La cosecha perdida, de Charles de Groux. Imagen de Myartprints.co.uk |
Un fantasma recorre la ribera meridional del Mediterráneo, desde Marruecos hasta Turquía, dejando pocos países al margen de este movimiento de alcance global. Cientos, miles, incluso decenas de miles de ciudadanos saltan a la calle, a pesar del férreo y sanguinario control de los regímenes autoritarios, cuando no abiertamente dictaduras, que los controlan. En Túnez han conseguido ya que caiga el odiado presidente Ben Alí; en Egipto, Hosni Mubarak, después de sacar los tanques a la calle, sacrifica su Gobierno, en un desesperado intento de evitar caer él también a su vez. Con mayor o menor intensidad, las protestas se reproducen en Marruecos, Argelia, Yemen, Arabia Saudita, Jordania, Siria... ¿Cómo es posible que de una manera tan concertada los ciudadanos de todos estos países se hayan decidido a decir "basta" por fin, y todos a la vez? Internet, las redes sociales, los móviles... los analistas insisten en estos medios para explicar la coordinación, pero no son capaces de justificar cuáles son las causas últimas. Sólo, si se rasca un poco en las noticias, se encuentra cuál es el denominador común de esta crisis: en todos estos países la gente protesta por el incremento de precio del pan, del aceite y del azúcar (en algunos casos, de más del 30%),
Los países árabes tienen una situación muy delicada en lo que se refiere a los alimentos. Viviendo en una zona poco productiva (mayoritariamente desierto) y con una demografía en continuo crecimiento, y muy joven, nos encontramos con que el mundo árabe importa más de la mitad de los alimentos que consume, como denunciaba un informe del Banco Mundial en 2009, donde se alertaba del peligro para los países árabes asociado a su dependencia alimentaria exterior. Este problema estructural con el aprovisionamiento de los alimentos tiene dos tipos de interacción con la crisis energética del cual tanto se discute aquí: una interacción de entrada y una de salida, como ahora explicaremos.
Interacción de entrada: el precio de los alimentos (medido con el índice de los alimentos elaborado por la FAO) está bastante correlado con el precio del petróleo, como muestra Paul Chefurka en esta gráfica:
No es de extrañar, porque la agricultura occidental, que es la que está dando de comer a una buena parte del mundo, y en particular al mundo árabe, consume una gran cantidad de petróleo, así como otras fuentes de energía; una buena ilustración es la siguiente imagen: cuánto petróleo cuesta criar un buey.
Con esos números de este caso concreto, Jason Bardford estima que se están necesitando 26 calorías de petróleo para producir cada caloría de carne de buey. Y eso sin contar los otros insumos de energía consumidos en el proceso (gas usado para generar fertilizante y en los secaderos de grano, electricidad para operar diversa maquinaria, etc). Para acabarlo de agravar, últimamente el precio de la gasolina y del gasoil sube más rápido que el del petróleo (no sólo en España, por más que los análisis que por aquí se escuchan se centran exclusivamente en la cuestión de las subidas de impuestos locales), debido al aumento del margen de las refinerías, que en buena medida viene dado por la subida de precio en las subastas de refinados al haber mayor demanda de los mismos proveniente de países como China e incluso Irán, que no son capaces de refinar suficiente petróleo; y como lo que se consume en la agricultura industrial es principalmente refinados, eso explica porqué los alimentos están subiendo ahora más rápido que el petróleo en la gráfica de Paul Chefurka. Falta decir, además, que la subida de los precios de los alimentos parece preceder en unos meses la subida del precio del petróleo. El precio de los alimentos es, por tanto, un ominoso presagio para el 2011, otro más.
Interacción de salida: En contraste con las revueltas por los alimentos vividas en 2008, ahora los principales países afectados están en el mundo árabe. En 2008 el principal cereal afectado por la carestía fue el maíz; según se dice, desviado en un momento de carestía de petróleo para fabricar bioetanol que se consumía sobre todo en los EE.UU., donde desde hace tiempo tienen el objetivo de que la gasolina tenga un 15% de bioetanol. En la actualidad, el principal cereal afectado es el trigo, oficialmente por las malas cosechas recogidas en los EE.UU. y sobre todo en Rusia (por culpa de la sequía y los incendios de este verano), aunque otra vez la asociación del alza de precios con precios altos del petróleo alimenta la sospecha de que también esta vez se esté desviando trigo para hacer bioetanol; al mismo tiempo que el trigo, está habiendo carestía de azúcar (fácil de convertir en etanol) y de aceite de oliva (convertible en biodiésel), aunque no se oye hablar de malas cosechas de remolacha o de aceitunas. En 2008, el foco de las protestas estaba en América Latina, México principalmente por la fuerte subida de las tortas de maíz (creo recordar que triplicaron su precio); en 2011, el cereal más afectado tiene su foco de consumo en el Mediterráneo y hacia aquí se han desplazado las protestas. El problema es que mucho de los países que están ahora en el ojo del huracán tienen una importancia estratégica en la distribución regional y global de energía. Por ejemplo, Argelia, donde de momento la represión ha sido capaz de contener los movimientos, es la fuente de alrededor de la mitad del gas que se consume en España. Otro lugar crítico es Yemen, país abocado al colapso desde hace tiempo por sus grandes desequilibrios internos, y que produce unos 300.000 barriles de petróleo diarios pero que pronto dejará de exportar, dado el ritmo de declive que sufren sus campos de petróleo y el aumento de su consumo propio (el efecto del llamado Modelo de territorio exportador, ya discutido en este blog). Si Yemen colapsa en medio de sus revueltas internas, esos 300.000 b/d tendrán un efecto notable sobre el precio del petróleo. Y el miedo de todos y de cada uno se centra sobre todo en Arabia Saudita, país productor de más de 9 millones de barriles diarios, con un rey anciano y enfermo, que en este momento convalece en Marruecos de una operación en los EE.UU., con graves conflictos internos por la injusta distribución de la riqueza y el ascenso del islamismo radical, rodeado de países ahora mismo en efervescencia social y con sus propios conatos de levantamiento. En este contexto, aunque no se pueda reconocer muchas cancillerías occidentales respirarán si Mubarak consigue reprimir las protestas en Egipto, porque de ese modo se evitará que el contagio continúe. De momento, el precio del petróleo, que las últimas semanas había descendido, especialmente en los EE.UU., ha experimentado alzas importantes y los futuros sobre él crecen debido a la inestabilidad.
Está claro que el futuro no es demasiado halagüeño, y la conexión petróleo-alimentos puede ser uno de esos factores no lineales que pueden precipitar una crisis de alcance global. Posiblemente la tensión actual se resuelva cuando se produzca el siguiente pico de precios del petróleo y con la nueva ola de contracción económica que acarreará caiga la demanda y baje el precio del petróleo, y las cosas vuelvan a este estado de agitación de base que a partir de ahora será la normalidad. Eso sí, algunos analistas dicen que la era de los alimentos baratos ha terminado. La tensión, por tanto, subsistirá. Mientras tanto, continuamos ensoñándonos con soluciones tecnomágicas que resolverán todo, y no nos damos cuenta de que nuestro reloj no nos guarda tantas horas como querríamos...
Salu2,
AMT