miércoles, 4 de septiembre de 2024

Una propuesta modesta y radical


Escrito en vísperas* de la catástrofe que devastará el aeropuerto de El Prat de Llobregat.

Antes de que una tempestad destruya el aeropuerto de Barcelona, querría modestamente hacer una propuesta. Una propuesta que de buen seguro será considerada radical, pero que sin embargo veo absolutamente necesaria.

No reconstruirlo.

Justo en estos días que precisamente se está hablando de ampliar el aeropuerto de El Prat, creo que deberíamos hablar de, al contrario, abandonarlo. O más bien, renaturalizarlo.

En primer lugar, porque no tiene sentido reconstruir el aeropuerto de El Prat. Sería tirar millones de euros en un gasto inútil, doblemente inútil, porque la naturaleza lo volverá a destruir al cabo de pocos años, y porque, debido a la escasez de recursos, en no tanto tiempo (años, quizá unas pocas décadas) el aeropuerto acabará siendo un símbolo abandonado de otro tiempo.

Dirán que no podemos hacer tal barbaridad, porque eso es sacrificar el crecimiento económico. Que el deber del Gobierno de España y del Govern de la Generalitat es velar por la buena salud económica de Barcelona y de Cataluña (y por ende de España).

Pero, ¿es correcto ese planteamiento?

¿Qué sentido tiene en plena Emergencia Climática el seguir apostando por un aeropuerto que solo sirve, con sus abusivas emisiones, para agravarla?

¿Qué sentido tiene intentar mantenerlo,  cuando este aeropuerto, por la subida del nivel del mar y la recurrencia de tempestades, está de todas maneras condenado?

¿Qué sentido tiene en un planeta que ha sobrepasados 6 de sus límites planetarios, marcados por sus límites biofísicos, seguir apostando por el crecimiento?

¿Qué sentido tiene en medio de una crisis energética que no acabará nunca seguir desperdiciando vitales recursos en una empresa inútil, en una industria suntuaria, en un lujo que no podremos mantener?

Señores y señoras del Gobierno y del Govern: cuando suceda lo inevitable, hagan lo razonable y no reconstruyan el aeropuerto de El Prat. Al contrario: renaturalicen esa zona, para minimizar la erosión de los futuros temporales, para conseguir que ese área sea más resiliente al Cambio Climático.

Ese gesto valiente, aceptar lo inevitable y no luchar por lo perdido, nos llevará a abordar otras cuestiones que también requieren una discusión urgente. Como, por ejemplo, qué modelo económico deberíamos tener en el futuro para hacer frente a los retos de sostenibilidad enunciados. Por ejemplo, qué hacer con el turismo.

 

*: "Vísperas" no quiere decir hoy ni mañana, ni probablemente este año o el que viene. Pero es algo que con gran probabilidad acabará sucediendo, en algún momento de las próximas décadas. Y quizá éste es un debate que convendría tener antes de que esto pase, para evitar que hagamos lo que hacemos siempre, tirar arena para que se la lleve el mar (como en la regeneración de las playas tras los temporales).

domingo, 1 de septiembre de 2024

Inventario de la crisis global: agosto de 2024

 

Queridos lectores:

Como habrán podido comprobar, llevo más de dos meses sin escribir en este blog. Estuve ocupado con la escritura de mi nuevo libro, El futuro de Europa, hasta mediados de julio, y después en acabar el papeleo de diversas convocatorias y otras zarandajas, más una semana de vacaciones a principios de agosto. Desde entonces, voy trabajando en temas pendientes y entre eso, y algunos cambios importantes en mi vida familiar, no me ha quedado mucho tiempo libre para seguir escribiendo. Ahora que las cosas están un poco más calmadas quería aprovechar para ir retomando el ritmo de publicación, pero antes de empezar me ha parecido importante hacer un post de resumen analizando dónde estamos en este momento.

Desde el punto de vista ambiental, es notorio que las cosas no van demasiado bien. La persistencia de una dorsal ártica (asociada a la ralentización de la corriente de chorro polar que ya hace años comentábamos) ha permitido que en España este verano no haya sido especialmente caluroso si lo comparamos con los últimos años, algo parecido a lo que pasó en 2013. Sin embargo, en el resto de Europa ha sido un verano terrible, con temperaturas que han excedido los 50 grados en Grecia que obligaron a cerrar la Acrópolis algunos días y que favorecieron que la capital griega se viera asediada por los incendios a principios de agosto. Y, por supuesto, una sequía que vacía ríos y pantanos de Grecia hasta Italia, pasando por Hungría y otros países. Del otro lado del Mediterráneo, las olas de calor se han cobrado su peaje en centenares de muertos en Egipto, Sudán y Arabia Saudita, y yendo ya más lejos por ejemplo en la India. En el conjunto del planeta, tanto junio como julio y previsiblemente agosto se cuentan entre los meses más calurosos de la Historia de la Humanidad.


La temperatura global del planeta se mantiene en aproximadamente +1,6ºC por encima de los niveles preindustriales, sin que la finalización de El Niño 2023-2024 haya conseguido devolvernos a los niveles de temperatura previos. Y es que todo indica que en este momento, cada vez que sucede ese fenómeno planetario, en vez de equilibrar las temperaturas globales, como hacía antes, lo que tenemos es un nuevo escalón de ascenso. En este contexto también son especialmente alarmantes los récords de temperatura en el Hemisferio Sur, donde actualmente es invierno, con desviaciones de 10ºC sobre la media en Australia, o de 27ºC en la Antártida. Eso está llevando a que la extensión del hielo marino en el Océano Glacial Antártico sea muy inferior a la media de esta estación, solo superada por la de 2023, y eso que, como hemos dicho, estamos en el periodo invernal en ese hemisferio, que es cuando se forma el hielo.


Lo que es paradójico es que también se está en valores récord de anomalía negativa con respecto a la media en el Océano Ártico.

Esto es extraordinario, pues como norma general los dos hemisferios se comportan de manera opuesta, es decir, que cuando el hielo marino disminuye en un hemisferio se encuentra un exceso de hielo marino en el otro, y viceversa. Ese equilibrio energético entre ambos hemisferios parece haberse roto, y ahora en ambos nos encontramos bastante por debajo del nivel habitual para la época del año.

Pero el que quizá es el motivo más inmediato de preocupación y alarma es el extremo calentamiento de las capas superficiales del océano global, que está en niveles de récord desde el año pasado, desviándose brutalmente de la media instrumental.


La finalización de El Niño ha permitido una ligera mejora, pero aún estamos muy desviados de los valores observados durante los últimos 40 años. Algunas personas argumentan que la media instrumental de referencia en este caso es demasiado breve (solo 40 años, básicamente desde que hay satélites), pero no tienen en cuenta que el agua es mucho más densa y capaz de absorber calor que el aire, que los 3 primeros metros del océano tienen la misma capacidad calorífica que toda la atmósfera, y que por eso el océano superficial puede absorber varios centenares de veces más calor que la atmósfera. Cuesta más de calentar el mar, y por eso lo que está pasando en los últimos años, aunque la serie no sea tan larga como la de la temperatura del aire, es muy significativo. Si se fijan en las figuras de más arriba, verán que la temperatura promedio mundial del aire a nivel de la superficie terrestre varía mucho más a lo largo del año (unos 4ºC) de lo que hace la temperatura promedio mundial de la superficie del mar (unos 0,4ºC, unas 10 veces menos). La desviación de +1,6ºC del aire debida al Calentamiento Global, relativa a sus 4ºC de variación a lo largo de las estaciones del año, es comparativamente mucho menor que la desviación de +0,7ºC de la superficie del mar relativa a sus 0,4ºC de variación dentro del año. Es, de hecho, un indicio de que algo muy preocupante le está pasando al mar. Entre otras cosas, que está acumulando energía a un ritmo muy rápido, y que esa energía solo tiene una vía de salida: a través de las tempestades, que se están volviendo más violentas, con vientos extremos, mayores precipitaciones, grandes riadas, granizo de gran tamaño y frecuente generación de tornados.

Intentar hacer un censo de los eventos extremos que se han registrado durante este 2024 sería abrumador, dado su increíblemente grande número este año. Se trata mayoritariamente de eventos muy localizados en zonas concretas pero con un nivel de destrucción en muchos casos nunca visto, y en todos los casos completamente fuera de lo habitual. Llaman particularmente la atención las lluvias extremadamente torrenciales en lugares muy áridos como Arabia Saudita o Yemen, o como la que se anuncia para las próximas horas en una amplia franja del desierto del Sáhara (los 50 litros por metro cuadrado previstos pueden parecer una lluvia importante pero no algo extremo en nuestra latitud, pero en el Sáhara es más que la precipitación media anual). Lluvias torrenciales y las consecuentes riadas y a veces deslizamientos que han arrasado poblaciones se han visto con frecuencia por todo el mundo en lugares para nada habituados a este tipo de eventos. Ningún continente se salva de este tipo de anomalías, que van de China a Pakistán, de Sudán a Marruecos, de Italia a España, de Francia a Polonia, de México a los EE.UU., de Argentina a Chile... Japón acaba de recibir la visita del tifón Shashan, que ha descargado en algunas zonas hasta 1000 litros por metro cuadrado y causado numerosos estragos. Algo completamente inaudito. Por más que algunos se empeñen en argumentar lo contrario, la Crisis Climática está tomando cada vez más fuerza.

En el caso de España, la anomalía de temperatura del Mediterráneo (hasta 2ºC por encima de los niveles de 1982) garantiza que es cuestión de tiempo que una tormenta de gran magnitud cause estragos en alguna ciudad española. 


 

Simplemente es necesario que se produzca una configuración atmosférica adecuada, una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) de cierta intensidad que venga desde el este hacia la costa española. Una DANA no especialmente intensa causó graves destrozos en Es Mercadal, en Menorca, hace dos semanas. Estamos en tiempo de descuento para que algo así acabe pasando en una gran capital. Será quizá mañana, de aquí en un mes, de aquí en un año o de aquí en cinco, pero tarde o temprano acabará por pasar, mientras que de manera real y efectiva no hacemos nada ni para prevenirlo ni para mitigar sus posibles consecuencias. Lo único en lo que pensamos en ampliar las carreteras, el aeropuerto y poner casinos para atraer más turismo, mientras la fiesta dure. Es el único modelo que hay.

La preeminencia de la Crisis Climática podría hacer pensar que la Crisis Energética ha pasado a un segundo plano, pero no es así. Se informa poco y discontinuamente de cuál es la situación, pero lo cierto es que la Crisis Energética sigue su curso de deterioro, afectando preferencialmente a países periféricos de la gran metrópoli que es aún el Norte global, pero avanzando inexorablemente.

En lo que se refiere al petróleo, la producción global de crudo y condensado (lo que se puede convertir en combustible) continúa bastante estancada y unos 3 millones de barriles diarios (Mb/d) por debajo de los niveles de noviembre de 2018. Las revisiones que el Departamento de Energía de los EE.UU. hace a un año vista siguen dando por hecho que vamos a recuperar los niveles de 2018 de aquí en un año, pero lo cierto es que es poco creíble, teniendo en cuenta que llevamos escuchando esa cantinela ("en un año volvemos a los niveles de 2018") desde por lo menos 2022.

Imagen de Peak Oil Barrel, https://peakoilbarrel.com/april-non-opec-and-world-oil-production-drops-2/


Por supuesto que cuando se añade a la contabilidad de lo que se denomina "todos los líquidos del petróleo" la categoría de "líquidos del gas natural", que en su mayoría solo sirve para hacer plásticos, se obtiene que hemos recuperado los niveles de 2018. Publicidad engañosa para disimular la realidad en la que estamos. Y es que, al margen del precio del petróleo, el mundo está en una situación de penuria desde hace tiempo. Hace unos días, Art Berman mostraba un gráfico muy revelador: cuánto petróleo hay en almacenamiento flotante, es decir, en petroleros que no estén circulando.


Prácticamente no hay margen, no hay petróleo almacenado en los petroleros, todo lo disponible está en movimiento. No hay reservas ni capacidad de hacer frente a imprevistos. Las últimas veces que pasó esto fue en 2008, cuando el precio del barril se fue a casi 150$, y en 2022, cuando llegamos a los 132$. El precio del petróleo ha oscilado mucho en las últimas semanas, a veces al alza y a veces a la baja, pero está claro que se intenta mantenerlo en esos 80$/barril con los que la OPEP se siente cómoda, suficiente para compensar sus gastos y no demasiado caro para estrangular la maltrecha economía global. A pesar de lo cual, la industria europea continúa su proceso de destrucción sobre todo en Alemania, y los indicadores manufactureros de la Unión Europea, EE.UU. y China indican una tendencia a la contracción.

Pero, al margen de si la energía es suficientemente barata para una industria de producción masiva (que probablemente ya no, y eso explica tanto la progresiva desindustrialización europea como la persistente inflación), el descenso de la producción de petróleo tiene ya efectos muy directos en la disponibilidad de combustibles, y sobre todo y más preeminentemente, el diésel. Aún faltan unos meses para la nueva edición de nuestro análisis ahora ya anual, "El pico del diésel" (pueden consultar el del año pasado), pero un simple vistazo a los datos de la Joint Organisations Data Initiative muestra que la producción mundial de diésel sigue un proceso de lento declive y se encuentra actualmente en torno a los 22 Mb/d, lejos del máximo de los 27 Mb/d que se marcó en el período 2015-2017 (casi un 20% menos). No es por tanto de extrañar que muchos países estén experimentando problemas de acceso a combustibles, no solo diésel sino también gasolina y keroseno para aviación. En América Latina podemos destacar los casos de Bolivia, Colombia y Venezuela,  y el encarecimiento en Ecuador después de varios meses de problemas y la decisión gubernamental de retirar subsidios, lo que ha provocado una cierta caída del consumo. Argentina ha conseguido remontar una situación de escasez de petróleo y ahora está aumentando vertiginosamente su producción, algo muy interesante a lo que le dedicaré un post próximamente. En África el problema es endémico y muy extendido, con un epicentro fundamental: Nigeria. Los problemas de este superpoblado país son numerosos y crecientes, y muy preocupantes para el futuro. Javier Pérez le dedicó un análisis hace unos años y probablemente volveremos a hablar de Nigeria en el futuro. En Asia, los problemas son graves en Myanmar, Paquistán, Kazajistán,... por no hablar de la situación en Líbano, Yemen o por supuesto en Palestina, donde la situación es gravísima por motivos que van más allá de los problemas geológicos de extracción del petróleo. En Europa no hay problemas dignos de reseñar con la excepción de Hungría, y en Norteamérica ha habido algunos problemas en México, aunque lo más importante en ese país es su pérdida (aún no completamente) de condición de país exportador. En todo el mundo, el problema más repetido es la falta de combustible de aviación. Prominentemente ha faltado en Colombia, en Nigeria y en Japón, donde la industria turística local no ha podido despegar (dicen) por falta de keroseno. La escasez de keroseno, reflejo especular de la del diésel, es un problema cada vez más extendido, pero es algo de lo que se habla también en voz baja.

De lo que se ha hablado en voz algo más alta es del último informe de Exxon, del cual Quark ha hecho un buen análisis. Lo más impactante ha sido una gráfica ampliamente publicitada sobre cómo podría evolucionar la producción de petróleo de aquí al 2030 sin más inversión.


Como ven, una escalofriante caída del 70%. Esto en realidad no es nada nuevo, y se ilustra mejor con otra gráfica, más técnica y con menos infografía, contenida dentro del informe.

En realidad, el mensaje de Exxon es que sin ningún tipo de inversión, en 2030 solo habrá un 30% de la producción de petróleo actual: una caída del 70%. Por otro lado, invirtiendo solamente en el mantenimiento y mejora de los pozos existentes, el declive sería de un 25%: tremendo, pero no tan catastrófico. Pero hay un tercer escenario, fijado por su escenario previsto de demanda (la curva "Global Outlook"), la cual se mantiene prácticamente constante (en realidad, con un pequeño aumento) hasta 2050, y para la cual, como dice el informe, debería haber nuevos proyectos. Varios comentarios son pertinentes aquí:

  • Exxon considera que la demanda se va a mantener alta, en niveles incluso ligeramente superiores a los actuales, porque no ve posible una substitución al nivel que prevén los planes de transición energética como los que se manejan en Europa. Por supuesto se puede pensar que Exxon es parte interesada en ver las cosas de esta manera, pero por desgracia lo que está pasando le da al menos parcialmente la razón.
  • El informe no dice de dónde van a salir este petróleo. Identifica que hace falta, pero es terra incógnita saber de dónde viene. Obviamente, Exxon utiliza este informe para intentar captar fondos para invertir en esto, pero eso no quiere decir que haya recursos explotables en el volumen requerido para satisfacer toda la demanda de la línea "Global Outlook". De hecho, es de sospechar que no hay suficiente para evitar cierto declive, que se irá materializando en los proximos años.
  • El informe dice que sin inversión la producción de los campos existentes cae a un ritmo del 15% anual. Esto es casi el doble que el ritmo que asume la Agencia Intenacional de la Energía (8%), como bien apunta Quark en su post, y es algo especialmente preocupante.
  • Está claro que el gran caballo de batalla de los próximos años va a ser el mantenimiento y mejora de los campos existentes. Con él, la caída hasta 2030 será del 25%, suponiendo que todo salga perfecto. Es una caída en línea con la que anticipaba la OPEP hace dos años, y similar a la que anunciaba BP. A falta de una proliferación de "milagros" como el argentino, está claro que los tiros van a ir probablemente por ahí.

La conclusión del informe de Exxon es que la fase actual, de caída ligera/prácticamente estancamiento de la producción de petróleo está tocando a su fin, y que vamos a entrar en la fase de aceleración. La cual agravará la crisis del diésel y los problemas con la industria global. Que las economías más desarrolladas entren en recesión (cosa que podría pasar este mismo otoño) no frenaría este problema sino que lo aceleraría, al hacer menos rentable la costosa explotación de los recursos restantes de petróleo. Y también está claro que de aquí a 2030 va a haber cambios radicales en nuestra sociedad.

Los problemas energéticos, por supuesto, no se acaban aquí. La lista de países que por diversos motivos han sufrido apagones más o menos extensos es bastante larga en este 2024, revelando la fragilidad de muchos sistemas, su fuerte dependencia sobre todo el gas y los recursos hidroeléctricos (en muchos sitios comprometidos por la sequía) y el mayor consumo de electricidad por el uso de aires acondicionados en un verano bastante bochornoso en todo el Hemisferio Norte. Entre los lugares menos esperables están Texas, los Balcanes, Italia o Japón. Al tiempo, en muchas regiones de Francia y España se están experimentando cortes de luz de pocas horas de duración y limitada extensión geográfica pero repetitivos y con pinta de apagones rotatorios (es muy difícil enlazar ninguna noticia sobre ello, porque nadie se ha molestado en hacer una verdadera investigación periodística sobre el caso, solo tenemos testimonios dispersos de personas afectadas). Y aunque los inventarios de gas natural están altos y la demanda baja, de nuevo se anticipan problemas para Europa si el invierno viene frío - y no siempre podremos confiar en que los inviernos sean templados, y más si ya se acabó El Niño.

La clave sería, está claro, acelerar la transición energética, tanto por los problemas climáticos como por los de escasez de energía. Sin embargo, los planes de transición están derrapando. La mayoría de las compañías automovilísticas han puesto sus planes de transición al vehículo eléctrico en el congelador, mientras que países como Alemania han retirado sus subsidios a este tipo de coche y las ventas caen con fuerza en todo el Viejo Continente. La red eléctrica está saturada de electricidad no gestionable y los curtailments y otros problemas van en aumento. Y por si eso fuera poco, los fabricantes no chinos de aerogeneradores están hundiéndose: aún está pendiente de litigación la demanda contra Gamesa, quien tras un ERE anuncia que volverá a vender turbinas onshore el mes que viene después de casi un año sin fabricar (posiblemente, intento desesperado de no desaparecer); Vestas amplía sus pérdidas, Nordex reduce pérdidas pero no levanta cabeza y General Electric se enfrente a una demanda de 900 millones de dólares por sus turbinas defectuosas. En cuanto a los promotores, después de los movimientos contractivos de Iberdrola y Orsted durante el último año, ahora le toca a Equinor retirarse de algunos proyectos eólicos importantes en España y Portugal. Está claro para cualquiera que quiera verlo que el sector eólico está en una grave crisis, y con él todo el modelo de transición energética prevista.

Y eso no es todo. Los próximos meses prometen estar trufados de noticias impactantes, de los cuales iremos informando. Permanezcan en sintonía.

Salu2.

AMT

G
M
T
Y
Text-to-speech function is limited to 200 characters