viernes, 30 de mayo de 2014

Entrevista a Gaël Giraud

Queridos lectores,

David Hervás me ha enviado la siguiente traducción de una entrevista que se publicó hace unas semanas en el blog especialista francés Oilman. Matthieu Auzanneau entrevista a Gaël Giraud, investigador del Centro de Economía de la Sorbona sobre la relación entre energía y economía. Una buena entrevista con muy buenas explicaciones. 

Agradezco a Matthieu su permiso para publicar traducciones de sus posts aquí, y a David por hacer el esfuerzo de traducir este post.

Salu2,
AMT 


Gaël Giraud, del CNRS: « El verdadero papel de la energía va a obligar los economistas a cambiar de dogma »
Entrevista de Matthieu Auzanneau a Gaël Giraud.
Traducción: David Hervás


Contrariamente a lo escrito en todos los manuales de economía, la energía (y no el capital, sin ella inerte) se revela como EL factor esencial del crecimiento, según Gaël Giraud, 44 años, director de investigación en el CNRS y jesuita. Economistas, ¿persistiréis después de dos siglos en el mismo error fatídico?

Gaël Giraud, director de investigación en el Centro de Economía de la Sorbonne, especializado en economía matemática, y miembro desde 2004 de la Compañía de Jesús. [Agencia Sipa].

¿Cuáles son según usted los indicios de un vínculo íntimo entre consumo de energía y crecimiento de la economía?

Desde hace dos siglos, desde los trabajos de Adam Smith y de David Ricardo, por poner un ejemplo, la mayoría de los economistas explican que la acumulación del capital es el secreto del crecimiento económico inédito que han conocido las sociedades occidentales y después una parte del resto del mundo. Marx estaba también convencido de esta aparente evidencia. Ahora bien, históricamente, la acumulación del capital (en el sentido moderno) no comenzó en el siglo XVIII con el comienzo de la revolución industrial, sino al menos doscientos años más temprano. Inversamente, la primera “revolución comercial” de los siglos XII y XIII, que permitió a Europa salir del feudalismo rural, coincide con la generalización de los molinos de agua y de viento. Una nueva fuente energética, además de la fotosíntesis (agricultura) y de la fuerza animal, estaba disponible. Asimismo, ¿quién puede negar que el descubrimiento de las aplicaciones industriales del carbón, después del gas y del petróleo (y más recientemente del átomo) ha tenido un papel decisivo en la revolución industrial, y por lo tanto, como motor del crecimiento? De 1945 a 1975, los “treinta gloriosos”, ha habido un período de crecimiento acelerado y también de consumo inédito de hidrocarburos. Desde entonces, el planeta no ha vuelto a alcanzar nunca la velocidad de consumo de energías fósiles de la posguerra. Es una buena noticia para el clima. Pero esto no es ajeno tampoco al hecho de que ya no hemos vuelto a las tasas de crecimiento del PIB de los gloriosos treinta. 


Durante los diez últimos años en Francia, el consumo de energía y de petróleo en particular ha disminuido, mientras el PIB ha progresado. ¿Esto no está desmintiendo que exista un vínculo entre consumo de energía y crecimiento económico?

El consumo de energía primaria francesa ha pasado de 255 millones de toneladas de equivalente petróleo (MTep) 2000 a 265 MTep 2004. Ha declinado luego ligeramente hasta 2008, antes de conocer un bache en 2008-2009, seguido de un segundo bache en 2011. Luego ha tocado suelo (¿provisional?) de 245 MTep en 2012. El PIB francés ha conocido variaciones análogas, sólo que más suaves. Todo esto es normal en la medida que, afortunadamente, la energía no es el único factor de producción que tira del PIB. El trabajo realizado con Zeynep Kahraman, miembro del Shift Project (1),  muestra que la eficacia energética desempeña un papel mayor, por delante el capital.


Es evidente que a largo plazo existe una relación extremadamente estable entre el consumo de energía y el crecimiento del PIB. Se encuentra la misma correlación cuando se amplía la perspectiva no sólo en el tiempo, sino en el espacio. Para países importadores como Francia, la externalización del consumo de energía a través de las importaciones conduce a subestimar la influencia de la energía en la evolución del crecimiento económico. La estimación de la relación entre energía y crecimiento es mucho más fiable a escala mundial que a escala nacional.

Crecimiento mundial de la economía, del consumo de energía y del consumo de petróleo
Sus trabajos desembocan en una conclusión que diverge totalmente de los análisis clásicos: “la elasticidad” (2), es decir la sensibilidad del PIB por habitante al consumo de energía es, según usted, del orden de 60 %, y no de menos del 10 % (o sea, el coste de la factura energética en la producción), como indica la literatura económica habitual. [Dicho de otra manera, si el consumo de energía aumenta un 100 %, la teoría económica convencional predice que el ascenso inducido del PIB por habitante se limitará a menos de 10 %. Según Gaël Giraud, la observación empírica muestra que el aumento es en realidad de 60 %, ¡nada menos!]
¿Cómo justifica esta enorme diferencia?


La razón profunda de esta diferencia, es evidentemente el bajo nivel del precio de los hidrocarburos, incluso hoy en día.


Muchos economistas postulan que el mercado internacional de la energía está en equilibrio, y que los precios que emergen reflejan las tensiones reales que se expresan sobre este mercado. Primeramente algunas matizaciones sobre esta idea de un equilibrio natural. El precio de la mayoría de las energías fósiles está influido por el del petróleo y, recientemente, por el del gas.


Ahora bien el precio del petróleo, como el del gas de esquisto norteamericano, no resulta de un puro encuentro competitivo de la oferta y de la demanda. Ambos están sujetos a diversas manipulaciones. Resulta que el modo de fijación del precio del petróleo spot, entregable a corto plazo, se parece más a la fijación de los tipos de interés interbancarios del LIBOR que a las ficciones ideales de los manuales de economía. Sabemos hoy que estos tipos interbancarios del LIBOR han sido manipulados a conciencia por varios bancos de la City de Londres durante años y con la complicidad pasiva de su regulador, el Banco de Inglaterra.


Asimismo, el precio del petróleo es un asunto políticamente muy sensible, no es asombroso que esté sujeto a diversas presiones. Por ejemplo, la caída del precio del petróleo durante la segunda mitad de los lo años ochenta no es ajena a la estrategia de Washington que pretendía estrangular la economía de la URSS [pidiendo al aliado saudí de abrir sus compuertas de bruto a fondo, NDLR], lo que condujo a precipitar la caída del imperio soviético. No pretendo que este anti-shock petrolero de los años ochenta sea resultado únicamente de esta iniciativa de la administración Reagan, pero que se entienda a través de este tipo de ejemplo, la naturaleza en parte geopolítica del precio del oro negro.


El escalón superior de los mercados internacionales (el de los mercados financieros, el precio de los futuros, los contratos de entrega a plazos sobre el petróleo), están también sometidos a movimientos de capitales que no tienen nada que ver con la realidad económica de la energía, sino que tienen que ver con estrategias especulativas puestas en marcha por un puñado de grandes bancos de inversiones estadounidenses.

Finalmente, el gas de esquisto norteamericano es sin duda objeto de un dumping a la baja, favorecido por subvenciones más o menos escondidas de la administración estadounidense.


Resulta de todo esto una desconexión bastante fuerte entre las realidades estrictamente económicas de los hidrocarburos y sus precios.


Volvamos sobre el punto clave: el grado de elasticidad del PIB en relación con la energía es según usted ampliamente subestimado...


Si a pesar de las observaciones preliminares que acabo de hacer, creen, como la mayoría de los economistas universitarios, que el precio de la energía refleja fielmente la oferta y la demanda real, y sí además sostienen que la industria de los hidrocarburos no está sometida a ninguna restricción del lado de la extracción, entonces concluirán tranquilamente que la elasticidad del PIB respecto a la energía es cercana a la participación del coste de la energía en el PIB, lo que se llama su “cost share” en inglés. Es menos del 10%, en efecto. Es este razonamiento el que permite a ciertos de mis colegas economistas, erróneamente en mi opinión, pretender que la energía es un asunto marginal.


Admitamos un instante, que el precio del petróleo sea de verdad un precio de mercado competitivo. Incluso en ese caso, es evidentemente erróneo el pretender que la extracción física de los hidrocarburos no está sometida a ninguna restricción geológica, política, etc. Ahora bien, en cuanto se reintroducen este tipo de restricciones, se puede fácilmente mostrar que (incluso en un mercado puramente competitivo), habrá una desconexión completa entre la elasticidad y la parte de la energía en el cost share: los cálculos hacen aparecer precios “fantasmas”, los cuales reflejan la potencia de las restricciones exteriores y deforman el cost share a la baja en relación con la elasticidad. Esta observación ha sido hecha desde hace mucho tiempo por un físico alemán, Reiner Kümmel, así como por el americano Robert Ayres. Sin embargo, la mayoría de las economistas continúan sosteniendo que la elasticidad de la energía es igual a su cost share, es decir muy débil, sin haber ido a mirar más de cerca. Opino que eso es debido, en profundidad, al hecho que muchos economistas prefieren mirar precios y cantidades monetarias antes que las cantidades físicas. Lo que es paradójico, ya que muchos de sus modelos funcionan en realidad como modelos sin moneda! (Sé que esto es sorprendente, pero haría falta otra entrevista para explicar este punto...)


Mis propios trabajos empíricos sobre casi cincuenta países, y abarcando más de cuarenta años, muestran que en realidad la elasticidad del PIB respecto a la energía primaria está comprendida entre el 40 %, para las zonas menos dependientes del petróleo, como Francia, y el 70 % para Estados Unidos, con una media mundial que oscila en torno al 60 %.


Usted cree que la elasticidad (la sensibilidad) del PIB respecto al capital es por consiguiente mucho más débil que lo que es admitido corrientemente.


¿Qué consecuencias extrae acerca del nivel de los precios de la energía por un lado, y por otro lado sobre la remuneración del capital?


Una de las consecuencias de la reevaluación al alza de la elasticidad del PIB en relación a la energía es, en efecto, una reevaluación a la baja de la elasticidad en relación al capital. Según los manuales, esta última debería nuevamente ser igual al cost share del capital, tradicionalmente evaluado entre el 30 y el 40 % del PIB. Lo que yo encuentro son elasticidades que son la mitad de éstas , y eso incluso adoptando definiciones empíricas
amplias del capital, como la de Thomas Piketty. Se podría estar tentado a deducir que el capital está sobre-remunerado, y que la energía está sub-remunerada. Esto no es necesariamente falso, pero, desde mi punto de vista, este tipo de conclusión implica continuar pensando como si la igualdad de la elasticidad y del cost share tuviera que ser verificada en un mundo ideal.


Ahora bien, y es un punto fundamental, no conozco ninguna demostración totalmente convincente de esta igualdad. Aunque el precio de la energía (o del capital) estuviera fijado sobre un mercado mundial perfectamente competitivo, lo que no es de ninguna manera el caso, y aunque se creyera que las compañías petroleras no están sometidas a ninguna restricción externa a su negocio (de forma que ningún “precio fantasma” vendría a
deformar la relación elasticidad/cost share, lo que es una ficción), incluso en un mundo tan ideal, esta igualdad quedaría todavía bajo sospecha. Esto está ligado al hecho de que la micro-economía tradicional sufre numerosos errores internos, aproximaciones y otros cortocircuitos intelectuales, que vuelven sus conclusiones extremadamente frágiles. Un excelente libro, redactado por un economista australiano, Steve Keen, trata de estos problemas de apariencia técnica, pero que son en el fondo decisivos para el debate político contemporáneo. Estoy haciendo la traducción con Aurélien Goutsmedt, que aparecerá en el otoño próximo (L'Imposture économique, Steve Keen, Ed. de l'Atelier).


Desde los años sesenta, la relación entre el consumo energético y el PIB mundial es casi constante (cada punto corresponde a un año en particular). En este gráfico, por Jean-Marc Jancovici, fundador del Proyecto Shift, muestra que a nivel mundial, la eficiencia energética apenas ha mejorado desde hace cincuenta años.

Usted sostiene que hay un tipo de “fuerza de atracción” entre el consumo de energía y el ritmo de crecimiento del PIB. Ambos aparecen “co-integrados”, es decir que estarían abocados perpetuamente a coincidir, al cabo de cierto tiempo.

¿Existe un vínculo de causa- efecto entre la energía disponible y el nivel de actividad económica, o al contrario del nivel de actividad económica sobre el consumo energía, o bien se trata de un vínculo recíproco?


Esta cuestión ha sido ya estudiada abundantemente por los economistas especializados en la energía. Hoy en día, ya no hay duda sobre la índole co-integrada de la energía y del PIB. Mis trabajos muestran que la fuerza de atracción entre estas dos magnitudes es tal que después de un choque exógeno (un crac financiero, por ejemplo), estas variables sólo tardan un año y medio de media en retomar su relación de largo plazo . Si miráis la secuencia 2007-2009, es lo que se observa.


Me plantea con toda la razón la cuestión de la relación de causalidad: ¿es el consumo de energía que causa el PIB o bien lo inverso? En esto, incluso los economistas energéticos están muy divididos. Mis trabajos con Zeynep Kahraman se inclinan claramente a favor de una relación causal unívoca del consumo de energía primaria hacia el PIB, y no a la inversa. Jean-Marc Jancovici (3) había anticipado ya este resultado desde el momento en que, observando por ejemplo que como consecuencia del crac del 2007, el declive del consumo de energía precede el declive del PIB en un número importante de países. Como indica el sentido común en física, una relación de causalidad no puede traducirse en otra cosa que en una precedencia temporal de la causa sobre el efecto. Es exactamente lo que confirma mi trabajo.
 

Hay muchos malentendidos sobre esta cuestión de la causalidad. La causalidad es una noción metafísica: incluso la mecánica newtoniana no pretende demostrar que la gravedad universal hace caer las manzanas de los árboles! Todo lo que puede decir, es que dispone de un modelo en el que una magnitud llamada fuerza gravitatoria se manifiesta por el movimiento de las masas, y que este modelo no ha sido nunca refutado – ¡para velocidades débiles con respecto a la luz, evidentemente! En nuestro asunto ocurre lo mismo: : todo lo que podemos decir, es que observamos una relación empírica entre la energía y el PIB, que puede interpretarse estadísticamente como una relación causal.

¿Desde su punto de vista, en qué medida la crisis de 2008 podría ser un tipo de shock petrolero?


El argumento es fácil de concebir: en 1999, el barril estaba a 9 dólares. En 2007, giraba en torno a 60 dólares (antes de elevarse a 140 dólares a causa de la tormenta financiera). Nuestras economías han conocido, pues, un tercer shock petrolero durante los primeros años del siglo XXI, de la misma amplitud que aquellos de los años 70, aunque más extendido en el tiempo. Ahora bien este “shock petrolero” no ha tenido el gran efecto recesivo que tuvieron los de 1973 y 1979. ¿Por qué? Ciertos economistas adelantan que eso sería debido a la mayor flexibilidad del mercado de trabajo en Estados Unidos en los años 2000, comparada a la existente en los años 1970, así como a la política monetaria muy acomodaticia llevada por la Reserva Federal estadounidense (y también por el Banco Central Europeo).


La primera explicación no me convence nada: descansa muy ampliamente sobre el postulado de la igualdad elasticidad/cost share, que ya he dicho cuan dudosa es. Apunta de manera demasiado evidente a legitimar los programas de flexibilización del mercado de trabajo, que han demostrado sin embargo su ineficacia. En cambio, la segunda explicación se acerca a lo que usted sugiere (4). La política monetaria de tipos de interés muy débiles implementada por los Bancos Centrales ha hecho posible una expansión significativa del crédito, incluso facilitada por la desregulación financiera. Dicho de otra manera, nuestras economías se han endeudado para compensar el ascenso del precio del petróleo. Como el crédito era muy barato, eso ha permitido volver el shock petrolero relativamente indoloro. Al mismo tiempo, la política monetaria, la desregulación y la miopía del sector bancario han provocado también el inflado de la burbuja de las subprime, cuyo estallido en 2007 ha desencadenó la crisis. El remedio que hizo posible amortiguar el shock petrolero ha provocado también la peor crisis financiera de la historia, que es ampliamente responsable de la crisis actual de la deuda pública, de la fragilización del euro, etc.
 

Todo transcurre pues como si estuviéramos pagando ahora el verdadero coste de este tercer shock petrolero.
 

La evolución del consumo de energía, dice usted, no es un asunto a tratar para la mayoría de los economistas. Otros trabajos análogos a los suyos (los de Robert Ayres, sobre todo) concluyen, como hace usted, que el papel de la energía en la economía está totalmente subestimado.

¿Qué recepción tiene su enfoque en la investigación económica y en el pensamiento económico en general? ¿Se hace eco entre sus colegas, o bien predica en el desierto?


La comunidad de los economistas universitarios no es nada homogénea. Algunos siguen recitando el catecismo de los manuales, de los que sin embargo tenemos razones para opinar que contienen numerosos errores de primer orden, los cuales no son ajenos a la incapacidad de una parte de la profesión para anticipar una crisis monumental como aquella de las subprime, o todavía, de imaginar otras soluciones a la crisis europea que la profundización de los programas de rigor presupuestario que, sin embargo, condenan a la deflación.


Pero otros economistas hacen un trabajo destacable: ha citado con toda la razón a Robert Ayres, hay también personas como Michael Kumhof en el FMI, James Hamilton, David Stern, Tim Jackson, Steve Keen, Alain Grandjean, Jean-Charles Hourcade, Christian de Perthuis...


Estoy convencido de que a medida que la sociedad tome conciencia del papel vital de la energía – este proceso de toma de conciencia ha comenzado ya –, la primera categoría de economistas estará obligada a cambiar sus dogmas. El resto pertenece a la sociología del campo académico.


Las restricciones del pico petrolero y del cambio climático dibujan un porvenir en el cual la máquina económica tendrá cada vez menos energía a su disposición para funcionar.


¿Estas dos restricciones implican según usted el fin próximo de la economía del crecimiento?


Sí, muy posiblemente. Sin transición energética (es decir, sin reorientación voluntarista de nuestras fuerzas productivas y de nuestros modos de consumo hacia una economía menos dependiente de las energías fósiles), simplemente no vamos a poder conseguir el menor crecimiento duradero. Aunque algunos pretenden ir a buscarlo con los dientes. Los trabajos que he dirigido con Antonin Pottier (5) sugieren que economías como las nuestras no pueden conocer más que tres regímenes a medio plazo: un crecimiento significativo acompañado de una fuerte inflación (los gloriosos treinta), la deflación (Japón desde hace 20 años, Europa y Estados Unidos entre las dos guerras), o bien un crecimiento débil acompañado de burbujas especulativas reiteradas en los mercados financieros. Europa Occidental está, evidentemente, en el tercer régimen, hacia el cual nos hemos desviado durante los años 1980, con la desregulación financiera. La cuestión que se nos plantea hoy es saber si queremos proseguir esta experiencia, al precio de la exacerbación de las desigualdades y de la destrucción paulatina del sector industrial europeo por la esfera financiera. O podemos resbalar perezosamente en la deflación (lo más peligroso), como es ya el caso para una buena parte del sur de Europa. O bien, todavía podemos intentar reanudar la prosperidad. Esta última no coincide con el crecimiento del PIB. Como sabemos, el PIB es un mal indicador. Es tiempo de cambiar. El informe Sen-Stiglitz-Fitoussi o, mejor todavía, los trabajos de Jean Gadrey y de Florence Jany-Catrice dan pistas muy prometedoras que permiten ir en este sentido. Dicho de otra manera, hacer crecer el PIB no tiene mucha importancia. De ahí la futilidad de los debates sobre el crecimiento verde, que se interrogan sobre el hecho de saber si la transición es compatible con el crecimiento del PIB. La pregunta correcta  es: ¿cómo operar la transición de manera que aseguremos trabajo para el mayor número de personas, y un estilo de vida a la vez democrático y próspero?


El antropólogo estadounidense Joseph Tainter afirma que hay una "espiral energía-complejidad"(6): "no podéis tener complejidad sin energía, y si tenéis energía, vais a tener complejidad", dice.
 

¿Qué le inspira esta afirmación?
 

El paralelismo que Tainter propone entre la dependencia del imperio romano respecto a la energía saqueada en las sociedades conquistadas, y nuestra propia dependencia energética me parece muy pertinente. El colonialismo ha constituido – esto no desagrada a ciertos historiadores, como Jacques Marseille – una gran operación de captación de recursos energéticos, por parte de un continente (Europa) en el que escasean cruelmente los recursos energéticos fósiles. Me parece bastante evidente que nuestro continente está más o menos condenado a  la decadencia si no realiza la transición energética. En cambio, estoy menos con Tainter y su tesis sobre el vínculo intangible entre la complejidad de una sociedad y su uso de la energía. ¿Acaso, esta noción de complejidad no corre el peligro de justificar la dimisión de lo político, si es comprendida como que, en definitiva las cosas son demasiado complejas para que un gobierno pueda pretender decidir lo que sea? Es cierto, por otra parte, que la desregulación financiera ha provocado una niebla de informaciones contradictorias (los precios de mercados financieros) que siembran una enorme confusión sobre las tendencias económicas, y paralizan tanto las inversiones a largo plazo como las decisiones políticas. En este sentido, la experiencia de la desregulación nos ha sumergido en un mundo confuso, más que “complejo”. Pero esto no es irreversible, y es una razón más para que no hagamos depender nuestra prosperidad de los mercados financieros. 

Siguiendo a Tainter, ¿acaso no estaremos condenados, siempre y cuando nuestra sociedad hubiese alcanzado su “pico de complejidad”, más allá del cual las ganancias de productividad de la complejidad devendrían despreciables? Puedo engañarme, pero estoy convencido, que sólo dos regiones en el mundo pueden lanzar la transición energética como vasto proyecto económico y político: Europa y Japón. En efecto, para eso, hacen falta excelentes ingenieros y una población a la vez rica y muy educada. Si Europa se convierte en el líder en la transición energética y, más globalmente, ecológica, entonces podrá, con su propia experiencia, exportar al resto del mundo su savoir-faire. Si no, estará condenada a tener que hacer la guerra, como el imperio romano, para captar la energía de los demás, tarea para la que no dispone de medios. La transición está ante nosotros: es el secreto de la prosperidad futura de Europa si, al menos, nuestro continente se da los medios para ponerla en marcha.






 

Notas:
  1. http://theshiftproject.org/fr/cette-page/ateliers-du-shift-du-6-mars-2014
  2. http://es.wikipedia.org/wiki/Elasticidad_%28econom%C3%ADa%29
  3. http://manicore.com/
  4. http://petrole.blog.lemonde.fr/2012/03/21/le-prix-du-brut-menace-encore-la-croissance-vers-une-stase/
  5. http://www.gaelgiraud.net/wp-content/uploads/2012/07/complete.pdf
  6. http://en.wikipedia.org/wiki/Joseph_Tainter
Fuente:
http://petrole.blog.lemonde.fr/2014/04/19/gael-giraud-du-cnrs-le-vrai-role-de-lenergie-va-obliger-les-economistes-a-changer-de-dogme/

martes, 27 de mayo de 2014

Perdiendo gas

Queridos lectores,

La Unión Europea se encuentra en una encrucijada histórica. En las recientes elecciones al Parlamento Europeo la mayoría de los partidos en el Gobierno o con posibilidades de estarlo han recibido un considerable varapalo por parte de los electores, mientras que opciones más radicales se van abriendo camino. La cacareada recuperación económica está a punto de demostrar que no era más que un espejismo; y especialmente en España, donde una conveniente adulteración de estadísticas ha permitido hacer creer que el PIB se recupera vigorosamente mientras que en realidad el consumo interno cae, la producción industrial no está remontando y la balanza comercial empeora mes a mes (las exportaciones ya no son el tan vitoreado "motor económico de España" puesto que claramente desde principios de año las importaciones las superan en valor económico). Pero mucho más allá de las fronteras de Europa ciertos acontecimientos recientes estrangularán aún más la capacidad económica del Viejo Continente durante los próximos años y décadas con consecuencias políticas y sociales que aún pocos se atreven a discutir.

La primera de estas noticias es el anuncio reciente de la firma de un histórico acuerdo entre la compañía rusa Gazprom (arropada por el Gobierno de Rusia) y la compañía china CNPC (controlada por el gobierno de aquel país) según el cual Gazprom se compromete a suministrar 38 millardos de metros cúbicos (en unidades americanas serían unos 1,3 billones de pies cúbicos) de gas natural al año a CNPC a partir de 2018 y durante 30 años. La Unión Europea importó en 2012 14 billones de pies cúbicos de gas natural, de los cuales aproximadamente un tercio (34%) vino de Rusia, es decir, 4,76 billones de pies cúbicos, con lo que el acuerdo ruso-chino representaría alrededor de un 27% del suministro anual de gas ruso a Europa. Está claro que a la Unión Europea le ha surgido un competidor importante por el gas natural ruso. Para poner las cosas en mejor perspectiva, fíjense en la siguiente gráfica de producción de gas natural rusa, sacada como siempre de la web Flujos de Energía y elaborada con datos el anuario de 2012 de BP:


Rusia produjo algo menos de 60 millardos de pies cúbicos de gas natural al día, es decir, unos 21 billones de pies cúbicos al año. El suministro anual actual a la Unión Europea y el previsto a China representan, respectivamente, el 22% y el 6% de la producción anual de gas de Rusia, lo cual deja clara la importancia de estas transacciones y de la dependencia económica mutua entre Rusia y la Unión Europa, la cual la primera está en mejores condiciones de disminuir que la segunda, sobre todo ahora que el problema en Ucrania las ha distanciado. Lo verdaderamente preocupante del acuerdo entre rusos y chinos es su larga duración, máxime si se tiene en cuenta que Rusia parece estar llegando a su particular peak gas. No es fácil encontrar proyecciones sobre la producción futura de gas en Rusia; la única estimación más o menos fiable que he encontrado es la del informe pormenorizado de 2013 del Energy Watch Group; de ahí extraigo esta gráfica con la previsión de producción de gas natural en Rusia.




Como se ve, mantenerse más o menos en una meseta productiva durante los próximos 15 años depende de que se desarrollen una serie de campos ya identificados (Kruzenshten, Shtokmanskoye, Tambey, Yamal y Mar de Barents); más allá, no hay nada ahora mismo y será difícil que haya algo más, teniendo en cuenta que Rusia ya empezó a poner en marcha sus campos de Siberia, los más alejados, hace casi 10 años. Las tasas anuales de declive de la producción de gas natural de los diferentes yacimientos, como se ve, son muy elevadas, siendo típico caídas del 50% en sólo 10 años. Además, como muestra la caída de 2009 (un año después del pico de precios en el petróleo), la producción es muy sensible a la inversión y a los precios sostenidamente elevados. No sería pues extraño que hacia el año 2035, con el acuerdo ruso-chino aún en la mitad de su vida, la producción de gas ruso fuera la mitad que ahora y hacia el tiempo de su expiración tan sólo llegara a ser la cuarta parte de la actual. Incluso contando con un estancamiento del consumo europeo durante esas tres décadas en aquella época Rusia tendría que decidir si exportar todo su gas a la UE o bien dejarlo parcialmente desabastecido y suministrar a su vecino del sur. Con una recesión instalada y sin poder competir con el gigante asiático, es más que probable que Europa tenga todas las de perder en esta situación.

Podría parecer que los problemas que va a tener Europa con el suministro de gas se podrían resolver confiando más en otros suministradores también cercanos geográficamente, en este caso los países del Golfo Pérsico, que son ricos en gas y petróleo (en España se alimenta la falacia del suministro inacabable desde Argelia, cuando este país ya ha superado claramente su peak oil y su peak gas particulares). Al que piense eso le resultará por tanto desconcertante una noticia aparecida la semana pasada, de acuerdo con la cual el gas comienza a escasear en el Golfo Pérsico. Y es que el gas natural, que durante años fue despreciado en una zona tan abundante en petróleo, ahora empieza a ser muy buscado porque resulta más rentable para la producción de electricidad, y aunque la noticia no lo diga también para dejar más petróleo disponible para la exportación ahora que la producción de petróleo de la OPEP ha llegado a una meseta irremontable. Pero resulta que para producir gas natural se tiene que hacer una inversión en infraestructura de almacenamiento y transporte muy elevada, la cual no siempre es fácil de amortizar teniendo en cuenta los bajos precios del gas comparado con el petróleo (en parte porque el gas es menos versátil: más difícil de manipular y almacenar, más peligroso, etc). En añadidura, como refleja el artículo, las grandes reservas de gas del Golfo Pérsico resulta que tienen más contenido en azufre y por tanto exigen más tratamiento para poderlo utilizar. Todo ello se puede resumir de una manera simple: este gas tiene una Tasa de Retorno Energético (TRE) inferior a lo esperado, lo cual se traduce en que las presumidas como grandiosas reservas de gas natural de la zona no son de manera neta tan grandiosas como se presumía (algo que a los economistas les cuesta horrores de entender). La consecuencia final y real de esta situación es que el Golfo Pérsico, en vez de ser un productor neto de gas natural, va con paso firme a ser un importador neto, con lo cual en vez de aliviar los problemas de Europa incrementa su inseguridad.

Y si Europa quisiera mirar al otro lado del Atlántico, la cosa no está mucho mejor. No detallaré aquí las razones por las cuales es completamente absurdo pensar que EE.UU. podría exportar algún día gas natural a Europa; ya lo hizo Gail Tverberg por mi. Pero es que encima los EE.UU. van a necesitar en los próximos años aumentar sus importaciones de gas natural: dejando al margen el hundimiento de la burbuja del fracking en progreso, resulta que la Agencia para la Información de la Energía (AIE, dependiente del Departamento de Energía de los EE.UU.) está falseando los datos de producción de gas natural en los EE.UU., como se explica en este artículo y se resume con este gráfico:


La franja roja representa toda la sobrestimación de producción de gas natural; lo irónico es que la curva amarilla se obtiene con los datos de producción de cada compañía individualizados... ¡que la propia AIE hace públicos! Como ven, la AIE está contribuyendo a crear una falsa apariencia de bonanza pero el engaño no se podrá mantener por demasiado tiempo. Así que no sólo los EE.UU. no van a proporcionarle más gas a Europa, sino que van a ser otro competidor más por el preciado recurso.


El gas natural, eterna promesa de combustible con menores emisiones de CO2, no es la solución a ningún problema porque su disponibilidad ya se encuentra seriamente comprometida y lo estará más en los años que vendrán; no podemos eludir el peak gas del mismo modo que no podemos eludir el peak oil. Una política energética nacional sensata tendría que tener en cuenta este factor, y también el ocaso del petróleo y el cercano pico del uranio para preparar un verdadero plan de contingencia de cara a una transición (no sólo energética, sino sistémica) que ya no puede esperar.


Salu2,
AMT 

P. Data: La cuarta noticia relevante de la semana no tiene que ver con gas, sino con el denominado shale oil (el petróleo ligero que se extrae de rocas poco porosas usando la técnica de fracking). Resulta que recientemente el servicio geológico minero de los EE.UU. ha rebajado su estimación de las reservas en la formación de Monterey, California... ¡en nada menos que un 96%! Han leído bien: las reservas inicialmente estimadas en 15,4 millardos de barriles dicen ahora que son sólo de 600 millones de barriles. Lo grave es que se estimaba que la formación de Monterey representaba el 63% del shale oil de los EE.UU., con lo que las reservas norteamericanas de shale oil son hoy un 60% inferiores a lo que eran la semana pasada... y eso hasta que reevalúen el resto de yacimientos. El ridículo sueño de la independencia energética de los EE.UU. se desvanece por momentos.

domingo, 25 de mayo de 2014

The Oil Crash llega a los cuatro millones de páginas vistas.

Una de las instantáneas del momento en que el marcador mostró los 4.000.000 de páginas vistas. ¡¡Gracias a todos los lectores que me han enviado sus capturas de pantalla!!


Queridos lectores,

Hoy 25 de Mayo de 2014 este blog, The Oil Crash, ha llegado a los cuatro millones de páginas vistas, como muestra la captura de pantalla que abre este post. Llegar al primer millón de páginas vistas llevó dos años y tres meses de la vida de este blog; el segundo millón sucedió sólo nueve meses más tarde; y el tercero en algo menos de ocho meses. Pero llegar a este cuarto millón ha llevado un poco más, unos ocho meses y medio. Podría concluirse que la progresión acelerada que había vivido el blog hasta ahora habría llegado a su cenit, cosa que tarde o temprano tendrá que pasar. Sin embargo, la razón es otra, como muestran las estadísticas mensuales de Google Analytics (la bajada aparente del último mes es debido a que Mayo no ha terminado aún):




En suma, hubo una brusca caída de la afluencia de público a mediados del año pasado, que fue consecuencia del cierre de los comentarios del blog. La caída no fue del todo aparente hasta Julio debido al éxito fulgurante del post "Un año sin verano" en Mayo y de la serie de relatos breves (distopías) y de la novela por entregas "Un futuro sin más" en Junio. El número de páginas vistas por día cayó de las casi 4.500 hasta las 3.000, debido a que los visitantes no volvían a entrar en los posts una y otra vez para comentar y responder a otros lectores. Sin embargo, como se ve el número de páginas vistas ha subido de manera constante desde Julio y en la actualidad el número medio de páginas vistas por día ya es superior al del momento del cierre de comentarios.

Parece, por tanto, que la progresión de The Oil Crash aún no ha tocado techo. Eso es positivo dada la gravedad de los temas que se discuten aquí y la escasa relevancia que se les da en los medios de comunicación generalistas. De Vd. depende, querido lector, que este esfuerzo llegue cada vez más lejos y sea más eficaz, sobre todo teniendo en cuenta la cada vez más perentoria urgencia de reaccionar, mientras se repiten una y otra vez falsedades sobre la inexistente recuperación económica y se manipulan las estadísticas para adormecer a la población mientras se cierne sobre nosotros la siguiente oleada recesiva.


Salu2,
AMT

sábado, 24 de mayo de 2014

El capitalismo y la Grand Armee de Bonaparte


Queridos lectores,

Después de las dos rotundas refutaciones a las que fue sometido su artículo sobre las fortalezas del capitalismo, Javier Pérez ha querido escribir una contrarréplica. Por mor del equilibrio en el debate he creído oportuno publicarla aquí, y así mismo publicaré la réplica final de los otros dos autores, Rubén Muñoz y Antonio García-Olivares, si se produce, antes de zanjar este debate en el blog.

Espero que sea del mismo interés para Vds. como lo está siendo para mi.


Salu2,
AMT

El capitalismo y la Grand Armee de Bonaparte
    Hace unas semanas tuve el placer de colaborar en este blog con unas cuantas reflexiones sobre la fortaleza del capitalismo. Cualquiera que lo lea podrá ver que intentaba una simple aproximación a un hecho, en busca de sus causas. Sin embargo, y quiero creer que por alguna incapacidad narrativa mía, este humilde artículo ha sido interpretado como una defensa del sistema.
    En este tiempo, he leído unas cuantas refutaciones a lo expresado en ese texto, pero quisiera centrarme en dos, la de Rubén Muñoz, y la de Antonio García-Olivares, publicadas también en  The Oil Crash. En primer lugar, tengo que agradecer muy sinceramente el esfuerzo que se han tomado ambos autores en buscar los puntos flacos de mi argumentación y, sobre todo, en ilustrarnos a los lectores en una serie de cuestiones que no suelen leerse en internet con semejante nivel de profusión y calidad. Sólo por la posibilidad de leerles creo que valió la pena que escribiese yo el artículo.
    Precisamente por ello, y por la necesidad que percibo de aclarar el foco de atención del debate, escribo hoy estas líneas.
En primer lugar, por ser lo más importante, quiero hacer una precisión: hay que distinguir entre las fortalezas operativas del capitalismo y las fortalezas percibidas. Como he leído en otros lugares, quizás la principal fortaleza del capitalismo sea su capacidad propagandística, mostrando como ventajas una serie de hechos y circunstancias que no son para nada ventajosas. Vale, ¿y qué?
¿Entramos en el debate sobre si Apple justifica sus precios superiores y sus prácticas de limitar el software a cambio de una mejor funcionalidad de sus productos? ¿Entramos en el debate de si Windows es o no mejor sistema operativo que Linux? ¿Entramos en el debate de su tu novia es más guapa que la mía aunque tenga peor carácter? Vivimos en un mundo en el que la percepción de la realidad se impone a esta a través del marketing, la opinión pública y toda una serie de mecanismos. Las fortalezas del capitalismo que desgrané son fortalezas percibidas y en ellas se basa un hecho innegable: el triunfo del capitalismo a nivel global.
Pero veamos, paso a paso, lo que se contrapone a lo que yo entendí como una realidad:
Rubén Muñoz nos dice textualmente: “Mi tesis básicamente es que, como advirtió Gramsci, su principal fuerza está en su capacidad para generar hegemonía cultural.”
Con permiso de Rubén, y mis disculpas anticipadas por la simplificación, entiendo que dicho esto está dicho todo. Y mejor dicho que lo que yo logré. El capitalismo tiene la capacidad de lograr hegemonía cultural, con lo que impone sus puntos de vista, o sea, la realidad percibida.
A partir de aquí, Rubén nos explica detalladamente la necesidad de cooperación entre los seres humanos (que el capitalismo no ha hecho desaparecer) y su importancia en la consolidación y desarrollo de las sociedades humanas. Y luego nos habla de la escasa violencia de bosquimanos y bonobos, sociedades ambas que se mantienen a duras penas vivas, encerradas en reservas, y no han ido a parar al cubo de la basura de la historia por los esfuerzos conservacionistas, encaminados a proteger mediante leyes filantrópicas los derechos de una gente y unos animales que no pueden en ningún caso defenderse por sí mismos y que ven, cada día, amenazado su hábitat por el capitalismo sin encontrar más recursos de supervivencia que la caridad, la lágrima y el pataleo.
Cuando debatimos las fortalezas de un sistema, ¿realmente podemos refutarlas usando ejemplos de quienes tienen que implorar a ese sistema que no los aniquile? ¿Realmente la fortaleza de los bonobos y los bosquimanos reside en no usar la violencia, o más bien su fortaleza ha consistido en conseguir dar pena a otra gente que invierte sus esfuerzos en defenderlos?
No son los bonobos y los bosquimanos los que están en nuestras tierras amenazando nuestro hábitat y nuestros medios de vida. Somos nosotros los que nos hemos apropiado de sus recursos, precisa y exactamente hasta donde nos ha dado la gana, y hemos parado precisa y exactamente donde hemos querido. Su conducta, lo creo sinceramente, puede ejemplificar a la perfección lo que pudimos ser, pero no ilustra en modo alguno lo que realmente somos.
Cuando hablo de la vinculación entre capitalismo y evolución, quizás cometa un error de concepto y agradezco que me lo hayan hecho ver. Cuando yo hablaba de evolución me refería al hecho de que unas especias prosperan y otras se extinguen. Es simplista, lo reconozco, pero es que soy de pueblo y estoy cansado de ver que el problema real reside en que en el pueblo hay siete chicos y dos chicas, y el que se casa con una de ellas, gana, y los demás emigran o se quedan solteros. No hay nada que negociar ni que compartir: hay que conseguir a la chavala y se acabó. La ventaja principal del capitalismo es que te permite conseguir a la chavala. Lo demás, para la gente que se ha criado en mi ambiente, son músicas celestiales o, peor aún, puertas abiertas hacia el desarraigo o el alcoholismo.
El fenómeno que nos tiene al borde del colapso es precisamente la necesidad de sustituir un sistema cargado de fortalezas pero que puede llevarnos al desastre. Por eso insisto tanto en analizar las fortalezas del capitalismo: porque parece que no nos va a llevar a nada bueno, pero mientras no seamos capaces de analizarlo con verdadero espíritu crítico no podremos escapar de su abrazo. Estamos ante el caso de la fermentación del vino: las levaduras convierten el azúcar en alcohol, que es tóxico para ellas, y finalmente las mata. El capitalismo es, seguramente, un fenómeno similar, pero negar su fortaleza hablando de sociedades primitivas no nos va a ayudar en absoluto.
A partir de ahí Rubén nos habla de las debilidades del capitalismo, y en eso no tengo nada que discutir. Y por supuesto que existen sistemas alternativos: la cosa es ver si pueden triunfar o no, o si necesitan un meteorito que aniquile al dinosaurio y deje sitio para otras especies. Por lo demás, la distinción que realiza entre mecánica evolutiva e intereses de clase no dudo que sea pertinente, pero yo no la veo funcional: por intereses de clase, por violencia sistémica o por el sursum corda, el caso es que el capitalismo se ha impuesto. Y se ha impuesto porque se casa con la chavala mientras sus vecinos se quedan con las ganas.
En el caso del artículo de Antonio García-Olivares, reconozco que me cuesta más intentar rebatirlo, sobre todo porque confieso mi debilidad por el autor, que tantos conceptos me ha aclarado, en público y en privado, y al que tanto debe mi formación en algunos temas.
A mi entender, Antonio se centra en separar el concepto de evolución biológica de la idea de evolución social, y en eso no tengo nada que oponer, como ya expliqué más arriba. Quizás mi extrapolación de lo uno a o lo otro fuese simplista, y se basaba en un simple atajo para expresar por qué unos ganan y continúan y otros pierden y desaparecen.
A partir de ahí, veamos. Cito a Antonio: “la gran fortaleza del capitalismo procede de su simbiosis con el programa de dominación de los estados nacionales, que proporcionan protección al capitalismo a cambio de rentas anuales garantizadas por una capacidad de crecimiento que ningún otro sistema ha tenido en la historia.”
Pues vale. Estoy completamente de acuerdo. El autor acaba de identificar, con su puntería de siempre, una fortaleza del capitalismo que yo no había visto siquiera. Quizás la más importante, cierto. ¿Pero realmente refuta esto el hecho de que el capitalismo sea evolutivamente superior? Yo dije que cuernos, garras y plumas, y el autor dice que capacidad de simbiosis. No estamos tan lejos, entonces, salvo en lo que ahora veremos.
Si tengo que renunciar al concepto de “evolutivo”, renuncio. No lo utilicé por preciso, sino por manejable. Al fin y al cabo soy divulgador, no científico. Y digo esto para dar la razón al autor en otra frase, que también cito: “la mayor parte de los comportamientos etológicos y sociales humanos tienen un origen esencialmente social, y no genético.”
Nunca he creído que el capitalismo tuviese raíz genética y releyéndome tampoco encuentro semejante afirmación. Me temo que en este caso nos encontramos ante una cuestión de estilo: como divulgador trato de llegar a un público lo más amplio posible (puede que sea un error, o no…) y evito las citas de autoridades incluso en los casos en que podría hacerlas. La intención es clara: que cada razonamiento se mantenga en pie por sí mismo, y no porque lo dijo Fulano de tal, al que posiblemente nos dé vergüenza contradecir. En el convencimiento de que la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero, renuncio al principio de autoridad de grandes sabios muertos con la esperanza de que lo que tenga que decir resulte comprensible, cabal y ajustado a lógica. Y ahí es donde a menudo puedo caer en imprecisiones que conduzcan, como en este caso, a interpretar que afirmo que el capitalismo tiene origen genético.
No es tal.
No hay ningún gen capitalista. Se trata de una conducta social. Me sumo sin reservas a lo expresado por Antonio García olivares: “la mayor parte de los comportamientos etológicos y sociales humanos tienen un origen esencialmente social, y no genético.” El autor que se menciona para esta afirmación es Lewontine, pero como Lewontine no contesta a mis correos, ni responde a mis artículos, se la atribuyo a Antonio García-Olivares, que es un tipo que me resulta más cercano y más amable.  Injusticias de periodista, ya se sabe. Lo digo para recalcar mi convencimiento de que la diferencia, en muchos casos, es más de estilo que de fondo.
Ciertamente, como explica Antonio, el ser humano es muchas cosas, o mejor dicho, puede serlas y las ha sido, pero hoy en día es lo que es. Si lo que se propone entre líneas es reeducar a la población, quizás en lugar de invadir Polonia, como dice Woody Allen, nos entren ganas de ver los Gritos del Silencio y recordar cómo hacían estas cosas Pol Pot y sus khemeres rojos. Puede que haya gente a la que le guste que la reeduquen, pero yo no la he encontrado aún, y mientras no me demuestren lo contrario, toda reeducación ha sido una violencia, física o de otro tipo, de un grupo contra otro.
Una vez que hemos acordado que el ser humano es sobre todo un producto cultural y social, cabe preguntarse de dónde salen esa sociedad y esa cultura. Puede que una parte (ínfima) sea genética, otra parte climática y otra de evolución del entorno, y que precisamente por ello se hayan dado distintos tipos sociales a lo largo de la historia. El esquimal y el beduino no pueden tener la misma sociedad, y hasta añadiría que no pueden creer los mismos dioses, al menos en origen.
¿Pero a dónde vamos con esto si queremos analizar las fortalezas del capitalismo? ¿A que no está en nuestros genes sino que es un constructo social? Vale. ¿Y por qué triunfó y sigue triunfando?
Y seguimos, creo, con nuestras diferencias casi semánticas. Dice Antonio GO que “Los que tenemos más de 50 tenemos experiencia suficiente como para saber que dos hombres no compiten nunca por una hembra, sino que la mujer te selecciona (o descarta) en los primeros segundos en que te ve, y todo lo demás es folklore masculino”. Como chiste me parece bueno, y yo mismo lo he repetido muchas veces, pero si nos ponemos un pelín serios creo que todos reconoceremos que esto no impide que los hombres sigan compitiendo por ser elegidos, y que es absolutamente mentira que las mujeres sean tan simples como para reducir su tiempo de elección a unos pocos segundos. Todo el mundo conoce a alguien que se casó con la que le dijo veinte veces que no anteriormente. Y sí, de veras: las mujeres también cambian de opinión cuando traban conocimiento con alguien que en principio no les interesó en absoluto. Eso es lo que más nos trabajamos los feos, y le aseguro a Antonio que en ese tema en concreto soy toda una autoridad.
En cuanto a la territorialidad y a la agresividad, y a riesgo de repetirme, creo que el factor determinante es la escasez y la densidad de población. Los esquimales no son territoriales, porque el territorio no es escaso y los recursos no son percibidos como tales. Los pueblos que se citan como sociedades no agresivas son un buen ejemplo, pero justamente de todo lo contrario de lo que se pretende demostrar: Los indios asiáticos, los todas y los bihor del sur de la India, los hadza de África, los punan de Borneo, los pigmeos de la selva de Ituri, los arapesh del río Sepik (Nueva Guinea), los yamis de la isla de Orchid (cerca de Taiwán), los hopi y zuni de Norteamérica y otros muchos pueblos, como los tasaday de Mindanao (Filipinas), son comunidades no agresivas, y hay que decir también que son comunidades arrinconadas, medio disueltas y absolutamente laminadas que se debaten como tales entre la vida y la muerte.
¿De veras cree alguien que citar a las víctimas del capitalismo rebate las fortalezas de este sistema? Yo creo que es todo lo contrario. Todas esas sociedades existían y eran viables (como los comedores de raíces) hasta que su colisión con otra sociedad violenta y depredadora las puso al borde del abismo. ¿Qué a lo mejor los capitalistas no deberían ser tan malos, tan violentos y tan cabrones? Pues vale, pero no es eso lo que se hablaba.
Dice más adelante Antonio GO: “La vida del hombre transcurrió durante más de cuarenta mil años sin necesidad de mercados, propiedad privada, clases sociales, estados, reyes, primeros ministros, parlamentos, gabinetes, gobernadores, alguaciles, fiscales, juzgados, cárceles ni penitenciarías. “
Bien. ¿Y niega eso el hecho de que finalmente fueran sustituidos? ¿Cuántos años de reinado tuvieron las cianobacterias? ¿O menciono a los dinosaurios, como todos estáis esperando? El hecho de que algo fuese viable en el pasado no significa que no fuera sustituido por algo más eficiente o mejor adaptado. La existencia de todas esas sociedades  no significa que allí se detuviese el paso del tiempo. El tiempo pasó y esas sociedades fueron barridas. ¿No tiene eso algún significado? ¿No podemos extraer la conclusión de que por algún motivo fueron sucedidas por un tipo de sociedad que logró imponerse?
Los sistemas anteriores al capitalismo no eran antievolutivos. Lo antievolutivo es pensar que eran superiores a quien los venció. Por eso tales sistemas eran anteriores y el actual es actual. Porque los anteriores se fueron al carajo como se fue el arado romano cuando apareció el tractor. Esto no significa que no podamos volver al arado romano, sino que a día de hoy hay lo que hay porque lo otro, lo anterior, no puedo resistir el empuje de lo actual.
Y no, yo no hablo en ningún momento de que la sociedad capitalista haya mejorado nada, ni de que sea más deseable afanarse por el progreso que cuidar de los hijos y dormitar. De hecho, mis opciones personales se dirigen más hacia el campo que hacia la ciudad, más hacia la simplicidad que hacia la búsqueda de una carrera profesional, más al pareció al tiempo que al dinero, pero eso es irrelevante: podemos estar cien veces de acuerdo en que el capitalismo es dañino en muchos aspectos, pero eso no desautoriza el hecho de que haya triunfado y se haya impuesto.
Mi impresión, con todo el respeto hacia Antonio, es que su artículo viene a decir que el capitalismo no debería haber triunfado y que es una pena que todas esas alternativas se hayan convertido en marginales. Así lo interpreto de su detallada recensión de saludes dentales, estatura y niveles de vida. Y  a eso sólo puedo responder que vale, ¿y qué? También hubiera sido mejor, seguramente, que se hubiese seguido por el camino de las constitución de Cádiz de 1812 en vez de tener que soportar a ese bodoque de Fernando VII, pero las cosas vinieron como vinieron, y seguramente sería bueno saber por qué. Sin historia ficción, sin voluntarismos y sin mitologías del buen salvaje.
En cuanto a la herencia, no puedo menos que darle la razón a Antonio GO en que se la acumulación de riquezas es un asunto fuertemente dependiente del camino previo. Sin embargo, y por la razón que sea (confieso mi ignorancia), el que tiene una bici quiere dejársela a su hijo con el mismo fervor que el que tiene cien mil hectáreas. Yo mismo confieso que si no pudiese dejar nada a mis hijos no me tomaría la menor molestia en generar ni un mísero excedente.
Por lo demás, cito de nuevo: “Lo que casi todas las sociedades intentan es poner a los inteligentes, hábiles y fuertes al servicio de los valores culturales compartidos, y no permitirles que hagan lo que quieran, poniendo en riesgo la sociabilidad y la propia sociedad.”
Esta frase es crucial, porque lo que dice entre líneas es que tu capacidad te convierte en siervo y que sólo el inútil y el imbécil pueden hacer lo que quieran. Sé que el autor no lo llevaría nunca a ese extremo, pero no puedo evitar extraer esa conclusión de sus palabras. Si los inteligentes, los hábiles y los fuertes tienen que estar al servicio de los demás, la única opción para tener una vida autónoma es ser tonto, patoso y débil. Algo muy marxista, por otra parte, puesto que esa sería la conducta óptima en un sistema que exige a cada cual según su capacidad y da a cada cual según su necesidad. Capacidades mínimas, necesidades máximas, rendimiento óptimo.
Una última cita:
El principal incentivo que ha tenido el ser humano a lo largo de su historia es la de no convertirse en ningún caso en un proscrito asocial, pues no tiene ni la capacidad ni el conocimiento como para poder vivir fuera de la sociedad. Y la principal satisfacción es la de ser aceptado socialmente.”
A esto sólo puedo responder: ¿de verdad quieres que tu vecino sea tu juez?, ¿no has asistido nunca a una reunión de una comunidad de vecinos? Cuando los demás son el centro de tu vida, o peor aún, los dueños de ella, más te vale pegarte un tiro cuanto antes. Pero esto no es parte de ningún debate científico, sino sólo una opinión de alguien que, como la mayoría de los lectores, vive en el mundo real. El vecino que te juzga y te condena, el miedo y el odio al que es distinto o piensa distinto tienen su base en esta fortaleza de la masa. Y la masa no es humana. La masa no razona. La masa sólo lincha.
El capitalismo es compatible con cualquier sistema, ciertamente, por canallesco que este sea, pero las libertades individuales parece que no lo son. Deduzco de ello que hay sistemas aún más canallas que los mencionados por Antonio GO (democracia parlamentaria europea, con una democracia nominal como en muchos países africanos, o con dictaduras como la Italia de Mussolini, la España de Franco y el Chile de Pinochet) donde todo el territorio se convierte en una gigantesca prisión y donde las libertades son aún menores que en los sistemas que se mencionan. Todo  puede empeorar, no lo dudo.
El resto del artículo de Antonio incide en que otras alternativas son posibles. Yo insisto en que sí, que lo fueron, y resultaron vencidas. En su conclusión, Antonio nos dice que hay otras muchas maneras de satisfacer las mismas funciones sociales y yo debo preguntar, una vez más, porque esas otras maneras no han triunfado y cualquier autor que las mencione tiene que echar mano de épocas pretéritas o lugares remotos para escoger sus ejemplos.
Se puede vivir sin agua caliente, claro que sí, y se puede vivir en el archipiélago Gulag, y se puede vivir con un dólar al día, pero la gente, en cuanto puede, lo evita.
Mi impresión, tras leer los dos artículos que comento, es que se da a entender que el capitalismo es un producto educativo que debe ser sustituido mediante educación. No lo niego. Pero como sé que los colegios católicos jamás produjeron chavales devotos, me pregunto qué clase de educación se propone, en las circunstancias actuales, para que las nuevas generaciones interioricen una mecánica distinta.
Como yo también quiero plantear una conclusión, creo que es importante hablar finalmente del concepto de victoria y de derrota. Puede parecer que sabemos perfectamente de lo que hablamos cuando decimos ganar o perder, pero  empiezo a creer que no está tan claro.
Ganar es hacer tu voluntad, aunque eso te lleve finalmente a la destrucción. Entonces, en la hora del desastre, habrás perdido, pero entre tanto y no, vas ganando. Perder es ver como otros hacen la suya en contra de la tuya, aunque eso les lleve a la destrucción. Y cuando el que te vence es aniquilado por sus propios errores, entonces has ganado.
Los bosquimanos, los bonobos, las sociedades cazadoras y recolectoras y la Grand Armee de Bonaparte eran sin duda organizaciones magníficas, pero perdieron. Puede que con el tiempo se demuestre que tenían razón y que su sistema hubiese sido más rico, más eficiente y de más largo recorrido, pero fueron aplastados. Argumentar que el derrotado es superior a su vencedor no me parece de recibo. La realidad es un árbitro muy severo. Hay lo que hay y por algo será. Lógica rural, si queréis, pero es la que manejo.
Para sustituir al capitalismo como sistema es necesario comprender cuáles son sus fortalezas, reales o percibidas, y no basta con mencionar una tribu en casa Cristo como alternativa, más que nada porque muy pocos querrían ir a unirse a ellos y menos aún que viniesen aquí a imponernos sus normas. Cualquier sustituto que se plantee debe ser deseable para la gente de aquí y de hoy, con su educación de hoy, con sus prejuicios y sus miserias de hoy. Si no es así, ese sustituto deberá implantarse por la fuerza, porque nadie lo aceptará de buen grado.
Los argumentos historicistas, a mi juicio, no hacen sino afianzar más aún el capitalismo. Porque si algo sé es que en comunicación una cosa es lo que dices y otra lo que los demás entienden; y cuando se menciona a los bosquimanos como ejemplo de cultura no capitalista, lo que habitualmente se entiende es que abandonar el capitalismo es convertirse en uno de ellos. Sé de sobra que no se dice eso, pero se entiende. Y nadie quiere hacerse bosquimano. No voluntariamente.
Cuando me puse a escribir aquel artículo, lo hice para tratar de responder a una pregunta: qué tiene el capitalismo que, sabiendo cuáles son sus terribles defectos y debilidades, hace que se mantenga e impere como sistema. Y eso traté de encontrar.
Por supuesto que otra sociedad es posible, lo mismo que fue posible un ser humano con plumas, pero por alguna razón no tenemos plumas y por alguna razón ha triunfado el sistema capitalista. Si obviamos esos hechos objetivos corremos el riesgo de teorizar sobre otra realidad, empleando, además, para ello, los peores ejemplos posibles: los de los derrotados.
Y para eso ya están la ciencia ficción y las novelas sobre la guerra civil.
¿Podría ser que alguna vez nos preocupásemos de saber por qué ganaron los que ganaron? Decir que eran muy malos no es una respuesta. Siempre hay algo más.
Gracias de nuevo a los que me leéis, y doblemente a los que me responden.
Javier Pérez.

www.javier-perez.es