lunes, 30 de septiembre de 2013

Ecuador: El dilema del Yasuní


Queridos lectores,

Carlos Efraín Chávez Mora me ha hecho llegar esta breve reflexión sobre el dilema de la reserva ecológica del Yasuní, metáfora y epítome de un problema global: conservar la Naturaleza o explotar breve y devastadoramente sus recursos. Pero dejemos que sea Carlos quien les explique el problema.

Salu2,
AMT




ECUADOR Y SU DILEMA PETROLERO SOBRE EL YASUNÍ

 
Después de poco más de 40 años desde que se produjo el primer barril de petróleo, a un precio de dos dólares con cincuenta centavos, el Ecuador ha puesto en el tapete de la discusión la disyuntiva de si explota el petróleo que se encuentra en lo más remoto de la Amazonía, en la reserva ecológica Yasuní, con alta densidad biológica, donde existen comunidades primitivas no contactadas, que correrían el riesgo de ver afectada su supervivencia; o si por el contrario, se deja intacta la reserva teniendo presente que en un futuro no muy lejano los recursos provenientes de la biodiversidad serán de inmenso valor. El gobierno por su parte, obviando la necesidad de una consulta popular, que proponen importantes colectivos, espera iniciar pronto la explotación del crudo para aprovechar una ganancia que se calcula en dieciocho mil millones de dólares. Debe ser así, porque el Perú, en una franja cercana, lo está aprovechando con buen éxito. Aun cuando se trata de una zona pantanosa, de difícil acceso. Son aproximadamente 125.000 barriles diarios que se espera obtener y que se sumarán a los casi 540.000 que actualmente se extraen.  Al fin y al cabo se está construyendo una gran refinería en la Península de Santa Elena,  que necesitará ese petróleo. El argumento del gobierno para pronunciarse por la extracción, fue que planteó al mundo la propuesta de dejar el petróleo bajo tierra, renunciando a la mayor parte del beneficio, a cambio de que los países, especialmente los más desarrollados y contaminantes, asuman el pago de cinco dólares por barril de la reserva prevista, como compensación por el cuidado de la naturaleza; pero que no hubo la respuesta esperada de la comunidad internacional, puesto que la hipocresía de las grandes potencias, según expresó el presidente Rafael Correa, tienen un discurso ambientalista, y que llegada la hora de la verdad actúan de otra manera.
La opinión ciudadana está dividida.
Encendido así el debate,  no se ha dicho una sola palabra sobre lo que podría pasar cuando la fiesta del petróleo se acabe, que es el punto medular sobre el que trata este blog. Si bien hace unos dos meses más o menos, el presidente Correa en una de sus sabatinas acostumbras, expresó que de no encontrarse pronto más petróleo, la economía del país podría colapsar en el año 2020, precisamente lo que se señalaba en uno de los últimos artículos de este blog. Cuando nuestro presidente dijo aquello, hice un seguimiento a los editoriales de los principales periódicos de este país, para conocer su reacción. No hubo respuesta. Nadie dijo nada.
Lo cierto es que, con el precio del petróleo sobre los cien dólares el barril, nosotros estamos  “que viva la fiesta”. La dolarización que se estableció después de un periodo de casi hiperinflación del sucre, en 1999, ha traído a la clase media poder adquisitivo. En poco más de doce años, las calles de las principales ciudades se han llenado de automóviles. El Estado ha crecido hasta hacerse obeso. La obra pública es el principal motor de la economía ecuatoriana. La consigna del gobierno, muy parecida a la que se plantearon las dictaduras de 1972, que decían “sembremos petróleo”, ahora es “cambiar la matriz productiva”, lo que no es otra cosa que pasar de la generación de electricidad a base de derivados del petróleo, a la generación hidroeléctrica. Para ello se están desarrollando faraónicos proyectos por toda la geografía nacional. Incluso se acaba de inaugurar una central de generación eólica al sur del país. Por lo demás, el sector privado parece que difícilmente cambiará su vocación de exportador de materias primas, por otro que tenga mayor valor agregado a sus productos, que es lo que se espera.
En todo caso no hay ninguna voz que clame en el desierto sobre el peligro del agotamiento del crudo. Las señales que ha dado la naturaleza para este país bendecido, han sido más bien alentadoras. En la década del 70 del siglo pasado se predijo que las expectativas de los yacimientos de petróleo eran para 25 años. Han pasado cuarenta años desde entonces, desde aquellas fechas en que nuestros indígenas andaban descalzos por las calles. Hoy somos los nuevos ricos que disfrutamos la lotería que nos ha regalado nuestra tierra. Durante tantos años hemos estado con un precio por barril de 30 dólares, hoy con más de cien dólares por barril, no tenemos más problema de la deuda externa. Nos hemos vuelto rentistas.
Pero las rentas si no las aprovechamos con sabiduría se acaban. Si no, ¿dónde están los frutos de la cosecha del petróleo que nos sembraron nuestras dictaduras? Solo nos quedó el sabor amargo de una prolongada deuda externa.
Yo insisto en que la doctrina del buen vivir que proclaman la comunidad bolivariana en Sudamérica es una propuesta viable, aunque audaz. Procurar que los pueblos vivan al ritmo de la naturaleza, haciendo la economía dependiente de aquella, como debe ser, siendo un subconjunto de la Pacha Mama, o madre tierra. Vivir con frugalidad, como nuestros pueblos ancestrales, que no han depauperado ni esquilmado los recursos naturales. No cambiemos la matriz productiva,  cambiemos la mentalidad productivista.
Hasta siempre.
Carlos Efraín Chávez Mora

jueves, 26 de septiembre de 2013

La buena dirección


Queridos lectores,

Últimamente estoy asistiendo a movimientos de ciertos colectivos (como Greenpeace o el CMES) que diagnostican con gran certeza la gravedad de la crisis energética asociada a la carestía y escasez de combustibles fósiles y de uranio, y que proponen un escenario fantástico, con grandes beneficios económicos y sociales, basado en la explotación de las energías renovables. La repetida afluencia de estos mensajes, avalados por extensos y aparentemente detallados informes, ha dado lugar a varios debates dentro de nuestra pequeña asociación, el Oil Crash Observatory (OCO). A muchos miembros del OCO, con quienes he debatido frecuentemente los datos que se aportan a lo largo y ancho de este blog, les causa extrañeza el simplismo de tales posiciones: quienes defienden de una manera tan entusiasta y acrítica las energías renovables casi nunca hablan de límites a su explotación, limitaciones de materiales o de capital, o de la baja TRE que tienen en algunos casos (que incluso sería menor en ausencia del petróleo). 

Sin embargo, otros miembros del OCO (posiblemente tantos como los anteriores) consideran que quizá quienes proponen estas "soluciones" - generalmente gente muy instruida y que conoce los problemas anteriormente descritos sin duda - están intentando conseguir un cambio político y que a pesar de lo conceptualmente erróneo de su estrategia desde el punto de vista técnico no dejan de ser pasos en la dirección correcta, en "la buena dirección". Incluso he llegado a oír decir a alguna persona a la que aprecio que quizá lo que debemos hacer es decir, o como mínimo consentir que se digan, estas mentiras piadosas; en suma, dejar que la gente crea que se va a poder mantener el BAU (cosa que sobradamente sabemos que es imposible) y mientras tanto se van haciendo las inversiones necesarias que, cuando se produzca la inevitable transición desde el modelo económico actual basado en un crecimiento indefinido ya imposible al nuevo modelo de estado estacionario, los medios para procurarnos energía estarán ahí para salvarnos del colapso (escenario completamente indeseable). Un reciente post publicado en Cassandra's legacy ha ido un poco más lejos aún: incluso aceptando que la TRE de las renovables pudiera ser demasiado baja para mantener una sociedad estructurada como la nuestra o que su dependencia de los combustibles fósiles no permite actualmente considerarlas una alternativa energética, la abundancia relativa que aún disfrutamos de petróleo debería invertirse en poner a punto estos sistemas que nos ayudarán en todo caso durante nuestra transición energética, y posiblemente por el camino diseñaremos los sistemas energéticos renovables que, ésos sí, permitirán a nuestra sociedad llegar a un estado sostenible.

Es notorio que yo pertenezco al primer grupo del OCO, y en numerosas ocasiones he expresado mis dudas sobre la viabilidad de las "soluciones renovables" que se plantean. Tal falta de fe en el nuevo paradigma renovable es vista desde algunos de los sectores proponentes como una desafección, casi como una traición, a una causa común; en alguna ocasión se nos ha llegado a decir que "contaminamos el debate energético", dando pues a entender que nuestra posición no es "pura"; en suma, que no aceptamos la posición ortodoxa que de algún modo debería ser la única que legítimamente podríamos adoptar. Peor aún, en las discusiones internas del OCO se ha llegado a plantear que a pesar de nuestras dudas tendríamos que hacer una apuesta inequívoca por estos modelos de sociedad basados en energía renovable, porque de otro modo, simplemente analizando y explicando las limitaciones de los sistemas de generación renovable igual que analizamos y explicamos las limitaciones de las fuentes de energía no renovables, estamos haciéndole el juego a las petroleras, que usan nuestros estudios y ensayos para tener aún más argumentos para atacar a las renovables en su afán de que nada cambie y seguir ganando dinero a mansalva hasta que todo reviente. En resumen: que siendo tan puristas estamos consiguiendo un efecto perverso y de alguna manera somos cómplices con la prolongación del actual sistema.

En realidad es lo contrario. Seguramente estos colectivos pro-renovables pretenden hacer eso: concienciar y avanzar. Pero la realidad es que no hay avance alguno y que esta dirección es completamente contraproducente. Sé que decir estas cosas no me grangeará muchos amigos en un campo que debería ser afín, pero a veces conviene aclarar bien las posiciones de cada cual para evitar acabar en sitios adonde uno no quiere ir en realidad. Yo no comulgo con este nuevo programa de progreso por tres motivos principalmente: de integridad, moral y técnico.

La primera cuestión es la integridad de quienes nos dedicamos al estudio y divulgación de estos problemas. Como científico mi opinión puede ser oída por mis conocimientos de tipo técnico, que yo debo aplicar neutralmente al conocimiento de la verdad y difundir el conocimiento que obtenga a la sociedad. La gente no tiene interés en saber qué dice el ciudadano Antonio Turiel, sino qué dice el científico Antonio Turiel. En tanto que técnicos tenemos que transmitir los datos de la manera más clara y honesta posible, evitando sesgos. Esto es muy difícil, e inevitablemente las opiniones y los prejuicios personales acaban produciendo cierto sesgo, aún cuando uno se esfuerce en evitarlo; el más obvio pero también el más sutil es el sesgo de agenda (hablar sólo de las cosas que a mi me interesa hablar). Por ello es importante mantener cierta pluralidad; por ejemplo, yo busco publicar en este blog posts de otras personas, incluso algunos con los que no estoy de acuerdo, con la única exigencia de que estén bien fundados argumentalmente. Del contraste y debate de opiniones bien fundadas técnicamente se puede construir una visión más clara y racional de la realidad, la cual ninguno de nosotros abarca, y sólo con la ayuda de todos podemos tener una buena estimación de dónde estamos y hacia donde vamos. Partiendo de esos postulados, los llamamientos a que nos apliquemos cierta autocensura, escondiendo o incluso manipulando los datos que muestran que las alternativas renovables no son tan buenas o factibles, chocan de plano con el rol que se nos supone. Si yo comienzo a deliberadamente sesgar mis datos induciré a la gente que confía en el juicio técnico del científico Antonio Turiel a adoptar la agenda política del ciudadano Antonio Turiel. Eso es claramente un abuso de autoridad, puesto que uno era solamente escuchado como referente técnico, y al proceder de esta manera lo que estamos haciendo es, simple y llanamente, engañando y manipulando. Desde la ética profesional tal actitud es inaceptable.

La segunda cuestión es moral. Si yo manipulo a la gente para hacerles creer que las cosas son mejores de lo que son, que se creará un montón de "empleo verde" y volveremos a ser ricos, a pesar de que los datos no apuntan hacia eso en absoluto, en el fondo me estoy arrogando una superioridad moral sobre aquella gente a la que manipulo. A veces he llegado a oír decir que la gente no es capaz de tomar las decisiones que más le convienen y que por tanto se les ha de conducir engañados por el camino a la sostenibilidad. Tal postura equivale a tomar al común de la ciudadanía por niños o por borregos, por personas sin criterio ni juicio propio; y que nosotros, los técnicos, los científicos, tenemos la responsabilidad y la obligación de decidir por ellos. Nuestra superioridad técnica, por tanto, se convierte en superioridad moral. El hecho de ser sumos sacerdotes de la religión civil del progreso (John Michael Greer dixit) nos da a los ojos de los feligreses de ese credo esa superioridad moral, y aquellos de nosotros que profesan esa misma creencia creen también que somos moralmente superiores y que no sólo tenemos el derecho, sino también el deber, de conducir a nuestro pueblo por el desierto de la transición a la tierra prometida de la sostenibilidad.
Sin embargo, no somos moralmente superiores, en nada lo somos. Somos humanos como los demás, con las mismas pasiones y pulsiones, virtudes y defectos. Yo no me siento capacitado para decirles a los demás qué es lo que tienen que hacer; yo sólo les puedo dar mis datos y mis opiniones, y después que cada cual, como adulto, decida. Que yo, Sumo Sacerdote del Progreso, me reconozca humano y limitado, y moralmente equivalente al resto de la Humanidad, es tomado por los más integristas de esa religión civil como una traición (lo decíamos más arriba: una desafección y una afrenta), y por eso mi veleidad de compartir el fuego del conocimiento con el resto de los humanos me hace impuro (contamino el debate energético). Quizá los zelotes de esta religión ruegan a sus dioses para que la ingeniería de regeneración celular con células madre avance lo suficiente como para que mi hígado se regenere eternamente y pueda así ser devorado por un águila (deseo seguramente compartido con los seguidores de un pequeño culto más afín de lo que se creen, el que venera al dios Tesla). Por concluir este punto, el mayor riesgo de esta visión extrema del intelectualismo moral es que cuando se verifique que nuestra ciencia y nuestra tecnología por humanas son falibles y que en todo caso no pueden transgredir los límites del mundo natural, ya sean los geológicos o los de la Termodinámica, las masas arrastradas por este culto se volverán contra él clamando venganza, y derribarán en turbamulta los moais de la Ciencia (ya se escuchan clamores contra otra antigua religión que mucho ha defraudado, la Economía).

La tercera de las cuestiones es técnica. Se suele argumentar que el futuro de la energía es la producción renovable, y estoy de acuerdo que así será, en un porcentaje mayor del 90%, dentro de cien años. Durante este siglo la Humanidad sufrirá un descenso progresivo de la disponibilidad de combustibles fósiles y uranio, descenso que en ocasiones se acelerará por el colapso de algún productor importante. Por poner una fecha, hacia el 2100 el consumo no renovable será marginal. Entre hoy y ese futuro que tendrán que vivir nuestros nietos, y si no se toman las medidas adecuadas, habrá países que colapsarán hasta la práctica extinción de sus poblaciones - justamente el tipo de cosas que queremos evitar y que es la razón fundamental de ser de este blog. Sin embargo, el hecho de que en un futuro no tan lejano dependamos de las energías renovables no quiere decir, en absoluto, ni que la cantidad de energía que extraeremos de ellas sea vagamente comparable a la actual ni que los medios de producción de energía sean precisamente los que se están postulando hoy en día. Dejando al margen el aprovechamiento directo de la biomasa, todos los sistemas de captación de energía renovable ponen su acento en la producción de electricidad, y todos ellos se basan en un músculo industrial, una capacidad de producción masiva de bienes y servicios, que se sustenta en las energías fósiles de hoy. Eso plantea multitud de serios inconvenientes. Por lo que respecta a la electricidad, los problemas son bastante serios. Hacer sistemas de almacenamiento de electricidad a escala masiva es bastante complejo, aparte de poco eficiente. La producción de electricidad a partir de las fuentes renovables es también poco eficiente (un aerogenerador aprovecha un 20% de toda la energía del flujo que pasa por sus aspas, una placa fotovoltaica típica de las actualmente instaladas un 15% de toda la radiación solar incidente, una central hidroeléctrica puede aprovechar un 30% de la fuerza mecánica del agua). Con los planteamientos a gran escala actuales, la producción de electricidad implica gestionar una red compleja, más grande y más compleja a medida que se produjera más electricidad renovable. No está garantizado el suministro de materiales críticos como el cobre. La conversión de electricidad a usos no eléctricos es muy difícil, en algunos casos casi imposible; y en aquellos usos más sencillos pueden aparecer muchas limitaciones técnicas, como las que aquejan al esperado y diletante coche eléctrico. Y todo eso sin contar con la larga discusión que se ha mantenido en este blog, dentro de la serie "Los límites de las renovables", sobre la incapacidad de los sistemas que actualmente se plantean, de llegar a cubrir más que una pequeña fracción de todo nuestro consumo de energía primaria (atención: de energía primaria, no de energía eléctrica). En realidad, todo el planteamiento de grandes instalaciones de producción eléctrica renovable construidas con una gran fuerza industrial apoyada en combustibles fósiles y orientada a la distribución sobre una gran red eléctrica no es más que la quintaesencia del BAU; una vez más estamos hablando de un modelo orientado al control económico de las grandes corporaciones que, cuando quieren, barren de un plumazo cualquier aspiración de autoconsumo o producción a pequeña escala. Es un modelo ineficiente, basado en el crecimiento, que implica un gran consumo de energía fósil y de materiales y que, simplemente, nunca pasará de un nivel muy lejano al del consumo total de energía actual. En suma, los grupos que promueven con la mejor de sus voluntades este tipo de sistemas están, ellos sí, haciendo la cama a grandes intereses económicos. Además, focalizar el esfuerzo inversor de manera decidida en estos sistemas que probablemente acabarán siendo inviables (por costes de operación y de materiales) en unas pocas décadas implica, entre otras cosas, un elevado coste de oportunidad (pues seguramente salía más a cuenta invertir en proyectos menos megalomaníacos pero más útiles para el largo plazo) y una gran pérdida de resiliencia (ya que los recursos se emplean en mantener unas infraestructuras que cada vez costará más mantener, hasta hacerlas inviables) en un momento de degradación de la capacidad de inversión. 


Igual que el economista clásico cree que el ingenio humano puede crear los recursos necesarios (cornucopia), el paladín de las renovables cree que el ingenio humano conseguirá indefinidamente sistemas de generación cada vez menos costosos y más eficientes (curva de aprendizaje). Ambas actitudes son la expresión acabada de un BAU que resiste a morir, y son ambas completamente infundadas, basada en una experiencia pasada de muy corto recorrido (150 años en el caso de los primeros, unas pocas décadas en el caso de los segundos). No existen fundamentos técnicos, científicos o lógicos que justifiquen ninguna de las dos hipótesis, ni la cornucopia ni la ilimitada curva de aprendizaje, y sin embargo se desdeña y ridiculiza a quien lo pone en cuestión.


El fanatismo en las posturas y la simplificación de las cuestiones complejas acaba llevando a plantear un debate sesgado, unidimensional: o se es partidario de las energías fósiles o se es partidario de las energías renovables de manera acrítica, con la actual configuración. Desafortunadamente el mundo es multidimensional, y hay otras direcciones en las que el debate puede moverse, ya que las dos propuestas dadas como alternativas no describen la realidad entera, y no son ni siquiera la mejor opción que tenemos. 

No todo es ceguera ni todo está perdido. A veces conviene recordar que hay economistas que se toman muy en serio las limitaciones de nuestro sistema actual, y que en sus trabajos y modelos integran el sistema económico dentro del sistema ecológico del que formamos parte, y así consideran tanto los insumos como los residuos dentro del valor económico; esta gente, todavía un poco marginalizada pero con un peso creciente, están poniendo las bases de la teoría económica de nuestro futuro. Del mismo modo existen, aunque pocos, partidarios de las renovables que comprenden que los actuales sistemas  son, como dice Pedro Prieto, sistemas no renovables de generación de energía renovable. Existen mejores maneras de aprovechar la energía renovable que la mera producción de electricidad a gran escala, y suele ser con sistemas que no requieren materiales complicados ni gran capacidad industrial; se trata de producir electricidad cuando sea necesario, y cuando no aprovechar más eficientemente la energía renovable con sistemas más sencillos y más eficientes, de alta TRE. Pero eso implica, forzosamente, una deceleración, puesto que la mayor causa de ineficiencia es la rapidez excesiva, el culto a la potencia que tan necesario es para mantener un sistema que todo derrocha. La apuesta por el BAU renovable es sólo otra distracción para intentar mantener la economía del crecimiento, por mantener esa potencia, ese derroche, cosa que no será nunca posible. Pero tenemos conocimientos técnicos y medios para conseguir mantener un nivel de vida semejante al actual, sólo que más lento. Lo que realmente nos hace falta es construir un sistema económico que no priorice la creación de valor, sino asegurar el bienestar a la Humanidad. El problema no es técnico: es social. Es por eso que tenemos que pasar de la idea a la acción.


Salu2,
AMT

lunes, 23 de septiembre de 2013

El papel de los transgénicos


Queridos lectores,

Luis Cosin me ha hecho llegar este ensayo sobre los transgénicos. El tema está mucho más relacionado de lo que podría parecer con la crisis energética, ya que con menos energía la producción de alimentos descenderá. ¿Pueden ser los transgénicos la solución? ¿Qué inconvenientes tienen? Pero comencemos por algo más básico, para los menos informados: ¿qué es y cómo se hace un organismo transgénico? Con su habitual estilo didáctico, Luis nos proporciona una lección magistral y un texto de referencia para este blog.

Salu2,
AMT

Ingeniería genética y transgénicos ¿amenaza , solución o ambas cosas?

En su excelente y recomendable libro “Comiendo combustibles fósiles”, Dale Allen Pfeiffer hace un resumen escalofriante, basado en datos del profesor David Pimentel, del coste en energía y recursos como el agua que tiene la industria agroalimentaria.

En otro post de este blog, se trató el tema del agua, su uso y descontaminación, y el ingente consumo de recursos, sobre todo energéticos, que conlleva.

Frente a un consumo creciente (y aparentemente inevitable) de recursos, una de las vías que apenas comienza a ser explorada en profundidad es el uso de los propios mecanismos de la vida para llevar a cabo muchos de los procesos que ahora se llevan a cabo de forma convencional y poco eficiente.

Es lo que se conoce como biotecnología.

Dentro de la biotecnología, la ingeniería genética (la posibilidad de “diseñar” seres vivos a la medida de nuestras necesidades) es, sin duda, uno de los campos mas prometedores. Pero no está exenta de peligros y amenazas.

En este post, vamos a intentar dar una descripción objetiva y desapasionada de esta tecnología, que últimamente está envuelta en la polémica.

Todo parece indicar que la ingeniería genética va a ver avances espectaculares en los próximos años y de una adecuada comprensión de los mecanismos de obtención de nuevas variedades más resistentes a plagas, herbicidas y climas extremos, puede depender en parte el futuro de la especie humana.



Referencias:






1. Un poco de teoría

Los seres vivos estamos formados por moléculas orgánicas de gran tamaño, formadas principalmente por carbono, hidrógeno, nitrógeno y en menor medida, otros elementos, enlazados entre sí.

  • Algunas moléculas, (ciertos polisacáridos, lípidos y proteínas), son estructurales, es decir, dan forma, sustento y protección física a las estructuras que forman los seres vivos: son, por ejemplo, la pared celular, la membrana celular, la keratina de la piel, las proteínas estructurales del cartílago y el hueso...etc.

  • Otras son meros almacenes de energía, como los triglicéridos y los azúcares.

  • Y otras son catalizadores (es decir, “facilitadores”) de las reacciones químicas complejas que dan lugar a todas las moléculas necesarias para que la vida se desarrolle. Se llaman enzimas y son proteínas de gran tamaño y complejidad estructural considerable. Su función es parecida a la de una planta química: toman materias precursoras del medio y, mediante el intercambio de energía con dicho medio (absorción o emisión de energía, normalmente en forma de ATP, o adenosín trifosfato) las trasforman en otros productos. La cadena de reacciones catalizadas por enzimas se denomina metabolismo.






  • Un cuarto tipo de moléculas, el ADN (o ARN, en algunos organismos más simples) contiene la información que, correctamente descodificada, permitirá la construcción de las enzimas, necesarias para el metabolismo. El funcionamiento del ADN se comprende cada vez mejor, pero aún es desconocido en parte.

    • Se sabe que ciertos segmentos del ADN codifican proteínas (al lugar que ocupa un segmento de ADN que codifica una proteína se le llama “gen”)
    • Otros segmentos actúan como reguladores de la expresión de otros genes (de alguna manera, se unen a “bloqueadores” que impiden que los genes vecinos se expresen)
    • Y otros segmentos no parecen cumplir con ninguna función específica: quizá sean espaciadores, cumplan una función estructural, o sean simples restos heredados de genes que en su momento sí cumplían una función.

La información del ADN se transforma en proteínas en unas estructuras muy pequeñas pero muy importantes, y que existen en gran cantidad en todas las células: los ribosomas (que son, a su vez, aglomerados de proteínas).




Podríamos entender el código genético como el “software” que se ejecuta en un “hardware” (el mecanismo de replicación e interpretación del ADN/ARN) muy antiguo.

Diversos programas pueden cumplir con la misma función y los seres vivos disponemos de diferentes “versiones” de dicho software.

Es decir, no todos los seres vivos tienen el mismo contenido dentro de un gen determinado. 



A los diferentes contenidos posibles de un gen, que cumplen con la función de dicho gen, se los denomina “alelos”. Un alelo es cada una de las formas alternativas que puede tener un gen que se diferencian en su secuencia de ADN y que se puede manifestar en modificaciones concretas de la función de ese gen.






A la expresión de un conjunto de alelos en un ambiente determinado se la llama “fenotipo”.



2. La selección natural

La gran versatilidad del software genético permite la construcción de moléculas muy variadas y que pueden realizar gran cantidad de tareas.

El mecanismo por el cual este proceso de construcción de nuevas proteínas progresa de forma espontánea se conoce como selección natural.

La selección natural es un proceso que se ha ido comprendiendo poco a poco, desde el primer gran avance que supuso el enunciado, por parte de Darwin, de una serie de principios que regían la aparición de nuevas especies y su adaptación al medio.

De forma muy esquemática, la teoría de la evolución por selección natural, o, más exactamente, selección natural de fenotipos, establece que:

  • Los seres vivos son capaces de expresar características que pueden sufrir variaciones de forma espontánea. Hoy sabemos que esas características, al menos a bajo nivel, están gobernadas por la expresión de fenotipos de alelos de genes, y que esas variaciones espontáneas se deben a cambios y recombinaciones del ADN de dichos alelos y a su interacción con el medio.

  • Si una característica (hoy diríamos, un alelo o combinación de ellos) muestra ventajas significativas sobre el resto de características para un medio determinado (la mayor o menor idoneidad siempre depende del medio en que se exprese) el organismo que la porte se verá favorecido, sobrevivirá mejor y tendrá mayor descendencia, por lo que dicha característica aumentará su frecuencia en la población.

Un ejemplo lo tenemos en la pigmentación de la piel en los seres humanos:

  • En latitudes altas, con poca insolación, es necesario poder aprovechar al máximo la escasa insolación para sintetizar la vitamina D (que es necesaria para evitar el raquitismo). Las personas con piel fina y clara, que absorben con más facilidad la radiación solar, se ven favorecidas.

  • En cambio, cerca de los trópicos y el ecuador, el problema es justamente el contrario: evitar que el exceso de radiación ultravioleta (que es cancerígena y mutagénica) dañe la piel y provoque cáncer. Las personas con una piel gruesa y pigmentada se ven favorecidas.



Los genes se encuentran habitualmente agrupados en cromosomas. Dos alelos que se encuentren en la misma secuencia dentro del mismo cromosoma tienden a replicarse juntos con más facilidad. De este modo, la existencia de los cromosomas favorece la estabilidad de la herencia genética y permite que grupos de alelos que “trabajan bien” juntos, se propaguen a las generaciones siguientes.







Los biólogos hablan de 4 tipos de selección natural:

  • Selección estabilizadora, también llamada selección negativa o selección purificadora, es un tipo de selección natural en el que la diversidad genética decae: los extremos de una característica son seleccionados en contra, por lo que los organismos con características del rango "promedio" son los que más sobreviven. Éste es probablemente el mecanismo de acción más común de la selección natural y tiende a mantener a la población dentro de un rango promedio.

  • Selección direccional,  también llamada selección positiva, que favorece un solo alelo, y por esto la frecuencia alélica de una población continuamente va en una dirección. Ocurre cuando se produce una “innovación” ventajosa, o bien cuando un cambio en el medio hace que éste seleccione preferentemente una variedad (alelo) determinada.

  • Selección disruptiva o Selección balanceada, que simultáneamente favorece a los individuos de los dos extremos de la distribución de un carácter biológico. Cuando opera, los individuos de ambos extremos contribuyen con la mayoría de la prole que aquellos con el carácter en el rango medio. Puede conducir a la división de la población en dos o más especies.

  • Selección sexual, que es la que se produce cuando hay reproducción sexual y los miembros de un género eligen preferentemente a los individuos del otro género que muestran unas características determinadas, que a veces son arbitrarias y tienen poco que ver con su idoneidad para el medio. Contribuye a la diferenciación sexual, que en algunas especies es muy marcada.

Referencias:


















3. La selección artificial y la ingeniería genética

El ser humano ha introducido un quinto mecanismo de selección de especies: la selección artificial.

En realidad, lo que ha hecho es ponerse a sí mismo en el papel que antes desempeñaba el medio natural.

La selección artificial es la técnica de control reproductivo mediante la cual el hombre selecciona los fenotipos de organismos domésticos o cultivados. Esta técnica opera sobre características heredables de las especies, aumentando la frecuencia con que aparecen ciertas variaciones genéticas en las siguientes generaciones.

Esto produce una evolución dirigida, en la que las preferencias humanas determinan cuales son los rasgos que permiten la supervivencia, y el traspaso de esas características a la siguiente generación.

Casi todos los animales y plantas domesticados son fruto de este proceso, a lo largo de miles de años. La agricultura y la ganadería surgieron hace unos 10.000 años, en el Neolítico, y desde entonces el ser humano ha estado pacientemente seleccionando y cruzando entre sí a los animales y plantas que mejor satisfacían sus preferencias.





La mayor parte de las especies de plantas y animales domésticos son, en realidad, artificiales.

Un ejemplo clásico, al que volveremos más adelante, es el maíz. En su origen, el maíz es una gramínea, como las que crecen en el césped, que gracias a este proceso de selección artificial se ha hipertrofiado y ha multiplicado su tamaño y el de sus semillas casi por 1000 veces.


Durante mucho tiempo, el proceso de obtención de nuevas variedades mediante el cruce y selección de características deseables fue un proceso lento y trabajoso. Las mutaciones espontáneas útiles no suelen producirse al ritmo deseado, y es necesario esperar pacientemente durante muchas generaciones hasta conseguir una variedad estable.

Con el descubrimiento del poder mutagénico de la radiación gamma, el proceso de generación de nuevas variedades se ha acelerado sustancialmente. Irradiando gran cantidad de semillas se consigue aumentar significativamente la probabilidad de que aparezcan mutaciones interesantes.

Actualmente, más de 3.000 variedades de 170 especies diferentes se han obtenido mediante esta tecnología. Casi la mitad de las variedades de fruta y verdura presentes en los supermercados en la actualidad no existía hace menos de 100 años.

La técnica de irradiación para acelerar las mutaciones seduce por su altísima rentabilidad: si Japón ha invertido 60 millones de euros entre 1959 y 2001 en esta tecnología, se estima que los beneficios de la misma no han sido inferiores a los 60.000 millones de €.



Referencias:











4. La transgénesis

El espectacular incremento del número de variedades, sobre todo de plantas, y su adaptación a diferentes medios ocurrido en los últimos años gracias a la selección artificial y las mutaciones inducidas está alcanzando el límite de sus posibilidades.

Después de todo, la probabilidad que una mutación inducida añada toda una una característica nueva a una variedad, es extremadamente baja.

Quizá estamos alcanzando el límite de las posibilidades que ofrece esta tecnología.

La respuesta de la industria, no exenta de polémica (como veremos) es tratar de transferir propiedades apreciadas de una especie a otra.

Es lo que se conoce como “trasgénesis”.

Se llama transgénico a una planta o a un animal en cuyas células se ha introducido un fragmento de ADN exógeno, o sea un ADN que no se encuentra normalmente en ese organismo, y que puede ser de otra especie, o bien artificial.

Existen tres sistemas para conseguir esto:

  • Microinyección de zigotos, consistente en obtener un gran número de células germinales femeninas (por ejemplo, mediante tratamientos de fertilidad). Estas células se fertilizan y los cigotos obtenidos se manipulan uno a uno y con una micropipeta a modo de aguja, se introduce una solución que contiene el ADN. En algunos casos, el gen se habrá implantado correctamente (para ello, habrá que esperar a que los individuos se desarrollen completamente).



  • Manipulación de células embrionarias, consistente en la introducción de ADN extraño en células embrionarias totipotentes (células ES) o células embrionarias madres (células EM). Estas células se toman del interior de la blástula (una fase del desarrollo embrionario). El ADN extraño se introduce en las células ES mediante diversas técnicas, posteriormente las células transfectadas son reintroducidas en una blástula y ésta reimplantada en una hembra. Con esta técnica los neonatos son quimeras, o sea, tienen células de origen distinto, parte con el material genético original y parte transfectadas. Mediante el cruce de con aquellas quimeras que hayan incorporado el transgén en su línea germinal se consiguen animales transgénicos.



  • Uso de cromosomas artificiales, técnica que consiste en crear verdaderas especies nuevas mediante la introducción de un cromosoma completo.




Referencias:






5. Usos de la ingeniería genética

Más allá de la generación “tradicional” de nuevas variedades mediante el cruce y selección, las nuevas tecnologías de transgénesis abren un gran abanico de posibilidades.

A nivel mundial, los daños producidos por las malas hierbas destruyen casi el 10% de los cultivos, y para evitarlo los agricultores utilizan herbicidas, con el consiguiente gasto económico y contaminación de aguas y suelos.

Durante los últimos 50-100 años, la mejora genética de las plantas de cultivo ha resultado en una mejora importante de la productividad e incremento en las capacidades nutritivas.

Un ejemplo de cultivos a los que les ha sido subsanada alguna deficiencia nutricional por biotecnología es el caso del arroz dorado, con niveles incrementados de B-caroteno, un precursor de la vitamina A. Para ello se introdujeron tres genes que codificaban enzimas de la ruta biosintética que conduce a la síntesis de carotenoides en el genoma de arroz usando métodos de recombinación. 



Pero en los últimos años se han percibido estancamiento e incluso descensos en los niveles productivos, lo que puede ser debido tanto a falta de políticas de protección de suelos y como al aparecimiento de nuevas y más potentes plagas, resistentes a los medios de control habituales.

Generar plantas resistentes a condiciones más duras y a las nuevas plagas y compuestos herbicidas mejoraría esta situación.

Pero hacerlo mediante simple cruce y selección es una tarea titánica. Sobre todo si se quiere que sean resistentes a las nuevas plagas, que aparecen con rapidez. Se tardaron miles de años en conseguir las variedades naturales.

Para lograrlo de forma más efectiva, se usan vectores que transportan genes de resistencia a herbicidas y plagas. Un ejemplo es la resistencia al herbicida glifosato en los cultivos de soja y maíz. El maíz es, en sí mismo, una gramínea, y por tanto es susceptible de ser víctima de los herbicidas que pretenden acabar con sus competidoras y no hay otra forma (viable) de hacerlo resistente a los mismos.



Ciertos compuestos de interés farmacológico o químico, como hormonas o enzimas, pueden ser producidos de forma más económica si los genes encargados de su fabricación son implantados en organismos de crecimiento rápido, como las bacterias, las algas, o las plantas. Disponer, por ejemplo, de insulina de calidad y en grandes cantidades es posible mediante vacas transgénicas, que la producen abundantemente en su leche. El coste de obtención se ha reducido casi 1000 veces.



Referencias:







6. Inquietudes y perspectivas

En resumen, los organismos modificados genéticamente son organismos vivos, cuya única particularidad es que contienen uno o mas genes introducidos que codifican las proteínas que le confieren el carácter deseado (resistencia a herbicida, a insectos, producción de la enzima u hormona deseada…).

Hay una serie de falsos mitos circulando a propósito de esta tecnología:

  • En general, si las proteínas codificadas no son tóxicas (es decir, no son toxinas) ni alérgicas, no tienen ningún efecto fisiológico negativo. Otra cosa muy diferente es que se implante deliberadamente el gen productor de una toxina, o que no se conozcan los efectos de la proteína codificada en la salud a medio y largo plazo. En un intento de controlar mejor este riesgo, en Europa, a diferencia de EEUU, es obligatorio etiquetar los alimentos transgénicos.



  • El hecho de consumir, por ejemplo, un alelo del gen EPSP de resistencia a herbicida junto con la planta, no supone ningún riesgo: éste se degradará rápidamente (al igual que el resto del ADN) en el intestino. Un gen exógeno, aunque sea artificial, está formado exactamente por los mismos componentes que un gen “normal”.

Sí que son ciertos y comprobados los siguientes riesgos:

  • La posible presencia de agrotóxicos en mayor cantidad, ya que las plantas se hacen resistentes a ellos, pueden usarse en dosis más “generosas” y así acabar mejor con las plagas.

  • La posible transferencia de genes por cruzamientos con plantas silvestres, lo que puede tener los mismos efectos que introducir especies de otros lugares en un ecosistema.

  • La posible toxicidad y la capacidad de invasión de las plantas modificadas, que resultaría en la pérdida de las especies naturales y la disminución de la biodiversidad.

  • Indirectamente, es un riesgo cierto el abandono de las variedades autóctonas, menos productivas, en favor de las transgénicas. Noruega ha creado la Bóveda Global de Semillas de Svalbard (en inglés Svalbard Global Seed Vault), que está situada cerca de Longyearbyen en el archipiélago noruego de Svalbard. Es el almacén de semillas más grande del mundo, creado para salvaguardar la biodiversidad de las especies de cultivos que sirven como alimento. Se conoce popularmente como "Bóveda del fin del mundo".

  • Algunas empresas proveedoras de semillas pueden practicar (y, de hecho, practican) acciones de ética cuestionable, por ejemplo:

    • Proporcionar semillas que hagan crecer plantas estériles (las famosas “terminator”) para que los agricultores no puedan guardar parte de las semillas y plantarlas para la siguiente cosecha y tengan así que volver a comprarlas.

    • Patentar los genes o las plantas, para adquirir una especie de “monopolio” de facto de un cultivo. En este sentido:
      • Patentar genes ya existentes (es decir, presentes en otras especies) es una cuestión que suscita mucha controversia, ya que se trata de un patrimonio común y ancestral.

      • En la práctica, es imposible patentar una variedad de una especie, por simple definición, ya que el límite entre variedades “naturales” y “artificiales” es borroso y el intercambio de genes entre ellas es posible (y probable). La única posibilidad (que ya se ha explorado) es patentar un genoma completo y producir millones de semillas “clónicas” con ese genoma. Esto tiene claros inconvenientes, ya que destruye la diversidad genética natural y hace a los cultivos mucho más sensibles a una plaga que tenga la capacidad de atacar a esa variedad.

      • Y, en el caso de genes fabricados íntegramente de forma artificial, hay controversia sobre lo que ocurriría si dichos genes se distribuyesen por el medio y contaminasen a plantas autóctonas. ¿habría que pagar “royalties” por ello a su inventor? ¿Podría el inventor ser demandado por “distribuir sin permiso” sus genes? ¿Debería el inventor poner todos los medios posibles para garantizar que sus genes no salgan de sus plantas? (algo que es, ciertamente, poner puertas al campo).

El problema central de la controversia sobre los transgénicos son, en realidad, las prácticas comerciales de dudosa ética por parte de una serie de multinacionales que, hasta el momento, son las únicas que desarrollan esta tecnología a gran escala.




Pero, como hemos tratado de hacer ver en este artículo, las potencialidades son muy interesantes, y un uso adecuado de la misma puede suponer un antes y un después en aspectos como la seguridad alimentaria, la biosíntesis de muchos compuestos químicos y, en general, la biotecnología (usar organismos vivos para realizar procesos químicos e industriales de forma menos contaminante y más sostenible).

No deberíamos dejar que unos pocos intereses privados monopolicen, de forma poco ransparente, una tecnología con tanto potencial.



Referencias: