domingo, 8 de diciembre de 2019

El pico del diésel: Edición de 2019



Queridos lectores:

Hace ahora poco más de un año presenté la versión actualizada de "El pico del diésel", cuya edición original data del 2012 y su primera revisión del 2015. En aquellos primeros posts se señalaba que, de todos los combustibles que hoy en día se derivan del petróleo, probablemente el diésel sería el primero en acusar la creciente falta de petróleo de calidad y por tanto sería el primero en mostrar una caída en su producción. El año pasado, "El pico del diésel: Edición de 2018" causó un gran impacto, debido a que los indicios que en él se presentaban mostraban no solo que el diésel está en una situación de estancamiento desde 2015 e incluso con tendencia a caer, sino que además el resto de los fuelóleos están en severo declive desde 2008, con una caída del 25% desde el máximo. El hecho de que los otros destilados medios retrocedan tan deprisa lo interpretamos como un síntoma de que se está haciendo todo el esfuerzo posible para convertir todo lo que se pueda en diésel, y a pesar de eso la producción de este combustible no acaba de despegar.

Todo indica que estamos, efectivamente, llegando a ese momento crítico para la civilización industrial que representa la caída paulatina de la producción de diésel. El diésel es fundamental no solo para una parte de la automoción privada (mayoritariamente dieselizada en Europa, pero no así en el resto del mundo), sino sobre todo para los camiones, maquinaria pesada, tractores y barcos. El diésel es, verdaderamente, la sangre de nuestra civilización y si él comienza a faltar nuestra economía puede sufrir una verdadera isquemia.

En general, teniendo en cuenta que los datos son revisados hasta dos años después de su primera publicación, y que los ciclos de las materias primas son lentos, se recomienda tomar períodos de al menos 5 años para evaluar tendencias. Pero debido a la importancia del momento en cuestión, he decidido que conviene revisitar los datos del diésel y reevaluar su situación con mayor frecuencia.

Al igual que el año pasado, tengo que agradecer a Rafael Fernández Díez que haya efectuado la penosa tarea de compilar los datos y de haber aplicado la ventana móvil anual centrada que nos sirve para desestacionalizarlos. Es una ayuda inestimable, porque con mi poco tiempo disponible su trabajo me ayuda a centrarme en la discusión, que en todo caso en el post de hoy será bastante breve.

Como siempre, los datos han sido extraídos de la base de datos de la Joint Oil Data Initiative (JODI), que como ya sabemos tienen sus limitaciones, y en particular que la cifra que usamos es seguramente una ligera subestimación de la cifra real, pero que aún así las tendencias que muestra son probablemente correctas. 

Comencemos por la gráfica actualizada de la evolución desestacionalizada de la producción de diésel (entendido, como siempre, como gasoil y diésel).



Si se fijan en la gráfica que enseñábamos en la edición de 2018, la curva es completamente coincidente hasta principios de 2017. En la presente edición, la curva remonta un poco durante 2017, de modo que en 2018 se vuelve prácticamente a los valores de producción de diésel de 2015, y en los últimos meses la curva muestra una tendencia a caer. Las variaciones entre los datos de un año y los del siguiente son porcentualmente pequeñas (unos 0,2 millones de barriles/día o Mb/d, lo que representa menos del 1% de la producción), y son perfectamente razonables teniendo en cuenta las revisiones de los datos. Es de esperar que el año que viene los datos del 2017 ya estén consolidados y veamos aún alguna variación en el 2018.

La situación es la opuesta en el caso del resto de destilados medios.



En este caso, se observa un empeoramiento consistente con respecto a los datos del año pasado, de modo que a principios de 2019 la producción de fuelóleos ya habría tocado los 6 Mb/d, una caída que ya llega al 28% desde los máximos de 2008.

En resumen, los datos no aportan nada sustancial con respecto al año pasado, salvo el hecho de que la tendencia parece consolidarse. Si alguien se esperaba que las tendencias que reportábamos el año pasado fueran un mero efecto estadístico, tenemos malas noticias para él o ella: los nuevos datos parecen confirmar los mensajes que dimos el año pasado, a saber: La producción de diésel sigue esencialmente estancada, en una meseta ondulante, con una posible tendencia al descenso en los últimos meses - tendencia que no podremos confirmar hasta que no pasen un par de años al menos. Por el otro lado, los otros fuelóleos consolidan e incrementan su caída, lo cual trae muchos malos presagios. Y esto a pocos días de que entre en vigor la nueva regulación marítima internacional, que obligará a los buques a usar destilados medios con bajo contenido de azufre, ya prácticamente equiparables al diésel, lo que generará una presión brutal sobre el diésel en el mercado de combustibles.

Salu2.
AMT

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