este esfuerzo bélico.

En realidad, el esfuerzo de guerra, con los 800.000 millones de euros comprometidos para ello, pueden suponer tal sobreesfuerzo y tales pérdidas en el ya relativamente tenue estado del bienestar que Europa podría llegar a implosionar, a colapsar socialmente, como aquellas personas ya de cierta edad que se empeñan en hacer esfuerzos que décadas atrás podían hacer con sencillez y que hoy en día les podrían matar. Es algo repetido en la Historia de la Humanidad: grandes imperios que, en una época de profunda crisis, deciden intentar recuperar la gloria militar del pasado y sucumben ante el peso del gasto militar y la acumulación de problemas internos.

En realidad, deberíamos estar pensando en cosas radicalmente diferentes. En la recuperación de tecnologías humildes, en la relocalización de la actividad, en la regeneración y en la renaturalización, y en la consolidación de la comunidad como unidad de base social. Sobre esto último, es significativo el llamamiento para que los ciudadanos dispongan de su "kit de supervivencia individual de 72 horas". ¿Y por qué 3 días y no 7, o dos semanas? En realidad, dada la complejidad de los riesgos que realmente nos amenazan - que son principalmente ambientales y climáticos - seguramente reforzar tu comunidad, tu grupo local, constituye una respuesta más segura, flexible, adaptable y resiliente. 

Acabo ya. Estamos en una línea roja. Una que no debemos cruzar por un imperativo ético, pero también lógico: la guerra tiene muy mala TRE.

Queridos lectores: éste es uno de esos momentos en los que uno no se puede permitir el lujo de mirar al otro lado. Es el momento de plantar el pie a tierra y decir clara y firmemente: No.

Yo no quiero que maten a mis hijos en una sucia trinchera en medio del desierto para intentar mantener la rueda de esta sociedad insostenible rodando tres o cuatro años más. ¿Y Vd.?


 

NO A LA GUERRA.

Salu2.

AMT

lunes, 10 de marzo de 2025

Abandonad toda esperanza

 

Queridos lectores:

Durante los últimas semanas, se han producido cambios de gran calado en el mundo, sobre todo a raíz de la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Desde su toma de posesión, el Sr. Trump se ha lanzado a una frenética actividad de firma de decretos que ponen patas arriba todo el estado norteamericano y por ende el mundo entero. Las medidas más impactantes han sido el despido masivo de trabajadores públicos en numerosas agencias estatales dando igual la importancia de la tarea que estuvieran desarrollando, la salida de los EE.UU. de organizaciones como la OMS o tratados internacionales como el Tratado de París, la fuerte disminución de la ayuda internacional americana y la aplicación de aranceles a la práctica mayoría de las naciones con las que los EE.UU. tienen actividad comercial.

Entre las múltiples áreas afectadas, están todas las relacionadas con la transición renovable. Particularmente, el Sr. Trump no tiene absolutamente ninguna fe en la capacidad de la Renovable Eléctrica Industrial (REI) para mantener la competitividad de la economía americana, y por el contrario se ha decidido a extraer todo el combustible fósil extraíble, y quemar todo lo quemable. En paralelo, la fuerte reducción de personal decidida para la NASA y la NOAA garantizan una pérdida de la capacidad de los EE.UU. no solo para seguir estudiando e intentar disminuir el impacto del Cambio Climático, sino que hasta su capacidad para hacer previsión meteorológica a corto plazo se va a ver afectada.

Hay una cierta tendencia a decir que el Sr. Trump es un loco o un extremista, y que no entiende lo que está haciendo; más aún, que todo lo que está haciendo acabará volviéndosele en contra. Por el contrario, yo creo que Donald Trump entiende bastante bien lo que hace y, peor aún, aunque sea inmoral sus acciones tienen una lógica que pueden proporcionarle un beneficio a corto plazo (aunque a largo plazo nos condene a todos).

Ya hemos hablado aquí con frecuencia de por qué el modelo REI no funciona, al menos no a la escala que se pretende implantar. Yo no creo que Donald Trump haya hecho un análisis tan detallado, pero seguro que sabe - porque es muy evidente - que la producción de energía renovable no es económicamente competitiva, ni probablemente lo será nunca, con respecto a los combustibles fósiles. Pero los miembros de la administración Trump no son unos ceporros que no sean conscientes de lo que implica la quema de combustibles fósiles; por ejemplo, el propio Elon Musk afirmaba en 2016 que "el Cambio Climático es el mayor riesgo que afronta la Humanidad en este siglo". Entonces, ¿cómo puede ser que Musk esté ahora aceptando que se recorten los subsidios a la instalación de nuevos puntos de carga, lo que va en contra de los intereses de su empresa Tesla? La clave es simple: a estas alturas, ya saben que no hay futuro en el REI. El REI fue una apuesta por una revolución tecnológica pero ha resultado fallida. Y el nuevo gobierno de los EE.UU. está pasando página. El propio Musk está pasando página: sabe que Tesla será una compañía de vehículos para ricos con una producción limitada. Del mismo modo que saben que en un futuro nada lejano la mayoría de la población no poseerá coche propio...

Pero eso no quiere decir que el gobierno de los EE.UU. no se dé cuenta de que el Cambio Climático es un riesgo existencial. Su apuesta, al final, es muy sencilla. Los EE.UU. tienen una cantidad considerable de recursos en su propio territorio, y una población seriamente amenazada por la pobreza: aunque la estadística oficial dice que solo el 11% de los estadounidenses viven por debajo de la línea de la pobreza, alrededor del 40% no pueden hacer frente a un gasto imprevisto. El gran problema para una gran parte de la población con poca o nula cualificación es la deslocalización de las fábricas que se viene verificando en las últimas décadas. Ergo, lo que interesa es relocalizar la producción. Para ello, EE.UU. se ha embarcado en un proceso de poco disimulado de desmantelamiento del sistema de comercio mundial, imponiendo aranceles de manera masiva. De esa manera, consigue que las fábricas vuelvan a los EE.UU. y consigue un empobrecimiento generalizado de todo el mundo (también en su país al principio), con lo que las emisiones globales de CO2 disminuyen. EE.UU. contaminará más, pero los demás contaminarán menos, y al final compensarán por los excesos del país del dólar. Hasta los recortes masivos del gasto estatal tienen perfecto sentido en este plan: al fin y al cabo, la apuesta energética de los EE.UU. implica explotar fuentes con baja Tasa de Retorno Energético (TRE), y por tanto en la situación de la tercera de mis famosas tres preguntas. Solo sacrificando partes del Estado del Bienestar se pueden explotar estas fuentes, cosa que en Argentina están experimentando con intensidad (lo cual será tema de un próximo post).

Hay, por supuesto, numerosas objeciones no solo morales sino también técnicas a este plan, y es dudoso que pueda funcionar en el largo plazo por las cuestiones que se han discutido a lo largo y ancho de esta bitácora - mayormente, la creciente escasez de recursos y particularmente de los combustibles fósiles. Pero no se puede negar que el plan tiene su lógica, e inclusive es probable que en el corto plazo pueda surtir los resultados deseados por sus promotores. El mensaje del "Make America Great Again" vendría por tanto a ser: "Dado que no se va a poder implantar el REI, que al menos nosotros podamos prosperar (por un tiempo) mientras vosotros os sumís en la miseria".

Quien ha quedado muy mal colocada en este nuevo escenario es la UE. Sin recursos, con una población avejentada y con una desindustrialización galopante, Europa se enfrenta a una nueva situación en la que el "amigo americano" nos ha dicho que nos apañemos por nuestra cuenta y que cada palo aguante su vela (de paso, que si queremos defender Ucrania, que nos encarguemos nosotros solitos). Da toda la impresión de que EE.UU. está soltando lastre con Europa. A fin de cuentas, es lógico: Europa no tiene recursos que aportar, y sí que tiene un gran nivel de consumo que a los EE.UU. no le reporta ningún beneficio. Así que para los EE.UU., de una manera cínica, lo mejor es dejar que Europa se vaya empobreciendo.

Delante de este panorama, y con la crítica situación industrial de Alemania (caída del 20% de la industria de 2020 a 2024, después de haber caído un 20% desde principios de siglo hasta 2020), a la UE no le ha quedado más remedio que reaccionar a la desesperada para intentar recuperar competitividad. En enero se aprobó la denominada "Brújula de la Competitividad", que teóricamente mantiene la descarbonización en el centro de las políticas, pero que al tiempo apuesta por la "simplificación administrativa" para facilitar la competitividad económica. Ya después de las elecciones de Alemania (con el miedo de ayudar a la ultraderecha si la reculada en el frente renovable se evidenciaba antes de tiempo), la nueva regulación Ómnibus - en particular la simplificación administrativa - conlleva una reducción de la exigencia en materia ambiental y de respeto a los derechos humanos. Se anuncian también moratorias para el destierro final de los coches con motor de combustión interna, mientras las compañías europeas siguen manteniendo el coche eléctrico en el congelador y algunas, como Stellantis, apuestan para simplificarse (eliminando marcas) para sobrevivir.

Europa está desubicada, hace ya tiempo que lo está, pero el mundo no va a esperar a que la UE reevalúe su posición en el mundo y decida la nueva dirección que quiera tomar. Los grandes fondos de inversión se están retirando aceleradamente de la inversión verde, y hasta el fondo Kanou Capital LLP, que hace un año promovía inversiones 100% verdes, considera que el mercado está muerto "por ahora". Éstos y otros indicios indican que estamos llegando al final de la primera burbuja renovable, es decir, al final de la apuesta por el REI. Mientras se mantengan los fondos NextGeneration seguirán tirando adelante algunos proyectos, y de tanto en tanto veremos planes de rescate encubiertos (como los 1.200 millones de euros anunciados por el presidente Pedro Sánchez para el cada vez más arrinconado hidrógeno verde), pero cada vez habrá menos fuelle. Ciertamente nunca se reconocerá que el REI fue un fracaso, pero progresivamente se irá hablando menos de él, poniendo de vez en cuando excusas de acuerdo con la coyuntura para justificar por qué no acaba de tomar impulso, hasta que por fin dentro de 5 ó 10 años se reconocerá por primera vez que no era viable - no a la escala que se pretendía.

No espero que los (no tan numerosos pero sí bastante ruidosos) adalides del industrialismo reconozcan jamás que se equivocaron. No espero que aquellos que defendieron y promovieron desde instancias públicas la falacia del Green New Deal asuman la responsabilidad por los dineros públicos malgastados y, sobre todo, por el coste de oportunidad de poner tanto empeño en un camino errado, destructivo y colonizador. Sé que durante un tiempo negarán que esto está pasando, que el Green New Deal se va por el desagüe de la historia, que los macroparques renovables no valen para nada, que el REI ha muerto, que no habrá ni coches eléctricos a mansalva ni hidrógeno verde hasta en la sopa; y cuanto más evidente sea el final de esta burbuja, más lo negarán. En su crispada exasperación, espero que más que nunca nos señalen a aquéllos que alertamos de todas las contradicciones técnicas de estos proyectos, que nos acusen a los que pusimos sobre la mesa su inviabilidad energética, económica y ecológica. Llegarán a decir, estoy seguro, de que todo esto es culpa nuestra. Cualquier cosa antes de aceptar que en realidad ha sido ellos y solo ellos la causa de este fracaso estrepitoso, cuya onda expansiva va a perjudicar al ambientalismo durante muchos años. Porque, por desgracia, es más que previsible que, en una Europa dominada por el discurso del populismo, se aprovechará el fracaso de estas políticas verdes (en realidad, industrialistas) para decir que el Cambio Climático y el resto de problemas ambientales son falsos, y fruto de una conspiración de izquierdosos camuflados. Cuando, por desgracia, la crisis ambiental no solo es real, sino que está llegando a un estado crítico

Vendrá entonces el llanto y el rechinar de dientes. Y nos tocará a todos los que estamos intentando concienciar de los problemas ambientales hacer nuestro descenso al infierno social. Malos tiempos para la lucha contra el Cambio Climático, algo que sinceramente me desazona, viendo la gravedad de la situación actual, viendo cómo podemos descender a un infierno literal por culpa de la codicia y el ego de unos pocos. "Abandonad toda esperanza, los que entréis aquí".

Mientras tanto, la rueda de la Historia sigue dando vueltas, ajena a nuestras pequeñas y mezquinas disputas. La reunión entre Trump y Putin para discutir el final de la guerra en Ucrania (sin contar con la propia Ucrania, no digamos ya con la UE) ha dejado claro que entramos en una nueva fase del declive de nuestra civilización, que estamos ya en los primeros compases de la partida final del descenso energético. Mientras que en América Latina y partes de África se empieza a hacer evidente que falta diésel (espero sacar pronto la última edición de nuestra serie "El pico del diésel") y los apagones se multiplican, EE.UU. y Rusia se están repartiendo sus áreas de influencia en un mundo donde habrá menos recursos y solo unos pocos actores tendrán acceso a ellos. 

¿Dónde deja eso a Europa? En realidad, en una exclusión que muchos otros países llevan décadas sufriendo pero que la engreída Europa cree no merecer. Delante de estos retos, la respuesta de la UE es una absurda y autodestructiva militarización, blandiendo la amenaza fantasma de una posible invasión rusa. Pero es éste un tema demasiado extenso y por eso lo discutiremos en el próximo post.

Salu2.

AMT