lunes, 6 de abril de 2020

Hoja de ruta (III): Qué puedo hacer yo.

(Nota: en todo el post, al referirme a las profesiones usaré el género masculino como genérico, como es normativo en castellano, pero obviamente me estaré siempre refiriendo a individuos de ambos sexos - como no podría ser de otra manera).



(Anteriormente en esta misma serie: Hoja de ruta (II): Poniéndose en marcha).

Queridos lectores:

Como prometía en el post anterior, en el presente me voy a centrar en qué cosas podemos hacer cada uno de nosotros en una situación en la que nuestra sociedad empieza a perder su funcionalidad, y sobre todo buscando una salida profesional y vital en un mundo nuevo y extraño en el que las cosas ya no van a funcionar como hasta ahora habían funcionado; un mundo en el cual de alguna manera podría parecer que ya no tenemos cabida. El objetivo de este post  es que, en los próximos años, cuando Vd., querido lector, caiga en el desánimo porque piense que ya no sirve para nada, se dé cuenta de que en realidad Vd. tiene mucho que aportar en el nuevo mundo que va a comenzar.

Aunque intentaré dar una perspectiva amplia de todas las cosas que cada uno de nosotros, en función de nuestros conocimientos, capacidades y experiencia, podríamos hacer en este nuevo mundo que tiene que nacer, es completamente imposible dar una visión completa y detallada de todas las posibilidades. Por tanto, la exposición que sigue no es completamente exhaustiva de todas las posibilidades de ocupación y empleo; además, por las limitaciones de mis propios conocimientos e inclusive porque algunos de los aspectos a los que aludiré seguramente no han sido analizados ni estudiados con profundidad, no todo lo que diré será completamente correcto o adecuado. Es por ello que les pido que tomen todo lo que digo más abajo como una mera orientación: tenemos los próximos años para tratar de de ir afinando cada uno de estos nuevos oficios y ocupaciones dentro de una sociedad mucho más local y resiliente, la que se tendrá que ir gestando justamente durante esos años. Noten también que, por deformación de mi propio perfil, tiendo a centrarme en trabajos más tecnológicos e ingenieriles, cuando obviamente hay muchos otros perfiles que sin duda serán necesarios. Tomen por tanto la relación que sigue como una lista abierta a la cual en cada comunidad podrán ir añadiendo aquello que vayan considerando importante y necesario.

Comencemos por lo más básico: la alimentación. No voy a extenderme con la producción de alimentos, ya que éste es uno de los aspectos más tratados en la blogsfera picolera y colapsista; dejemos simplemente dicho aquí que, como es obvio, la producción agrícola tendrá que emplear a mucha más mano de obra de lo que hace ahora; no quizá ese 80% de la población activa que dicen algunos, pero seguramente el 15 y hasta el 20%. No se trata de renunciar a la mecanización del campo, pero es obvio que se va a tener que planificar bien qué mecanización se puede mantener y de qué manera. Motores más sencillos de fabricar y de reparar, que puedan usar combustibles algo más toscos (por ejemplo, aceites no muy refinados), motores que tendrán menos potencia pero que estarán mejor adaptados al mundo al que vamos. Una discusión abierta y sobre la que hace falta profundizar es qué parte de la producción agrícola se tendrá que destinar a la producción de biocombustibles para operar la propia maquinaria agrícola; está claro que se ha de buscar un buen equilibrio entre la producción neta agrícola y un nivel de mecanización suficiente para reducir la penosidad del laboreo agrícola; eso seguramente implicará una mayor interacción entre personas y máquinas, de manera que aquellas tareas que se automatizan de manera menos eficiente sean realizadas por humanos (por ejemplo, las de selección), en tanto que la fuerza mecánica se limitará sobre todo a aquellas tareas donde lo que cuenta es la potencia. Debido a la futura escasez de fertilizantes artificiales, en cada lugar se tendrá que hacer un diseño adecuado de las prácticas de cultivo que den resiliencia a la producción, desde el barbecho, la alternancia de cultivos, el uso de abonos naturales provenientes de una cabaña ganadera local, la armonización entre diversos tipos de cultivos complementarios (incluyendo árboles), los bosques de alimentos, la integración ecosistémica desde microorganismos hasta los insectívoros, pasando por las "malas hierbas" e insectos que atacan a los cultivos y que ahora deberán ser integrados como parte de ese ecosistema, aparte de muchos otros aspectos como la protección de la erosión del suelo, la prevención de la acidificación, el riego y la adaptación a períodos imprevistos de sequías e inundaciones y así un largo etcétera. Muchas de estas cosas han sido estudiadas y analizadas con profusión en los últimos años en infinidad de páginas web y en libros especializados. Y eso sin contar con todas las complejidades de la gestión ganadera, optimizando su integración ecosistémica, desde palomas y gallinas (fundamentales para tener guano para fertilizar los campos) hasta los conejos, ovejas, cabras y en los lugares más productivos vacas y cerdos, así como también animales para el tiro como bueyes, caballos y mulas. Aquí por supuesto hay mucho trabajo para veterinarios, biólogos, farmacéuticos y en general toda la gente que tiene experiencia tratando con ganado.

Aparte de la gente que ya se dedica a actividades agropecuarias, aquí hay una salida para la gente que proviene del campo y ya tiene conocimientos, aunque sean básicos; también, para ingenieros agrícolas, forestales, químicos ambientales y profesiones semejantes, así como para la gente que tiene conocimientos como aficionado e interesado en estos temas. Mención aparte merece el uso de plantas silvestres para la elaboración de remedios, usando conceptos de farmacopea moderna, lo cual también da salida a farmacéuticos y biólogos. 

Una cuestión diferente concierne la pesca, una actividad que va a sufrir una seria reducción, en parte por la falta de petróleo y en parte por el agotamiento de muchos caladeros; diseñar un nuevo modelo de pesca local y sostenible es un trabajo ingente que llevará mucho tiempo pero que será la resultante natural de las restricciones que va a imponer el nuevo mundo; y esa es una ocupación para ingenieros navales (para hacer la reingeniería de los barcos, usando materiales más modestos), biólogos marinos, marinos, pescadores, etc.

Sin salirnos del ámbito de la alimentación pero avanzando en la cadena de consumo, otro aspecto clave será la distribución y tratamiento de las materias primas alimentarias. Aquí hay aspectos logísticos fundamentales, como el de la reutilización de envases, fundamental para minimizar la necesidad de materiales; también, todo lo que pueda ser distribuido a granel debe ser vendido de la misma manera; mucho trabajo para logistas, contables, especialistas en paquetería y similares, sin olvidar los transportistas, que tendrán que utilizar camiones más pequeños y optimizar los recorridos (de nuevo, con una buena planificación logística). Además, trabajar con menos envases y a granel plantea problemas sanitarios ya olvidados por el actual uso masivo de envases individuales, que deben ser también abordados por médicos, enfermeras, farmacéuticos, veterinarios, biólogos, químicos, ingenieros y un largo etcétera de profesiones similares. En el caso del tratamiento de materias primas alimentarias, existe una infinidad de consideraciones que hacer sobre seguridad alimentaria y conservación de alimentos (usando una mucho menor cadena de frío, puesto que ésta es muy costosa energéticamente), y esto también supone muchas posibilidades de trabajo completamente novedosas, y particularmente emplearía mucha mano de obra para el mero acarreo, algo que ahora se considera ineficiente pero en un futuro nada lejano se considerará imprescindible.


Consideraciones semejantes se van a dar en todo tipo de comercio: necesidad de reaprovechar envases, disminución de los envoltorios, mayor cantidad de mano de obra... se van a tener que cambiar los actuales criterios de eficiencia económica por otros de simple viabilidad, aunque eso lógicamente va a repercutir en los precios y en la renta disponible (pero tampoco hay alternativa). Los canales de distribución tendrán que ser mucho más locales, pudiéndose mantener la distribución a larga distancia para solo unos pocos bienes de alto valor. Un factor importante para todo el sector de la distribución, al igual de lo que comentamos en el caso de la agricultura, será  el reaprovechamiento de viejos motores, con todo el trabajo de reingeniería que comporta, y las posibilidades de trabajo para ingenieros, mecánicos y herreros.

En el caso concreto de la ropa, reaparecerán actividades muy arrinconadas actualmente, como el corte y confección, y el arreglo de ropa. Algunos remiendos se harán de manera casera, mientras que otros se harán de manera más profesional. La misma situación se dará con el calzado. Una cuestión interesante es que se requerirán materiales mucho más locales y se volverán a considerar materiales textiles y de otro tipo que ahora no se usan tanto; esto creará una industria local que ocupará a mucha gente en todos los niveles.

Hablando de la ingeniería, la era del descenso energético puede ser una auténtica edad de oro de la ingeniería, porque todo tendrá que ser reconcebido, rediseñando y reimplementado. La maquinaria tendrá que ser fabricada pensando en el uso de materiales sencillos y en la facilidad de la reparación, además de para el mejor aprovechamiento de la energía. Esto puede implicar que se sacrifique la compacidad de los diseños actuales y, sobre todo, la potencia: la cantidad de trabajo hecha por unidad de tiempo será en general inferior, porque a mayor potencia más entropía y por tanto más disipación e ineficiencia. Se necesitarán expertos en metalurgia y en mecanizado, se tendrán que hacer más piezas ad hoc y para cada reparación concreta. Otro aspecto importante será el aprovechamiento de metales de desecho, que actualmente están en las chatarrerías; se necesitará muchísima gente con diversos conocimientos y también mucha mano de obra para separar, preparar, refinar y distribuir los distintos materiales de la manera más eficiente. Otra fuente masiva de materiales de alta calidad, e incluso para el reaprovechamiento de algunas de sus partes y sistemas, son los actuales coches, y en ese sentido se debe incentivar su recuperación y tratamiento: una buena salida para muchos mecánicos, técnicos de ITV y operarios de plantas de ensamblaje de coches.

Un punto importante en nuestro futuro para las próximas décadas es el del mantenimiento de la red eléctrica. Richard Duncan, autor de la teoría de Olduvai, opina que en nuestra sociedad hipertecnificada la primera infraestructura en fallar debido a la escasez de combustibles fósiles será la red eléctrica. Se trata de una infraestructura de una gran complejidad física y operacional (miles de kilómetros de líneas, cientos de estaciones de transformación, decenas de estaciones de monitoreo en tiempo real, centros de gestión centralizada y un ejército de operarios que deben trabajar día y noche para garantizar que todo funcione correctamente), debido a que hoy en día la electricidad se utiliza para muchas actividades industriales y requiere una gran fiabilidad. Aguantar en pie las gigantescas torres de alta tensión, garantizar la estabilidad del flujo que se mueve a través de miles de kilómetros de cables y al tiempo conseguir que se sigan generando inmensas potencias eléctricas que se regulan según la demanda es algo titánico y casi milagroso en condiciones normales, y requerirá un replanteamiento general en una situación de descenso energético. Una cosa positiva es que la caída de los volúmenes de producción en general harán que la demanda eléctrica sea sensiblemente menor, pero en todo caso la transición a un nuevo modelo, más descentralizado, manejable y de menor potencia, será una verdadera contrarreloj durante los próximos años, y muy probablemente las próximas décadas se vean marcadas por repetidos y duraderos apagones en muchas zonas hasta que consigamos un nuevo estado de equilibrio. La generación y distribución eléctrica tendrá que volver a ser parecida a como fue al principio: generación de menor potencia, de proximidad y gestionada de manera mucho más local; todo ello, con la ventaja de los mayores conocimientos y mejores sistemas de control actuales. Nos tendremos que olvidar de LEDs y volver a sistemas de iluminación más sencillos de fabricar, y en general volver a motores más básicos. De las líneas de alta tensión, tendremos que decidir cuáles merece la pena mantener (con el gran esfuerzo que llevará) y cuáles deberán ser desguazadas para aprovechar sus materiales. Aquí de nuevo las oportunidades de trabajo son enormes y muy variadas, desde la ingeniería, la metalurgia, la electricidad, la electromecánica y en general una gran cantidad de mano de obra con todo tipo de especializaciones o prácticamente sin ella. Dado los costes, los usos de la electricidad deberán ser aquéllos que societariamente den el máximo rendimiento porque si no la actividad simplemente no será sostenible.

Yendo ya a la obra en general y a la edificación en particular, existe un gran cantidad de trabajo por hacer: se tendrá que proceder al acondicionamiento y rehabilitación de viviendas, y en algunos casos la mejor opción será la demolición controlada (para aprovechar sus materiales) de viviendas que no tienen sentido en el nuevo escenario (demasiado altas, demasiado masificadas, demasiado alejadas de las rutas de comunicación y suministro que van a pervivir, sin acceso a agua o con problemas para su bombeo, potabilización o depuración de aguas residuales, etc). Se requerirá también una mejor planificación urbana, recuperando ideas hace tiempo denostadas en aras de favorecer la movilidad rápida y masiva con coches utilitarios. Mucho trabajo para arquitectos, aparejadores, albañiles, peones y también para empresas dedicadas a la fabricación y distribución de materiales de construcción, que tendrán que readaptarse para trabajar también el reprocesamiento de los ingentes materiales de los edificios en demolición.

Mención aparte requiere la obra pública. Se tendrá que decidir qué se mantiene y de qué manera, y qué no. Aquéllas infraestructuras críticas tendrán que ser dimensionadas para la capacidad de mantenimiento real que vamos a tener, muy mermada por la disminución (aunque no desaparición, una pequeña parte de biocombustibles se podrá dedicar a esto) de la fuerza mecánica. Se tendrá que inspeccionar qué infraestructuras pueden acarrear un riesgo grave para la población si caen en un estado de abandono (presas hidráulicas, centrales nucleares, balsas de residuos, etc) y adoptar planes para su desmantelamiento controlado (una carga que va a ser muy onerosa en la era del decrecimiento energético, y cuya gestión dará muchos dolores de cabeza). Se requieren ingenieros de caminos y obra civil, planificadores, gestores, logistas y una gran cantidad de mano de obra.

Otro punto crítico, y de tanto más que hablemos de núcleos de población de mayor tamaño, es el saneamiento de las aguas residuales y del propio alcantarillado. En algunos lugares, se tendrá que repensar el alcantarillado y hacer actuaciones urgentes, y en ocasiones drásticas, de cara a evitar la rápida propagación de enfermedades transmisibles por el agua (recordemos que en el siglo XIX las epidemias de cólera y de fiebres tifoideas fueron frecuentes). El tipo de tratamiento que se tendrá que hacer será muy diferente al actual, pues no habrá tantos reactivos químicos como tenemos ahora (derivados del petróleo en muchos casos), pero se podrán encontrar alternativas razonables. Una cuestión también a tratar es la del aprovechamiento de las aguas y lodos residuales: como decía Víctor Hugo en "Los miserables", las cloacas son una fuente inmensa de riqueza, puesto que con las heces van multitud de nutrientes que deben volver a los cultivos para cerrar los ciclos naturales de muchos elementos (Aldous Huxley, en "Un mundo feliz", llegaba incluso a proponer el reaprovechamiento de los cadáveres para evitar perder el fósforo). Finalmente, aparte de la potabilización, el suministro de agua se puede ver afectado por la falta de energía y los problemas de mantenimiento de las conducciones, así que se requiere una gran planificación sobre qué se puede mantener, en qué condiciones y qué usos se permiten al agua. Se puede llegar inclusive a limitar el número de personas que pueden vivir en un cierto núcleo de población. Está también la cuestión de la adaptación al cambio climático, muy compleja y que tendrá que ser analizada municipio a municipio. Con todo lo dicho, queda claro que hablamos de un sector que también dará una gran cantidad de trabajo a todos los niveles: ingeniería, química, bioquímica, microbiología, logística, control de calidad, planificación urbansítica, poceros, albañiles y un largo etcétera.
 
Hablemos ahora de la red de telefonía, una infraestructura muy importante porque facilita la coordinación y la transmisión de información que puede ser crítica. La primera cuestión que merece ser debatida es sobre el tipo de tendido: ¿se debe usar el cobre, que cada vez será más escaso y difícil de conseguir? ¿O utilizar la tecnología de la fibra de vidrio, que se basa en materiales mucho más baratos pero que es más compleja de transmitir y decodificar, requiriendo cierta capacidad microelectrónica? Seguramente se tendrá que buscar un compromiso entre ambas, con un estándar que seguramente se tiene que desarrollar. 

La cuestión de la telefonía suscita también la de las Tecnologías de la Información y las Telecomunicaciones (TIC) en general y la cuestión de los ordenadores y otros sistemas de procesamiento en particular. Es evidente que los actuales niveles de la electrónica de consumo son completamente insostenibles y en el curso del descenso energético se va a producir una simplificación enorme de la informática (el cual hará que estas páginas que he escrito estos años, algún día, se perderán para siempre - no me causa ninguna pena, pierdan cuidado). Se tendrá que establecer una verdadera informática de guerra en los primeros compases del descenso energético, asegurando que los pocos sistemas informáticos que vayan quedando a medida que todos se vayan irreparablemente averiando, lo que nos quede de la actual época de apogeo de las TIC, se usa para aquellos servicios críticos donde la fuerza de computación de un microordenador es fundamental. A medida que pase el tiempo se tendrá que buscar la manera de fabricar chips de mayor tamaño y menores prestaciones pero mucho más fáciles de fabricar, y sobre todo que se puedan elaborar de manera lo más local posible. Se tendrán que recuperar prácticas de programación como las que yo conocí cuando era niño, en el que medías los bits usados al milímetro. Hay una ingente cantidad de trabajo para ingenieros electrónicos y de materiales, expertos en microelectrónica, especialistas en electrónica en general, programadores, diseñadores y una vez más un largo etcétera.

Y volviendo a un tema que acabamos de mencionar, la era del descenso energética será una era donde cobrará una renovada importancia el soporte en papel para los documentos, en una época progresivamente menos eléctrica y menos electrónica. Tendremos que desempolvar las viejas técnicas de indexación de archiveros y bibliotecarios, pues el uso de microinformática quedará restringido en aquellos casos en los que tener una alta capacidad de procesamiento sea estrictamente necesario; de hecho, para bibliotecas, registros y para el papeleo y contabilidad de empresas y similares, lo más práctico será recurrir al archivo en papel de toda la vida: más fiable, razonablemente rápido y tecnológicamente asequible (lástima que esto pasará cuando estábamos completando la digitalización de tantos archivos). Aparte de la gran cantidad de trabajo para los especialistas de biblioteconomía y documentación, hay mucho trabajo en general para contables y administrativos, bastante más que el que hay ahora.

Y todo esto por no hablar de otras profesiones actuales que lógicamente se tendrán que mantener, como médicos, enfermeros, maestros, policías, jueces, abogados, bomberos y así un larguísimo etcétera. Profesiones todas ellas que deberán hacer muchos ajustes en la época de escasez (por ejemplo, el concepto de sanidad tendrá que ser muy diferente) pero que indudablemente de una forma u otra van a pervivir. 

Para quien no encuentro trabajo es para los publicistas, pero seguramente esta gente encontrarán algo productivo a lo que dedicar su talento.

Como ven, en realidad hay muchísimo trabajo por hacer, y mucho trabajo que hacer una vez se establezca la nueva sociedad. Nadie sobra; simplemente, se deben reorientar las carreras profesionales. Tendremos también que desempolvar viejos tratados que nos explican cómo se hacían antes las cosas, y a partir de ellos y con los conocimientos actuales, deberemos desarrollar nuevos métodos y sistemas. Hay una cantidad inmensa de cosas por hacer. Faltará trabajo dentro del mundo que se muere, con sus decadentes maneras de hacer y que cada vez serán más disfuncionales, ineficaces y reducidas; pero en el nuevo mundo que va a nacer habrá muchísimo trabajo y se necesitarán muchísimas manos.

Todo está por hacer, solo que nos hemos acostumbrado tanto a lo que teníamos, que creíamos que era eterno. No lo era. Podemos sentirnos desamparados al principio, pero en realidad tenemos un mundo de oportunidades delante de nosotros. Esos sí, un mundo centrado en lo local, donde una pieza clave es la comunidad. Eso es de lo que hablaremos en el próximo post de esta serie.

Salu2.
AMT

(Posteriormente en esta misma serie: Hoja de ruta (IV): La forja de la comunidad).

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