jueves, 26 de noviembre de 2015

Europa ante la guerra




Queridos lectores,

Resuenan con fuerza los tambores de la guerra en Europa, y los ciudadanos europeos, amedrentados por la omnipresente amenaza del terror integrista, se unen fervorosos al clamor contra el yihadismo, o bien callan por temor a ser tachados de blandos, cuando no de estúpidos.

Corren malos tiempos para los que tratan de invocar la cordura, en medio de tantas tertulias de bajo perfil, sostenidas sobre la base de argumentos torpes y manidos. Cuesta tomar perspectiva, cuesta tener unos minutos para reflexionar con calma y tratar de entender qué está pasando, cómo ha pasado en tan poco tiempo Europa de ser un baluarte de prosperidad y entendimiento a ser presa del miedo y del ardor guerrero.

¿Es fruto este cambio del brutal atentado vivido en París hace dos semanas? Aún tengo amigos en la capital francesa, y varios me han referido escenas de un horror indescriptible vividas por personas allegadas a ellos, algunas de las cuales no sobrevivieron. Pero, ¿realmente actúan los gobiernos cegados por la indignación de la indiscriminada matanza, más difícil de asumir en un territorio ya no habituado a estas atrocidades?

Con una celeridad desconcertante, a las horas de haberse cometido los atentados de París y tenerse los primeros datos sobre los asesinos, se atribuyó por la vía sumarísima, sin juicio previo, la culpa al Estado Islámico, antes denominado ISIS, ahora Daesh (pues parece que esta palabra tiene connotaciones despectivas en árabe, y alguien con conocimientos de relaciones públicas habrá aconsejado el cambio). Incluso aunque el Estado Islámico haya reivindicado los atentados, resulta sorprendente que se le atribuya sin más discusión, sin más investigación, toda la culpa de lo sucedido. Los asesinos eran ciudadanos franceses; ¿no tiene el Estado francés ninguna responsabilidad por tanto? Se arguye que combatieron en Siria, pero, ¿demuestra ese simple hecho que fueron enviados aquí por el Estado Islámico? No malinterpreten mis palabras: estoy convencido que ISIS o Daesh o como quieran llamarle instigó los atentados, si no es que dio apoyo logístico y dinero para su comisión, pero aún así, el más elemental sentido de la prudencia indicaría que debería investigarse un poco más antes de lanzarse a una cosa tan grande y tan terrible como es hacer la guerra, con un coste tan elevado, tanto humano como económico. Una guerra que para Francia comenzó no tras los atentados de París, sino hace varios meses, en septiembre, cuando Hollande declaró que Siria era una amenaza para la seguridad nacional de Francia y comenzó a bombardear posiciones de Daesh en Siria

Como explicaba Christian Gebauer en el post anterior, la zona de Siria e Irak es "el ombligo del mundo", un lugar estratégico para el paso de oleoductos y que contiene algunos de los mayores yacimientos, que no han sido explotados al máximo rendimiento por las sanciones que recayeron sobre Irak durante años. Ahora que en el resto del mundo escasea el petróleo fácil de producir, esas reservas son demasiado golosas, demasiado necesarias para el futuro de tantos países importadores de petróleo, que necesitan ese petróleo para mantener sus elevadas cuotas de desarrollo, para no hundirse de forma irremediable en esta crisis que no acabará nunca.


¿Por qué se produjo otro sangriento atentado en Bamako, la capital de Malí, unos días después? Como comentamos hace casi tres años en el post "El canto del gallo", Francia tiene un grandísimo interés en mantener el control de Malí para garantizar la estabilidad de sus minas de uranio en Níger. Malí es, por tanto, otro frente importante para Francia, de cara a mantener el suministro de los combustibles vitales (en este caso, uranio) con los que mantener su economía. Quienes atentaron en Malí estaban, consciente o inconscientemente, haciéndolo contra el poder de Francia, y así este atentado era una lógica continuación del de París.

Pero cubrir dos frentes de guerra, y tan distantes de la metrópoli, es demasiado para una potencia crepuscular como Francia, así que ha pedido ayuda para que le cubran el frente menos activo y menos problemático, el de Malí. España se ofreció de inmediato a relevar a Francia en Malí, pero el Gobierno español ahora duda en dar ese paso inmediatamente. Seguramente en la decisión del gabinete de Mariano Rajoy ha pesado las duras jornadas vividas entre el 11 y el 15 de marzo de 2004, en las que el propio Rajoy, quien iba primero en todas las encuestas, perdió las elecciones después de los terribles atentados de Madrid del 11 de marzo. En aquel entonces, en España aún se agitaban los rescoldos del movimiento contra la guerra en Irak, en la cual el Gobierno del también conservador Jose María Aznar (del cual Rajoy era ministro) había involucrado a España un año antes, a pesar del mayoritario rechazo por la opinión pública española. El Gobierno de España vive en el temor de que los movimientos anti-guerra, tan activos hace una década, se pudieran reactivar por culpa de una torpeza en la gestión mediática de la actual crisis internacional, y por ello camina con pies de plomo. Sobre todo, porque en España hay previstas elecciones legislativas para el 20 de diciembre.


Si se confirma lo que indican las encuestas y se impone una coalición entre las dos opciones más conservadoras, PP y Ciudadanos, lo más probable es que España entre en la guerra de Siria, ya sea directamente sobre el propio teatro de operaciones, ya sea cubriendo la retaguardia de Francia en Malí. Tampoco tiene muchas más opciones desde una perspectiva BAU: estas guerras son para controlar el acceso a las últimas grandes bolsas de recursos naturales; no las más abundantes sino las de mejor calidad. Quien las controle podrá mantenerse un poco mejor que aquellos que no lo consigan. Ésta es la verdadera razón detrás de ésta y de las otras guerras que la seguirán, y es por ello que España entrará junto con sus aliados en las guerras que vienen. Guerras que se irán multiplicando, por una sola razón, que se puede sintetizar en un gráfico extraído del informe anual de 2015 de la Agencia Internacional de la Energía y que recientemente comentamos.



Ahí lo pueden ver: incluso de acuerdo con los infladísimos escenarios de la AIE, Europa está condenada a decrecer en su consumo energético un 12% adicional a lo que ya ha decrecido. Nos dicen que eso lo va a hacer aumentando su PIB un 50% en términos reales, pero como tal cosa (crecer económicamente mientras se decrece energéticamente) no sólo no se ha visto jamás sino que además es imposible, nadie con un poco de conocimiento le da la más mínima importancia al eje horizontal de la gráfica. Lo importante, por tanto, es esa caída en el eje vertical, y la desasosegante certeza de que encima ese escenario es optimista...

Europa está condenada a decrecer energéticamente, simplemente, porque no hay para todos, porque, según reconocía la AIE en ese mismo informe de 2015, la producción de carbón y petróleo va a decaer a partir de 2020 (disfrazada, a su decir, de pico de demanda). Europa no necesita que se lo diga la AIE; en la Comisión Europea ya saben que actualmente el nivel de consumo de energía primaria de todo tipo está a niveles de principios de los años 90 del siglo XX, y ya saben que de seguir así en pocas décadas estará en niveles de los años 70. Pero Europa se resiste a agonizar energéticamente. Y se resiste porque no hay plan B. No hay alternativa al crecentismo. Y no las hay porque no existan propuestas (y algunas de una gran calidad); no las hay, simplemente, porque es políticamente inaceptable.

Así las cosas, la conciencia pública española tendrá que irse volviendo cada vez más bélica para poder adaptarse al único plan de futuro que hay ahora mismo sobre la mesa. Vendrán más guerras, inevitablemente. Guerras que se librarán en países extranjeros para asegurar el flujo de los vitales recursos, principalmente de combustibles fósiles. Guerras que causarán dolor, destrucción y muerte, y no sólo en los pobres países que asediemos; una pequeña pero dolorosa parte del mal que causaremos se volverá contra nosotros, en nuestros hijos que volverán en ataúd de una lejana colina, en nuestros parientes y amigos que morirán por culpa de una pequeña bomba que un miserable y desesperado traerá de esas recónditas tierras para explotar en nuestro mercado, en nuestro tren, en nuestro trabajo. Y esa bomba que tanto daño nos hará servirá para justificar que los tambores de guerra redoblen aún con más fuerza, que destrocemos aún más sanguinariamente aquellas tierras lejanas que guardan el petróleo que tanto necesitamos, el gas natural que nos calienta, el uranio que pone en marcha nuestras decrépitas centrales nucleares.


Seguramente en el curso de los años que vendrán veremos como España, probablemente del brazo de Francia, entrará en guerra en Argelia. La situación en el país norteafricano se ha ido degradando, especialmente desde que el precio del petróleo ha bajado tanto y el país se acerca a su bancarrota petrolífera, mientras hay cada vez más personas que hablan de que podría reproducirse la sangrienta guerra civil de los años 90; la presencia sobre el terreno de grupos vinculados al Estado islámico no hace más que acrecentar el temor a la vuelta a un conflicto interno argelino. Cuando dentro de unos años España entre en Argelia, dirán que vamos a pacificar aquellas tierras, nuevamente asoladas por otra cruel guerra civil; dirán que hay que dar soporte a la democracia en el norte de África, sin cuestionar la legalidad factual de las elecciones en Argelia; dirán, por último, que es vital evitar la formación de un estado fallido tan cerca de casa. No se dirá nunca que España obtiene el 60% del gas natural que consume de Argelia, ni que por culpa de la llegada a su cenit productivo las exportaciones de gas de Argelia cayeron en 2014 un 4,8%. 

Imagen de la web Flujos de energía: http://mazamascience.com/OilExport/index_es.html


Nunca se explicará que estamos allí para asegurarnos de que el petróleo y el gas argelino sigan fluyendo hacia España, a pesar de la caída geológica de la producción, a pesar de que poco puede hacer la voluntad de los hombres para oponerse a las leyes de la Física. Al final, el punto clave consiste en apropiarse de esos recursos, de manera que lleguen antes a nosotros que a los propios argelinos, si es que no hay suficiente para todos. Hace poco un diario español expresó esta misma idea con una pasmosa e involuntaria claridad: "¿Está en peligro el gas español en Argelia?". Fíjense qué frase: el gas español. Como si Argelia tuviese alguna obligación de garantizar que de sus pozos seguirá manando y al mismo ritmo un gas natural que, por algún motivo, resultar ser en origen español, y no argelino.

De todos modos, el papel que España está llamada a desempeñar en estas guerras cenitales no es demasiado destacado, debido a que rápidamente los conflictos se van a volver multilaterales. Ya lo hemos podido comprobar hace poco con el caso del derribo del cazabombardero ruso por parte de dos cazas turcos mientras bombardeaba posiciones rebeldes en Siria. Resulta que los intereses de Rusia y de Occidente en Siria no son los mismos: Rusia quiere mantener en el poder a Bashar el Assad, su aliado natural en la zona, y por ello aprovecha los bombardeos sobre Siria no sólo para atacar a Daesh, sino también a otros grupos opositores a el Assad. Pero resulta que a Occidente le interesa favorecer a algunos de esos grupos, en la esperanza de no sólo derrotar a Daesh sino también de derrocar a el Assad y garantizarse el control de una zona geostratégicamente fundamental. Y en este juego de equilibrios Turquía también tiene sus preferencias: el avión ruso que derribaron estaba justamente bombardeando las posiciones de un grupo pro-turco. 

Esta multilateralidad de intereses se irá haciendo cada vez más evidente, a medida que los recursos escaseen más y ya no den para cubrir las necesidades de los hoy aliados. Cuando el botín de estas neoguerras de conquista sea más magro, algunas potencias menores irán quedando arrinconadas del reparto. En el caso particular de España, en un momento determinado no se le invitará a participar en las operaciones militares, e incluso se le pedirá que abandone ciertos escenarios donde ya se encontraba sobre el terreno. Y si España, o cualquier otra potencia menor, no accede a irse de grado, se usará la misma fuerza militar contra ella. Esto degradará aún más la TRE de la guerra, pues dado lo magro de los recursos el número de países invasores tendrá que irse reduciendo, sin que por ello se reduzcan las dificultades sobre el terreno, con lo que el rendimiento de estas aventuras militares caerá doblemente: porque habrá menos recursos militares, y eso hará que los flujos serán más pequeños e irregulares; y porque, agotadas las otras opciones, se pondrán los ojos en países con menores recursos naturales.
 

Convertir la guerra en el principal instrumento para garantizar el flujo de recursos naturales hacia las economías occidentales tendrá también un coste importante para los países invasores. En lo que respecta a las derechos de los ciudadanos, se impondrán cada vez mayores restricciones a las libertades individuales, necesarias para acallar las críticas a aventuras bélicas cada vez más dudosas y menos rentables. Las sociedades en guerra prolongada sufren de un proceso de militarización de la conciencia ciudadana, en la que el clima de guerra lo preside todo y lo justifica todo; no se puede cuestionar no ya la legitimidad sino la utilidad de lo que se hace, so pena de ser considerado un traidor y, eventualmente, tener que afrontar penas de prisión. La disidencia es acallada y, con el paso del tiempo, puede acabarse convirtiendo en insurgencia, a medida que el flujo menguante de recursos sea distribuido de manera poco equitativa entre la sociedad. Con el incremento del gasto militar, es inevitable un incremento de los recortes sociales; estos mayores recortes sociales ya sobrevendrían por razón del declive energético inevitable, pero serán más grandes por la cantidad de recursos destinados a sostener el ejército. El coste nada despreciable de las aventuras militares lo hemos podido comprobar recientemente, cuando Francia ha conseguido que la Comisión Europea le permita no cumplir con su objetivo de déficit público para este año por la razón explícita de sus necesidades militares.

Muchos de los grandes imperios de la Historia colapsaron al ser incapaces de sostener sus últimas aventuras militares, a veces un tanto esperpénticas. La lógica subyacente de muchas guerras de conquista era que la economía se había vuelto dependiente de la expoliación de recursos en los territorios conquistados. Esta es una situación en mucho análoga a la que tenemos actualmente. Los lugares en disputa son aún hoy atractivos desde el punto de vista de los recursos, pero el inevitable declive de la producción mundial de hidrocarburos llevará a países cada vez más remotos, más poblados, mejor defendidos y con menos recursos. Al final, exhaustos por el esfuerzo e incapaz de sostenerse con los magros frutos de las últimas guerras, todas las potencias occidentales irán colapsando.

Digámoslo alto y claro: el colapso de la sociedad europea es inevitable si continuamos por la vía militar. Será un colapso económico, sí, pero también, y mucho antes, moral, si por mor de mantener unos pocos años más un sistema insostenible renunciamos a los valores fundamentales en los que hace tiempo decidimos creer. 


La guerra no es la única opción para Europa, y desde luego no es la mejor. Europa puede y debe aspirar a mucho más que a intentar robar violentamente los últimos despojos de la era fósil. Tendremos que decrecer, ciertamente, pero podemos hacerlo desde ya y con dignidad, en vez de emborracharnos en una orgía de sangre que sólo retrasará lo inevitable hasta mañana y entonces nos hará caer de una manera más brutal y precipitada. No permitamos que el continente que una vez fue un ejemplo de democracia se convierta en sinónimo de barbarie y de abyección. No mancillemos el nombre de Europa a ojos de las próximas generaciones. Guardemos para nosotros nuestro recurso más valioso: nuestro honor.

Salu2,
AMT

lunes, 23 de noviembre de 2015

El ombligo del mundo

 
Queridos lectores,

Christian Gebauer nos ofrece esta breve reflexión sobre la actual situación de guerra, que enlaza con el último post.
 
Salu2,
AMT








El Ombligo del Mundo


La región que incluye el centro-norte de Irak y el conjunto de Siria, cuyos principales actores son el llamado Estado Islámico y la Siria marítima de Al Assad, ha llegado a constituirse en centro neurálgico global.


http://citizen.co.za/wp-content/uploads/afp/2015/09/30/7974e4725b864d7a42b84ab651f27790f7c9acbe.jpg?d580fc


La llamaremos el ombligo del mundo, porque no es casual que sea el centro neurálgico: hay un consenso muy amplio en la industria de los hidrocarburos en que Irak cuenta con las mejores reservas petroleras del planeta, y Siria es su salida directa al Mediterráneo. Para ponerlo en pocas palabras, un Irak pacificado y extenso como el de Saddam tendría asegurado el estrellato global por muchos años.
Ahora entre el país informal que poseen los kurdos y el Estado Islámico se reparten todos los yacimientos del norte de Irak, habiendo el segundo incorporado además los importantes pozos de Siria oriental. A su manera es una economía floreciente, y sin duda muchos extraños también se benefician de ella –tema que ha poblado algunos medios últimamente (uno, dos, tres, y en inglés uno, dos, tres).
En cambio Siria más bien está siendo azotada. Por parte de la OTAN o sus adeptos, pues Al Assad es el único aliado fuerte de Rusia en la región. También por Rusia, en defensa de Al Assad. Por el Estado Islámico, o Daesh, que tiene grandes ambiciones. Y por los kurdos.
Pero al ombligo del mundo también lo habitan decenas o cientos de grupos de tamaños e índoles diversas, y lo frecuentan sus vecinos, notoriamente Arabia Saudí, Turquía, Israel, Irán e Irak propiamente dicho.
Parece imposible guiarse en semejante panorama, cada quien con intereses particulares y muchas veces ambiguos, pero las piezas grandes se cortan primero por la mitad.
A diferencia de la situación ucraniana, aquí sí nos hallamos con que las dos superpotencias se enfrentan casi cara a cara. Estamos realmente en el terreno de la guerra fría, pero lo que la motiva ya no es la ideología sino el control de los recursos.
Dentro de esta lógica el objetivo número uno es que los recursos no se los quede el otro, y es implausible una solución política que no tranquilice a ambos bandos en este sentido –como hubiera podido hacerlo hace tiempo un protectorado conjunto, por ejemplo.
Más allá de la forma que semejante entidad pudiera adquirir, debe compensar el diferencial de recursos entre las mitades este y oeste de la región, ya que es el único modo de contener la economía siria y estabilizar realmente el lugar.
Cualquier otro curso de acción traerá más dolor y perjudicará a la economía global, con la única excepción del mercado de armas. Es lo que sucede hasta ahora.
Recordemos que las potencias aéreas pueden neutralizar fácilmente a cualquier grupo local que se oponga a una administración civil y pacífica, ya que las instalaciones petroleras son muy vulnerables. Que todavía no lo hayan llevado a cabo indica hasta qué punto su adversario es, más bien, otra potencia.

martes, 17 de noviembre de 2015

Si vis pacem



Queridos lectores,

Los desgraciados hechos de las últimas horas han cambiado mis planes de publicación, así que toda la batería de posts que estoy preparando yo mismo (y algunos que me han enviado los lectores) tendrán que esperar todavía unos días. Y es que a pesar de que prefiero no centrarme en la discusión de los detalles de actualidad, dado el alcance y gravedad de lo acaecido en Francia me ha parecido oportuno hacer un somero análisis de los hechos desde la perspectiva de la crisis de recursos y crisis de sociedad en las que estamos inmersos.

Los terribles atentados del viernes pasado en París han causado una honda impresión en la opinión pública occidental. Estos atentados nos han demostrado que el horror, la muerte absurda y masiva, puede llegarnos a cualquier de nosotros en el curso de actos ocio cotidianos y socialmente aceptables en nuestro confortable mundo (un concierto en una sala de baile, un partido de fútbol, una tranquila cena en un restaurante, un paseo nocturno). Lo que más profundamente horroriza la psique occidental es que nuestro entorno seguro y predecible ha perdido esa seguridad y predictibilidad que tanto valoramos, y la histeria resultante lleva a respuestas inapropiadas delante de los retos planteados.

Algunas personas, no muchas pero sí una fracción significativa, han apuntado que hay un elevado grado de hipocresía en las numerosas muestras de solidaridad con los muertos de París, cuando tan sólo hace unos pocos días morían decenas en atentados en Beirut, cuando hace pocas semanas pasaba lo mismo en diversos puntos de Turquía o cuando muchos mueren a diario en Irak y Siria, por poner tan sólo tres ejemplos. Si no se reaccionó con tanta intensidad delante de esas muertes, tan tristes y tan injustificadas, argumentan, ¿a qué viene ahora ese griterío por París? Lo cierto es que el argumento es justamente el contrario: es lógico conmocionarse por los acontecimientos de París, y lo que no es aceptable es que la repercusión mediática que se le da a las acontecimientos de más allá de nuestras fronteras decaiga proporcionalmente con la distancia hasta el sofá de nuestra casa. Si, por poner un ejemplo, se hubiera dado una cobertura mediática a los atentados en Turquía semejante a la que se le está dando a los atentados en París, la percepción ciudadana de los mismos cambiaría sustancialmente. Que la gente se identifique mucho más con lo pasado en la capital gala que con lo que pase en prácticamente cualquier otra parte del mundo responde a que el tratamiento mediático deja muy claro que éstos "son los nuestros", que lo que pasa en París "nos pasa a nosotros" o que "cualquier día nos podría pasar a nosotros". Y sin embargo no es objetivamente más terrible una muerte violenta e injustificada según el lugar en el que sucede; es nuestra percepción del mundo la que cambia según el caso. En suma, para un occidental medio que mueran a decenas cada día en Oriente Medio es algo que es propio de esos lugares, casi se podría decir de su folklore; peor aún, que de alguna manera se lo merecen y se lo han buscado, aún cuando las bombas y las armas que matan a tantos han sido fabricadas en nuestras fábricas y muchas veces son utilizadas por nuestros soldados.

Con esa distorsión mediática, el ciudadano occidental no comprende el mundo en el que vive, y sin ser plenamente consciente asume que él tiene derecho a tener lo que tiene y los demás son, por culpa propia, responsables de no tenerlo. Se podría decir que todo el mundo tiene la responsabilidad de informarse correctamente y no dejarse embaucar con esta manipulación, que es de las más sutiles, la de la fijación de la agenda. Si Vd. piensa así, querido lector, párese un momento a pensar y mire a su entorno próximo de familiares, amigos y compañeros de trabajo. ¿Cuántos hacen el esfuerzo crítico de analizar la realidad más allá del prisma prefabricado que le vende la televisión? ¿Quiere decir eso que sus familiares, amigos, compañeros... son malas personas? ¿O bien que, simplemente, se han adaptado a su entorno, escogiendo quizá el camino menos difícil? Si fuera cosa de unos pocos se podría pensar que la responsabilidad es meramente suya, pero cuando el fenómeno tiene una escala tan masiva se ha de pensar que responde a una fuerte influencia externa, y no se puede culpar a todo el mundo por no ser capaz de resistirse a dosis tan fuertes y extremas de propaganda; más bien, se les tiene que ayudar a ver la realidad con otro prisma - ardua tarea, como sabemos todos los que nos dedicamos a intentar hacer divulgación de los problemas de sostenibilidad de nuestra civilización.

Ese discurso de "nosotros, el mundo civilizado" frente a "los otros, los bárbaros" (justamente la palabra "bárbaro" significa en su origen "extranjero") no sólo está en las solemnes declaraciones de los primeros ministros estos días y en el inconsciente colectivo de Occidente, sino que en muchos aspectos es global. Los refugiados que intentan cruzar a miles las fronteras de la atrincherada Europa aspiran a llegar a un remanso de paz, a un oasis en medio de tanta aflicción como viven. Buscan una vida mejor, pero no sólo o principalmente en términos económicos (en contra de lo que establece el discurso de algunos demagogos occidentales) sino una en la que tu familia y tú mismo no corráis continuamente un elevado riesgo de ser asesinados en un tiroteo o por una explosión. La mayor parte de la gente quiere, simplemente, vivir, y no ser asesinados por culpa de los designios de un señor de la guerra. Los atentados de París no sólo han destruido la seguridad de los occidentales, sino también la de los que huyen de la guerra, y lo hace de doble manera. De un lado, porque demuestran que la misma arbitrariedad de muerte y destrucción puede golpear el corazón de Europa y, yendo más allá, lo que los terroristas pretenden decirnos es que lo podrían hacer con la misma frecuencia con la que hechos semejantes asolan Siria u otros escenarios bélicos. Pero por otro lado, al traer la destrucción a nuestra casa y dejándonos claro que es consecuencia de aquella otra violencia, los terroristas están consiguiendo culpabilizar a los refugiados que huyen de esa misma violencia. Con inusitada rapidez han surgido voces (obviamente, no provenientes de los responsables políticos) que culpan a los refugiados de Siria que han huido de la barbarie en las últimas semanas de ser responsables de estos atentados. Si ya es absurda esta proposición (los terroristas eran todos europeos, por lo que sabemos hasta ahora), aún lo es más una más miserable e implícita: quizá los refugiados no sean los culpables materiales de esta masacre, pero su llegada ha atraído la violencia, que les persigue como a apestados. En el fondo, la idea es "esta gente, con su cultura y su violencia, van a acabar con el oasis de prosperidad y paz que es Europa". Nos da miedo el diferente, pero aún hay algo más, una idea todavía más culpable y de mayor miseria moral: sabemos que a esa gente que hoy acogemos sólo se les permitirá acceder a los estratos sociales más bajos de nuestra sociedad, y de sus vástagos surgirán en los años venideros, como ha pasado ahora, los terroristas del futuro.

Y es que lo que estamos viviendo es el preludio de una guerra civil europea, sólo que aún no lo queremos aceptar, pero de manera inconsciente lo intuimos. Esos hombres jóvenes que han destrozado la vida de tantas personas son nuestros compatriotas; esos asesinos sin alma que han actuado con tanta brutalidad son, aunque no nos guste aceptarlo, de los nuestros. ¿Cómo se explica que personas que no llegan a la treintena decidan arruinar su vida, incluso acabar con ella, con el solo afán de causar el máximo daño a personas perfectamente desconocidas y alejadas de cualquier círculo de poder real? Simplemente, porque estas personas vivían ya en una situación de cierta marginación social, de cierta exclusión por parte de una sociedad que no quiso abrirles completamente las puertas; una sociedad que, cuando comenzó la crisis que no acabará nunca destruyó los empleos más precarios, que justamente eran los que ocupaban ellos. Esta gente, sin futuro y sin respeto social, eran carne de cañón y proclives a aceptar un discurso de rencor y de venganza, una narrativa en la que finalmente podrían ser los héroes combatiendo eficazmente un orden de las cosas injusto y opresor, tanto en París como en Damasco. El discurso "anticasta" que tanto se extendió en España hace dos años es el germen de la generalización de esa guerra civil, cuando una visión sesgada de lo que es una concreta religión ya no sirva para justificar lo injustificable, cuando la lucha no de culturas sino meramente de clases vuelva a la calle en su forma más violenta.

¿Le interesa realmente a alguien intentar escarbar en el fondo de estas espinosas cuestiones? La verdad es que no. El Gobierno francés ha respondido a los ataques, cometidos por ciudadanos franceses, bombardeando con más virulencia Siria, y nadie ha recalcado el radical absurdo de esta situación. No contentos con ello, se ha prorrogado el estado de emergencia en Francia tres meses e incluso van a modificar la constitución para poder efectuar registros con menos garantías judiciales. En suma, con la excusa de una supuesta amenaza exterior se restringen y reducen las libertades y garantías en el interior, en un movimiento que recuerda la progresiva implantación de las dictaduras fascistas hace ahora ochenta años. ¿Piensa realmente el Gobierno francés que el problema proviene de ISIS, el estado islámico de Irak y el Levante que campa por sus respetos por las regiones más ricas en petróleo de Irak y Siria? Si es así, ¿por qué no intenta acabar con la principal fuente de financiación de ISIS, la venta de petróleo? Obviamente no es sencillo, pero la clave está en controlar los flujos de crudo que atraviesan las fronteras de la zona controlada por ISIS. Y no sólo pueden perjudicar a ISIS en su principal fuente de ingresos: dada la fuerte concentración de la fabricación de armas en unas pocas compañías, ¿por qué no evitan que puedan comprar armas? Piensen que no estamos hablando de un par de pistolas, sino de miles de fusiles de asalto, miles de cajas de munición, centenares de bombas de tipo diverso... ¿Tan difícil es cortar las vías de aprovisionamiento? Es conocido que ISIS nació por un grave error de estrategia de las potencias occidentales, en su intento de financiar movimientos emergentes contra Bashar el-Assad. ¿Realmente se quiere acabar con ISIS? Hasta que Rusia comenzó sus bombardeos, la coalición de países árabes y la occidental habían hecho pocos progresos sobre el terreno.


Tras los hechos de París, el mundo occidental tiene claro que ISIS es un monstruo con el que tienen que acabar, y por eso el estado islámico de Irak y el Levante tiene sus días contados. Pero, cuando desaparezca ISIS, ¿de dónde saldrá el nuevo chivo expiatorio al que dirigir las culpas? ¿Con qué espantajo se distraerá a la población occidental del inevitable declive de su estilo de vida? ¿Podrán seguir disfrazando de "lucha de civilizaciones" o de "guerra de religiones" lo que es una guerra civil europea, de los excluidos contra los (provisionalmente) aún incluidos? ¿Podrán hacerlo cuando los que se alcen en armas no sean descendientes aún reminiscentes de otras culturas, sino que sean europeos de muchas generaciones? ¿Cuál será entonces el nuevo Goldstein hacia el cual dirigir las iras?



Por lo pronto, el estado de emergencia francés será muy útil para dirigir la represión y acallar los previsibles movimientos de protesta global que se iban a dar cita en París con motivo de la próxima cumbre mundial de Naciones Unidas sobre el Clima, la COOP 21. Desde hace meses, miles de activistas de todo el mundo se habían preparado para encontrarse en París, en una cumbre que debería ser decisiva para el futuro del clima de este planeta, a pesar de que la actitud de los líderes políticos hace presagiar que no se adoptarán acuerdos de calado. Justamente por eso, el activismo medioambiental tenían una cita clave en París en las próximas semanas. Con el blindaje de la capital francesa, blandiendo las víctimas de los recientes atentados como tótem para acallar las críticas, y si es preciso recurriendo a la represión, se conseguirá darle a esta cumbre sobre el clima el perfil mediático bajo necesario, distrayendo la atención de la falta de capacidad de nuestros líderes para tomar decisiones en el que es probablemente el asunto más importante a escala global, y centrándola en imágenes de manifestantes presuntamente violentos y desconsiderados con el luto debido a los mártires de París.

El viejo refrán latino dice "Si vis pacem para bellum", "Si quieres la paz, prepara la guerra". Ésta parece ser la consigna que las potencias occidentales han decido seguir. En las grandes cancillerías que rigen los destinos del mundo, nadie se ha planteado la grave y urgente necesidad de acabar con una política de explotación de recursos que genera graves desigualdades y represión en los países productores, que está desequilibrando el clima y que por su mero declive productivo nos aboca a un futuro económico catastrófico. Nadie se plantea que la mejor manera de acabar con las guerras es redistribuir los recursos, acabar con la pobreza y exclusión en todo el mundo y fomentar la educación. Nadie concibe que se tiene que acabar con el lucrativo comercio mundial de armas, o con el contrabando de materias primas. Quizá, si ninguna de estas cuestiones incómodas y evidentes se plantean en los grandes salones reales, deberían estar más presentes que nunca en la calle, como mínimo para intentar contrarrestar la tóxica propaganda que nos hace ver como enemigo a nuestro hermano, el refugiado, el inmigrante, el árabe, el musulmán, el excluido.

Salu2,
AMT
 

sábado, 14 de noviembre de 2015

World Energy Outlook 2015: Decrecimiento, a su pesar








Queridos lectores,

El informe anual por excelencia en el mundo de la energía, el World Energy Outlook (WEO) que cada año publica la Agencia Internacional de la Energía (AIE) por estas fechas, acaba de ser presentado en París este 10 de noviembre de 2015. Se trata, como siempre, de un voluminoso informe (718 páginas este año) en el que la agencia comisionada por la OCDE para que asesore a los gobiernos de los Estados miembros en materia de política energética nos detalla cuáles son los escenarios de futuro sobre la evolución de la energía y la economía durante las próximas décadas. Dadas las características del informe (numerosísimas estadísticas, previsiones no contextualizadas históricamente, poca trazabilidad del acierto o desacierto de pasadas ediciones, texto ampuloso y muy extenso, exceso de focalización en ciertos detalles poco importantes y escaso acento en otros más relevantes, uso deliberado de un lenguaje de perfil bajo y multiplicidad de escenarios para eludir responsabilidades en caso de previsiones muy erróneas) llevan a que escudriñar en los datos y previsiones de la AIE para los próximos años conlleve siempre un cierto esfuerzo. Sin embargo, dado que es un documento central en las discusiones en el ámbito político, y que los datos inventariados contenidos en el informe (otra cosa sería sus previsiones de futuro) son factualmente de buena calidad, se hace necesario tomarse un tiempo y leer el informe, rescatando algunas conclusiones en el agazapadas y a veces inquietantes, que la AIE comunica de manera pública pero no publicitada. Como en los años anteriores, expondré en las próximas líneas una revisión preliminar de los aspectos más destacados que he encontrado en una lectura rápida del WEO 2015, dejando para posts posteriores el desarrollo de algún aspecto que crea que merezca la pena destacar.

Como siempre, la AIE distingue varios escenarios. Tenemos los tres básicos: Políticas Actuales (Current Policies), Nuevas Políticas (New Policies) y 450 ppm. El escenario de Políticas Actuales describe cómo esperan que evolucionen las cosas si seguimos con las tendencias actuales, el escenario Nuevas Políticas es la evolución esperada si se implementan las políticas anunciadas por los Estados, y 450 ppm es cómo evolucionarían las cosas si el mundo se comprometiese a hacer un esfuerzo para evitar que la concentración de CO2 en la atmósfera llegue a ser de 450 partes por millón. Políticas Actuales corresponde, por tanto, al BAU, en tanto que Nuevas Políticas corresponde a lo que consideran lo más probable y es, por tanto, el escenario de referencia. 450 ppm está ahí para mostrar qué se podría hacer si quisiéramos, pero obviamente nadie cree que se vaya a implementar ni siquiera remotamente. A estos escenarios se les añaden varios subescenarios, concretamente los que se refieren a la evolución prevista del precio del petróleo (ver más abajo).

De acuerdo con el resumen ejecutivo del informe, las cuestiones más relevantes son la fuerte caída de precios del petróleo, los compromisos que están tomando las naciones a lo largo de todo el mundo para reducir las emisiones de CO2, la transición de China a una economía menos intensiva en carbono y el ascenso energético de la India. Con respecto a los precios del petróleo nos dicen que tendrían que subir en los próximos años, pero que si no lo hacen podemos tener problemas de inseguridad en el suministro. Vamos, que no tienen ni idea de lo que va a pasar, lo cual es lógico porque no entienden ni lo que está pasando ahora. En el resumen ejecutivo también nos comentan que el gas natural va a aumentar su consumo, en tanto que al carbón le esperan "turbulentos tiempos por delante". No falta en el resumen ejecutivo ciertas dosis de tecnooptimismo, de fe en las renovables  y de loas a la eficiencia. Acaba con un llamamiento a esforzarse más para evitar un calentamiento del planeta de más de dos grados (la primera vez que la AIE hizo esto un conocido diario español tituló la noticia: "La AIE se convierte al credo renovable").


Una de las palabras más repetidas en este WEO: peak (pico, o máximo de producción o de demanda de algo). Lo interesante no es que esta palabra se repita mucho más que en otros WEOs, sino en el contexto en el cual se cita. Siempre refiriéndonos al escenario de referencia (Nuevas Políticas), se habla de que la UE ha llegado a su pico de demanda de gas, y también que la OCDE en su conjunto llegará a su máximo de demanda de energía hacia 2020 (sin entrar a valorar que sin energía no hay crecimiento). También se comenta que los países productores de petróleo no-OPEP llegarán a su pico antes de 2020 (una manera amable de decir que ya están allá, y que matizan diciendo "debido a la desinversión en exploración y desarrollo", como si se pudiera desconectar de la dinámica propia del peak oil). La palabra "peak" se utiliza también mucho en conjunción con la palabra "China"; por ejemplo, nos dicen que la demanda china de carbón llegará a su máximo hacia 2020, que la producción industrial de China está llegando ya su máximo (para concentrarse a partir de ahora en los servicios, de acuerdo con la AIE, en contra de toda la evidencia de recesión en el país asiático) y que su población lo hará hacia 2030, para ser superados entonces por India como el país más poblado del mundo. Con respecto a los EE.UU., el WEO reconoce que la producción de shale gas (ese maravilloso El Dorado que nos prometían hace cinco años) llegará a su pico en 2020 y en cuanto al shale oil no descartan que llegue a su máximo por las mismas fechas (asumiendo, por tanto, que el espejismo del fracking toca a su fin). También hay una provocativa frase acerca la posibilidad de que la generación fotovoltaica haya llegado a su máximo en Europa (página 359), que analizaremos más tarde. Pero la frase más demoledora que he hallado referida a máximos de demanda o producción se encuentra en la página 56, cuando se afirma que "la demanda global conjunta de petróleo y carbón llegará a su máximo en 2020 para después entrar en un claro declive, mientras el uso de gas natural lo compensará sólo hasta 2030". Teniendo en cuenta la gran dependencia china en el carbón y de todo el mundo respecto al petróleo, y que están hablando de un plazo verdaderamente breve sin que realmente se hayan producido avances sustanciales para la sustitución de ambas materias primas, nos lleva a pensar que ésta es la manera más digerible que tiene la AIE para decirnos que tenemos no el peak oil sino el peak fossil fuels encima de nuestras cabezas (en consonancia con lo que ya se apuntaba el año pasado). Como quiera que eso es demasiado alarmante, la AIE nos coloca en la 57 una bonita tabla 2.1, que a pesar de reflejar el declive del carbón y del petroleo claramente apunta a una difícil de justificar remontada hacia 2040. Y es que la aceptación de los límites es una asignatura aún pendiente para la AIE...



 

La definición de escenarios es la habitual; se considera que el mundo en su conjunto va a seguir creciendo a ritmos de más del 3% anual, aunque con cierta tendencia a la ralentización (del 3,8% de 2030 al 3,1% de 2040). La OCDE crecerá menos que el resto del mundo, por debajo del 2% al final del período (lo cual tiene interesantes interpretaciones en términos de creación de empleo, incluso desde una perspectiva económica clásica). El WEO hace una curiosa disquisición sobre si las economías se están descarbonizando, toda vez que se observa que en todo el mundo la intensidad energética (kw·h de energía consumida por cada dólar de PIB producido) está mejorando. Como varias veces hemos comentado en este blog, esta aproximación equivale a coger el rábano por las hojas y hacer de la necesidad virtud, puesto que en épocas de crisis como ésta las primeras actividades económicas en ser abandonadas son las menos rentables, las cuales suelen ser las de mayores costes energéticos y de otro tipo, de manera que la intensidad energética mejora relativamente, es cierto, pero es a costa de destrucción de actividad y de empleo, lo cual no parece tan buena noticia si se plantea así. La definición de escenarios acaban con las clásicas loas a los progresos tecnológicos que nos depara el destino, aunque aquí la imaginación parece haberse agotado ya que se mencionan prácticamente los mismos avances "por venir" de las últimas décadas.



Vayamos ya al análisis del escenario central de la AIE. Llaman la atención el reconocimiento del estancamiento del consumo de las dos principales fuentes de energía del mundo (petróleo y carbón), aún cuando se pretenda disfrazar de algo pretendido y buscado. Leyendo el informe nos enteramos de que la AIE prevé que el consumo de petróleo en EE.UU. y la UE caiga, en ambos, alrededor de 4 millones de barriles diarios (Mb/d), lo cual representa algo más del 20% de su consumo actual el caso del primero y alrededor del 30% en el caso del segundo. Para que se produzca tal caída sin que haya una debacle económica se está asumiendo que sobre todo el gas natural y también las renovables estarán tomando parcialmente el relevo (lástima que el pico del gas, aunque esté un poco más alejado de los probablemente ya pasados del petróleo y el carbón, no lo esté tanto: probablemente 2020). De todos modos, en realidad la AIE se está acercando, sin saberlo, a las posiciones de los defensores de economía de estado estacionario, como muestra el siguiente gráfico sobre la evolución prevista de la demanda de energía para ciertos países y regiones en función de la evolución prevista (más bien, deseada) de su PIB:



 

Como ven, el pronóstico de la AIE es que tanto la UE como los EE.UU. reduzcan, aunque sea paulatinamente su consumo de energía durante las próximas décadas (en el caso de los EE.UU. el consumo de energía primaria se mantendría prácticamente constante, mientras que en el caso de Europa caería de 1.760 Mtoe en 2013 a 1554 Mtoe en 2040, una caída del 12%). Para ser políticamente correcto, eso lo hacen mientras se desplazan graciosamente hacia la derecha del eje del PIB, es decir, consumen menos energía pero producen más PIB. Lamentablemente, tal fenómeno (una disminución sostenida durante los años del consumo energética acompañada de un vigoroso aumento del PIB) jamás se ha visto en este planeta y es por tanto la hipótesis extraordinaria que la AIE debería justificar. La cuestión es simple: incluso los muy retocados modelos de la AIE dan que no hay suficiente energía disponible para que en todo el mundo el consumo de energía aumente, así que han introducido una espectacular variable de mejora de la intensidad energética vía el progreso tecnológico irrefrenable para presentar unos datos políticamente digeribles. La realidad es que el futuro que se dibuja para Occidente (incluyendo Japón, para el cual la caída de consumo de energía primaria proyectada es del 10%) no es nada halagüeño, y lo será menos cuando más países productores caigan en la bancarrota petrolífera.

Aunque no es nada nuevo, la AIE identifica claramente que la producción de petróleo en los países no OPEP ha llegado a su peak oil y por tanto proyecta un declive moderado (y por tanto poco creíble) para los próximos años (ver figura más abajo). En el caso de la OPEP, prevé una substancial subida que compensaría con creces la caída de los no OPEP; de ese gráfica lo destacable es que consideran que Arabia Saudita se mantendrá prácticamente constante y si se fijan verán que esta subida reposa, una vez más, en que se cumpla por fin la siempre incumplida promesa de Irak (y eso a pesar de que en texto se reconoce que la presencia de ISIS sobre el terreno es un grave problema). Por supuesto la AIE asume que si la producción no aumenta más es por problemas con la inversión, e incluso podría ser hasta peor si, justamente, si no se hacen inversiones requeridas.

 


No es por tanto extraño que en otras partes del informe de insista tanto en que se tiene que reducir las subvenciones a los combustibles fósiles, "que alientan su dispendio". Echando un vistazo a la tabla 2.3 de la página 99, donde se indican algunas recientes reducciones de subsidios al consumo de combustibles fósiles, vemos que la mayoría de las reformas corresponden a países productores de petróleo. Esto deja claro a qué se refiere la AIE con la eliminación de los subsidios de los combustibles fósiles: se pretende que en los países productores se pague a precios internacionales, de modo que nosotros, los países consumidores, podamos optar también a comprar el petróleo que ahora se consume domésticamente. Un ejercicio de cinismo, se podría decir.

Del resto del capítulo sobre el petróleo, destacar la tabla 3.5 de la página 134, que me servirá para la nueva edición de "El ocaso del petróleo" (cuya comparativa con la edición de 2014 promete ser muy interesante). Destacar también la siguiente gráfica sobre la inversión en investigación y desarrollo según el tipo de compañía, que creo que refleja bien la debacle del sector que ya se intuía en el post "La ilógica financiera".






En este WEO hay todo un capítulo dedicado a analizar qué pasaría si los precios del petróleo en particular, pero incluso de las materias primas en general, se mantuvieran bajos. Para la AIE, la evolución del precio del petróleo responde a factores intrínsecos: hay un exceso de oferta o un déficit de demanda, pero en la visión de la AIE eso no depende para nada de la propia energía, sino que es un hecho aislado y, si quieren, fortuito de compradores y vendedores. Para la AIE, lo único que puede estar pasando es que estamos delante de un típico ciclo del mercado o bien que se están produciendo cambios estructurales profundos, fruto del deseo de la sociedad de reducir las emisiones de CO2 y ser más eficientes, que se están materializando gracias a la tecnología convenientemente aparecida para facilitarlo. Obviamente, no consideran la posibilidad de que lo que pasa es que la energía es cada vez más inasequible y que es imposible encontrar un precio que convenga a la vez a compradores y vendedores (lo cual origina la espiral de destrucción de oferta - destrucción de demanda tantas veces comentada en este blog) y por tanto una gran volatilidad de precios. En suma, no entienden qué procesos están teniendo lugar y por tanto se sienten incapaces de predecir cuál será el curso futuro del precio del petróleo; por ello, han decidido abrir un escenario alternativo al de referencia, denominado "Precios bajos". Al menos, en la AIE sí que son capaces de identificar correctamente que los bajos precios perjudican la inversión en exploración y desarrollo de nuevos yacimientos (de 2014 a 2015 la inversión ha caído un 20%), y de hecho en su resumen ejecutivo indican que puede haber riesgos de seguridad energética importantes si la situación no se corrige, puesto que al faltar inversión se pone en peligro el suministro futuro. Merece la pena hacer un inciso aquí para destacar la escasa calidad de la información periodística en España: los diarios españoles han obviado esta cuestión, la del riesgo de suministro de petróleo futuro, cuando ésta se menciona incluso en el título del resumen entregado a la prensa; los diarios españoles sólo mencionan que el barril de petróleo podría valer 80 dólares en 2040, sin tener en cuenta que eso se refiere a un subescenario en concreto (ver figura aquí debajo; de hecho, en el escenario de referencia el barrill costaría unos 130 dólares en 2040) y no siendo éste el mensaje más destacado por la propia AIE.



El resto del capítulo sobre el escenario de precios bajos no merece demasiado la pena: la AIE cree que en ese caso todo el mundo ajustaría sus costes (incluyendo los Estados, que tendrían que conformarse con cobrar menos impuestos), un análisis de con qué rapidez pueden responder los países productores a la necesidad de poner más petróleo en el mercado (una alambicada proposición para evitar hablar de la clásica y ahora prácticamente inexistente capacidad ociosa) y una serie de disquisiciones sobre el coste productivo del tight oil y su papel como "flexibilizador del mercado" que a mi me han parecido bastante insustanciales pero que a la AIE le sirven para salvar la cara, teniendo en cuenta lo mucho que alabó este petróleo no convencional en los anteriores WEOs; por resumir una larga discusión, la AIE considera que en promedio el tight oil es rentable a partir de los 60 dólares el barril (lejos de los 90-100$ que considera Art Bertman, por ejemplo).

El siguiente capítulo está dedicado al gas natural, a pesar de que no es la segunda fuente de energía del mundo sino la tercera. La razón es que el gas natural aún tiene capacidad de incrementar su producción, contrariamente a lo que le está pasando al petróleo y al carbón, aunque ya en el resumen del capítulo nos comentan que su producción aumenta a ritmos más moderados (probable síntoma de que el pico del gas no está tan lejano como les gustaría). Llama la atención la ausencia, en todo el capítulo, de una discusión específica de cómo los bajos precios de las materias primas pueden acabar afectando a la producción de gas natural. Para la AIE, el futuro del gas es brillante y espera un fuerte y continuo ascenso de su consumo hasta el 2040 (así debe ser, si se tiene que compensar el estancamiento secular - más bien decenso, pero eso no lo pueden reconocer - de petróleo y carbón). El capítulo discute las tendencias de las diferentes regiones, con algunos apuntes interesantes (que en Rusia el gas natural representa ya el 55% de toda la energía primaria consumida, o que en Europa no se espera que los niveles de consumo vuelvan a los valores de 2007, principalmente por la caída de la demanda de electricidad). Hay afirmaciones bastante osadas, como por ejemplo que la oferta de gas natural de Rusia no está limitada por cuestiones de producción (cuando todo apunta a que ha llegado a su peak gas) sino porque sus mercados están saturados y la demanda (sobre todo doméstica y de la UE) no aumenta. Esa visión es bastante chocante, teniendo en cuenta que, como enseñamos antes, la AIE se espera un descenso energético en Europa pero con aumento del PIB; no parecen contemplar que en caso de que Europa no consiga esas maravillosas mejoras en eficiencia tendrá que buscar alguna energía de la cual proveerse y el carbón y el petróleo no tienen recorrido; por otro lado, compartiendo Rusia una inmensa frontera con China, quien tienen un gran interés en descarbonizarse y ya ha firmado fuertes acuerdos comerciales para acceder al gas ruso, y que eventualmente la India podría tener interés en sumarse a ese mercado, se diría que o bien los analistas de la AIE tienen una visión muy sesgada del mercado ruso o bien son perfectamente conscientes de que la producción de gas ruso ha tocado techo pero tienen que buscar escusas para justificarlo. Confirma esa impresión la figura 5.5, en la cual se recurre al viejo truco de usar porcentajes de participación en la producción (en este caso, de las diversas regiones rusas) para tratar camuflar que la región actualmente más importante (Siberia Occidental) está en declive.




Destacar, por último, que se enfatiza el papel que puede desempeñar Irán en el mercado del gas en las próximas décadas, reforzando también el mensaje en el mismo sentido expresado en el capítulo sobre el petróleo.

No contentos con dedicarle un capítulo al gas natural, el WEO 2015 nos ofrece otro capítulo completo sobre las perspectivas del gas no convencional, que se presenta bajo la pregunta: "¿Revolución global o fenómeno norteamericano?". Como ya discutimos hace tiempo el petróleo explotable por fracking sólo es marginalmente rentable y con una rentabilidad decreciente con el tiempo, en tanto que la explotación del gas en rocas no porosas mediante fracking es siempre ruinosa, y que sólo se justifica por el abuso de la condición de divisa de reserva que tiene el dólar, la cual le permite a los EE.UU. importar energía embebida en las materias elaboradas compradas en el extranjero, exportando en el mismo proceso la inflación que causa las medidas de expansión cuantitiva. Insistir, como hace la AIE, en que es necesario mejorar los marcos regulatorios de los demás países para favorecer la llegada de una nueva era dorada del gas (como la denominaban hace tres años) tiene más de autoengaño que de realidad. Como quiera que sí que son conscientes de que los bajos precios del gas natural afectan, y de qué manera, a la que denominan "revolución energética americana", la AIE les dedica un análisis, que se basa en asumir que se seguirán reduciendo costes y mejorando la eficiencia de las explotaciones, asumiendo que en suma se encontrarán más "sweet spots" o localizaciones especialmente favorables (cuando en realidad éstas se están agotando en los EE.UU. y lo que va quedando es sensiblemente peor a lo ya explotado). Sigue un análisis del potencial de China (en el que les animan a explotar sus inmensos recursos), para después revisitar las siete "reglas de oro" para la explotación del gas natural. Hay también un lugar para la discusión de las preocupaciones ambientales y el riesgo de terremotos, pero como es usual la confianza está en que la tecnología todo lo va a resolver.


El capítulo dedicado al carbón lleva un epígrafe bastante revelador: "¿Hay otra China por ahí?". La figura sobre la evolución prevista para el consumo de carbón según los escenarios nos lleva a la que ya vimos el año pasado para el caso de las Nuevas Políticas; aquí, sin embargo, no nos explican el origen de ese carbón, que en el caso de las Políticas Actuales implicaría la apertura de un montón de nuevas minas no identificadas.




Resulta significativo el brutal descenso del consumo de energía proveniente del carbón en toda la OCDE: de 1470 Millones de Toneladas equivalentes a petróleo (Mtoe) en 2013 a 878 Mtoe en 2040. Dado que EE.UU y Australia, dos de los países con mayores reservas, están en la OCDE y que la producción de la OCDE en 2040 sería no mucho más grande que su consumo interno (1042 Mtoe), esta caída asume una brusca disminución del consumo de carbón en Europa, como queda claro en la Figura 7.5 (ver debajo de estas lineas). Ese escenario tiene cierto sentido, porque aunque en Europa hay todavía carbón y en condiciones de escasez de petróleo es seguro que se recurrirá a esta materia prima, también es verdad que el carbón que queda es de peor calidad (abunda el lignito) y que por tanto la energía extraíble de él no es tan grande como si estuviésemos hablando de antracitas o hullas. Destaca también el estancamiento de la demanda de China (de nuevo, confundiendo problemas de restricción de oferta como si lo fueran de demanda) y la fuerte subida de la India.



Por otro lado, la discusión sobre el precio futuro del carbón es bastante inane, puesto que se contempla como si fuera algo bastante desconectado del precio del petróleo y de la energía en general. Por ejemplo, en la discusión de la página 288 se nos informa de que un caída del precio del petróleo del 30% sólo repercute en una reducción de costes operativos de las minas de carbón de entre el 2 y el 10%. Dejando al margen que la horquilla de variación de costes en las minas es bastante amplia y que la respuesta de estos costes a los cambios en el precio del petróleo serán seguramente poco lineales, sobre todo para precios altos del petróleo, la pirueta retórica de la AIE oculta que, en la explotación del carbón, una parte muy considerable del coste del carbón está asociado a su transporte, y no sólo a los costes de operar las minas. Hay que decir, además, que la evaluación que hacen de la sensibilidad de los costes operativos del carbón al precio del petróleo la obtienen comparando la situación del primer trimestre de 2014 (con precios del petróleo a 100 dólares el barril) y la del último trimestre de 2014 (con precios a menos de 50 dólares por barril de petróleo), lo cual es bastante absurdo dado que no se trata de una situación estacionaria, las compras de petróleo típicamente se hacen a tres meses vista, la propagación de los cambios en el precio del petróleo por toda la cadena productiva lleva meses, etc.

Resulta también interesante la figura 7.11, en la cual nos muestran que la producción de carbón en los EE.UU. (país con la cuarta parte de las reservas mundiales) está en declive, según el punto de vista de la AIE por una caída en la demanda.



El resto del capítulo no aporta demasiado a las cuestiones discutidas aquí; hay una parte en la que se nos explica cómo son de abundantes las reservas de carbón (como si ésa fuera la variable realmente importante, y no la producción), una discusión sobre el papel de los diversos productores, y poco más.


Las referencias a la energía nuclear son numerosas aunque muy breves en todo este WEO 2015; sin embargo, la discusión acerca del uranio en el WEO 2015 es de una brevedad escandalosa. Es cierto que nunca la discusión de este recurso ha sido muy detallada, pero este WEO supera todos los límites razonables: aparte de una discusión sobre las reservas de India en el capítulo dedicado a este país, toda la mención al uranio se concentra en un breve párrafo de la página 80, que traduzco íntegro a continuación:

"Los recursos identificados de uranio son más que suficientes para cubrir las necesidades del mundo hasta 2040. Se estima que son suficientes para cubrir los requerimientos globales por más de 120 años a los ritmos de consumo de 2012 (NEA/IAEA, 2014)".


Esta brevísima nota contrasta con la información que nos daba el WEO del año pasado, en el que se reconocía que podía haber problemas de suministro tan pronto como 2025 y eso asumiendo que los nuevos proyectos de minas entraban en línea a tiempo. La clave está, como siempre, en que haciendo alusión a los recursos se elude hablar de lo que realmente cuenta, que es la producción, siguiendo con la vieja falacia economicista de que cualquier recurso se puede extraer económicamente al ritmo que nos dé la gana. Esta enorme omisión sobre el uranio, y en general el tono bajo que se le da en el informe a la energía nuclear, hace pensar que la actual crisis de las materias primas también está afectando al uranio, lo cual implica que las minas proyectadas se retrasarán y por tanto probablemente los problemas de escasez sobrevendrán antes de lo previsto, es decir, antes de 2025. Estén al tanto, pues con el uranio tenemos ya tres materias primas energéticas (petróleo, carbón y uranio) entrando en fase de declive o a punto de hacerlo.

El WEO dedica también todo un capítulo a la generación eléctrica. Nos deja claro que esperan un crecimiento de la capacidad instalada del 71% de aquí a 2040 (de 6.170 Gw a 10.570 Gw) , y que la mayoría de este crecimiento provendrá de las renovables. En el resumen ejecutivo se juega mucho con los cambios porcentuales (se nos dicen que el carbón pasará de ser el 41% de la generación hoy en día al 30% en 2040), y no es hasta llegar a la tabla 8.2 que nos podemos hacer una idea más clara de lo que se está hablando. 



Ahí nos damos cuenta de que, si bien las renovables no hidráulicas crecen con mucha fuerza (un aumento de casi 6.000 Tw·h anuales), en realidad el consumo de todo lo demás crece también bastante: 2.200 Tw·h anuales para el carbón, 4.000 para el gas natural, 2.200 para la nuclear y 2.500 para la hidráulica. Lo cual no deja de ser curioso, pues implica un aumento considerable del consumo de carbón (considerable en volumen, teniendo en cuenta que nos va quedando el carbón de peor calidad), de uranio (muy dudoso) y un incremento en energía hidráulica al que como mínimo cabe calificar de muy optimista. Y cuando se considera que las plantas tienen un tiempo de vida útil y que por tanto para cubrir los objetivos de la AIE se tendrán que añadir muchas más plantas en las tecnologías más explotados y que por tanto tienen que reemplazar más plantas en los próximos 25 años, es cuando descubrimos que en realidad lo que más se va a instalar son centrales térmicas de gas natural:


Otro aspecto interesante de este capítulo se refiere a la discusión de las inversiones que se tendrían que realizar, por supuesto gigantescas, sobre todo en lo que se refiere a las tecnologías renovables (lo cual deja claro que tienen mayores costes iniciales que las centrales de gas, por ejemplo). Curiosamente, cuando analizan los costes de operación vemos que, de nuevo, son más elevados en el caso de las renovables, pues si bien no requieren tanto uso de combustible tiene unos costes financieros muy elevados (cosa que evidencia que su rentabilidad es bastante inferior a la que creen algunos).


El resto del capítulo corresponde a una (larga) discusión sobre las mejoras en eficiencia que, según la AIE, van a acometerse principalmente en la generación eléctrica basada en el carbón, que explicarían que pueda aumentarse la generación eléctrica sin aumentar tanto las emisiones de CO2. Esta parte me parece más una expresión de deseo que de realidad y por tanto no le veo el mayor interés.

Y llegamos por fin al capítulo dedicado a las renovables. El resumen ejecutivo hace una loa a las renovables, introduciendo cuando le conviene la hidráulica (por ejemplo, al destacar el porcentaje actualmente generado con fuentes renovables o al hablar de su rentabilidad) y sacándola de la ecuación cuando le interesa (por ejemplo, cuando habla de porcentajes de expansión futura). Todos estos trucos retóricos hacen pensar que tenemos delante el truco final, la piedra de toque requerida para que el WEO consiga la cuadratura del círculo: hacer frente al pico conjunto del carbón y el petróleo (y seguramente del uranio), conseguir la reducción de las emisiones de CO2 y finalmente garantizar el crecimiento económico. La primera parte del capítulo se dedica a darnos las proyecciones de crecimiento de las diversas tecnologías; a destacar aquí que una tecnología renovable destacada es la "bioenergía", lo que fundamentalmente se refiere a la quema de biomasa para la generación eléctrica en una central térmica.

En el aparato referido a la energía fotovoltaica, nos encontramos con malas noticias para los entusiastas de este sistema de generación en el Viejo Continente: de acuerdo con la AIE, en Europa el número anual de nuevas instalaciones decaerá durante las próximas décadas, siguiendo la tendencia de los últimos años (ver figura debajo de estas líneas). Eso no quiere decir que la cantidad de instalaciones disminuya, pero sí que el ritmo de crecimiento se ralentizará, confirmando una intuición expresada hace algunos meses por Carlos de Castro. Según la AIE esto es debido a malas políticas (en todos los países europeos, incluyendo explícitamente a Alemania) de la que espera que se saquen las "lecciones valiosas" y eviten cometer los mismos errores.



Es por tanto en la eólica donde la AIE espera que se hagan las apuestas más fuertes en el ámbito de lo que denominan "las nuevas renovables". Por supuesto, no se entra a considerar que podría haber limitaciones a la máxima cantidad de energía que se puede extraer de los vientos.

El resto del capítulo discute una serie de cuestiones sobre quiénes son los principales constructores de placas fotovoltaicas, los biocombustibles, cuánto CO2 se evita emitir gracias a las renovables, etc. Especialmente interesante es el análisis sobre la competitividad actual y futura de las renovables, donde se deja bastante claro el tecnooptimismo de la AIE.




El siguiente capítulo se dedica a discutir sobre la eficiencia en el uso de la energía. Cualquier mención a Jevons está completamente ausente. Lo único interesante de este capítulo es que también discuten sobre la llamada "eficiencia material", esto es, en el uso de materiales.

El resto del informe está dedicado a analizar las perspectivas sobre la India, con algunos datos interesantes.

A modo de conclusión, podríamos decir que éste es el WEO del reconocimiento de los cenits, pues sorprendemente la AIE reconoce que estamos ya en el máximo productivo conjunto de petróleo y carbón, aunque lo disfraza de cenit en la demanda. Especialmente grave es su previsión de que el consumo de toda la energía primaria en Europa aún se va a reducir un 12% adicional de aquí a 2040, semejante a la reducción proyectada para el Japón, mientras que los EE.UU. no incrementarán su consumo de energía. Tal cosa va a suceder, dicen, al tiempo que el PIB se va a incrementar, contradiciendo toda la experiencia de décadas sobre la relación entre el output económico y energía.

Para los lectores despistados (y también para algunos denominados "expertos") conviene hacer una aclaración. Se suele insistir en que los países occidentales han conseguido mejorar su intensidad energética, esto es, producir más PIB por unidad de energía consumida. Dejando al margen cómo se ha conseguido eso (básicamente llevando a otros países, e.g. China, la producción de bienes con mayor consumo de energía y más contaminantes, y luego importando el producto final para nuestro consumo aquí, y por tanto en realidad incrementando de esta manera el gasto energético por producto) es importante destacar que la relación entre PIB y consumo de energía es siempre creciente: los países más "eficientes" (con el truco del offshoring que acabo de explicar) producen más PIB por cada unidad de energía consumida, pero si quieren hacer crecer su PIB igualmente tienen que seguir haciendo crecer su consumo de energía. Nunca se ha visto una relación negativa entre consumo de energía y PIB, la cual sería físicamente absurda (aunque durante períodos muy breves en medio de una grave recesión pudiera dar esa impresión); de hecho, ni siquiera se ha visto una relación nula (en la que el PIB crezca sin aumentar el consumo de energía). En definitiva, lo que propone la AIE es algo que no se basa en el conocimiento empírico sino en una fe infundada en un progreso tecnológico capaz de lograr esa desmaterialización de la economía, cuando se sabe que es justo al revés.

La realidad es que los datos de la AIE nos dicen que inevitablemente vamos a atravesar un declive energético continuo durante las próximas décadas, al menos en la OCDE pero con signos de que se va a acabar extendiendo al resto del mundo (por ejemplo, China). Eso es lo que realmente les indican sus datos; la suposición de que en ese contexto el PIB va a crecer es completamente suya y no pueden justificarla en las 718 páginas de su extenso informe. La realidad es que la AIE nos está hablando de declive y de decrecimiento, pero aún no lo quieren aceptar.


Salu2,
AMT

P.Data: La aceleración del momento histórico, fruto de nuestro inevitable declive, marca la agenda con los terribles atentados de hoy en París. Mis pensamientos están con los amigos y recuerdos que dejé en esa bella ciudad; ojalá el culto y avanzado pueblo francés no se deje arrastrar por la locura de los demagogos. Aujourd'hui, plus que jamais, je suis parisien.