miércoles, 17 de septiembre de 2025

Si no ponemos mucho dinero, no habrá petróleo ni gas natural.


 

Queridos lectores:

En el post anterior comentábamos que la Agencia Internacional de la Energía (AIE) no había anunciado aún la fecha de salida de su informe anual para 2025, el World Energy Outlook (WEO). Esto es bastante inusual: por lo general, la fecha concreta (que generalmente se sitúa a mediados de octubre) se suele anunciar hacia el mes de julio. Javier Blas comentaba en Bloomberg que la razón se halla en que se han visto obligado a recuperar el Escenario de Políticas Actuales (CPS por sus siglas en inglés, el cual vendría a corresponder con lo que generalmente denominamos Business as Usual o BAU) por presión de los EE.UU. La decisión de recuperar este escenario no es menor: en el CPS, no hay cortapisas ni compromisos para disminuir el consumo de combustibles fósiles, la única limitación siendo por tanto la económica. De ese modo, los escenarios CPS siempre han sido escenarios de incesantemente creciente consumo de combustibles fósiles... o así habían sido hasta 2010, en la que por primera vez se reconoció que había problemas para hacer crecer la producción de petróleo. Desde entonces, la AIE ha ido capeando como ha podido el hecho de querer reconciliar escenarios de crecimiento económico que le vienen dados por la OCDE con la realidad física de las limitaciones en la extracción de petróleo primero, y progresivamente gas y carbón. Por eso, en 2020 decidieron desterrar el CPS y pasamos a los escenarios de Políticas Comprometidas, de Políticas Anunciadas, de Desarrollo Sostenible y finalmente de Cero Neto en 2050, cada uno de ellos siendo más estricto que el anterior en cuanto al descenso del consumo de combustibles fósiles. En 2018 estuvieron a punto de reconocer que el Peak Oil era inminente, lo cual no es una coincidencia con el hecho de que noviembre de 2018 marcó el máximo de producción de combustibles líquidos.

Imagen de Peak Oil Barrel, https://peakoilbarrel.com/may-world-and-non-opec-oil-production-flat/ 


Pero aceptar que un planeta que no es un plano infinito sino una esfera de 6366 kilómetros de radio (y por tanto enorme pero finita) es algo incompatible con la doctrina económica liberal. Así pues, a partir de 2020 el mantra de la AIE ha sido que no se estaba produciendo un pico de producción de petróleo, sino que era un pico de demanda. Es decir, no es que no se pueda extraer más, sino que en realidad no queremos más. De esa manera, se podía mantener la ilusión de que la demanda de energía podía seguir creciendo, simplemente siendo sustituida por cantidades masivas de energía renovable, dentro del modelo de Renovable Eléctrica Industrial (REI).

Han pasado algunos años más. El REI está fracasando estrepitosamente, por las mismas razones que señalábamos hace años y por más que los advenedizos de turno sigan intentando colocar su producto averiado. Alemania, Francia y Reino Unido están sufriendo una fuerte desindustrialización y sus economías renquean, y con ellas las de toda Europa. Alemania anuncia que rebajará sus ambiciones con la eliminación de los coches con motor de combustión interna. Y en EE.UU., Donald Trump está liquidando (con su estilo drástico y grosero) uno a uno todos los proyectos de transición renovable, pues también los EE.UU. tienen sus urgencias económicas. Básicamente, los países que lideraban la necesaria transición fuera de los combustibles fósiles han decidido que la economía va primero y es lo más importante, y por tanto quieren volver a los viejos, fiables y económicamente competitivos combustibles fósiles. Porque, a fin de cuentas y como la AIE no se ha cansado de repetir, el descenso de su producción era un pico de demanda, es decir, obedecía a una decisión. Consumíamos menos porque habíamos decidido consumir menos. Pues bien, se dicen nuestros líderes, ahora hemos cambiado de opinión y queremos consumir más.

Hay un problema, obviamente. Y es que no se había producido un pico de demanda. Lo que había pasado es que se había producido un pico de producción. Simplemente, los recursos que restan son cada vez más caros de extraer, tanto energética como económicamente. Simplemente por eso, no se puede evitar que su producción (es decir, la cantidad que se extrae cada año) entre en un proceso de descenso, de modo que año a año se extraerá cada vez menos petróleo ahora, y en unos pocos años les pasará lo mismo al gas y al carbón. De nuevo, la aberrante teoría económica hoy en día dominante piensa que todo es cuestión de inversión y de precio. Pero no es verdad. Si el rendimiento energético de los recursos extraídos no es lo suficientemente elevado, el precio de extracción es demasiado caro para que la sociedad se lo pueda permitir. Las empresas empiezan a cerrar y se entra en la peligrosa espiral de destrucción de demanda - destrucción de oferta que tantas veces hemos comentado. De hecho, el umbral máximo que puede soportar la economía no es tan elevado como se piensan tantos analistas: hace unos años se situaba en torno a los 120 dólares por barril de petróleo, pero en el deteriorado panorama económico actual es dudoso que se puedan soportar siquiera 100 dólares por barril. Y ni siquiera hace falta que el precio del petróleo se mantenga sistemáticamente elevado: basta con que lo haga un par de semanas para desencadenar la espiral de destrucción de demanda primero y de oferta después, y así nos mantenemos con precios relativamente bajos hasta el siguiente pico de precios. Llevamos viviendo eso desde 2008 y así seguiremos, y lo único esperable es que los ciclos (y su destrucción) se aceleren a medida que la producción de petróleo descienda.

En estas circunstancias, la AIE tiene una dificilísima papeleta. ¿Cómo explicará ahora que eso del pico de la demanda era mentira? ¿Cómo explicará que, en realidad, va a faltar petróleo primero, y luego gas y más tarde carbón? ¿Que no va a ser posible mantener el crecimiento económico? ¿Cómo conseguirá que los países occidentales acepten que, de una manera u otra, esto va a cambiar forzosamente, que el juego se ha acabado?

Y es en este contexto que la AIE acaba de publicar un informe especial que nadie se esperaba. Un informe con revelador título: "Las implicaciones de los ritmos de descenso de los campos de petróleo y gas". Un informe con el que la AIE espera allanar el terreno para las amargas píldoras que habrá que tragar los próximos años. Dada la importancia de este informe, he decidido escribir este post, analizando su contenido.

Comencemos por lo más básico: la palabra "pico" ("peak") y sus derivados aparece la friolera de 92 veces, y eso en solo 73 páginas de informe; y en todos casos, se refiere a pico de producción, nunca al pico de demanda (parece que estamos recuperando el tiempo perdido en los últimos años). Un vistazo rápido al informe muestra que estamos delante de un documento fundamentalmente técnico, con mucho análisis numérico (hasta mencionan cuestiones técnicas del lenguaje de programación usado en el análisis) y muy poca interpretación política.

El resumen ejecutivo marca las líneas maestras de lo que es este documento. Algunos mensajes clave:
 

  • Literalmente la primera frase del resumen ejecutivo: "El debate sobre el futuro del petróleo y del gas tiende a centrarse en las perspectivas de demanda, con mucha menos consideración concedida a cómo podría desarrollarse el cuadro del suministro". Y a continuación nos dicen que esa asimetría es un error y que en realidad la AIE lleva calculando los ritmos de caída de producción de petróleo y gas desde hace años. Como si no hubieran sido ellos mismos los que hubieran causado esta asimetría...
  •  "Aproximadamente el 90% de la inversión en upstream de petróleo y gas desde 2019 se ha dedicado a compensar las caídas de producción más que en alimentar el crecimiento de la demanda".
  •  En 2000 el petróleo convencional representaba el 97% de la producción, pero en 2024 su contribución se ha reducido al 77% (en el gas, al 70%). La mayoría de lo no convencional (por lo menos, lo que más ha crecido) es petróleo y gas de fracking (algo que como sabemos tiene los pies de barro).
  •  El ritmo de caída de producción de los campos de petróleo convencional es del 5,6% anual, mientras que para el gas convencional es del 6,8% (los ritmos de caída de los no convencionales llegan al 35% el primer año y un 15% anual los años siguientes, aunque en éstos la clave es la rápida sustitución de pozos). Esos son los ritmos de caída (denominados "descensos observados") si asumimos que destinamos el 90% de la inversión en upstream a compensar su caída: si se cortara esa fuerte aportación económica, el ritmo de toda la producción (no solo la convencional) caería al 8% anual para el petróleo, y del 9% en el caso del gas: éstos son los denominados "descensos naturales". Cabe decir que con esos ritmos de caída, la producción sería prácticamente testimonial en solo 10 años...
  •  Los ritmos de descenso natural se están acelerando. Y si nos atuviéramos solamente a los descensos naturales (es decir, se cortara en seco la inversión), la producción quedaría rápidamente concentrada en Oriente Medio y Rusia. Así de claro.
  •  Mantener la producción de petróleo y gas en los niveles actuales implicaría encontrar cada año nuevas reservas por 10.000 millones de barriles de petróleo y 1 billón de metros cúbicos de gas natural. Esto es más del doble de lo que se está encontrando ahora mismo.


Analicemos ahora los capítulos del informe. No entraré en todos los detalles, solo los más relevantes para los temas que quiero discutir.

Capítulo 1: Producción e inversión en petróleo y gas natural.

La primera figura habla por sí sola:



A pesar de las repetidas veces que encontramos informes que dicen que hemos sobrepasado los 100 millones de barriles diarios (Mb/d) de producción de todos los líquidos del petróleo, la AIE es clara: no, aún no hemos pasado ese umbral. Y eso teniendo en cuenta que esa categoría, "todos los líquidos del petróleo", es engañosa porque contiene un epígrafe, "líquidos del gas natural", que se utiliza mayoritariamente en la producción de plásticos y no en la de combustibles líquidos. De hecho, es claramente la categoría que más crece (en realidad, todo lo convencional declina) y sin los líquidos del gas natural la producción de líquidos mostraría una caída, a pesar del petróleo de fracking (la única otra categoría que crece de manera apreciable).

Cuando se separa por regiones, se ve claramente que lo único que evita que se desplome la producción es los EE.UU. La OPEP y Rusia aguantan más o menos el tipo, con una ligera caída, y el resto excepto EE.UU. están en franca caída. Cosa que ya sabíamos.




En el caso del gas natural, la situación es bastante peor en realidad, dada la absoluta dependencia en los efímeros pozos de gas de fracking. De hecho, sin su aportación la producción estaría prácticamente estancada desde 2010 y en declive desde 2020 (lo cual me recuerda un viejo post que escribí hace 15 años).

Un poco más tarde se analiza el ritmo de descubrimiento de nuevos yacimientos de petróleo y gas. Aquí la AIE utiliza uno de sus viejos trucos sucios, y en vez de presentar los hallazgos separadamente para el petróleo y el gas, los presenta conjuntamente, convirtiendo el gas en "barriles de petróleo equivalente". Tengan presente que, cuando se presentan de esta manera, el gas representa alrededor del 60% de los descubrimientos, y el petróleo el 40% restante. Creo que la gráfica es muy elocuente sobre la situación actual. En el período 2020-2024, los descubrimientos de petróleo deben estar por los 3000 millones de barriles anuales (cuando antes ya han dicho que deberían rondar los 10.000 simplemente para mantener la producción).


También muestra la AIE una gráfica sobre la evolución de la inversión en upstream (búsqueda, puesta en funcionamiento y mantenimiento de nuevos pozos) de petróleo y gas. De nuevo hay un par de trucos sucios: el consabido de mezclar gas y petróleo, y el de comenzar la gráfica en el año 2015, cuando 2014 es el año del máximo de inversión y de 2014 a 2015 se produjo una caída del 26%; aún así, se ve que la inversión actual está bien por debajo de la de 2015, pero obviamente se pretende transmitir una cierta (falsa) idea de estabilidad. 


Combinando esta gráfica con la anterior queda claro que la inversión está siendo cada vez más insuficiente, y que, al ser de peor calidad los yacimientos que quedan, cada vez se consiguen menos barriles nuevos con la misma inversión - lo cual es lógico, porque los yacimientos que quedan son cada vez peores y de acceso más complicado. Y se evidencia que la situación está peor en el caso del petróleo, pues si bien el 40% de los barriles encontrados son de petróleo, en cuanto al gasto en upstream el petróleo representa el 76% del total.

 

Es interesante ver también el gasto por región: en la actualidad, América del Norte (EE.UU., Canadá y México) es donde más se invierte, un 34% del total, bastante por encima del peso de su producción.

Capítulo 2: Ritmos de descenso observados y naturales de los yacimientos de petróleo y gas natural.

 
De nuevo, la primera figura habla por sí sola. "Post-peak" quiere decir yacimientos que ya han pasado su pico de producción y están disminuyendo; "ramp-up" son yacimientos que entraron en funcionamiento después de 2015 y aún no han llegado a su pico, y "legacy" son yacimientos anteriores al 2015 que aún no han llegado a su pico.
 

 

La inmensa mayoría de la producción proviene de  yacimientos de petróleo y de gas que han pasado ya su pico de producción (80% y 90%, respectivamente). Ésta es la situación que tenemos que manejar.

Y de eso va este capítulo, de dar muchas métricas del desastre. Se definen convencionalmente tres fases del declive: la fase 1 (del pico hasta el 85% de la producción), la fase 2 (del 85% al 50% de la producción) y la fase 3 (del 50% hasta el final de la explotación). Con esta definición, tabulan las tasas promedio de declive anual observado según diversas tipologías de yacimiento.

 

Como pueden ver, la tasas de declive observado aceleran a medida que avanzamos a fases más avanzadas del declive productivo. Por eso, cuando se dice que la tasa de declive observado promedio es del 5,6%, está claro que aún predominan los pozos en la fase 1; pero a medida que vayan envejeciendo, cada vez más pozos pasarán a las fases 2 o 3 y la tasa promedio de declive anual se disparará.

Los números promedio son semejantes para el gas natural (fase 1: 4,5%; fase 2: 11,5%; fase 9,7%), aunque su tasa promedio es algo mayor (6,8% anual), lo cual indica que tiene más pozos en fase 2, y también que la aceleración de su declive está más avanzada que en el caso del petróleo.

Hay muchos más análisis interesantes en este capítulo, pero no me detendré ahora en ellos.

Capítulo 3: Implicaciones de las tasas de declive en la producción, inversión y seguridad energética.

Como en cada capítulo, la primera figura habla por sí sola. Así evolucionaría la producción de petróleo y gas si se detuviera la inversión en upstream, es decir, si se la dejara caer a sus tasas de declive naturales:

 

Como pueden ver, a la vuelta de 25 años la producción de petróleo y gas natural sería prácticamente marginal. Lo cual es obviamente malo; pero además, como nos explican, debido a que cada vez se explotan más yacimientos de petróleo y gas no convencional, que duran poco y cuya producción decae más deprisa, los ritmos de caída natural están empeorando con el tiempo. Básicamente, que cada vez cuesta más simplemente mantener una producción constante.

 

 

Han analizado también cómo evolucionaría la situación si se invirtiera de la mejor manera posible en los campos existentes y en todos los que ya están aprobados pero no explotados. La cosa mejora, pero no crean que es para tirar cohetes. La conclusión es clara: no basta con mantener lo que hay, no basta con explotar lo que ya se conoce. Hay que encontrar nuevos yacimientos, y a mansalva (y cada vez más rápido).

 

Después, analizan en qué nivel se tiene que mantener la inversión en upstream para que la producción no caiga. La conclusión es que si nos mantenemos en los 500.000 millones de dólares al año actuales, hasta 2050 la producción de petróleo y gas natural subiría un poco. Es interesante la gráfica que dan sobre cuál sería el nivel de producción según diferentes escenarios de inversión, entre 0 y 500.000 millones de dólares anuales. También es importante hacer notar que esa gráfica asume que el ritmo de declive es constante (lo que no es cierto).

  

Y al final ésta parece ser la conclusión que quieren transmitir con este informe: que se puede conseguir una cierta estabilidad durante los próximos 25 años, con tal de mantener un nivel de inversión de alrededor medio billón de dólares anuales. 

Es una lástima que el informe acabe así, con esa conclusión.  Por supuesto, falta en este análisis una mejor comprensión de la geología de los yacimientos, puesto que en el fondo se asume que los yacimientos van a aparecer simplemente si se pone más dinero. En realidad, como muestra su gráfica de descubrimientos, a pesar de mantenerse el nivel de inversión cada vez se encuentra menos petróleo y gas. Simplemente, porque cada vez queda menos, accesible y fácil de explotar.

La AIE, con este informe, se ha cubierto las espaldas, como es su costumbre. Ellos ya han avisado del problema del declive productivo, y han dado la receta para evitarlo: hay que invertir más dinero, y por lo menos medio billón de dólares. Por lo menos, porque como ellos mismos advierten, los declives van a empeorar en los próximos años.

Vamos a ver cómo se presenta el WEO de este año, al final. Pero seguramente vamos a encontrar algunas sorpresas. Por lo pronto, vayan preparando la cartera, porque al final pagaremos por ese petróleo, tanto si se pone la inversión en upstream como si no se pone.

Salu2.
AMT

 

lunes, 15 de septiembre de 2025

Crónicas de la caída: Septiembre de 2025


 

Queridos lectores:

Mientras escribo estas líneas, hay todavía manifestantes en diversos puntos de Madrid, sobre todo en las inmediaciones de la Plaza de Cibeles. Estas manifestaciones en la capital de España son el colofón de tres semanas en las que las protestas contra la Vuelta Ciclista a España por la participación de un equipo israelí se han ido progresivamente recrudeciendo, desde el puñado de personas que protestó cerca de la ciudad que me ha acogido, Figueres, hasta los centenares que se congregaron en el País Vasco, Asturias y Galicia, para finalmente llegar a los probablemente decenas de miles que hoy han colapsado las calles de Madrid y han impedido la finalización de la etapa y la entrega de premios. A otras personas les corresponderá  analizar el hartazgo de la población española (y también europea) con la horrible masacre que de forma indiscriminada está aplicando el ejército de Israel a la población de Palestina (muy visiblemente en Gaza y de manera más discreta en Cisjordania), y cómo esta explosión de rabia y protesta es en buena medida un rechazo contra nuestras propias élites (que se afanan en disimular la gravedad del genocidio, e incluso cuando lo reconocen lo hacen con la boca pequeña y sin acabar de tomar medidas decisivas, en lugar de como mínimo no plegarse a la voluntad de los genocidas, por más poder económico que controlen directa o indirectamente). Pero yo aquí querría destacar otra cuestión, a saber: que la circulación de la información es cada vez más lenta y azarosa, siendo el caso de las protestas en la Vuelta una de los pocos casos en los que la población ha podido identificarse y movilizarse, en forma creciente, al darse cuenta de que los sentimientos de rechazo eran compartidos y para nada minoritarios. No es una casualidad que a medida que iban pasando los días se hayan ido sumando más y más personas a las protestas, hasta culminar con la demostración de hoy en Madrid.

Estos mismos días ha habido protestas generalizadas y masivas, en ocasiones con cierta violencia, en nuestro país vecino, Francia. El lunes cayó el primer ministro, François Bayrou, después de someterse a una moción de confianza que encontró necesaria para poder acometer medidas de ajuste económico bastante drásticas. Emmanuel Macron, no osando convocar unas nuevas elecciones legislativas de desenlace incierto, nombró en seguida un nuevo primer ministro, Sébastien Lecornu, hombre de su confianza. El miércoles, respondiendo a una convocatoria para bloquear todo el país, se dieron todo tipo de incidentes, protestas y altercados. Se prevén nuevas jornadas de protesta a finales de mes, y el ambiente está cada vez más caldeado. Pero de esto apenas se habla, muy poco, en España e imagino que en otros países vecinos de Francia.

Mientras tanto, Alemania no levanta cabeza. El último trimestre volvió a registrar un descenso del PIB que pone en peligro la incipiente recuperación económica a la que apuntaban los dos primeros trimestres de 2025. Las encuestas muestran el irresistible ascenso del ultraderechista Alternativa por Alemania, que es la respuesta que le está dando el electorado alemán a sus inoperantes élites, que no son capaces de sacarlos de una recesión instalada desde que dejó de tener acceso a la energía barata que venía de Rusia. Una buena parte de la energía todavía llega de Rusia, en realidad, pero pasando por intermediarios para camuflar su origen y por eso ya no es tan barata. Otra parte viene de los EE.UU., particularmente el gas del fracking, que nunca fue ni será barato. Y sin los insumos a bajo precio, un país como Alemania, donde los sueldos no son bajos, no puede competir en el mercado global.

La transición energética se hunde lentamente en Europa. Nadie lo va a reconocer, pero poco a poco las metas de la transición están pasando a un segundo plano. Particularmente preocupa la pérdida de competitividad francesa y alemana y la destrucción de empleo, y aún más el hundimiento constante de la industria de la automoción, una de las industrias más importantes de Europa. No pasa semana sin noticias negativas en este sector, sin que se vea una salida razonable, mientras las ventas en Europa continúan su curva descendente y las exteriores se volatilizan. Pero todas estas cuestiones se sustituyen por el rearmamento, por alimentar la amenaza fantasma de la guerra con Rusia. Y como quiera que últimamente la población está perdiendo el entusiasmo por la causa bélica, las últimas semanas han estado jalonadas por noticias, éstas sí bien iluminadas y puestas en el foco mediático, dirigidas a alimentar la psicosis: la pérdida del GPS del avión de Úrsula von der Leyen, la intrusión de drones rusos en el espacio aéreo de Polonia y Rumanía... De nuevo, los flujos de información son azarosos. Aunque no arbitrarios. 

De vuelta a España, esta semana ha sido "noticia" algo que en realidad era una nota de prensa auspiciada por las grandes compañías eléctricas, de acuerdo con la cual el 83% de los nodos de la red eléctrica española están saturados y no pueden dar cabida a toda la nueva generación renovable que supuestamente tiene que entrar. Se ha llegado a decir que esta saturación ha llevado a perder 60.000 millones de euros en "inversiones potenciales", en referencia a un informe de Spain DC que citaba esa cifra, y como ejemplo se mencionan todas las industrias que no están "pudiendo despegar" por estas deficiencias de la red, desde los centros de datos hasta "otras industrias electrointensivas" curiosamente no especificadas. Pero como respuesta a estos "apremiantes" hechos, el Ministerio de Transición Ecológica español ha anunciado esta misma semana un incremento de la partida presupuestaria a destinar para el refuerzo de la red eléctrica, que llegaría así a los 13.590 millones de euros que se van a invertir desde ahora hasta 2030. Nadie va a explicar que todo esto es mentira. Nadie va a explicar que la demanda eléctrica en España está cayendo desde 2008, 17 años ya, y que este año seguramente cerrará con una nueva caída. No hay demanda para esa generación eléctrica que se pretende incorporar: en la actualidad, se están produciendo curtailments o pérdida de energía que se podría producir pero no se aprovecha, de más del 20% en algunos momentos. Los grandes fondos de inversión se retiran desde hace meses en lo que saben que es un negocio no rentable, cuando no ruinoso. Y eso sin contar con los problemas de intentar incorporar tanta electricidad renovable sin estabilización. Da exactamente igual: el plan es seguir adelante con el REI aunque sea un fracaso, y no hay plan alternativo. Se da por sentado que se necesita nueva generación eléctrica y que ésta debe ser renovable, cuando ambas afirmaciones son mentira.

Mientras tanto, bajando al terreno de lo real, de la gente que está sufriendo el inevitable descenso energético en el que estamos embarcados, vemos que los problemas crecen en Bolivia, en México y Nigeria, convertidos en tres de los puntos calientes de la caída de la disponibilidad de combustibles derivados del petróleo tras el pico de producción de petróleo crudo y condensado que se produjo en noviembre de 2018. El precio del barril de petróleo se mantiene moderado desde hace meses, y eso hace pensar a muchos en los países occidentales que la crisis energética es algo del pasado. En realidad, lo que sucede es que la crisis no se está distribuyendo de manera equitativa, y simplemente algunos países están empezando a quedar marginados del reparto. Justamente como estrategia para que aquí no haya escasez. Esto, por supuesto, no puede mantenerse indefinidamente, pero nadie va a hacer un análisis en profundidad sobre el tema. Nadie hablará del desastre en ciernes hasta que ya lo tengamos encima y sea inevitable.

Porque, además, en este momento en el que se necesitaría tener una información precisa sobre la situación energética global, nos encontramos con que vamos a tener mucha menos. De entrada, este año la Energy Information Administration de los EE.UU. no sacará su informe anual, debido a los recortes de Trump. Y en cuanto al informe anual de la Agencia Internacional de la Energía, al cual dedicamos un post cada año en este blog, aún no tiene fecha de publicación. Otros años ha salido en octubre y a estas alturas tendríamos más que clara la fecha de publicación, pero este año parece que se va a retrasar. ¿La razón? Seguramente porque, como comenta Javier Blas, en el borrador al que ha tenido acceso se ve que se recupera un escenario que desapareció hace unos años, el de Políticas Actuales, probablemente por la presión de la actual administración estadounidense. Un escenario en el que ya no se prevé una caída del consumo de carbón, petróleo y gas, simplemente porque ya no hay voluntad en los EE.UU. (y, aunque no se quiera reconocer, tampoco en Europa) de seguir luchando para abatir el Cambio Climático. Pero, claro, hacer ese encaje de bolillos va a ser complicado. Hasta ahora se había usado la narrativa del pico de demanda, es decir, que se iba a consumir menos petróleo porque queríamos consumir menos, no porque no hubiera. Sin embargo, tanto en EE.UU. como en Europa hay ahora urgencia por un volantazo a la situación económica, y para eso necesitan combustibles fósiles, toda vez que la transición energética ha fracasado. Así que ya no queremos consumir menos petróleo. Pero, después de años de insistir en que lo que estábamos viendo era un pico de demanda, ¿quién sale ahora en la AIE a explicar que, en realidad, estamos ya en un pico de oferta, y que no va a producirse más petróleo, sino cada vez menos? Por eso la necesidad de tiempo extra, para hacer cuadrar lo incuadrable. El análisis del WEO de este año promete ser una experiencia muy emocionante...

Crisis social, crisis energética... y, recordémoslo, estamos a las puertas de un nuevo desastre climático. Este otoño es un momento de máximo riesgo. Pero tampoco se habla de ello. No sucede. Hasta que suceda. 

Por tanto, si algo caracteriza este momento es el bloqueo de la información. Algo siempre presente, pero que ahora es creciente. Azaroso, pero no arbitrario.

Así que, para despedir este post, quiero mencionar una noticia de las que se habla tan poco como se puede: la Global Sumud Flotilla, un conjunto de embarcaciones que están en este momento navegando hacia Gaza con alimentos y medicamentos. Un grupo de personas que, desarmadas, pretenden hacer llegar una ayuda de primera necesidad a quienes están siendo exterminados, y a los que el gobierno de Israel ya ha amenazado diciendo que tratará como terroristas. Entre las noticias que no habrán leído estos días está la de que, mientras estaban atracados en el puerto de Túnez, sufrieron dos ataques con drones provenientes de mar abierto y que transportaban pequeños dispositivos incendiarios, un ataque de baja intensidad pero que es una advertencia. Simplemente otra noticia sobre la que no leerán hoy pero que quizá merezca la pena que sepan.

Salu2.

AMT 

P. Data: Adelante, Juan. 

lunes, 18 de agosto de 2025

Prendedlos

 


Queridos lectores:

No tenía intención de escribir sobre los catastróficos incendios que están asolando varias provincias, y muy particularmente la de mi León natal, porque yo no soy para nada especialista en temas de incendios forestales y porque ya se ha escrito mucho sobre el tema, muy buenos artículos por parte de gente con verdadero conocimiento de la materia. Sin embargo, omitir toda mención a lo que ahora es motivo de gran angustia en España y particularmente en mi patria chica, en un blog como éste dedicado a la pérdida de sostenibilidad de nuestra sociedad, me ha parecido poco apropiado.

Pero, como digo, al no ser experto en la materia, no entraré en la cuestión técnica. Atendiendo a lo poco que yo sé sobre el tema (el impacto del Cambio Climático), sería tentador atribuir todo lo que está pasando a los efectos del Cambio Climático, pero no es verdad. Cierto, las altas temperaturas favorecen incendios más difíciles de controlar y facilitan la aparición de incendios de sexta generación. También es verdad que las lluvias muy abundantes de la primavera, alimentadas por las alteraciones climáticas actuales, han creado lo que se conoce como "efecto latigazo": la lluvia anormalmente abundante hace crecer rápidamente todo tipo de plantas que se secan de manera más rápida cuando llegan las actuales temperaturas extremas y añaden una gran cantidad de combustible seco. Pero de manera similar a lo que pasó con la catastrófica DANA que asoló Valencia el año pasado, una gran parte de lo que está pasando está asociado a un modelo de gestión del territorio. Escaso interés en la prevención, falta de toma de medidas adecuadas, abandono del medio rural espoleado por las políticas dirigidas al extractivismo masivo, recortes en medios públicos para la extinción  de incendios (percibidos por nuestros gestores como un gasto inútil o de poco retorno económico)... Nada de esto es casual, es una consecuencia de un sistema económico depredador y ecocida, que no es capaz de pararse delante de nada y que atenta contra las bases mismas que sustentan la vida, la humana incluida. Estos días estoy leyendo un libro magistral que condensa todas estas ideas,  "Incendios" de Alejandro Pedregal - espero poder hacer una reseña de él en breve - y que desde luego les recomiendo para tomar una perspectiva amplia de lo que nos pasa.


 

Me gustaría por tanto simplemente hacer unas reflexiones de carácter más social sobre lo que está pasando. La carencia de medios de extinción, junto con el gran volumen de incendios (mayoritariamente provocados, eso es seguro) ha hecho que en muchos pueblos los vecinos se hayan encontrado solos, sin ningún tipo de ayuda. Los responsables autonómicos, con sus declaraciones y también con sus elocuentes silencios, reconocen su impotencia. Incluso el propio Estado: hace unas horas, la ministra de Defensa, Margarita Robles, reconoció que dada la magnitud de la catástrofe no hay realmente medios para atajar estos incendios, y que estamos a merced de que un cambio de tiempo traiga la ansiada lluvia. La idea que se transmite es que hay zonas en las que ya no hay nada que hacer, ergo no se va a hacer nada, y esto va seguir ardiendo hasta que pare por sí mismo. Sin embargo, para los que viven en esos lugares, eso equivale a perder su vida: sus casas, sus medios de subsistencia, su patrimonio, todo. Por eso no es de extrañar que, en medio del abandono institucional, los vecinos de muchos de estos lugares, valientemente, con los pocos medios que tienen, hayan luchado en una desigual batalla por salvar lo que es suyo. Por salvar su vida. En muchos casos perdiéndolo todo, hasta su vida misma, por desgracia. Esa gente no pueden permitirse la ligereza de darlo todo por perdido desde un despacho de la gran capital. Pocos hechos ilustran tan claramente que la lucha contra estos incendios es una lucha de clase, un concepto que repetidamente se dice superado pero que en realidad emerge continuamente.

Y en medio de esta catástrofe, observamos - como ya pasó en el caso de la DANA - una nueva pugna absurda por la atribución de la responsabilidad, entre las autonomías y el estado. Ciertamente las autonomías tienen las competencias sobre la prevención y la extinción de los incendios, y es culpa de ellas su falta de adecuación, y máxime con el agravamiento de las condiciones materiales que nos está trayendo el Cambio Climático. Y ciertamente el Estado puede en cualquier momento elevar el grado de emergencia y tomar el mando. Pero no lo hace porque sabe que desde las autonomías se le acusará de intervencionista, y obviamente le cargarán toda la responsabilidad cuando la imposibilidad de hacer algo útil sea manifiesta. Al mismo tiempo, las autonomías no piden al estado que asuma el mando porque sería reconocer su impotencia y diluiría la responsabilidad del estado en el fracaso final. Unos por otros, al final nadie se mueve y no se declara el estado de emergencia nacional, que sin duda lo es, y no se moviliza todo lo que se podría movilizar - aunque fuera para comprobar que ni con eso hay bastante. En el fondo hay cierto miedo a hacer evidente que, en realidad, tras décadas de dilución y destrucción de lo público, el Estado realmente no cuenta con medios para dar respuesta a los retos del futuro. Porque eso llevaría a la ciudadanía a plantear una serie de preguntas incómodas que nadie quiere responder, y a exigir una asignación diferente de recursos del Estado que no se quiere plantear, no fuera el caso que se cuestionase asignar tanto dinero a obras inútiles o un armamento que más vale que no se use.

Vivimos un momento de creciente inoperancia del Estado, a medida que los recursos se hacen más escasos, las dificultades (particularmente, pero no solo, las ambientales) mayores, y las oportunidades de ganancia del capital (que es al final a quien responde el Estado) más pequeñas. A medida que todas las crisis se hagan más agudas, más inútil será el Estado. Es algo característico del proceso de descomposición del capitalismo.

Lo que pasa con el fuego no es una casualidad, sino una necesidad. Es algo que resulta conveniente al capitalismo depredador, que busca vaciar todo el espacio y almacenar a la gente en las ciudades, para poder convertir todo el territorio en una mina, en un lugar de extracción. Lo que estamos viviendo es solo una fase más de la lucha final. La lucha por la vida. Porque son los bosques los que nos mantienen vivos, los que realizan funciones ecosistémicas fundamentales para nuestra vida, desde regular el ciclo del agua hasta contener las escorrentías, desde mantener la biodiversidad hasta hacer de barrera para la propagación de las enfermedades, desde contener la temperatura hasta garantizar la salud de nuestros cultivos. Incluso los urbanitas más alienados perciben que cuando perdemos un bosque hemos perdido algo profundo, importante, íntimo y vital. No podemos mantener este (des)orden. Tenemos que parar ya.

Salu2.

AMT

miércoles, 13 de agosto de 2025

El fin de la observación de la Tierra desde el espacio


 

Queridos lectores:

Como muchos de Vds. ya saben, una buena parte de mi trabajo de investigación se centra en la observación de los océanos con satélites artificiales. Desde hace 18 años he trabajado intensamente en la misión SMOS de la Agencia Espacial Europea (conocida como ESA por sus siglas en inglés). El profesor Jordi Font, mi jefe cuando yo llegué al Instituto de Ciencias del Mar, y una gran persona y científico, fue el co-líder de esta misión satelital de observación de la Tierra, y unos años antes de jubilarse me cedió a mi la dirección del grupo de investigación de salinidad por satélite del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, en Barcelona, donde trabajo. Aparte de con SMOS, he trabajado con datos provenientes de una docena de otras misiones, especializadas en medir la temperatura de la superficie del mar, el color del océano o las corrientes superficiales, entre otras variables. Y de vez en cuando he usado datos de otras misiones de observación de la Tierra, más allá del océano, en el contexto de muchas colaboraciones nacionales e internacionales.

Por este motivo, estoy bastante al corriente de los cambios que se están produciendo en los últimos años en referencia a la observación de la Tierra por satélite. Y particularmente de un proceso al que yo denomino "finalización tecnológica". No es un evento abrupto, no es un cambio radical de la noche al día, pero sí una sucesión de eventos, espaciados en el tiempo aunque con algunos momentos destacados, y que tienen en común que definen el lento camino a través del cual una tecnología va siendo abandonada. Creo sinceramente que éste es el caso del ámbito tecnológico sobre el cual trabajo. Y también creo que estamos en un momento de aceleración de ese abandono tecnológico, motivado por los cambios evidentes y no tan evidentes que se están dando en la escena geopolítica mundial.

En julio de este año se ordenó la finalización del Programa de Satélites Meteorológicos de la Defensa (DMSP). Se trata de un conjunto de satélites del Departamento de Defensa de los EE.UU. que se utilizan para mejorar las predicciones numéricas de los modelos meteorológicos, y particularmente la previsión de los huracanes, por parte de la NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration), la agencia estatal norteamericana que se encarga de la previsión meteorológica, oceánica y climática. En su momento se alegó que el impacto de la finalización del DMSP iba a ser menor, teniendo en cuenta que la decisión de acabar con el programa se tomó ya en 2015, que los satélites a desactivar ya han pasado con largueza su vida útil y que en realidad se procederá a una sustitución por otros satélites más modernos.

Sin embargo, otros movimientos en paralelo indican que la situación dista de ser tan brillante. La NOAA tomó hace meses la decisión de postponer el mantenimiento de los satélites del Sistema Conjunto de Satélites Polares (JPSS), que es uno de los sistemas que se supone que tiene que sustituir al DMSP. Al mismo tiempo, ya se han ordenado reducciones de personal y reestructuraciones en la propia NOAA, y se anticipa que cuando en octubre se apruebe el nuevo presupuesto federal los despidos van a ser masivos. Muchos investigadores de ésta y otras instituciones han empezado a sondear la posibilidad de irse a Europa (algunos incluso a España).

Particularmente grave es el decomisionado de los satélites Terra, Aqua y los satélites NOAA-15, NOAA-18 y NOAA-19. Con ellos, EE.UU. se queda sin sensores AVHRR (quedarán todavía los embarcados en los Metop europeos), acabándose así la serie más larga de datos de temperatura de la superficie del planeta. Más grave aún, se queda sin sensores CERES, poniendo en peligro la continuidad de una serie ahora mismo crucial para estudiar el desbalance radiativo del planeta (el cual se ha incrementado alarmantemente en los últimos años; es esa gráfica que suelo comentar en mis últimas presentaciones que es la más importante que van a ver este año).

Gráfico generado por Leon Simons a partir de los datos del programa CERES.

 

De nuevo, el argumento es el de que estos sistemas (todos ellos con muchos años a sus espaldas) van a ser sustituidos por otros más modernos. Sin embargo, a día de hoy esas sustitución no está tan clara, ya que los nuevos sensores no permiten medir las mismas variables que los antiguos, y algunas series quedarán sin duda interrumpidas. Una situación que no me resulta en absoluto ajena de manera más directa y personal, saltando ahora a Europa: llevamos años intentando garantizar la continuidad de las observaciones en radiometría de la banda L de los microondas (que es la que usa SMOS para medir la salinidad de la superficie marina), y como mucho conseguiremos observaciones de menor resolución espacial y temporal gracias al satélite CIMR (y eso si su lanzamiento llega a tiempo de impedir que haya un agujero de datos en la serie).

Pero hay dos eventos recientes en los EE.UU. que certifican que entramos en un momento radicalmente nuevo, que va más allá de la simple decadencia por falta de fondos. Por un lado, la administración Trump ha decidido que a final de año se eliminarán los satélites OCO que miden los niveles de CO2 atmosféricos. En este caso, no se trata de satélites viejos, e inclusive se cuestiona la legalidad de la medida, pero la orden es clara: se debe forzar la reentrada de los satélites, lo cual comportará su destrucción. Si la orden finalmente se ejecuta, el daño estará hecho, pues reemplazar estos satélites requeriría años. La intencionalidad política es clara: hay que dejar de medir el CO2, y particularmente indagar sobre dónde se está emitiendo más. Si no se observa, no hay responsabilidades exigibles a los que más contaminan.

Por el otro, hace unos días el Departamento de Energía norteamericano publicó un informe sobre los impactos en el clima de las emisiones de CO2 de los EE.UU. Las conclusiones son desoladoras por lo grotescas: de acuerdo con este informe, el impacto del CO2 es muy pequeño y el de  las emisiones de los EE.UU. en particular es indetectable.

Resulta por tanto obvio que en los EE.UU., por la vía de hecho, se va a dejar de investigar en Cambio Climático, y para asegurarse de que así sea se van a ir no solo reduciendo fondos, sino eliminando sistemas de medidas e incluso series de datos actualmente disponibles, mientras que se fabrica un discurso aberrante exculpatorio. Nada sorprendente con un presidente negacionista, aunque el nivel de osadía supera todas las expectativas.

Y, mientras tanto, ¿qué está pasando en esta orilla del Atlántico? 

Pues no tenemos todavía plena confirmación, pero aquí las perspectivas tampoco son muy brillantes, en nuestro caso por otro motivo: los planes de rearmamento para la preparación de las nuevas guerras coloniales. Por lo poco que mis colegas y yo hemos podido llegar a saber, el nuevo programa de la ESA "Resiliencia desde el Espacio", centrado en la seguridad, va a ser la gran apuesta en la próxima reunión ministerial de noviembre, y probablemente la aportación económica de los países va a reducirse en otros programas considerados menos críticos, como es el de Observación de la Tierra (irónico en un momento en que los problemas ambientales son cada vez mayores, como estamos viendo estos días de salvajes incendios en España). A nivel de la Unión Europea las cosas no están tan definidas, pero parece avanzarse sobre la misma dirección y concepto de "resiliencia". Pero donde soplan vientos más fríos aún es en el ámbito español: no tenemos ningún comunicado oficial, pero después de ver los resultados de la última convocatoria de proyectos del Plan Nacional y por los mensajes que nos llegan de diversas personas vinculadas a su evaluación, en los próximos años se va a poner el acento en que la investigación que realicemos tenga un carácter "dual". Eso quiere decir que se va a favorecer el trabajo sobre tecnología y aplicaciones que tengan carácter tanto civil como militar. La clave: poder justificar parte de la inversión en ciencia como respuesta a ese 2,1% del PIB que el presidente Pedro Sánchez se ha comprometido a gastar en fines de defensa y armamento. Como pueden imaginar, esto ha causado gran inquietud en mi comunidad, y es un asunto de discusión muy activa en este momento. ¿Qué debemos hacer? ¿Bajar la cabeza y empezar a buscar aplicaciones de nuestro conocimiento para el arte de matar personas? ¿O bien rebelarse y negarse a ello, aceptando que tendremos que despedir a la gente joven - y no tan joven - ya que nuestros fondos se reducirán drásticamente?

Irónicamente, a nivel de acceso a las observaciones, el gran empuje en observación de la Tierra de China, que siempre fue muy reacia a compartir sus datos, podría ayudarnos a mantener las líneas de trabajo y desarrollo actuales. Pero seguiremos teniendo problema de acceso a financiación, a no ser que o bien encontremos un nicho de investigación razonable o bien aceptemos trabajar para los militares. 

Epílogo personal: Hace un par de años yo cedí la dirección del grupo de salinidad a mi compañera, la doctora Estrella Olmedo, a pesar de que aún me queda más de una década para jubilarme, porque creo que ella se lo ha merecido con su trabajo intenso todos estos años y porque es importante dar oportunidades a la gente que aún tiene que desarrollar su carrera, y así yo podría dedicarme en la recta final de mi propia carrera a trabajar en multitud de temas que tengo abiertos y que me gustaría investigar, aunque siempre estando presente para ayudar en cuanto fuera menester. Yo era consciente del fardo que cargaba sobre sus capaces espaldas (nada es gratis en este mundo), pero lo que realmente no me imaginé es que ella (junto con mis otras compañeras senior con las que trabajamos) se vería abocada a tomar decisiones muy duras. Tampoco puedo decir que lo que está pasando sea algo realmente sorprendente, teniendo en cuenta la temática de este blog y de mi divulgación. Como decía al principio, estamos empezando el proceso de finalización tecnológica: nuestra sociedad hipercomplejificada no puede sufragar el coste de mantener activas todas las tecnologías que ha desarrollado, y, con el paso del tiempo, irá abandonando aquéllas que le den menor retorno o cuyo sacrificio le suponga menor coste. Era un proceso previsible, como también era bastante previsible que particularmente las tecnologías espaciales, y más en concreto las relacionadas con la observación de la Tierra para fines civiles, serían de las primeras cosas en caer, en llegar a su finalización tecnológica. Por supuesto estamos hablando de un proceso, no de un evento puntual, y así seguirá habiendo observación de la Tierra por satélite durante décadas, aunque cada vez será menor y más marginal. Queda ver si como sociedad somos capaces de encarar no ya éste sino tantos otros retos como tenemos pendientes y podemos revertir la tendencia. Solo el tiempo lo dirá. 

Entre tanto, en el aquí y el ahora de los grupos de investigación que nos vemos afectados, y en el concreto caso del mío, tendremos que pensar cómo vamos capeando estas turbulentas aguas, mientras seguimos la curva de descenso inevitable de la civilización industrial. Ideas no nos faltan, talento - sobre todo el de mis compañeras - tampoco. Solo necesitamos oportunidad.

Salu2.

AMT  

viernes, 25 de julio de 2025

Ricochet


 

Queridos lectores:

Como seguramente sabrán si viven a este lado del Atlántico, el Gobierno de España fracasó recientemente en su intento de convalidar el decreto-ley de medidas urgentes para reforzar el sistema eléctrico. El decreto fue inicialmente aprobado por el Gobierno el 24 de junio, pero necesitaba ser convalidado por el Congreso en el plazo de un mes, y en la votación del pasado 22 de julio fue rechazado (y por tanto queda sin efecto). 

Se le ha dado mucha importancia a este decreto debido al sobresalto que causó el apagón general en España del pasado 28 de abril. Desde el Gobierno y desde las grandes compañías eléctricas se ha insistido en que este decreto era indispensable para evitar futuros apagones. En los últimos días, viendo que no habría una mayoría suficiente para la convalidación del decreto, las grandes eléctricas se prodigaron en declaraciones de todo tipo, inclusive diciendo que, de no aprobarse, se pondrían en riesgo inversiones por valor de 200.000 millones de euros.

Se ha hablado muchísimo sobre las motivaciones de carácter político de los partidos que han votado en contra, y se han agitado con gran aspaviento espantajos caros a los industrialistas, como asegurar que quienes se han opuesto son "negacionistas", "retardistas" o que "atentan contra la causa climática", dando por bueno el muy cuestionable argumento de que este modelo de la Renovable Eléctrica Industrial (REI) permite avanzar en la descarbonización, cosa muy discutible por muy buenas razones. Pero es que encima, esas posiciones maximalistas de los industrialistas generan mayoritariamente el efecto contrario al que persiguen, reforzando la visceralidad de los que rechazan el REI. 

En todo caso, yo quisiera dejar de lado esas consideraciones políticas y los dimes y diretes, y centrarme en las cuestiones más de carácter técnico. En particular, qué es lo que dice el decreto derogado y si realmente es tan grave su derogación. Y también, analizándolo, si se puede entender las causas de los partidos que han votado en contra (y a favor).

La primera observación que se puede hacer es que más que un decreto de medidas urgentes para evitar un apagón, lo que tenemos aquí es una ley ómnibus que regula muchos aspectos relacionados con el mercado eléctrico. Peor aún, las medidas que se proponen son muy dispares y algunas de ellas son bastante cuestionables. Se pueden clasificar las medidas en tres grandes bloques: medidas técnicas que efectivamente sí pueden ayudar a prevenir apagones, medidas dirigidas (aunque no se reconozca) a rescatar el sector renovable, y medidas dirigidas al fomento de la electrificación de la sociedad. Esta clasificación no es exhaustiva y así queda aún un buen puñado de medidas misceláneas que no se corresponden a estos tres tipos (incluyendo algunas muy importantes y positivas, como la extensión a 5 km la distancia para constituir comunidades energéticas), pero aún así los tres tipos definidos son el grueso de la norma.

Esto ya plantea una primera reflexión: si esta norma en vez de en forma de decreto-ley se hubiera planteado como una ley, habría dado lugar a la posibilidad de que se realizaran enmiendas a los apartados concretos que son más discutibles, y producir una ley acordada por la mayoría del Parlamento. Por supuesto que una ley tiene una tramitación lenta, pero parecería más lógico haber incluido en el decreto solo las normas de tenor más técnico (que, al tiempo, son las más urgentes) y que por tanto serían menos controvertidas, y dejar para la tramitación de una ley posterior todo lo demás. Con esta argucia de meterlo todo en el mismo decreto-ley y así intentar forzar un trágala al resto de partidos (una mala praxis legislativa por desgracia habitual en España, donde se abusa de los decretos-ley), al final lo que se ha conseguido es que se haya rechazado todo, tanto lo conveniente - y urgente - como lo discutible.

Dentro de las medidas de carácter más técnico, hay muchos aspectos regulación, de supervisión y de instalación de sistemas que dotarían a la red de transporte, que opera Red Eléctrica Española, de una mayor estabilidad y robustez. Sin entrar en el detalle de cada medida, lo que cabe preguntarse es quién pagaría todos esos sistemas que se tienen que instalar - a mi entender, parte de ellos son sistemas de planta, que deben acompañar a cada planta de generación y que por tanto deberían ser pagados por sus titulares.

En cuanto a las medidas de rescate, aparecen mezcladas con otras y a veces tienen una componente de carácter general y otra realmente pensada para favorecer (por no decir rescatar) al sector renovable. Conviene recordar que estamos viviendo, desde hace ya unos meses, un progresivo hundimiento y desinversión en energía renovable y sus derivados, no solo en España sino en el mundo, fruto del fracaso a estas alturas innegable del REI que tanto hemos discutido y sobre al que ahora no volveré. Lo que más se ha discutido estos días es la pérdida por caducidad de las concesiones de acceso a la red para los proyectos aún no acabados (los llamados hitos administrativos), con fechas de ejecución en varias fases y que el decreto ampliaba por tres a cinco años. Obviamente, la pérdida de estos derechos de conexión es un gran varapalo, pero no olvidemos que actualmente hay un exceso de capacidad de generación eléctrica en el estado español (130 GW de potencia instalada para un consumo medio de 26,5 GW) y que realmente ya no hay tanto negocio (y por eso los inversores llevan tiempo retrayéndose). Para mi son mucho más importantes otras medidas que claramente buscaban mejorar la rentabilidad de los proyectos renovables con argucias cuanto menos feas (como eximir en ciertos casos de las declaraciones de impacto ambiental, promover la utilidad pública que favorece expropiaciones forzosas, o dar ciertos privilegios de acceso a las instalaciones con baterías). Justamente, uno de los aspectos que probablemente va a ser el caballo de batalla de los próximos años va a ser el de las instalaciones híbridas, consistentes en renovables y bancos de baterías, que tanto servirán para generar electricidad como para almacenar y ayudar a regular la red. En realidad, dada la clara contracción del negocio de la producción renovable, muchas empresas del sector se están posicionando para dar un nuevo servicio, el de regulación de la red usando baterías. El problema de las baterías, además de sus elevados costes, es que no son generación de electricidad, no producen energía, sólo la gestionan, así que en realidad son más bien un coste. En ese sentido, el decreto abonaba el terreno para que se retribuyese de varias maneras este tipo de instalaciones, siendo el modelo de hibridación una de las fórmulas que más posibilidades ofrecía, tanto a través de ayudas y subvenciones como con un acceso ventajoso a la red.

Otra de las medidas llamativas de rescate es la rebaja temporal y solo aplicable a 2025 de las horas mínimas de funcionamiento exigidas a las plantas fotovoltaicas para poder acceder al régimen de retribuciones que tienen. Esta medida busca compensar el hecho de que desde el 28 de abril se ha forzado una mayor generación con centrales de ciclo combinado para garantizar la estabilidad de la red, y en general el aumento de curtailments por necesidades técnicas. Con una red saturada de plantas fotovoltaicas, es imposible que todas las plantas puedan acceder al régimen de retribución, no ya este sino ningún año a partir de ahora, pero obviamente la esperanza del legislador es que muy rápidamente se instalen un montón de baterías y sistemas de estabilización y se puede conseguir producir más y más energía fotovoltaica. 

Por último, están todas las medidas pensadas para favorecer la electrificación de la sociedad, que en realidad son medidas pensadas para incrementar el consumo eléctrico. Recordemos que en España, al igual que en la Unión Europea, el consumo de electricidad lleva cayendo, con altibajos, desde 2008.

 

Estas medidas son las clásicas, incluyendo - cómo no - el fomento del coche eléctrico. Por supuesto, una perspectiva completamente alejada de la realidad social de España, y es que aún no han conseguido entender por qué el consumo de electricidad continúa estancado desde hace años en el 23% del consumo de energía final, y que, de hecho, en cifras absolutas sigue cayendo. Algún día, alguien debería plantear una auditoría del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima y hacer una reflexión crítica de por qué las previsiones están tan alejadas de la realidad.

El fracaso de la convalidación de este decreto supone que el negocio renovable en España se encuentra en una situación crítica. Entre los curtailments y la desinversión, se vivían momentos muy críticos; pero sin el balón de oxígeno del decreto, necesario para sobrevivir el tiempo suficiente para hacer las reconversiones necesarias, muchos proyectos echarán el cierre y hay el riesgo de que el goteo se convierta en desbandada, y la desbandada en pánico. El sector entero podría colapsar, causando un daño gigantesco a la imagen pública de la energía renovable, y por abuso de extensión, ay, a la lucha contra el Cambio Climático. Todo por haber apostado ciegamente por un modelo erróneo, el REI, ignorando los repetidos signos de que no estaba funcionando. El Gobierno de España intentará relanzar el decreto por otras vías, pero el tiempo se agota y el calendario estival no ayuda. Dependiendo del clima internacional, si no hay un cambio rápido, a la vuelta de vacaciones se puede vivir una auténtica debacle. Y entonces, todos esos industrialistas que nos hostigaron a los que avisábamos de que este modelo era insostenible, deberían de reflexionar si realmente no se han equivocado con su actitud. Y, ya puestos, podrían pedir perdón. Aunque lo más importante en ese momento será ver cómo recomponer los platos rotos y cómo plantear rápidamente un modelo de transición que, éste sí, funcione, porque lo necesitamos urgentemente.

Salu2.

AMT  

jueves, 3 de julio de 2025

Distopia XIII: Ordre d'evacuació

   

- Però, per què hem de marxar?

- Avi, ja ho saps. Ja ho hem parlat moltes vegades. Va, vinga, que els pares ens esperen al cotxe. 

L'avi mirava el Jaume amb cara de perplexitat, sense entendre res, sense voler entendre res. El Jaume va sospirar, i amb veu suau i calmada, li va dir.

- Au, avi. Agafa les teves fotos i posem-les a la meva motxilla.

- Les meves fotos, no, noi. Les meves fotos, no! - va reaccionar, irat, el padrí. Va remugar dos o tres frases que el Jaume no va arribar a sentir, i després va dir, amb veu baixa - Ningú no toca les meves fotos.

El Jaume es va mirar el seu avi de fit a fit, i sense aixecar la veu però amb fermessa li va dir.

- És clar, avi. Són les teves fotos. Ningú més que tu les tocarà. Però no les voldràs deixar aquí, oi que no? 

- No, no, és clar - va dir l'avi - això mai... Però, per què hem de marxar?

- Avi, ja ho saps. Han donat l'ordre d'evacuació. Tothom ha de marxar - va donar uns segons perquè l'ancià assimilés el que acabava de dir, i va afegir - Avui és l'últim dia per marxar. No podem esperar més. Avi, que ja comença a fer massa calor, pensa que demà som abril ja!

- Sí que fa de calor, sí - va dir l'avi, pensiu - Què dius d'abril, nen. Al mes d'abril no fa calor encara, mainada!

- Això era així quan tu eres nen, avi, però ara el mes d'abril fa una calda de morir-se. Avi, no podem esperar més, hem de marxar.

De sobte, el pare va aparèixer a la porta de l'habitació.

- Què feu encara aquí? Hem de marxar ja, au. Ja són les vuit del matí.

L'aire tenia aquell sobreescalf enganxós de quan ja no refreda a la nit molts de dies seguits. El pare estava tot suat, només de l'esforç de carregar les últimes coses al cotxe. Va mirar l'avi amb cara de pomes agres, amb un indissimulat retret als ulls, i va obrir la boca per dir quelcom que segur no calia, però el Jaume va fer un xiscle i li va fer que no amb la seva mirada, ben enfadat. El pare es va quedar parat, va tornar a mirar a l'avi, després al Jaume i va dir.

- Hem de sortit quan abans millor. El cotxe ja no està per a gaires romanços, i si ens agafa la calor forta no sé jo si el radiador aguantarà. M'estimo més marxar amb la caravana de refugiats, com a mínim no hi serem sols, o sigui que espavileu. Teniu cinc minuts.

I sense donar temps a respondre va marxar.

El Jaume es va quedar quiet un moment, mentre l'avi semblava estar paint el que acabava de dir el pare.

- Però - va dir amb un fil de veu - quina dèria l'ha agafat a tothom de voler marxar...

- Avi, ho ha ordenat el Govern. Ningú no es pot quedar aquí ja. Tots hem de sortir d'aquí, o sinó...

- O sinó què, fill? O sinó què? - l'avi va clavar la seva mirada sobre el seu net.

- O sinó morirem, pare - la veu suau però plena d'autoritat de la mare va respondre des de la porta.

La mare va entrar a l'habitació, i es va posar molt a prop del seu pare, front gairebé fregant front, els ulls mirant als ulls, mentre l'agafava les mans.

- Pare, agafa les fotos. Les de la mare, les del casament, les del meu bateig i el meu casament, les del bateig de la Marina i el seu casament, les fotos amb els nets... 'gafem-ho tot i marxem, pare.

Els ulls de l'avi tremolaven, una mica humits.

- Però, Marta, filla, perquè moriríem si ens quedem aquí? Aquesta és casa nostra, bé, és casa vostra però també d'aquest pobre vell.

- Demà tallaran l'aigua i la llum, pare - la mare va començar a agafar les fotos amb moviments lents però precisos, una per una, donant-li al seu pare i guiant la seva ma tremolant i confosa dins de la motxilla del Jaume - i no podem viure sense llum i sense aigua, pare. La calor ens mataria el primer dia.

- Però, Marta, perquè tallen l'aigua i la llum? Aquest dròpols ens volen fer fora a la força!

- No, pare. Aquí ja no es pot aguantar. Aquesta casa fa figa, pare. Les parets estan cremades pel sol i la pols, i no sé jo si aguantarien una nova tempesta.

- Però Marta - els ulls de l'avi es van il·luminar de cop - podem anar a la masia! Jo allà hi he viscut tota la vida, tenim aigua al pou i s'està més fresc.

La mare continuava guiant les mans del seu pare, poc a poc endreçant les fotos dins la motxilla.

- Pare, la masia ja no hi és. No te'n recordes? Es va enfonsar amb la tempesta del 34. Per això et vas venir a viure amb nosaltres.

- És cert, és cert - l'avi semblava una mica confós - aquest vell cervell meu a vegades té problemes per recordar.

La mare seguia endreçant, guiant les mans del iaio amb suavitat, a la velocitat justa per no esverar-ho. Mirant el quadre, el Jaume va pensar en com s'ho feien les mares per fer-te fer el que elles volen i que sembli que ho has fet tu.

- A sobre - va prosseguir la mare - el pou es va assecar, pare, se'n recorda? Quan tots els arbres es van morir...

- Ai, sí, i els que van arrencar aquells malparits! - la ma de l'avi es va tancar en un puny, i la mare es va esperar uns segons, els precisos però cap més, perquè es relaxés de nou i seguir endreçant.

- Sí, pare, vam perdre els arbres i sense ells el terra es va assecar, i després el pou, i en poc temps allà no creixia res. I després va venir la tempesta i adéu-siau masia.

- Adéu-siau... - va repetir maquinalment l'avi. Les fotos ja estaven totes endreçades a la motxilla, i la mare va començar a passar la cremallera - Però, Marta, i la Marina? Perquè no anem amb la Marina? Té una casa enorme i preciosa, més amunt, a la muntanya, allà mai fa calor - els seus ulls l'humitejaven.

El Jaume va sentir fred al cor. La mare es va aturar de cop. El seu cos va reaccionar instintivament, com si de cop li faltés l'aire. Va respirar fondo i es va donar un segons per refer-se, recuperant la compostura. Després, va tornar a parlar amb el mateix to suau però ple de seny i d'autoritat.

- Papa, la Marina és morta. Ella i tot la seva família. Jo ho saps. No hi ha casa a on anar. Només podem marxar, papa - la Marta va tocar la galta del seu pare amb el palmell - Papa, si hi hagués alguna manera de quedar-se aquí, saps de sobres que jo em quedaria. Però no pot ser, papa. I hem de pensar en els nens - va desviar la seva mirada al Jaume, conduint també la carona del seu pare cap al net.

El Jaume es va sentir molt incòmode, però no es va moure del lloc. El seu avi però va reaccionar per fi, com sortint d'un somni.

- Tens raó, Marta. Tens raó. Tens raó com l'has tingut sempre, filla. Pobre Marina - l'avi no va fer res dissimular els dos reguerots que li baixaven per les galtes, però se'n va encaminar a la porta mentre la mare li passava el braç per les espatlles. Just en passar la llinda, va girar el cap al Jaume i li va assenyalar la motxilla, que havia quedat al terra.

El Jaume va agafar la motxilla i va començar a caminar seguint les seves passes, però es va aturar uns segons per mirar enrere. Aquella era la seva casa, el lloc al que havia passat la seva infància. Tots aquells records quedarien sepultats sota la pols seca de l'ardent desert en que acabaria convertint-se tota la seva ciutat.

El Jaume, però, ja no era un nen. Ja no. El poc que li quedava, l'havia arrencat aquella calor, aquelles tempestes, aquelles morts de la gent que s'estimava... Com trobava a faltar el seu cosí Oriol, Déu meu.

Ja no ho era, de nen, però tampoc no hi havia temps per ser-ho. Va sentir la veu del seu avi, uns metres endavant, una mica esmorteïda pel clàxon que el pare, impacient, havia començat a fer sonar.

- I ara, on anirem, Marta? On anirem?

- Al nord, papa. Sempre cap al nord.

 

Antonio Turiel.

Juliol de 2025.  

 

P. Data: Los lectores habituales habrán comprobado que, contariamente a lo normal en este blog, este post no está escrito en castellano sino en catalán, pero creo que la ocasión lo merecía.

miércoles, 2 de julio de 2025

Yo acuso


 

*En vísperas de la tormenta que destruirá la ciudad de Barcelona.

Yo acuso.

Acuso a las administraciones, pasadas y actuales, que en medio del caos climático creciente, decidieron que no era un tema lo suficientemente importante como para tomar medidas adecuadas para prepararnos.

Pero acuso principalmente al actual Govern de la Generalitat y al actual consistorio de l'Ajuntament de Barcelona de vivir de espaldas a los crecientes signos del peligro. Los acuso por ser los que conozco mejor, pero también acuso con ellos a todos los gobiernos municipales, autonómicos y del estado español, por la misma temeridad e imprudencia.

Cuando tenemos, ahora mismo, un mar Mediterráneo con una temperatura superficial 3 grados superior a la que tenía en 1980, y en algunas zonas llegando a 5 grados. Cuando estamos sufriendo una de las peores olas de calor marina, en extensión, duración y amplitud, en el Mediterráneo Occidental.

Cuando sufrimos una terrible DANA en la ciudad de Valencia hace 8 meses, lo cual pudo ser tan destructiva, entre otros motivos, por un mar anómalamente cálido, que proporcionó más energía y más agua precipitable a las tempestades.

Cuando los estudios recientes nos muestran que la tasa de calentamiento global se ha multiplicado por cuatro durante la última década y que se está alterando completamente la circulación del océano y la atmósfera, con consecuencias que aún no somos capaces de anticipar. 

Cuando se están ignorando todos los avisos de la comunidad científica, de los grupos ecologistas, de la payesía y de la ciudadanía en general, que dicen que así no, que por aquí no.

Por todo eso, yo les acuso.

Yo les acuso de promover obras que solo sirven para acrecentar el desastre, como la ampliación del aeropuerto de Barcelona o el desbroce de amplias zonas para el paso de nuevas líneas de alta tensión para la evacuación de una hipotética energía eléctrica renovable que no tiene demanda. Simplemente porque solo son capaces de pensar en hacer negocios como siempre, cuando nuestro mundo ha cambiado para siempre y es algo completamente diferente ahora mismo.

Yo les acuso de, a pesar de tener, en este mismo momento, avisos meteorológicos muy claros, como la actual ola de calor y los nada alentadores pronósticos para las próximas semanas, de no haberse lanzado a una campaña de protección de la población, sobre todo la más vulnerable.

Yo les acuso de no haberse preparado para una necesidad masiva de refugios bioclimáticos, y máxime en una situación de interrupción del servicio eléctrico después de una catástrofe. Y de no haber previsto cómo ofrecer agua, alimentos, cobijo y asistencia médica oportuna en medio de la catástrofe prevista.

Yo les acuso de no haber previsto, ni para Barcelona ni para ninguna otra parte, de medidas para disminuir las pérdidas humanas en caso de grandes avenidas, de no haber estudiado qué zonas serían más vulnerables, qué edificios o calles se hundirían.

Yo les acuso de no haber gobernado para la mayoría, para la gente que les ha escogido para representarles.

Pero, por encima de todo, yo les acuso de todas y cada una de las muertes que podían haber evitado y no quisieron evitar por primar una visión miope centrada en el beneficio económico de unos pocos.

Y mi rencor será eterno por el dolor de todas esas personas a las que conozco y que quiero, y que perderán la vida porque ustedes estaban más pendientes de complacer al rico que de servir a los ciudadanos. 

Antonio Turiel

2 de julio de 2025

 

* No hay que tomar esa frase inicial, impactante, al pie de la letra. Obviamente, la tempestad no llegará mañana, si no en un período indefinido de tiempo aunque en todo caso no será de muchos años. Y por supuesto Barcelona no quedará completamente destruida, pero sí que sufrirá daños importantes que la afectarán durante años (o hasta que la siguiente tormenta haga aconsejable ir abandonando cosas). Por último, quizá Barcelona tenga suerte en el futuro más inmediato y sea otra ciudad la que reciba el castigo: poco importa.

martes, 24 de junio de 2025

Crónicas de la caída: Junio de 2025


Queridos lectores:

No me esperaba yo que tan pronto tuviera que escribir un nuevo post de esta serie dedicada a los eventos abruptos que van a marcar esta fase del descenso energético y material de nuestra sociedad, pero está visto que desde que Donald Trump accedió a la presidencia de los EE.UU., este tipo de turbulencias se van a dar con mayor frecuencia. Conste que yo opino que el Sr. Trump es más bien el síntoma, y no la enfermedad, pero está claro que esta etapa va a ir bastante ligada a su presencia.

Diversas noticias han marcado la actualidad mundial durante las últimas semanas, pero particularmente lo ha hecho la escalada militar impulsada por el estado de Israel. Mientras prosigue su campaña de exterminio de la población palestina (con la aquiescencia y beneplácito de los gobiernos occidentales, aunque no necesariamente de las poblaciones de esos países), Israel ha subida su apuesta con una agresión directa a Irán con un bombardeo inicial de misiles, a la cual Irán ha respondido con sus propias armas a la que luego Israel ha replicado y luego Irán y así sucesivamente. Las cosas no parecían irle demasiado bien ni a uno ni a otro (al final, en estos juegos de guerra hipertecnificados actuales los daños son bien reales, comenzando por los que sufre la población), cuando, de repente y a instancias de Israel, EE.UU. ha decidido hacer acto de aparición, bombardeando las instalaciones de enriquecimiento de uranio de Irán, como muestra de que no van a permitir que ese país consiga la bomba atómica (que es la excusa habitual para hostigar a Irán, a pesar del hecho cierto de que en todas estas décadas nunca ha fabricado una bomba y que al parecer el propio ayatolah Jamenei considera inmoral ese tipo de bombas).

No voy a entrar en el análisis geostratégico del juego de ataques y réplicas, porque no es mi fuerte, pero parece bastante claro que hay un interés por todas las partes en mantener una cierta tensión pero sin llegar a una escalada hasta las últimas consecuencias. Israel no ha atacado todas las refinerías de Irán (un blanco fácil y que causaría un auténtico caos económico y logístico), solo y marginalmente una planta de gas, mientras que Irán no ha destruido las pocas plantas eléctricas de Israel (también un blanco fácil con enorme impacto social y económico). Por su parte, EE.UU. ha atacado Irán pero lo ha hecho de manera contenida, en instalaciones que habían sido previamente evacuadas y aparentemente con menos fuerza de la que se pretende hacer creer. Como réplica, Irán ha lanzado varios misiles lentos (recordemos que tiene supersónicos) contra una base americana en Catar, los cuales fueron completamente interceptados.

En resumidas cuentas, da la impresión de que nadie quiere llegar demasiado lejos en este macabro juego de golpes y contragolpes, y eso los mercados parecen descontarlo, ya que por ejemplo el precio del petróleo no ha subido mucho, y hoy mismo por ejemplo ha pegado un bajonazo muy importante.

Se tiene que decir que la actual situación es conveniente para tanto los EE.UU. como para Irán y otros países, en su mayoría aliados de los EE.UU. Una situación de tensión e inestabilidad favorece un precio del petróleo más elevado, y eso ahora mismo es algo completamente necesario para los EE.UU. Se estima que con los precios de 60$ por barril en los que estábamos estancados en las últimas semanas, uno de cada tres pozos de fracking había cerrado. Para mantener viva y en forma esta industria vital para los EE.UU., se necesitan precios de 80$ por barril o más. También necesita precios en ese rango Arabia Saudita, si quiere enjugar sus déficits públicos, y algo parecido le pasa a Irán. La guerra arancelaria que desató Trump (y que en su momento debió parecerle buena idea) ya ha originando una cierta recesión económica y con ella una caída de precio del petróleo; ahora, estos intercambios bélicos permiten compensar en parte ese efecto. Por cierto que esta dinámica de shocks de destrucción de demanda y amenaza de destrucción de oferta se conjugan bien, aunque sea algo peculiar, con un fenómeno que conocemos bien: la espiral

Desgraciadamente, se está jugando con fuego y en algún momento alguien puede cometer un error y rebasar alguna línea que no se debe de rebasar. Al final, hay seres humanos tomando las decisiones finales, y el problema con los seres humanos es que frecuentemente tienen reacciones emocionales y no perfectamente frías y racionales.

Lo peor que podría pasar para la economía mundial es que Irán decidiese el cierre total del estrecho de Ormuz, por donde pasa el 20% de todo el petróleo que se produce en el mundo, pero que también representa el 40% de todas las exportaciones de petróleo. Eso, para regiones que son grandes importadoras como Europa o China hace que Ormuz sea algo crítico.

Cerrar completamente Ormuz (por ejemplo, sembrándolo de minas, que costaría muchos meses barrer) es lo más próximo que tiene Irán a un ataque con armas nucleares. De manera prácticamente instantánea pondría la economía mundial de rodillas, con un precio del barril que podría llegar a superar los 150$. Sin embargo, uno de los grandes perjudicados sería China, aliado de Irán, mientras que a EE.UU. solo le afectaría marginalmente. Por eso, el cierre total de Ormuz es una solución extrema para Irán, a la que solo recurrirá si se enfrenta a un peligro existencial.

Una situación diferente se plantearía si se diera un cierre selectivo de Ormuz. De esa manera, Irán podría dejar pasar solamente aquellos petroleros con dirección a la India o a China, mientras que retendría o ralentizaría el resto. Irán podría hacer esto usando patrulleras, siempre y cuando no apareciera una potencia extranjera con sus buques de guerra. Si Irán consiguiera implementar ese tipo de cierre, el principal problema sería para Europa. Obviamente, Europa maniobraría para conseguir el petróleo por otros modos (recordemos que es algo habitual que la carga de un petrolero cambie varias veces de manos y hasta de destino en los meses que dura su travesía) y esto empujaría el precio al alza, pero no sería igual que con un cierre total porque Europa no podría encontrar reemplazo para todo y el precio moderaría su subida. Al final, Europa tendría que enfrentarse con un problema diferente al de la carestía y con el que conviven centenares de millones de personas cada día: la escasez. Para agravar la situación, de manera paradójica se podría dar que algunos países aprovecharan los precios altos no para aumentar la producción de petróleo sino para disminuirla. Tal podría ser por ejemplo la situación de Nigeria (uno de los principales proveedores de España), que ahora mismo sufre escasez de combustibles en su territorio porque prefiere destinar el petróleo a la exportación; si el precio sube mucho, podría reducir sus exportaciones para garantizar la paz social en su casa. 

Estos serían escenarios catastróficos para una Europa actualmente desorientada, que se está centrando sus esfuerzos económicos en una medida tan absurda como destinar el 5% del PIB a la compra de armamento para prepararse para una fantasmagórica guerra con Rusia, cuando en realidad sus problemas son otros. 

Para Europa, el cierre de Ormuz, incluso selectivo, aceleraría la caída económica del Viejo Continente. Hay tiempo aún para reaccionar, para tomar medidas que avancen en la transformación industrial y energética que necesitamos, pero ese tiempo se nos agota rápidamente. 

Y al mismo tiempo, nos preparamos para lo que parece que va a ser un verano con temperaturas sin precedentes. Tengan cuidado ahí fuera.

Salu2.

AMT 

P. Data: Otro día hablaremos de los informes que han salido recientemente sobre el apagón eléctrico en España del día 28 de abril de 2025, que también tienen mucha tela que cortar...