Queridos lectores,
La gráfica que ven arriba es un análisis ya un tanto antiguo (2005) publicado por ASPO (Association for the Study of Peak Oil) en el que se estudia el pico de la energía suministrada por el petróleo y el gas conjuntamente. Como verán, hace cinco años se estimaba que el pico conjunto de ambos combustibles se producirá hacia el 2012. Esto cuadra bastante bien con la previsión que Roger Bentley, del Oil Depletion Center, hizo en 2002 estimando que el pico de la producción de gas (tomado individualmente) se producirá hacia el año 2020 (ésta es la fecha que suelo dar en mis charlas). No voy a entrar en el análisis pormenorizado de estos estudios, valorando sus pros y sus contras; admito un cierto margen de confianza en las personas que los han realizado, geólogos con años de experiencia que para elaborarlos se han basado en datos de diversas agencias (IEA, EIA, BP review,...). Sin embargo, hay dos hechos que creo que merecen ser discutidos en mayor relieve en este post. Uno de ellos es cuándo cabe esperar dificultades de suministro de gas en el caso de Europa, y el otro es cuál es el papel de las nuevas fuentes de gas no convencional (gas de pizarra) que se están explotando en los EE.UU.
A diferencia del petróleo, el gas es más complicado de transportar a grandes distancias. La forma preferible de transporte es a través de gasoductos. Alternativamente, y si no queda más remedio, se puede licuar en plantas especiales (con considerables riesgos y consiguiente oposición de la población local), ser transportado por mar en contenedores especiales y regasificado en plantas no menos exentas de riesgos. Esta segunda opción implica un gran consumo de capital y energía, y existen pocas plantas así en el mundo (la primera gran planta rusa de licuefación se espera que esté operativa en los próximos años). Por todo ello, el gas tiene a ser consumido localmente o, en todo caso, dentro del radio de acción de los gasoductos. Eso conlleva a que las estrategias que están siguiendo EE.UU. y Europa con respecto a este combustible estén bastante desconectadas: Europa mira principalmente hacia el Este (España más bien hacia el Sur, hacia Argelia), mientras que EE.UU. ha redescubierto sus yacimientos de gas de pizarra.
La situación para Europa no parece muy halagüeña. Como muestra un reciente informe del alemán Energy Watch Group, "Natural gas reserves: a false hope" ("Reservas de gas natural: una falsa esperanza"), es de esperar que a más tardar en 2015 Europa tendrá graves problemas de suministro de gas. Por un lado, la producción propia está ya en declive excepto en Noruega, y a pesar de que el Ministerio Noruego de Energía intentó primero ocultar la realidad y luego se vio obligado a reconocerla, la producción noruega entrará en declive hacia 2015. Por otro lado, la gran reserva rusa parece que no es tal; a pesar de los esfuerzos prospectivos la producción de gas rusa declina, las empresas rusas buscan otros sectores no relacionados donde invertir (análogamente a lo que pasa con las compañías petroleras, situación ya analizada en este blog) y Rusia se ve obligada a importar de otras repúblicas ex-soviéticas para asegurar sus compromisos con Europa (lo que según los analistas estaría detrás de sus recurrentes problemas con Ucrania y últimamente con Bielorusia). Los gigantescos proyectos de gasoductos que llevarían gas de Rusia hacia Centro-europa son, además, insuficientes para atender el crecimiento de la demanda prevista (ver gráfico a continuación).
La situación es, por tanto, peliaguda para Europa: antes de 2015 se esperan los primeros problemas de suministro de gas.
En la otra orilla del Atlántico tenemos a EE.UU. y sus yacimientos de pizarra, como comentamos en la introducción de este post. En el caso de EE.UU., no tiene muchas opciones, aislado como está de los grandes productores de gas, con la excepción de Canadá. Degracidamente, Canadá lo necesita en grandes cantidades para convertir sus arenas bituminosas en algo parecido a petróleo (con gran daño político y ambiental y creciente contestación social) que luego exporta, también, a sus vecinos del sur. Los EE.UU., por tanto, no ha tenido mejor opción que intentar aprovechar ese gas de escasa concentración y presión que se encuentra en ciertas formaciones de pizarra. Curiosamente, Europa posee yacimientos de gas de pizarra considerables, pero por el momento no considera seriamente explotar esta opción - por algún motivo.
En realidad, es fácil entender el desdén (actual) de los europeos a esta opción: extraer el gas de pizarra implica hacer un uso extensivo de la técnica denominada "hidrofractura" (hydrofracking), consistente en inyectar en el subsuelo grandes cantidades de vapor de agua y sustancias químicas que rompen las láminas de pizarra y favorecen el afloramiento del gas... con consecuencias de lo más indeseadas para la capa freáticay las comunidades locales. Josh Fox es un periodista que vive en una comunidad asediada por las compañías dedicadas a la explotación del gas de pizarra y que ha visto cómo, a pesar de las múltiples promesas sobre lo seguro del método que estas empresas reiteran, se reproducen los casos de aguas envenenadas o de gente a la que les explota o se les incendia el grifo cuando lo abren para sacar agua. Finalmente, se decidió a rodar el documental Gasland, en el que describe esta barbarie. Sin embargo, los pingües beneficios de esta actividad y lo colosales de las reservas estimadas de gas de pizarra en los EE.UU. han dado alas a estas compañías, y esperanzas tanto a la Agencia Internacional de la Energía (la cuarta parte de su último World Energy Outlook estaba dedicado al gas de pizarra estadounidense) como al propio Gobierno de los EE.UU... aunque quizá no había para tanto. En su blog Decline of the Empire, Dave Cohen analiza la seriedad de las estimaciones sobre reservas finalmente recuperables de gas, encontrando resultados curiosos. Por un lado, el gas, al contrario que el petróleo, ve declinar su producción desde el mismo día que se abre el pozo y, según parece, en el caso del gas de pizarra sus tasas de declive tempranas (hasta 18 meses) son bastante diferentes de las posteriores. Se ve que algunas compañías están dando estimaciones falsas de la productividad de sus pozos y las reservas recuperables para mejorar su cotización bursátil, y esto está llevando a una sistemática sobrevaloración de las reservas de gas, hasta por un factor 4 o más. Por otro lado, las cifras de la Energy Information Administration, que depende del Departamento de la Energía de los EE.UU., está dando cifras ridículamente altas sobre el supuesto aumento súbito de la producción de gas natural en los EE.UU., produciéndose un injustificable desfase entre producción y demanda+almacenamiento de más del 10% y subiendo. Todo lo cual hace pensar que, una vez más, hay cierta desesperación por dar buenas noticias donde no las hay. Cuando en realidad, y de acuerdo con el informe del Energy Watch Group citado más arriba, incluso si uno decide dar por buenas las estimaciones de producción de gas no convencional (gas de pizarra) el pico del gas mundial se producirá en 2020... Yo apostaría que se va a producir antes, ¿y ustedes?
Salu2,
AMT