Queridos lectores,
Parroquiano (aka Anónimo del Sur) ha escrito este ensayo en el que plantea una cuestión que seguramente a muchos de Vds. les ha asaltado alguna vez: cómo afrontar el resto de nuestras vidas después de saber que algún día nada lejano el Peak Oil lo desordenará todo. Pertinentes reflexiones que seguro que les interesarán.
Salu2,
AMT
Como ser pikolero y no morir (o enloquecer, o deprimirse) en el intento.
No es sencillo asumir, para nosotros “gente de a pie”, que desde que conocemos y aceptamos como cierto el fenómeno del peak oíl, aceptamos, igualmente, que al menos parte de la realidad en que hoy nos movemos es, necesariamente, una ilusión temporal. Dicho de un modo más preciso, el peak oil, si es difícil aceptarlo, más difícil es vivirlo.
Erróneamente nos planteamos que el problema, que surge con la adquisición del conocimiento del FDPO (entiéndase “fenómeno del peak oil”), termina con la superación de la última fase del modelo de Kubler Ross. La travesía por el desierto, que comienza en la Negación y termina en la más descorazonadora Aceptación, solo es la antesala, el purgatorio purificador que nos lleva al centro de la verdad libertadora, al paraíso pikolero, a Shangri-La, al Walhalla de la quintaesencia de la realidad…nada mas errado, pues recién comienza la gran aventura… porque, después de aceptar el peak oil, se debe vivir el peak oil.
EL PIKOLERO Y LA FE PIKOLERA
Para ser pikolero, por fuerza, se debe tener cierto grado de sentido crítico de la realidad, cierta autonomía reflexiva para entender el mundo y su contexto, quizá cierta y natural “desadaptación”. No quiero decir con esto que seamos, efectivamente, unos desadaptados, pero sí que muchos de nosotros estuvimos -y estamos- más dispuestos a buscar respuestas donde una gran mayoría no sería proclive a hacerlo. A modo de ejemplo: el blog de Antonio Turiel, al día de hoy, tiene más 2.000.000 millones de visitas, quizá esos 2 millones de visitas hayan dado 2000 pikoleros convencidos, de los cuales unos 200 nos turnamos para escribir y comentar…¿por qué?, ¿por qué tan pocos?. ¿Porque siendo el peak oíl un fenómeno racional, relativamente fácil de explicar como de entender, existe una disposición mínima a ser aceptado por nuestras familias, nuestros colegas y vecinos? Mas allá incluso del modelo de Kubler Ross, que es capaz de explicar parte de la negativa inicial- recordemos que ,después de todo, no estamos hablando de aceptar un cáncer que nos va a quitar la vida en un año, sino de un fenómeno, en principio, de orden impersonal- el peak oil produce indiferencia y desinterés en personas que por formación, cultura y capacidad intelectual, debieran estar en posición de aceptar, sin gran trabajo, la completa dimensión de la problemática que se les presenta con la exposicion del fenómeno de marras…¿Por qué?...permítanme aventurar una respuesta; a saber:
Como si fuera una religión cualquiera, para creer en el FDPO se necesita un acto de fe (Hebreos 11:1 “certeza de lo que se espera, convicción de lo que no se ve”). No pudiendo, ninguno de nosotros, acceder a un gran estanque con todo los hidrocarburos del mundo y observar cómo, a medida que se consumen, bajan de nivel metro por metro, necesariamente hemos de creer en los gráficos y estadísticas que nos son presentados en este blog o en otros, hemos de creer en los signos y símbolos ocultos en la realidad, que resplandecen en ella y que confirman nuestra fe… una guerra por aquí, una fusión por allá, una quiebra por aquí, el precio del Crudo Brent por acá. Somos, al fin, “los racionales creyentes del peak oil”. Pero claro, existe una diferencia sustancial entre el creyente de una religión cualquiera y el creyente en el FDPO; porque mientras los primeros acceden a una fe “luminosa”, que depara a sus fieles el cielo y la eternidad; la fe del pikolero, en cambio, es una fe negra, negra como el petróleo que se consume cada día, negra como el futuro y sus nubes de tormentas en el horizonte.
El ¿cómo llegamos todos aquí? no tiene importancia, seguramente encontraremos tantos caminos como pikoleros existan, lo trascendental es que aquí estamos y no podemos volver sobre nuestros pasos. Permítanme detenerme un minuto en esta última expresión; descreerse del FDPO implicaría, necesariamente, o el nihilismo, esto es dejar de creer en todo, FDPO incluido; o más probablemente cambiar la fe del peak oil por otra fe, ya sea en el ser humano(“la humanidad unida saldrá de este momento aciago”, “nuestras autoridades tomaran las medidas adecuadas”, “podemos , todos juntos, cambiar el rumbo de las cosas”) o la tecnología ( energía de fusión, el motor de agua, o “ya inventaremos lo que sea necesario”).Mas, para un pikolero convencido, la realidad del peak oil no es negociable, “en esencia” la sabemos tan cierta como que el sol sale cada mañana y de esa nueva realidad cognitiva surgen, a mi entender, tres hipótesis básicas de trabajo:
PRIMERA HIPOTESIS: EL PEAK OIL existe, ES REAL y si en este momento no es un problema, para todos o cada uno de nosotros, lo será en algún momento en el futuro.
SEGUNDA HIPOTESIS: Desde la perspectiva del FDPO, la realidad cotidiana, que actualmente se desarrolla con distintos matices en el mundo, particularmente en los países occidentales, es lo suficientemente frágil para que la podamos considerar, en algún sentido, ILUSORIA.
TERCERA HIPOTESIS: Muy probablemente, el conocimiento y/o aceptación de la primera y la segunda hipótesis, nos lleve a una situación de aislamiento, al menos, en algunos ámbitos de nuestras vidas.
Entonces…”Breve resumen mordaz de la vida de un pikolero”: Un día tengo un todoterreno que cambiare cada 2 años, una casa a pagar en 20 años en “Las lomas del Aglomerado” (irónico nombre del barrio donde vive Homero Simpson). Tengo hijos que vivirán mejor que yo y nietos que vivirán mejor que ellos. Las deudas son un detalle, porque lo verdaderamente importante es que el futuro será siempre luminoso, siempre mejor que el presente…(visita por error a The Crash Oil Blogspot)… y al otro día, lo que tengo es un futuro que, caótico o fascista, es en cualquier caso un futuro de carestía y miseria, por no hablar de violencia y muerte…Permítanme detenerme también en este punto; quizá, para la mayoría de nosotros, las consecuencias que pueda traer en el futuro el FDPO, ni siquiera signifiquen un gran cambio en relación a nuestra actual forma de vida ( recordemos que 1000 millones de personas ya pasan hambre, y otro par de miles de millones apenas vivimos con lo justo; luego, esa terrible economía de sobrevivencia que, eventualmente, nos espera en el futuro, es la realidad cotidiana de la mitad de este planeta ). Pero en donde efectivamente se produce la transfiguración alquímica de un alma pikolera es en que, desde la perspectiva de donde la sociedad apuesta hoy sus fichas de futuro, el pikolero es un hombre, un ser, sin esperanza. Y los hombres sin esperanza son islas, en cuyas costas, nadie quiere fondear sus naves. No se puede maquillar la realidad de un pikolero, nos tocará vivir un futuro solitario y sin ilusión –o para puntualizar, ninguna ilusión socialmente masiva- con mucha incertidumbre y sí, posiblemente, con una que otra certeza que seguramente desearíamos no tener.
Entonces, ¿cómo lidiar con esta nueva realidad y no sentirnos abrumados? Antes de “rifarme” en una propuesta detengámonos, primeramente, en las dos reacciones vitales propias de un pikolero dispuesto a no dejarse vencer por las circunstancias del peak oíl.
La primera: Asumir, equivocadamente por cierto, que el colapso es inminente, cosa de semanas o meses; el mundo se desmorona y nuestras vidas, como hoy se desarrollan, no pasaran del siguiente estío.
La segunda: Salir, cual “pescador de almas”, a convencer a cuanto cristiano se nos cruce en el camino de esta nueva verdad y que, únicamente, un esfuerzo de la humanidad unida nos podrá sacar del peligro en que esta, ignorante, está sumida.
Las dos primeras batallas de un pikolero y la derrota, en ambas, segura.
Vamos por la primera. En efecto, si bien este proceso de desintegración social en un sentido cósmico, o terráqueo si se quiere, durará un “abrir y cerrar de ojos” o “un chasquear de dedos”, en relación a la extensión de nuestras vidas, la espera puede implicar, tranquilamente, la totalidad de las mismas. No, el colapso no llegará mañana, y por tanto la hipoteca, el jefe hdp (sigla que dice relación con la profesión femenina más antigua del mundo), la pensión de alimentos de la ex, la cuota del auto y los caprichos de la noviecita estarán, como cualquier lunes, esperándonos. Eso sí, ahora con la certeza que nuestro futuro no será mejor que el presente…aquí, en este punto, el que no se ha tirado por la ventana (aunque sea la del primer piso y que da al jardín) tiene, sí señor, las bolas amarradas con alambre (como diría mi abuelo).
Ni que decir de la segunda reacción vital frente al FDPO; reúno a mi familia en pleno, hermanos, padres, sobrinos; invito incluso al cuñado puntudo y fresco que nadie en la familia quiere ver, nadie sobra en esta cruzada… otro vano esfuerzo destinado al fracaso…los mas tozudos, antes de darse por vencidos, aún lo intentaran con los compañeros de trabajo, el jefe y los amigos de pachanga. La cruda verdad es la siguiente: tendremos suerte si nuestra mujer no pone mala cara cuando, en vez de vacaciones en la playa, le propongamos invertir en cocinas a leña, cursos de permeacultura, invernaderos y crianzas de gallinas… muchos no llegaremos ni a eso.
…en este punto quien no ha caído en la locura, o para no ser tan dramáticos, la depresión, la desadaptación, la indolencia, o sencillamente la confusión y el hastío, es, sencillamente, un portento espiritual y filosófico. Frente a ese panorama de debacle, que puede ser en algún momento la vida de un pikolero, la pregunta es: ¿existe una salida?, ¿existe un camino para librar de la rabia y la decepción? …y si la hay, ¿nos puede servir a todos los pikoleros?. Digo, somos personas distintas, de mundos, de países diferentes, con realidades dispares, con vidas y posibilidades disímiles, con edades, proyectos, situaciones económicas y culturales distintas… ¿existe, entonces, un esbozo de respuesta que nos aproveche a todos? Bueno, según mi filosofía, si no la hay, mejor razón para “jugarse la vida” en encontrarla.
COHERENCIA VITAL
Para vivir tranquila y serenamente, sobre todo en tiempos tumultuosos e inquietantes como estos, que hoy nos tocan hoy vivir, se debe ser, ante todo, coherente…pero coherente ¿con que? y ¿con quién?...la respuesta: con nuestras circunstancias y con uno mismo. (Sí, es más fácil decirlo que hacerlo). Ayudémonos, entonces, con uno que en su época, posiblemente, se sintió tan desamparado como nosotros.
Kant, Inmanuel Kant, nació el momento justo en que moría Dios, hijo de la Ilustración, precursor de la Modernidad; el siglo XVIII despegaba sus alas dejando atrás el cadáver de una iglesia y una religión que arrastraba en su muerte el único horizonte que conocían los cristianos del mundo. La pregunta vital de Kant fue su propio peak oil: Si muerto Dios este no puede guiar los pasos del hombre ¿qué lo hará entonces? (“Si acabado el petróleo este no puede mover las maquinas, ¿qué las moverá entonces?”) Por respuesta Kant estableció un concepto complejo, los imperativos, y reconoció tres en el actuar humano. A dos de ellos les asigno el carácter de hipotéticos y a un tercero le señaló el carácter de categórico. Los Imperativos Hipotéticos son las conductas que se enmarcan en la definición de LO QUE QUIERO SER y LO QUE PUEDO SER. Los llamó hipotéticos, pues entendió que se trataba de conductas relativas, dadas por la voluntad del hombre y no por una regla externa (o interna) con el carácter de ineludible…lo que quiero y lo que puedo (hacer, decir, dar, etc.)…lo defino yo. En contraposición a los anteriores, señala Kant, se encuentra el imperativo categórico LO QUE DEBO SER (hacer, decir, dar, etc.), este no es relativo es absoluto no depende de mi voluntad crearlo, moldearlo o modificarlo, sino solo captarlo o percibirlo. Así, mientras que el “quiero” y el “puedo” son relativos, pues como ya señalé dependen de la voluntad de cada persona y por tanto no son de obligado cumplimiento en cualquier situación y desde cualquier planteamiento; el imperativo categórico, el deber ser, es independiente e inmutable, en cualquier tiempo y circunstancia.
Para cerrar el punto anterior decir, solamente, que en filosofía este concepto tríadico, lo que quiero, lo que puedo, lo que debo, ha sido desarrollado desde distintos ángulos por otros tantos autores en sus propios sistemas filosóficos; el mismo Kant estableció la idea de tesis, antítesis, síntesis; Foucault lo designó dentro de su modelo como construcción, desconstrucción, reconstrucción; Hegel se refirió a los términos afirmación, negación, confirmación. Por último, será la psicología y el psicoanálisis (hermanos pequeños de la filosofía) quienes legitimen modernamente la triada de imperativos kantianos al establecer los conceptos base de “ello” “yo” y “súper yo”.
Ahora bien, acercándome al núcleo de mi respuesta, permítanme salirme de las letras y plantear el argumento siguiente desde un punto de vista geométrico, el más universal de los idiomas.
Supongamos que tenemos una hoja en blanco de 30 cm por 30 cm. Realicemos entonces el siguiente ejercicio: marque dos puntos punto, “a” y punto “b” y luego trace una línea entre ellos; descubriremos que no importa en qué lugar de la hoja los haya marcado siempre el resultado será una línea recta, una línea coherente, coherente porque esa línea, proyectada sobre los puntos originales, seguirá siendo recta al igual que la que le dio origen, tan sencillo y de Perogrullo, que casi no tiene ciencia. Pero ahora inténtelo con tres puntos, puntos “a”, “b” y “c”… ahora la tarea ya no es tan fácil, si el punto “b” no está sobre la línea que se dibuja entre el punto “a” y “c” ó si “c” no está en el camino proyectado de una línea trazada entre “a” y “b” la línea recta se transforma una línea quebrada, la coherencia es incoherencia, la tranquilidad deviene en sufrimiento.
Lo mismo sucede con los 3 imperativos de Kant, lo que quiero, lo que debo, lo que puedo. Es cierto que Kant le dio una importancia superlativa al imperativo categórico por sobre los hipotéticos, pero es dable recordar que, originalmente, lo que Kant buscaba en este ejercicio era una norma de reemplazo, de carácter humano pero con la fuerza de un mandato divino. Aquí no aspiramos a tanto, solo a salir de pie del atolladero en que nos encontramos; por tanto, a diferencia de Kant, para nosotros ninguno de ellos es superior al otro; al contrario, el éxito de nuestro ejercicio parte en considerar, en su justa medida, a cada uno de ellos de acuerdo a quiénes somos y cuáles son nuestras propias y particulares circunstancias. De eso se trata, de hacernos cargo de cada uno de ellos ponderándolos según seamos nosotros y sean nuestras circunstancias. ¿Quiere hacer lo mismo un hombre de 30 años que uno de 60?, ¿puede hacer lo mismo un millonario que un “mileurista”? ¿DEBE hacer los mismo un soltero que un hombre casado y con cuatro hijos?; ¿Quiere, puede y debe hacer lo mismo un pikolero que vive en Europa a uno que vive en Sudamérica?
Definámonos, primeramente, a nosotros mismos y definamos, luego, nuestras circunstancias de vida. Sobre el resultado obtenido apliquemos, entonces, los factores de corrección que nos entregan los ya consabidos “¿qué quiero hacer?, ¿qué debo hacer?, ¿qué puedo hacer?”. Cuando encontramos en nosotros una línea recta, una línea coherente, una línea intelectual y espiritual que se hace cargo de cada uno de esos tres imperativos, uno empieza a posicionarse, frente a la vida y el futuro, con cierta calma y serenidad… lo anterior, no porque la decisión a que nos lleve esa línea coherente y proyectada hacia adelante, sea, esencialmente, la correcta; sino porque la dirección vital que le da nacimiento es la correcta… porque es una solución que nace en nosotros y se aplica a nuestras circunstancias, y no una solución que surge de nuestras circunstancias y se aplica en nosotros. Encontrar la tranquilidad sobre nuestro futuro, en lo exterior, es una alternativa destinada al fracaso, no existirán tantas hectáreas de tierra, toneladas de comida y arsenales de armas que puedan comprar nuestra tranquilidad (y, ojo, que no digo que no sean necesarios). Pero para lo que nos importa, la coherencia que nos lleva al equilibrio y la ecuanimidad va, necesariamente, en el camino contrario; desde el interior para con el exterior, y en ese punto lo que resulte del axioma lo que quiero, lo que debo y lo que puedo (según soy yo y según son mis circunstancias) deben tener un encadenamiento, de tal manera lógico y metódico, que impida que frente a los más simples o extremos sucesos nos encontremos tomando decisiones que son: las que quiero y puedo , pero no las que debo ; que son las que quiero y debo, pero no son las que puedo; o, aun, son las puedo y debo, pero no son las que quiero. Frente al peak oil, más que nunca, debemos estar preclaros y adelantados en las decisiones que adoptemos para nuestras vidas, cualquiera sean ellas. Para que esas decisiones nos entreguen tranquilidad y confianza deben ser las que queremos, las que debemos y las que podemos tomar. Esos tres puntos cardinales de la psique, deben hoy, mas que nunca, proyectar una línea recta que sea guía y norte, que nos señale la dirección sobre las que hemos de avanzar, donde fijemos nuestras metas y nuestros pocos sueños, donde se redoblen nuestras fortalezas y callen nuestros temores. Esa línea trazada y proyectada, por nuestra mente y nuestro espíritu, sobre el quiero, el debo y el puedo, será el haz de luz que nos muestre el camino y el porvenir, ahí, donde todas las noticias y todos los gráficos del mundo nos digan que no hay ninguno.
Parroquiano (Ex-Anónimo del Sur)