Queridos lectores:
Tenía pensado escribir un post sobre uno de los últimos hypes del momento, el presunto descubrimiento por parte de los pérfidos rusos de un enorme yacimiento de petróleo en la Antártida (alguna persona ha llegado a decir que "se desmiente finalmente la teoría del peak oil"), pero afortunadamente para mí Quark ya ha escrito un excelente post mostrando que en realidad no hay más que el enésimo intento de despistar la atención pública con vanas esperanzas (y en este caso mintiendo descaradamente), cuando, como el propio Quark muestra en su último post, no parece posible superar el máximo de producción de petróleo de noviembre de 2018. Así que agradeciéndole la tarea hecha (un buen tipo, este Quark; lástima de su obcecación negacionista del Cambio Climático - nadie es perfecto) he pensado que merecía la pena dedicar mi atención a otro asunto de actualidad, éste mucho más cercano geográficamente y de gran trascendencia inmediata, como es el presunto peligro de apagón eléctrico que sufrió España hace tan solo tres días, el 22 de mayo.
Se hizo eco de este hecho el diario español El Economista, en la mañana siguiente al incidente (no busquen el enlace al artículo aquí, es criterio de este blog no enlazar a medios españoles). Según parece, hacia las 21:00 el operador del sistema eléctrico español, Red Eléctrica Española (REE), se vio obligado a utilizar todo el Sistema de Respuesta Activa de la Demanda (SRAD), un total de 609 MW de potencia, durante 3 horas. El SRAD es, esencialmente, un mecanismo similar a los llamados contratos de interruptibilidad que había antes. Algunas empresas que consumen mucha electricidad suscriben unos contratos especiales de suministro que le permiten al operador dejarles sin electricidad en cualquier momento, previo aviso de 15 minutos - a cambio, el precio de la electricidad es mucho más económico para estas empresa y también pueden recibir otras compensaciones.
REE usa esta capacidad "desconectable" para compensar de manera muy rápida desbalances en la oferta, y generalmente se usa como último recurso, o casi. Es muy raro desconectar todas las empresas que están en el SRAD, entre otras cosas porque eso quiere decir que REE se queda sin mucho margen de maniobra para hacer frente a eventualidades que requieran una respuesta muy rápida. Por eso mismo, es todavía más raro que esta desconexión durase 3 horas, como si en ese período de tiempo no pudiesen poner en marcha otros medios.
En el caso del día 22, aparentemente se produjo una parada no programada de un reactor nuclear, en un contexto en el que otros dos reactores llevan ya un tiempo parados por recarga y, quizá, por el desfavorable entorno de precios cero, algo que ya comentamos y que se están prodigando estas semanas. Este tipo de incidencias suelen pasar, y normalmente se debe contar con otro tipo de centrales que puedan dar rápidamente respuesta a la falta de potencia; las mejores a ese fin son las centrales hidroeléctricas y las de ciclo combinado. Tras un año bastante seco las centrales hidroeléctricas en España no podían asumir tanta carga, y lo lógico era que hubieran entrado las centrales de gas de ciclo combinado. Pero no lo hicieron. Y así, durante 3 horas, la estabilidad de toda la red eléctrica española dependió de que con ese recorte de 600 MW del SRAD fuera suficiente.
¿Se hubiera podido producir un apagón? Los técnicos de REE no son idiotas y obviamente estuvieron trabajando activamente para conseguir garantizar la estabilidad, y contaban con algún recurso adicional. Sin embargo, si se hubiera producido una avería en cualquier otra central lo más probable es que se hubieran tenido que tomar medidas drásticas para evitar un apagón generalizado. Por eso, se puede considerar que el titular del artículo es un tanto exagerado e interesado (probablemente repondiendo a los intereses de las compañías eléctricas). Sin embargo, es innegable que de seguir de esta manera se corren muchos riesgos en caso de accidente.
Pero la clave aquí no es cómo de cerca o lejos se estuvo de que se produjera un apagón.
La clave está en saber por qué las centrales de gas de ciclo combinado no entraron en acción. Esto no tiene nada que ver con el interés de la descarbonización: éste es un problema de garantizar la estabilidad y buen funcionamiento de la red eléctrica.
El operador tiene mecanismos legales y potestad para obligar a que las centrales de gas de ciclo combinado funcionen al ritmo que se necesitan. Así que tenemos que suponer que si se ha corrido este riesgo inmenso de enviar a España a la Edad Media durante días, quizá semanas, es debido a que no se podía obligar a estas centrales a producir. Y eso es un indicio de que lo que sucedió es que no estaban en plenas condiciones para responder a esta emergencia de una manera rápida.
Es conocido que las empresas propietarias de centrales con tecnologías tradicionales están molestas con los precios cero de la electricidad, ya que ahora no pueden obtener los beneficios que extraían. Es por ese motivo que la recarga actual de dos reactores nucleares le resulta muy oportuna a sus propietarios y más si pueden estirar su duración un poquito más (el problema de los precios cero es más probable en primavera, en verano la demanda aumentará por el calor y el precio subirá). Y es probablemente por ese mismo motivo que las centrales de gas de ciclo combinado no estaban físicamente preparadas para entrar al quite cuando fuera necesario.
Se tiene que pensar que se necesita aproximadamente una hora y cuarto para poner en pleno rendimiento una central de gas de ciclo combinado partiendo de el estado de base, pero mucho menos si se la mantiene "al ralentí". Lo cual, de nuevo, suscita muchas cuestiones. La desconexión de la central nuclear que tuvo que hacer la parada no programada no fue inmediata y se avisó con cierta antelación, posiblemente un par de horas. ¿Por qué motivo no se puso a rodar inmediatamente suficiente potencia de ciclos combinados para compensarlo? ¿Y por qué no se estiró un poco más la potencia que daba la hidroeléctrica, que fue frenando hacia el final del día?
Lo más probable es que esto se debiera a mecanismos de mercado. Alguién calculó que salía más a cuenta pagar la interruptibilidad que poner en marcha los ciclos combinados, total para un período de unas pocas horas. Y quizá efectivamente económicamente era más rentable. Pero también era más peligroso desde el punto de vista técnico.
No cabe duda de que la noticia de El Economista en sí, con su alarmismo sin análisis de las causas y del desarrollo del incidente, busca favorecer el punto de vista de las compañías eléctricas, que están disgustadas por la situación actual y que buscan forzar cambios regulatorios de manera que ellas puedan seguir consiguiendo los grandes beneficios que conseguían antes. Lo que sucede es que es enormemente irresponsable jugar con fuego.
Si realmente esto es lo que ha pasado (que se ha mantenido deliberadamente cierta cantidad de centrales de gas de ciclo combinado inactivas), alguien ha cometido una terrible imprudencia. Si es así, alguien debería de responder ante los tribunales por la responsabilidad de haber creado una situación de peligro y encima por meras razones economicas.
Por terminar, este incidente muestra que se necesita una profunda reforma de mercado eléctrico. Lo mismo que reclaman las compañías eléctricas, aunque la reforma que se necesita debería ir en la dirección contraria a la que proponen ellas.
Aciertan los defensores del modelo REI cuando dicen que se tiene que aprovechar el aumento de producción de nueva renovable para ir cerrando ciclos combinados y así emitir menos CO2. Sin embargo, vamos a seguir necesitando potencia de respaldo y eso implica mantener los ciclos combinados: usándolos tan poco como sea posible, sí, pero tienen que estar ahí para salir al quite. Seguir soñando con futuros sistemas de macrobaterías, que en realidad no van a instalarse nunca por falta de materiales, no puede hacer perder de vista de que hay que gestionar el ahora. Y en el ahora, el actual sistema de precios marginalista en el mercado mayorista hace que los propietarios de los ciclos combinados pierdan dinero, y eso nos lleva a situaciones aberrantes como la del pasado miércoles, en las que nos jugamos todo el sistema eléctrico por una pataleta.
Quizá sería el momento de empezar a decir unas cuantas verdades incómodas más. Que la electricidad es un bien indispensable hoy en día y que se tiene que priorizar la calidad de su servicio. Que intentar mantener un sistema de mercado en un contexto de oligopolio natural no tiene sentido y lleva a estas aberraciones. Que favorecer la introducción masiva de energía renovable probablemente implica incrementar enormemente su potencia instalada para compensar su intermitencia, y eso implica que no se puede hacer rentable en el sentido económico aunque lo sea en el sentido social y ambiental. Y que, teniendo en cuenta todo lo anterior, probablemente la generación y distribución deberían ser públicas. Eso, o arriesgarnos a que un día un señor desde un despacho de La Castellana nos mande a todos a la Edad Media por haber querido jugar a ser dios solamente por ganar unos millones de euros más.
Salu2.
AMT
P. Data: Si quieren saber más, no dejen de leer la serie de la lavadora de Beamspot.