miércoles, 26 de junio de 2019

Una paradoja extraña… el petróleo arde (y II)



Queridos lectores:

Edgardo Farías nos ofrece la segunda entrega de su análisis de la situación geopolítica de los 10 principales productores de petróleo del mundo, en este caso centrada en los tres mayores productores. Como el anterior, ofrece muchas pistas sobre lo que nos espera en el futuro.

Les dejo en las competentes manos de Edgardo.
Salu2.

Una paradoja extraña… el petróleo arde (ll)
La paradoja siria…nadie está en guerra, pero todos combaten

 “La historia está llena de guerras que todo el mundo sabía que no ocurrirían” 
Enoch Powell.

Subtitulé este según capitulo la paradoja siria, porque los cinco mayores  exportadores de petróleo, los tres que nos restan por analizar, esto es Rusia, EE.UU,  Arabia Saudí, junto con Irán e Irak ya analizados, tienen ejércitos, mercenarios, intereses y dinero, disparando y apostando en la ruleta siria. Es casi imposible, al menos en clave Oriente Medio, establecer la situación geopolítica actual de alguno de ellos sin hacer mención a los otros cuatro. Y nuevamente, de menos a más, vamos viendo. 


Tercer Lugar. Arabia Saudita (Producción aprox. 10.400.000 de barriles diarios). En el caso de Arabia Saudí, desde finales de la Segunda Guerra Mundial se construyó una sólida alianza entre Washington y Riad. En febrero de 1945, el presidente Franklin D. Roosevelt se reunió con el rey Abdel Aziz Ibn al-Saud, iniciando el histórico y estratégico intercambio de petróleo a cambio de seguridad entre los dos países Lo anterior implicó también el establecimiento de fuertes vínculos militares que persisten hasta la actualidad. En 1979, el triunfo de la revolución en Irán y la constitución de la República Islámica implicaron un deterioro significativo en las relaciones bilaterales y un aumento en la competencia, tanto en el campo de las narrativas ideológicas y religiosas como en el geopolítico. Al estallar la guerra entre Irak e Irán en 1980, el conflicto fue concebido por los saudíes como una seria amenaza pues consideraban que, tanto el régimen del partido Ba’ath de Saddam Hussein en Irak, como el nuevo Gobierno revolucionario iraní debilitaban la seguridad saudí. Ambos países contaban con una población y una capacidad militar mayores que las de Arabia Saudí. Igualmente los saudís terminaron decantándose por el mal menor, Sadam Hussein

En la península arábiga un principio operativo ha guiado la política de Arabia Saudí a través de las décadas: negar a cualquier otro Estado una posición de influencia sustancial. El liderazgo saudí ve al resto de la península como su esfera de influencia natural. De este modo, Arabia Saudita, ha intervenido militarmente en la región del golfo Pérsico (por ejemplo, enviando tropas y reprimiendo las protestas en Bahréin), apoyando a las monarquías medievales de la zona, y considerando un grave error (casi una traición) el acuerdo norteamericano con Irán sobre su programa nuclear, que, junto con el levantamiento de sanciones, cree que facilitarán el fortalecimiento económico iraní y su posible emergencia como potencia militar dominante en Oriente Medio. En ese terreno, Arabia mantiene puntos de vista semejantes a los de Israel, país siempre dispuesto a atacar a Irán, y esa coincidencia de intereses ha llevado a aumentar los intercambios entre ambos países. En resumen, el declarado propósito saudita de “luchar contra el terrorismo” encubre en realidad su objetivo estratégico sobre las guerras en Oriente Medio: pretende contener a Irán y sus aliados (la Siria de Bachar al-Asad, pero también el Hezbolá libanés y los huthíes yemenitas) y, por último, limitar la influencia de Rusia; objetivos todos que comparte, en mayor o menor medida, con Washington y Tel Aviv.

En el caso de Yemen, desde las revoluciones en el norte y el sur en la década de 1960, los estados yemeníes se constituyeron como repúblicas, creando una atmósfera de desconfianza con las monarquías absolutas vecinas, incluida Arabia. Después de la unificación, Yemen se opuso a la coalición de países árabes que rechazó la invasión iraquí a Kuwait; sin embargo, el gobierno de Alí Abdullah Saleh llegó a mantener una relación relativamente cordial con Arabia Saudí, hasta que fue depuesto por las revueltas populares de 2011. El nuevo gobierno de Abdrabbuh Mansour Hadi debió enfrentar tanto las aspiraciones secesionistas del sur, como la amenaza de al-Qaeda y de los rebeldes houthis (organizados en el movimiento Ansarulláh), que junto con otras fuerzas políticas lograron tomar Sana’a en septiembre de 2014, obligando a Hadi a abandonar el poder unos meses después y huir hacia Arabia Saudí. A la cabeza de una frágil coalición de países africanos y de Medio Oriente, Riad implementó la operación “Tormenta decisiva” en marzo de 2015, que implicó el bombardeo de las posiciones houthis, un bloqueo marítimo y aéreo, y el despliegue de tropas de la coalición en territorio yemení. En ese contexto  y con una victoria que, de llegar, cada vez más toma el adjetivo de pírrica, los saudíes reiteradamente han denunciado el apoyo financiero y militar iraní a los houthis. Pero, en lo concreto, la guerra impulsada por Arabia Saudí en Yemen ha tenido un carácter catastrófico desde el punto de vista humanitario y ha supuesto altos costos económicos y políticos para Arabia Saudí. Tras tres años de intervención militar, todo apunta a un grave fallo estratégico por parte de la casa Al-Saud, que no solo no le ha permitido a Riad cumplir con los objetivos propuestos, sino que le ha deparado enormes costos económicos que han venido a agudizar el ya dramático déficit presupuestario del país. Según una estimación de la agencia Reuters, el esfuerzo de guerra en Yemen le costaría a Riad cada mes unos 175 millones de dólares en bombardeos y unos 50 millones en incursiones terrestres.

El otro conflicto que distrae la atención saudita es el conflicto sirio y para entender la actuación de la casa de Al Saud, hay que hacerlo en clave catarí. Digamos que la competencia entre Catar y Arabia Saudita en Siria tiene raíces históricas. Ambos países tienen relaciones de larga data con el régimen sirio. Mientras Arabia Saudita se alejaba de Bashar al-Assad (aunque fue un socio bastante confiable para su padre), Catar tenía otros planes para la región, alentado por las debilidades de la política exterior saudí y por el ascenso de Recep Tarip Erdogan en Turquía, su nuevo aliado.  Aunque se señala a Catar y Turquía como quienes planearon la expansión de la influencia de la Hermandad Musulmana en la región -desde Palestina a Túnez- no fueron esos dos países los que instigaron las revueltas árabes. Todas ellas estallaron espontáneamente producto de insatisfacciones legítimas referentes a opresión política, política interna y externa con preeminencia de intereses foráneos (occidentales) e injusticias socioeconómicas.  Pero las dos nuevas alianzas rivales en Oriente Medio-Arabia Saudí, Emiratos Árabes e Israel de un lado, Catar y Turquía del otro- intentaron explotar esas revueltas para atender a sus propios intereses. Cuando las revueltas estallaron en Siria, tanto Arabia Saudita como Catar esperaban una caída rápida de Assad; pero cuando, por diversas razones, eso no sucedió, los dos países se precipitaron para patrocinar y armar grupos que pudieran controlar. Los sauditas vieron en las revueltas una buena oportunidad para sumergir a Siria en un conflicto sectario y, de esa manera, varios grupos de oposición y facciones armadas comenzaron a brotar en el país. Qatar vio un socio conveniente a Al Qaeda en Siria (Frente Al Nusra, Daesh), mientras Arabia Saudita se decantó por las FDS Fuerzas Democráticas Sirias y otros grupos armados. 


De más está decir que Catar y Arabia Saudita no estaban ni están solos en esta tarea: incluso en los primeros años de la guerra la transferencia de recursos y armas a Siria tuvo la abierta bendición de la administración Obama. Eso porque, en la época, todos esperaban una caída rápida de Assad y cada uno deseaba implantar su propio títere en su lugar. Esta competencia feroz no salió conforme a lo planeado, y la participación de actores regionales e internacionales sólo ha prolongado la guerra y el sufrimiento de los sirios. Más tarde, Arabia Saudita y Catar se distrajeron con su propio conflicto, como con la guerra en Yemen. Pero el bienestar del pueblo sirio nunca ha sido una prioridad para ellos y tampoco para los otros países que intervinieron en Siria. Aunque otras narraciones son más fáciles de digerir, sirviendo a los intereses de potencias extranjeras, la competencia entre Arabia Saudí y Catar fue -y sigue siendo- un factor determinante en la buscada destrucción de Siria. 


Segundo Lugar. EE.UU.
(Producción aprox. 10.500.000 de barriles diarios). Para hablar de la estrategia geopolítica actual de EE.UU, es necesario remontarse al 25 de enero de 1904, cuando Halford J. Mackinder, geógrafo, pronunció una conferencia ante la Real Sociedad Geográfica de Londres titulada “El pivote geográfico de la historia”. Mackinder elaboró su conocido modelo, en el que, sobre la base de la interpretación de la historia europea, consideraba que el Estado que ocupase la “región pivote” (Pivot Area) —o, el “corazón continental” (Heartland), según la versión de 1919— dentro de Eurasia podría ejercer una influencia decisiva sobre la vida política del mundo entero. A fin de contrarrestar esta superioridad geoestratégica, Mackinder prescribía a la potencia marítima —en aquellos momentos, el Reino Unido y luego, como no, EE.UU— cuyo ámbito espacial “natural” sería el “cinturón exterior” (Outer Crescent) formado por las islas y continentes situados más allá de Eurasia, una política de “equilibrio de poder” en el “cinturón interior” (Inner Crescent), la periferia de Eurasia, que rodea la “región pivote” de Eurasia, ya que si esta masa llegase a ser dominada por la potencia terrestre, ésta dominaría inevitablemente la “isla mundial” (World-Island), es decir el conjunto terrestre de Eurasia y África, y en última instancia el mundo. En 1919 fue sumamente explícito en su conocida fórmula: “Quien gobierne la Europa Oriental dominará el Corazón Continental; quien gobierne el Corazón Continental dominará la Isla Mundial; quien gobierne la Isla Mundial dominará el mundo”
Esta tradición geopolítica occidental tuvo entre sus continuadores inmediatos al norteamericano de origen holandés Nicholas J. Spykman, que a finales de los años 1930 se adentró en el análisis de las relaciones entre geografía y política exterior. Spykman sobre la base del modelo de Mackinder, minimizó el interés de controlar el “corazón continental”. Para él el “anillo continental” (Rimland) —que se corresponde grosso modo con el “cinturón interior” de Mackinder— es el área clave cuyo control permitirá un dominio global del planeta. Será una tarea de la potencia marítima el control de un “anillo continental” euroasiático unificado.


Tras la Segunda Guerra Mundial, y junto con la victoria, con el resultado de haber obtenido el control de los pilares extremos axiales de Eurasia -Alemania y Japón respectivamente- la estrategia de la contención que fue implementada por los Estados Unidos, responde a las prescripciones del modelo de Mackinder, un arco de bases marítimas rodeando Eurasia, ello con las modificaciones introducidas por Spykman y luego George Kénnan. Junto con ello, los diplomáticos estadounidenses sumaron capas de alianzas militares envolventes: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (1949), la Organización del Tratado del Medio Oriente (1955), la Organización del Tratado del Sudeste Asiático (1954) y el Tratado de Seguridad EEUU-Japón (1951), todas catalizadas por el temor al comunismo imperante en la URSS y luego China.
Es con Zbigniew Brzezinski que la tesis de Mackinder vuelve a colocarse en el centro de la política internacional norteamericana. Señalaba sin tapujos “Desde que los continentes comenzaron a relacionarse políticamente –hace 500 años– Euroasia ha sido el centro del poder mundial. Es importante que en las actuales circunstancias no aparezca un competidor con capacidad para dominar Euroasia y retar a EE.UU (…) Quien domine Euroasia tendrá control sobre tres de los continentes más ricos del planeta. Tanto el Hemisferio Occidental como Australia quedarían en la periferia”. Brzezinski se remonta a la era imperial más brutal para explicar su visión. “Las tres grandes necesidades de una geoestrategia imperial son prevenir alianzas y mantener la dependencia de los subyugados, mantener a los tributarios contentos y protegidos, y evitar que los bárbaros se unifiquen. Es importante, entonces, que EE.UU. se enfrente a cualquier alianza regional que intente expulsarla de Eurasia, amenazando su status de potencia global”. Brzezinski, al igual que Kissinger, entendía que la política exterior de EE.UU. debe concentrarse en mantener divididas las potencias que pretenden usar el continente euroasiático como pivote para su dominación global. En concordancia, en Europa levantó la Cortina de Hierro y en las aguas del Mar de China desplegó la Séptima Flota. Además, Washington incursionó en el Medio Oriente (desplazando a las potencias colonialistas europeas), desestabilizando la región y asegurando su acceso a los ricos yacimientos petrolíferos del Golfo Pérsico.
Apuntemos que, para establecer esta nueva nueva Pax Americana posbélica, lo primero y básico para contener el poder terrestre soviético fue la Armada estadounidense. Sus flotas rodearon el continente euroasiático, complementando y luego suplantando a la Armada británica: la Sexta Flota se instaló en Nápoles en 1946 para controlar el océano Atlántico y el mar Mediterráneo; la Séptima Flota se estableció en la Bahía Subic, Filipinas, en 1947, para controlar el Pacífico Occidental; y desde 1995 la Quinta Flota se encuentra en Bahrein, en el golfo Pérsico. En 1955 EEUU también tenía un red mundial de 450 bases militares en 36 países para, en gran medida, contener el bloque chino-soviético detrás de un Telón de Acero que coincidía en grado extraordinario con las "rimlands" de Mackinder, alrededor de la masa continental euroasiática. Hacia el final de la Guerra Fría, en 1990, el cerco de la China comunista y Rusia necesitaba 700 bases de ultramar, una fuerza aérea de 1.763 aviones de combate, un enorme arsenal nuclear, más de 1.000 misiles balísticos intercontinentales y una armada de 600 buques, incluyendo 15 portaviones nucleares y sus flotillas, todos conectados por el único sistema global de satélites de comunicación del mundo. Claro, luego fue sustituyendo sus ineficientes soldados por drones, así para el 2011 EE.UU había rodeado Eurasia con 60 bases de drones  Significativamente, las bases de drones están esparcidas en estos momentos por los márgenes marítimos alrededor de la isla mundial –desde Sigonella, Sicilia, hasta Incirlik, Turquía; Yibuti en el mar Rojo; Qatar y Abu Dabi en el golfo Pérsico; las islas Seychelles en el océano Índico; Jalalabad, Khost, Kandahar y Shindand en Afganistán; y en el Pacífico, Zamboanga en Filipinas y la Base Aérea Andersen en la isla de Guam, entre otros lugares. Para patrullar esta extensa periferia, el Pentágono se ha gastado 10 mil millones de dólares en construir una armada de 99 drones Global Hawk, equipados con cámaras de alta resolución capaces de vigilar todo el territorio en un radio de 160 km, sensores electrónicos que pueden neutralizar señales de comunicación y motores eficientes con autonomía para 35 horas de vuelo y un alcance de 14.000 kilómetros.


Con todo lo anteriormente dicho no es de extrañar, de hecho es hasta lógico, que los EE.UU estén involucrado en una serie de conflictos bélicos alrededor del globo. Entre los cuales los más relevantes, al día de hoy, son los siguientes:


1.- Afganistán: Estados Unidos dispone de unos 15.000 soldados en Afganistán, a donde llegaron para combatir al Talibán y a al Qaeda tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 y que se ha convertido en la guerra más larga en la que ha participado la mayor potencia del mundo. La narrativa oficial señala que las fuerzas estadounidenses permanecen en Afganistán con los propósitos de detener el resurgimiento de lugares seguros que permitan a los terroristas amenazar a Estados Unidos o sus intereses. Lo cierto es que Afganistán es un estado clave a la hora de mirar a los competidores directos por el poder geoestratégico en esa zona del mundo, Irán y Rusia; siendo específicamente, fronterizo de uno y otro, un perfecto estado “tapón” con todo lo que ello implica. 


2.- Irak: Desde la invasión angloestadounidense de 2003 y el derrocamiento de Saddam Hussein, Irak ha atravesado un largo periodo marcado por el conflicto, cuyo coletazo más reciente fue la guerra contra el autodenominado Estado Islámico. Además, el país vivió un drástico cambio político interno con el paso de un orden en el que imperaba la minoría sunita a una nueva situación en la cual el poder está repartido en una heterogénea mayoría chiita. Como consecuencia de todo este proceso, la situación del país aún está marcada por un equilibrio precario. Así es un hecho de que mientras más crece el antagonismo entre Washington y Teherán, más débil se vuelve el gobierno en Bagdad. Y si bien, en lo inmediato, pareciera que no hay riesgo de que Irak se convierta en el terreno donde Estados Unidos e Irán libren una guerra armada, eso no significa que Irak no sufre las consecuencias del aumento de las tensiones.
Y aunque la presencia militar norteamericana ha disminuido con los años, EE.UU. no tiene intención de terminar con su presencia armada en el país. Por de pronto y siempre con un ojo puesto en Siria y otro en Irán, a finales del 2018, estableció las últimas dos de una serie de bases de drones en Irak.  La primera base se estableció en la localidad de Rumana (en el distrito de Al-Qaim en Al-Anbar), ubicada cerca de la frontera con Siria.La segunda instalación militar, se encuentra al este de la ciudad de Al-Rutbah, a unos 310 kilómetros al oeste de Ramadi (capital de Al-Anbar) y a menos de 100 kilómetros de la frontera con Siria.


3.- Siria: En 2017, las fuerzas de la coalición internacional que lidera Estados Unidos lograron "liberar a 4,5 millones de personas de la opresión de EI" (sic), grupo extremista que perdió 98% del territorio que controlaba en Irak y Siria. En este último país, hay unos 1.500 uniformados estadounidenses que, entre otras cosas, apoyan a las milicias de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF por sus siglas en inglés) en los combates por controlar el valle del Éufrates medio. "Las operaciones de Estados Unidos incluyen bombardeos, asesoría y coordinación con fuerzas terrestres locales, así como entrenamiento, equipamiento y otro tipo de asistencia para esos grupos", señala el reporte. Sin embargo, sabemos muy bien, que Siria es una guerra proxy, cuyos intereses y alcances son mucho más complejos que el apoyo a un grupo u otro.


4.-Yemen: Las fuerzas estadounidenses también han realizado algunos bombardeos contra EI en Yemen, donde además mantienen un enfrentamiento directo con al Qaeda de la Península Arábiga (AQAP, por sus siglas en inglés), proveyendo "un apoyo limitado" a la coalición que lidera Arabia Saudita en contra de las milicias hutíes y de las fuerzas leales al fallecido exmandatario Alí Abdulá Saleh. Esta ayuda incluye el uso compartido de información de inteligencia, así como la provisión de equipos y servicios de defensa a los países que participan en la coalición. 


5.- Somalia: Estados Unidos cuenta con casi 1.000 hombres en Somalia, quienes tienen la misión de contrarrestar la "amenaza terrorista" representada por EI y por el grupo radical Al Shabab, una milicia aliada de al Qaeda.  Junto a lo anterior, un informe de Amnistía Internacional señala que las fuerzas estadounidenses han ejecutado más de cien ataques con drones sobre territorio somalí, desde 2017, lo que supone que esas operaciones se han triplicado desde que Donald Trump llegó al poder. El 30 de marzo de 2017, Trump firmó una orden ejecutiva que declaraba el sur del país como "área de hostilidades activas". En los últimos 9 meses de 2017, las fuerzas militares estadounidenses efectuaron 34 ataques. En 2018, los bombardeos con drones fueron 47 y en los dos primeros meses de 2019 se llevaron a cabo 24 ataques de ese tipo, según la ONG señalada.

6.- Libia: La presencia de fuerzas estadounidenses en Libia se limita oficialmente y actualmente a un puñado de hombres. Sin embargo, ese reducido despliegue sobre el terreno no significa menor implicación; recordemos que fueron los aviones norteamericanos los que mantuvieron el grueso de los bombardeos que precedieron a la caída de Gadafi. De hecho, las fuerzas estadounidenses, aun realizan bombardeos en contra de objetivos del autodenominado Estados Islámico en ese país, incluyendo sus campamentos en el desierto. Muchos de estos ataques son realizados mediante el uso de drones operados desde fuera de las fronteras del país africano.


7.- Níger: Estados Unidos cuenta con medio millar de militares activos en Níger. La participación de fuerzas estadounidenses en operaciones de combate en ese país de África occidental era poco conocida hasta que en octubre de 2017 cuatro soldados fallecieron en una emboscada en el desierto montada por fuerzas leales a EI. Dos meses más tarde tropas de Estados Unidos acompañadas de soldados nigerinos fueron atacadas por un grupo de extremistas, lo que derivó en un enfrentamiento en el cual fallecieron 11 de los milicianos que se cree estaban vinculados a EI. De acuerdo con The New York Times, entre 2015 y 2017 los soldados estadounidenses participaron en, al menos, otros 10 choques armados en esa región del continente africano. En todo caso, la presencia militar de Estados Unidos en ese país parece proyectarse en el largo plazo. De hecho, se espera que para finales de este año estrenen una base de operaciones de drones valorada en US$100 millones.

Primer Lugar. RUSIA (Producción aprox. 10.900.000 de barriles diarios). Como sabemos a principios de los años 90, la aventura de la grandiosa “idea rusa” finalizó de manera abrupta, y se convirtió en “la gran interrogante rusa”. El fin de la única ideología dominante dio lugar a una multitud de conflictos étnicos y religiosos, mientras que la estabilidad de un mundo bipolar fue sustituida por la inestabilidad de un mundo con amenazas transnacionales de carácter no convencional, que se manifiestan de manera distinta según se trate. Asi, la desaparición del imperio soviético y el vacío político que siguió determinaron la aparición de distintos tipos de conflictos geopolíticos en el marco de la antigua URSS.

En el Cáucaso y en su entorno, un mundo cultural marcado por la pluralidad (hasta 28 grupos étnicos y religiones divididas – cristianos ortodoxos y musulmanes suníes) e históricamente disputado por potencias regionales limítrofes (mongoles, persas, otomanos y rusos), es donde esos conflictos adquirieron mayor intensidad. Georgia, donde se han producido dos guerras con autonomías étnicas: la de Abjazia, la antigua Cólquida y la de Osetia del Sur. El tercer foco se centró en las disputas y guerras más sangrientas de las repúblicas de la Federación Rusa situadas en el norte del Cáucaso: Ingushetia, Osetia del Norte y Chechenia. También la república de Daguestán, plurinacional, vecina de Chechenia y fronteriza con Azerbaiyán, es un área potencialmente conflictiva. Los conflictos “congelados”, por su parte, afectan a varios Estados. En primer lugar, a Moldavia, con el separatismo de Transnistria. Tras la desintegración, el mayor objetivo de Rusia fue retener a la República de Moldavia bajo la tutela política del antiguo centro de decisión post-soviético, utilizando la región de Transnistria, - la franja de tierra situada al este de la Besarabia moldava. En Armenia y Azerbaiyán existe otro conflicto “congelado”; se trata del enclave de Nagorno-Karabaj situado en Azerbaiyán pero poblado mayoritariamente por armenios. Así las cosas, Rusia no pueden permitirse algún tipo de elemento desestabilizador en sus fronteras, como lo es hoy el yihadismo exportado de Medio Oriente, como veremos luego.


En el contexto anterior y ya visto el “Gran Juego” de Estados Unidos el Kremlin comprendió, a principios de este siglo, que tenía que reforzar su política exterior, para lo cual el país poseía tres instrumentos estratégicos muy importantes: el primero de ellos el armamento nuclear (EE.UU. comprendió que es difícil quitarles los colmillos a un oso cuando esos colmillos son nucleares) y que fue lo que le permitió mantener el Status Quo básico para negociar; pero junto con lo anterior Rusia también tiene el petróleo y el gas natural, decidiéndose a reaccionar mediante una nueva estrategia –y ofensiva-  energética. 

Para comprender el actual poderío político de Rusia, debemos señalar sus enormes reservas de recursos energéticos, contando con el 15% de las reservas mundiales probadas de hidrocarburos. Comenzando por el petróleo, desde el 2011 Rusia disputaba a Arabia Saudita el primer lugar en producción del recurso, coronándose como el primer productor mundial al día de hoy. Cuenta con la segunda reserva de carbón del mundo y la primera de gas natural. Posee, además, 15 mil kilómetros de oleoductos y alrededor de 152 mil kilómetros de gaseoductos, destinados al gas natural, representando la red de gasoductos más grande del mundo, controlada directa e indirectamente por el Estado ruso, atravesando Ucrania, Bielorrusia y Moldavia, entre otros países del entorno cercano ruso. En este contexto, la empresa estatal Transneft juega un rol fundamental, ejerciendo un monopolio en el control del sistema de oleoductos, lo cual la sitúa a un nivel similar al de Gazprom en cuanto a su capacidad de influencia internacional. Dichos recursos y oleo/gasoductos le han permitido al Kremlin desplegar lo que se ha definido como pipeline diplomacy, especialmente en Europa, con una estrategia de alianzas y vinculación con aquellos países que tienen un mayor peso estratégico, cristalizado en el proyecto denominado Nord Stream, encaminado a conectar Alemania con Rusia a través del Mar Báltico, haciendo un bypass a Bielorrusia, Polonia y los Estados bálticos, territorios por los cuales tradicionalmente circulaba el gas natural ruso hacia el país teutón; o en el Southern Corridor, acuerdo entre Gazprom y la firma italiana ENI para construir una red que conecte Rusia con Bulgaria a través del Mar Negro, con ramas hacia Austria e Italia. Recordemos que, como territorio, Rusia es el único país del mundo que se extiende tanto en Asia, como en Europa, desde el Pacífico hasta la antigua Europa del Este y el valor estratégico de esa circunstancia es único.

A partir de esta pipeline diplomacy, Moscú ha logrado ejercer una enorme influencia en Europa, considerando que esta depende de más de un 30% de la exportación de petróleo y gas natural de Rusia, y que este último tiene al Viejo Continente como primer mercado de exportación de gas con un 53% de estas. Sin embargo, a pesar de contar con importantes recursos económico-energéticos y utilizarlos como una herramienta de política exterior, la dependencia del Kremlin en dichos recursos alcanza niveles altísimos, representando los hidrocarburos un 80% del total de exportaciones del país en 2013, “hiperdependencia” que justifica los temores de que Rusia esté cayendo en la denominada Dutch Disease, consistente en la caída de la producción y desarrollo del sector manufacturero como consecuencia de la venta masiva de recursos primarios.


Pero, volviendo al análisis de Medio Oriente, digamos la intervención rusa comienza por omisión en la crisis de Libia que se inicia en febrero de 2011 con el levantamiento de fuerzas opositoras al régimen de Muammar Qaddafi. Luego de días de intensos combates entre los rebeldes y las fuerzas oficialistas, la ONU decide tomar cartas en el asunto e intervenir en marzo, a partir de las resoluciones 1971 y 1973, estableciendo una “no flying zone” en el país, situación que semanas más tarde incluirá intensos bombardeos liderados por la OTAN, teniendo como resultado el derrocamiento del régimen y la muerte de su líder a manos de los propios rebeldes. Las resoluciones antes mencionadas, y en especial la 1973, fue aprobada gracias a la abstención del uso del veto por parte de China y Rusia, decisión que no dejó de sorprender, considerando las consecuencias que tuvo; sin embargo, en ese sentido, algunos analistas consideran a Libia una perdida estratégica, toda vez que no había ninguna posibilidad de apuntalar al régimen libio, ni económica ni militarmente, por parte de Rusia y China, con alguna posibilidad de éxito.
 
De forma paralela a lo antes descrito, se inició el conflicto en Siria. En esta oportunidad, la situación de inestabilidad se inicia en marzo de 2011, transformándose en una guerra civil que a noviembre de 2012 ya sumaba más de 60 mil muertes, superando las 400 mil pérdidas humanas en 2016. El Consejo de Seguridad de la ONU volverá a transformarse en el centro de la negociación entre las grandes potencias, situándose —por un lado— Estados Unidos, la Unión Europea, Turquía y los países del Golfo (Qatar y Arabia Saudita, EAU), apoyando la oposición armada al régimen de Bashar al-Assad, y por el otro Rusia y China, opuestos a cualquier presión al régimen de Damasco. Con la experiencia libia aún en la retina, y con la certeza de la cercanía del conflicto a sus fronteras caucásicas, el Kremlin actuará de forma distinta, a partir de una diplomacia más activa que se concreta con los reiterados vetos a las propuestas de resolución con sanciones al gobierno sirio y la  negativa cerrada a la creación de cualquier zona de exclusión aérea; luego el año 2015 se traducirá en una abierta cooperación militar. La respuesta anterior no solo da cuenta del aprendizaje tras el error en Libia, sino que el caso de Siria, para Rusia, es distinto al de Libia; lo anterior, por los importantes y concretos intereses rusos existentes en la zona. Esto último tanto en términos económicos, centrados en la exportación, a Siria, de armas y recursos energéticos —gas y petróleo— por un valor aproximado en 20 billones de dólares para el momento en que inició el conflicto, como en términos político-estratégicos, siendo Damasco un importante aliado de Moscú en la región, ello considerando que en Siria se encuentra la única instalación militar, en la localidad de Tartus, fuera de territorio soviético que se mantuvo tras la caída del bloque comunista, una instalación naval logística que permite reparar y suministrar a los navíos rusos que transitan por el Mediterráneo. Ahora bien, aunque la protección de su única salida al Mediterráneo no carece de relevancia, su objetivo principal, como señalamos, es la lucha contra el Estado Islámico (y sus patrocinadores) lo más lejos de sus fronteras  para de este modo  impedir su extensión hacia el  siempre volátil Cáucaso, ya que de ello depende su seguridad territorial.


Rusia reveló recientemente la verdadera dimensión de su implicación militar en el conflicto sirio, la que se inició el 30 de septiembre del 2015. Más de 63.000 militares rusos han "recibido experiencia de combate" en Siria desde esa fecha, según el Ministerio de Defensa de Rusia. Las fuerzas aéreas de ese país han realizado 39.000 misiones de combate desde entonces, con un saldo de 121.466 "objetivos terroristas" destruidos y más de 86.000 "militantes" muertos. El ministerio también asegura que las fuerzas rusas probaron en Siria 231 tipos de armas, una cifra que incluye aeronaves, misiles teledirigidos y misiles tierra-aire. Asi, el ejército ruso ha jugado un papel clave en consolidar la posición de su aliado, el presidente sirio Bashar al-Assad, durante los últimos tres años. El conflicto se ha inclinado a favor de este, con los rebeldes siendo derrotados en muchas partes del país. Las más recientes: al este de la región de Guta, cerca de Damasco, y al suroeste de las provincias de Daraa y Quneitra. Ahora mismo fuerzas progubernamentales se están preparando para lanzar un ataque sobre el último gran bastión rebelde, la provincia noroccidental de Idlib, donde viven dos millones de personas.

Como vemos los motivos geopolíticos de su política exterior en Medio Oriente, son muy complejos, dada la volatilidad de la zona y el número de actores que participan directa o indirectamente en el conflicto sirio. En cualquier caso, Rusia se prepara para cualquier escenario futuro porque su intención no es abandonar su influencia en Oriente Medio. 





 

Como puede observase la situación de los mayores 10 productores de petróleo no parece muy auspiciosa. Los más tranquilos son Canadá y Brasil; coincidentemente, sus crudos son los más difíciles de extraer. Por su parte China, EE.UU y Rusia, están rodeados de conflictos de distinto orden y envergadura; por lo que hemos de suponer que sus movimientos tienen que ver con un “juego mayor”, con lo que hay pocas probabilidades que se enfrasquen en una escalada bélica, mayor y abierta, a menos que lo que esté en juego sea de interés esencial para alguno de ellos…y sin embargo, aunque no inmediatamente, ese panorama se va acercando inexorablemente en la misma medida en que la producción de petróleo se contrae. Kuwait, EAU, Arabia Saudita, Irán e Irak son, unos más que otros, meros peones en el gran juego… premio, despojo y campo de batalla. Y como decían en una serie cómica chilena de los años ochenta “no actuaron hoy…” Venezuela, Libia, Nigeria, Catar, Angola, México, Argelia, quienes siendo importantes productores de petróleo, por distintas razones, desde las geopolíticas, pasando por las geológicas, llegando a las demográficas, tienen situaciones que no hacen, precisamente, pensar en futuros muy venturosos.

Como corolario a este análisis permítanme contarles una anécdota personal. Provengo de una ciudad rural y provinciana, el puerto más cercano está a 250 kilómetros de distancia; luego, los marinos solo eran personajes de historietas o próceres de alguna antigua epopeya histórica, pero no personas reales, a lo sumo conocía pescadores costeros. Sin embargo, mi práctica profesional, necesaria para obtener el título de abogado, por circunstancias de la vida, me tocó realizarla en el tercer puerto más grande de Chile, Talcahuano. En ese lugar, efectivamente, me tocó atender a un marino mercante de verdad. En esas circunstancias no pude dejar de preguntarle por la tormenta en la que más había visto peligrar su vida; su respuesta fue una verdadera sorpresa… “Nooo- me dijo-ninguna tormenta, si los barcos están hechos para resistir tormentas. Las dos veces que la he visto complicada en altamar ha sido a causa de incendios …porque los barcos no están hechos para soportar incendios, sobre todo - me dijo -  en la sala de motores … difíciles de detectar, más difíciles de apagar, bajo la línea de flotación y cerca del combustible, esa wea si es que es peligrosa.”
 

El asunto, estimados lectores, es que en este pequeño e insignificante barco estelar, llamado Tierra, nuestras mejores previsiones de que él mismo llegue a puerto (o ni siquiera eso…que siga simplemente navegando) las fundamos en el intrascendente hecho que en las cubiertas A, B y C la fiesta está que arde. No nos fijamos, no queremos ver, que tenemos, hace un tiempo ya, un incendio declarado entre la sala de motores y el depósito de combustible, incendio que provocado o circunstancial, no tiene sino proyección de continuar a más con todas sus nefastas consecuencias, cuales son, detenernos para siempre en medio de este océano sideral o en el peor de los casos hacer salta el barco por los aires… el petróleo arde y en conocimiento de eso nos empeñamos en jugar con fósforos mientras ríos negros corren a nuestro alrededor, malvados o idiotas, el resultado final será uno solo… y parece que lo buscáramos.

En fin, la Biblia dice que el Armagedón será anunciado en los cielos por cien millones de ángeles con la fanfarria sacra de sus trompetas…fantástico, sin duda, pero falso. La tragedia que se avecina, como todas las tragedias humanas, será anunciada no en los cielos sino aquí en la tierra; y no, no serán ángeles; como siempre , serán hombres de carne y hueso quienes la anuncien…y, ciertamente, no será el tronar de trompetas lo que se escuche ese día, será el redoble de tambores… porque cada tambor de petróleo vacío se está convirtiendo en un tambor de guerra.



Edgardo Farías. Parroquiano




        

viernes, 21 de junio de 2019

Una paradoja extraña… el petróleo arde (I)


Queridos lectores:

Edgardo Farías nos ofrece esta semana la primera de dos entregas, en las que analizará la situación geopolítica de los 10 principales productores de petróleo del mundo, con el objetivo de hacer más comprensible cuáles son los riesgos que nos esperan en los próximos años. Un análisis muy detallado que creo que ofrece muchas pistas sobre cosas que ya están pasando y algunas otras que se irán desarrollando en los próximos años.

Les dejo en las capaces manos de Edgardo.


Salu2.
AMT

Una paradoja extraña… el petróleo arde (I)
 

“Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas.”
Albert Camus. La Peste.


La paradoja que enuncia el título de este post es, per se, extraña; claro, porque lo que esperamos es, precisamente, que el petróleo arda. Ignición y combustión que mueva pistones y engranajes, ruedas y motores… ¿Qué es el petróleo sino esencialmente combustible?…¿dónde está entonces la extraña paradoja de la que hablo?…¿existe acaso?

Entendemos el peak oíl como un fenómeno, presente o futuro (cada uno sacará sus cuentas y hará sus apuestas) que se compone de dos o tres tesis básicas y lógicas, cuales son: estamos llegando a un punto -o lo hemos traspasado- en que la producción de petróleo comenzará a declinar y luego, dicho declive provocará, naturalmente, el declive del sistema social que este sustenta. Ahora bien, por lo visto, ni lo uno ni lo otro ha sucedido (al menos aparentemente); al contrario, la producción de petróleo aumenta y el mundo crece y en esa paradoja se hunde la negra esperanza picolera. Por los mismos días en que escribo este post, se discute en Foro Crash Oil la inminente llegada a la mítica cifra de los 100 millones de barriles diarios de producción. Una paradoja, sí, pero no de la que hablo.

 Decir que Chile no es un gran país; sin embargo, goza (eventualmente) de ciertas características que pueden parecer o bien admirables o bien queribles, o sencillamente positivas cuando se habla de un país: orden y estabilidad. Será otro momento para hablar de lo que puede ocultar ese orden y estabilidad (que en Chile se resume en una frase chovinista donde las haya “las instituciones funcionan” y que, desde la perspectiva social más crítica, no es sino aborregamiento y sumisión). Pero en fin, si vemos este país desde afuera, muy posiblemente veamos un país estable y regulado, donde las instituciones funcionan… algo de eso reverbera y replica cuando hablamos de países como Uruguay, Suiza, Bélgica, Suecia, Singapur, Finlandia, República Checa, Eslovenia, Taiwan, Japón, Irlanda, España y Argentina, entre otros; todos ellos enquistados en el tramo superior de la tabla de países con mejor índice de calidad de vida. De hecho, todos los países que he mencionado -y aún algunos más- tienen algo en común, puestos más, puestos menos: todos se encuentran entre los 40 países con mejor calidad de vida del planeta, o sea en el cuarto superior de la tabla, ¿interesante o no? Sin embargo, no es lo único que tienen en común, porque lo otro que comparten es que, bueno, ninguno de los países anteriormente nombrados producen petróleo ni siquiera para llenar un Zippo (la producción de petróleo de la mayoría de ellos es cero y en otros con producciones meramente simbólicas)…y esto sí que es un paradoja extraña, porque si efectivamente las tesis picoleras son ciertas, estos países deberían ser los primeros en la lista de países sacando pasajes a Caos-Land. Claro, uno puede considerar que ciertos países de los países nombrados tienen una que otra  ventaja comparativa; desde que pertenecen al “primer mundo”, la calidad cultural e institucional de su gente o la fortaleza de la maquinaria del estado; sin embargo, otros, como Chile en este caso, que no tienen ni más ni menos virtudes que cualquier otro país del globo y que no tiene petróleo ni para encender una lámpara de mesa, debieran estar ya sufriendo, en carne propia, la inexorabilidad oscura de las premisas picoleras… y no es así. Sin duda también esta es una paradoja que valdría la pena analizar con calma y detenimiento, seguro algo se puede sacar en limpio de su estudio, pero no será en este post; tampoco es esta la paradoja de la que quiero hablar, sino, precisamente, de su antítesis, la paradoja de los países que tienen petróleo, mucho petróleo.

Claramente el peak oil es un fenómeno controvertido, se discrepa sobre su alcance, sus consecuencias, incluso sobre su existencia, pero en lo que no hay discrepancia es que el petróleo no crece en los árboles y que julios más o julios menos es nuestra principal y más crítica fuente de energía. Se puede negar el peak oil pero no la escasez evidente y creciente de petróleo. Luego, lo que deberíamos estar haciendo en este mismo instante, en un esfuerzo mancomunado y planetario,  es cuidar el petróleo como un primor hasta que podamos realizar nuestra tan anhelada (y obligada) transición energética. Por múltiples razones la lógica picolera “países con menos petróleo países con más problemas” no se cumple (por ahora); pero tampoco se cumple su contrapunto “países con más petróleo países con menos problemas” y el incumplimiento de esta premisa ya no es solo paradójica sino que, potencialmente, catastrófica. Y pregunto ¿qué panorama nos depara una mirada a la situación geopolítica de los países de la OPEP que en conjunto producen alrededor del 40% del petróleo que se consume diariamente en el planeta? ¿O qué nos depara la mirada geopolítica de los 10 mayores productores de petróleo del mundo que en conjunto producen el no despreciable porcentaje del 50% del petróleo mundial?  La situación es, por decir lo menos, preocupante.

Antes de comenzar este análisis me es necesario hacer un par de prevenciones. La primera es que el presente post lo comencé hace unos cuantos meses por lo que no es improbable que el lugar que alguno de ellos ocupa, según su producción, haya variado al día de hoy; lo anterior, creo, no le quita mérito a la lectura general que en este análisis se pretende hacer. La segunda es que, la base de este post está compuesto, por la información disponible en la red; tomando como única precaución el recoger los textos que me han parecido más objetivos al momento de incluirlos en el presente texto. Dicho lo anterior, entremos en vereda.

Décimo Lugar. Brasil: (Producción aprox. 2.600.000 de barriles diarios) es el décimo mayor productor desplazando en ese puesto a la complicadísima Venezuela. Brasil es la octava economía del mundo y el país era comparado con una gran ballena. De movimientos lentos, sin cabriolas ni grandes sorpresas. Sin embargo, después de una década de bonanza económica, en el último lustro un conjunto de eventos políticos, económicos y sociales han marcado profundamente esa visión tradicional del Brasil. La destitución de una presidente, el procesamiento y la cárcel para otro mandatario, así como de decenas de políticos y empresarios de gran poder. Lo anterior acompañado de la peor recesión de su historia en 2015 (-3,8% del PIB) y 2016(-3,6%). Esta crisis política-económica ha tensionado a la sociedad brasileña, sin duda, pero en muchos aspectos aún está lejos de ser un estado fallido o un país ingobernable. Luego, aunque estable, Brasil está complicado para mantener su producción de petróleo y gas natural, cuyo 60 % corresponde a pozos pre-sal ubicados en aguas ultra profundas. La producción de petróleo del año 2018 cayó un 1% respecto del año 2017. En ese mismo orden de cosas, se espera que este 2019 el mayor pozo pre-sal (Campo de Lula) alcance su pico con una media de producción de 500.000 barriles diarios.

Noveno Lugar. Kuwait: (Producción aprox. 2.800.000 de barriles diarios). Kuwait es una monarquía constitucional con un sistema de gobierno parlamentario​ y su capital económica y política es la ciudad de Kuwait. El país es considerado uno de los más liberales de la región. Cuenta con la quinta mayor reserva mundial de petróleo, un recurso natural que en la actualidad supone el 87% de sus exportaciones y el 75% de los ingresos de su gobierno. Los Estados Unidos lo han designado aliado importante extra-OTAN. ​ Kuwait, además, es un país miembro del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) donde los chiíes son percibidos como potenciales agentes extranjeros al servicio de Irán y sufren discriminación y represión; sin embargo, en Kuwait, emirato con un 30% de chiíes, se produce una de las excepciones más notables. Allí la dinastía gobernante, de confesión suní, se ha apoyado tradicionalmente en los chiíes para mantener el poder y el equilibrio entre los distintos sectores sociales, una clara muestra de que la narrativa de un conflicto irresoluble entre suníes y chiíes no se ajusta, necesariamente a la realidad de Oriente Medio. Kuwait, situado a medio camino entre Irán y Arabia saudí, entiende que está obligado a coexistir y entenderse con ambos.

El clima es un factor que limita el desarrollo de la agricultura. Como consecuencia, con la excepción del pescado, depende casi por completo de las importaciones para la comida. Igualmente, el 75% del suministro de agua tiene que ser desalada o importada. Kuwait está formado principalmente por desiertos, con pequeñas diferencias de altitud. Es el único país del mundo sin lagos o reservas de agua naturales, con la vulnerabilidad que ello representa.

Octavo Lugar. Emiratos Árabes Unidos. (Producción aprox. 2.900.000 de barriles diarios). Los Emiratos Árabes Unidos corresponden a una federación de siete estados (emiratos) constituidos como monarquía federal: Abu Dabi, Dubái, Sarja, Ajmán, Ras al-Jaima, Umm al-Caiwain y Fuyaira, que son regidos cada uno por su emir (título nobiliario de los jeques) con poderes específicos. El gobierno central lo detenta el Consejo Supremo, formado por los siete emires, el presidente del país suele ser el emir de Abu Dabi, y el primer ministro, el emir de Dubái. EAU. Zayed bin Sultan Al Nahyan fue la figura central de EAU desde su creación en 1971. Su liderazgo dotó a la política nacional emiratí de unas pretensiones y un perfil diplomático concreto, señalando las tendencias sobre las que construir el futuro de la nación. Fue el jeque Zayed, hasta su fallecimiento en 2004, quien hizo hincapié en la diversificación económica y la importancia en ganar peso geopolítico en clave diplomática y poder blando. Sin embargo, al fundador de la nación, le sucedió su hijo, Mohammed bin Zayed (MBZ), quien en principio siguió la línea iniciada por su padre, pero ha virado luego la postura de EAU respecto a ciertos temas en su política exterior, como el enfoque hacia el conflicto palestino-israelí o la intervención militar en Yemen. Es, precisamente, la implicación militar en este último país lo que ha puesto en evidencia la permuta en la estrategia geopolítica de los EAU, la referida participación militar encierra unos intereses más amplios que la confrontación por las áreas de influencia con Irán.

La guerra en Yemen ha destapado el peso y las ambiciones geopolíticas de Emiratos Árabes Unidos, hasta la fecha aparentemente a la sombra de Riad; mismas que apuntan al Golfo Pérsico como primer radio de influencia, pero que no se limitan a la península arábiga. Su intervención en la guerra civil yemení esconde el anhelo por aumentar la prerrogativas en los puertos de la costa oriental africana y ciertos enclaves del Índico; una evidencia de que su proyección no es la de un actor secundario. Un estado hasta entonces más conocido por proyectar atributos de ponderador, hoy es uno de los países que más desembolsa en defensa del mundo (4,8% del PIB), y uno de los agentes regionales con más presencia en la zona: los puertos en los que los Emiratos tienen intereses son prueba de una política regional más intervencionista, de la que quedó constancia al contrarrestar los levantamientos en Bahrein en marzo de 2011. Hoy sus zonas de influencia al sur de Yemen, y los puertos y bases militares a lo largo de la costa oriental de África – Barawe, Mogadishu, Bosaso (Somalia), Berbera (Somalilandia, Somalia), y Assab (Eritrea) – dejan pruebas claras del giro en la política exterior emiratí.
 

Yemen también ha servido para comprobar las disonancias estratégicas entre Arabia Saudí y EAU, especialmente dada la disposición del primero a tratar con Islah, la versión yemení de los Hermanos Musulmanes; una línea roja para Abu Dabi, que se ha centrado en apoyar los movimientos secesionistas del sur. Cuando el Consejo Transicional del Sur (CTS), respaldado por los Emiratos, se hizo con el puerto de Adén a finales de enero del 2018, quedó reflejada la independencia con que está obrando EAU. Esta organización militar secesionista que pide la división del Yemen en dos estados, Norte y Sur, tardó tan solo dos días en arrebatar el puerto de las manos del gobierno reconocido internacionalmente, que llevaba casi dos años controlándolo. El hecho de que Emiratos respalde al CTS no sólo demuestra que este Estado del Golfo está dispuesto a diferir de la coalición saudí, sino que también, en algunos sentidos, está superando a sus aliados de la coalición sobre el terreno. Así, la guerra en Yemen ha descubierto la influencia real de EAU; unas preferencias no tan supeditadas a la diplomacia y al poder blando como la comunidad internacional había percibido hasta la fecha, y que también prueban que Riad y Abu Dabi pueden tener agendas parecidas, pero estrategias divergentes. La guerra civil ha puesto de relieve las discrepancias entre los dos Gobiernos, un hecho con peso suficiente para marcar un precedente hacia un distanciamiento más marcado. La costa oriental de África bien puede resultar una zona en disputa a medio y largo plazo, donde las esferas de poder saudí y emiratí aspiran a asegurar en Etiopía una fuente crucial de alimento, y en Djibuti y Somalia sus correspondientes líneas de aprovisionamiento.

Sin embargo, se suele pasar por alto que las capacidades militares emiratíes siguen dependiendo de la presencia de mercenarios. Desde finales de la década de los 2000, el país ha estado construyendo un ejército de mercenarios liderado por Erik Prince, el fundador y propietario de la empresa estadounidense Blackwater Worldwide. Prince, cuya organización se vio obligada a desplazarse desde Estados Unidos a Abu Dabi tras su controvertida actuación en Irak, recibió un contrato de 529 millones de dólares de Bin Zayed para construir este ejército de mercenarios de élite e instruirles personalmente. Pero, ¿qué futuro le aguarda a un país protegido por un ejército de mercenarios extranjeros a los que no les importa la situación de la población civil, y con ambiciones e intereses que no necesariamente son los objetivos de la coalición del Golfo ni siquiera del estado que los contrata? Esta “pequeña Esparta”, como se la ha denominado, cada vez parece más un campamento de mercenarios de corte occidental que un Estado independiente capaz de resistir la supuesta amenaza iraní ni, mucho menos, cualquier otra amenaza.

Séptimo Lugar. Canadá: (Producción aprox. 3.700.000 de barriles diarios). Canadá cuenta con más de 175 mil millones de barriles de crudo extraíble, de acuerdo a los datos de 2010 de BP. Sin embargo , como sabemos, el crudo canadiense es pesado y viscoso y extraerlo puede costar más de US$60 por barril. El producto obtenido es betún o bitumen, rico en crudo, que debe ser separado de las arenas de alquitrán, o como el gobierno canadiense prefiere llamarlas, arenas de petróleo. A diferencia del crudo que se extrae en pozos petroleros, el bitumen requiere una operación de minería a cielo abierto, en la que grandes extensiones son lavadas con una mezcla de agua y sustancias químicas para separar el betún de una mezcla de arena y arcilla. Son ingentes las cantidades de agua que se requieren para extraer y procesar el bitumen en comparación con el petróleo convencional. Además, extraer el betún y procesarlo, es una operación altamente intensiva desde el punto de vista energético. Por tanto, la producción canadiense está lastrada por ingentes costos energéticos, económicos y medioambientales; lo que en definitiva define la capacidad del país para aumentar, o incluso mantener su producción, con miras a un escenario global de eventual escasez. 
 

En lo geopolítico, Canadá, como todos saben es un estado pacifico hasta el aburrimiento. Sin embargo, lo anterior, no ha impedido que actué como consorte de los Estados Unidos, dentro del contexto OTAN, en la invasión a Afganistán. Que, igualmente, Canadá ya esté involucrado en el norte de Irak contra el Estado Islámico; que tenga presencia militar en Malí; presencia en Letonia contra los rusos, nuevamente bajo el paraguas de la OTAN. Por último, el año 2018, bajo el gobierno conservador de Stephen Harper, aviones caza CF-18 canadienses participaron en bombardeos aéreos en Siria como parte de las operaciones de la coalición militar internacional contra el grupo armado Estado Islámico (IS) en ese país e Irak .

Sexto Lugar. China: (Producción aprox. 3.800.000 de barriles diarios). Decir que la expansión mundial de China hace que compita de forma directa, en sus respectivas zonas de influencia, con todas las potencias existentes: con Rusia en Asia Central, India en el sur de Asia, EE UU en América Latina, los europeos en su propia casa y con todo el mundo en África. Pero desde una perspectiva meramente terrestre, la influencia china en su frontera septentrional (Mongolia) se ve limitada por la potencia rusa (Siberia), mientras que en el oeste choca con la competencia de India, que es bastante ruda en todo el subcontinente. Lo anterior tiene como consecuencia directa la urgencia china por hacerse de una salida marítima expedita, soberana y segura. Así, aunque los conflictos anteriores son de interés para un análisis geopolítico integral, nos enfocaremos en el más latente y, por tanto, el más volátil de todos ellos…el conflicto marítimo.

El Mar de China Meridional tiene un valor estratégico crucial para las economías que tienen costas sobre él. Tanto su valor en recursos como su centralidad como vía de comunicación, son elementos que juegan un rol fundamental al momento de comprender los ejes de este conflicto y, particularmente, el dogma de Pekín con respecto al mismo, esto es que se trata de un mar interior bajo autoridad china. Esta región es la segunda ruta comercial marítima más importante del mundo, ello por el flujo de bienes que la atraviesan con destino a las mayores economías asiáticas. A través de las rutas que atraviesan el Mar de China Meridional, Corea del Sur obtiene el 65% del petróleo que importa del mundo, Japón y Taiwán obtienen el 60% y China el 80% del total de su abastecimiento. De allí que el control del territorio marítimo que atraviesan estas vías sea considerado de interés nacional para el gobierno chino y que su reclamo se extienda al 90% del territorio marítimo que lo compone. Los dos archipiélagos más extensos de la zona disputada son las islas Spratly –reclamadas total o parcialmente por China, Brunei, Malasia, Filipinas y Vietnam– y las islas Paracel que China, Taiwán y Vietnam reclaman en su totalidad. China, incluso, ha reivindicado posesiones históricas más al norte, contestando de manera muy activa el control ejercido por Japón sobre el pequeño archipiélago de Senkaku/Diaoyu (con el envío a la zona de navíos y aviones, la creación de zonas de exclusión aérea entre otras), esto con el fin de probar, al mismo tiempo, los medios de resistencia de Tokio y la determinación de EE UU. Pekín ha construido pieza a pieza siete islas artificiales que albergan actualmente importantes instalaciones -pistas de aterrizaje, baterías de misiles tierra-aire y antinavales, hangares fortificados, radares, sistema de distorsión de las comunicaciones- que en conjunto constituyen un complejo militar coherente que controla toda aproximación desde todos los puntos cardinales. Allí ya han aterrizado bombarderos estratégicos H-6K (con capacidad nuclear), un gesto político en respuesta a los B-52 de EE UU. Así la militarización del mar de China Meridional es una realidad, y lo es en beneficio de China. Sin duda, Pekín, no puede prohibir el paso a la VIIª flota de EE UU y bloquear el tránsito internacional, pero Washington tampoco puede hacer retroceder la presencia china sin poner en marcha un conflicto de muy alto voltaje. Asimismo el dispositivo militar internacional de China progresa a un ritmo acelerado. Su capacidad naval se refuerza continuamente. Pekín multiplica los acuerdos por los que se autoriza a sus buques de guerra a atracar en puertos extranjeros (a efectos de avituallamiento, reparación, etc.). Participa de modo importante en operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU con 35.000 soldados (cifra del 2015), que constituye un despliegue blando y lleva a cabo sus propias maniobras de evacuación de sus nacionales en zonas de crisis (como en Yemen).
 

Así, las acciones del gobierno de Pekín para consolidar su presencia en el territorio disputado en el Mar de China Meridional se han intensificado desde la última década. La política china hacia el territorio ha demostrado su escasa voluntad de diálogo con las partes en disputa, ya sea en ámbitos bilaterales o multilaterales Desde la construcción de islas artificiales sobre bancos de arena que quedaban cubiertos con la marea, hasta la instalación de plataformas petroleras en aguas disputadas –y hasta dentro de la plataforma continental de otros Estados–, las actitudes del gigante asiático ponen en evidencia su férrea decisión de hacer prevalecer su interés territorial, incluso a través de acciones dudosamente pacíficas. Luego, el Mar de China Meridional se está convirtiendo paulatinamente en un escenario en ebullición que, a pesar incluso de la intervención de la Corte Internacional de La Haya, está mostrando que las diferencias de poder y de capacidad militar, así como de potencia económica, pueden imponerse incluso a los fallos judiciales internacionales adversos. En suma, el conflicto por el Mar de China Meridional se ha convertido en pocos años en un conflicto internacional donde, además de disputas regionales, comienza a observarse un enfrentamiento entre poderes mundiales. El devenir de los acontecimientos es incierto, aunque puede vislumbrarse que no tendrá una solución diplomática en el corto plazo. En ese escenario es de prever que China continuará avanzando de hecho sobre el territorio –con o sin fallos adversos– sobre las bases de su supremacía de poder económico y militar en la región.

Quinto Lugar. Irán: (Producción Aprox. 3.800.000 de barriles diarios). La historia contemporánea de Irán comienza el año 1925 en que llega al poder Reza Pahlaví, quien en 1941 abdicó en favor su hijo el Shah  Mohammad Reza Pahlaví. En 1953, el primer ministro Mohammad Mosaddeq fue expulsado del poder al intentar nacionalizar los recursos petrolíferos, en un golpe de estado orquestado por británicos y estadounidenses. La situación no era azarosa: Irán, uno de los países mejor situados desde el punto de vista geográfico, ha sido siempre un blanco para las grandes potencias coloniales (situación que se replicó luego en la Guerra Fría, fue el propio Estados Unidos quien se dio de la importancia de Irán como frente estratégico para defender el Gran Occidente). Luego de protestas iniciadas en los años 1977 y 1978, el shah huyó de Irán en enero de 1979, al tiempo que Ruhollah Jomeini volvía del exilio para convertir a Irán en una república islámica. Los siguientes 8 años Irán se vio envuelto en una sangrienta guerra con su vecino Irak, que costó un millón de muertos a ambas naciones. Después del ataque del World Trade Center, 9/11 el presidente George W. Bush incluyó a Irán en el llamado eje del mal.  Desde ese momento Irán, como todos en esa parte del globo, fue alcanzado por su destino…los EE.UU se instalaron militarmente en la frontera oriental y occidental del país persa, el año 2001 con la invasión a Afganistán y el año 2003 con la invasión a Irak. Serán, sin embargo, esas mismas acciones las que harán adquirir a Irán una dimensión de potencia regional, esto al eliminar a sus rivales ideológicos, los radicales talibanes suníes en Afganistán, pero particularmente a Sadam Husein en Irak, con el subsiguiente vacío de poder en la zona.

Las razones por las cuales Irán se involucra en la guerra de Siria son de variado orden. La primera de ellas es la abierta enemistad entre Irán e Israel. La República Islámica ha acusado al Mossad y a EE.UU. de estar detrás de una serie de ataques contra los científicos que trabajaban en su programa nuclear. Mientras, desde Israel, el Primer Ministro Benjamín Netanyahu y sus halcones llevan realizando una campaña de presión sobre EE.UU., la UE y su propio ejército para disponer un cada vez menos eventual sobre las instalaciones nucleares iraníes. En ese escenario Irán percibe un peligro existencial inmediato. Si en Damasco se lograse consolidar un Gobierno favorable a Arabia Saudí, este no apoyaría a Hezbollah. Es decir, la organización quedaría aislada en Líbano lo que aumentaría la viabilidad de un ataque de la fuerza aérea de Israel contra Irán. Si, alternativamente, la caída del régimen sirio es sucedida por el establecimiento duradero de un estado de caos, la estabilidad de Líbano y de Iraq podría verse comprometida, lo que amenazaría la propia estabilidad de Irán.

Irán ha logrado establecer en Siria una infraestructura militar importante. Ha construido y entrenado a milicias chiitas compuestas por miles de combatientes y ha enviado a asesores de su poderosa Guardia Revolucionaria a bases militares sirias. Irán ha fortalecido también sus vínculos con aliados chiitas en Irak, que junto al apoyo a Hezbollah constituyen, eventualmente, un frente unido en caso de una guerra en la zona (la conocida “media luna chií” o “corredor iraní”, conceptos que definen la zona de influencia chií en Oriente Medio y que representa el eje de dominio que va desde Irán al Líbano pasando por Irak y Siria). Fuentes objetivas señalan Irán ha desplegado alrededor de 20.000 efectivos, ejército regular, guardianes de la revolución, milicias shiiies, y efectivos de Hezbollah , que no obstante ser libaneses actúan bajo la égida de los persas.

Cuarto Lugar. Irak: (Producción Aprox. 4.600.000 de barriles diarios). Al final del s. XIX, Gran Bretaña y Alemania eran rivales en el desarrollo comercial de Mesopotamia; los británicos estaban interesados en Irak porque era una ruta terrestre directa a la India. De hecho, después de la Primera Guerra Mundial, el país pasó a estar bajo mandato británico (1920). El interés de los británicos por esta zona era doble: por un lado, la explotación del petróleo y, por otro, la construcción de una línea de ferrocarril desde Europa, pasando por Turquía, al Golfo Pérsico. Los británicos impusieron una monarquía hachemita, y definieron las fronteras territoriales de Irak con correspondencia con las fronteras naturales y teniendo en cuenta algunas tribus y asentamientos. En 1929, se crea la Irak Petroleom Company (IPC), que según el acuerdo angloiraquí de 1930 (que ponía fin al mandato británico) obtenía la autorización para la explotación de la mayoría del subsuelo del país (en 1938 esta autorización se extendió a todo el subsuelo).  En 1932 finalizó el mandato británico e Irak accedió a la independencia de la mano de Londres. 

Entre 1932 y 1958 se sucedieron diversas insurrecciones, golpes de estado y rebeliones de minorías (los kurdos, en agitación permanente, los asirios, los chiítas), todas ellas sofocadas por el ejército, que cada vez tendrá mayor protagonismo. A pesar de la represión, el gobierno no pudo evitar el crecimiento del descontento popular, que cada vez iba a más de la mano de las organizaciones nacionalistas y de izquierdas (baasistas, comunistas, nasseristas). Durante estos años una serie de acontecimientos hicieron crecer entre la población un sentimiento de oposición a la continuidad de la monarquía y a la alianza con occidente. El primero de estos acontecimientos fue la renovación del acuerdo de los británicos con la Irak Petroleom Company (IPC) en 1952. Un año después, en 1953, el rey Faisal II, después de cumplir los dieciocho años, decide continuar con la opción de occidente (especialmente de los EUA), y en 1954, Nouri As-Said (primer ministro desde 1929), prohíbe todos los partidos políticos. Finalmente, la entrada de Irak en el Pacto de Bagdad (1955) acabó de encender el país. El Pacto de Bagdad fue firmado en febrero de 1955 con el patrocinio de los EUA, establecía una alianza militar entre Irak y Turquía a la que, más tarde, se unirían la Gran Bretaña, Pakistán e Irán. De esta manera, la región de Oriente Medio entraba de lleno en la guerra fría.
 

El 14 de julio de 1958, un golpe de estado llevado a cabo por oficiales nacionalistas y de izquierdas, que contaban con un amplio apoyo popular, puso fin a la monarquía e instauró la república, ejecutando al rey Faisal II, al príncipe y Nouri As-Said.  El hombre fuerte de la nueva etapa fue el general Kassem. Kassem concentró en su persona los cargos clave del poder y pasó a dirigir el país como primer ministro, ministro de Defensa y jefe de las fuerzas armadas. En esta misma línea, el General Kassem favoreció la consolidación del "Frente Nacional Unificado", que agrupaba comunistas, chiítas y kurdos. El Frente se convirtió en el principal adversario de las posiciones baasistes, representadas en el poder en la figura de Abdel-Salem Aref, viceprimer ministro, ministro del interior y segundo general en jefe de las fuerzas armadas. Esta situación provocó un fuerte aumento de la tensión entre las dos tendencias y un progresivo desplazamiento del poder de los baasistas. Finalmente, en febrero de 1963 triunfó un nuevo golpe de estado de orientación baasista. El coronel Abdel-Salem Aref fue nombrado presidente provisional de la República, y Kassem juzgado y ejecutado. A partir de este momento los hermanos Aref (cuando Abdel Salem murió en un accidente de avión, en abril de 1966, fue substituido por su hermano Abdel-Rahman) inaugurarán un corto mandato que durará hasta el golpe de estado de julio de 1968 (llamado "la Revolución de 1968" por las actuales autoridades iraquíes).

Ya en 1979 Sadam Hussein asumió un poder absoluto del país y, al año siguiente, lanzó una ofensiva militar contra Irán que, como señalamos, dio pie a 8 años de guerra. En 1990, tras llegar al fin del conflicto con Irán, se desató la Guerra del Golfo, esto cuando Sadam Hussein ordenó invadir Kuwait. Una coalición de tropas internacionales de 34 países lanzan, en enero de 1991, la Operación Tormenta del Desierto. En 2003, en el contexto internacional surgido tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el gobierno norteamericano y sus aliados acusaron al régimen de Husein de poseer armas químicas y de destrucción masiva, motivo que dio lugar a la Guerra de Irak, llevada a cabo por una nueva coalición internacional. La caída de Saddam Hussein implicó un enorme vacío de poder regional. En el plano interno, el fin del régimen del Ba’ath supuso una pérdida de influencia de los sunníes y un ascenso de los chiitas, que conforman un sector mayoritario de la población y que, aunque divididos en diversas organizaciones políticas y milicias, lograron imponer su peso demográfico en los primeros procesos democráticos de Irak. El Irak pos-Saddam se convirtió en un escenario adverso para los intereses de Arabia Saudí. Los aliados locales de los saudíes quedaron marginalizados y la guerra contra el Estado Islámico dio origen a la proliferación de decenas de milicias chiitas, constituidas para defender los santuarios del chiismo en Irak y Siria.

Respecto a Irak, el país que suscita este análisis cabe advertir que apenas en este 2018 se logró zafar de las garras del yihadismo al recuperar del Estado Islámico las amplias porciones de territorio que controlaba: las provincias de Al Ambar, Saladino, Nínive, Diyala y Kirkuk, entre otras. En otro frente, la posibilidad de un Estado kurdo soberano ya está abriendo nuevos amagos de guerra. En Irak, como en Siria, los kurdos aprovecharon sus victorias contra Dáesh para ganar territorio, con enclaves tan importantes como la ciudad petrolera de Kirkuk y Mosul. Eufóricos, los kurdos iraquíes llegaron a celebrar en septiembre de 2017 un referéndum para decidir la independencia respecto de Irak y constituirse por fin como Estado. Pero fue una decisión precipitada: apenas un mes después, el ejército iraquí —con ayuda de Irán— retomó Kirkuk y obligó a los kurdos a replegarse hasta sus posiciones iniciales, esto es, la autonomía reconocida como kurda en la Constitución iraquí de 2005.

Todo lo anterior, claramente, no implica paz en Irak, puesto que permanecen distintas facciones alzadas en armas, gran parte de la población está desplazada o vive en situación crítica, se mantiene en su territorio la enemistad entre las dos sectas mayoritarias del Islam, la sunita y la chiíta —actualmente en el poder—, y los kurdos quieren aprovechar la coyuntura de debilidad en el país para independizarse. Apenas así se puede ver alguna esperanza ahora, aunque todo siga siendo un peligroso coctel que en cualquier momento puede recrudecer las hostilidades.



…y así hemos llegado al análisis, espero objetivo, de la situación geopolítica de 7 de los 10 mayores productores de petróleo… el panorama no es particularmente halagüeño y según parece pintan bastos.


Edgardo Farías. Parroquiano

 

jueves, 13 de junio de 2019

La democracia y la gente informada

Queridos lectores:

Esta semana Javier Pérez nos ofrece este ensayo sobre la estructura de los grupos de opinión en la sociedad y de la dificultad de hacer divulgación de temas complejos y poco intuitivos, como es la crisis energética, justamente por esa estructura social de la opinión. Sin duda un tema que merece ampliarse introduciendo muchos más matices, pero que en todo caso debería movernos a la reflexión.

Les dejo con el maestro Javier.

Salu2.
AMT 


La democracia y la gente informada




Como no dejamos de preguntarnos cómo hacer para que nuestro mensaje llegue al público, y el modo en que sería necesario explicarlo para que dejara de ser marginal, me ha parecido oportuno, con el permiso de Antonio, realizar una pequeña incursión en el tema del márketing, y más concretamente en el márketing de las ideas.
Saber estas cosas no mejora el cinismo, pero ayuda a no preguntarse tan a menudo por qué las cosas parecen estropearse a toda velocidad. En este caso se trata de marketing aplicado a la política, o las ideas, así que no esperéis grandes dosis de ética ni tampoco mucho catecismo moralista. Se trata de presentar las cosas como son y eso no es siempre agradable.
Cuando le quieres vender algo al público, hay que tener en cuenta los distintos segmentos en que se divide la población. Se puede segmentar el público por edad, por sexo, por renta y hasta por grado de calvicie. Y también se le puede segmentar por grado de cultura, conocimiento del tema, o deseo de informarse sobre los problemas que puede acarrear algo aparentemente deseable.
Los grupos humanos, aunque no todos, suelen ser en su mayoría y a nivel estadístico homogéneos y gaussianos, o sea, que se ajustan más o menos a una distribución normal o campana de Gauss.
Como vamos a vender política, o ideas, nuestra campana, muy similar a otras que pueden trazarse, va a tener amplias gradaciones, pero intentaremos resumirlas.
En todo grupo de población hay aproximadamente un 5% de personas muy difíciles de convencer de algo. Esto puede ser porque se informan exhaustivamente, saben mucho del tema, o porque son simples fanáticos de la idea contraria y no están dispuestos a aceptar razonamiento alguno.  No es una crítica: todos lo somos en algún tema, y esto es aplicable también al resto de grupos.
En todo grupo hay también un segundo segmento, de aproximadamente el 10% que es tremendamente reacio a ser convencido. Es gente informada, que comprueba la información que recibe y/o tiene fuertes convicciones. Se les puede convencer, pero a un coste de tiempo y esfuerzo altísimo.
En cualquier grupo existe asimismo una tercera fracción, de aproximadamente el 15%, que lee, se informa, pregunta, pone pegas, discute, rebate, y puede ser convencida tras un moderado esfuerzo.
En cuarto lugar, con zonas mixtas en sus dos extremos, tenemos al grupo central, de un 40% de la población, que forma sus opiniones basándolas en las de la mayoría. Son gente que opina lo que opinen los demás, no levanta la voz, viste a la moda, compra el coche del que le han hablado mejor, ve la serie de la que todo el mundo habla, tiene el móvil que tienen sus amigos y considera, en general, que nadar contra corriente es una cosa un tanto indecorosa que genera mal rollo en las comidas de empresa y los cumpleaños familiares.
Por el lado contrario de la curva sucede un poco lo mismo: hay un 15% de personas que aceptan bastante bien la publicidad y se creen con cierta facilidad lo que se les diga, si va bien envuelto, un 10% que se  cree cualquier cosa con mayor facilidad aún y que lleva a gala seguir a los medios mayoritarios, y un 5% que se cree cualquier porquería que les cuenten, y que todos conocemos por Twitter y los grupos de Whatsapp, por ejemplo, porque son los que repiten esas “fake news” que nadie más se tragaría, ni siquiera el día de los Santos Inocentes.
La cuestión es que estamos en democracia y que cualquier estratega electoral sabe que no es necesario llegar al total de la población para gobernar un país. De hecho, según el sistema electoral, basta con alrededor del 40% de los votos emitidos para tener mayoría absoluta. Y a menudo con menos, aunque algunos sistemas presidencialistas lleguen al 51% de exigencia.
En esas condiciones, ¿vale la pena invertir tiempo y esfuerzo en las personas que se informan y contrastan los datos? ¡Para nada! Alguien que hiciese semejante cosa estaría despedido antes aún de empezar la campaña.
Lo racional y efectivo es dedicar toda la inversión y el esfuerzo a la gente que no lee, a la gente que no se informa y a la gente a la que le da pereza pensar, sobre todo si se trata de temas complejos y hasta contraintuitivos, como la escasez energética. Los que razonan y debaten no suman, nunca, más votos que los que lo hacen, y si el esfuerzo que cuesta convencerlos es triple o cuádruple de lo que costaría convencer a los otros, no tiene sentido debatir nada con ellos. En todo caso, se puede invertir una porción de los recursos en ridiculizarlos para que el grupo medio, el que prefiere no discutir, se aleje de su mala sombra y su olor a “frikis aislados” pero ni un céntimo más allá de eso.
Así las cosas, creo que el camino está claro: seguir debatiendo y seguir informando, pero sin falsas aspiraciones. El tema es complejo, farragoso, contraintuitivo y muy costoso en tiempo y esfuerzo.
Esta crisis, que no acabará nunca, no tiene sus raíces solamente en la energía: también en la imposibilidad material de verse en el espejo de un sistema que da prioridad política a quienes desean dejarse influenciar, sin reflexión, por cualquier grupo de poder. Hoy en día, todos sospechamos que ningún gobierno democrático del mundo sería capaz de sacar una ley que perjudicase seriamente a Google, por ejemplo.
Por eso, la variedad ideológica llega a donde llegan los intereses de los que disponen de los recursos para fomentarla o tolerarla, pero ni un palmo más allá. Otra cosa no tendría sentido.
Y no es una conspiración: es una simple cuestión de márketing. En democracia nadie necesita a los bien informados para gobernar. Son irrelevantes.

Javier Pérez