lunes, 18 de agosto de 2025

Prendedlos

 


Queridos lectores:

No tenía intención de escribir sobre los catastróficos incendios que están asolando varias provincias, y muy particularmente la de mi León natal, porque yo no soy para nada especialista en temas de incendios forestales y porque ya se ha escrito mucho sobre el tema, muy buenos artículos por parte de gente con verdadero conocimiento de la materia. Sin embargo, omitir toda mención a lo que ahora es motivo de gran angustia en España y particularmente en mi patria chica, en un blog como éste dedicado a la pérdida de sostenibilidad de nuestra sociedad, me ha parecido poco apropiado.

Pero, como digo, al no ser experto en la materia, no entraré en la cuestión técnica. Atendiendo a lo poco que yo sé sobre el tema (el impacto del Cambio Climático), sería tentador atribuir todo lo que está pasando a los efectos del Cambio Climático, pero no es verdad. Cierto, las altas temperaturas favorecen incendios más difíciles de controlar y facilitan la aparición de incendios de sexta generación. También es verdad que las lluvias muy abundantes de la primavera, alimentadas por las alteraciones climáticas actuales, han creado lo que se conoce como "efecto latigazo": la lluvia anormalmente abundante hace crecer rápidamente todo tipo de plantas que se secan de manera más rápida cuando llegan las actuales temperaturas extremas y añaden una gran cantidad de combustible seco. Pero de manera similar a lo que pasó con la catastrófica DANA que asoló Valencia el año pasado, una gran parte de lo que está pasando está asociado a un modelo de gestión del territorio. Escaso interés en la prevención, falta de toma de medidas adecuadas, abandono del medio rural espoleado por las políticas dirigidas al extractivismo masivo, recortes en medios públicos para la extinción  de incendios (percibidos por nuestros gestores como un gasto inútil o de poco retorno económico)... Nada de esto es casual, es una consecuencia de un sistema económico depredador y ecocida, que no es capaz de pararse delante de nada y que atenta contra las bases mismas que sustentan la vida, la humana incluida. Estos días estoy leyendo un libro magistral que condensa todas estas ideas,  "Incendios" de Alejandro Pedregal - espero poder hacer una reseña de él en breve - y que desde luego les recomiendo para tomar una perspectiva amplia de lo que nos pasa.


 

Me gustaría por tanto simplemente hacer unas reflexiones de carácter más social sobre lo que está pasando. La carencia de medios de extinción, junto con el gran volumen de incendios (mayoritariamente provocados, eso es seguro) ha hecho que en muchos pueblos los vecinos se hayan encontrado solos, sin ningún tipo de ayuda. Los responsables autonómicos, con sus declaraciones y también con sus elocuentes silencios, reconocen su impotencia. Incluso el propio Estado: hace unas horas, la ministra de Defensa, Margarita Robles, reconoció que dada la magnitud de la catástrofe no hay realmente medios para atajar estos incendios, y que estamos a merced de que un cambio de tiempo traiga la ansiada lluvia. La idea que se transmite es que hay zonas en las que ya no hay nada que hacer, ergo no se va a hacer nada, y esto va seguir ardiendo hasta que pare por sí mismo. Sin embargo, para los que viven en esos lugares, eso equivale a perder su vida: sus casas, sus medios de subsistencia, su patrimonio, todo. Por eso no es de extrañar que, en medio del abandono institucional, los vecinos de muchos de estos lugares, valientemente, con los pocos medios que tienen, hayan luchado en una desigual batalla por salvar lo que es suyo. Por salvar su vida. En muchos casos perdiéndolo todo, hasta su vida misma, por desgracia. Esa gente no pueden permitirse la ligereza de darlo todo por perdido desde un despacho de la gran capital. Pocos hechos ilustran tan claramente que la lucha contra estos incendios es una lucha de clase, un concepto que repetidamente se dice superado pero que en realidad emerge continuamente.

Y en medio de esta catástrofe, observamos - como ya pasó en el caso de la DANA - una nueva pugna absurda por la atribución de la responsabilidad, entre las autonomías y el estado. Ciertamente las autonomías tienen las competencias sobre la prevención y la extinción de los incendios, y es culpa de ellas su falta de adecuación, y máxime con el agravamiento de las condiciones materiales que nos está trayendo el Cambio Climático. Y ciertamente el Estado puede en cualquier momento elevar el grado de emergencia y tomar el mando. Pero no lo hace porque sabe que desde las autonomías se le acusará de intervencionista, y obviamente le cargarán toda la responsabilidad cuando la imposibilidad de hacer algo útil sea manifiesta. Al mismo tiempo, las autonomías no piden al estado que asuma el mando porque sería reconocer su impotencia y diluiría la responsabilidad del estado en el fracaso final. Unos por otros, al final nadie se mueve y no se declara el estado de emergencia nacional, que sin duda lo es, y no se moviliza todo lo que se podría movilizar - aunque fuera para comprobar que ni con eso hay bastante. En el fondo hay cierto miedo a hacer evidente que, en realidad, tras décadas de dilución y destrucción de lo público, el Estado realmente no cuenta con medios para dar respuesta a los retos del futuro. Porque eso llevaría a la ciudadanía a plantear una serie de preguntas incómodas que nadie quiere responder, y a exigir una asignación diferente de recursos del Estado que no se quiere plantear, no fuera el caso que se cuestionase asignar tanto dinero a obras inútiles o un armamento que más vale que no se use.

Vivimos un momento de creciente inoperancia del Estado, a medida que los recursos se hacen más escasos, las dificultades (particularmente, pero no solo, las ambientales) mayores, y las oportunidades de ganancia del capital (que es al final a quien responde el Estado) más pequeñas. A medida que todas las crisis se hagan más agudas, más inútil será el Estado. Es algo característico del proceso de descomposición del capitalismo.

Lo que pasa con el fuego no es una casualidad, sino una necesidad. Es algo que resulta conveniente al capitalismo depredador, que busca vaciar todo el espacio y almacenar a la gente en las ciudades, para poder convertir todo el territorio en una mina, en un lugar de extracción. Lo que estamos viviendo es solo una fase más de la lucha final. La lucha por la vida. Porque son los bosques los que nos mantienen vivos, los que realizan funciones ecosistémicas fundamentales para nuestra vida, desde regular el ciclo del agua hasta contener las escorrentías, desde mantener la biodiversidad hasta hacer de barrera para la propagación de las enfermedades, desde contener la temperatura hasta garantizar la salud de nuestros cultivos. Incluso los urbanitas más alienados perciben que cuando perdemos un bosque hemos perdido algo profundo, importante, íntimo y vital. No podemos mantener este (des)orden. Tenemos que parar ya.

Salu2.

AMT

miércoles, 13 de agosto de 2025

El fin de la observación de la Tierra desde el espacio


 

Queridos lectores:

Como muchos de Vds. ya saben, una buena parte de mi trabajo de investigación se centra en la observación de los océanos con satélites artificiales. Desde hace 18 años he trabajado intensamente en la misión SMOS de la Agencia Espacial Europea (conocida como ESA por sus siglas en inglés). El profesor Jordi Font, mi jefe cuando yo llegué al Instituto de Ciencias del Mar, y una gran persona y científico, fue el co-líder de esta misión satelital de observación de la Tierra, y unos años antes de jubilarse me cedió a mi la dirección del grupo de investigación de salinidad por satélite del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, en Barcelona, donde trabajo. Aparte de con SMOS, he trabajado con datos provenientes de una docena de otras misiones, especializadas en medir la temperatura de la superficie del mar, el color del océano o las corrientes superficiales, entre otras variables. Y de vez en cuando he usado datos de otras misiones de observación de la Tierra, más allá del océano, en el contexto de muchas colaboraciones nacionales e internacionales.

Por este motivo, estoy bastante al corriente de los cambios que se están produciendo en los últimos años en referencia a la observación de la Tierra por satélite. Y particularmente de un proceso al que yo denomino "finalización tecnológica". No es un evento abrupto, no es un cambio radical de la noche al día, pero sí una sucesión de eventos, espaciados en el tiempo aunque con algunos momentos destacados, y que tienen en común que definen el lento camino a través del cual una tecnología va siendo abandonada. Creo sinceramente que éste es el caso del ámbito tecnológico sobre el cual trabajo. Y también creo que estamos en un momento de aceleración de ese abandono tecnológico, motivado por los cambios evidentes y no tan evidentes que se están dando en la escena geopolítica mundial.

En julio de este año se ordenó la finalización del Programa de Satélites Meteorológicos de la Defensa (DMSP). Se trata de un conjunto de satélites del Departamento de Defensa de los EE.UU. que se utilizan para mejorar las predicciones numéricas de los modelos meteorológicos, y particularmente la previsión de los huracanes, por parte de la NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration), la agencia estatal norteamericana que se encarga de la previsión meteorológica, oceánica y climática. En su momento se alegó que el impacto de la finalización del DMSP iba a ser menor, teniendo en cuenta que la decisión de acabar con el programa se tomó ya en 2015, que los satélites a desactivar ya han pasado con largueza su vida útil y que en realidad se procederá a una sustitución por otros satélites más modernos.

Sin embargo, otros movimientos en paralelo indican que la situación dista de ser tan brillante. La NOAA tomó hace meses la decisión de postponer el mantenimiento de los satélites del Sistema Conjunto de Satélites Polares (JPSS), que es uno de los sistemas que se supone que tiene que sustituir al DMSP. Al mismo tiempo, ya se han ordenado reducciones de personal y reestructuraciones en la propia NOAA, y se anticipa que cuando en octubre se apruebe el nuevo presupuesto federal los despidos van a ser masivos. Muchos investigadores de ésta y otras instituciones han empezado a sondear la posibilidad de irse a Europa (algunos incluso a España).

Particularmente grave es el decomisionado de los satélites Terra, Aqua y los satélites NOAA-15, NOAA-18 y NOAA-19. Con ellos, EE.UU. se queda sin sensores AVHRR (quedarán todavía los embarcados en los Metop europeos), acabándose así la serie más larga de datos de temperatura de la superficie del planeta. Más grave aún, se queda sin sensores CERES, poniendo en peligro la continuidad de una serie ahora mismo crucial para estudiar el desbalance radiativo del planeta (el cual se ha incrementado alarmantemente en los últimos años; es esa gráfica que suelo comentar en mis últimas presentaciones que es la más importante que van a ver este año).

Gráfico generado por Leon Simons a partir de los datos del programa CERES.

 

De nuevo, el argumento es el de que estos sistemas (todos ellos con muchos años a sus espaldas) van a ser sustituidos por otros más modernos. Sin embargo, a día de hoy esas sustitución no está tan clara, ya que los nuevos sensores no permiten medir las mismas variables que los antiguos, y algunas series quedarán sin duda interrumpidas. Una situación que no me resulta en absoluto ajena de manera más directa y personal, saltando ahora a Europa: llevamos años intentando garantizar la continuidad de las observaciones en radiometría de la banda L de los microondas (que es la que usa SMOS para medir la salinidad de la superficie marina), y como mucho conseguiremos observaciones de menor resolución espacial y temporal gracias al satélite CIMR (y eso si su lanzamiento llega a tiempo de impedir que haya un agujero de datos en la serie).

Pero hay dos eventos recientes en los EE.UU. que certifican que entramos en un momento radicalmente nuevo, que va más allá de la simple decadencia por falta de fondos. Por un lado, la administración Trump ha decidido que a final de año se eliminarán los satélites OCO que miden los niveles de CO2 atmosféricos. En este caso, no se trata de satélites viejos, e inclusive se cuestiona la legalidad de la medida, pero la orden es clara: se debe forzar la reentrada de los satélites, lo cual comportará su destrucción. Si la orden finalmente se ejecuta, el daño estará hecho, pues reemplazar estos satélites requeriría años. La intencionalidad política es clara: hay que dejar de medir el CO2, y particularmente indagar sobre dónde se está emitiendo más. Si no se observa, no hay responsabilidades exigibles a los que más contaminan.

Por el otro, hace unos días el Departamento de Energía norteamericano publicó un informe sobre los impactos en el clima de las emisiones de CO2 de los EE.UU. Las conclusiones son desoladoras por lo grotescas: de acuerdo con este informe, el impacto del CO2 es muy pequeño y el de  las emisiones de los EE.UU. en particular es indetectable.

Resulta por tanto obvio que en los EE.UU., por la vía de hecho, se va a dejar de investigar en Cambio Climático, y para asegurarse de que así sea se van a ir no solo reduciendo fondos, sino eliminando sistemas de medidas e incluso series de datos actualmente disponibles, mientras que se fabrica un discurso aberrante exculpatorio. Nada sorprendente con un presidente negacionista, aunque el nivel de osadía supera todas las expectativas.

Y, mientras tanto, ¿qué está pasando en esta orilla del Atlántico? 

Pues no tenemos todavía plena confirmación, pero aquí las perspectivas tampoco son muy brillantes, en nuestro caso por otro motivo: los planes de rearmamento para la preparación de las nuevas guerras coloniales. Por lo poco que mis colegas y yo hemos podido llegar a saber, el nuevo programa de la ESA "Resiliencia desde el Espacio", centrado en la seguridad, va a ser la gran apuesta en la próxima reunión ministerial de noviembre, y probablemente la aportación económica de los países va a reducirse en otros programas considerados menos críticos, como es el de Observación de la Tierra (irónico en un momento en que los problemas ambientales son cada vez mayores, como estamos viendo estos días de salvajes incendios en España). A nivel de la Unión Europea las cosas no están tan definidas, pero parece avanzarse sobre la misma dirección y concepto de "resiliencia". Pero donde soplan vientos más fríos aún es en el ámbito español: no tenemos ningún comunicado oficial, pero después de ver los resultados de la última convocatoria de proyectos del Plan Nacional y por los mensajes que nos llegan de diversas personas vinculadas a su evaluación, en los próximos años se va a poner el acento en que la investigación que realicemos tenga un carácter "dual". Eso quiere decir que se va a favorecer el trabajo sobre tecnología y aplicaciones que tengan carácter tanto civil como militar. La clave: poder justificar parte de la inversión en ciencia como respuesta a ese 2,1% del PIB que el presidente Pedro Sánchez se ha comprometido a gastar en fines de defensa y armamento. Como pueden imaginar, esto ha causado gran inquietud en mi comunidad, y es un asunto de discusión muy activa en este momento. ¿Qué debemos hacer? ¿Bajar la cabeza y empezar a buscar aplicaciones de nuestro conocimiento para el arte de matar personas? ¿O bien rebelarse y negarse a ello, aceptando que tendremos que despedir a la gente joven - y no tan joven - ya que nuestros fondos se reducirán drásticamente?

Irónicamente, a nivel de acceso a las observaciones, el gran empuje en observación de la Tierra de China, que siempre fue muy reacia a compartir sus datos, podría ayudarnos a mantener las líneas de trabajo y desarrollo actuales. Pero seguiremos teniendo problema de acceso a financiación, a no ser que o bien encontremos un nicho de investigación razonable o bien aceptemos trabajar para los militares. 

Epílogo personal: Hace un par de años yo cedí la dirección del grupo de salinidad a mi compañera, la doctora Estrella Olmedo, a pesar de que aún me queda más de una década para jubilarme, porque creo que ella se lo ha merecido con su trabajo intenso todos estos años y porque es importante dar oportunidades a la gente que aún tiene que desarrollar su carrera, y así yo podría dedicarme en la recta final de mi propia carrera a trabajar en multitud de temas que tengo abiertos y que me gustaría investigar, aunque siempre estando presente para ayudar en cuanto fuera menester. Yo era consciente del fardo que cargaba sobre sus capaces espaldas (nada es gratis en este mundo), pero lo que realmente no me imaginé es que ella (junto con mis otras compañeras senior con las que trabajamos) se vería abocada a tomar decisiones muy duras. Tampoco puedo decir que lo que está pasando sea algo realmente sorprendente, teniendo en cuenta la temática de este blog y de mi divulgación. Como decía al principio, estamos empezando el proceso de finalización tecnológica: nuestra sociedad hipercomplejificada no puede sufragar el coste de mantener activas todas las tecnologías que ha desarrollado, y, con el paso del tiempo, irá abandonando aquéllas que le den menor retorno o cuyo sacrificio le suponga menor coste. Era un proceso previsible, como también era bastante previsible que particularmente las tecnologías espaciales, y más en concreto las relacionadas con la observación de la Tierra para fines civiles, serían de las primeras cosas en caer, en llegar a su finalización tecnológica. Por supuesto estamos hablando de un proceso, no de un evento puntual, y así seguirá habiendo observación de la Tierra por satélite durante décadas, aunque cada vez será menor y más marginal. Queda ver si como sociedad somos capaces de encarar no ya éste sino tantos otros retos como tenemos pendientes y podemos revertir la tendencia. Solo el tiempo lo dirá. 

Entre tanto, en el aquí y el ahora de los grupos de investigación que nos vemos afectados, y en el concreto caso del mío, tendremos que pensar cómo vamos capeando estas turbulentas aguas, mientras seguimos la curva de descenso inevitable de la civilización industrial. Ideas no nos faltan, talento - sobre todo el de mis compañeras - tampoco. Solo necesitamos oportunidad.

Salu2.

AMT  

viernes, 25 de julio de 2025

Ricochet


 

Queridos lectores:

Como seguramente sabrán si viven a este lado del Atlántico, el Gobierno de España fracasó recientemente en su intento de convalidar el decreto-ley de medidas urgentes para reforzar el sistema eléctrico. El decreto fue inicialmente aprobado por el Gobierno el 24 de junio, pero necesitaba ser convalidado por el Congreso en el plazo de un mes, y en la votación del pasado 22 de julio fue rechazado (y por tanto queda sin efecto). 

Se le ha dado mucha importancia a este decreto debido al sobresalto que causó el apagón general en España del pasado 28 de abril. Desde el Gobierno y desde las grandes compañías eléctricas se ha insistido en que este decreto era indispensable para evitar futuros apagones. En los últimos días, viendo que no habría una mayoría suficiente para la convalidación del decreto, las grandes eléctricas se prodigaron en declaraciones de todo tipo, inclusive diciendo que, de no aprobarse, se pondrían en riesgo inversiones por valor de 200.000 millones de euros.

Se ha hablado muchísimo sobre las motivaciones de carácter político de los partidos que han votado en contra, y se han agitado con gran aspaviento espantajos caros a los industrialistas, como asegurar que quienes se han opuesto son "negacionistas", "retardistas" o que "atentan contra la causa climática", dando por bueno el muy cuestionable argumento de que este modelo de la Renovable Eléctrica Industrial (REI) permite avanzar en la descarbonización, cosa muy discutible por muy buenas razones. Pero es que encima, esas posiciones maximalistas de los industrialistas generan mayoritariamente el efecto contrario al que persiguen, reforzando la visceralidad de los que rechazan el REI. 

En todo caso, yo quisiera dejar de lado esas consideraciones políticas y los dimes y diretes, y centrarme en las cuestiones más de carácter técnico. En particular, qué es lo que dice el decreto derogado y si realmente es tan grave su derogación. Y también, analizándolo, si se puede entender las causas de los partidos que han votado en contra (y a favor).

La primera observación que se puede hacer es que más que un decreto de medidas urgentes para evitar un apagón, lo que tenemos aquí es una ley ómnibus que regula muchos aspectos relacionados con el mercado eléctrico. Peor aún, las medidas que se proponen son muy dispares y algunas de ellas son bastante cuestionables. Se pueden clasificar las medidas en tres grandes bloques: medidas técnicas que efectivamente sí pueden ayudar a prevenir apagones, medidas dirigidas (aunque no se reconozca) a rescatar el sector renovable, y medidas dirigidas al fomento de la electrificación de la sociedad. Esta clasificación no es exhaustiva y así queda aún un buen puñado de medidas misceláneas que no se corresponden a estos tres tipos (incluyendo algunas muy importantes y positivas, como la extensión a 5 km la distancia para constituir comunidades energéticas), pero aún así los tres tipos definidos son el grueso de la norma.

Esto ya plantea una primera reflexión: si esta norma en vez de en forma de decreto-ley se hubiera planteado como una ley, habría dado lugar a la posibilidad de que se realizaran enmiendas a los apartados concretos que son más discutibles, y producir una ley acordada por la mayoría del Parlamento. Por supuesto que una ley tiene una tramitación lenta, pero parecería más lógico haber incluido en el decreto solo las normas de tenor más técnico (que, al tiempo, son las más urgentes) y que por tanto serían menos controvertidas, y dejar para la tramitación de una ley posterior todo lo demás. Con esta argucia de meterlo todo en el mismo decreto-ley y así intentar forzar un trágala al resto de partidos (una mala praxis legislativa por desgracia habitual en España, donde se abusa de los decretos-ley), al final lo que se ha conseguido es que se haya rechazado todo, tanto lo conveniente - y urgente - como lo discutible.

Dentro de las medidas de carácter más técnico, hay muchos aspectos regulación, de supervisión y de instalación de sistemas que dotarían a la red de transporte, que opera Red Eléctrica Española, de una mayor estabilidad y robustez. Sin entrar en el detalle de cada medida, lo que cabe preguntarse es quién pagaría todos esos sistemas que se tienen que instalar - a mi entender, parte de ellos son sistemas de planta, que deben acompañar a cada planta de generación y que por tanto deberían ser pagados por sus titulares.

En cuanto a las medidas de rescate, aparecen mezcladas con otras y a veces tienen una componente de carácter general y otra realmente pensada para favorecer (por no decir rescatar) al sector renovable. Conviene recordar que estamos viviendo, desde hace ya unos meses, un progresivo hundimiento y desinversión en energía renovable y sus derivados, no solo en España sino en el mundo, fruto del fracaso a estas alturas innegable del REI que tanto hemos discutido y sobre al que ahora no volveré. Lo que más se ha discutido estos días es la pérdida por caducidad de las concesiones de acceso a la red para los proyectos aún no acabados (los llamados hitos administrativos), con fechas de ejecución en varias fases y que el decreto ampliaba por tres a cinco años. Obviamente, la pérdida de estos derechos de conexión es un gran varapalo, pero no olvidemos que actualmente hay un exceso de capacidad de generación eléctrica en el estado español (130 GW de potencia instalada para un consumo medio de 26,5 GW) y que realmente ya no hay tanto negocio (y por eso los inversores llevan tiempo retrayéndose). Para mi son mucho más importantes otras medidas que claramente buscaban mejorar la rentabilidad de los proyectos renovables con argucias cuanto menos feas (como eximir en ciertos casos de las declaraciones de impacto ambiental, promover la utilidad pública que favorece expropiaciones forzosas, o dar ciertos privilegios de acceso a las instalaciones con baterías). Justamente, uno de los aspectos que probablemente va a ser el caballo de batalla de los próximos años va a ser el de las instalaciones híbridas, consistentes en renovables y bancos de baterías, que tanto servirán para generar electricidad como para almacenar y ayudar a regular la red. En realidad, dada la clara contracción del negocio de la producción renovable, muchas empresas del sector se están posicionando para dar un nuevo servicio, el de regulación de la red usando baterías. El problema de las baterías, además de sus elevados costes, es que no son generación de electricidad, no producen energía, sólo la gestionan, así que en realidad son más bien un coste. En ese sentido, el decreto abonaba el terreno para que se retribuyese de varias maneras este tipo de instalaciones, siendo el modelo de hibridación una de las fórmulas que más posibilidades ofrecía, tanto a través de ayudas y subvenciones como con un acceso ventajoso a la red.

Otra de las medidas llamativas de rescate es la rebaja temporal y solo aplicable a 2025 de las horas mínimas de funcionamiento exigidas a las plantas fotovoltaicas para poder acceder al régimen de retribuciones que tienen. Esta medida busca compensar el hecho de que desde el 28 de abril se ha forzado una mayor generación con centrales de ciclo combinado para garantizar la estabilidad de la red, y en general el aumento de curtailments por necesidades técnicas. Con una red saturada de plantas fotovoltaicas, es imposible que todas las plantas puedan acceder al régimen de retribución, no ya este sino ningún año a partir de ahora, pero obviamente la esperanza del legislador es que muy rápidamente se instalen un montón de baterías y sistemas de estabilización y se puede conseguir producir más y más energía fotovoltaica. 

Por último, están todas las medidas pensadas para favorecer la electrificación de la sociedad, que en realidad son medidas pensadas para incrementar el consumo eléctrico. Recordemos que en España, al igual que en la Unión Europea, el consumo de electricidad lleva cayendo, con altibajos, desde 2008.

 

Estas medidas son las clásicas, incluyendo - cómo no - el fomento del coche eléctrico. Por supuesto, una perspectiva completamente alejada de la realidad social de España, y es que aún no han conseguido entender por qué el consumo de electricidad continúa estancado desde hace años en el 23% del consumo de energía final, y que, de hecho, en cifras absolutas sigue cayendo. Algún día, alguien debería plantear una auditoría del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima y hacer una reflexión crítica de por qué las previsiones están tan alejadas de la realidad.

El fracaso de la convalidación de este decreto supone que el negocio renovable en España se encuentra en una situación crítica. Entre los curtailments y la desinversión, se vivían momentos muy críticos; pero sin el balón de oxígeno del decreto, necesario para sobrevivir el tiempo suficiente para hacer las reconversiones necesarias, muchos proyectos echarán el cierre y hay el riesgo de que el goteo se convierta en desbandada, y la desbandada en pánico. El sector entero podría colapsar, causando un daño gigantesco a la imagen pública de la energía renovable, y por abuso de extensión, ay, a la lucha contra el Cambio Climático. Todo por haber apostado ciegamente por un modelo erróneo, el REI, ignorando los repetidos signos de que no estaba funcionando. El Gobierno de España intentará relanzar el decreto por otras vías, pero el tiempo se agota y el calendario estival no ayuda. Dependiendo del clima internacional, si no hay un cambio rápido, a la vuelta de vacaciones se puede vivir una auténtica debacle. Y entonces, todos esos industrialistas que nos hostigaron a los que avisábamos de que este modelo era insostenible, deberían de reflexionar si realmente no se han equivocado con su actitud. Y, ya puestos, podrían pedir perdón. Aunque lo más importante en ese momento será ver cómo recomponer los platos rotos y cómo plantear rápidamente un modelo de transición que, éste sí, funcione, porque lo necesitamos urgentemente.

Salu2.

AMT  

jueves, 3 de julio de 2025

Distopia XIII: Ordre d'evacuació

   

- Però, per què hem de marxar?

- Avi, ja ho saps. Ja ho hem parlat moltes vegades. Va, vinga, que els pares ens esperen al cotxe. 

L'avi mirava el Jaume amb cara de perplexitat, sense entendre res, sense voler entendre res. El Jaume va sospirar, i amb veu suau i calmada, li va dir.

- Au, avi. Agafa les teves fotos i posem-les a la meva motxilla.

- Les meves fotos, no, noi. Les meves fotos, no! - va reaccionar, irat, el padrí. Va remugar dos o tres frases que el Jaume no va arribar a sentir, i després va dir, amb veu baixa - Ningú no toca les meves fotos.

El Jaume es va mirar el seu avi de fit a fit, i sense aixecar la veu però amb fermessa li va dir.

- És clar, avi. Són les teves fotos. Ningú més que tu les tocarà. Però no les voldràs deixar aquí, oi que no? 

- No, no, és clar - va dir l'avi - això mai... Però, per què hem de marxar?

- Avi, ja ho saps. Han donat l'ordre d'evacuació. Tothom ha de marxar - va donar uns segons perquè l'ancià assimilés el que acabava de dir, i va afegir - Avui és l'últim dia per marxar. No podem esperar més. Avi, que ja comença a fer massa calor, pensa que demà som abril ja!

- Sí que fa de calor, sí - va dir l'avi, pensiu - Què dius d'abril, nen. Al mes d'abril no fa calor encara, mainada!

- Això era així quan tu eres nen, avi, però ara el mes d'abril fa una calda de morir-se. Avi, no podem esperar més, hem de marxar.

De sobte, el pare va aparèixer a la porta de l'habitació.

- Què feu encara aquí? Hem de marxar ja, au. Ja són les vuit del matí.

L'aire tenia aquell sobreescalf enganxós de quan ja no refreda a la nit molts de dies seguits. El pare estava tot suat, només de l'esforç de carregar les últimes coses al cotxe. Va mirar l'avi amb cara de pomes agres, amb un indissimulat retret als ulls, i va obrir la boca per dir quelcom que segur no calia, però el Jaume va fer un xiscle i li va fer que no amb la seva mirada, ben enfadat. El pare es va quedar parat, va tornar a mirar a l'avi, després al Jaume i va dir.

- Hem de sortit quan abans millor. El cotxe ja no està per a gaires romanços, i si ens agafa la calor forta no sé jo si el radiador aguantarà. M'estimo més marxar amb la caravana de refugiats, com a mínim no hi serem sols, o sigui que espavileu. Teniu cinc minuts.

I sense donar temps a respondre va marxar.

El Jaume es va quedar quiet un moment, mentre l'avi semblava estar paint el que acabava de dir el pare.

- Però - va dir amb un fil de veu - quina dèria l'ha agafat a tothom de voler marxar...

- Avi, ho ha ordenat el Govern. Ningú no es pot quedar aquí ja. Tots hem de sortir d'aquí, o sinó...

- O sinó què, fill? O sinó què? - l'avi va clavar la seva mirada sobre el seu net.

- O sinó morirem, pare - la veu suau però plena d'autoritat de la mare va respondre des de la porta.

La mare va entrar a l'habitació, i es va posar molt a prop del seu pare, front gairebé fregant front, els ulls mirant als ulls, mentre l'agafava les mans.

- Pare, agafa les fotos. Les de la mare, les del casament, les del meu bateig i el meu casament, les del bateig de la Marina i el seu casament, les fotos amb els nets... 'gafem-ho tot i marxem, pare.

Els ulls de l'avi tremolaven, una mica humits.

- Però, Marta, filla, perquè moriríem si ens quedem aquí? Aquesta és casa nostra, bé, és casa vostra però també d'aquest pobre vell.

- Demà tallaran l'aigua i la llum, pare - la mare va començar a agafar les fotos amb moviments lents però precisos, una per una, donant-li al seu pare i guiant la seva ma tremolant i confosa dins de la motxilla del Jaume - i no podem viure sense llum i sense aigua, pare. La calor ens mataria el primer dia.

- Però, Marta, perquè tallen l'aigua i la llum? Aquest dròpols ens volen fer fora a la força!

- No, pare. Aquí ja no es pot aguantar. Aquesta casa fa figa, pare. Les parets estan cremades pel sol i la pols, i no sé jo si aguantarien una nova tempesta.

- Però Marta - els ulls de l'avi es van il·luminar de cop - podem anar a la masia! Jo allà hi he viscut tota la vida, tenim aigua al pou i s'està més fresc.

La mare continuava guiant les mans del seu pare, poc a poc endreçant les fotos dins la motxilla.

- Pare, la masia ja no hi és. No te'n recordes? Es va enfonsar amb la tempesta del 34. Per això et vas venir a viure amb nosaltres.

- És cert, és cert - l'avi semblava una mica confós - aquest vell cervell meu a vegades té problemes per recordar.

La mare seguia endreçant, guiant les mans del iaio amb suavitat, a la velocitat justa per no esverar-ho. Mirant el quadre, el Jaume va pensar en com s'ho feien les mares per fer-te fer el que elles volen i que sembli que ho has fet tu.

- A sobre - va prosseguir la mare - el pou es va assecar, pare, se'n recorda? Quan tots els arbres es van morir...

- Ai, sí, i els que van arrencar aquells malparits! - la ma de l'avi es va tancar en un puny, i la mare es va esperar uns segons, els precisos però cap més, perquè es relaxés de nou i seguir endreçant.

- Sí, pare, vam perdre els arbres i sense ells el terra es va assecar, i després el pou, i en poc temps allà no creixia res. I després va venir la tempesta i adéu-siau masia.

- Adéu-siau... - va repetir maquinalment l'avi. Les fotos ja estaven totes endreçades a la motxilla, i la mare va començar a passar la cremallera - Però, Marta, i la Marina? Perquè no anem amb la Marina? Té una casa enorme i preciosa, més amunt, a la muntanya, allà mai fa calor - els seus ulls l'humitejaven.

El Jaume va sentir fred al cor. La mare es va aturar de cop. El seu cos va reaccionar instintivament, com si de cop li faltés l'aire. Va respirar fondo i es va donar un segons per refer-se, recuperant la compostura. Després, va tornar a parlar amb el mateix to suau però ple de seny i d'autoritat.

- Papa, la Marina és morta. Ella i tot la seva família. Jo ho saps. No hi ha casa a on anar. Només podem marxar, papa - la Marta va tocar la galta del seu pare amb el palmell - Papa, si hi hagués alguna manera de quedar-se aquí, saps de sobres que jo em quedaria. Però no pot ser, papa. I hem de pensar en els nens - va desviar la seva mirada al Jaume, conduint també la carona del seu pare cap al net.

El Jaume es va sentir molt incòmode, però no es va moure del lloc. El seu avi però va reaccionar per fi, com sortint d'un somni.

- Tens raó, Marta. Tens raó. Tens raó com l'has tingut sempre, filla. Pobre Marina - l'avi no va fer res dissimular els dos reguerots que li baixaven per les galtes, però se'n va encaminar a la porta mentre la mare li passava el braç per les espatlles. Just en passar la llinda, va girar el cap al Jaume i li va assenyalar la motxilla, que havia quedat al terra.

El Jaume va agafar la motxilla i va començar a caminar seguint les seves passes, però es va aturar uns segons per mirar enrere. Aquella era la seva casa, el lloc al que havia passat la seva infància. Tots aquells records quedarien sepultats sota la pols seca de l'ardent desert en que acabaria convertint-se tota la seva ciutat.

El Jaume, però, ja no era un nen. Ja no. El poc que li quedava, l'havia arrencat aquella calor, aquelles tempestes, aquelles morts de la gent que s'estimava... Com trobava a faltar el seu cosí Oriol, Déu meu.

Ja no ho era, de nen, però tampoc no hi havia temps per ser-ho. Va sentir la veu del seu avi, uns metres endavant, una mica esmorteïda pel clàxon que el pare, impacient, havia començat a fer sonar.

- I ara, on anirem, Marta? On anirem?

- Al nord, papa. Sempre cap al nord.

 

Antonio Turiel.

Juliol de 2025.  

 

P. Data: Los lectores habituales habrán comprobado que, contariamente a lo normal en este blog, este post no está escrito en castellano sino en catalán, pero creo que la ocasión lo merecía.

miércoles, 2 de julio de 2025

Yo acuso


 

*En vísperas de la tormenta que destruirá la ciudad de Barcelona.

Yo acuso.

Acuso a las administraciones, pasadas y actuales, que en medio del caos climático creciente, decidieron que no era un tema lo suficientemente importante como para tomar medidas adecuadas para prepararnos.

Pero acuso principalmente al actual Govern de la Generalitat y al actual consistorio de l'Ajuntament de Barcelona de vivir de espaldas a los crecientes signos del peligro. Los acuso por ser los que conozco mejor, pero también acuso con ellos a todos los gobiernos municipales, autonómicos y del estado español, por la misma temeridad e imprudencia.

Cuando tenemos, ahora mismo, un mar Mediterráneo con una temperatura superficial 3 grados superior a la que tenía en 1980, y en algunas zonas llegando a 5 grados. Cuando estamos sufriendo una de las peores olas de calor marina, en extensión, duración y amplitud, en el Mediterráneo Occidental.

Cuando sufrimos una terrible DANA en la ciudad de Valencia hace 8 meses, lo cual pudo ser tan destructiva, entre otros motivos, por un mar anómalamente cálido, que proporcionó más energía y más agua precipitable a las tempestades.

Cuando los estudios recientes nos muestran que la tasa de calentamiento global se ha multiplicado por cuatro durante la última década y que se está alterando completamente la circulación del océano y la atmósfera, con consecuencias que aún no somos capaces de anticipar. 

Cuando se están ignorando todos los avisos de la comunidad científica, de los grupos ecologistas, de la payesía y de la ciudadanía en general, que dicen que así no, que por aquí no.

Por todo eso, yo les acuso.

Yo les acuso de promover obras que solo sirven para acrecentar el desastre, como la ampliación del aeropuerto de Barcelona o el desbroce de amplias zonas para el paso de nuevas líneas de alta tensión para la evacuación de una hipotética energía eléctrica renovable que no tiene demanda. Simplemente porque solo son capaces de pensar en hacer negocios como siempre, cuando nuestro mundo ha cambiado para siempre y es algo completamente diferente ahora mismo.

Yo les acuso de, a pesar de tener, en este mismo momento, avisos meteorológicos muy claros, como la actual ola de calor y los nada alentadores pronósticos para las próximas semanas, de no haberse lanzado a una campaña de protección de la población, sobre todo la más vulnerable.

Yo les acuso de no haberse preparado para una necesidad masiva de refugios bioclimáticos, y máxime en una situación de interrupción del servicio eléctrico después de una catástrofe. Y de no haber previsto cómo ofrecer agua, alimentos, cobijo y asistencia médica oportuna en medio de la catástrofe prevista.

Yo les acuso de no haber previsto, ni para Barcelona ni para ninguna otra parte, de medidas para disminuir las pérdidas humanas en caso de grandes avenidas, de no haber estudiado qué zonas serían más vulnerables, qué edificios o calles se hundirían.

Yo les acuso de no haber gobernado para la mayoría, para la gente que les ha escogido para representarles.

Pero, por encima de todo, yo les acuso de todas y cada una de las muertes que podían haber evitado y no quisieron evitar por primar una visión miope centrada en el beneficio económico de unos pocos.

Y mi rencor será eterno por el dolor de todas esas personas a las que conozco y que quiero, y que perderán la vida porque ustedes estaban más pendientes de complacer al rico que de servir a los ciudadanos. 

Antonio Turiel

2 de julio de 2025

 

* No hay que tomar esa frase inicial, impactante, al pie de la letra. Obviamente, la tempestad no llegará mañana, si no en un período indefinido de tiempo aunque en todo caso no será de muchos años. Y por supuesto Barcelona no quedará completamente destruida, pero sí que sufrirá daños importantes que la afectarán durante años (o hasta que la siguiente tormenta haga aconsejable ir abandonando cosas). Por último, quizá Barcelona tenga suerte en el futuro más inmediato y sea otra ciudad la que reciba el castigo: poco importa.

martes, 24 de junio de 2025

Crónicas de la caída: Junio de 2025


Queridos lectores:

No me esperaba yo que tan pronto tuviera que escribir un nuevo post de esta serie dedicada a los eventos abruptos que van a marcar esta fase del descenso energético y material de nuestra sociedad, pero está visto que desde que Donald Trump accedió a la presidencia de los EE.UU., este tipo de turbulencias se van a dar con mayor frecuencia. Conste que yo opino que el Sr. Trump es más bien el síntoma, y no la enfermedad, pero está claro que esta etapa va a ir bastante ligada a su presencia.

Diversas noticias han marcado la actualidad mundial durante las últimas semanas, pero particularmente lo ha hecho la escalada militar impulsada por el estado de Israel. Mientras prosigue su campaña de exterminio de la población palestina (con la aquiescencia y beneplácito de los gobiernos occidentales, aunque no necesariamente de las poblaciones de esos países), Israel ha subida su apuesta con una agresión directa a Irán con un bombardeo inicial de misiles, a la cual Irán ha respondido con sus propias armas a la que luego Israel ha replicado y luego Irán y así sucesivamente. Las cosas no parecían irle demasiado bien ni a uno ni a otro (al final, en estos juegos de guerra hipertecnificados actuales los daños son bien reales, comenzando por los que sufre la población), cuando, de repente y a instancias de Israel, EE.UU. ha decidido hacer acto de aparición, bombardeando las instalaciones de enriquecimiento de uranio de Irán, como muestra de que no van a permitir que ese país consiga la bomba atómica (que es la excusa habitual para hostigar a Irán, a pesar del hecho cierto de que en todas estas décadas nunca ha fabricado una bomba y que al parecer el propio ayatolah Jamenei considera inmoral ese tipo de bombas).

No voy a entrar en el análisis geostratégico del juego de ataques y réplicas, porque no es mi fuerte, pero parece bastante claro que hay un interés por todas las partes en mantener una cierta tensión pero sin llegar a una escalada hasta las últimas consecuencias. Israel no ha atacado todas las refinerías de Irán (un blanco fácil y que causaría un auténtico caos económico y logístico), solo y marginalmente una planta de gas, mientras que Irán no ha destruido las pocas plantas eléctricas de Israel (también un blanco fácil con enorme impacto social y económico). Por su parte, EE.UU. ha atacado Irán pero lo ha hecho de manera contenida, en instalaciones que habían sido previamente evacuadas y aparentemente con menos fuerza de la que se pretende hacer creer. Como réplica, Irán ha lanzado varios misiles lentos (recordemos que tiene supersónicos) contra una base americana en Catar, los cuales fueron completamente interceptados.

En resumidas cuentas, da la impresión de que nadie quiere llegar demasiado lejos en este macabro juego de golpes y contragolpes, y eso los mercados parecen descontarlo, ya que por ejemplo el precio del petróleo no ha subido mucho, y hoy mismo por ejemplo ha pegado un bajonazo muy importante.

Se tiene que decir que la actual situación es conveniente para tanto los EE.UU. como para Irán y otros países, en su mayoría aliados de los EE.UU. Una situación de tensión e inestabilidad favorece un precio del petróleo más elevado, y eso ahora mismo es algo completamente necesario para los EE.UU. Se estima que con los precios de 60$ por barril en los que estábamos estancados en las últimas semanas, uno de cada tres pozos de fracking había cerrado. Para mantener viva y en forma esta industria vital para los EE.UU., se necesitan precios de 80$ por barril o más. También necesita precios en ese rango Arabia Saudita, si quiere enjugar sus déficits públicos, y algo parecido le pasa a Irán. La guerra arancelaria que desató Trump (y que en su momento debió parecerle buena idea) ya ha originando una cierta recesión económica y con ella una caída de precio del petróleo; ahora, estos intercambios bélicos permiten compensar en parte ese efecto. Por cierto que esta dinámica de shocks de destrucción de demanda y amenaza de destrucción de oferta se conjugan bien, aunque sea algo peculiar, con un fenómeno que conocemos bien: la espiral

Desgraciadamente, se está jugando con fuego y en algún momento alguien puede cometer un error y rebasar alguna línea que no se debe de rebasar. Al final, hay seres humanos tomando las decisiones finales, y el problema con los seres humanos es que frecuentemente tienen reacciones emocionales y no perfectamente frías y racionales.

Lo peor que podría pasar para la economía mundial es que Irán decidiese el cierre total del estrecho de Ormuz, por donde pasa el 20% de todo el petróleo que se produce en el mundo, pero que también representa el 40% de todas las exportaciones de petróleo. Eso, para regiones que son grandes importadoras como Europa o China hace que Ormuz sea algo crítico.

Cerrar completamente Ormuz (por ejemplo, sembrándolo de minas, que costaría muchos meses barrer) es lo más próximo que tiene Irán a un ataque con armas nucleares. De manera prácticamente instantánea pondría la economía mundial de rodillas, con un precio del barril que podría llegar a superar los 150$. Sin embargo, uno de los grandes perjudicados sería China, aliado de Irán, mientras que a EE.UU. solo le afectaría marginalmente. Por eso, el cierre total de Ormuz es una solución extrema para Irán, a la que solo recurrirá si se enfrenta a un peligro existencial.

Una situación diferente se plantearía si se diera un cierre selectivo de Ormuz. De esa manera, Irán podría dejar pasar solamente aquellos petroleros con dirección a la India o a China, mientras que retendría o ralentizaría el resto. Irán podría hacer esto usando patrulleras, siempre y cuando no apareciera una potencia extranjera con sus buques de guerra. Si Irán consiguiera implementar ese tipo de cierre, el principal problema sería para Europa. Obviamente, Europa maniobraría para conseguir el petróleo por otros modos (recordemos que es algo habitual que la carga de un petrolero cambie varias veces de manos y hasta de destino en los meses que dura su travesía) y esto empujaría el precio al alza, pero no sería igual que con un cierre total porque Europa no podría encontrar reemplazo para todo y el precio moderaría su subida. Al final, Europa tendría que enfrentarse con un problema diferente al de la carestía y con el que conviven centenares de millones de personas cada día: la escasez. Para agravar la situación, de manera paradójica se podría dar que algunos países aprovecharan los precios altos no para aumentar la producción de petróleo sino para disminuirla. Tal podría ser por ejemplo la situación de Nigeria (uno de los principales proveedores de España), que ahora mismo sufre escasez de combustibles en su territorio porque prefiere destinar el petróleo a la exportación; si el precio sube mucho, podría reducir sus exportaciones para garantizar la paz social en su casa. 

Estos serían escenarios catastróficos para una Europa actualmente desorientada, que se está centrando sus esfuerzos económicos en una medida tan absurda como destinar el 5% del PIB a la compra de armamento para prepararse para una fantasmagórica guerra con Rusia, cuando en realidad sus problemas son otros. 

Para Europa, el cierre de Ormuz, incluso selectivo, aceleraría la caída económica del Viejo Continente. Hay tiempo aún para reaccionar, para tomar medidas que avancen en la transformación industrial y energética que necesitamos, pero ese tiempo se nos agota rápidamente. 

Y al mismo tiempo, nos preparamos para lo que parece que va a ser un verano con temperaturas sin precedentes. Tengan cuidado ahí fuera.

Salu2.

AMT 

P. Data: Otro día hablaremos de los informes que han salido recientemente sobre el apagón eléctrico en España del día 28 de abril de 2025, que también tienen mucha tela que cortar...

miércoles, 4 de junio de 2025

El próximo apagón

 


Queridos lectores:

Estaba a punto de levantarme esta madrugada, hacia las 5 de la mañana, cuando de repente se fue la luz. Nos dimos cuenta inmediatamente porque tenemos un dispositivo que pita en cuanto falta el fluido eléctrico. Me levanté para ver si era cosa nuestra, pero en seguida vi que no había luz en la calle. No habían pasado dos minutos que la luz volvió, un par de segundos, para después marcharse de nuevo. Al cabo de cinco minutos, otra vez lo mismo. Al final, al cabo de 45 minutos volvió definitivamente - bueno, definitivamente hasta el siguiente apagón.

Desde hace unos cinco años, quizá un poco más, esto viene siendo moneda común en mi barrio. Un par de veces al año se va la luz, generalmente durante alrededor de una hora, a veces dos. De hecho, el día del apagón del 28 de abril, mi barrio fue el último en recuperar la luz: mientras en buena parte de la ciudad ya había corriente a las 2 de la tarde (estamos muy cerca de Francia y eso favoreció la pronta recuperación), en mi barrio la electricidad no volvió hasta las 2 de la mañana. Yo siempre he atribuido esta inestabilidad a un defecto de la red de baja tensión de la ciudad, posiblemente no lo suficientemente mantenida. Pero a raíz de las informaciones que estos días siguen trascendiendo sobre el apagón del 28 de abril, he comenzado a pensar que quizá no sea la instalación de baja tensión la que falla, sino que simplemente no tolera la baja calidad de la señal que llega de la red de alta tensión. Quizá, después de todo, simplemente sucede que los transformadores de mi barrio cumplen con las especificaciones técnicas y no toleran desviaciones demasiado grandes respecto a los valores nominales de tensión.

Porque en las discusiones, e intercambio de acusaciones, entre los diferentes actores del esperpento que fue el apagón del pasado abril, hay varios detalles que han emergido con fuerza y con claridad. Uno de ellos es que la red eléctrica española es habitualmente inestable, con episodios repetidos de subidas de tensión y de variación de la frecuencia. Ya analizamos en este blog cuál fue la causa última del apagón: la incapacidad de la red para absorber las inestabilidades, fuera cual fuera su origen, debido a la falta de sistemas de estabilización que deberían haber acompañado la instalación de parques fotovoltaicos y eólicos. Éste es un problema muy generalizado en toda Europa, fruto de una normativa muy permisiva europea durante muchos años, más interesada en el fomento de una implementación rápida y agresiva de estas nuevas tecnologías que de mantener unos márgenes de seguridad para operar la red de alta tensión. De hecho, el 8 de enero de 2021 Europa entera estuvo a punto de sufrir un apagón, precisamente por esta incapacidad intrínseca de los sistemas actuales para amortiguar estos problemas. En el incidente del 28 de abril de 2025, España estuvo a punto de arrastrar a toda Europa: solo la desconexión automática del enlace con Francia fue capaz de evitar el desastre, y aún así la frecuencia en Europa quedó perturbada durante más de 30 minutos.

Fuente: EPRI webinar sobre el apagón, ver https://www.youtube.com/watch?v=LNStOXAsiDo


También durante estos días se ha insistido en que en ningún momento faltó inercia en sistema (capacidad de los sistemas de generación para amortiguar fluctuaciones en la potencia entregada a la red, cuestión que el maestro Beamspot ha analizado recientemente en su Substack), y se dice que el sistema español se mantuvo todo el tiempo en un factor de inercia por encima de los 2 segundos, tal y como manda la normativa europea. Dejando al margen la cuestión de si esos 2 segundos son inercia suficiente, lo cierto es que resulta difícil de creer que tal fuera la inercia, toda vez que en el momento del incidente más del 60% de la generación eléctrica era fotovoltaica y eólica; de hecho, un análisis reciente de la Universidad de Oviedo indica que desde las 9 de la mañana, cuando irrumpe la generación de energía fotovoltaica, el factor de inercia cae drásticamente y se mantiene en unos mucho más creíbles 1,3 segundos - hasta el apagón, claro, cuando cae aún más, y luego la recuperación de la red se hizo con sistemas inerciales, por eso va subiendo el factor de inercia. 

Lo que es innegable es que desde el día del apagón se está asegurando que a todas horas haya un porcentaje de generación eléctrica, de entre un 10 y un 30%, a través de plantas de gas de ciclo combinado, las cuales, junto con las hidroeléctricas, son las que proporcionan más flexibilidad, rapidez de respuesta, buena inercia y tienen también capacidad de absorber potencia reactiva. A pesar de que desde los canales oficiales de Red Eléctrica Española se ha insistido en que no se conocen las causas del incidente, simplemente esta manera de actuar, garantizando un cierto porcentaje de electricidad de plantas de ciclo combinado que entra en la generación por restricciones técnicas (más posiblemente lo que se encuentre a mano por si hay una emergencia, en reserva de capacidad), demuestra que saben perfectamente que la operación con tanta renovable descontrolada, podríamos decir que mal instalada, es peligrosa.

Quisiera recordar aquí, una vez más, que no se puede caer en el simplismo de decir que "las renovables son el problema". No es verdad. La tecnología renovable tiene sin duda sus limitaciones y problemas, pero lo que ha pasado aquí es que se ha permitido a las compañías eléctricas su conexión a la red de alta tensión nacional sin acompañarlas de sistemas de estabilización, algunos de los cuales ya los tienen las centrales convencionales (por ejemplo, volantes de inercia). Por decirlo de manera poco sutil, es como si se les hubiera permitido a las eléctricas conectar las placas, a una red tan compleja y de operativa tan complicada como es la red de alta tensión, como el que las conecta a su instalación doméstica. No es un problema de la tecnología: es un problema de cutrez. Y de excesivas prisas, porque al final es la normativa europea, acríticamente traspuesta en la normativa nacional, la que ha permitido este desatino. También por eso, las eléctricas se escudan en que ellas cumplen la norma para argumentar que no les corresponde a ellas pagar los costes de instalar todos esos sistemas de estabilización que ahora faltan.

Pero de alguna manera u otra, esto se tiene que arreglar. Muchas instalaciones fotovoltaicas tienen suscritos PPAs (Power purchase agreements, acuerdos de provisión de potencia), generalmente directamente con grandes consumidores o distribuidoras. Acuerdos privados cuyas cláusulas no conocemos, pero que aparte de fijar un precio convenido para esa electricidad (conveniente para el productor, que evita los vaivenes de la subasta mayorista cuando el precio se desploma; conveniente para el consumidor, que evita los vaivenes de la subasta mayorista cuando el precio se dispara), fijan también una cantidad de energía a ser suministrada. Y si no se cumplen esos compromisos de entrega de energía, se prevén indemnizaciones muy onerosas. Pero no conocemos cuál es el volumen de energía renovable que se tiene que entregar en virtud de esos PPAs. Nadie ha planificado esto, ha sido "el mercado" el que se ha encargado de decidir cuánto se tenía que producir de este modo. Y por tanto nadie se ha preocupado en saber si la cantidad de energía a producir no era excesiva porque haría que no se pudiera garantizar la estabilidad de la red.

Así que estos días estamos viendo cómo, progresivamente, se está disminuyendo la cantidad de electricidad producida mediante la quema de gas, mientras que al tiempo se aumenta la de origen renovable, y poco a poco nos vamos acercando a los porcentajes de generación del día del apagón. No verdaderamente: la generación mediante centrales de ciclo combinado se mantiene aún en el 10%, mientras que en el momento del incidente era de solo el 3,5%. Sin embargo, tengo bastante claro que hay una gran presión económica para incrementar la producción renovable, para garantizar que no se incumplen los compromisos de los PPA's. Los cuales no sabemos a ciencia cierta cuáles son.

Estoy seguro que desde REE se está vigilando con mayor cuidado toda la operación de la red, y que no se correrán riesgos innecesarios, aprendida ya la lección. Pero también estoy seguro de que la presión para forzar la generación renovable continuará, en función de esos compromisos adquiridos sin ningún tipo de planificación, lógica o supervisión. Simplemente, porque como siempre se asumió que los mecanismos de mercado eran los mejores para garantizar la gestión de un bien hoy en día tan básico como es la electricidad.

Aquí está el principal apagón en esta sociedad. Con tal de proteger los intereses de mercado de ciertas empresas, se permite todo tipo de barbaridades y desarreglos, sin que sea posible tener una información detallada de qué estamos hablando aquí, y no digamos ya tener mecanismos de control y supervisión para garantizar el bien común.

Es esta ceguera, es esta incomprensible dejación de todo en manos del lucro incontrolado, lo que puede llevar a todo tipo de fallos en nuestra sociedad, desde apagones eléctricos perfectamente evitables y absurdos, hasta la escasez de materias primas, medicamentos, chips y hasta alimentos.

Y aparentemente así seguiremos, hasta el siguiente fallo, hasta el próximo apagón, el cual nos cogerá con la misma expresión de incredulidad y estupefacción, simplemente porque no hemos entendido que la primacía del bien común, como cualquier derecho en democracia, no es una concesión, sino una conquista, y que como tal se debe defender. 

Salu2.

AMT 

viernes, 9 de mayo de 2025

Esperanza y derrotismo



Queridos lectores:

Aprovechando la reciente celebración del día de Sant Jordi, celebramos un sencillo pero bonito acto en mi laboratorio. Varios investigadores presentaron los libros que han publicado recientemente, hubo un pequeño recital poético-musical, se presentaron los resultados de una encuesta sobre el papel de la ciencia y las científicas y científicos en la sociedad, y por último, un vídeo breve de presentación de las actividades de mi centro. A largo del acto (bastante breve, en realidad, algo más de media hora) varias veces se mencionó el hecho de que nuestros trabajos y nuestras mediciones nos muestran que los océanos, y por extensión el medio ambiente, está experimentando una degradación sin precedentes y encima acelerada en los últimos años. Sin embargo, se insistía en la necesidad de alimentar "la esperanza". No el optimismo sobre la situación, no - sería bastante absurdo, a tenor de los datos - sino la esperanza de que seremos capaces de revertir la situación. Una esperanza en realidad bastante infundada teniendo en cuenta cómo nos ha ido durante las últimas décadas y el poco caso que se nos ha hecho al personal científico que investigamos la Crisis Ambiental. Significativamente, el vídeo institucional jugaba también con los conceptos de "ciencia" y "esperanza", en lo que para mi era un acto fallido porque, de algún modo, se sobreentendía que ambos conceptos son, en la práctica, mutuamente excluyentes o contradictorios.

Y es que lo son. Quienes trabajan (trabajamos) en el marco de las ciencias ambientales estamos viendo un desastre sin precedentes en prácticamente todas las variables ambientales que queramos mirar. Como hemos comentado varias veces, hemos sobrepasado ya 6 de los 9 límites planetarios identificados hace ya 16 años, y aún hay otros 2 límites que podrían ser sobrepasados en los próximos años, uno de ellos netamente oceánico (acidificación). 

Imagen de Niböe, extraída de https://niboe.info/limites-planetarios-explicados/ y utilizada bajo licencia CC-BY
 

El caso es que sobrepasar uno solo, tan solo uno de los límites planetarios, pone en riesgo la continuidad de la especie humana, y por tanto más tiempo que se prolongue esa situación de extralimitación, más riesgo se corre de entrar en una espiral irreversible de degradación ambiental, un punto de no retorno o tipping point. Eso, sobrepasando solo uno de los 9 límites. Ahora, qué significa sobrepasar, a la vez, 6 - y si seguimos como hasta ahora, dentro de unos años, 8 límites planetarios.

Después del acto estuve dándole muchas vueltas al asunto. ¿Qué sentido tiene que la consigna más o menos aceptada en la academia es que tenemos que transmitir un mensaje de esperanza? Pero aún, cuando gente como yo presenta con crudeza los puros y meros datos, es bastante normal que incluso por compañeros de profesión califiquen este discurso de "catastrofismo" o "pesimismo", cuando lo que se muestra son simplemente datos, desnudos, factuales. Hechos, al fin y al cabo. Pareciera como si cada vez que uno muestra que la cosa va de pena tuviera la obligación de hacer una jaculatoria a la capacidad de la Ciencia (así, con mayúsculas) y al ingenio del Ser Humano (también con mayúsculas) para descargar toda responsabilidad, para que quede claro que esto se va arreglar, aunque de momento no tengamos la más mínima idea de cómo.

Sin embargo, me parece difícil tomar una actitud más anticientífica. La ciencia tiene que mostrar las cosas de la manera más objetiva y desapasionada posible, sin dejar que las propias creencias sesguen los resultados, de modo que lo que se produzca sea de validez general y a partir de aquí se pueda construir lo que se necesita.

Y los datos son tremendos. En este momento, el desbalance radiativo, es decir, la diferencia entre la radiación que recibe el planeta y la que radia de vuelta al espacio, de acuerdo con las mediciones de los satélites de la NASA se ha multiplicado por 4 con respecto a los valores que tenía en 2002.

Hacia el año 2014 se produce un cambio brusco, y así hemos pasado de 0,37 W/m² en 2002 a los 1,37 W/m² actuales. Por qué ha pasado esto tan rápido tiene que ver probablemente con varios procesos como la pérdida de hielo en el Ártico (el agua absorbe más energía, el hielo la refleja) y la drástica disminución de la emisión de aerosoles fruto de la quema de combustibles fósiles, sobre todo SO2, en China, en su lucha con el grave problema de contaminación que tenían. Es por este desbalance que el calentamiento global claramente se ha disparado en los últimos años, y que acabamos el 2024 con una temperatura global en +1,6 ºC con respecto a los niveles preindustriales. A este paso, en unos pocos años más llegaremos a +2 ºC, lo cual sería catastrófico para España, porque haría que temperaturas de 50 ºC o más sucedieran con cierta frecuencia en verano, con grave riesgo para la vida de las personas, destrucción de ecosistemas, más incendios, etc. Y eso por no hablar de todas los cambios que se están ya generando en la circulación atmosférica y oceánica, de consecuencias imprevisibles. El tiempo de reaccionar a la Emergencia Climática se nos ha acortado considerablemente, mientras vamos hablando de esperanza.

A nivel de recursos, las noticias no son precisamente esperanzadoras. La crisis originada por la falta de combustibles se sigue extendiendo por Latinoamérica y África, como ya comentamos en un post anterior; ahora los problemas llegan con fuerza a México. Falta cobre, fundamental para toda la electrificación, y comienza a haber problemas de suministro en toda suerte de materias primas, desde cereales y cacao a metales diversos. Y en medio de este problema grave y estructural, la implantación de aranceles por parte de EE.UU. ha dejado el comercio mundial destartalado, empujando a la baja el precio del petróleo (porque hay menos consumo), lo cual pone en entredicho la inversión futura, particularmente en el fracking estadounidense y garantiza la escasez de petróleo en el futuro próximo. Por si eso fuera poco, y mientras continúan la guerra en Ucrania y el exterminio en Gaza, y otras 17 guerras por todos olvidadas, crece la conflictividad bélica entre India y Paquistán. La lucha por los combustibles, los metales, los alimentos, el agua... solo van a crecer en los próximos años. Pero nosotros tenemos que tener esperanza.

A mi me hace gracia cuando me acusan de derrotista y de pesimista. En realidad, yo soy una persona muy optimista. Porque aquí estoy, luchando a pesar de la evidencia que se acumula, porque aún creo que se puede conseguir mejorar la situación, porque aún creo que podemos lograrlo. Los que bajan los brazos, buscándose la coartada moral de "la esperanza", ésos son los verdaderos derrotistas, porque no hacen nada para intentar cambiar la situación, porque aceptan como inevitable lo que tenemos y lo que se viene.

Compañeros, compañeras, del mundo científico: hay que abandonar de una vez por todas la absurda insistencia en la esperanza, adormidera de conciencias. No es eso lo que necesitamos. La respuesta que tenemos que dar no es "la esperanza", sino el activismo. Tenemos que salir ahí fuera y explicar lo que pasa, denunciar lo que pasa, ser beligerantes con lo pasa, oponerse a lo que pasa. Es nuestra obligación moral ineludible, porque somos los que sabemos lo que pasa. Como dijo Albert Einstein, quien tiene el privilegio de conocer, tiene el deber de actuar.

Tenemos que salir ahí fuera, a defender a nuestros congéneres y a todo lo que está vivo. Porque no hay otra lucha que merezca más la pena, ninguna otra causa que sea más justa. Y ésta nos interpela. Esperanza no: activismo y justicia.

Salu2.

AMT  

martes, 29 de abril de 2025

Post de urgencia: Calambrazo


Queridos lectores:

Ahora que tengo electricidad e internet (y que he terminado de responder a un montón de periodistas, si no me equivoco he concedido 24 entrevistas - y estando afónico), puedo inaugurar la que probablemente será una nueva serie de posts de mi blog, dados los tiempos que corren: los posts de urgencia, suscitados por algún evento de gran calado. Posts cortos, que van al grano de lo esencial de la situación.

En el caso del post de hoy, hablaré sobre el apagón que ha afectado a España, Portugal y el sur de Francia el día 28 de abril de 2025. 

 

El incidente.

A las 12:33 se produjo el incidente. De acuerdo con la información que ha dado el propio Presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, en 5 segundos la potencia generada cayó en 15 GW, equivalente al 60% de lo que se estaba produciendo en ese momento. Eso produjo un apagón inmediato en toda la Península Ibérica. Afortunadamente, se mantuvo la generación de aproximadamente 10 GW, y con eso y con la ayuda de las importaciones masivas de electricidad desde Francia y Marruecos fue posible ir reestableciendo progresivamente la red, de manera que a primeras horas de la madrugada del día 29 de abril ya se había reestablecido el suministro de la mayoría del territorio nacional, aunque la señal eléctrica es todavía en este momento algo inestable. Restaurar los sistemas a un punto similar al anterior llevará varios días aún. Hay sistemas importantes con graves afectaciones, como por ejemplo la red de ferrocarriles. Las centrales nucleares permanecen a esta hora en situación de parada.

 

Las explicaciones iniciales.

Durante las primeras horas se dieron multitud de explicaciones sobre la causa de este apagón masivo e inédito. Se especuló con que fuera un ciberataque, o que se debiera a un inusual fenómeno atmosférico, o que un incidente en la línea de interconexión con Francia hubiera generado los problemas. Con el paso de las horas fue quedando claro que nada de eso había pasado. En el momento actual, aún no se ha dado una explicación oficial de la causa del problema. Y eso, como es lógico, preocupa a la ciudadanía, que se pregunta si esta situación puede volver a repetirse en algún futuro cercano.

 

Qué ha pasado.

La red eléctrica estaba mostrando signos de inestabilidad desde por lo menos las 12:00. Hacia las 12:22 la red estuvo ya cerca de caer. En el momento de la caída, a las 12:33, se produce una separación en frecuencia de aproximadamente 0.15 Hz.

En un momento determinado, determinadas subredes no pueden soportar la sobretensión y se desconectan para evitar daños. Eso aumenta el estrés sobre el resto de subredes y al final acaba cayendo una buena parte de la generación fotovoltaica, en cascada. Al mismo tiempo, la nuclear, que también es inflexible, no puede adaptarse y las centrales entran en parada de emergencia, así que ahí se perdieron 2 GW de potencia adicionales.

La situación experimentada no tiene nada de excepcional. Es un problema repetido en Europa desde hace años y que estuvo en el origen de graves incidentes, como el del 8 de enero de 2021.

El problema de fondo es la integración de grandes volúmenes de generación renovable en la red de alta tensión sin acompañarlos de los necesarios (y desde los cambios de normativa de 2022, preceptivos) sistemas de estabilización de la corriente. Es un tema bien conocido y ampliamente discutido.

Mientras la cantidad de energía renovable que se integraba en la red era minoritaria, esto no era un problema, ya que el resto de fuentes presentes en el mix se encargaban de mantener la estabilidad. El problema es que en días como ayer, en el momento del incidente, la energía renovable representaba el 80% del total de energía eléctrica producida.

Los sistemas de generación eólica y fotovoltaica no tienen flexibilidad. Los sistemas tradicionales, al ser inerciales, aportan cierta facilidad inherente para adaptarse a los cambios en la demanda. Pero eso no pasa en la nueva renovable. Tampoco en la nuclear, que no tiene capacidad de reacción, y por eso cae exactamente igual que la renovable.

 

Por qué ha pasado.

Conviene recalcar aquí que el problema no son los sistemas de generación renovable. El problema es el modelo de implantación de los mismos que han impuesto las grandes empresas, más preocupadas por sus beneficios que del bien común. Es completamente necesario avanzar en la producción de energía eléctrica renovable por múltiples motivos (ambientales, de escasez de combustibles fósiles...), pero no se puede hacer de cualquier manera. Yo uso el símil de un vendedor que te quiere vender un coche sin frenos. ¿Es el coche intrínsecamente peligroso? No, pero no se puede vender sin frenos. Por el mismo motivo, la renovable tiene que ir acompañada de sistemas de estabilización. No hacerlo es una grave irresponsabilidad. Pero, por un tema de ahorrarse costes, es lo que vienen haciendo las grandes compañías desde hace años.

A falta de sistemas de estabilización, la situación de inestabilidad se hubiera podido solventar si, en los primeros signos (hacia las 12:00, quizá antes incluso) se hubiera aumentado la generación de los sistemas despachables rápidos, es decir, hidroeléctrica y ciclos combinados de gas natural. Pero justo en el momento del incidente, los ciclos combinados representaban solo el 3% del total. Insuficiente para absorber las fluctuaciones y para dotar de estabilidad al conjunto. Peor aún, en el momento del incidente muchas centrales de gas de ciclo combinado estaban en parada fría, y se necesitaban horas para reiniciarlas. Por eso mismo, llevó mucho más tiempo recuperar la red eléctrica. La razón de que no hubiera centrales de gas de ciclo combinado disponibles para dar estabilidad es que estos días el precio de la electricidad ha sido cero o incluso negativo, y eso ha motivado que los dueños de las centrales las apagaran, dándoles igual la seguridad del sistema. Es alucinante que algo así pueda pasar, y que el regulador lo permita, pero es así. Por cierto que no es algo nuevo, como explicamos el año pasado.

Por tanto, el problema fundamental ha sido que las empresas han primado sus ganancias a la estabilidad del sistema. Al tiempo, que el regulador no haya podido obligarlas, por la razón que sea, a que estuvieran disponibles. Esto pone en contexto las recientes declaraciones de Pedro Sánchez, apuntando contra los operadores del sistema eléctrico.

 

¿Va a volver a pasar?

No a corto plazo. Hoy el 40% de la generación se está haciendo con ciclos combinados, mientras se avanza en el reestablecimiento total del sistema (por cierto que desde aquí quiero reiterar mi admiración hacia los técnicos de Red Eléctrica Española, que una vez más han hecho un trabajo encomiable, dificilísimo y rara vez reconocido). Resulta también evidente que se está limitando el grado de penetración de las renovables. Las centrales nucleares continúan en situación de parada, lo cual suscita múltiples preguntas por sí mismo.

Por tanto: no, no es previsible un nuevo apagón general en breve plazo. Lo que sí va a pasar es que el precio de la electricidad se va a disparar, por el mayor consumo de gas, que va a llevar a su encarecimiento y por ende al de la electricidad. Y eso por no hablar de los desperfectos que se han causado, algunos de ellos forzosamente de bastante alcance.

 

¿Qué lecciones hay que sacar?

Que hay que invertir en estabilidad (que es muy cara) y en que se tienen que mantener centrales de respaldo (que son caras y emiten CO2). En el largo plazo, que seguramente habrá que reducir el consumo para ajustarlo a algo sostenible.

 


¿Se podía haber previsto esto?

Qué quieren que yo les diga.

 


Por cierto que tenía otra posible portada para este post, pero por pudor he preferido dejarla como chascarrillo final.