Queridos lectores:
Racionamiento. Palabra tabú hasta hace nada que se está haciendo cada vez más común: se raciona el diésel en Argentina, Alemania y Austria toman medidas delante de un posible racionamiento del gas, y en España el Estado permite a los supermercados racionar productos que estén escaseando. Obviamente, mejor eso que lo que está pasando en Sri Lanka, con una falta total de diésel y apagones continuos. Dado que es una realidad que se nos viene encima, es sin duda un buen momento para discutirla. Para comprenderla, acotarla e intentar saber cómo actuar.
Yo no soy un especialista en qué se tiene que hacer para racionar, pero dudo realmente que nadie lo sea. En particular, la teoría económica moderna no está preparada para esta situación. Se suele decir que la economía es la ciencia que se ocupa de la gestión de los bienes escasos, pero en general no se piensa en este tipo de escasez, en el cual lo que faltan son bienes básicos. Y eso cae fuera del dominio de la ciencia económica tradicional porque el racionamiento implica no crecimiento; al contrario, es síntoma de decrecimiento. De imposibilidad de seguir creciendo en al menos una dimensión, y una básica como para que se requiera tomar medidas. Porque cuando hablamos de racionamiento siempre hablamos de bienes básicos, de los que no se puede prescindir y que son importantes que lleguen a toda la población para garantizar la estabilidad del edificio social. En todo caso, mi intención en este post es quedarme en cuestiones de carácter general, con la intención más de abrir un debate que concluirlo, y particularmente centrándolo en la cuestión del inevitable descenso energético. Por eso mismo, y por mi poco (por no decir nulo) conocimiento del tema será un post mucho más breve de lo habitual
La primera cosa que conviene aclarar es que no todos los racionamientos son iguales. Hay diversas maneras de racionar, y no todas son equivalentes. Además, como el racionamiento es una estrategia de asignación de recursos, en la que se decide quién tiene más y quién tiene menos, es, siempre y por definición, una decisión de carácter político en el sentido propio de la palabra. No existe el racionamiento basado en criterios meramente técnicos, un racionamiento que se aplica por criterios asépticos y científicos. No. El racionamiento es siempre una decisión política, y se hace una concreta política cuando se aplica un concreto modelo de racionamiento. Es por tanto fundamental rehuir de una simplificación de la cuestión, o del intento de presentarlo como un mecanismo de ajuste simple de la dinámica de mercado: en el racionamiento hay siempre un pensamiento y voluntad política, aunque sean implícitos, dependiendo del tipo de racionamiento que se aplique.
Y es que el racionamiento vive en la dificultad de conciliar el interés particular y el general, puesto que no se pueden satisfacer ambos suficientemente - y probablemente, según la magnitud del descenso que origina el racionamiento, los dos serán satisfechos insuficientemente. Aquí se hace la verdadera política, y aquí se ve la verdadera orientación política de un partido gobernante, al margen de las consignas. En este tema no se puede disimular: hay que tomar decisiones reales con consecuencias. ¿Qué se prima, a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, para evitar que caigan en la miseria, o a los más dinámicos, esperando que creen una riqueza que a la postre revierta en todos o, como mínimo, mantengan la ya existente? Hay que elegir a quién se le da más, y por qué. Hay que tener un por qué, y eso implica un posicionamiento que, además de lo técnico, tendrá componentes ideológicas, inevitablemente.
Dicho lo cual, yo distinguiría tres tipos de enfoques bien diferentes, según la duración esperada del período en el cual se aplicaría el racionamiento.
Enfoque coyuntural: Es el que actualmente se está mencionando en los medios de comunicación, nacionales e internacionales, cuando se habla de esta cuestión. Son medidas que se toman sin voluntad de que duren en el tiempo, y que se aplican como un parche. Este racionamiento intentar tocar lo mínimo de los mecanismos de mercado. Es decir, se mantiene la economía de mercado convencional en la mayoría de los aspectos de la vida y se raciona lo mínimo, en ocasiones cortando demasiado corto. Las normas de racionamiento son muy genéricas y poco detalladas. El principal problema de este enfoque es que favorece que quién más tiene pueda acceder a raciones superiores a las que por ley le corresponderían. Por tanto, favorece el estraperlo y los abusos. En el contexto del descenso energético, cada vez se iría quedando más corto y favorecería el empobrecimiento generalizado de la mayoría de la población.
Enfoque duradero: En este enfoque del racionamiento, las medidas que se toman tienen vocación de permanentes. Se considera que la escasez será estructural, y por tanto el Estado se ve obligado a planificar cómo se van a asignar los recursos de manera estructural. La normativa es muchísimo más detallada que en el caso anterior, atendiendo a miles de casos específicos con sus límites, excepciones y bonificaciones, y con continuas revisiones anuales. Es un racionamiento mucho más complejo de adoptar y de controlar, lo cual obliga a incrementar mucho los mecanismos de auditoría y supervisión. En la perspectiva del descenso energético, este enfoque corresponde a uno en el que el Estado aún desempeña un papel central e intenta organizar la economía, planificando exactamente cómo se hará lo qué se hará y con qué se hará. El problema de este enfoque es que incrementa enormemente la complejidad y por tanto es costoso e ineficiente, y obviamente es muy impopular debido a la carga administrativa que se le impone a empresas y particulares.
Enfoque decrecentista: En este enfoque se asume que la escasez que obliga al racionamiento no solo es permanente, sino que la disponibilidad de los recursos seguirá bajando de manera indefinida. Debido a que el racionamiento se mueve sobre la base de una referencia móvil (la cantidad disponible), se hace necesario que los esquemas de racionamiento sean flexibles y fácilmente escalables o desescalables. También obliga a abrir un debate social mucho más amplio, en el que todos los ciudadanos participen para fijar las metas de la sociedad, lo cual implica, para empezar, tener esas metas. Hay por tanto que tener una visión. Y que ésta sea realista y deseable, compatible con las circunstancias. El problema de este enfoque es que se necesita un amplísimo consenso en la sociedad, basado en una comprensión profunda del problema y su aceptación, con una complicidad absoluta. También se podría imponer este modelo sin necesidad de tanto consenso a través de sistemas de control social, represión y autoritarismo, y posiblemente ése camino fuera mucho más sencillo, aunque sea incompatible con la democracia. Por supuesto, este enfoque se adapta bien a la situación de descenso energético, y permite - y posiblemente favorece - su implementación a escalas bastante más pequeñas que la estatal.
Enfatizo esta clasificación porque creo que va a ser la que de un modo u otro vamos a seguir en los próximos años. El modelo coyuntural, que es una reacción a desgana, es obviamente lo primero que vamos a tener, lo que ya se está empezando a implementar. El modelo duradero será bastante más duro, porque generará más descontento social, y la tentación desde el Estado, al menos al principio, será camuflar las medidas estructurales como si fueran coyunturales. El modelo decrecentista será a la larga el que se tendrá que implementar, y solamente es compatible con un Estado central fuerte en un contexto de ecofascismo. Con lo cual, la discusión sobre qué modelo de racionamiento se acaba imponiendo a largo plazo es una discusión sobre la supervivencia o no de la democracia.
Salu2.
AMT
Addenda: Algunas personas han mostrado su preocupación con el párrafo de conclusión de este post, ya que temen que se identifique el decrecentismo como movimiento político con el ecofascismo. En primer lugar debo decir que aquí se habla de un modelo decrentista de racionamiento, no del decrecentismo político. Sin embargo, creo que es importante tener en cuenta que la palabra "decrecimiento" se está introduciendo cada vez más en el debate público, y al final las élites querrán apropiársela para seguir con su proyecto extractivista, ahora de recursos y en el futuro del trabajo humano. Lo peor que nos puede pasar es que, en medio de la confusión y la desorientación terminológica que sin duda vendrá, algunos personas den apoyo a un proyecto ecofascista porque crean que es decrecentista en el sentido que generalmente se le ha dado a esta palabra. Un proyecto decrecentista digno de tal nombre debe tener como valor principal la preservación de la democracia y la equidad.
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